
"Puede que yo no haya sido nunca aquella niña oscura a quien enseñaron a sentarse a la puerta del templo del Toro, ceñida la garganta por dos anillos de cobra suave y reluciente. Cuidadosa, prudente cobra deslizándose sobre huesos tan frágiles, apenas un pequeño tórax, casi una planta de coral que mirase hacia dentro, en la cueva donde nacieron los mitos.
No creo que haya sido ni seré nunca aquella niña. Un error de cálculo en la estrategia de los dioses me invitará a adoptar las maneras del animal que ciñe su garganta".
"24 CHAUKI GHAT
Niños jugando en el polvo de las losas. Niños de polvo. Polvo jugando a ser niños sobre las losas. Brahma jugando a ser polvo. Yo: la losa".
"El camino del thanatos es el más directo. El vacío se extiende sin mediación. Cualquier sentimiento es un peligro. Y aquí, no sé qué hacer aún con el sentimiento de compasión, el único que permanentemente me recorre.
He comprendido la atracción de las formas: la intranquilidad de los deseos pasajeros, su carga obsesiva cuando no son satisfechos, la hartura del corazón cuando, en cambio, se satisfacen sin medida. El deseo y el miedo, el repliegue y el despliegue, formas, todas, ambivalentes de atracción y rechazo: la gravedad de los seres, la misma ley que rige los átomos y los planetas. He comprendido que para el ser humano el logos responde al fuego que le consume: nombrar es arder en el deseo infinito de ser propiamente.
Pero la compasión aún me impide la objetividad".
"El desierto no tiene sombras, por lo cual no puede medirse el tiempo ni la distancia de las estrellas a no ser que el propio cuerpo haga oficio de gnomón. Uno es su propio tiempo. Alrededor el tiempo no existe.
El tiempo de las cosas se mide por su sombra, y sólo el que no tiene sombra es eterno. El desierto, por eso, es eterno. Con el sol en el cenit un hombre pierde su sombra. Puede decirse que entonces se le otorga la posibilidad de estar en su propio centro, de no distinguirse de sí mismo. Por un instante, es un iluminado. Pero a la luz le gusta jugar en la llanura. Basta que aquel hombre levante un brazo: hallará su sombra debajo. Cualquier movimiento lo habrá de delatar. Basta con que quiera verse a sí mismo y comprobar la ausencia de su sombra: aparecerá la huella de su rostro a sus pies. Nadie puede estar iluminado y verse a sí mismo".
"Doy lo que me sobra, lo que me pesa, lo que no me hace falta, regalo aquello que ya no me sirve aunque tampoco le sirva a quien lo doy. Le quito los botones al jersey antes de entregarlo: los botones servirán. ¿De qué sirve un jersey sin botones? Ellos no se pondrán mi ropa, ni mis zapatos: no necesitan zapatos, no se ponen esta ropa. Pero me descargo de lo usado, y les niego la moneda que me piden".
"La perra negra es especialista en fetos. Tiene tiña como casi todos los perros de Benarés, pero sabe como ninguno rastrear los fetos hinchados que las aguas devuelven a la orilla. Aquí está. Empieza por el cerebro. Una joven japonesa se acerca a la escena, se pone la cámara en la cara. Duda. No se atreve a disparar. Los intestinos ya se escapan por el cuello derramándose entre las guirnaldas amarillas y las bolsas de plástico que se estancan en el ghat y un olor nauseabundo corre como una brisa rozando el papel en el que escribo. El suelo de piedra ya cobra el tono rosa de la sangre aguada. La perra se relame. Da unos pasos a lo largo del ghat y vuelve al festín que ya es un tronco abierto por la espalda. Tres niños juegan a sumergir guirnaldas a su lado. La perra cumple con el cielo, restituye la carne a otra carne, lo impuro a lo impuro, devuelve a la totalidad la parte que le corresponde. Ya no puede reconocerse a qué ha pertenecido el trozo de carne que bambolea entre la pata derecha del animal y su hocico. El sol se está poniendo despacio en los escalones. Los niños juegan".
"¡Muéstrame tu dios y te diré cuál es el color de tu miedo!"
"Jehová: uno de los dioses que ocupan la parte superior izquierda del mandala tántrico. El error: confundir uno de los devas (dioses) con el Absoluto. El dios de los judíos: un deva vengativo en guerra contra los asuras (demonios). Un dios que necesita la ayuda de los hombres: ellos son su alimento. Al rezarle le dan su fuerza, le entregan su energía. Los dioses se alimentan de las preces de sus "fieles". Cuanto mayor sea su número: su "rebaño", más fuertes se hacen ellos, más poderosos".
"El error del hebraísmo: hacer de uno (de los dioses) el Uno. El error de Cristo: asumir el hebraísmo. El error de muchos cristianos: confundir a Jehová con el Dios de Cristo o, incluso, con la síntesis última del racionalismo".
"Por haber sufrido, tal vez, o inmerecidamente me concedieron un ángel (es una manera de decir -todo es una manera de decir).
Cuando un ángel cae, al principio sufre porque no sabe nada salvo la tarea encomendada. Después, poco a poco, va recuperando la visión y el poder. Cuando lo recupera del todo, entonces se va. Dicen que ha muerto pero no: es que le han vuelto a crecer las alas.
No estoy lista aún para que recuperes del todo la visión. ¿No ves cuánta confusión anida todavía en mi pecho, que me hace confundir, como por necesidad, el objeto al que la llama se dirige con el propio fuego? Ellos son excusas para arder, son el reto de las brasas, la madera para la pira. Ellos -esos otros, esos seres a los que amamos con ese amor que es deseo- son el señuelo. El fuego que no puede arder consume su propio lecho. No confundamos el fuego con el combustible".
"Porosa. La membrana del núcleo es porosa. ¡Tan sólida, no obstante, en su porosidad!
Requerimos la expresión, y la expresión se queda dentro. No puedo decir, y aunque pudiese, no dicen las palabras lo que quiero decir. Releídas, me sueñan a tópicos condescendientes, trascendentes, falsamente místicos. Y no es eso.
Es hora de crear nuevos símbolos. Es hora, también, de largos silencios, de interiorización, de prudencia. Estar atento y formular la pregunta.
Abrirse. Los elementos son ingeridos. Los puntos se introducen. Las líneas se trazan. Cuando hay puntos suficientes, alguna línea inicia su trayectoria. Luego los ensamblajes: una línea corta a otra, intersecciones, conjunciones, puntos sensibles. En los puntos sensibles se activa el diagrama.
Bastan las primeras líneas para que se insinúe el diagrama. Un diagrama es un sistema. El sistema muestra el modo de actuar de una fuerza, su modo: lo que la fuerza es, pues cuando de fuerza se trata, su modo de acción no es distinto de su ser.
Todo símbolo debe ser activado para ser eficaz. Que un símbolo se active significa que uno lo descubre dentro de sí. Quien descubre un símbolo descubre una fuerza, un "modo". Descubrirla dentro de sí, bajo el sí. Conocerla, saberla, experimentarla. El símbolo muestra la fuerza que ha de ser redescubierta como se descubre el sentido de un gesto al imitarlo. Un símbolo, para que sea eficaz, ha de ser activado.
Los símbolos que no se activan son simples dibujos que esperan ser activados. Utilizados para otros fines, se degradan y su eficacia se anula.
El arte -el arte "tradicional"- es creación de símbolos: creación de signos, huellas que permiten la recuperación de la trayectoria. Pero no es sólo eso. De la misma manera que un gesto es la fuerza misma en su expresión, así también lo son el intervalo musical o las líneas de un yantra o diagrama. El dibujo o el sonido son la fuerza en su manifestación formal o sonora, son ese "modo" en concreto, y el modo es lo que ha de ser intuido, sabido, además de recibido. Pues recibido está, siempre, en todos los niveles; lo que difiere es la conciencia de la recepción en los diversos planos en los que ésta tiene lugar.
Conciencia del sonido o de la forma recibida en la percepción simple, conciencia del "modo" y conciencia de la fuerza neutra que se "modifica": triple conciencia que puede resolverse en una sola en el acto de ver o de oír. Una, la primera, es la conciencia común; las otras dos han sido entendidas como superiores y consideradas secretas por las civilizaciones que poseyeron la ciencia del núcleo.
Sin embargo, cuando el artista que manifiesta lo hace con la triple conciencia, lo que expresa (y lo-que-expresa no se distingue de la expresión) acude al receptor y le golpea en todos los niveles a la vez.
El "sabor" (rasa) del arte es lo que place al receptor, un placer que precede a la conciencia misma o que, simplemente, la reemplaza o, mejor dicho, el placer es ese sabor de la conciencia que no se sabe a sí misma. Que el rasa sea "saborear el Brahman" significa, en la tradición india, que el placer estético es la captación placentera de la energía que se modifica en su expansión, placer del reconocimiento de la araña, el punto que se activa y forma el universo, placer del reconocimiento del origen-fuerza. Ese placer es el indicio de una conciencia que sabe del sí: el mí de cada cual que se agita en el océano de sus intenciones particulares".
Diarios indios, Chantal Maillard, Pre-Textos
Postdata:
Las heridas nunca acaban en sí mismas. Se llaman unas a otras. Como gargantas. Grandes gargantas que se suceden ululando. Cuidado al acercarse. Cuidado al escucharlas. Las proximidades de una herida son siempre pantanosas, huelen a cieno y su sonido es húmedo y gelatinoso. Contagian el mal del deseo, el mal de querer ser más que el destino, el mal de querer, de querer siempre lo que quiero por encima de todo querer ajeno. Una herida es la guerra.
Filosofía en los días críticos, Chantal Maillard, Pre-Textos