
La luz no basta
para encolerizarme
cualquier pájaro.
para vivir sintiéndome vivido:
ese cosquilleo
de letargia expectante,
respirar
desapercibimientos
bajo del agua,
la indiferencia hacia el mundo
imprudente insomnio voluntario
la desconstancia,
las de cada uno en su interior.
Mi abuela resucitaba con las manos a las plantas moribundas
y parió once hijos en su cama:
ser-estando
no importa qué pero entero
dar a luz muchos árboles
entre estos dos ojos
la compasión o
la ansiedad que no sólo pone huevos
sino que se preocupa por que de ellos nazca
la vida, la sensibilidad, el temblor:
pequeñas cosas en las que penetro
ahora mismo, ajena,
sentirme niña: la vocación de tejedora,
el cachito de pan que se cayó a alguien y del que comerán
hormigas y pájaros.
una piedra, cualquiera, que ofreciera protección al tacto.
un extraño en mí mismo,
el enemigo de la verdad.
estando vivo, con todas las letras
mirar
la lejanía
obsesión autoflagelante
viendo a mis perros anudados a mis pies.
el miedo.
no tener miedo
si una lágrima reconstruye el mundo,
como la víbora negra
perder la memoria
en un rascacielos,
No creo en las reformas
aborrezco
la historia.
Me hubiera gustado ser nadie
y poder contarlo,
contemplar misterios,
barcos, galeones hundidos,
un fallo en el discurso
el silencio: ir en contra de
(no me refiero a no-amputado).
Morir con el corazón limpio
y las manos embarradas.
Gracias a los autores de esta improvisada obra comunitaria: Luna, Rubén Martín, Ella, Òscar Solsona, Laura Giordani, Bashevis, Ana Hidalgo, Raúl Quinto, Portinari, Ana Gorría, La Princesa Inca, LUG, Mariel Manrique, Sorel, Tera, Adolfo, Lola Torres Bañuls, Yaiza Martínez y Víktor Gómez.
Tal como algunos habéis pedido, lo subo en una entrada independiente. Disfrutadlo. El nido es vuestro. El alma-nido, también.
Gracias