domingo, 28 de noviembre de 2010

En tierra extraña



¡Qué locura es dejarse llevar por el deseo de la fama y del interés y pasar la vida sin tener un momento de paz y de descanso!
Cuantas más riquezas tengamos, tanto más descuidaremos la vida y salud del cuerpo. La abundancia tiende a atraer sobre sí desastres y calamidades. Aunque dejemos, al morir, una cantidad de oro que llegue hasta la Estrella Polar, con esto sólo causaremos molestias y disgustos. Los placeres que alegran y consuelan a los mentecatos son insípidos. A los ojos de las personas juiciosas los carruajes espaciosos, los caballos bien rollizos y los adornos de oro y plata son todas cosas vanas.
Cuánto mejor sería arrojar el dinero a una montaña y las joyas al abismo. Aquél que se deje llevar por los intereses humanos es un fatuo de primera clase. El querer dejar detrás de sí una reputación que dure por los siglos es algo que, ciertamente, todos desean. Pero ¿es que se puede decir que las personas que ocupan puestos destacados son, necesariamente, personas excelentes? Hay hombres sin talento que tienen una posición elevada y viven en la abundancia, sólo porque nacieron de una familia ilustre, les ayudaron los tiempos o por los avatares de la vida. Pero también hay muchos hombres sabios y santos que escogen, voluntariamente, puestos humildes y terminan sus días sin recibir las bendiciones de la fortuna. La avidez por cargos y puestos elevados es la segunda clase de locura.
Todos queremos dejar en este mundo fama de ciencia y de virtud, pero si lo consideramos bien, lo que vamos buscando con esto es el placer de oír las alabanzas. Sin embargo, los días de estancia en este mundo, tanto de los que nos alaban como de los que nos vituperan, son bien breves, e incluso aquéllos que oyeren las alabanzas no tardarán mucho en abandonarlo.
Entonces, ¿ante quiénes hemos de sentir vergüenza? ¿Quién hemos de desear que nos alabe? Además, la censura acompaña a la reputación, y después de muertos de poco nos servirá la fama.
El que la desee sigue a los anteriores en locura.
Ahora bien, a aquellos que codician desordenadamente la ciencia y la sabiduría yo les diré que los conocimientos conducen al engaño y que con los talentos aumentan los deseos y sufrimientos del hombre.
La ciencia que se obtiene a través de la palabra y que nos llega mediante el oído no es la sabiduría verdadera.
¿Cuál es, pues, la verdadera sabiduría? –La que no distingue y sabe que lo bueno y lo malo es una misma cosa.
¿Cuál es la virtud verdadera? –Para el hombre virtuoso no existe ciencia, ni virtud, ni objetivos alcanzados, ni fama.
¿Habrá alguien que pueda valorar a ese hombre? –Nadie, y nadie hará imperecedero su nombre. Y no es que el hombre virtuoso oculte su virtud y trate de hacerse pasar por mentecato, no. Es que originalmente no hay una línea divisoria que separe la sabiduría de la estupidez, la pérdida de la ganancia. El que, vagando por el mar de la duda, ansíe la fama y el interés propios, recogerá el fruto que he expuesto arriba. Todo es ilusorio. No vale la pena ni discutir ni desear nada.

Tsurezuregusa (Ocurrencias de un ocioso), Yoshida Kenko (trad. Justino Rodríguez)



El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en preservar el guía interior (daimon), exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, sin hacer nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que otro haga o deja de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna, como procediendo de aquel lugar de donde él mismo ha venido. Y sobre todo, aguardando la muerte con pensamiento favorable.

En suma, examina siempre las cosas humanas como efímeras y carentes de valor: ayer, una moquita; mañana, momia o ceniza. Por tanto, recorre este pequeñísimo lapso de tiempo obediente a la naturaleza y acaba tu vida alegremente, como la aceituna que, llegada a la sazón, caería elogiando a la tierra que la llevó a la vida y dando gracias al árbol que la produjo.

Venera la facultada intelectiva. En ella radica todo, para que no se halle jamás en tu guía interior una opinión inconsecuente con la naturaleza y con la disposición del ser racional. Ésta, en efecto, garantiza la ausencia de precipitación, la familiaridad con los hombres y la conformidad con los dioses.
Desecha, pues, todo lo demás y conserva sólo unos pocos preceptos. Y además recuerda que cada uno vive exclusivamente el presente, el instante fugaz. Lo restante, o se ha vivido o es incierto; insignificante es, por tanto, la vida de cada uno, e insignificante también el rinconcillo de la tierra donde vive. Pequeña es asimismo la fama póstuma, incluso la más prolongada, y ésta se da a través de una sucesión de hombrecillos que muy pronto morirán, que ni siquiera se conocen a sí mismos, ni tampoco al que murió tiempo ha.


Dirige tu mirada a la prontitud con que se olvida todo y al abismo del tiempo infinito por ambos lados, a la vaciedad del eco, a la versatilidad e irreflexión de los que dan la impresión de elogiarte, a la angostura del lugar en que se circunscribe la gloria. Porque la tierra entera es un punto y de ella, ¿cuánto ocupa el rinconcillo que habitamos? Y de allí, ¿cuántos y qué clase de hombres te elogiarán? Te resta, pues, tenlo presente, el refugio que se halla en este diminuto campo de ti mismo. Y por encima de todo, no te atormentes ni te esfuerces en demasía; antes bien, sé hombre libre y mira las cosa como hombre, como ciudadano, como ser mortal. Y entre las máximas que tendrás a mano y hacia las que te inclinarás, figuren estas dos: una, que las cosas no alcanzan al alma, sino que se encuentran fuera, desprovistas de temblor, y las turbaciones surgen de la única opinión interior. Y la segunda, que todas esas cosas que estás viendo, pronto se transformarán y ya no existirán. Piensa también constantemente de cuántas transformaciones has sido ya por casualidad testigo. “El mundo, alteración; la vida, opinión”, decía Demócrito.


¿Qué es, en suma, el recuerdo sempiterno? Vaciedad total. ¿Qué es, entonces, lo que debe impulsar nuestro afán? Tan sólo eso: un pensamiento justo, unas actividades consagradas al bien común, un lenguaje incapaz de engañar, una disposición para abrazar todo lo que acontece, como necesario, como familiar, como fluyente del mismo principio y de la misma fuente.
Confíate gustosamente a Cloto [una de las tres Parcas] y déjala tejer la trama con los sucesos que quiera.
Todo es efímero: el recuerdo y el objeto recordado.
Contempla de continuo que todo nace por transformación, y habitúate a pensar que nada ama tanto la naturaleza del conjunto como cambiar las cosas existentes y crear nuevos seres semejantes. Todo ser, en cierto modo, es semilla del que de él surgirá. Pero tú sólo te imaginas las semillas que se echan en tierra o en una matriz. Y eso es ignorancia excesiva.
Estarás muerto enseguida, y aún no eres ni sencillo ni imperturbable, ni andas sin recelo de que puedan dañarte desde el exterior, ni tampoco eres benévolo para con todos, ni cifras la sensatez en la práctica exclusiva de la justicia.

Dentro de poco, ceniza o esqueleto, y o bien un nombre o ni siquiera un nombre; y el nombre, un ruido y un eco. E incluso las cosas más estimadas en la vida son vacías, podridas, pequeñas, perritos que se muerden, niños que aman la riña, que ríen y al momento lloran. ¿Qué es, pues, lo que todavía te retiene aquí, si las cosas sensibles son cambiantes e inestables, si los sentidos son ciegos y susceptibles de recibir fácilmente falsas impresiones, y el mismo hálito vital es una exhalación de la sangre, y la buena reputación entre gente así algo vacío? ¿Qué, entonces?
Aguardarás benévolo tu extinción o tu traslado.

Borra la imaginación. Detén el impulso de marioneta. Circunscríbete al momento presente. Comprende lo que te sucede a ti o a otro. Divide y separa el objeto dado en su aspecto causal y material. Piensa en tu hora postrera. La falta cometida por aquél, déjala allí donde se originó.[…]Ama al género humano.

Meditaciones, Marco Aurelio (trad. Ramón Bach Pellicer)



46 comentarios:

Fackel dijo...

Fascinante el pintor de ukiyo-e Hokusai, estimado Stalker. Se presta a acompañar cualquier texto japonés. Las "Ocurrencias de un ocioso" de Kenko Yoshida son interesantes visiones, sumamente curiosas, y desde la sencillez de lo observado extrae sus conclusiones sobre las actitudes y comportamientos de sus contemporáneos. Un monje poco monje en cuanto a sus criterios. Desde luego, en muchos comentarios dista de la valoración moral tipo religiones cristianas. En cualquier caso, tiene algo de tratado de saber sobrevivir. Su ética implícita es la que cuestiona. NO sé po qué has juntado dos textos de dos autores dispares en tiempo y culturas, ¿o acaso no están tan alejados en sus conclusiones?

A Yoshida le tengo en la mesilla desde hace muchos meses. Lectura lenta, variable, hoy un capítulo (todos son breves), mañana otro. Y vuelta a aquellos que me han significado. No veo manera de terminar el libro. Es como si no quisiera.

Marco Aurelio lo conozco menos, o tal vez lo conocí antes, tendría que revisarlo, últimamente me dejé llevar por el monje, cuya obra no es precisamente una obra religiosa. Pero tipos y obras de carávter análogo han existido en muchos países. Afortunadamente, ha habido clérigos de todas las castas verdaderamente rompedores. Son los que han creado literatura, reflexión libre e instropección humana. Una minoría, tal vez, porque la mayoría de la clerecía se ha limitado a repetir los dogmas.

Colgaré algún día de estos oto texto expresivo del japonés.

Salud y reflexión para tiempos difíciles, agitadamente huecos, pero donde nos van a urgir, a presionar y a someter más. Importante leer lo que nos libera.

Un abrazo en nombre de los espíritus de Yoshida y del fascinante Hokusai.

mjromero dijo...

Una caquita y una hoja verde sobre un páramo.
Ama al género humano, y al no humano, ámalo todo porque somos todo y todo es en nosotros, en ese punto más diminuto que el punto más diminuto que pueda uno imaginarse.
Abrazo.

Stalker dijo...

Fackel:

sabía que esta entrada llamaría a la mesura y el sosiego de tu verbo.

¿Por qué poner juntos dos textos de autores tan disímiles y separados por más de un milenio (Kenko escribió en el siglo XIII, si mal no recuerdo)? En primer lugar hablan de lo mismo: la fugacidad, la vanidad, la presunción de lo humano.

Los dos hablan de esta tierra extraña, uno desde el estoicismo, otro desde el desapego budista. Entre ambas éticas creo percibir más de una afinidad, y estoy persuadido del influjo de Oriente en el estoicismo en particular y en todas las escuelas de pensamiento de la antigua Grecia en general. China y la India antigua, con su civilización milenaria, produjo esas semillas de pensamiento mucho antes, y hubo contactos que llevaron, entre otras muchas cosas, al sincretismo grecobudista de Asia Central a partir del siglo IV a. C.

También percibo una sintonía muy clara en la mirada -y a veces incluso en el tono- de ambos autores: una forma de entrar y acercarse, de sondear los pliegues más recónditos y exhumar lo que el ojo atrapado en el vértigo del mundo se empeña en desdeñar, negligir, domesticar o aniquilar.

Dos miradas, dos culturas: una misma vibración al fondo.

Creo que Marco Aurelio te reserva gratas sorpresas. ¿Imaginas a uno de nuestros políticos escribiendo los textos que he transcrito aquí?

Imposible. Nuestro mundo sería otro. Esto lo hizo el emperador de Roma, el regente de un impero que, no lo olvidemos, era infinitamente más vasto que la mayor de las naciones hoy en día. Para empezar porque el espacio se rige por las comunicaciones, e imagina lo que suponía recorrer a caballo la distancia que media entre las columnas de Hércules y Persia. El imperio romano era de una vastedad inimaginable para nosotros, que en veinte horas podemos dar la vuelta al mundo.

De Hokusai poco que decir: fascinante siempre,

abrazos, maese Fackel, portador de la antorcha...

Stalker dijo...

Alfaro:

en algún otro lugar Marco Aurelio aboga por algo muy parecido a la compasión universal (opuesta a la piedad de la secta de los Nazarenos, a la que persiguió por considerarla la encarnación de la ignorancia, el ocaso de la razón y la diseminación de pulsiones tribales esencialmente depredadoras; la historia le ha dado la razón).

Al género humano y al no humano. Estoy más por lo segundo. Abrigo muchas dudas de que el género humano merezca ser amado. Como especie somos aborrecibles, mezquinos, miserables en los pequeños y los grandes gestos. En tanto individuos la cosa cambia: se abre el camino hacia el otro (hacia algunos otros), podemos vibrar cordialmente, tañernos, acercarnos,

abrazos

leonardo dijo...

"¿Cuál es la virtud verdadera? –Para el hombre virtuoso no existe ciencia, ni virtud, ni objetivos alcanzados, ni fama.
¿Cuál es, pues, la verdadera sabiduría? –La que no distingue y sabe que lo bueno y lo malo es una misma cosa.
Es que originalmente no hay una línea divisoria que separe la sabiduría de la estupidez, la pérdida de la ganancia".

"¿Qué es, entonces, lo que debe impulsar nuestro afán? Tan sólo eso: un pensamiento justo, unas actividades consagradas al bien común, un lenguaje incapaz de engañar, una disposición para abrazar todo lo que acontece, como necesario, como familiar, como fluyente del mismo principio y de la misma fuente".

Nada que glosar en estos textos. Saborearlos. Intentar añadirlos a la 'impedimenta' como antídoto para nuestras pequeñas vanidades y mezquindades cotidianas. 'Decirlos' una vez que los hayamos despojado de su disfraz verbal con el que han logrado viajar durante tantos siglos. Ser el cuenco donde se mezclen. Luego volcarse.
34 abrazos

Raticulina dijo...

Más que en tierra extraña, yo diría que somos extraños en el paraíso.

Adolfo González dijo...

Qué familiar me resulta, Stalker, la sensación de estar en tierra extraña. Bueno, no exactamente la sensación de estar en tierra extraña, sino la sensación de extrañeza del estar mismo.

Me da que sí ha de haber un punto en común entre ambos autores, ya que por muy estoico que sea el romano necesita -dado que un estoico no es un superman- del desapego del peculiar monje japonés, mientras que éste último, por mucho que se despegue, ha de tener un punto estoico para mantenerse en ese desapego.

Dicen cosas interesantes. Y además están muy bien escritas.

Pienso que cualquier hombre puede, a través de la experiencia intuitiva, llegar a la sabiduría que el japonés dice verdadera. Y llegar ahí es, para mí, descubrir la armonía, ver que todo es y no es.

Lo que me parece más complicado es llegar a cumplir varias cosas de las que dice el romano. Eso de ser benévolo con todos... O lo de cifrar la sensatez en la práctica exclusiva de la justicia... Son cosas imposibles. Mi sensatez está en atreverme a rebatir a Marco Aurelio, porque algunas de sus ideas no hacen justicia para con mi forma de intuir el camino. No se puede ser benévolo con todos ni amar a todo ser humano: sólo se puede amar lo que se te aparece como amor, lo amable. Si algo es aborrecible, no veo lógico forzarse a verlo como algo estupendo. En cuanto a lo de andar a la defensiva para que a uno no le llegue el daño del exterior...Es comprensible: si a uno le dan palos de ciego toda una semana, buen vidente si va con un escudo la siguiente.

Conclusión, que si no me enrollo: en esta tierra extraña, el humano hace bien alejándose del rencor, siguiendo la intuición que le lleve a la -según Kenko- "sabiduría verdadera" y aguantando el tipo en esa línea, como un estoico, lo más que pueda, pero sin pretender la benevolencia extrema que dice Marco Aurelio.

En fin. No iba a comentar nada, pero lo hago para ver si suena la flauta: para ver si te fuerzo a escribir un comentario, que me gusta cómo explayas tu pensamiento.

Un abrazo.

Vero dijo...

Sigo desde hace tiempo este blog, con placer y en silencio. Pero estos textos me gustaron especialmente. Como decís, no es menor que el que hable de la vanidad de lo mundano sea un gobernante. Cobra otro valor esa mirada. Recordé un poema de Tao Yuanming, poeta chino del siglo IV, que de chica transcribí con letras enormes y colgué en mi habitación. Fue un importante funcionario que, ante la posibilidad de acumular tierras y riquezas, prefirió retirarse a una vida más simple. Transcribo solo un fragmento: "¿Por cuánto tiempo he de guardar mi forma mortal? ¿Por qué no tomar la vida según viene, y por qué darse prisa y quehacer como quien lleva un recado?"

Darío dijo...

Mientras leía, flotaba. Esa conjunción tan armoniosa, casi soporífera entre imagen y palabra, te lleva, te lleva muy lejos.
Un abrazo.

Lola Torres Bañuls dijo...

Me he sentado en el árbol al lado del monje de la última pintura a mirar las montañas. He respirado y han llegados todos los nombres de las personas queridas hasta el corazón. Aire fresco y ligero.

La traducción de Marco Aurelio es de Basch Basheris???

Isabel Martínez Barquero dijo...

De paso y afanados siempre, posesos de un hambre insaciable inducida por la vanidad, extraño motor que nos acciona y nos consume. Su ausencia nos mata y su presencia constante nos devora. No hallo escapatoria posible, sólo maneras de ejercitarse en el pretendido equilibrio.

Como indican el sabio monje japonés y antes Marco Aurelio, muchas son las hambres de los hombres, siendo el hambre de eternidad la mayor de las pasiones.

En tierra extraña, estimado Stalker, porque sólo nuestro interior nos percibe eternos e inmortales. Posiblemente sea un truco del instinto, de la naturaleza para mantenernos vivos y en vilo. Cada día estoy más convencida de que somos pura química (y me fastidia, la verdad).

Un abrazo fuerte en este día tan frío.

Luis González dijo...

Pierre Hadot(Ejercicios espirituales y filosofía antigua) considera que las meditaciones de Marco Aurelio no son sino repeticiones (o recapitulaciones o, en el mejor de los casos, redescripciones en contexto vital diverso)de un puñado de preceptos simples para evitar el olvido y cuyo objetivo, supongo, es "revelar" una manera de ver que alude a la percepción en el "amor fati" (mostrando una extraña afinidad con los mantras aunque en el contexto del discurrir filosófico). Por eso, en cierta clave de lectura, las meditaciones, son aburridas.El texto de Yoshida Kenko muestra afinidades con el estoicismo. Con esto no digo que ambas tradiciones "digan lo mismo" , entre otras cosas porque nunca es posible decir lo mismo aunque se diga y, por eso, Marco Aurelio escribe a diario... para decir-se lo mismo.

Personalmente no soy estoico por debilidad y por una adicción malsana al yo. Pero, por lo mismo, este tipo de meditaciones las tengo presentes (como bien sabes, etcétera).

Dice Kenzo: "¿ante quiénes hemos de sentir vergüenza?" y el interrogante me atraviesa convirtiéndome en esas imágenes de Adán y Eva tapándose las "vergüenzas". ¿Ante quién? Olvidamos rápido los fluyentes intersticios entre el saber y la estupidez, entre la virtud y el vicio. Numeramos, buscamos el aplauso y la fama, la tesis, la afirmación, el juicio. Adán se tira a Eva y quiere que ella simule el orgasmo: "Mi Adán - dice Eva - tú sí que me lo hace bien, y no los otros (olvidando, claro, que no hay nadie más en la salida del paraiso). Repetir los preceptos, insistir en la desvergüenza, para no olvidar los preceptos, un simple matiz en la mirada, quizás sólo un cerrar los ojillos.

salud

Marina Culubret Alsina dijo...

seguro que lo volveré a leer...

físicamente ha sido un hueco de paz, cada vez iba respirando más tranquilamente...

anímicamente diría que me ha ocurrido aquello que pasa,(ahora no recuerdo como se llamaba, era en griego) cuando una cierta música encajaba con la estructura del alma de la persona que escuchaba.

No digo más.
Ha sido una delicia...

Gracias...

abrazo de noche tranquila con diminutas gotas de lluvia relajante en los tejados.

tula dijo...

Son humanos y los dos participan o navegan en el mismo río de las gárgolas.
Aunque la riqueza no está reñida con la conciencia pues su forma de ser tratada por el que la tiene es sutil y no da apego.
un abrazo.

Arturo Borra dijo...

Querido Stalker, las semejanzas entre estos dos textos procedentes de tiempos y culturas diferentes me parece bastante clara.

Comparten esos interrogantes que sin ser perennes (no sé si hay algo similar), sí son duraderos. Ante la angustia de muerte se construyen respuestas éticas muy diferentes: quienes responden buscando fama y lucro, o para el caso, quienes persiguen "ideales" ligados al desapego radical o la imperturbabilidad ante el destino.

Confieso que ninguna de esas respuestas me convence del todo, lo que no significa desde ya que no me resulten interesantes filosóficamente.
Las "Ocurrencias...", para el caso, me han parecido crecientemente extrañas… No tanto las primeras preguntas -que constatan algo que más o menos sabemos como es ese deseo de fama o de riqueza, o la falta de correlación entre excelencia y lugares asignados-, sino sobre todo, respuestas como éstas: “¿Cuál es, pues, la verdadera sabiduría?. –La que no distingue y sabe que lo bueno y lo malo es una misma cosa”. Me cuesta comprender… y supongo que será mi falta de sabiduría. Con Heráclito sabemos que hay, sí, una interrelación antitética, una solidaridad incluso de los contrarios, pero esto es ir bastante más lejos. Las respuestas finales me resultan más sorpresivas aún. Un desmontaje de la “areté”: no hay virtud verdadera, ni frontera original entre sabiduría y estupidez. Y su remate: “Todo es ilusorio. No vale la pena ni discutir ni desear nada”, me parece un punto de desafección (o desapego radical) al que no puedo suscribir, pero sí escuchar e interrogar. Tierra extraña, como decís.

Lo de Marco Aurelio me resulta algo menos distante. La percepción de nuestra transitoriedad, de nuestra brevedad, relativiza quizás esas apuestas por las que nos empeñamos tanto…

Quizás la mayor diferencia entre ambas respuestas es que en el caso de M.A. no hay un equivalente al "todo es ilusorio". Hay impermanencia, pero también deseo de justicia, algo que quizás resiste la pura relativización. En el K.Y. me pregunto si estamos lejos de un cierto nihilismo -algo que no osaría responder, como no sea pasando por una lectura de esas Meditaciones que traés por aquí-.
Bueno, por aquí sigo aprendiendo...

Un fuerte abrazo,
Arturo

Stalker dijo...

Leonardo:

"decirlos" una vez que los hayamos despojado de su disfraz verbal.

Hermoso y necesario gesto. Vertiginoso gesto que anula la distancia entre las lenguas, hace inútil la traducción y nos reconcilia con el pulso, el vuelco, la tensión que hubo en lo preverbal: la libertad antes de lo discursivo.

Compartamos eso y acompañemos el tránsito con palabras así: antes de la palabra, si es posible, si aún puede salvarse ese tacto,

abrazos

Stalker dijo...

Raticulina:

Extraños en el paraíso. Como en aquella película. Las dos cosas me parecen ciertas: extraños en el paraíso, que a su vez es una tierra extraña. El mundo es extraño, vertiginoso, hasta cierto punto regido por una ley de opacidad. El mundo calla. Su silencio alimenta nuestros discursos más arraigados, el fuego de los credos, la mentira con que nos quemamos los ojos.

Es algo muy raro estar aquí.

Abrazo fuerte

Stalker dijo...

Adolfo:

agradezco tu generosidad y que me quieras despertar la letra que últimamente me anda soñolienta, un poco apátrida y como fugada de sí misma.

Debe de ser cierta aspiración a hibernar. Y si hiberna la mente hibernan las palabras, algo descansa.

Agradezco tu confianza y el calor que hay debajo de tus palabras. A ver si soy capaz de hilvanar un par de frases con sentido:

me llama mucho la atención como Marco Aurelio hace suya esa benevolencia universal, cosmopolita, que no se deja cercenar por un credo o código visible. Estamos casi en la predicación de una hospitalidad incondicional: palabra de acogida al otro, anulación de las fronteras, hogar, posada y fuego para el transeúnte que todo ser humano es. Palabra que viaja hacia el otro y apela a la mansedumbre, al reconocimiento, sin exigencia tribal: en una cierta desnudez, en una inclinación de la visión no existen jerarquías y todo queda al amparo de esa justicia universal. Por supuesto, esa justicia ha sedimentado de una forma histórica, muestra sus líneas de fuerza (y sus carencias) en consonacia a la estructural mental de una época, con todas sus mediaciones, lastres, tergiversaciones, desplazamientos internos. Con todas sus trampas de lenguaje y su cuerpo de lenguaje propio, intraducible de facto (nos llega la palabra justicia, pero ¿qué vibración hemos perdido en la traducción y en los milenios? ¿Qué universo simbólico de resonancias nos escamotea el vértigo de los siglos transcurridos? ¿Cómo recupearar el sabor, y el cuerpo, que esa palabra tenía en labios de Marco Aurelio?

En todo caso, me resulta muy llamativa que esa benevolencia corresponda en gran medida a la ética del cristianismo primitivo. Es una hospitalidad más libre, no asediada por la "rentabilidad escatológica", por las promesas de un más allá coercitivo ("No hagas este mal porque serás castigado e la otra vida", etc.).

Es lógico sentir cierta distancia ante estas exhortaciones (que ante todo los autores rumian para sí mismos, como si se tratara de una oración pagana). El tiempo transcurrido es tan inmenso que sus palabras deberían ser apenas una ruina. Y sin embargo, algo nos llega: esa vibración cordial, esa lucidez e insumisión, una cierta temperatura que aún nos con-mueve: nos fuerza a vivir una vida no dictada, que nosotros podamos escribir.

Un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Vero:

bienvenida...

Me das una alegría al habla de Tao Yuanming, que alguna vez ha aparecido por aquí. Junto a Du Fu, Hanh Sahn y otros autores que se retiraron del mundo y cultivaron esa equidadad, esa "indiferencia" que en Occidente se traduce como ataraxia: ecuanimidad, equilibrio, homeostasis.

Temple, templanza, templo, temperatura en que las palabras no hierven y el mundo se dice abajo, con voz pequeña y lengua de gato (tal vez)

Un abrazo

Stalker dijo...

Curiyú:

nos lleva muy lejos,

a la tercera orilla del río,

y más aún,

/abrazos

Stalker dijo...

Lola:

ese árbol es idóneo para el descanso de un ave zancuda. Descansemos ahí un momento...

El traductor de estos textos no es Bashevis. Él traduce lenguas muertas (está especializado en arameo y dialectos samoyedo-lituanos) y tiende descaradamente a lo cuneiforme y la escritura jeroglífica. Se declara enemigo del logos.

Ahora está coqueteando con el sánscrito, con resultados esperanzadores (aspira rehabilitar esta lengua para los intercambios comerciales).

El latín le parece muy primario

;)

abrazos

Lola Torres Bañuls dijo...

Jolines con Basheris. Que bueno.

Stalker dijo...

Isabel:

tu conclusión también me fastidia a mí... A veces creemos que una tristeza se debe a un abismo insondable que se abre, a una "convulsión del alma", y puede que sólo se trate de un desequlibrio hormonal o la deficiente producción de algún neurotransmisor...

Es un debate muy antiguo y aún por resolver... desde luego no puede relegarse al olvido la base fisiológica de los afectos, por mucho que el posrromanticismo circundante nos haya educado en otro sentido (con toda la perversión y edulcoración imaginable).

Personalmente no creo que exista el alma, aunque a veces uso la palabra. Tampoco creo que exista ninguna trascendencia. Creo que los misticismos son esencialmente falsos como experiencias de acceso a otro mundo; a lo sumo son experiencias de lenguaje o desplazamientos-distorsiones de la percepción Una (ésa con la que nos han enseñado a ver el mundo y no permitir el temblor de las cosas).

Ni Dios, ni cielo ni infierno. Nada.

Pero tampoco somos pura fisiología. Existe algo, una serie de procesos a los que llamamos "mente" y que todavía ignoramos lo que es, así como su funcionamiento y capacidades, la verdadera dimensión de su relación con el cuerpo.

La neurociencia es una ciencia primitiva y aún no hemos desarrollado psicotecnología alguna digna de ese nombre.

Las incógnitas son muchas...

Gracias por compartir tus perplejidades,

un fuerte abrazo

Stalker dijo...

LUG:

conocía la opinión de Pierre Hadot, y sin querer quitarle la razón, al leerla sospeché que tenía la intención de restar valor a los escritos de Marco Aurelio, reduciéndolos a una mera recopilación de fórmulas mnemotécnicas, restándole originalidad e intensidad. Parece evidente que el emperador romano no revoluciona precisamente el estoicismo: no es un innovador sino un conservador de esa doctrina. Ahora bien, la lleva hacia un terreno personal y la desarrolla en una escritura propia, a mi juicio muy brillante y precisa; le confiere una impronta única, una tonalidad emocional irrepetible, su propia huella; además, en este libro hay mucha poesía viva.

Reducir, por tanto, esta escritura a una mera repetición de fórmulas o mantras (aquí me confieso tocado: ¿cómo equiparar los mantras, forzosamente sintéticos, mecánicos, uncidos a un ritmo monocorde, con la prosa dilatada, de-morada, sin prisas, de Marco Aurelio? La comparación es estimulante pero un poco apresurada) parece más bien un desdén o un reduccionismo intelectual por parte de Hadot.

Respecto a la cuestión de la vergüenza, brillante comentario aunque, si me permites, querría señalarte que la parte de Eva sometida a sujeto paciente ("tú sí que me lo haces bien") reproduce una lógica muy perversa que atraviesa nuestra cultura popular.

Entiéndeme, lo digo con cariño, pero es que a veces participamos de ese machismo ya tan incrustado en nuestras estructuras lingüísticas, que nos pasa desapercibido. Y esto aunque reprobemos cualquier tipo de discriminación sexista, como es tu caso.

Espero que no te incomode que señale la "incomodidad" que me ha provocado esa escena del jardín de las delicias.

Es que fue ahí donde empezó todo.

Un abrazo fuerte y bicéfalo

Stalker dijo...

Marina:

si esta entrada te ha proporcionado ese hueco de paz, por leve que sea, ya estoy contento: es un regalo, así, sin más.

Seguimos respirando,

abrazo

Stalker dijo...

Tula:

qué sugerente el río de las gárgolas, y qué piezas arquitectónicas tan curiosas. ¿Qué miran, qué vigilan?

Seguimos atentos, mientras tanto. Buscando nuestro desapego,

abrazo

Stalker dijo...

Querido Arturo:

en primer lugar te agradezco tu lectura atenta y tu lentitud al "bajar" a los pliegues de esta escritura y detenerte en ellos: hacer morada, siquiera transitoria, en lo que en ellos nos des-dice.

Señalo tres párrafos en los que citas a Yoshida Kenko y paso a comentarlos seguidamente:

“¿Cuál es, pues, la verdadera sabiduría?. –La que no distingue y sabe que lo bueno y lo malo es una misma cosa”.

“Todo es ilusorio. No vale la pena ni discutir ni desear nada”, me parece un punto de desafección (o desapego radical) al que no puedo suscribir, pero sí escuchar e interrogar

En el K.Y. me pregunto si estamos lejos de un cierto nihilismo."

En primer lugar, cabría decir que ya en el siglo XIX se acusó al budismo (Yoshida Kenko fue monje budista) de ser un “culto a la nada”, de preparar la aniquilación de sus adeptos, de preconizar la negación de la individualidad, la destrucción del principio racional. Es más, como la sabiduría budista se desarrolló sin ninguna referencia a la idea del Dios único, creador y todopoderoso, se la acusó de ser atea, peligrosa para el cristianismo. Como el Buddha acogió a sus discípulos sin distinción de castas, se vio en él a un adversario de las jerarquías sociales, un ancestro de los partidarios de la redistribución equitativa, e incluso de los anarquistas.
Estos ejemplos recuerdan simplemente que el encuentro de las culturas nunca es sencillo, inmediato y directo. Se mezclan en ello todo tipo de proyecciones, de ideas preconcebidas, de esperanzas y temores, heredados de la historia de cada pueblo. En este caso, hablar de nihilismo en relación al budismo es una proyección etnocéntrica que cae por su propio peso cuando entramos en un análisis conceptual, cuando afinamos el oído a la voz del otro.

(...sigo...)

Stalker dijo...

Creo que el pensamiento de la vacuidad preside las palabras de Yoshida Kenko. No hay diferencia entre lo bueno y lo malo, entre la sabiduría y la ignorancia, no vale la pena discutir ni desear nada porque todo es igualmente vacío, todo se articula en función de una contingencia inevitable. Es más, como veremos en una entrada futura (y que ya auguro que no tendrá, o casi no tendrá comentarios), incluso la propia doctrina del Buddha está vacía: al ser un contenido de conciencia, un contenido discursivo, está igualmente vacío. Ningún metalenguaje resiste la reducción al absurdo de la rigurosa dialéctica Madhyamaka.

Ahora bien, la adquisición de la conciencia de la vacuidad (y ya la palabra "adquisición" y "conciencia" había que ponerlas en cuarentena) no equivale al nihilismo. En Oriente no se entiende el concepto de vacuidad como algo negativo, no se representa como carencia sino como potencia diseminadora; la vacuidad no sustrae: siembra; no amputa: abre el campo de posibilidades. No tiene la connotación de pérdida que el etnocentrismo ha ido sedimentando en el concepto de la "nada". No hay que olvidar que la nuestra es una metafísica del ser que ha relegado a los márgenes ciertas cuestiones: ontologizando una serie de conceptos y desontologizando otros, haciendo fuertes las armas (las "almas") de unos contra otros. Y una metafísica del ser es forzosamente dualista, vale decir: platónica.

Este dualismo, el viaje incesante entre el ser y la nada y el blindaje del primero en detrimento de la segunda, es un movimiento puramente occidental que ellos han desconocido, porque en general, y salvo excepciones (hay una rama del Vedanta que sí es dualista) los sistemas de pensamiento orientales no obedecen a lógicas binarias: es todo más poroso, complejo y multiforme. Por eso muchos orientales han considerado bárbaros a los pensadores occidentales: ¿cómo se pueden abordar ciertas cuestiones con simplificaciones tan aberrantes, con el sistema digital uno/cero, blanco/negro, etc.?

Esto que te escribo es también una simplificación y se me escapan muchas cosas. No soy un experto en estos temas. Pero percibo en las palabras de Yoshida Kenko algo muy próximo y a la vez muy evidente. Por eso hasta cierto punto me asombra tu asombro, quizá porque olvido que con estos textos, con esta visión del mundo (todos los orientes, pero Japón en especial) mi reconocimiento es inmediato: siento una identificación total, son palabras que me apelan directamente, sin mediaciones. Hace un tiempo un traductor de haikus me dijo que mi forma de ser, incluso mi mente, es estructuralmente japonesa, que en aquel país me sentiría como en casa.

Lo siento así.

Mi total cercanía a estos textos tal vez me hace ser imprudente en el sentido de pensarlos universales. Tu extrañeza me enseña a mí mucho más de lo que mis difusos conocimientos pueden aportarte a ti.

En fin, seguimos, pensamos: estamos,

recibe un fuerte y gran abrazo

Lola Torres Bañuls dijo...

Uff. sentada en el árbol mirando la montaña el ave zancuda le sale un suspiro y dice: - la vida es absurdamente bella.

Saludos.

Say dijo...

Stalker,
añado de Marco Aurelio en, Meditaciones, VII, 19. “Todos los cuerpos, a manera de un torrente, van pasando a la sustancia del universo, con el que comparten el mismo ser y colaboran en idéntico fin.”

Y en Meditaciones, IV, 50. “Mira detrás de ti el abismo de la eternidad, delante de ti otro infinito.”

Y con tus palabras : “Ya no quedará rastro de nada, y todo aquello de lo que hablamos aquí, todo lo que leemos, sentimos, compartimos, habrá desaparecido para siempre, engullido en la fosa común de los eones implacables, por la eterna mudanza de un universo vivo y que se alimenta de su propia incesante transformación.”

Lástima que la mayoría no perciba esta cuestión tan básica, tan simple. La vida es efímera. Somos torrente...pasto de la tierra...humus...no quedará nada más.

El pintor Hokusai sugiere silencio, placidez...

Como a Lola, el ave zancuda..."sentada en el árbol mirando la montaña le sale un suspiro y dice: - la vida es absurdamente bella".

Lola...!!!

Un abrazo para todos los que habitan en tierras extrañas...

inés dijo...

El exceso de trabajo me ha impedido plasmar mis impresiones en este lugar, pero no he dejado de seguirlo.
De nuevo, una entrada certera y delicada. Espero poder decírtelo mañana ante un plato de sushi...
Un abrazo

Stalker dijo...

Lola:

es eso, la vida absurdamente bella, fatal e infinitamente bella...

apuraremos el cáliz, caeremos como fruta madura, agradecidos...

Stalker dijo...

Say:

me da alegría tu comentario, tus palabras que brotan, necesarias...

Las citas de Marco Aurelio que nos traes son deliciosas. Las ensartamos al rosario, las hacemos vivir en un murmullo.

¡Me citas a mí! ¿Realmente he escrito esas palabras? Qué vergüenza!

El caso es que me obsesiona esa impermanencia, esa fugacidad de todo. Pensar que dentro de cien años: ni siquiera cien, ochenta: ni siquiera ochenta, cincuenta: todo lo que vemos, todos los rostros que conocemos, habrán desaparecido de este mundo... eso provoca un vértigo que no consigo superar.

También a la inversa. Me ocurre al pasear: pienso: hace justo un siglo, en 1910, estas calles céntricas también estarían atestadas por otras personas. Han muerto todas. No queda nadie vivo de los millones de personas que hollaron la tierra hace un siglo.

Fueron olvidados como nosotros seremos olvidados. Y todos los gestos de bondad o maldad, todos los orgullos, las bajezas, las humillaciones, las generosidades, no habrán servido para nada...

¿qué digo?

en la propia vida, mientras vivimos, la generosidad ya no sirve para nada. Se la considera incluso una amenaza (¿qué querrá quien es generoso conmigo? Seguro que hay un móvil oculto, seguro que algo busca. A este extremo de mezquindad podemos llegar. A este punto estamos enfermos.)

Vivimos en eso, en eso más extraño que la bondad...

Me alegra que llames a Lola. Sus pasos leves y su entusiasmo se han hecho imprescindibles. He aquí a una poeta de verdad, sin el ruido idiota al que nos tienen acostumbrados las nuevas generaciones de poetas-depredadores,

abrazos

Stalker dijo...

Inés:

¡te has descubierto!

¡Exijo un duelo de palillos!

Sushi reigns!

/abrazo

karmen blázquez dijo...

Aunque no conocía ninguno de los textos, según van surgiendo los comentarios me animo a decir que Oriente y Occidente tienen confluencias no explícitas, pero por el aforismo de Marco Aurelio que ha dejado Say,“Todos los cuerpos, a manera de un torrente, van pasando a la sustancia del universo, con el que comparten el mismo ser y colaboran en idéntico fin" me parecen salidos de un maestro zen. Y por un maravilloso azar(?)ayer reciente recordé los versos de Hölderlin siglos después, que siguen afirmando "Todo no es más que un ritmo: el destino del hombre es un sólo ritmo celeste,"
Estas cosas nunca han sido tomadas en serio por el poder que civiliza, son los poetas los que las descubren, y la ciencia algún día les dará la razón, aunque a ellos,a los poetas, la razón les importe un pepino.
k

òscar dijo...

querido hermano búfalo,

los cuatro acompañamientos pertenecen al género que cae buche adentro y para siempre.

digo cuatro porque entiendo las dos pinturas en la misma forma y uso que los dos textos.

cuatro aunamientos que desbordan y abrazan todas y cada una de las piezas que componen el universo, nosotros incluidos, tan pequeños...

herramientas honestas para ayudar a vivir.

queden, pues, incorporadas.

en agradecimiento constante,

besos,

òscar.

òscar dijo...

hay una pintura, claro, el quinto elemento, no diré cuál, que pertenece a otro mundo... un estadio que deberemos esperar para descubrirlo.

ò.

Luis González dijo...

Estimado Stalker:

¿Haddot quitando mérito a Marco Aurelio? Me resulta extraño habida cuenta de que es el eje de su reflexión más fecunda y una de las fuentes en las que basa la idea de que la filosofía, en una de sus tradiciones, es una actividad de "ejercicio espiritual". Las meditaciones aurelianas no son mantras, claro, y supongo que la alteración de la conciencia que proponen es diversa. Sin embargo coinciden en el intento de asentar el fluir del pensamiento por el anclaje a un ritmo, una rutina o un pentagrama; y,a mayores, en centrar las intenciones y expectativas de la vida en unas líneas maestras que no conviene olvidar - sí, son fórmulas de la memoria - y que se insiste en remarcarlas (reiterándolas) en contextos diversos. La interpretación de Haddot de Marco Aurelio es en clave pragmática y, en esa clave, la acción (la modificación o fortalecimiento del alma, la personalidad...) es el objetivo. La meditación es escalera no luna (¿Es la poesía interpretable en clave pragmática, como mero instrumento y no fin en sí?). De igual manera que al correr hay que repetir mecánicamente ciertos ritmos y, en las carreras de fondo, advertir de que van a llegar ciertas etapas de dolor, al pensar al modo aureliano necesitamos tener en cuenta los pocos preceptos nucleares que marcan el itinerario estoico por el que él apuesta (y ser parte de una escuela o tradición es para el modo de pensar de Marco muy importante, lejos de la moderna "originalidad"). La meditación es un balizamiento que debe ser "necesariamente" simple, por complejo que sea el aterrizaje.

Quizás los mantras son Rothko y las meditaciones más bien Pollock, pero hay un mismo movimiento detrás (y decir "mismo" no es despreciativo ni reductor... nada puede ser "mismo").

Respecto a lo de Eva... nada que decir. No veo machismo en que Eva simule orgasmo y que Adán se olvide de que es el único hombre y, por ello, el mejor y el peor. Ambos pierden la vergüenza de un modo censurable:olvidan que están solos y que deben modular de otro modo el juego de la simulación y del olvido.

Muchas gracias por tus matizaciones que paso a integrar en mi conciencia para que el pensamiento siga-siga-siga. Salud.

Stalker dijo...

Karmen:

fíjate hasta qué punto todo está conectado que la frase de Hölderlin la podemos encontrar en algunos escritos de la India antigua (Vedas, Upanishads), siglos antes de Cristo.

Es cierto, los poetas descubren esas cosas. La ciencia va por otro lado. Pero no me apresuraría a establecer tan rápidamente una dicotomía entre poesía y razón, poesía y pensamiento. Pensemos, sin ir más lejos, en la razón poética de María Zambrano, en la razón estética de Chantal Maillard.

La razón puede adoptar otras modalidades aparte de las tecnocientíficas y conviene volvernos porosos a ellas...

Un abrazo fuerte desde la celebración de tus palabras

Stalker dijo...

Òscar:

tú eres un transeúnte de ese quinto elemento, vives ahí y cuando te refieres a eso, dices madriguera, dices lo calentito...

Un abrazo-coz para ti, animalhermano

Stalker dijo...

LUG:

muchas gracias por tus precisiones, tan valiosas y que me acercan más a lo que querías decir.

¿Puede la poesía ser pragmática? Al parecer hubo un tiempo en que fue una estrategia mnemotécnica y también hímnica, para conjurar o complacer a los dioses, para conectar con lo sagrado: sin duda había un pragmatismo poiético supervisado por castas sacerdotales y mediadores entre los "varios mundos".

Me gusta que señales la distancia entre la concepción antigua -adhesión a una escuela, inscripción en un linaje pedagógico visible- frente a la "originalidad" contemporánea. La idea de ser original quizá es más reciente de lo que pensamos.

Las analogías que trazas con pintores son de lo más suculento.

Lo único en que no termino de estar de acuerdo en el chiste. Tu glosa del mismo es excelente y no se le puede poner un pero. El chiste en sí, como tantos otros chistes, es más bien turbio.

Quizá por eso no me gustan los chistes, no me río con prácticamente ninguno: son un mecanismo de transmisión eficaz de los miedos y prejuicios de la tribu.

La enorme fosa séptica de la neurosis colectiva encuentra en ellos su válvula de escape, su punto de fuga, a veces su géiser desenfrenado. Una triste curiosidad antropológica. Espero que sepas comprender mi desconfianza hacia esos mecanismos de transmisión, que son también consensos, mezquindades, desplazamientos y, al fin, enormes basureros en los que volcar nuestras purulencias y exasperaciones, los pliegues minuciosamente replegados, invisibilizados, de nuestra ferocidad y nuestra locura.

Mil gracias por tus palabras en río y el flujo que sigue-sigue-sigue...

abrazo

Arturo Borra dijo...

Querido Stalker, gracias por tu respuesta detenida a unas palabras mías que seguramente necesitan otras. Lo primero es una nota al pie: el budismo desde temprano me resultó fascinante y mis lecturas (no sistemáticas) al respecto me han ayudado bastante en mi vida, al igual que algunos de sus símbolos y algunas prácticas asociadas a esa filosofía. Tengo muy presente un encuentro que tuve con un monje en un “templo” de Buenos Aires. Hablamos por horas y aunque me regaló un libro sobre budismo, me recordó que ese libro sólo era una barca para cruzar a la otra orilla y que luego debería abandonarlo. Desde entonces, vinculé a esa filosofía vital (irreductible a lo religioso) cierta sabiduría, incluyendo el cuestionamiento al pensamiento binario que, como algunos otros, también cuestiono. El asombro se produce, en este punto, ante una distancia que persiste, no obstante su aportación en el plano de las búsquedas espirituales.
Mi comentario, en ese sentido, no partía de una invalidación, sino de una interrogación. Que el cristianismo tiene su argumentario contra el budismo no me cabe la menor duda y no seré yo quien lo apoye. De hecho, me siento mucho más próximo a lo que critican que a quien emite esa crítica. Y aunque nadie está exento del riesgo etnocéntrico, tomé algunos recaudos para evitar caer ahí. Dada cierta inconmensurabilidad intercultural, no sólo formulé una pregunta, sino que además agregué que no estaba dispuesto a responder como no sea pasando por la lectura de Yoshida Kenko (lo que significa que, antes de todo juicio al respecto, uno debe atravesar un aprendizaje). Puesto que lo que se opone al etnocentrismo es el descentramiento, quizás no haya mejor forma de hacerlo que la disposición a la escucha a través de la pregunta. Es lo que procuré hacer.
Dicho esto, si uno quiere aproximarse a otra perspectiva, también tendrá que interrogarla. Soy consciente que sería una simplificación reducir el budismo a una forma de “nihilismo”, pero en clave política, me pregunto qué supone aceptar estas enseñanzas espirituales en la dimensión de la vida en común. No lo tengo claro, porque avanzar ahí supondría ponerse a investigar. Por ahí iba la pregunta. Si “todo es igualmente vacío”, ¿por qué habríamos de inclinarnos por una orientación política en vez de otra? ¿es que son acaso puramente equivalentes? Sé que uno puede terminar violentando los términos iniciales de un pensamiento, pero como pregunta me parece lícita. Desplazarse del vacío de respuestas (últimas) a la respuesta del vacío es un movimiento que me genera también nuevos interrogantes epistemológicos, filosóficos y políticos (cosa que, a esta altura, no tiene connotaciones negativas).
En ese punto, lo que apuntás sobre la vacuidad como potencia diseminadora me resulta de sumo interés. Hay una “nada creadora” que no amputa nada. Sería interesante reconstruir cómo esa “nada” también está presente de diferentes maneras en Hegel, en Sartre, en Derrida, por citar algunos que nunca le han dado un valor negativo, sino constitutivo del devenir humano. Incluso Nietzsche ha pensado una metafísica que se sustrae en gran medida al dualismo platónico. En cualquier caso, la problemática es muy extensa y compleja y si apunté mi asombro es para señalar una extrañeza que me siguen suscitando estos textos. No me asombra, en cambio, que te sientas como en casa ahí y para mí es una alegría entrar aunque más no sea en puntas de pie. Quizás lo más hermoso de todo esto sea seguir en ese intercambio en el que uno se lleva preguntas que ayudan a seguir caminando.
Va otro abrazo enorme,
Arturo

Stalker dijo...

Querido Arturo:

planteas una serie de interrogantes arduos y de difícil solución. Habría que preguntar a quien conociera oriente en profundidad y de primera mano y no, como en mi caso, a partir de lecturas dispersas, fragmentadas. Responderé más con algunas sospechas, con algunas cautelas, y no tanto con una respuesta "en firme":

cabría preguntarse si pensar en lo político, si pretender que otras culturas -tan diversas e irreductibles a la nuestra- se interesen por lo político no es ya una proyección etnocéntrica: ¿estamos seguros de que el tránsito o flujo que nosotros operamos entre los epistemológico, lo filosófico y lo político es exportable a otros contextos? ¿Estamos seguros de que esta manera de proceder es universal?

Para empezar, pensar lo político corre el riesgo de reproducir las lógicas binarias que se pretenden desmontar: en lo político siempre hacemos "oposición", siempre hay "derecha" e "izquierda", siempre hay fuerzas que entran en liza para imponer una visión del mundo a otra (sin duda, muchas veces, una visión del mundo más justa a otra, y esto hoy mismo es sin duda muy urgente).

En segundo lugar, Yoshida Kenko no se refiere, o al menos así lo entiendo yo, a lo político. Creo que expresa un desaliento profundo ante las contingencias de la existencia. Un desapego hacia el mundo de las diferencias.

¿Acaso una forma de pensamiento que nos invita al retiro del mundo debe ser acusada de indiferencia política por no mezclarse, precisamente, en los asuntos políticos? ¿No sería un gesto terriblemente político abandonar el mundo y no participar de enfrentamientos que no conducen a ninguna parte, que sólo han engendrado ríos de sangre y más malestar? ¿No habrá una forma de política en esa ética de la compasión, del rechazo a la violencia y del retiro? ¿Es necesario que los monjes budistas encabecen manifestaciones y se afilien a sindicatos para cambiar el mundo?

Y sin embargo, como vimos en Tailandia hace poco, los monjes lideraron las protestas contra la opresión. Y no se trata de un caso aislado: muchas veces, aquí y allá, budistas y taoístas han llevado a cabo movimientos explícitamente subversivos.

(sigo...)

Stalker dijo...

Pero mi idea es ir algo más lejos: mi idea es que estas "doctrinas", esta invitación a una forma de vida, es implícitamente subversiva: no requiere necesariamente la intervención en el mundo (¿y cómo hacer la revolución desde la no-violencia? Complicado).

Recordemos que el budismo theravada o budismo primitivo surgió como una heterodoxia frente a la ortodoxia de los brahmanes, defensores de los ritos del hinduismo y del sistema de castas. El Buddha admitió en la Shanga o comunidad de discípulos a cualquier persona (incluidos hombres y mujeres, históricamente vilipendiadas por el hinduismo) independientemente de su origen de casta. Podía ser un marginado, un intocable, alguien repudiado por celosos guardianes de la ortodoxia brahmánica, y sin embargo en la comunidad budista era uno más, en igualdad de condiciones.

Recordemos que estamos hablando del siglo VI antes de Cristo, cuando el Buddha propone una fratria, una comunidad de iguales, de hombres libres: digámoslo con palabras que todos podamos entender, aunque incurra en alguna simplificación, por otra parte inevitable.

¿Cabe imaginar gesto más político que erosionar la ortodoxia brahmánica? Por eso los hinduistas reaccionaron y el budismo fue erradicado de la India en el siglo XII.

Todas estas impresiones no pretender ser una respuesta sino a su vez un conjunto de interrogantes que cuestionan la apresurada ecuación: escuelas de pensamiento oriental = indiferencia política. Sospecho que se trata de una cuestión amplia y difícil, y que habría que examinar detalladamente y de forma estratificada y de acuerdo a un contexto histórico, porque Oriente no es, para empezar, una realidad homogénea (ni siquiera el budismo lo es). Habría que hablar de los Orientes, de los budismos, y entrar a analizar cada caso.

En cuanto a los pensadores que citas, sospecho que su idea de la nada no es equivalente a la oriental aunque compartan el hecho diferencial de concebirla en términos positivos. No he leído a Hegel, pero lo que conozco de Sartre y Derrida me parece muy distinto, aunque ahora mismo no sabría explicar la diferencia; no tengo argumentos sino sólo una intuición difusa.

Como detalle, leí en una entrevista que le preguntaban a Derrida por qué no se había interesado por Oriente: ninguna mención, ninguna alusión. Silencio absoluto respecto a los orientes en uno de los principales críticos del etnocentrismo. Respondió que había intentado acercarse pero no había comprendido nada, que no era legítimo que él hablara de aquello, que le quedaba lejos y le era extraño. Sin embargo, reconocía la necesidad imperativa de estudiarlo, analizarlo, "deconstruirlo" (aquí Derrida ignora que una parte de ese pensamiento ya nace "deconstruido", que no hay que inquietar ya sus cimientos, como veremos en la próxima entrada sobre Nagarjuna), y decía que otros lo estaban haciendo y lo harían con más pertinencia que él, que no dejaba de estar atrapado en las estructuras mentales occidentales.

Me pareció una respuesta admirablemente honesta.

En estas trazas y perplejidades nos reconocemos y vamos haciendo camino.

Recibe un abrazo fuerte

Anónimo dijo...

En lo simple se halla lo verdadero. Lentamente, pero voy aprendiendo a encontrar la ensencia que hay en mí, a descartar aquello que no sirve, a desacelerar lo que pretenden establecido.
No he leído a ninguno de los autores que mencionas, aunque seguro son interesantes y hay mucha sabiduría en sus palabras.
En realidad, sólo nuestro yo interior sabe lo que nos conviene y tantas veces le tapamos la boca...
Un abrazo lleno de ternura

Stalker dijo...

Ataúlfa:

gracias oor la ternura y por no taparle la boca a tu yo interior...

un abrazo

 
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