domingo, 14 de noviembre de 2010

Another brick in the wall: apuntes para una demolición-reconstrucción del sistema educativo



Cada vez aprendemos más, pero sabemos menos.

Lao-tsé, Tao Te King


Una de las tareas que me parece más urgente es esta: que debemos indicar y demostrar dónde se ocultan las relaciones de poder político que actualmente ocupan el cuerpo social y lo oprimen o reprimen. Quiero decir con esto que es limitado considerar que el poder está localizado sólo en manos de los gobiernos y que éste se ejerce a través de ciertas instituciones como la administración de la policía, del ejército y del aparato del Estado. Creo que el poder político también se ejerce a través de la mediación de ciertas instituciones que fingen no tener nada en común con él, como si fueran independientes del mismo, cuando no lo son. Uno sabe esto en relación a la familia, y sabe que la Universidad y, en general, todos los sistemas de enseñanza, que aparecen simplemente como transmisores de conocimientos, están hechos para mantener a cierta clase social en el poder, y excluir los instrumentos de poder de otras clases sociales.

Michel Foucault


Lo que hoy llamamos instrucción de masas (educación) consiste en tomar esta cultura moderna elaborada en un ámbito así de cerrado, de viciado, de indiferente a la verdad, quitarle cuanto aún pueda contener de oro puro, operación denominada vulgarización, y hornear el residuo tal cual en la memoria de los desgraciados que desean aprender, a la manera que se da alpiste a los pájaros.

Simone Weil, Cuadernos


Más acá del discurso mental y de los deseos que hallan cumplimiento en el sueño, más acá del orden que le imponen los sueños a la vida diaria y a sus impulsos, hay un orden más profundo, una armonía que nos otorga un sueño sin sueños, un sueño que ha de permanecer por siempre inconsciente. Ahí es donde algunos niños regresan, o así parece, y de donde vuelven con aquel mirar que traspasa, un mirar sabio, como de otro mundo, un mirar que, asombrosamente, conoce sin conocer, sabe aun sin saber, y aturde y atemoriza por su hondura, refractario a toda norma, a toda imposición, un mirar que torna ridículo el gesto que hacemos para dirigirnos a los más pequeños y la pregunta estúpida que creemos adecuada a su comprensión. Nosotros, los adultos, temerosos de ese mirar, nos encargamos de cegarles poco a poco y llamamos cultura al hierro con el que les quemamos los ojos, y educación a la manera de operar.

Chantal Maillard, Filosofía en los días críticos


¿Cuál es la tarea de todo sistema escolar? –Hacer del hombre una máquina. ¿Cuál es el medio para ello? –El hombre tiene que aprender a aburrirse. ¿Cómo se consigue esto? –Con el concepto del deber. ¿Quién es su modelo en esto? El filósofo, que enseña a ser un empollón. ¿Quién es el hombre perfecto? El funcionario estatal.

Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos.


En nuestro sistema escolar hay algo que no funciona. Gentes de otro planeta me verían como a la débil mental de mi época. Pero creo que a mis amigos y conocidos no les iría mejor.

Marlen Haushoffer, El muro


Ni el asunto que se enseña, ni el maestro y el discípulo, ni la forma ni los métodos de aprendizaje son reales. Ninguna disciplina, por tanto, es real.

Sexto Empírico, Contra los profesores


Soy de la orden cuyo objeto no es enseñar una lección al mundo, sino explicar que la escuela ha acabado.

Henry Miller




Por muy actual y poderoso que sea en muchos países, el viejo fascismo ya no es el problema de nuestro tiempo. Se está instalando un neofascismo en comparación con el cual el antiguo quedará reducido a una forma folklórica (...) En lugar de ser una política y una economía de guerra, el neofascismo es una alianza mundial para la seguridad, para la administración de una paz no menos terrible, con una organización coordinada de todos los pequeños miedos, de todas las pequeñas angustias que hacen de nosotros unos microfascistas encargados de sofocar el menor gesto, la menor cosa o la menor palabra discordante en nuestras calles, en nuestros barrios, en nuestros colegios y hasta en nuestros cines.

La nuestra es una crisis generalizada en relación con todos los ámbitos de encierro -prisión, hospital, fábrica, escuela, familia-. La familia es un "interior" en crisis, como todo otro interior -académico, profesional, etcétera Las administraciones a cuyo cargo están nunca dejan de anunciar una serie de reformas supuestamente indispensables: la reforma de los colegios, la reforma de las industrias, los hospitales, las fuerzas armadas, las prisiones. Pero todo el mundo sabe que estas instituciones ya llegaron a su fin, independientemente de sus fechas de expiración. Ahora sólo se trata de administrar los santos óleos y de mantener ocupada a la población en tanto acaban de instalarse las nuevas fuerzas que llaman a la puerta. Estas últimas son las sociedades de control, las cuales están en proceso de suplantar a las sociedades disciplinarias.

En las sociedades disciplinarias uno siempre tenía que empezar de nuevo (del colegio al cuartel, del cuartel a la fábrica), en tanto que en las sociedades de control uno nunca da por terminado nada: la corporación, el sistema educativo, el servicio militar son estados meta-estables que coexisten en una sola e idéntica modulación, como un sistema universal de deformación. […]Para el sistema escolar: formas continuas de control, y los efectos sobre la escuela de la capacitación perpetua, el abandono correspondiente de todo tipo de investigación universitaria y la introducción de la "corporación" en todos los niveles del ámbito educativo.

Gilles Deleuze, Dos regímenes de locos



Los profesores eran sólo los ejecutores de una sociedad corrompida y, en el fondo, siempre sólo enemiga del espíritu y, por ello, eran igualmente corrompidos y enemigos del espíritu, y sus alumnos eran estimulados por ellos a convertirse en seres tan corrompidos y enemigos del espíritu como los adultos. Pronto comprendí que el instituto no era más que una catastrófica máquina mutiladora de mi espíritu.
Los colegios e institutos perpetran la aniquilación del alma y el asesinato intelectual de los nuevos seres por encargo y orden de todos los Estados del mundo.

Prefirieron acabar rápida y rápidamente y, en el sentido más auténtico y elemental de la expresión, por la vía más rápida, a dejarse destruir y aniquilar poco a poco por un plan de educación sádico-fascista-estatal como sistema de educación dominador del Estado.

Despreciaba a aquellos profesores, y con el tiempo sólo los aborrecí más, porque su actuación consistía sólo para mí en que, todos los días y de la forma más desvergonzada, me vaciaban en la cabeza toda su maloliente basura histórica, en calidad de los así llamados conocimientos superiores, como un gigantesco cubo de basura inagotable, sin dedicar ni el resto de un pensamiento al efecto real de ese proceso. De forma totalmente mecánica y con el comportamiento ya famoso de los profesores y con el embrutecimiento ya famoso de los profesores, destruían con sus enseñanzas, que no eran otra cosa que la desintegración y la destrucción y, con maligna consecuencia, la aniquilación que les prescribían las autoridades del Estado, a los jóvenes que, como alumnos, les estaban confiados. Aquellos profesores no eran más que enfermos, y la culminación de su enfermedad eran siempre las clases, y sólo los embrutecidos o enfermos, así como los embrutecidos y enfermos son profesores de instituto, porque lo que enseñan día tras día y vacían sobre la cabeza de sus víctimas no es más que embrutecimiento y enfermedad y, en verdad, una materia de enseñanza, como enfermedad del espíritu, podrida desde hace siglos, en la que el pensamiento de cualquier alumno tiene que asfixiarse. […] Las escuelas secundarias y los así llamados institutos sirven en realidad siempre, y únicamente, para corromper la naturaleza humana, y ha llegado el momento de pensar en cómo pueden abolirse esos centros de corrupción. […] La sociedad tiene que cambiar su sistema de enseñanza porque si no se cambia pronto llegará a su ineludible final.

Thomas Bernhard, El origen


Si alguien se hubiera limitado a decirnos que los institutos de bachillerato o las universidades son demasiado caros, que la ilustración como instrumento de emancipación y de justicia social ya no resulta rentable y que hay que acometer su reconversión para transformar los centros de enseñanza y de investigación en modernas expendedurías de “conocimiento rápido” o “conocimiento basura” al estilo de las empresas de trabajo temporal, esto nos habría resultado muy penoso, pero también muy conocido si tenemos alguna experiencia y alguna memoria de clase trabajadora. Lo verdaderamente deshonroso es que esta humillación se ha envuelto en los ropajes de una “revolución del conocimiento” sin precedentes que llevará a nuestros países a alcanzar altas cotas de progreso y puestos de cabeza en el hit parade internacional de la innovación científica. En El País del 22 de abril de 2006, Rafael Sánchez Ferlosio recordaba una vez más que “la apología positiva del trabajo en sí mismo y por sí mismo surgió con el capitalismo y su necesidad de mano de obra, y fue enseguida recogida sin rechistar por el marxismo; la exaltación del trabajo –sin determinación de contenido- como virtud moral se desarrolló como la más perversa pedagogía para obreros”. Nosotros tendríamos ahora que decir que “la apología positiva del conocimiento en sí mismo y por sí mismo” surgió con la derecha ultraliberal y su necesidad de empleos inestables, y fue enseguida recogida sin rechistar por la izquierda aerodinámica, y que “la exaltación del conocimiento –sin determinación de contenido- como virtud moral” se ha desarrollado al modo de “la más perversa pedagogía” para obreros del saber descualificado.

He aquí la “perversa pedagogía” para obreros del conocimiento, de la cual Tomás Pollán decía lo siguiente en el artículo antes citado: “Si de lo que se trata es de que a nadie le interese en cuanto tal nada de lo que aprende o investiga, es natural que en esas condiciones nazca, como en la tierra más apta para su monstruoso crecimiento, el temible y numerosísimo batallón estatal de pedagogos y psicólogos, cuyo objetivo es conseguir que los estudiantes se interesen, por razones extrínsecas, por lo que en sí mismo no les interesa. Por eso, como el contenido no interesa, la tarea del pedagogo-psicólogo es motivar o –por utilizar otra expresión horrorosa- incentivar para que el joven compita con sus compañeros en el aprendizaje de lo que no le importa”. No es, por tanto, que los legisladores hayan reparado súbitamente en que los discentes tienen psiquismo y en que éste necesita ser incentivado y motivado, sino que es la expulsión del campo de la enseñanza de todo contenido científico determinado (en beneficio, eso sí, de un continente tecnológicamente rutilante) lo que ha obligado a rellenar ese vacío de contenidos educativos y a sustituir al profesor por el educador, es decir, por la nodriza (educatrix) y el “conductor” (Duce, führer, leader, caudillo, tutor: aquel de quien la Ilustración se proponía liberarnos) empresarial, moral, religioso o ideológico. ¿Quién puede extrañarse de que, en estas condiciones, la principal disputa sociopolítica que atraviesa y desgarra la enseñanza española no tenga la menor relación con las graves deficiencias y enormes problemas que realmente la aquejan, sino con una asignatura con un peso casi nulo en el currículum y con la cuestión de la religión y el adoctrinamiento?

José Luis Pardo, Nunca fue tan hermosa la basura



Cinco ratones ciegos: la educación como violencia o acerca de la enseñanza de la filosofía en la Universidad

(...)
tres ratones ciegos:
dos ratones ciegos:
un ratón ciego:
un ratón ciego:
uno ciega ratones:
dos ciega ratones:
uno ciega ratones:
(...)
vean como corren:
vean como corren:
vean como corren:
(...)
viste alguna vez:
viste alguna vez:
viste alguna vez:
viste alguna vez:
tal cosa en tu vida:
como tres ratones ciegos:
cuatro ratones ciegos:
cinco ratones ciegos:
seis ratones ciegos:
siete ratones ciegos:
siete ratones ciegos:
seis orgullosos caminantes
cinco días de Navidad
cuatro y veinte mirlos
tres ratones ciegos. Van
una frase nominal
una frase nominal
por favor repita
parar rompe la regla
alinear los indicadores numéricos
parar rompe la regla. No.
Seguir obedece otra regla
parar rompe la regla
alinear los indicadores numéricos
¿quién ciega ratones?
una frase nominal
eso es agresión
cláusula imperativa
conducta temerosa
usando las piernas
una frase nominal
más agresión
pensamiento divergente
interrogativa
oyente involucrado
el oyente no es ciego
oyente no ratones
oyente viviente
¿son símbolos?
aprieto de humanidad
explosión de población
fuera de control
yo también
bucle infinito
mira cómo corro
mira cómo corro

Aquí debería acabar esta charla. Creo que la metáfora habla por sí misma. La intención de Lerner, el autor de este poema, no iba por ahí: su crítica iba dirigida a aquellos que sostienen que los ordenadores pueden ser creativos. Pero he pensado que podía utilizarse para ofrecer un retrato bastante acertado de lo que ocurre en nuestras universidades (debería decir en las universidades, pues, siendo así que han sido el modelo occidental de enseñanza, no hay, que yo sepa, universidades que no sean nuestras universidades). Aquí pues, repito, debería dar por terminada esta charla. Pero... parar rompe la regla... y no quiero exponerme a los reproches que sin duda se me dirigirían... claro que... seguir obedece otra regla... Asumiremos esto. Lo asumiremos partiendo del supuesto de que... el oyente no es ciego, de que el oyente es un...¡ oyente viviente! Porque sólo así merece la pena hablar.
Cuando me invitaron a participar en estas Jornadas aún no se había iniciado el conflicto internacional en el que estamos inmersos, por lo que quién las organizó no podía saber lo pertinente que sería, en estos momentos, hablar de ética en la Universidad. Hablar de ética en la Universidad es, en efecto, hablar de educación, y hablar de educación –de formación- es hablar de política.
Es curioso ver, una vez más, cómo, en tiempos revueltos, quienes más y mejor enseñan son los propios estudiantes y me alegro de, entre tanto desastre, comprobar que aún late eso que yo creía haberse lamentablemente perdido: la conciencia, por parte del alumnado universitario, de ser una fuerza pública. Incluso, cuando las circunstancias así lo requieren, una fuerza pública contra la fuerza del orden público. Pues el desorden es indudablemente necesario cuando un gobierno pretende mantener por la fuerza el orden del despropósito y de la sinrazón.
Cuando las más simples reglas de la lógica quedan ausentes de los discursos de quienes nos gobiernan y son reemplazadas por el más puro cinismo podemos decir que estamos asistiendo a un caos político y en tales circunstancias es necesario que la democracia se ejerza en la calle. Me alegra, pues, comprobar que no estamos muertos y que desde las aulas nos recuerden, a quienes nos ganamos el sueldo hablando, aquello que olvidamos desgraciadamente a menudo: que educar debería ser más un abrir brechas en las murallas que mantienen el orden establecido que enseñar a poner ladrillos para fortalecerlas.
Hablar de ética en/de la Universidad es hablar de educación. Hablar de educar y ser educado, de cómo educar y ser educado. La palabra connota, etimológicamente, dirección, lo cual es bastante aterrador si pensamos que quien dirige está utilizando una suerte de violencia, pues, en efecto, abrir camino, imprimir una dirección es violentar un terreno que no tiene otras sendas que las que el agua o la lava trazan en su descenso y unos pasos que se quieren, en principio, erráticos, transeúntes. Educar es algo más que una responsabilidad, es una prueba: la del aprendizaje de la ceguera y su reconocimiento.
¿Es posible hablar de ética en la Universidad sin que se hable de violencia? Me temo que no. La violencia está implícita en los tres conceptos: ética, educación y universidad. La educación por su relación directa con la política; la ética por su inevitable coacción social y la universidad por ser una institución tristemente vinculada al poder y por tener el cometido de transmitir valores y saberes convergentes y unívocos. La uni-versidad se contrapone (la palabra lo indica) a cualquier ideal de diversificación. Como concepto, entraña, pues, una contradicción desde el momento en que quisiera entenderse como el lugar en el que se propone cultivar la individualidad y, como tal, entra, por tanto, en flagrante contradicción, también, con la enseñanza de la filosofía siempre que ésta se entienda no como ciencia (la cual es, por definición, universalista –consenso ante el experimento) sino como pensamiento vivo, permanentemente en proceso y, en consecuencia, ineluctablemente subversivo. No debemos olvidar que el ideal científico de la filosofía, presente ya en la voluntad epistémica de Platón y, qué duda cabe, en la formulación del método hipotético-deductivo de Aristóteles, lo hizo manifiesto un filósofo que ejercía de funcionario del Estado –me refiero a Fichte.
Como constataba H. Arendt, la palabra educación tiene un sentido perverso en política pues la meta verdadera es la coacción sin el uso de la fuerza. Educar, en política, venía a decir, significa quitar a los que vienen su propia oportunidad ante lo nuevo ¿Es posible una educación que no sea política?
Si para Platón la educación era la única manera de lograr un Estado ideal y el político había de ser filósofo, para Schopenhauer, en cambio, la política era incompatible con la filosofía. ¿Qué ocurrió entre Platón y Schopenhauer con la filosofía? Ocurrió que los políticos –que eran y son cualquier cosa menos filósofos- la domesticaron poniéndola en manos de funcionarios del Estado. Ocurrió que la filosofía se volvió universitaria: que pasó de ser un instrumento para el conocimiento de uno mismo a ser un instrumento para la universalización del conocimiento. En las universidades, mediatizada por el poder político, eclesiástico y por la opinión pública, la función subversiva de la filosofía quedó anulada. Desde la constitución de la primera Universidad, la de Paris, en el año 1200 (en cuyos estatutos aprobados por el Papa y el rey de Francia se prohibía, entre otras cosas, la casi totalidad de las obras de Aristóteles) hasta los profesionales de Jena (Reinhold, Fichte, Schelling, Hegel) en el XIX, la filosofía estuvo al servicio de los poderes religiosos y civiles. ¿Es posible hablar de ética en la Universidad sin hablar de violencia? Me temo que no.
Bien podría ser que lo ético pasase por eliminar de la universidad su carácter falsamente universal, abriendo cauces para el reconocimiento de otro tipo de ethos: el hábitat, aquello en lo que propiamente moramos. Un hábitat que no está dado sino que ha de construirse acorde con un modo de ser –el humano- que tampoco está dado sino que está siéndose. Porque el ser no es sino que está siendo. O mejor dicho, nadie es, sino que está siendo. Somos trayectorias. Trayectorias que, como en las postales nocturnas en las que los faros de los vehículos, por el tiempo de exposición, han trazado estelas luminosas, dejando su rastro en la memoria o en la escritura de quienes nos cuentan. Historias que son estelas. Para la memoria: toda memoria es la impresión de lo propio en lo ajeno. Así fundamos el hábitat: yo acostumbro a morar en corazón ajeno.
Bien podría ser que lo ético, en la Universidad, consistiera en abandonar la actitud arrogante de quien se ampara tras la universalidad del saber cuando éste no es sino el consenso de lo propio. Porque educar (ex-ducere) significa dirigir hacia fuera, conducir fuera de lo propio, fuera de lo mismo, hacia lo otro, lo extraño. Y, sin embargo, ¡qué poco nos sometemos a la impronta de lo ajeno! O ¿no es cierto que, las más de las veces, evitamos detenernos en los párrafos que nos resultan más abstrusos, más difíciles, más extraños, menos... familiares? Pues, ciertamente, ésos son los que más esfuerzo requieren: una detención, un cambio de mirada, un cambio de dirección que no siempre estamos dispuestos a realizar por... ¿falta de tiempo? El tiempo, compañeros, es algo que únicamente tenemos mientras estamos vivos. Y lo que sé es que cuando nos detenemos, por ejemplo, en la lectura de una novela japonesa o en la escucha de una música india, aprendemos de ello que hay un sinfín de matices que nuestra cultura, que se ha erigido sobre la modalidad cuantitativa y ha despreciado tradicionalmente la cualitativa, no ha sido capaz de transmitirnos. No obstante, seguimos empeñados en no dar entrada, en nuestros Departamentos, a otro tipo de Filosofía que no sea la occidental. Y es que la endogamia, en la Universidad, no lo es sólo de personal, lo es también de contenidos.
Bien podría ser que lo ético, en la Universidad, pasase por el cultivo de cierta humildad, la que consistiese, entre otras cosas, en reconocer y en enseñar que el mundo no está dado ni está por descubrir, sino que se construye. Que la llamada "realidad" es aquello que se nos ofrece poniendo a prueba nuestra capacidad de imaginar y construir modelos.
A los alumnos, concretamente a los de Filosofía, en efecto, se les defrauda de muchas maneras y a muchos niveles. Se les defrauda cuando se burlan sus iniciales expectativas de conocimiento con la desidia que nos hace contabilizar los minutos de clase procurando que sean menos o convirtiendo las clases en un ejercicio de egomanía; se les defrauda cuando la hora de clase viene a ser un anecdotario y su hoja de apuntes se queda en blanco porque no hay, en lo que se cuenta, ningún contenido digno de reseñarse; se les defrauda cuando se les alecciona en una Verdad cualquiera (religiosa, metafísica o científica) en vez de mostrarles por qué y cómo las conclusiones de un sistema teórico son requeridas necesariamente por las premisas de las que parte.
Los alumnos llegan a las aulas creyendo que se les va a enseñar el sentido del mundo y de su propia existencia. Lógicamente, pronto se desencantan, pero no se les suele decir que el desencanto es el inicio del viaje, que el trabajo consiste precisamente en persistir en ello. No se les suele decir porque esto implica una subversión del ideal educativo que es, qué duda cabe, político. O ¿no estamos hablando de formación cuando hablamos de educación? ¿No estamos hablando de dirigir la mirada, de enseñar a mirar desde un cierto punto de vista? ¿No estamos enseñando a mirar como a nosotros nos han enseñado? ¿Podríamos acaso hacer otra cosa? Pues, sí, podríamos. Pero eso sería sembrar el desorden. El desorden que es necesario, no obstante, para cualquier renovación, para evitar la degeneración de lo mismo, la pérdida de significado que adviene cuando algo se repite demasiado.
(La repetición es una manera bien conocida de anular significados, no tienen más que hacer la prueba: contemplen su mano repitiendo la palabra que la nombra: mano, mano, mano mano mano mano manomanomanomano... llegará un momento en que desaparecerá la mano y no sabrán qué es lo que están contemplando. Algo permanecerá ante sus ojos porque, por supuesto, las cosas no son los conceptos que las nombran, algo permanecerá ante sus ojos, pero no sabrán decir el qué; el nombre habrá perdido su sentido.)
Educar a la manera platónica, enderezando la mirada, ese mirar "correcto" que se suponía ser el legado del filósofo implica saber cuál es la dirección correcta y, lo que es más, implica creer que hay una dirección correcta y que ésta puede ser conocida. Sin embargo, extrapolando la frase que el filósofo budista Nagarjuna aplicaba al conocimiento de lo que llamaba la "verdadera realidad", podríamos decir de la mirada correcta que a) no la hay, b) que si la hay, no puede ser conocida, y c) que si es conocida, no puede ser enseñada.
¿Quiere esto decir que sería mejor dejar de hablar? Puede (empezando por mí, claro, aunque, ya saben: parar rompe la regla... ), pero el silencio, ese silencio que es el anverso de la palabra no arregla gran cosa, pues en él el decir sigue latiendo, su ausencia lo convoca: la ausencia siempre lo es de una presencia porque la ausencia es ante todo un estado de conciencia. Hablar, pues, pero lo justo. Lo justo para transmitir... ¿el qué? ¿lo que hemos aprendido? Recordemos que Aristóteles consideraba que no es ético no enseñar lo que uno ha aprendido, pero ¿lo es siempre?
parar rompe la regla...
oyente viviente...
el oyente no es ciego...
Seguir obedece otra regla...
una frase nominal...
oyente involucrado...
¿quién ciega ratones?
por favor repita
por favor repita
por favor repita
Tal vez sea éste, ya, el momento de callar.
A menudo es más interesante atender a la forma del texto que a su contenido; el ritmo de un escrito, su respiración dice el contenido del mismo mejor que lo que cuenta. Ocurre algo parecido con el habla: es generalmente más interesante atender a la actitud que genera el discurso en el hablante que a los contenidos del mismo, porque los contenidos tienen, muy a menudo, poco que ver con lo que realmente se quiere decir. Eso, cuando se tiene algo que decir, claro.
La forma no es el formalismo, tampoco es un añadido, un recubrimiento o un artificio decorativo; por "forma" entiendo aquí el modo, esto es, el ritmo, la secuencia vibratoria. En ese sentido, la forma es el contenido. Atendiendo a la forma podemos conocer el contenido más allá del mismo o, incluso, en contra o a pesar del mismo. El cómo dice el qué, lo comunica. ¿Qué comunicaremos en el modo académico? ¿Qué habrá de comunicarnos el ritmo plano, monocorde de las "proposiciones con sentido"?
Una frase nominal... por favor, repita...
Tal vez, repito, ¿sea éste el momento de callar?.
Hemos repetido hasta la saciedad. La historia del pensamiento es la historia de la repetición. Hacemos de la repetición, creencia y de la creencia, saber y del saber, sentimientos, estados interiores, emociones... cultura. Tal como decimos, así sentimos. Sentir es pensar. Palabras sentimientos. Razón senti-mental. Palabras que dicen comportamientos y al decir los dictan. Dicción, diccionario: cultura. Cultivamos las palabras y ellas germinan, crecen, y las hacemos ritual, las repetimos. Y crece un mundo, un mundo en el que creer. Y creemos. Y porque la creencia ha de instituirse, las hacemos sentimiento: decimos el sentir, lo dictamos. Y vivimos al dictado. Consensuados. Con-sentidos. Convivimos. Y he aquí que nos acostumbramos: lo dictado se nos vuelve costumbre... ethos.
¿Quién ciega ratones?
Ciega ratones el político: el educador: el funcionario del Estado, aquel que habla sin decir, aquel que dice lo que se dice, aquel que repite lo que otros han dicho.
Ciega ratones aquel que aburre con retóricas vanas, aquel que mata lentamente de tedio y decepción con tal de cobrar el plus de productividad.
Ciega ratones aquel, también, que inocula el virus de la Verdad administrando transfusiones de plasma conceptual a quienes se sienten enfermos de sin-sentido. Aquel que ofrece paraísos sistemáticos a los heridos de vida. Aquel que inyecta, como un orgullo de raza, la intelectualidad que encubre nuestra miseria: nuestra ignorancia.
Tanta es nuestra ceguera que no distinguimos quienes son, realmente, los ratones ni quién está corriendo ... oyente involucrado / el oyente no es ciego / oyente no ratones / oyente viviente...
En el ámbito filosófico, a esta alturas no hay razón suficiente para guiar si no es en la descreencia. En mis clases yo solía a menudo sorprender a los alumnos cuando, en los momentos en los que les veía más entusiasmados e identificados con un tema, les advertía contra la inclinación a creerse lo que les contaba: no crean nada de lo que les cuento, les decía, ni cuando les hablo de una teoría cualquiera, ni cuando les hablo por mí misma. Sigo pensando que es un buen principio.
Déjenme que, para terminar, les lea un pequeño párrafo que, de entre todos mis escritos, es de los pocos que aún suscribiría:
"Descreer. Descreer. Eliminar el lastre de todas las creencias. Ése es el umbral del vacío, la puerta que conduce al interior que es centro y superficie.
No os con-venceré. No es un combate la enseñanza. Han venido a combatir, pero he aquí que el enemigo les dice "No creáis nada de lo que os he dicho, no creáis lo que os cuento." Ésta es la primera lección de filosofía; también será la última Entre la primera y la última enseñaré lo que otros han pensado y han creído. Nadie puede entrar en el reino de la filosofía si no es sabiendo esta lección, la primera y la última. Ya no. Nunca más. Hemos creído demasiado. Hemos matado demasiado. Es hora de hacer limpieza. Que la nada espera a ser probada.
Y luego, desde la nada, todo. Todo ha de ser construido, por gusto o por utilidad, ya nunca más por creencia." (Filosofía en los días críticos)
Y ahora sí, es el momento de callar. Y escuchar.

Chantal Maillard, Contra el arte y otras imposturas

Artículo extraído de aquí




Al querer sustraer la Universidad de los programas «útiles» y de la finalidad profesional siempre cabe la posibilidad, se quiera o no, de contribuir a finalidades inaparentes, de reconstruir poderes de casta, de clase o de corporación. Nos encontramos ante una topografía política implacable: un paso de más con vistas a la profundización o a la radicalización, incluso más allá de lo profundo y de lo radical, de lo principial, de la arkhè, un paso de más hacia una especie de anarquía original corre el riesgo de producir o de reproducir la jerarquía. El «pensamiento» requiere tanto el principio de razón como el más allá del principio de razón, tanto la arkhè como la an-arquía. Entre ambos, diferencia de un hálito o de un acento, sólo la puesta en práctica de dicho pensamiento puede decidir. Esta decisión es siempre arriesgada, se arriesga siempre a lo peor. Pretender borrar dicho riesgo por medio de un programa institucional es parapetarse sin más contra un porvenir. La decisión del pensamiento no puede ser un acontecimiento intra-institucional, un momento académico.
Todo ello no define una política, ni siquiera una responsabilidad. Como mucho, si acaso, algunas condiciones negativas, una «sabiduría negativa», diría el Kant del Conflicto de las falcultades: advertencias preliminares, protocolos vigilantes para una nueva Aufklärung, aquello que es preciso ver y tener a la vista en una reelaboración moderna de esta vieja problemática. Cuidado con los abismos y con las gargantas, pero cuidado con los puentes y con las barriers. Cuidado con aquello que abre a la Universidad al exterior y a lo sin fondo, pero cuidado con aquello que, al cerrarla sobre sí misma, sólo crearía un fantasma de cierre, la pondría a la disposición de cualquier interés o la convertiría en algo totalmente inútil. Cuidado con las finalidades, pero ¿qué sería una Universidad sin finalidad?
Ni en su forma medieval ni en su forma moderna ha dispuesto la Universidad de su autonomía absoluta y de las condiciones rigurosas de su unidad. Durante más de ocho siglos, «universidad» habrá sido el nombre dado por nuestra sociedad a una especie de cuerpo suplementario que ha querido a la vez proyectar fuera de sí misma y conservar celosamente en sí misma, emancipar y controlar. Por ambas razones, se supone que la Universidad representa la sociedad. Y, en cierto modo, también lo ha hecho, ha reproducido su escenografía, sus metas, sus conflictos, sus contradicciones, su juego y sus diferencias y, asimismo, el deseo de concentración orgánica en un solo cuerpo. El lenguaje organicista va siempre asociado al lenguaje «técnico-industrial» en el discurso moderno sobre la Universidad. Pero, con la relativa autonomía de un dispositivo técnico, incluso de una máquina y de un cuerpo pro-tético, este artefacto universitario no ha reflejado la sociedad más que concediéndole la oportunidad de la reflexión, es decir también de la disociación. El tiempo de la reflexión, aquí, no significa sólo que el ritmo interno del dispositivo universitario es relativamente independiente del tiempo social y reduce la urgencia de la entrega, le asegura una libertad de juego grande y valiosa. Un lugar vacío para la oportunidad. La invaginación de un bolsillo interior. El tiempo de la reflexión es, asimismo, la oportunidad de una vuelta sobre las condiciones mismas de la reflexión, en todos los sentidos del término, como si con ayuda de un nuevo aparato óptico se pudiera por fin ver la vista, no sólo el paisaje natural, la ciudad, el puente y el abismo, sino también «telecopar» la vista. Por medio de un dispositivo acústico, «oír» la escucha, dicho de otro modo, captar lo inaudible en una especie de telefonía poética. Entonces el tiempo de la reflexión es también otro tiempo, heterogéneo con respecto a aquello que refleja y proporciona, quizá, el tiempo de lo que llama a y se llama el pensamiento. Es la oportunidad de un acontecimiento del que no se sabe si, presentándose en la Universidad, pertenece a la historia de la Universidad. También puede ser breve y paradójico, puede romper el tiempo, como el instante del que habla Kierkegaard, uno de los pensadores ajenos, incluso hostiles a la Universidad, que a menudo nos dan mucho más que pensar, con respecto a la esencia de la Universidad, que las reflexiones académicas mismas. La oportunidad de este acontecimiento es la oportunidad de un instante, de un Augenblick, de un guiño o de un parpadeo, «of a “wink” or a “bliclc”», tiene lugar «in the blink of an eye», diría más bien «in the twilight of an eye», pues es en las situaciones más crepusculares, más occidentales de la Universidad occidental en donde se multiplican las oportunidades de este twinkling del pensamiento. En período de «crisis», como suele decirse, de decadencia o de renovación, cuando la institución está on the blink, la provocación que es preciso pensar reúne en el mismo momento el deseo de memoria y la exposición de un porvenir, la fidelidad de un guardián lo suficientemente fiel como para querer conservar incluso la oportunidad del porvenir, dicho de otra forma la singular responsabilidad de lo que aún no tiene y aún no está. Ni bajo su custodia ni bajo su vista. ¿Es posible conservar la memoria y conservar la oportunidad? Y la oportunidad ¿puede conservarse? ¿Acaso no es, como indica su nombre, el riesgo o el acontecimiento de la caída, incluso de la decadencia, el término que nos espera en el fondo de la «garganta»? No lo sé. No sé si es posible conservar a la vez la memoria y la oportunidad. Me inclino más bien a pensar que la una no se conserva sin la otra, sin conservar la otra y sin conservar de la otra. De forma diferente. Esta doble custodia está asignada, como su responsabilidad, al extraño destino de la Universidad. A su ley, a su razón de ser y a su verdad. Corramos una vez más el riesgo de un guiño etimológico: la verdad (truth) es lo que conserva y se conserva. Pienso aquí en la Wahrheit, en el Wahren de la Wahrheit, y en la veritas; cuyo nombre figura en los escudos de tantas Universidades americanas. Instituye guardianes y les insta a velar fielmente (truthfully) sobre ella.

Esta universidad sin condición no existe, de hecho, como demasiado bien sabemos. Pero, en principio y de acuerdo con su vocación declarada, en virtud de su esencia profesada, ésta debería seguir siendo un último lugar de resistencia crítica -y más que crítica- frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos.
Cuando digo «más que crítica», sobreentiendo «deconstructiva» (¿por qué no decirlo directamente y sin perder tiempo?). Apelo al derecho a la deconstrucción como derecho incondicional a plantear cuestiones críticas no sólo a la historia del concepto de hombre sino a la historia misma de la noción de crítica, a la forma y a la autoridad de la cuestión, a la forma interrogativa del pensamiento. Porque eso implica el derecho de hacerlo afirmativa y performativamente, es decir, produciendo acontecimientos, por ejemplo, escribiendo y dando lugar (lo cual hasta ahora no dependía de las Humanidades clásicas o modernas) a obras singulares. Se trataría, debido al acontecimiento de pensamiento que constituirían semejantes obras, de hacer que algo le ocurriese, sin necesariamente traicionarlo, a ese concepto de verdad o de humanidad que conforma los estatutos y la profesión de fe de toda universidad.
Ese principio de resistencia incondicional es un derecho que la universidad misma debería a la vez reflejar, inventar y plantear, lo haga o no a través de las facultades de Derecho o en las nuevas Humanidades capaces de trabajar sobre estas cuestiones de derecho -esto es, por qué no decirlo de nuevo sin rodeos, de unas Humanidades capaces de hacerse cargo de las tareas de deconstrucción, empezando por la de su historia y sus propios axiomas.
Consecuencia de esta tesis: al ser incondicional, semejante resistencia podría oponer la universidad a un gran número de poderes: a los poderes estatales (y, por consiguiente, a los poderes políticos del Estado-nación así como a su fantasma de soberanía indivisible: por lo que la universidad sería de antemano no sólo cosmopolítica, sino universal, extendiéndose de esa forma más allá de la ciudadanía mundial y del Estado-nación en general), a los poderes económicos (a las concentraciones de capitales nacionales e internacionales), a los poderes mediáticos, ideológicos, religiosos y culturales, etc., en suma, a todos los poderes que limitan la democracia por venir.
La universidad debería, por lo tanto, ser también el lugar en el que nada está a resguardo de ser cuestionado, ni siquiera la figura actual y determinada de la democracia; ni siquiera tampoco la idea tradicional de crítica, como crítica teórica, ni siquiera la autoridad de la forma «cuestión», del pensamiento como «cuestionamiento». Por eso, he hablado sin demora y sin tapujos, de deconstrucción.
[…]
Sí, la Universidad se rinde, se vende a veces, se expone a ser simplemente ocupada, tomada, vendida, dispuesta a convertirse en la sucursal de consorcios y de firmas internacionales. Hoy en día, en Estados Unidos, y en el mundo entero, juega una baza política importante: ¿en qué medida la organización de la investigación y de la enseñanza debe ser sustentada, es decir, directa o indirectamente controlada, digamos con un eufemismo «patrocinada», con vistas a intereses comerciales e industriales? Dentro de esta lógica, como sabemos, las Humanidades son con frecuencia los rehenes de los departamentos de ciencia pura o aplicada que concentran las inversiones supuestamente rentables de capitales ajenos al mundo académico.
Se plantea entonces una cuestión que no es sólo económica, jurídica, ética, política: ¿puede (y, si así es, ¿cómo?) la universidad afirmar una independencia incondicional, reivindicar una especie de soberanía, una especie muy original, una especie excepcional de soberanía, sin correr nunca el riesgo de lo peor, a saber, de tener -debido a la abstracción imposible de esa soberana independencia- que rendirse y capitular sin condición, que permitir que se la tome o se la venda a cualquier precio?

Jacques Derrida, Universidad sin condición.

Cuando un profesor habla (en tanto que profesor) construye para los alumnos una posición peculiar en el lenguaje: como los que deben comprender. Los alumnos llegarán al saber si comprenden lo que les decimos. Por lo tanto lo que nosotros debemos hacer es esforzarnos en que nos comprendan (a nosotros o, lo que es lo mismo, al saber que representamos) y lo que ellos deben hacer ellos es esforzarse en comprendernos. Rancière desarrolla este punto en relación al aprendizaje del esclavo en el Menón: “el esclavo es precisamente el que tiene la capacidad de comprender el logos sin tener la capacidad del logos (…), el que participa en la comunidad del lenguaje únicamente bajo la forma de la comprensión y no de la posesión” (Rancière, 1995, p. 38). Y el maestro ignorante no paraba de combatir el modo como la voluntad de ser comprendidos y de hacer comprender produce, por sí misma, la sumisión al maestro explicador: “es justamente esa pequeña palabra, esa consigna de los educadores –comprender- la que produce todo el mal” (Rancière, 2003b, p. 17). Pero si respondemos a la invitación de los estudiantes, esa que nos des-profesoriza, nuestra palabra debe, en correspondencia, des-alumnizarlos a ellos, es decir, no hablarles porque son capaces de comprender (es decir, de obedecer) sino porque son capaces de hablar, es decir, porque poseen la capacidad de ver, de sentir, de decir y de pensar por sí mismos. Es decir, porque hablamos la misma lengua. Porque la lengua que ellos y nosotros hablamos es entendimiento, desde luego, pero es sobre todo energeia, potencia. Y porque a lo mejor también ellos tienen algo que decirnos.

Jorge Larrosa, Fin de partida. Leer, escribir y conversar (y tal vez pensar) en una Facultad de Educación.




En 1818, la teoría de un extravagante pedagogo francés provocó una revolución en el rígido universo de la educación europea: “Quien enseña sin emancipar embrutece”, predicaba Joseph Jacotot. Todo hombre, todo niño, postulaba, tiene la capacidad de instruirse solo, sin maestro. El papel del docente debe limitarse a dirigir o mantener la atención del alumno. Jacotot proscribía a los maestros “explicadores” y proclamaba como base de su doctrina ciertas máximas paradójicas con las que se ganó virulentas críticas: todas las inteligencias son iguales. Quien quiere puede. Es posible enseñar lo que se ignora. Todo existe en todo.
Un siglo y medio después, el filósofo marxista Jacques Rancière consagró un libro, El maestro ignorante, a ese personaje singular, alternativamente revolucionario, capitán de artillería, profesor de química, latinista y fundador de un corpus teórico bautizado como “la educación universal”.
El tema no podía ser más apropiado para Rancière que, a partir de la experiencia de Jacotot, analiza los principios de su teoría y los compara con el sistema educativo y social moderno, basado en la admisión de la desigualdad entre saber e inteligencia.

-Para el neófito, la única forma posible de enseñar es explicando. ¿Cómo hacer para que, sin explicaciones, un niño, o un adulto entiendan lo que no conocen?
-Joseph Jacotot consiguió demostrar que el método de la explicación constituye el principio mismo del sometimiento, por no decir del embrutecimiento.

-¿Podemos recordar el comienzo de esa aventura singular?
-La historia comenzó cuando Jacotot, un apreciado filósofo y pedagogo en Francia, se instaló en Bélgica por razones políticas durante la Restauración (1814-1830). Allí fue contratado por la Universidad de Lovaina para enseñar francés. Jacotot, que no sabía una palabra de holandés, distribuyó a sus alumnos una versión bilingüe del Telémaco de Fénelon y los dejó solos con el texto y con su voluntad de aprender. Sorprendentemente, pocos meses después todos eran capaces de hablar y de escribir en francés sin que el maestro les hubiese transmitido absolutamente nada de su propio saber. Jacotot dedujo entonces que sus alumnos habían utilizado la misma inteligencia que usa un niño para aprender a hablar. ¿Qué hace un niño pequeño? Escucha y retiene, imita y repite, se corrige, tiene éxito gracias al azar y recomienza gracias al método. Todo sin ningún maestro.

-Y así nació la teoría de la “educación universal” o “método Jacotot”. En el nivel empírico, ¿podríamos decir que el maestro ignorante es aquel que enseña lo que él mismo ignora?
-Así es. Según Jacotot, es posible enseñar lo que uno ignora si uno es capaz de impulsar al alumno a utilizar su propia inteligencia.

-Esa osadía hizo temblar a toda la Europa intelectual, desde Bruselas hasta San Petersburgo.
-Porque la osadía de Jacotot consistió en oponer la “razón de los iguales” a la “sociedad del menosprecio”. En realidad, el objetivo de ese apasionado igualitarista era la emancipación. Jacotot pretendía que todo hombre de pueblo fuese capaz de concebir su dignidad humana, medir su propia capacidad intelectual y decidir cómo utilizarla. En otras palabras, se convenció de que el acto del maestro que obliga a otra inteligencia a funcionar es independiente de la posesión del saber. Que era posible que un ignorante permitiera a otro ignorante saber lo que él mismo no sabía; es posible, por ejemplo, que un hombre de pueblo analfabeto le enseñe a otro analfabeto a leer. Y aquí llegamos al segundo sentido de la expresión “maestro ignorante”.

-¿Cuál es?
-Un maestro ignorante no es un ignorante que decide hacerse el maestro. Es un maestro que enseña sin transmitir ningún conocimiento. Es un docente capaz de disociar su propio conocimiento y el ejercicio de la docencia. Es un maestro que demuestra que aquello que llamamos “transmisión del saber” comprende, en realidad, dos relaciones intrincadas que conviene disociar: una relación de voluntad a voluntad y una relación de inteligencia a inteligencia.

-Pero usted dice que no hay que equivocarse sobre el sentido que tiene esa disociación.
-Hay una forma habitual de interpretarla: como una disociación que intenta destituir la relación de autoridad magistral para remplazarla solo por la fuerza de una inteligencia que ilumina otra inteligencia. Ese es el principio de innumerables pedagogías antiautoritarias.

-¿Como la mayéutica socrática, en la que el maestro finge la ignorancia para provocar el saber?
-Así es. Pero en la teoría de Jacotot, el maestro ignorante opera la disociación de una forma totalmente diferente. En realidad, haciendo creer que su objetivo es suscitar una capacidad, la mayéutica busca demostrar una incapacidad. Sócrates no solo demuestra la incapacidad de los falsos sabios, sino también la incapacidad de todo aquel que no es llevado por el maestro por la buena senda, sometido a la buena relación entre inteligencia e inteligencia. El “liberalismo” mayéutico no es más que la variante sofisticada de la práctica pedagógica ordinaria, que confía a la inteligencia del maestro el trabajo de llenar la distancia que separa al ignorante del saber.

-¿Y Jacotot invierte el sentido de la disociación?
-Sí. Para él, el maestro ignorante no establece ninguna relación de inteligencia a inteligencia. El maestro es solo una autoridad, una voluntad que ordena al ignorante que haga su camino. Es decir, echa a andar las capacidades que el alumno ya posee, la capacidad que todo hombre demostró logrando sin maestro el más difícil de los aprendizajes: aprender a hablar.

-Pero volvamos a los defectos del método explicativo. ¿Por qué la explicación es “el principio mismo del sometimiento”?
-El problema reside en la lógica misma de la razón pedagógica, en sus fines y sus medios. El fin normal de la razón pedagógica es el de enseñar al ignorante aquello que no sabe, suprimir la distancia entre el ignorante y el saber. Su instrumento es la explicación. Explicar es disponer de elementos del saber que debe ser transmitido en conformidad con las capacidades supuestamente limitadas de los seres que deben ser instruidos. Pero muy pronto esta idea simple se revela enviciada: la explicación se acompaña generalmente de la explicación de la explicación. Hay que recurrir a los libros para explicar a los ignorantes lo que deben aprender. Pero esa explicación es insuficiente: hacen falta maestros para explicar a los ignorantes los libros que les explicarán el conocimiento.

-Un proceso que podría volverse infinito.
- si la autoridad del maestro no pusiera un punto final, transformándose en el único capaz de decidir dónde las explicaciones ya no necesitan seguir siendo explicadas. Jacotot creyó poder resumir la lógica de esta aparente paradoja: si la explicación puede llegar a ser infinita es porque su función esencial es la de volver infinita la distancia misma que ella está destinada a reducir.

-¿Se podría decir entonces que la utilización de la explicación es mucho más que un medio práctico al servicio de un fin?
-Es un fin en sí misma. Es la verificación de un axioma primario: el axioma de la desigualdad. Explicar algo a un ignorante es, ante todo, explicarle que no comprendería si no se le explicara. Es demostrarle su incapacidad. La explicación se presenta como el medio para reducir la situación de desigualdad en la que se hallan los que ignoran en relación a los que saben. Explicar es suponer que hay, en el tema que se enseña, una opacidad específica que resiste a los modos de interpretación y de imitación mediante los cuales el niño aprendió a traducir los signos que recibe del mundo y de los seres hablantes que lo rodean. Esa es la desigualdad específica que la razón pedagógica ordinaria pone en escena.

-Usted va más lejos en su libro y afirma que esa desigualdad específica, ese axioma “desigualitario” es el modelo con el que funciona el sistema social. En consecuencia, la oposición filosófica se transforma también en oposición política.
-Exactamente. Esa oposición no es política porque denuncia un saber ejercido desde arriba en beneficio de una inteligencia de abajo. Lo es en un nivel mucho más radical porque atañe a la concepción misma de la relación entre igualdad y desigualdad. Jacotot demuestra que la lógica explicativa es una lógica social, una forma en la cual el orden “desigualitario” se representa y se reproduce.

-Los años en que se produjo la polémica en torno al método de Jacotot corresponden, en efecto, al momento en que se instaló en Europa un proyecto de orden social nuevo, basado en la demolición de la Revolución francesa.
-Es el momento preciso en que se quería terminar con la revolución. En que se pretendía pasar de la edad “crítica” de la deconstrucción de las trascendencias monárquicas y divinas a la edad “orgánica” de una sociedad que reposara en su propia razón inmanente. Es decir, una sociedad que armonizara sus fuerzas productivas, sus instituciones y sus creencias, y que las hiciera funcionar según un único régimen de racionalidad. Y ese paso de la edad crítica y revolucionaria a una edad orgánica exigía, ante todo, resolver la relación entre igualdad y desigualdad.

-Ese proyecto no tiene, según usted, muchas diferencias con nuestras sociedades orgánicas actuales.
-El proyecto de sociedad orgánica moderna es un proyecto de mediaciones que establecen dos elementos esenciales entre lo de arriba y lo de abajo: un tejido mínimo de creencias comunes y posibilidades limitadas de desplazamiento entre los distintos niveles de riqueza y de poder.

-Y el maestro ignorante es aquel que se sustrae a ese juego.
-Sí, en el acto de oponer la emancipación intelectual a la mecánica de la sociedad y de la institucionalización progresivas. Oponer la emancipación intelectual a la institucionalización de la instrucción del pueblo es afirmar que no hay etapas en la igualdad. Que esta es una, entera, o no es nada.

Entrevista a Jacques Rancière




When we grew up and went to school, there were certain teachers who would hurt the children anyway they could
by pouring their derision upon anything we did
exposing every weakness however carefully hidden by the kids.

But in the town it was well known that when they got home at night
their fat and psychopathic wives
Would thrash them within inches of their lives!

We don't need no education
We don’t need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teachers leave them kids alone
Hey! Teacher! Leave them kids alone!
All in all it's just another brick in the wall.
All in all you're just another brick in the wall.

We don't need no education
We don’t need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teachers leave them kids alone
Hey! Teacher! Leave us kids alone!
All in all it's just another brick in the wall.
All in all you're just another brick in the wall.

Roger Waters (Pink Floyd), Another brick in the wall







Nota: esta entrada no se propone como un ataque contra el profesado en ningún caso (aunque sí contra cierto tipo de profesores). Todos hemos tenido profesores maravillosos y otros despreciables (los ejemplos en uno y otro sentido podrían multiplicarse indefinidamente) y que sólo merecen la expulsión del cuerpo docente. Pero no es éste el objetivo de esta entrada, sino el de proponer una reflexión global del marco pedagógico y epistemológico del sistema educativo. Algo anda mal, algo está profundamente equivocado -dislocado, descoyuntado, desplazado, algo atraviesa las condiciones de un cierto exilio- no sólo en la metodología de la enseñanza y en las mediaciones que filtran los contenidos: también en cómo la educación nos propone una única forma de ver, cegándonos al resto de posibilidades.

Por eso, aquí propongo algunos puntos de debate (hay otros muchos que se podrían plantear) para cambiar un marco a todas luces insuficiente y, en demasiadas ocasiones, manifiestamente perverso:

-Eliminar o combatir la visión única, la enseñanza unívoca, normalizadora, asimétrica, limitada, de unos contenidos siempre idénticos a sí mismos, y lo que es peor, de una única forma de mirar las cosas (asimilada a la de la burguesía del occidente posilustrado). Proponer nuevas formas de cuestionar e inquietar los constructos del conocimiento heredado. Enseñar la desconfianza. Fomentar la creatividad.

-Desactivar la jerarquía disimétrica entre el profesor y el alumno, que se constituye siempre como relación de poder y sumisión. Alumno y profesor deberían estar en pie de igualdad. Destruir cualquier figura de autoridad y acercarse a los alumnos por otras vías (complicidad, juego, palabra, amistad, en definitiva por todo lo que no implique una represión de facto). En ningún caso el profesor se apropiará del dispositivo-aula para ejercer ningún tipo de control. Reactualizar e introducir ciertos elementos pedagógicos en la línea de "el maestro ignorante". El maesto o profesor acompañará o asistirá, no vehiculará "conocimientos" desde la instancia de la Razón-Una. Plantar las semillas de una pedagogía libertaria.

-Combatir la visión andro-etnocéntrica que vertebra los contenidos de la enseñanza. Potenciar la enseñanza de la filosofía (no sólo la occidental: dejar entrar a los sistemas de pensamiento orientales, que en virtud de un execrable falseamiento y desplazamiento "ontológico" se consideraron únicamente religiones o, en el mejor de los casos, literatura espiritual). Eliminar todo rastro de androcentrismo en las operaciones que generan el canon (por ejemplo el literario, donde las mujeres tienden a ser excluidas o infravaloradas). Privilegiar todo lo que supone diferencia, riesgo y creatividad frente a los que mezquinamente corean un único estribillo servil (el de lo consabido e infinitamente reiterado, el que refrenda los privilegios y las palabras de su tribu).

-Erradicar todo rastro de nacionalismo en la educación. ¿Por qué los niños tendrían que aprender sólo literatura española y no literatura universal? Apertura de miras y universalismo en lugar de la estrecha óptica provinciana que nos hace privilegiar absurdamente la lengua y la literatura en la que el azar nos ha hecho nacer. En ese universalismo entrarían todas las lenguas (del territorio nacional) y todas las literaturas del mundo. No poner fronteras a la educación. No excluir sino sumar, trazar puntos de fuga, desterritorializaciones permantentes en una lengua-otra, en el pensamiento del otro. Extinguir las fronteras (los miedos) en la educación por venir.

-Reducir la pretensión moralizante, no sólo por instancias religiosas sino por los constructos retóricos de la buena conciencia burguesa; no adoctrinar a partir de palabras como "civismo", "ciudadano", etc., atravesadas por una infinidad de mediaciones teórico-retóricas instrumentalizadas por los poderes políticos (que han contribuido a forjarlas, desde posiciones eminentemente reaccionaras aunque a veces camufladas de retórica progresista) como armas de propaganda y control social.

-En la Universidad, desmantelamiento de los nuevos sistemas de enseñanza (plan Bolonia y similares) en los que la institución pasa a ser una entidad semi-privada y los alumnos adquieren el estatuto de clientes y son transformados en mercancía transnacional al servicio de las multinacionales de la educación y el trabajo.

-Promover una educación en las cosas y entre las cosas, y el respeto y el cuidado de este mundo que se muere. Una asignatura de ecología, con un fuerte contenido teórico y aplicaciones prácticas en el entorno inmediato, se revela como absolutamente necesaria frente a la catástrofe medioambiental que se avecina.

En razón de su extensión, esta entrada permanecerá abierta el tiempo que sea necesario.

No hay prisa: detengámonos, demos (el) tiempo; hagamos, entre todos, el tiempo en la detención.

Gracias a todos.

99 comentarios:

mjromero dijo...

cuánto para leer y profundizar, muchas veces he pensado sobre ello, cómo anulamos y cegamos la infancia, no hablo de niños porque desaparecen pronto, son un continuo desaparecer en el 'bosque'. y si no es así te desaparecen en otros lugares ad hoc.
Llegas a la universidad pensando en un séptimo cielo y te encuentras otra tribu, con el mismo chamán,si logras salir con cierto espíritu crítico de todos estos laberintos...

El muro no es tan simple cómo se le ve en las fotografías, pues de serlo ya hace tiempo que estaría derribado.No solo es piedra, ni huesos, ni trenes llenos que pasan,
la sangre es líquida y vive dentro del muro, las ideas, o la falta de ellas, lo real, lo irreal, lo virtual. Y ahora que ha cambiado el bosque y se confunde lo que existe con lo que no existe, en qué lado del muro nos situamos?
El muro no para de moverse, es un masa magmática en la que apenas notamos el movimento pero no para de moverse muy lentamente.Es como una masa enorme de chicle y todos estamos en ella.

Eastriver dijo...

Hay verdaderas perlas ahí. La de Nietzsche es para quitarse el sombrero. Pero creo que el gran problema en esto, como en otras cosas, es el exceso de teorización. Sobre todo porque la mayoría de veces quienes teorizan lo hacen porque tienen una cara dura como una piedra, unas ganas tremendas de dejar el estrado y ansias por aparentar. Amén de que suelen ser los más mediocres (ya sabes que pienso que muchas veces las hormigas que trabajan silenciosas suelen ser mejores desde todos los puntos de vista que los grillos que no paran de escribir libros y documentos).

Yo recuerdo mis tiempo de universitario, en que nos dejaba el profesor una semana colgado porque se iba a Ávila a un Seminario sobre la Santa. Naturalmente ese Seminario servía sólo para cobrar un extra, para acceder a una publicación de la ponencia, para hacer puntos para los sexenios, para reunirse con otros iguales y hacer contactos, para comer y beber abundamente y para soltar unos rollos espantosos a los que acudían los colegan y cuatro viudas jubiladas (que iban además porque luego daban churros, de los de comer, no me seas malpensado).

Eastriver dijo...

Para mejorar la enseñanza se necesitan, en realidad, pocas cosas, según mi punto de vista. Planes de estudio razonables, profesorado competente y cumplidor, sistema de becas generoso, que funcione y que premie a los mejores, tiempo para asimilar los contenidos (carreras de cuatro que se acaban haciendo en cinco me parecen, por su planteamiento, una metáfora de lo mal que vamos), precios asequibles, ratios razonables por profesor, confiar en el alumno y en su autonomía (o de lo contrario, a la calle o te lo pagas tú) y un nivel de equilibrio óptimo entre generalidades y especialización (que un cursillo sobre bailes de salón te convalide créditos de Arqueología, sería otra metáfora no desencaminada sobre lo que ocurre).

Pero entre todo lo dicho, y dejando de lado los asuntos económicos que son fundamentales, yo priorizo una cosa: el nivel de exigencia de los profesores. Y exigencia no es sólo saber mucho; es ser profesional (que yo tuve profes de baja medio curso que, sin embargo, no se perdían los cursillos que impartían de modo privado, porque ahí perdían la pasta si faltaban. Nosotros nos quedábamos sin las clases, quienes pagaban los recibían religiosamente cada semana).

Leonardo dijo...

Siendo uno de esos embrutecedores ciegos y cegador de ratones, y profesor mediocre para más señas, es difícil no estar de acuerdo con muchas de estas ideas. La 'educación' siempre será un problema difícil de resolver y una discusión sin fin. Aquélla que anhelan muchos de estos escritos existirá de manera aleatoria y marginal, porque no puede ser de otra manera. O existirá (y existe) a través de algunos 'profes' fuera de lo común, aquellos que nos rompen los esquemas, que no nos aburren, que nos transmiten algo que está más allá de los libros y de su propia enseñanza.
El resto... es irme a corregir las pruebas que debo entregar mañana.

karmen blázquez dijo...

Nada que el "loco" Walser, no mostrara en Jakob von Gunten,... y el "loco" Nietzsche dejó su cátedra,y se dedicó a escribir, en fin que o "manos a la obra", "que la mies es mucha" y "obras son amores"...
abrazo
k

NáN dijo...

Buff, por una vez nos ofreces tiempo, que aprovecharé sin duda. Esta vez he leído una tercera parte. (respondí a tu pregunta en el blog).

Un abrazo

Adolfo González dijo...

El maestro debe estar en igualdad con el alumno, sí, pues el vivir es la verdadera escuela y, por tanto, el maestro también está en edad escolar. Ese creo que debería ser, efectivamente, lo primero que reconstruir en el sistema educativo, destruyendo la figura del maestro sabio, cosa que parece difícil, pues es como un quiste inextirpable e institucionalizado. En este caso se me hace difícil imaginar mejor medicina que la demolición.

Se conoce que hay dos tipos de inteligencia: la del individuo empollón y la del creativo; yo observo que los primeros tipos de inteligencia difícilmente pueden llegar a tener una visión propia de las cosas si no se les ayuda a dudar, a desconfiar, a pensar por sí mismas y a crear. En cambio, no sufrirían merma alguna con esa reconstrucción del sistema educativo que demoliese antes la figura del maestro sabio. Pero los otros tipos de inteligencias -las creativas- lo pasan mal, sufren, se extravían, lo tienen difícil para sobrevivir sometidas al sistema educativo actual, tan viejo. Por tanto, no es este un sistema educativo que pueda presumir de ser justo con todas las capacidades. Hoy en día me parece que hay una opción de artes en bachillerato, pero eso no es garantía de supervivencia de las inteligencias creativas, ya que el sistema educativo, en el fondo, sigue siendo el mismo, sigue teniendo un maestro sabio...,¡un maestro que tiene siempre toda la razón!

En cuanto al tercer punto de debate que propones, también estoy de acuerdo contigo. Sólo matizaría que por el bien del espíritu habría que evitar el no caer en la superficialidad, en ese limitarse a la tan absurda -y ya también muy instrumentalizada-, absurda diferenciación de géneros que tanto se da últimamente para referirse, oralmente o por escrito, a cualquier cosa. Ser almas, no negarlas. Educar desde ahí, con alma, para el alma, por las almas, sin asomo de idealismo, con aceptación de lo que se es: alma. Alma es una palabra de género femenino, pero sólo es una cuestión de gramática la que obliga a decir, en singular, "el" alma. Así nadie perdería el tiempo viendo machismos o feminismos en cualquier detalle superficial y se aboliría la absurda moda de decir "los lectores y las lectoras", "los ñoños y las ñoñas", etc.

Respecto al cuarto punto que propones: de acuerdo, nada que añadir.

En cuanto al quinto, tampoco nada que añadir, sino confesarte que me alegra y me agita tu lucidez. Civismo, ciudadano y tantas otras palabras, tan en boca de muchos que ni son realmente cívicos ni buenos ciudadanos, no pueden servir para adoctrinar.

En cuanto al sexto punto, nada que añadir.

En cuanto al último punto, también estoy de acuerdo: una asignatura de ecología no estaría de más, sobre todo viendo que muchos padres o tutores, en principio absolutamente responsables en este punto de respeto a las cosas del mundo que les rodea, ni se plantean concienciar a los niños de esto.

De todas formas, aunque estoy de acuerdo contigo, no soy nada optimista en este tema. No tengo ninguna esperanza puesta en este cambio del sistema educativo. De hecho, creo que no sólo va a seguir igual sino que va ir a peor.

Para finalizar:

por las citas, por Pink Floyd, por tu propuesta y por la entrada en general, sólo sé decirte

GRACIAS.

Mercedes Thepinkant dijo...

El tema es uno de los pilares fundamentales que hay que demoler y reconstruir como bien dices.
Empecé a leer y me empezó el dolor.
Lo dejo para otro día que no me duela tanto.
La nota final sí la leí.
Saludos

Belnu dijo...

qué buenas reflexiones para ese desierto que es la enseñanza aquí, algunos son favoritos míos, otros no los conocía. Me acuerdo de algo que decía Simone Weil sobre la atención de calidad, que yo siempre intentaba explicarle a G., que es mejor concentrarse completamente un cuarto de hora en lo que se pretende estudiar que pasarse tres horas medio distraído pensando en lo aburrido que es; eso agota. También le regalé "Un niño" de Bernhard para consolarle de la estupidez de sus maestros

Isabel Martínez Barquero dijo...

Impresionante la entrada sobre la enseñanza, Stalker.

Es una materia que sólo conozco por haberla recibido, no por ofrecerla, con lo cual mi visión puede estar más que caduca.
Sí te diré que los fragmentos elegidos me parecen estupendos y que me gustan muchísimo tus notas finales.

Desde mi ignorancia en la materia ya apuntada, aplaudo especialmente la necesidad de fomentar la creatividad. Recuerdo mi educación de niña y se parece a esas fotografías que has traído: un muro donde nos estampábamos, que nos asfixiaban lo más propio. Desde otra perspectiva, la de los enseñantes, también me inspiran esas fotos tan adecuadamente elegidas: conseguir, con la educación, amalgar ladrillos lo más idénticos posibles. Creo que fomentar la diferencia siempre dará mejores intelectos.

Un abrazo, y siento no poder ahondar en esta materia, tan alejada hoy día de mí.

Stalker dijo...

Alfaro:

cuánta verdad y perspicacia en tus observaciones... El muro, claro, no es de piedra, no es visible (aunque a veces sí). Si fuera así sería sencillo derribarlo. Pero no: el muro crece dentro. Está dentro de nosotros y lo custodiamos celosamente. Mataríamos para defenderlo.

Y ahora recuerdo -me disculparás esta asociación, quizá no del todo ingrata o baladí- aquella escena de "Matrix" en la que Morfeo explica a Neo por qué las personas matarían para defender lo irreal, la ilusión de "Matrix". Decía que están tan apegadas a él que ya no saben vivir sin él. También el simulacro puede convertirse en un estilo de vida -serializado, formateado, simultáneamente infra y sobre-codificado- al que no se querrá renunciar.

La nuestra es una civilización basada en demasiadas mentiras y medias verdades, sofismas, miedos, incomprensiones, opacidades que sustentan el muro y lo hacen estructuralmente análogo a nuestra interioridad, ya para siempre amurallada, ocluida, impenetrable.

Y siempre nuestra sempiterna ignorancia, tanto más ardua cuanto más la amonedamos en conceptos últimos (abstracciones, constructos trascendentales, etc.) en los que creemos salvarnos pero que cifran nuestra condena.

"Al fin y al cabo, ir madurando no es más que pasar de una ingenuidad a otra, de la misma manera que una fruta cambia de color; la ignorancia sigue siendo la misma."

Ch. Maillard

Abrazo fuerte

Bashevis dijo...

Un profesor suicida escribió; “el estado no ofrece a quienes instruyen a los escolares ocasión de renovar su tarea y de rejuvenecer de esta manera su pensamiento. ¿Consiste su base en transmitir entusiasmo a los jóvenes? No, el entusiasmo es peligroso… No tengo nada en común con esos funcionarios que se sienten orgullosos de ser una rueda más del engranaje social. Necesito emocionarme con las verdades que enseño… ¿Hay que sentir una admiración sin reservas por esos seres respetuosos que interpretan tan bien su papel de buenos ciudadanos? Es quizá su falta de imaginación lo que les permite ser tan uniformemente virtuosos… De vez en cuando hace falta que se produzca algún desorden en el mundo para que puedan brotar cosas nuevas. El desorden lo provocan siempre los malos ciudadanos, esos entusiastas que sienten la embriaguez de las palabras… me resulta imposible asemejarme a esos seres prudentes, pacientes y previsores que, desde que tienen veinte años, acumulan provisiones para cuando sean viejos… no estaba hecho para vivir en un mundo en el que se debe consagrar la propia juventud como preparación para la vejez…”

Bashevis dijo...

Esto da para mucho… si solo fuera la educación. Si no fuera la misma base, el lenguaje. Y la estructura familiar, etc. Volveré otro, hoy vengo a saludar.

Lo curioso es que no hay formulas posibles. No hay una única semilla de donde crezca la discordia. En qué momento se despierta uno y comienza a jugar con las mascaras, abriendo puertas y mirando debajo de la alfombras o detrás de los cuadros… en busca de la caja fuerte, repleta de mentiras, de relativas vaguedades, de microfascismos perpetuados en herencias milenarias.

Deleuze la nombra; palabra discordante. Eso hay que entrenar. Hay que ser expertos en demoliciones, en crear, aunque sea un montón de ruinas. Creo que igual que tu, no tengo esperanza ninguna en el cambio… y no quiero reformas eternas, que perpetúen las normas, el marco… no salimos en la foto.

Echo la vista atrás, a la facultad, y pienso en esto; “Despreciaba a aquellos profesores, y con el tiempo sólo los aborrecí más, porque su actuación consistía en que todos los días me vaciaban en la cabeza toda su maloliente basura histórica sin dedicar ni el resto de un pensamiento al efecto real de ese proceso”…

Otro día más. Lo triste es que sigo en las aulas, recibiendo una ingente cantidad de conocimientos pretendiendo cimentarme la cabeza… por lo menos Eris me acompaña.

Stalker dijo...

Ramón:

plenamente de acuerdo en que el mercado de convenciones, seminarios, encuentros, etc., está muchas veces minado por profesores que sólo desean adquirir méritos o directamente venderse a campañas de egomarketing.

Sí creo necesaria no la teoría, sino el pensamiento. Pensar las cosas para desmontarlas, criticar y detectar donde falla algo, o para trazar analogías fecundas intelectualmente. Los fragmentos o artículos que he traído aquí me parecen ejemplares en el sentido de una voluntad comprometida y bastante desideologizada en su embestida a las trampas de la "institucionalización mercantilizadora" como doble gesto que asola los saberes en las universidades.

Muy de acuerdo en el nivel de exigencia al profesorado, no sólo en formación, también en... no sé cómo definirlo porque todas las palabras me parecen dañinas: ¿humanidad? ¿amabilidad? ¿cercanía?

Recuerdo a una profesora de matemáticas en segundo de BUP, irreprochable en su práctica docente pero que al sacar a los alumnos a la pizarra daba rienda suelta a un masoquismo feroz: si no te equivocabas, se fijaba en un "defecto" físico, se aferraba a cualquier cosa para ridiculizar al alumno. A los alumnos torpes los despellejaba vivos: no paraba hasta que los niños lloraban y volvían al asiento transformados en un montón de harapos gimoteantes...

Recuerdo a un profesor de inglés decirle a un niño que no aprobaría jamás porque era un burro (palabra textual), igual que su padre y su madre, porque toda su estirpe estaba formada por burros que sólo tenían derecho al arado y no a la alfabetización.

Lo ejemplos podrían multiplicarse hasta la náusea, bien es verdad que son extremos, pero existen demasiados así como para olvidarlos.

Por lo demás, el corporativismo, la endogamia, la pereza intelectual, el absentismo laboral son moneda corriente y díficilmente extirpable. Ahora en la universidad el profesor está a punto de convertirse en un experto en reciclaje, último eslabón de la cadena de absorción-deglución-vómito de la sociedad de la información. Se tratará de una figura fuertemente burocratizada y blindada cuya función principal consistirá en aniquilar el pensamiento libre (el poco que aún le puede quedar a un estudiante universitario medio) y vigilar por la maximización de beneficios de las grandes corporaciones transnacionales. El proceso ya está en marcha y las próximas décadas serán más robóticas que las actuales.

En fin, mucha tela por cortar y escasos mimbres para tantos frentes abiertos...

abrazo fuerte

Stalker dijo...

Leonardo:

me resisto a creer que seas un profesor mediocre. ¡Recuerda que te leemos todos y ya te conocemos bastante bien!

Creo, como tú, en el profesor singular que te hace pensar de otra forma, que te despierta y te lleva a un lugar donde nunca has estado. El profesor que quiebra algo en el discurso ordenado, y te lleva a practicar un desplazamiento en tu propio estar en el mundo. Existen, por suerte, pero son pocos y cada vez tienen menos espacio ante la metástasis mercantilizadora de los planes Bolonia y similares.

A ver qué tal van esas pruebas...

abrazos

Stalker dijo...

Karmen:

cuanta razón tienes. Y sin embargo, si me permites, creo que mi admirado Walser no lo dijo todo respecto a la educación, entre otras cosas porque vivió otra época y porque también el concepto de servidumbre ha cambiado. Ahora el siervo se cree libre, se cree ciudadano, cree que aprende cuando le queman los ojos, cree saber algo, se refugia en cuatro palabras grandilocuentes que apenas disimulan su absoluta orfandad "cósmica".

Por eso son necesarios estos pensadores, porque inquietan las formas modernas del control y la sumisión, y arriesgan gestos de una potencia subversiva inimaginable.

En efecto, obras son amores. Por eso muchos de estos pensadores han sido o son profesores extraordinarios y que en cierto modo parecen estar ahí para cuestionar el sistema desde dentro (incluso para demolerlo). Casi son quintacolumnistas. Como he tenido la oportunidad de asistir a alguna de sus clases sé de lo que hablo, y no olvido las estocadas desanestesiantes que he recibido ahí.

Pongámonos manos a la obra. Hundamos las manos en el barro.

Quizá no te sorprenderá saber que Stalker también es profesor, de una manera periférica y asistemática (y con una libertad de la que carece el profesor funcionario). A mi manera tengo un contacto directo con todo esto y hago lo que puedo en mi limitadísima esfera.

Un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Nán:

tómate el tiempo que necesites. Dejaré esta entrada abierta todo lo que queda de mes. Creo que los artículos merecen una lectura atenta, y eso lleva tiempo.

abrazo

Stalker dijo...

Adolfo:

el tuyo es un comentario muy bien argumentado y perspicaz, y te lo agradezo de veras.

Dices:

"Por tanto, no es este un sistema educativo que pueda presumir de ser justo con todas las capacidades. Hoy en día me parece que hay una opción de artes en bachillerato, pero eso no es garantía de supervivencia de las inteligencias creativas, ya que el sistema educativo, en el fondo, sigue siendo el mismo, sigue teniendo un maestro sabio...,¡un maestro que tiene siempre toda la razón!"

Éste es uno de los puntos clave que conviene inquietar desde una pedagogía libertaria.

"Ser almas, no negarlas". Bellamente expresado y muy necesario. Perfectamente de acuerdo en que no es necesaria esa duplicación de masculino y femenino, etc. Cuando aludía al androcentrismo me refería a una cierta lógica que vertebra la hermeusis occidental: una visión masculina, agresiva, colonizadora, asimétrica, que se traduce especialmente en las operaciones del canon literario y artístico en general. Tantas mujeres con una obra insólita han caído en el olvido por culpa de esos filtros androcéntricos: Galina Ustvolskaya en música contemporánea; Unica Zurn o Marlen Haushoffer en literatura; Chantal Akerman o Paz Encina en cine, y esto sólo por citar unos poquísimos ejemplos de los muchos casos en que la mirada masculina construye la posteridad a partir de una endogamia (al parecer) irreductible que condena a muchas mujeres a una periferia convenientemente invisibilizada.

Por otra parte, comparto contigo la desesperanza, incluso un cierto desasosiego ante la educación por venir. Pero eso no es óbice para plantear espacios de resistencia y asediar las grandes verdades petrificadas por los transmisores del saber.

Sólo imagino esa posibilidad: hundir las manos en el barro, gritar si hace falta, no claudicar. Resistir a la imposición, a la cegera, al expolio que nos impide resonar como almas o seres infinitamente conjugados, recreados o traducidos; no inclinar la cerviz jamás.

Aprender la descreencia

Gracias a ti

y un fuerte abrazo

Stalker dijo...

Mercedes:

no quiero que te duela en absoluto Vuelve cuando quieras (sin dolor), los textos te estarán esperando...

un abrazo analgésico

Stalker dijo...

Belnu:

¡Bernhard siempre desatasca nuestras cañerías interiores! Gran regalo el tuyo...

Es cierto: importa la intensidad y la cualidad, no la cantidad... Espero que no te importe que ponga en cuarentena la palabra "calidad", ¿qué te parece darse un tiempo intenso, intensificar el tiempo, ahondar el tiempo, delimitarlo en la intensidad?

Es que cuando escucho la palabra "calidad" me dan ganas de embestirla como si fuera un molino de viento :)

No por cómo la utilizas tú, evidentemente, sino por cómo ha sido explotada en nuestra sociedad, hasta el punto de que su sentido más íntimo ha quedado borrado en virtud de ciertas lógicas e intereses,

abrazos

Darío dijo...

Realmente, como institución, la escuela está perimida.
Pero yo creo que, el más grave problema educativo está la casa.
Son muchos padres los que no pretenden de ninguna manera, desmontar la estructura escolar. La escuela les sirve como "depósito" de niños y como forma de evadir el compromiso.
Un abrazo.

Stalker dijo...

Isabel:

tus impresiones ahondan mucho, y son importantes y necesarias.

La creatividad y la diferencia. Fomentarlas en lugar de castigarlas. No hacer pasar al alumno por el filtro de conceptos unívocos, por autopistas de un solo sentido, no forzarle a atravesar el paso fronterizo demarcado.

¿Por qué no perderse en el bosque? ¿Dar pautas para orientarse ahí, en una selva de conocimientos? ¿Por qué no acompañar en lugar de utilizar a los alumnos como recipientes donde volcar el supuesto saber, las palabras de la tribu?
¿Por qué castigar a quien tiene otro ritmo, a quien vibra de forma "disonante" (respecto a la manada? ¿Por qué forzarlo a volver al grupo en lugar de alentar su diferencia creativa?

Lugares comunes, sin duda, pero tanto más necesarios ante los tiempos que se avecinan,

recibe un fuerte abrazo

Stalker dijo...

Bashevis:

impresionante el alegato del profesor suicida. Ya me dirás de dónde lo has sacado...

"… y no quiero reformas eternas, que perpetúen las normas, el marco… no salimos en la foto".

Ya sabes que en esto estamos de acuerdo, Bash. Es lo que nos define "políticamente", o mejor lo que nos excluye del ruedo político: cuestionar no los contenidos, sino el marco que los acoge. Un marco que en sí mismo consideramos erróneo, falseado, desquiciado: mientras no cambiemos el marco la renovación de los contenidos no será más que cambiar unas cadenas (unas servidumbres) por otras. Pero cambiar el marco es quizá imposible: sus límites son los de nuestra propia mente y los del lenguaje con el que decimos el mundo...

Pásate cuando quieras y mete caña, no tengas piedad,

salve

Stalker dijo...

Curiyú:

en realidad el problema no puede defirnirse por variables discretas sino continuas: es un continuum que, en efecto, parte de la familia, pasa por la escuela y llega hasta el mercado de trabajo (ya nos hemos saltado el cuartel, al menos).

La educación no puede disociarse de la familia. Ya los textos lo dicen: la familia como interior en crisis, como sistema fallido, periclitado. Habría que decir: como arma de destrucción masiva aplicada al desmantelamiento sistemático de la interioridad, de la diferencia. La gran máquina constructora de miedos, angustias, prejuicios, antagonismos, impotencias: he ahí la familia, unidad de produccion del capital y correa de transmisión de las taras más arraigadas de la especie.

Y seguimos bendiciéndola. El Papa la bendijo el otro día. Perpetuemos el marco de los grandes constructos burgueses, cada uno en su sitio, eso sí, con su televisor de plasma y su turismo cultural pagado...

El hombre es un extraño animal. El único animal patético y miserable.

Abrazos

Belnu dijo...

Claro, Stalker, me has hecho acordarme de aquel personaje de un cuento de Jean Rhys (Tiggers are better-looking, aren't they?) que está obsesionado con el mal uso de las palabras: “lo que hace falta –decidió- es un montón de palabras completamente nuevas, palabras que signifiquen algo. La única palabra que significa es muerte, pero sólo si es mi muerte…”
Si al menos en este caso le encuentras una sustitución aceptable... A veces imagino que les insuflo un espíritu nuevo, pero eso ocurre si acaso en la escritura, con su música secreta, imposible lograr lo mismo en un comentario al dorso!

òscar dijo...

querido hermano búfalo,

amigos,



sonrío.

dos palabras de uso:

profesor y maestro.

la primera queda invalidada de salida. no hablaré más al respecto. bueno, sí, profesor mi puta madre.

maestro.

hay un número infinitesimal de maestros. rara vez se da en el ámbito escolar. hemos de buscar afuera.

tiene que ver con la ancianidad por número de veces y no por años. obedece más bien a la conducta del que obra. debe ser impecable. no hay otro modo de alcanzar la figura de maestro.

para mí, maestro equivale a sabio. es fácil comprender, entonces, lo infrecuente que es topar con alguno en las clases.

(pausa)
he visto el primer vídeo. potentísimo.

(sigo)
las más de las veces no es maestro sino maestra. femenino. sea hombre o mujer.

de lo que no tengo duda es quién ha sido mi única maestra: la naturaleza.

es en natura donde acontecen los hechos impecables. beber ahí.

los animales –siempre los animales–, por decirlo de algún modo, son sus alumnos aventajados. ahí no hay fracaso escolar posible. dejo de lado la especie humana, que no considero con el don que debe tener la afección "alumno".

ser alumno es un estado superior. lo malo es que los alumnos no lo saben, no lo sabemos. yo, alumno.

escoger bien el profesorado y renovar el tiempo verbal. no es: fui alumno en la escuela, sino: soy alumno en la vida, en mi vida.

me planto por ahora. sigo atento.

agradecido,
besos,
òscar.

òscar dijo...

coño, me olvidaba:

antonio ezpeleta es un ejemplo de buen maestro. o de sabio, como queráis llamarlo.esa excepción de la que hablaba antes.

me importa un pito ser amigo suyo, no lo digo por eso.

he hablado con bastantes alumnos suyos.

besos,
ò.

Lola Torres Bañuls dijo...

De momento no había dicho nada. La entrada es larga y necesita ser leída con atención.

Pienso que la escuela es un instrumento más de nuestra sociedad, igual que la familia. Estamos encasillados y se pretende que no nos salgamos demasiado del siesto. Moldeados y salvados por la Iglesia Madre. JAJAJAJA.

Mi hijo a disfrutado de dos años de su segundo siclo de primaria con un Maestro (y pongo Mayúscula porque se lo ha ganado) Un buen profesor, tranquilo y cariñoso sin demostrarlo. Pendiente de las relaciones entre sus alumnos. Y muy pendiente de mi hijo que empezó a sufrir acoso escolar. (Con 8 años creo que el acosador y sus complices no son concientes de ello).
Aprecio mucho a este Maestro porque me ha ayudado con mi hijo y siempre le estaré agradecida.

Creo que los profesores no lo tienen fácil. El sistema educativo está podrido pero no son ellos los culpabes.
Como dice Eastriver hay profesores mediocres, pero también están muy quemados. Tampoco están valorados como deberían.

A mi no me gusta en absoluto como está planteado el sistema educativo. Pero eso es solo reflejo de una estructura social igual de podrida. El muro no es tan simple de demoler.

Stalker esta entrada es para leerla con detenimiento cosa que hare en cuánto pueda.

Eres una hormiga.

Leonardo dijo...
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Leonardo dijo...

1
Dices que son los marcos los que se deben romper y eso es verdad. Pero también tienes razón al decir que será trabajo imposible. La educación siempre ha sido la garante del orden (prolongación de la familia), el sistema se reproduce y siembra la semilla en el seno familiar para luego rociarla en la escuela y más tarde en la universidad. Reproducirse, como todo sistema, perennizarse. Y¡ mirad si lo ha logrado!
Moldear, pues, de eso se trata. Corromper la creatividad, la naturaleza de cada quien, meterlo en el molde o forzarlo o excluírlo y señalarlo cuando resulta demasiado difícil y engorroso. Es verdad, eso es lo que hemos hecho con la educación.
Lo peor, y alguien lo señala por aquí, es que somos los profesores los encargados de ello. Y los profesores son gente por lo general que no quieren entrar en un sistema de competencia, que tienen cierta generosidad, que creen en la transmisión de conocimientos, que piensan que la educación no debe ser mercantilizada (y eso es lo que se viene encima en Europa), etc. Y es gente así la encargada de deformar el cerebro de los jóvenes durante el tiempo que no están en sus casas con sus padres o mirando la televisión. Pobres, de verdad, pues ni siquiera son conscientes de ello. Trabajan dentro del marco, y aunque intenten rebelarse, aunque intenten, según su creencia, desarrollar las capacidades críticas de sus alumnos, no hacen más que defender el sistema y perpetuarlo. Es terrible.

leonardo dijo...

2
Es verdad que también es un buen terreno para ejercer diferentes neurosis y desvíos mentales como el sadismo y la crueldad, porque es muy fácil ser cruel, incluso cuando no queremos serlo. Uno de los profesores que más me marcó, era un profe de matemáticas que me apodó "vagancia", porque yo nunca nunca hacía los deberes. Era uno de esos profes entre severos e irónicos, con cierto humor, que nunca se perdía entre los números y letras cabalísiticas con que llenaba la pizarra. Pero un día se equivocó varias veces hasta que detuvo la clase y nos contó, con lágrimas en los ojos, que era el primer aniversario de la muerte de su pequeño hijo. A mi profesor de artes y a mi profesor de religión les debo el haber roto los preceptos familiares, pero eran profesores igualmente reproductores de otros marcos más grandes.
No quiero alargarme con historias que quizás no vienen a cuento, pero mucho depende de los individuos y para juzgar esas riquezas no sé si haya exámenes competentes. Poner en marcha un sistema (ya la palabra es peligrosa en sí) diferente y generalizado es un sueño mientras la sociedad sea la misma, mientras los constructos sean los mismos. La educación debería garantizar una deconstrucción permanente y creativa de la sociedad: estamos muy lejos de ello. Y seguiremos en manos de muchos profesores y alguno que otro 'maestro' encontrado dentro o fuera de la institución.
Y vayan dos abrazos que el de ayer se me quedó en el teclado.

Ahab dijo...

Estupenda entrada. Algunos textos son exquisitos (sobre todo el de Chantal).

Poco puedo agregar que no se haya dicho ya. Suscribo firmemente todas las propuestas que haces al final de la entrada, algunas urgentísimas como al asignatura de ecología. Las actitudes en el profesor, la eliminación de ese dogmatismo inconsciente, bien amarrado...

Sólo con acercar esas propuestas al sistema educativo me daría satisfecho para los años que me quedan por vivir, de cara a sentir al menos un ápice de esperanza por las futuras generaciones de ciegos.

abrazos

Marina Culubret Alsina dijo...

muy buen tema.
hasta hoy iba visitándote y aun iba degustando la entrada del 27 de octubre. me gusta ir despacio.
continuaré las lecturas, junto con ésta que me interesa mucho.

un día de estos, me tropecé con unas entradas antiguas, Metamorfosis y la otra Belleza, creo que se titulaban. Una selección de imágenes magníficas...!

Pues,
saludos de sol radiante en otoño...
y ahí estamos :-)

Marina Culubret Alsina dijo...

Leo hasta el primer "muro".
Me gusta no ver un muro, sino pensar que la fuerza gravitatoria hace un giro y me veo caminando por un laberinto, convencida de que hay una salida.

admiración ya desde Lao Tsé, y companyia con tan pocas palabras y tanto que dicen.

Sin embargo, la frase de Nietzsche me recuerda los momentos en que escucho a alumnos o jóvenes preguntando, "¿y eso que estoy aprendiendo, o esta carrera, para qué sirve?". Es ahí cuando siento retumbar lo que dice Nietzsch, hemos conseguido que ellos mismos se crean máquinas. Tiene que tener una utilidad.

Lo confieso. Entonces, por unos momentos me siento como si el enemigo me hubiera tumbado al suelo de un hachazo.

Pero tengo esperanzas.

(de muro en muro iré comentando.. :-)

saludos de tarde

Luis González dijo...

(I) Inmenso el repertorio de flechas y piedras arrojadas contra la escuela y el profesor. Abunda el destripamiento de la criatura. ¿Nadie se atreve a defender la cosa? Muera, pues, el buey. Merdre!!

Con la cercanía que me da la profesión creo que nada puedo decir con sentido. La antología de textos me parece razonable, los autores agudos y las ideas luces de intuición en la noche oscura del alma. Sin embargo, no me encuentro con fuerzas para engrosar las fuerzas de la revolución. No sé; me apiado y no puedo demoler las escuelas ni transmutar el sistema o empalar a la casta profesoral al modo Vlad III. En términos generales estoy hasta el moño de reformas y reformas y reformas. Creo que el orden político debería quedarse quieto y crear instrumentos para que si hay profesores evidentemente negados para su trabajo abandonen el puesto o se enmienden. Creo que el sistema educativo actual proporciona una caricatura del conocimiento pero, de algún modo, ese el destino de toda institución del saber y del pensamiento. Cegar ratones es parte del oficio y sólo se puede enseñar reduciendo el ángulo y mostrando figuritas reconocibles. El falseamiento es destino y, si me apuras, exigencia – por eso debe hacerse con mimo y cuidado. Es también exigencia que existan en otros espacios (la sociedad, la camaradería callejera, el círculo de los selectos...) posibilidades de encontrar la luz y la mirada compleja. Vomitar como poeta adolescente en la escuela está bien - Rimbaud ya lo hacía de narices. Que la escuela asuma este otro destino (ser diana de esputo), va de suyo.

Luis González dijo...

(II)Creo que, cada uno a su nivel, la escuela, el instituto y la universidad deben subrayar la mente de los jóvenes con cada vez más complejas (y ridículas) simplificaciones caricaturescas del mundo del saber y del espíritu. El espíritu debe sentirse, en un momento dado, tan incómodo en el corsé que debe estallar. En este sentido la institución educativa debe formalizar y dejar hueco (sobre todo la Universidad)para la operación de cataratas, la imposición de manos que recupera la visión, la quiebra y la demolición, la quema de sostenes, el paso del caricatura a la abstracción. La escuela debe dejar gateras para que todo su trabajo estalle. Pero las cosas dan de sí lo que dan y no puede esperarse que un aula sea un banquete socrático o un ágape apostólico el día de Pentecostés. Las cosas sirven para lo que sirven y existe un mundo más allá de la escuela (el mundo creativo- cultural) que no puede saciar su impotencia echando toda la bilis en "el sistema educativo". Si el espíritu no crece los mandarines de la cultura (oficial, heterodoxa o underground) tendrán que decir si es adecuado demoler también su tenderete.

Por lo demás, amigo, mi aplauso por la selección de textos que paso, sin más, a copiar. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Stalker, tu entrada es espléndida y sumamente imperdible. Además, de la reflexión sobre este "sistema educativo"que me ha llevado a tomar soluciones drásticas, aunque ahora muy liberadoras, llevo pensando dos días en tus propuestas.
Los textos escogidos son precisos, exactos, sobre todo, siempre Foucault. Pero tengo que seguir reflexionando. Y la unión de la canción de R.Waters lo más. ¡Tanta actualidad tiene esa obra conceptual!
Seguiré pensando y te escribiré.

Eres un abrementes.

Abrazos

tula dijo...

Para enseñar a una persona algo pienso que lo primero es, que esté interesado, después que preste toda su atención en un aquí y ahora,
y por parte del maestro ilusión y deseos de enseñar, también un aquí y ahora.
Veo también que en la relación de maestro alumno no solo debe haber paso de información, sino descubrimiento y lo que es mas importante, el maestro, salvo que solo pase información, debe haber trabajado consigo mismo arduamente, para que en su impecabilidad sea capaz de hacer ver a su alumno o dirigirlo a que descubra por si mismo.
El maestro es un amplificador o visualizador, solo eso.
Un maestro que no sabe nada de la vida en cuanto a trabajo personal interior poco puede hacer con el alumno, el paso de información o trasmisión de datos.... eso lo hace una máquina.
un abrazo en Luna creciente.

tula dijo...

La educación mostrada por seres enfermos más o menos espiritualmente en una sociedad igualmente enferma es ...inútil.
Debe cambiar el individuo y para ello el maestro solo es el vínculo con el espíritu.
Realmente en este momento y en esta sociedad es imposible pues aunque el muro es imaginario lo hacemos real al buscarlo fuera,... pero está dentro de uno.

Stalker dijo...

Disculpad el retraso en las respuestas. Me pondré al día en cuanto pueda...

la entrada seguirá abierta hasta fin de mes, para dar tiempo a entrar en los detalles de los textos, si a alguien le apetece hacerlo,

abrazos

Arturo Borra dijo...

Demoler, es la única forma de reconstruir. Aprendemos de todo y sabemos tan poco del corazón... De mostrar nuestras heridas, de pedir amparo, de abrazar, de una educación sentimental que se sacuda los mandatos de la distancia… Es una entrada enorme, Stalker. Pero en cualquier caso, empezando por Foucault, muestra que lejos de una presunta exterioridad al poder, cada institución, cada sujeto, participa en una red de relaciones de poder desde la que vamos construyendo nuestro mundo social. La “educación” –en verdad, el sistema de enseñanza formal- produce sujetos normalizados, orientados a la especialización profesionalista, en la que la dimensión crítica es sistemáticamente cercenada, bajo pretexto de “indisciplina”. Además del carácter clasista del sistema de enseñanza, habría que señalar su subordinación a imperativos sistémicos, más todavía en el sistema universitario, que de forma alarmante toma las demandas de mercado como demandas de conocimiento, perdiendo la autonomía relativa que debe mantener para poder producir pensamiento crítico.

Esa educación formal, pues, produce ceguera de experto, recorta y administra responsabilidades, instaura una separación entre técnica y política, crea en definitiva sujetos útiles y dóciles (como decía Foucault en otra parte), máquinas productivas, sujetas al tedio, al deber profesional, a la renuncia a uno mismo. La “escuela” enseña sus lecciones de obediencia al capitalismo; también es una auténtica fábrica de valores xenófobos, racistas, sexistas y clasistas, encubiertos en el discurso de la seguridad, micro-fascista en tanto atraviesa el cuerpo, pero macrofascista en tanto abarca transversalmente al orden social dominante. Aún así, estas sociedades de control también tienen sus fisuras y sus resistencias. Por eso, a pesar del dogmatismo, de las escuelas del pensamiento único, de la voluntad de destrucción de la crítica, también aparecen en los márgenes otras iniciativas educativas, en distintos niveles. Pienso en las iniciativas de Paulo Freyre y su educación para la libertad (su célebre “pedagogía dialógica” destinada a los oprimidos) y también en intervenciones más contemporáneas ligadas a la “pedagogía crítica”, que cuestionan sistemáticamente la descontextualización de los sujetos pedagógicos con respecto a sus condiciones de clase.

sigo...

Arturo Borra dijo...

Nada de esto es simple, pero la educación en su sentido radical, como formación del sujeto, es ineludible. El punto es qué tipo de educación hegemoniza; la respuesta es desalentadora –en tanto tiende a reproducir estas sociedades-, pero también hay túneles que cuestionan ese imperio. Tenemos que aprender la autonomía, a pesar de la obstinación que las instituciones educativas muestran en vistas a no romper con una ética productivista que destruye nuestros vínculos, en la locura del sin-tiempo en el que vivimos, en la degradación de un pensamiento heterodoxo que cuestione las bases de esta sociedad. A pesar de todo eso, conozco intervenciones pedagógicas críticas. Me consta que no todo es anestesiamiento, repetición dogmática, ensayo para la ceguera. En esos resquicios, creo haber participado como algunos otros y por unos cuantos años en una facultad pública de provincia. El panorama en la academia española me resulta comparativamente más desalentador. Aun así, también está quien dice: “educar debería ser más un abrir brechas en las murallas que mantienen el orden establecido que enseñar a poner ladrillos para fortalecerlas” (Chantal Maillard). Están los que no aceptan la domesticación de la mirada, la mutilación de los pies, están las “cabezas buscadoras” de Deleuze, el suplemento deconstructivo de Derrida, ese “último lugar de resistencia crítica -y más que crítica- frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos” que buscamos más que encontramos, ante tanta capitulación económica, política, ideológica…, el “maestro ignorante” de Rancière..., la rebelión de Pink Floyd… tus lineamientos para una enseñanza libertaria…
“Quien enseña sin emancipar embrutece”, eso mismo supone más que destreza verbal. Implica y exige una práctica amorosa, algo que la asepsia docente actual niega. Me llevo aprendizajes varios. Y tomo nota de unos cuantos autores que nombrás, especialmente ese “maestro ignorante”, que quiere producir un vínculo sin relación de autoridad magistral, sin explicación como “axioma de la desigualdad”…
Gracias y un fuerte abrazo,
Arturo

rosso dijo...

Fantástico trabajo Stalker, sobre algo tan esencial e imprescindible para un cambio en el "estado de las cosas". No se trata de retocar sino "demoler" porque demoledor es el panorama y dura la resistencia por parte del Palazzo(como decía Passolini). El Sistema busca dentro de su lógica productiva y represiva lo necesario para alimentar su maquinaria y adaptar
coyunturalmente su visión educativa(más bien formativa, de-formatear)a preparar individuos disciplinados con capacidades tecnicas (concretas)y a ser posible sin bagaje humanístico. Sobre todo acríticos (como la enseñanza que recibieron;titulona).
Conceptos de imagen social, triunfo,riqueza, seguridad, miedo,
familia,.. etc terminan ya el producto social util al mercado, y ya tenemos al personaje (pegado a un movil) ultimo estadio del
mono-enfermo dispuesto para la de-producción-depredación. (y disciplinado) No es casual que la palabra "disciplina", de concreto significado en ambitos represivos
como el ejercito,la carcel centros de menores,..etc.. psiquiatricos..
se use tambien como acepción equivalente a asignatura,conjunto de conocimientos de cursos, etc... en temas de enseñanza.
Sin extenderme más por hoy,el tema
da para otras visitas y lecturas, quiero agradecerte Stalker la espléndida aportación de textos que haces en la entrada (Deleuze, Nietzsche, etc..)y tus propuestas
practicables para dar aire a posibles cambios; entre las que elijo y comparto totalmente un universalismo de las enseñanzas (de otras culturas, literaturas, etc)sumar y no excluir. y tambien educar en una cultura en la cual la ecología nos haga tomar conciencia de otra manera de VIVIR.
Un abrazo.

Lola Torres Bañuls dijo...

Estoy leyendo toda la entrada pero por partes. Estoy por los 5 ratones ciegos.

Hasta luego.

Un abrazo.

Eastriver dijo...

Me he acordado de ti viendo el Tn de este mediodía... En Sant Pau, en uno de los pabellones... ¿sabes? El pensamiento es bueno, pero el pensamiento institucionalizado, publicado, impartido, es muchas veces una triste excusa ìmperdonable. Mucho pensamiento suelto, muchos cráneos privilegiados y poca sustancia... No siempre naturalmente, no generalizo. Hablo solamente de esos bucles inacabables e infernales.

Marina Culubret Alsina dijo...

Cada vez me gusta más Chantal Maillard.
Aún siento resonar "¿quién ciega ratones?".
Leí esta pregunta y me respondí "cualquiera puede cegar ratones", porque todos somos personas y por lo tanto todos podemos ser "maestros", o mejor dicho, ser modelos o ser alguien en quien otro alguien se fije para afectar su interior, su modo de ser.
Por esto me ha gustado tanto que les dijese a los alumnos " No me creéis a pies juntillas" (o algo así).
Ahí está el error. Enfocar a fuera en vez de adentro, seria potenciar el conocimiento de uno mismo, la integridad con todas partes del ser, no solamente la racional, necesariamente también la emocional y si cabe, la espiritual, etc.

Seguiré leyendo...

saludines...

Stalker dijo...

Belnu:

tienes razón, es difícil encontrar palabras nuevas. Pero ya sabes: el tiempo de calidad, la vida de calidad, etc, parecen haber sido incorporadas al léxico de ciertas instituciones que pretenden tutelar la vida privada. De ahí el principio de sospecha.

"Restons en colère, soyons vigilantes" (Barbara)

¡un abrazo!

Stalker dijo...

Hermano búfalo:

la naturaleza, maestra siempre, ahora, mañana. Animalizarnos para se alumnos suyos...

Tu comentario me entona, me hace entrar en el tono de lo que de verdad importa, al margen de toda disquisción apresuradamente intelectual.

Me llevas donde crece el trigo y los árboles dan sombra.

Ezpeleta nació, como tú, con el sabio partido. Le partieron el sabio y a partir de ahí sólo le quedó enseñar desde la ignorancia...

abrazo de un animal a otro

Stalker dijo...

Lola:

es así, el sistema educativo está emparedado en otros muros. No se puede demolero como si fuera una instancia autónoma. Habría que cambiar toda nuestra forma de vida (y eso no ocurrirá porque no renunciaremos a nuestros privilegios y ese cambio de vida implicaría el abandono total del sistema de consumo, entre otras cosas).

Es un tema tan complejo que parece pretencioso abordarlo en una entrada o en un comentario.

Me alegra mucho que tu hijo haya encontrado ese maestro que muchos buscamos en la infancia, sin encontrarlo. Yo también sufrí acoso escolar, un acoso brutal, terrible (y peligroso, porque aquellos chavales llevaban navaja, puños americanos, etc.). Nadie me hizo caso y tuve que aprender a defenderme yo solo.

Por eso me alegro por tu hijo.

Soy una hormiga. Voy avanzando, lento, trepando por el tronco...

besos

myra dijo...

estoy aqui a través de nuestro amigo comun Rosso, y estoy realmente maravillada por tu blog, todo que escribes, piensas, las fotos, todo, és magnifico, y todo és verdad...
no soy muy buena para escribir y comentar pero te admiro!!!
abraços

Remi dijo...

A lo mejor voy a parecer un poco violento pero creo que gran parte de la base teórica de estos escritos ahora tiene una vigencia muy relativa. De hecho, creo que este tipo de visión sobre la escuela y la educación tendría una resonancia pertinente en los años 1960 pero estamos en 2010.
Gran parte de lo que se explica sobre la necesidad de invalidar la relación vertical entre profesor y alumnos, de generar la propia autonomía del sujeto, su capacidad de creatividad, el despojamiento del nacionalismo etc etc son luchas ya logradas en gran parte. Y el resultado, cuál es? UNA CATÁSTROFE.
Primero creo que la adolescencia es el momento propicio para este desequilibrio entre la cuestión del conformismo y de la subversión. Pero si ya no se edicta un modelo, unas bases, unas reglas, si ya no se hereda nada para no llegar a frustrar la creatividad de los niños, ellos ya no saben dónde están los límites. Por consiguiente, resulta que tampoco pueden subvertirlos. Para DESCONSTRUIR, es necesario heredar un esquema construido. Estoy de acuerdo, el desorden es completamente necesario para la salud de una sociedad, pero, sin llegar a hacer una apología del orden, éste lo es igualmente, porque no se puede vivir en un caos permanente. En el caos, los hombres rara vez pueden construir una dinámica colectiva. Pero cuidado que yo no estoy justificando un orden basado en la desigualdad social, más bien me refiero a un orden en cuanto a los límites entre distintos papeles ejercidos en la sociedad. Por eso pienso que no se puede poner al mismo nivel profesor y alumno : de la misma manera el sabio y el discípulo no ocupan un posición horizontal : y menos mal digo yo, porque si no, se desacreditaría la sabiduría del sabio y el alumno perdería de vista la necesidad de elevarse al nivel del sabio. No se puede negar como dijo Stalker que "estamos siendo", y en este proceso de construcción, necesitamos modelos para trascendernos. Por supuesto, estos modelos tienen que ser los mensajeros ilustrados de la sabiduría y no los vectores de la enajenación social. Pero yo creo que los profesores de nuestra generación NO TIENEN NADA que ver con los de la generación de los años 60 y tal. Personalmente soy profesor aunque todavía sigo estudiando en doctorado, y creo que puedo medir el abismo entre mis colegas y los profesores que he tenido de niño. En su gran mayoría, no son portavoces del discurso político conservador. Al contrario, muchos son los que incitan a sus alumnos a una forma de distancia crítica y de desobediencia civil : eso lo hemos visto con muchas huelgas y manifestaciones conjuntas entre alumnos y profes en Francia. Muy a menudo, los profes se oponen contra la expulsión de alumnos extranjeros, se reúnen para criticar la política represiva contra los inmigrantes. Además, la escuela francesa está completamente vaciada de la ideología nacionalista y patriótica (aunque resulte difícil a los españoles creerlo), y por la ley de 1905 sobre el laicismo, no puede haber ninguna enseñanza religiosa.

Remi dijo...

Además, la escuela francesa está completamente vaciada de la ideología nacionalista y patriótica (aunque resulte difícil a los españoles creerlo), y por la ley de 1905 sobre el laicismo, no puede haber ninguna enseñanza religiosa. Las órdenes de los inspectores de la Educación Nacional con respecto a la enseñanza de la lengua española son : no enseñar la gramática, no hacerle preguntas, dejarle comprender la lógica de la lengua, dejarle formular sus propias preguntas... todo tiende a aniquilar la relación vertical y académica.
Así que, para mí, el combate que sugiere este corpus bastante homogéneo en su visión de la educación, no plantea los verdaderos problemas actuales. LA GRAN MAYORÍA DE LOS PROFES RECLAMAN UNA REAFIRMACIÓN DE LA AUTORIDAD. Es al revés. Porque muchos alumnos ya no respetan nada, porque están super maleducados, porque por mucho que se intente romper la verticalidad entre profesor y alumnos, el resultado es una reversibilidad de la verticalidad, y no la horizontalidad utópica en un contexto social tan difícil. Los alumnos acaban por tomar el poder contra sus profesores, y no tiene nada que ver con una reivindiación sabia de su parte, sólo es una reticencia contra cualquier forma de autoridad. Ahora bien, creo con Nietzsche, que la autoridad puede ser una forma de elevación del sujeto y no necesariamente una opresión. Me refiero a una autoridad inteligente y razonable que permite al alumno tener su propia autonomía. Cómo se podría llegar a una autonomía si los alumnos ya no están confrontados a sus propias responsabilidades. Yo creo que estamos en un periodo de crisis en el cual se tiende mucho a desresponsabilizar al individuo, pero eso es el primer paso hacia su muerte simbólica. Freud recuerda que los niños acaban por proyectar interiormente en el superego los límites enseñados por los padres. Si ya no se enseñan, ya no se interiorizan y el individuo sólo obedece sus impulsos. Pero ésta no es sino una libertad ficticia! Y no quiero que la gente me vea como un puto facha de mierda, porque no corresponde en absoluto con mi forma de pensar, pero creo que resumo más o menos la indignación de muchos profesores. Muy a menudo, el problema fundamental del profesor ya no es enseñar con más sutileza aún, sino llegar a ser respetado y tener una tranquilidad suficiente como para poder transmitir saberes o propiciar una dinámica de trabajo.

Remi dijo...

Para terminar, otro GRAN GRAN problema actual es el de la ultraconsumición : están completamente sometidos a la ley del mercado : el nuevo Dios de los alumnos es el móvil super nuevo, el i-phone, el mp3 con más opciones posibles, la ropa muy cara, las marcas etc etc Están completamente contaminados por una retórica materialista permanentemente vehiculada por los medios de comunicación. Están totalmente enajenados y piensan que todos van a ser cantantes, actores, tienen proyectos profesionales completamente estrafalarios porque han visto "operación triunfo" y otra porquería... Ven reportajes sobre unos privilegiados de clase alta, o artistas de pacotilla que ganan un pastón sin hacer nada, y están muy fascinados por esta opulencia fácil... De hecho pierden el sentido del deber, de la responsabilidad... se crea una ruptura con los valores del mérito, los valores colectivos de solidaridad, de civismo (no necesariamente desvirtuado), o sea los valores de la escuela básicamente... Para mí, finalmente, el deber del profesor es proteger al alumno contra estos valores mercantiles y materialistas que hacen del dinero la nueva divinidad para enseñarles otra forma de riqueza. Lo siento por haber parecido un poco virulento, pero es que este cojunto de textos que he leido atentamente, no corresponde del todo con la realidad empírica que he podido observar. Lo que sí es muy actual es el apartado sobre la ecología y el problema de la independencia de las universidades.
En fin, Saludos a todos, y espero que esté abierto el debate porque en efecto, es un tema polémico y no existe LA solución. Al menos espero que mi comentario haya señalado quizá otros ejes de análisis de nuestro sistema de educación actual (luego habría que comparar el francés y español...). Lo siento por mi prosa poco organizada, si sigue el debate, a lo mejor me dará tiempo para reordenar mi pensamiento.
(Espero que se haya publicado mi comentario entero).

Ahab dijo...

Precisamente ayer, alguien me decía prácticamente lo mismo que has escrito en el ccomentario Remi. Y parece que es así en gran parte; la gran culpa podría ser de los padres, de la nefasta educación familiar, de los medios de comunicación, pero sobre todo de los padres.

Parece que primero habría que buscar la posibilidad de que el maestro pueda enseñar a los alumnos, y después podríamos hablar de reformas o cambios. Parece ser que hoy en día, un profesor se pasa más de la mitad de la clase callando a los alumnos y los niños llegan a secundaria sin saber escribir, ni leer, ni nada.

Así, hay y habrá ingenieros que no saben escribir. (escribir propiamente, y leer propiamente). Maestros que no saben enseñar ni tienen vocación. Policías que no han aprendido ni a respetar etc...

El sistema educativo necesita cambios sí; pero sin la contribución de los padres a la educación de su hijo y sin cierta "autoridad" mínima es muy difícil hacer nada.

saludos

Lola Torres Bañuls dijo...

Si Ahab los padres tienen la culpa de la educación porque la educación se da en casa. Estoy de acuerdo contigo.

Yo que tengo un hijo de 10 años me he dado cuenta o eso me parece a mi, que se dan muchos conceptos, la materia es tan extensa que es inabarcable. Los temarios de asignaturas son tan amplios que es imposible sentar las bases fundamentales. Vamos que los temarios se van por las ramas. Al profesor le es imposible profundizar en nada prácticamente. Por eso también llegan los niños sin saber escribir.
A mi me gustaría que las clases se centrarán más en las relaciones, en conocer la naturaleza etc...
Los niños están super estresados con tanta materia y luego no saben ni escribir una frase en condiciones.

Pero eso no lo puedo decir, porque las madres de los compañeros de mi hijo solo les interesa que saquen buenas notas (10 y si no les castigan, vaya imbecilidad más grande), que sean unos lorros de repetición sin ningún espiritu crítico.
Incluso le llamaron la atención al profesor porque iban demasiado al laboratorio.

Stalker pudimos atajar el acoso a mi hijo porque hize mucho ruido. Y te puedo asegurar que con esas cosas tengo una mala leche que me hace crecerme.

Bueno ave zancuda os escucha con atención. Besos a todos.

rubén m. dijo...

Es todo muy complicado... La escuela ha cambiado mucho desde los tiempos en que Roger Waters iba a clase, y no digamos los de Bernhard, aunque hay cosas que no cambian y haces bien en bombardear con esta serie de reflexiones y desconstrucciones. A mí como profesor me asalta la sensación de que mi poder sobre el ambiente en que vive el alumnado es ínfimo. Pese a ser más joven que la mayoría de mis compañeros, para ellos siempre seré de otro mundo y para muchos una figura que hay que rebatir por decreto social no escrito: el sistema que se crea en los institutos es terriblemente darwinista, son adolescentes que buscan desesperadamente sobrevivir como seres sociales. Empatizo con facilidad con ellos y trato de demostrar la curiosidad que siento hacia su forma de vida, pero también sé de mi impotencia para trasmitirles unos valores diferentes a los que están continuamente expuestos por sus familias, la tele, la comunidad en suma. Tampoco puedo evitar pensar como Ahab que si el sistema actual no es capaz de garantizar que se pueda dar una clase sin que el profesor se pase la mitad del tiempo pidiendo silencio o ejerciendo de autoridad falsa dificilmente podemos plantearnos cambios tan profundos. El mayor daño para mí quizá sea la servilización del sistema educativo en una pieza electoralista más: del autoritarismo se ha pasado a la demagogia de ser "clientes" de unos padres de quienes se busca el voto, al servicio del reino de Taifas autonómico correspondiente.

un abrazo

Stalker dijo...

Querido Leonardo:

es, en efecto, una cuesión espinosa y de difícil solución.

Es cierto que cambiar un sistema por otro no deja de ser una operación puramente nominal: cambiamos el marco, lo "mejoramos", lo hacemos más flexible o poroso. Yo apuntaba a algo mucho más sencillo y radical: destruir el marco, invalidad toda posibilidad de marco. Es decir, una pedagogía libertaria, asistemática, aniquiladora de toda jerarquía y toda distancia, y que cuestione incluso al "saber", esa palabra blindada por la pedagogía y aun la filosofía clásica. Creo que hay que interrogar profundamente qué es el saber, quién ha construido esa palabra y desde qué intereses.

Tal vez, a fin de cuentas, no se trata de saber, sino de "estar", acompañar, acompasar el gesto, cultivar la vibración cordial, el uní-sono que será la condición de posiblidad, no de la "solidaridad" (otra palabra fetiche cuya filiación conviene inquietar con preguntas interminables) sino de la compasión.

Preguntas sin fin para un itinerario interminable y que sin embargo, nos subyuga por el reto...

Por otra parte, yo te siento como un maestro excelente,

un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Ahab:

celebro tu presencia y tu escucha. Creo que sí, que los textos son terriblemente buenos, incluso exquisitos, y que nos despiertan el pensamiento en múltiples direcciones.

El texto de Chantal Maillard me parece, lo he de decir ya, una pequeña obra maestra, incluida en un libro muy interesante.

Las futuras generaciones de ciegos... quizá el hombre está condenado a esa ceguera: por muchos avances que haya en la cuestión de la reproductibilidlad, la abolición de fronteras físicas, etc., hay ciertas realidades que no se podrán quizá desentrañar, que permanecen irreductibles. No parece posible que lleguemos a saber alguna vez qué es el universo (si es que "es" algo, y si es que ese concepto de "ser", o su funcionamiento, guardan relación con lo que la mente humana, estructurada para comprender fenómenos puramente locales [y aun así ciega a muchos de ellos], es capaz de acercar, introyectar, comprender).

Preguntas eternamente reformuladas y jamás resueltas.

Pero perseveramos, indagamos, exploramos la mínima fisura...

abrazos

Stalker dijo...

Marina:

cómo me gusta tu lentitud y que vayas comentando de muro en muro. Te lo agradezco de veras.

La utilidad. Para qué sirven las cosas. Estamos todavía tristemente en eso, y parece difícil escapar a las imposiciones de la productividad del saber entendido como mercancía que se consume, se compra, se vende...

Indaguemos en la brecha, pensemos...

un abrazo

Stalker dijo...

LUG:

esperaba tu jugoso comentario, porque sé que tu mirada es atenta y tiene el eje desplazado. Y hay mucha miga en tus palabras.

"Cegar ratones es parte del oficio y sólo se puede enseñar reduciendo el ángulo y mostrando figuritas reconocibles".

Quizá lo que deberíamos plantearnos es la cuestión de la enseñanza. ¿Enseñar qué? ¿Por qué enseñar? Claro que si no se enseña nada, ni no hay distancia entre el profesor y el alumno, quizá la escuela deja de tener sentido. ¿Y qué ocurriría si así fuera? Quizá llegó el momento de pensar en otras fórmulas, desligadas de la institución que filtra y dicta los conocimientos. Quizá la formación podría impartirse de forma asistemática, constantemente reinventada y sin la supervisión del Estado. Quizá la escuela y el ciudadano son constructos retóricos de la posilustración, ya vaciados de contenido, y que habría que redefinir escrupulosamente, desplazándolos a otros contextos, desestructurando la continuidad que va de uno a otro y creando nuevas relaciones entre el individuo y el "cuerpo social". Tarea ingente, imposible acaso, pero no por eso menos atractiva.

"Las cosas sirven para lo que sirven y existe un mundo más allá de la escuela (el mundo creativo- cultural) que no puede saciar su impotencia echando toda la bilis en "el sistema educativo". Si el espíritu no crece los mandarines de la cultura (oficial, heterodoxa o underground) tendrán que decir si es adecuado demoler también su tenderete".

Querido LUG: imposible estar más de acuerdo contigo. Por eso te remito a dos de los libros de los que han sido extraídos estos textos: "Nunca fue tan hermosa la basura", de Pardo, y "Contra el arte", de Maillard. Allí encontrarás intentos de demolición de la cultura, del blindado mundo del arte, y en todo caso una tentativa de asedio a las verdades heredadas o construidas que cimentan (precariamente) una Weltanschauung. No creerías que iban a "volcar la bilis" en el sistema educativo y dejar sin erosionar todo lo demás. Ese "demás" no podía escapar a la labor de zapa de tan lúcidas polillas...

Abrazo fuerte

Stalker dijo...

Ataúlfa:

me encanta abrirte la mente un poquito (y eso que tu mente espléndida está totalmente abierta a todo y parece haberlo pensado ya todo...).

Me pregunto qué soluciones drásticas son esas que llegaste adoptar, y me alegra que esa decisión te liberara...

abrazos y abrazos

Stalker dijo...

Tula:

el maestro como amplificador o visualizador. Me parece muy bello cómo lo describes.

"Debe cambiar el individuo y para ello el maestro solo es el vínculo con el espíritu.
Realmente en este momento y en esta sociedad es imposible pues aunque el muro es imaginario lo hacemos real al buscarlo fuera,... pero está dentro de uno".

He aquí el problema: los muros interiores con que nos negamos al otro, a los objetos y los seres, los muros que obstruyen la entrega al acontecer y nos invitan a blindar nuestras posesiones (físicas, mentales, afectivas, "espirituales").

Los proyectábamos fuera pero estaban dentro. Claro.

Tanto por hacer aún...

un abrazo

Stalker dijo...

Querido Arturo:

tu comentario me parece nutritivo y brillante, como siempre. Sintetizas tantas cosas en tan poco espacio que no sé si seré capaz de abarcar tu letra. Me detendré más bien en algunos aspectos parciales que me han interesado especialmente...

Te cito:

"Además del carácter clasista del sistema de enseñanza, habría que señalar su subordinación a imperativos sistémicos, más todavía en el sistema universitario, que de forma alarmante toma las demandas de mercado como demandas de conocimiento, perdiendo la autonomía relativa que debe mantener para poder producir pensamiento crítico".

Esto está en perfecta sintonía con algunos de los textos más potentes que he reunido en esta entrada y que abordan la cuestión de la enseñanza en la universidad. Lo que está ocurriendo con la mercantilización del conocimiento universitario y la conversión del alumno en cliente es, ni más ni menos, que la destrucción sistemática del proyecto ilustrado, que (con todas las reservas y cautelas que nos merece y que no podemos abordar aquí) tenía una clara vocación emancipadora: estaba la idea de formar mentes libres, relativamente autónomas y capaces de emitir juicios críticos (aunque esto no fuera siempre así, o lo fuera de manera parcial, u otras consideraciones vinieran a desbaratar esta petición de principio). Ahora se pone en jaque la autonomía de la universidad, vendida a exigencias mercantiles supranacionales, y la autonomía del sujeto cognoscente, que ya sólo conocerá la "libertad del mercado", es decir, a qué empresa vender su capital de conocimiento y en qué sentido rentabilizar lo que sabe. Por lo tanto, el conocimiento "inútil" (las humanidades en su sentido más amplio) queda descartado por el imperativo de rutinas productivas y la navaja de Occam de la lógica del beneficio. Esto no es algo nuevo, pero eso un proceso que se ha acelerado, y en el cual se terminan de destruir los espacios de resistencia que algunos profesores cultivaban en la universidad. A partir de ahora estarán sometidos a unas rutinas formalistas, a una burocratización de los procedimientos, incluso a una inspección intimidatoria (o resueltamente censora) que minarán la libertad de cátedra en un proceso que busca tutelar minuciosamente a los estudiantes, no dejarles un respiro, asediar incluso las parcelas que antes quedaban relegadas a la intimidad (se está creando la figura del "profesor de confianza", una figura a la que el alumno podrá recurrir para su deshago o la confesión de su privacidad). En definitiva, se trata de prolongar la adolescencia (el estado del que adolece, la carencia de autonomía) más allá de todo lo inimaginable, construyendo individuos perfectamente serializados y anestesiados incluso en sus afectos, que por otra parte conformarán una nueva generación de depredadores hiper-competitivos.

Un desastre, en definitiva...

(sigo)

Stalker dijo...

"La “escuela” enseña sus lecciones de obediencia al capitalismo; también es una auténtica fábrica de valores xenófobos, racistas, sexistas y clasistas, encubiertos en el discurso de la seguridad, micro-fascista en tanto atraviesa el cuerpo, pero macrofascista en tanto abarca transversalmente al orden social dominante."

Querido Arturo: suscribo cada una de tus palabras y creo de veras que hoy más que nunca hay que denunciar todos los abusos y la erosión de las "libertades" (ya de por sí mermadas, ya en gran medida ilusorias, pero esto es otra cuestión) que se ocultan bajo el paraguas de la seguridad y la defensa de lo propio. La transmisión encubierta de esos valores xenófobos, sexistas y clasistas me parece una de las lacras más peligrosas y que hay que combatir siempre que se presente a nuestros ojos. Aquí no cabe el silencio cómplice en ningún caso.

Tu apunte a otras pedagogías, que no conozco en profundidad, me parece preciso y enriquecedor, y demuestra que hay modos constructivos de subvertir y hacerlo desde la entraña, desde y con los afectos, desde nuestra orfandad común. Para eso sólo hay que escuchar a los que han ensayado modelos tan interesantes como los que señalas. Pero para eso hay que abrir brechas en el etnocentrismo intolerante de nuestras instituciones, hacerlas porosas y receptivas a otras formas de estructurar y vehicular el conocimiento y aun la propia vida...

"“Quien enseña sin emancipar embrutece”, eso mismo supone más que destreza verbal. Implica y exige una práctica amorosa, algo que la asepsia docente actual niega."

Una práctica amorosa que no sea una educación sentimental sino una inclinación a cuidar al otro. El vuelco compasivo, la atención, el cuidado, el regazo... tantas y tantas cosas que nos resultan tan queridas y que es necesario cultivar para que este mundo no muera, o para que muera y surja otro donde otra forma de vivir y cuidarnos sea posible. El sistema educativo no debería renunciar a eso, pero vivimos en una extenuante profilaxis preventiva, nos han enseñado a defendernos de agentes patógenos a todos los niveles (y esto es etnocentrismo y también xenofobia). Demoler el monopolio de los afectos y diseminar el cariño o la atención sería una forma de reconocernos y de "sabernos, entre todos, inmensamente vulnerables".

Me gustaría pensar que eso será posible algún día, en un mundo donde las posiciones no estén tan marcadas, donde no tengamos que estar en "nuestro sitio" y defenderlo contra el siempre otro, el siempre intruso.

En esta pira vamos calcinando nuestras exasperaciones, Arturo, y al menos, al compartirlas, parece que el tránsito a la otra orilla se hace más amable,

(es cálida la ceniza de palabras consumidas, se puede dormir en ella, acaso)

un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Rosso:

me es muy grata tu presencia en esta entrada que, como señalas, tiene tantos puntos de fuga, tantas madrigueras que horadar y habitar.

El hombre, el mono-enfermo, el extraño animal del que hablaba Blanca Varela... el mono depredador, afecto al simulacro, capaz de expoliar todo a su paso y negarse otra forma de vida más equilibrada con el medio ambiente y con su propia estructura mental (extenuada, arrasada, sobrecodificada por inifinidad de exigencias, torsiones, mediaciones imperativas).

La disciplina es vivir al dictado, consensuarse, normalizarse. Dejar que nos extirpen lo que nos hace ser lo que somos. El paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control (en las que viviríamos hoy, siguiendo a Foucault) significaría que la disciplina se difumina y el poder se ejerce desde centros múltiples, desarraigados, no siempre reconocibles. Y lo que es más, la disciplina se interioriza, se transforma en algo así como un imperativo categórico: nos transformamos en una marioneta de nosotros mismos (atentos a cuestiones como el deber, por ejemplo) y ya no sabemos dónde está el titiritero, ni si lo hubo o ha muerto, ni quién maneja unos hilos que nos hacen bailar el mismo son uniforme. El microfascista deleuziano habita sin duda entre las paredes de nuestro cráneo. No hay mayor gran hermano que ese hermano menor que ha crecido en nuestra conciencia y nos dicta cómo hemos de sentir y de vivir, cómo debemos responder al cuerpo social que nos acoge, nos engulle y nos desmembra en una incesante ronda macabra...

Celebro que compartas conmigo lo de abrirnos a otras culturas. Tú mismo eres una puerta, un ejemplo de apertura a la visión de lo que sucede cuerpo adentro, o en los intersticios y fisuras de lo que (acaso ingenuamente) consensuamos bajo el rótulo de "realidad". En los desplazamiento de esa mirada nos reconocemos...

un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Ramón:

comparto todas tus prevenciones respecto al pensamiento institucionalizado, subvencionado y adocendado.

Por suerte siempre se infiltra alqún quintacolumnista...

un abrazo

Stalker dijo...

Marina:

educar en la descreencia para no cegar ratones. Estar atento a las fisuras que se abren en nuestro discurso. Denunciar. Deconstruir. No anclanrse más en las creencias del pasado.

Todo eso reverbera poderosamente en mí, me inquieta y dispara el pensamiento y la imagianción...

Sé que tú nunca cegarás un ratón

un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Myra:

tu comentario es muy generoso, de verdad.

Me alegra que te haya gustado lo que has encontrado aquí: ésta es la casa de alguien que se hace preguntas y tiene una curiosidad (casi) infinita.

Te invito a pasar por ella -y a descansar- simpre que quieras.

El amigo Rosso es entrañable, siempre.

Un abrazo

Stalker dijo...

Querido Remi:

saludo tu virulencia constructiva y argumentada. A cambio me voy a permitir ser yo también un tanto virulento con algunas de tus afirmaciones. Vaya por delante que todo esto va con cariño.

Lo primero que me llama la atención en tu largo comentario es la operación de simplificación a que has reducido los textos. Te limitas a decir que carecen de vigencia y que son homogéneos, cuando es tu lectura la que ha homogeneizado unos textos que, por mucho que proyecten un eco armónico, son por naturaleza heterogéneos. Ignoro qué te ha llevado a meter en el mismo saco a un Foucault o un Deleuze, que en efecto escribieron en los años sesenta, y a textos como los de Pardo, Maillard o Larrosa, que hablan de la actual universidad española y que son de reciente publicación. Por lo tanto, encuentro aquí por tu parte un desdeñoso reduccionismo intelectual, en unos textos que merecen ser analizados "bajando" al detalle y cuya potencia desanestesiante desborda los límites de tu simplificación. Por otra parte, me parece ciertamente apresurado afirmar que los textos de los mencionados Deleuze o Foucault carezcan de vigencia o que sólo pueden aplicarse al contexto histórico o sociopolítico en el que fueron escritos. Habría que preguntar, en primer lugar, si esos textos no apuntan a algo más profundo o de mayor alcance, que desborda lo puramente circunstancial, y por otra parte si en realidad estamos en un mundo tan diferente al de los años sesenta y setenta. Yo creo que han cambiado algunas cosas, se ha profundizado en otras, ha habido modificaciones en los procedimientos, etc., pero estructuralmente el imaginario colectivo, el paradigma que gobierna nuestros actos, afectos y pensamientos, no ha sufrido una drástica modificación en los últimos cincuenta años. ¡Tendríamos que pensar si ha habido cambios en los últimos 200 años, habida cuenta de que las formas consensuadas de amar obedecen a los códigos del posrromanticismo (las vanguardias se han quedado en lo estético, no han ingresado en esa cosa magmática que sin precisión alguna denominaré "el inconsciente colectivo de los afectos")!

Además de este reduccionismo, atribuyes a los textos algunas cuestiones, como la desjerarquización, etc., que se incluyen en mis falibles y manifiestamente mejorables reflexiones finales, y me atribuyes a mí algo que se dice en el artículo "Cinco ratones ciegos" (al "estar-siendo" me refiero). Me permito señalarte todas estas inconsistencias porque creo que deslustran tu argumentación y porque grosso modo te has limitado a refutar mis sugerencias cuando creías estar refutando los textos.

(sigo...)

Stalker dijo...

Por otra parte, al llevar estas propuestas provisionales para una pedagogía libertaria a lo que piensan algunos, o muchos profesores hoy en día, es decir, la necesidad de recuperar la autoridad en el aula, operas un desplazamiento absoluto en aquello de lo que se está hablando. Conozco esas reivindicaciones, Remi, que en este país son las de la derecha, pero esta entrada no va sobre lo que piensan los profesores: este espacio no se postula como un análisis detallado de las circunstancias actuales desde el punto de vista de los que están inmersos en el problema, sino como un cuestionamiento general del marco educativo a partir de una pedagogía libertaria que nos habla de un mundo por venir, del porvenir de la educación en un mundo otro, quizá utópico, seguramente imposible, pero que hemos de pensar si quieremos efectuar mejoras en éste.

En algunos momentos aludes al "caos permanente", pero ninguno de los autores, ni yo mismo, hemos hablado de eso. En todo caso, una pedagogía libertaria y un pensamiento deconstructivo son siempre una afirmación (sólo un pensamiento apresurado asimilaría ese gesto al nihilismo o al caos).

Por otra parte, te refugias en afirmaciones como "poder transmitir saberes", "el sentido del deber", "la responsabilidad", "valores de mérito", "civismo". Incluso recelas de la reticencia a cualquier forma de autoridad por parte de los adolescentes. Das por sentadas esas afirmaciones, y esto yo lo encuentro problemático, porque son construcciones retróricas interesadas y que habría que asediar con inquietudes, cercar con preguntas, de una forma constante y estratificada: ¿qué es ese saber que se trasmite? ¿Quién lo ha seleccionado? ¿A partir de qué configuración ético-política hablamos de "deber", "responsabilidad", "civismo" o incluso "solidaridad"? Indagando en estas filiaciones, llevando muy lejos el principio de sospecha, creo que nos encontramos, una vez más, con ese neoplatonismo juedocristiano, con la tiranía de las abstracciones y el complejo de culpa, con la represión, la negación que supone todo etnocentrismo o, más exactamente (y construyendo una palabra monstruo) del andro-etno-logocentrismo, es decir, de nuevo la metafísica de la presencia con todas sus metáforas -tan previsiblemente fálicas- de visiblidad, apertura, crecimiento, altura, etc. Fíjate que tú mismo dices "elevarse al nivel del sabio", con lo que presupones que el que ignora está abajo y el sabio arriba y que se precisa una "ascensión" para llegar a cierta "luz".

No salimos de las mismas trampas onto-teológicas, epistémicas, y a la postre lingüísticas que vertebran nuestra forma de pensar y sentir.

Respecto a todo lo demás que señalas, el imperio de las modas en los chicos y cómo muchos de estos chicos asimilan valores mercantiles y depreadores, estoy absolutamente de acuerdo. Y hay mucho trabajo por delante ahí.

Un abrazo fuerte

Remi dijo...

Querido Stalker,
Cuando me refería a una homogeneidad, no pretendía negar la diversidad de las orientaciones analíticas y de los contextos de publicación... más bien hablaba de esa base común a todo el corpus que es la desconstrucción, la demolición...
Por cierto estos textos plantean una perspectiva universal sobre la cuestión de la educación, pero tampoco se puede dejar de lado que son textos con intencionalidad satírica y se inscriben dentro de un contexto sociohistórico, de ahí que el discurso está revestido de un valor político.
Ahora bien, lo que me llamó la atención fue la idea común de desconstrucción. Me pareció que esta empresa de demolición ya se había dado en gran parte. De hecho, pienso que esta dialéctica desconstrucción/construcción cobra otra forma actualmente.
Por supuesto, puedo entender que me taches de reduccionista porque el corpus es extenso, de una gran complejidad, lo he leido de un tirón, una sola vez, tampoco lo he analizado con gran detenimiento, pero se destacaba un sustrato ideológico bastante común sobre la cuestión de la verticalidad de las relaciones profes y alumnos. Por otra parte, al darnos un resumen personal de los textos, también confirmas que todos iban a la construcción de una visión reformista bastante homogénea.
Mi error ha sido dejar de lado la diferencia entre universidad y secundaria etc, el alumnado no es el mismo, los profes están sometidos a otras reglas y la configuración es distinta. Pero como bien recuerdas son textos que propician una visión universal de la enseñanza, y en esta perspectiva, no puedieron dejar de producir un eco con mi propia experiencia. Saludo la búsqueda de un sistema ideal de enseñanza, pero parece tan lejos de la realidad empírica actual que no podía dejar de confrontar estos trabajos de teorización y mi observación personal. Tienes razón cuando recuerdas que la aproximación al tema es distinta. Al menos espero que mi comentario haya sido complementario, aportando otros ejes de perspectiva como precisaba al final. Evidentemente, se podría hablar durante muchísimo tiempo sobre las cuestiones del deber etc etc Habría que dedicarle mucho tiempo.
Por cierto, quiero precisar que los valores que he subrayado para mí no son de derechas y tampoco están secuestrados por la derecha francesa, al menos. En fin, no me sorprende, yo estoy condenado a la tiranía de las abstracciones como dices, pero reivindico terminantemente mi inclinación al neoplatonicismo. Es el motor de mi imaginación, y no puedo resistir lal tentación de creer en la belleza aunque esté vestida con el encaje de la falsedad.
Un abrazo muy fuerte.

Stalker dijo...

Ahab:

entiendo lo que dices, pero si me permites pondré en cuarentena la palabra "autoridad" (que tú ya has encomillado "sensatamente").

Creo que hay que intentar otras maneras de dar clase que no pasen por ejercer ningún tipo de presión o re-presión. Estimular la comunicación, la creatividad, lograr centrar la atención desde la empatía, la amistad, la cercanía, el diálogo. Muchas veces quien reclama autoridad sin más se refugia en una actitud perezosa, y hace falta un grado de implicación mayor para dar una clase.

Es un error también pensar que cualquiera puede ser profesor. El sistema de oposiciones y la noción de funcionario debería revisarse en este sentido, porque genera conductas acomodaticias, pereza intelectual y en ocasiones, una altanería sin límite y una falta de empatía total.

En todo caso, si no quedara más remedio que recurrir a él, habría que refinar hasta tal punto del concepto de "autoridad" que no quedaría en él ni la sombra de lo que ahora es.

No obstante entiendo también que muchos profesores se sientan desbordados y no tengan ni la capacidad ni los medios para "controlar" una clase.

No tengo una respuesta a estas cuestiones.

abrazo, cracko

Stalker dijo...

Lola:

"Los niños están super estresados con tanta materia y luego no saben ni escribir una frase en condiciones".

Por una parte es así, y por otra cuando veo libros de texto actuales lo que teníamos nosotros me parecen mucho más completos y complejos. En cierto modo hay una rebaja de los contenidos, una infantilización en la enseñanza secundaria. Y una proliferación de actividades que saturan, estresan y resultan, lo diré, "improductivas" (no de acuerdo a una rentabilidad, sino al cultivo de una escucha o interiorización).

En mi caso, reforzaría las humanidades, abriría la literatura a otras zonas del mundo, empezaría con la filosofía a edades muy tempranas. Intentaría no "transmitir conocimientos unívocos", y esto sería lo más difícil, no ofrecer una única lente para comprender el mundo.

Las propuestas de "el maestro ignorante" me siguen pareciendo de lo más interesante. Habría que repensarlas, refinarlas quizá; hay ahí todo un mundo por explorar...

No me cabe duda que el ave zancuda, cuando se sulfura, vuela alto...

Abrazos

Stalker dijo...

Rubén:

entiendo tus prevenciones, esa impotencia a la hora de no poder entrar en un mundo que ya está configurado de una manera determinada, e irreversiblemente, por tantos poderes fácticos, televisuales, etc.

Sin embargo, se pueden abrir brechas, desde la empatía y la comprensión. Creo de verdad en ello. Esos chavales no son inaccesibles. Están esperando a que no se los trate como ganado, como mercancía o como basura, con la precipitación y el desdén de tanto profesor sinvergüenza y casposo: "Esto no lo explico porque no lo van a entender", "Son unos burros sin remedio". Error: es el mundo que los adultos hemos construido el que resulta embrutecedor, ellos no tienen la culpa.

Sigues a Ahab y a Remi en lo de solicitar que el Estado garantice una autoridad o un control sobre la clase. En este punto no te puedo seguir: consideraré siempre una violencia ese principio de autoridad, y más si es promulgado por el Estado. Y requerir autoridad en lugar de un cambio de marco más en profundidad lo entiendo como algo reaccionario, y sé que tú eres la antítesis de lo reaccionario. Pero pedir eso sí lo es, al menos desde el ángulo en que miro las cosas.

Algún día asistiré a algunas de tus clases y veré a Rubenovich en acción. Me gustaría ver cómo les hablas de poesía a los chicos, sin ir más lejos, con rostro de fauno inquietante y verbo afilado ;)

Te envío una salutación angélica

Stalker dijo...

Remi:

tu inclinación neoplatónica y mi rechazo visceral al neoplatonismo generan una tensión muy interesante, una dialéctica cuyas aristas más lúcidas (y lúdicas) no hemos empezado quizá a explorar...

Entiendo perfectamente a lo que apuntas, y tu alusión a la belleza. Por desgracia, yo ya no puedo vivir en un mundo tan "cómodo": es decir, no puedo vivir en un mundo en el que la tríada platónica: "belleza = bondad = bien" tenga algún peso ético o estético. Entiendo que las correspondencias que se trazan son ilegítimas desde un punto de vista lógico, o digamos desde cierta lógica del acontemiento, desde cierto deseo de volver al cuerpo, a las cosas, al vertiginoso acontecimiento en que nos vamos sucediendo.

Por eso encuentro perfectamente execrable un verso como éste:

"la belleza es verdad, y la verdad belleza"

Creo que algo así ha provocado un dolor ilimitado en el mundo, y que no es una frase inocente. Algún día me gustaría pensar más detalladamente por qué creo que esta frase está detrás de los fascismos europeos, sin ir más lejos: los fascismos son herederos del romanticismo neoplatónico y en cierto modo pretenden trasladar estas ideas al mundo fenoménico. (Admito que esta última relación habría que pensarla detenidamente, esto que esbozo es provisional y quizá precipitado).

En nuestras letras tenemos ejemplos excelsos. Dice Valente en una entrevista:

"En medio de los lenguaje tecnológicos que nos remiten al criterio de rendimiento, de eficacia, de utilización, la poesía vuelve a cargarse de una enorme importancia, porque es el lenguaje que nos sigue aportando los principios de belleza, de verdad, y de rectitud".

¿Qué belleza, qué verdad, qué rectitud? ¿Quién dicta qué rectitud, desde qué parámetros, con qué lenguaje, con qué lógica? ¿Dónde está el nexo causal, ontológico, que vincula esta noble tríada?

En fin, esta forma de pensar envilece al ser humano, lo encierra en simulacros, lo aherroja a una de trascendencia (a un sistema de creencias), que a fin de cuentas no deja de ser un campo lingüístico donde se trafica con conceptos últimos. De ahí que me resulte tan atractiva la inversión del platonismo propuesta por Deleuze (que desarrolla así, si no me equivoco, algunas ideas de Nietzsche) y que tiene su encarnación poemática en un libro que, a tenor de lo que dices, despertará tu sana indignación: "Matar a Platón", de Ch. Maillard.

En fin, Remi, son puntos de vista desde los que hacemos nuestro mundo. No necesariamente son excluyentes aunque cordialmente podamos ponerlos en jaque. Valoro mucho tu inteligencia sagaz y rápida, y tu visión del mundo y de las cosas.

Recibe un fuerte abrazo, no abstracto sino real en la medida en que lo permite este medio...

Stalker dijo...

No soy tan ingenuo como para no avanzar que incluso una pedagogía libertaria acabaría por rehabilitar una transmisión obsoleta del conocimiento y caer, entonces, en la esclerosis. Sin duda acabaría por convertirse en otra institución, con sus ritos (funerarios), sus modos de reproducción, sus técnicas... Acabaría por detentar prácticas y modos de evaluación y legitimación que reproducirían aquello contra lo que se ha constituido. Habría que permanecer atentos, despertar todos los escrúpulos, velar y detectar cualquier síntoma de hipertrofia institucional cuando ésta nos amenaza. ¿Y no es consustancial la hipertrofia al instinto gregario, a la propia pulsión tribal?

De todas formas este debate se ha escorado hacia la enseñanza secundaria y quizá perdemos de vista otras aristas. Una parte significativa de los textos se refieren a la universidad, tema en el que apenas hemos entrado y que sería interesante debatir.

Aprovecho para agradecer a todos la intensidad de vuestra participación. ¡Me ha llevado mucho tiempo responderos!

La entrada sigue abierta en cualquier caso,

abrazos a todos

Marina Culubret Alsina dijo...

Magnífica idea de Jacques Derrida. Pero él mismo al final lo dice: ¿cómo?. Cómo llegar a una universidad incondicional.
Demasiadas "condiciones" la ligan y privan su libertad. El factor económico sería uno, bastante importante.

Quizás sueño demasiado pero, ¿serían posibles "comunidades universitarias" (como una red de nódulos conectados, cada vez a escala mayor, no una gran institución) que funcionaran autónomamente? (pensando en el tema económico, creo que sería interesante pensar en una manera de funcionar en que no se entrara en la rueda del consumo-sueldo-remuneración. Y creo que esto sería posible si hubiera una buena red)
Yo lo veo posible (difícil pero posible), pero eso sí: allí veo personas realmente con interés (desinteresado), trabajando y pensando, reflexionando, actuando, debatiendo, escribiendo, criticando,... todo esto, y con humanidad.

Seguiré leyendo...

Buenas noches..

Lola Torres Bañuls dijo...

Stalker estoy de acuerdo en tu comentario sobre las materias escolares y sobre los libros. Justo es lo que a mi me parece. Que los libros tiene mucha materia pero poca consistencia. Creo que deberían de abarcar menos conceptos pero profundizar más.

Creo que eso tampoco es casual. Es la manera mejor de tener una población poco instruida para manejarla mejor como clase trabajadora, como mano de obra. Parece que nuestras sociedades funcionan por inercia y que hay como una estructura casi inamovible y que no permite ningún cambio.

Un abrazo

NáN dijo...

Más vale tarde que nunca: vengo a discutirte el párrafo que empieza con "Desactivar la jerarquía disimétrica entre el profesor y el alumno...".

Creo en la responsabilidad del saber, no en la igualdad del que sabe con los que todavía no saben. En ese sentido, me acerco más al concepto oriental (o griego) del maestro.

No me imagino a los jóvenes malcriados, y todavía no educados, proponiendo de igual a igual lo que se enseña y cómo se enseña. Me lo imagino, pero como un desastre.

Quizá fuera una buena idea la "obligación" de estudiar unido a la "libre elección de profesores". Si los alumnos eligieran al profesor, digamos desde los 14 años, cambiaría la estructura.

Por otro lado, la educación da dos cosas impagables: ordena el espacio mental, lo amuebla, para que el individuo educado haga frente a aquello que le atrae (pon la frase en condicional, si lo pefieres). Además, proporciona unos conocimientos tésnicos vitales para actuar en la sociedad devolviendo a esta lo que se ha aprendido (¿volvemos a poner el condicional?).

Un abrazo

(ah, ya me he hecho, comprándolo, con "Filosofía para días críticos". Aunque hace dos años compré un libro de poemas de ella y la he seguido en los medios, no olvido que ha sido en este blog donde he aprendido a valorarla en las altas alturas y a desear dedicar una buena parte de mi tiempo, durante meses, a leer y releer todo lo suyo. Gracias por ello).

Ahab dijo...

Me acabo de topar con esta breve entrevista con E. Punset:

http://www.eduardpunset.es/wp-content/uploads/2010/11/20101119_prat_cast1.pdf

Es importante que figuras como Punset, con un importante calado en la sociedad de masas, hablen de la educación emocional; de enfocar hacia las cosas de otro modo; de escuchar las emociones y considerar la intuición.

No seríamos como somos, los que escribimos aquí, por ejemplo, sin la intuicion y la emocion titilando en la razón, atravesandola, empujando al raciocinio.

tula dijo...

"Puesto que la educación es tanto responsabilidad de los padres, como de los maestros, tenemos que aprender el arte de trabajar juntos, y eso es posible solamente cuando cada uno de nosotros percibe lo que es verdadero. Es esta percepción de la verdad la que nos une, no la opinión, la creencia o la teoría. Hay una enorme diferencia entre lo conceptual y lo factual. Lo conceptual nos puede unir transitoriamente, pero habrá una nueva separación si nuestro trabajo en conjunto es sólo un trabajo de convicción. Si cada uno de nosotros ve la verdad, podrá haber discrepancia en los detalles, pero no existirá el impulso de separarse. Sólo el tonto se separa a causa del detalle. Cuando todos ven la verdad, el detalle jamás puede convertirse en materia de disensión".
J. Krishnamurti

me ha parecido interesante.
un abrazo.

Isabel Mercadé dijo...

Hay tanto aquí que leer, discutir y profundizar. Creo que esencialmente estamos de acuerdo en lo que propones, Stalker, a través de todos estos textos, sobre todo en la reflexión que con ellos propones. Porque sería todo un debate y una reflexión mucho más larga y profunda y la respuesta no es fácil ni hay soluciones milagrosas, entre otras cosas porque no puede cambiar la educación si no cambia toda la sociedad y viceversa, ¿verdad? Entonces nos queda la pregunta que ya hicieron tantos otros antes que nosotros ¿qué hacer? Por eso me sorprenden algunos comentarios que parecen tan seguros, que creen tener respuestas tan certeras.
También me ha sorprendido en algún caso que se critique más al profesor que al sistema educativo que está organizado desde instancias en las que no se ha tenido para nada en cuenta la opinión del profesor y cuyos intereses últimos, está claro, tampoco se orientan al crecimiento espiritual, emocional e intelectual del alumno, sino todo lo contrario, a convertirlo en un elemento lo más adocenado posible.
No tengo soluciones, pero puedo hablar de mi experiencia. Recién terminados mis estudios me dediqué durante unos años a la enseñanza secundaria, en institutos de bachillerato y también en lo que entonces se llamaba formación profesional. Desde el principio en uno y otro caso me propuse un sólo objetivo, que mis alumnos aprendieran a leer y escribir. Me pareció que era lo mejor que les podía ofrecer. Hacíamos comentarios de texto, no de textos fáciles o complacientes, sino de buena y crítica literatura de todos los tiempos y a muchos llegó a encantarles. Había que ver a futuros mecánicos intentando y consiguiendo desentrañar un poema barroco. Les llevaba cuentos cortos sin el final para que lo terminaran ellos y después discutíamos los diversos finales. Sus preferidos solían ser los clásicos, los cuentos de Grimm (y tenían razón, también yo los sigo considerando entre los mejores). Escribían cada día un diario personal que yo les corregía ¡a todos, cada día!. En muchos, muchísimos casos, conseguí que acabaran por costumbre leyendo con espíritu crítico, haciéndose y haciendo preguntas y argumentando, y también unos cuantos acabaron expresándose por escrito de manera más que notable, y manteniendo sus bitácoras, aunque no tuvieran ni idea de lo que era un monema, ni un lexema, ni un morfema.

Isabel Mercadé dijo...

Pero, ¿por qué pude hacer eso? En aquel momento apenas había control sobre lo que hacíamos en clase. Nos limitábamos a presentar un programa que coincidiera con el programa oficial y después en clase hacíamos lo que queríamos. Ahora es muy diferente. Por lo que sé (por suerte no lo padezco, me dedico ahora a algo muy similar, pero muy diferente, que me sigue dando mucha libertad en ese sentido) los profesores están absolutamente controlados. Se pasan el tiempo evaluando, escribiendo y presentando informes de la evaluación, programas, informes del programa, informes de los informes del programa y de la evaluación, evaluación de los informes de los informes de los programas y la evaluacion, y así indefinidamente.
Ya no hay espacio para personajes como aquel profesor de matemáticas a punto de jubilarse, con el que todavía coincidí, que se presentaba en clase con una bata azul de dependiente de colmado y los bolsillos llenos de tizas y, de espaldas a los alumnos, sin apenas mirarlos, se dedicaba a llenar la pizarra de ecuaciones. Y los alumnos lo adoraban. ¿Por qué? Porque tal vez no aprendieran matemáticas, pero sí tenían ante sí un ejemplo vivo de pasión o del entusiasmo del que habla Bashevis.
(Por cierto, coincido del todo con él y me gustaría saber algo más de ese profesor suicida, si le apetece contárnoslo).
Y también hay que decir que yo era muy, muy joven. Ahora sigo teniendo entusiasmo, pero no tendría la generosidad de dedicar un montón de horas diarias a leer y corregir y sugerir y aconsejar.
Respondiendo a tu sugerencia última respecto a apuntar a los estudios universitarios, tengo experiencia sobre todo como estudiante, pero me da la impresión de que también ahora el sistema universitario es mucho más controlador con respecto a lo que hace un profesor dentro de un aula y más que nunca se contrata al profesor primando el criterio de obediencia y cumplimiento con ciertos requisitos, frente a otros más críticos o creativos.

Abrazos.

Stalker dijo...

Marina:

es una idea espléndida. Comunidades donde se ejerciera una docencia desinteresada... me imagino algo parecido al ágora griega: enseñanza a cielo abierto, en el campo, compartir ese unísono que nos hace vibrar (si nos ralentizamos) a la misma velocidad que nuestro entorno...

Una universidad sin condiciones es quizá un horizonte imposible tal como está estructurado nuestro mundo en sus aspectos más encarnizadamente socioeconómicos, pero no debe ser un óbice para inquirir, cuestionar, renegar de los constructos que oprimen otra posible respiración...

Seguimos...

un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Lola:

el control es la clave. Creo que Foucault lo resume perfectamente: el sistema educativo sigue siendo una de las principales armas de que dispone la sociedad para controlar y uniformizar a las masas. Podemos jugar a engañarnos todo lo que queramos, pero sigue siendo así.

El sisteme educativo te dirige, te controla y te enseña a sentir (y a padecer) de una forma muy determinada y conveniente.

El lema: "que cada uno ocupe su lugar".

Las cartas están echadas. Por eso sólo entiendo la revolución como camino posible.

Un abrazo zancudo

Stalker dijo...

Querido Nán:

celebro tus observaciones, tan contrarias a las mías.

Me limito a señalarte alguna inexactitud: no sé a qué modelo griego te refieres, pero la mayéutica socrática no está tan lejos de la idea del maestro ignorante de Jacottot: el maestro no impone un saber ya articulado, contribuye sencillamente a despertar los conocimientos en el alumno. En cuanto a oriente, es dudoso que exista siempre la jerarquía entre el maestro y el alumno, y si existe, está mediada por mil sutilezas y consideraciones que hace que no sea equiparable a como lo entendemos nosotros. Baste poner como ejemplo que en algunas escuelas Zen se transmite al "alumno" que el propio Buddha no es importante, que no importa si existió o no: lo que importa es la doctrina. No se me ocurre una forma más drástica de demoler toda posible filiación jerárquica, al negar todo estatuto al "maestro" fundador.

"Si aparece el Buddha, dale cien bastonazos."

Esta frase, Nán...

"Además, proporciona unos conocimientos técnicos vitales para actuar en la sociedad devolviendo a esta lo que se ha aprendido"

...confieso que me sorprende. Así que de lo que se trata es de "actuar" en la sociedad y devolverle lo que nos ha enseñado. ¿Seremos ingratos si no devolvemos lo que la sociedad nos ha enseñado? ¿Realmente la sociedad nos enseña algo? En todo caso, encuentro más provechoso utilizar el aprendizaje para tratar de abrir brechas en esa sociedad que pretende perpetuarse a costa de innumerables humillaciones. Devolverle al sistema lo que nos ha dado, suponiendo que nos haya dado algo, equivale a perpetuar el orden establecido. Y esto resulta, ciertamente, problemático para algunos espíritus deplorablemente insumisos...

Aplaudo tus lecturas, Nán. Por mi parte, es una autora a la que veo cada vez más pequeña, más a ras de suelo. Las alturas quedan para los panteones y estandartes, para los Grandes, en definitiva: esos que son enterrados con fanfarrias y condecoraciones. Cada vez estoy más persuadido de que la literatura y el pensamiento tienen poco que ver con la alharacha y la Grandeza, que lo que más importa ocurre como un murmullo, en la hojarasca, en lo más pequeño, lo vivo y lo solo...

un abrazo más que fuerte...

Stalker dijo...

Ahab:

gracias por el enlace a la entrevista a Punset.

Es interesante hablar de emoción e intuciones siempre y cuando no se incurra en ciertas corrientes que hablan de "inteligencia emocional" y rozan esa tenue frontera que nos introduce en la autoayuda, el new age o el esoterismo vulgar. Ahí habría que estar vigilantes, porque se puede dar el paso sin darnos cuenta y caer en discursos inconsistentes y poco serios.

Por lo demás, muy de acuerdo: nunca concebí la razón como algo desligado de los procesos intutiivos y afectivos. Es un continuo, un organismo vivo y múltiples, no se puede relegar una parte de lo que somos a un compartimento estanco. Creo...

Gracias por seguir estas huellas,

abrazo

Stalker dijo...

Tula:

es muy interesante, muchas gracias por traerlo.

"Es esta percepción de la verdad la que nos une, no la opinión, la creencia o la teoría."

Se me ocurren, sin embargo, varias dudas: ¿a qué verdad se refiere Krishnamurti? Parece aludir a una verdad ya creada, anterior a nosotros, una verdad seguramente trascedente en la que podríamos reconocernos y unirnos (o re-ligarnos). Habría que preguntarse, sin embargo, si la verdad no obedece a un consenso, si la verdad no se construye, si no la hacemos entre todos.

Habría que preguntarse si la verdad, toda verdad o aquella a la que alude Krishnamurti, no es en definitiva sino una creencia, o incluso una teoría en la que se cree. Y él mismo parece restar valor a la creencia, porque no puede unirnos.

Además, toda verdad se postula para ser creída: parece requerir en sí misma un apostolado, unos fieles, incluso algún mártir (sea o no una verdad teológica o religiosa...)

Complejo en todo caso...

En cuanto a esto:

"Cuando todos ven la verdad, el detalle jamás puede convertirse en materia de disensión."

Muy al contrario, los detalles, cierto tipo de detalles, pueden revelarse importantísimos. Pueden erosionar, desde su carácter ínfimo, todo el sistema, mostrando sus fallos o carencias. Un solo detalle derrumba una ecuación o una catedral. Y la disensión originada por el detalle puede ser mucho más constructiva que la aceptación acrítica de una u otra verdad.

¡Perdona esta manía mía de entrar, precisamente, en los detalles!

Abrazos

Isabel Mercadé dijo...

Casualmente hoy he visto esto. La respuesta a la primera pregunta:

http://www.dailymotion.com/video/x4qat7_portrait-d-un-philosophe-gaston-bac_webcam

Y disculpa, Stalker, esta invasion repetida.

Otro abrazo.

NáN dijo...

Bueno, Stalker, la elección espacial es un rictus, se puede decir alto o bajo como punto de valoración y no estar entrando en valorar asimismo lo que es alto o es bajo (es decir, se puede usar con inocencia).

En lo del zen, lo que dices es sobre lo que transmite la enseñanza, pero yo hablaba del modo. Te aseguro que si entras en un dojo zen queriendo ponerte en igualdad con el maestro o maestra y debatir cómo se hace, te tira del dojo.

En mi experiencia, ni siquiera hacía falta que te hablaran del no buda, el silencio sobre el tema era suficientemente explicativo.

Después, hay otro tema en el que no sé si te estas refiriendo a ello al hablar de educación: es la educación formal por la que hay que ir pasando para abrirle a un tío la tripa y los muslos y durante 5 horas irle cambiando 60 centímetros de arterias obturadas por otras de goretex para que la sangre vuelva a fluir. O el que arregla la moto (o la construye) si la tienes. Incluso el gramático que te enseña las normas y te permite profundizar en las categorías gramaticales. Después, sobre todo en el caso del gramático, conociendo lo que hay puedes, si quieres, reanalizar y proponer.

Un gran abrazo

Say dijo...

“…acudían los colegas y cuatro viudas jubiladas (que iban además porque luego daban churros, de los de comer, no me seas malpensado).”Eastriver

Precisamente, en estos detalles, (en esos, Stalker, en los que a ti te gusta entrar) y en lo que yo estoy de acuerdo. Porque los pequeños detalles pueden desestabilizar, fortalecer o perpetuar tópicos dañinos. Este comentario de Eastriver no me parece gracioso para nada. Por qué no dice cuatro viudos jubilados…a lo mejor esas viudas jubiladas están tan tranquilamente sentadas en su casa leyendo un libro o cortándose las uñas de los pies.

Adolfo González dice en su comentario:”… no caer en la superficialidad, en ese limitarse a la tan absurda -y ya también muy instrumentalizada-, absurda diferenciación de géneros que tanto se da últimamente para referirse, oralmente o por escrito, a cualquier cosa. Ser almas, no negarlas…".
Adolfo es que además de almas somos personas que tenemos que circular por las calles, convivir en los trabajos, vivir en carne y hueso todos los desastres machistas que ocurren cada día. Por tanto no es absurdo, ni superficial todo lo que se refiera a cuidar cómo se utiliza el lenguaje. Todo comienza por ahí. Wittgenstein dice “lo que no se nombra no existe”. Al utilizar según qué palabras se incluye, se materializa, se respeta y se da existencia y expresión “a la experiencia humana femenina” Francesca Graziani. No sólo a la masculina como hasta ahora ocurre.

El cómo se utiliza el lenguaje, qué se nombra y qué se ningunea, es un espejo de la realidad. El lenguaje crea pensamiento. Por eso el germen del cambio vendrá cuando cambie el lenguaje.

Sobre la educación, todo lo veo perdido. Ya antes nos tragámos en la facultad montones de textos de filósofos con sus teorías llenas de retórica vana. Filósofos de sillón y fumadores de pipa, la mayoría misóginos y encerrados en sus torres de marfil. Todo sigue igual. Inmóviles en estos métodos de alienación y adoctrinamiento.

Seguro que en la universidad de hoy día, aún, Chantal Maillard ni se nombra.

Stalker dijo...

Querida Bel:

ha sido gratísimo que rememores tu experiencia docente y la compartas aquí. No me cabe duda del temblor, de la emoción y las sensaciones que os embargaron al compartir toda esa magia. Y esa forma de estar ahí, incansable, al pie del cañón, corrigiendo, acompañando, merece toda la consideración y el cariño que uno puede poner en letras en una pantalla de ordenador.

Algún breve apunte: es cierto que es fácil cargar todo el peso de la enseñanza en el profesor y no en el sistema, yo mismo incurro a menudo en ello sin advertir que es un problema de conjunto. Sin embargo, el sistema es la suma de una serie de personas, y al pertenecer a él, al ingresar en un sistema determinado, uno debe saber lo que hace, ser consciente de sus responsabilidades y de qué es aquello con lo que está colaborando. Si está en contra del sistema educativo, el nuevo profesor puede hacer dos cosas: una labor de zapa silenciosa, trabajar para cambiarlo desde dentro (lamentablemente, como bien has señalado, cada vez esto es menos posible por la sobrecodificación de evaluaciones, etc.) o bien renunciar a ser profesor. No vale ser profesor y no aceptar las críticas al cuerpo docente; me explico: técnicamente yo soy periodista pero no ejerzo porque me parece una profesión innoble (uso esta palabra con todo el peso que tiene).

No obstante, tengo presente lo que dices y me quedaría en una posición intermedia entre criticar al sistema y critica, más que al profesor en abstracto, a ciertos docentes cuya labor deja mucho que desear pero que escudan su pereza bajo invulnerabilidad que condede la plaza de funcionario. Y eso no está bien.

La universidad parece cada vez más un parvulario. Es una estrategia de idiotización progresiva. Mis amigos profesores universitarios están cada vez más cargados de tareas burocráticas y administrativas, evaluaciones continuas, prácticas para las que tienen que elaborar informes permanentemente... todo ello actúa en desmedro de su propia actividad pedagógica. La figura del profesor universtiario capaz de desplegar cierta libertad y creatividad en el aula ha sido barrida por los nuevos planes de estudio, y a los profesores antiguos, que aún no han entrado (y no lo harán ya por razón de edad) en estas nuevas lógicas de la depredación) los jubilarán enseguida. En diez años habrán sido extirpados los últimos "residuos" y la universidad podrá funcionar como una perfecta picadora de carne.

Pink Floyd habrán resultado visionarios, después de todo.

No he sido capaz de ver el enlace al vídeo de Bachelard. Aparece la pantalla negra y no sé cómo activarlo. No desisto...

Un abrazo fuerte y gracias por tu entrega y devoción, por todo lo que has contado...

Stalker dijo...

Nán:

entiendo lo que me dices pero verás: es una creencia muy arraigada que las palabras no son inocentes aunque uno lo sea, es decir, las palabras obedecen a una genealogía no estrictamente filológica, están atravesadas por mediaciones éticas, socio-políticas, son armas cargadas con el óxido de las sucesivas décadas y formas de vida del (lamentable) bípedo ímplume. Nada menos inocente que las palabras, tan lastradas, tan carcomidas por polillas de origen diverso, remoto y tantas veces corrosivo.

Aunque tu decir sí, tu decir me parece cercano, hermano e inocente. A esto me refería.

Por otra parte, me pones el cercano ejemplo de los dojos zen en España y te doy la razón. En primer lugar pondría a estos dojos bajo el principio de sospecha, por no estar seguro de qué tergiversaciones, qué desplazamientos han operado en su doctrina los titulares de los mismos. Pero en todo caso no me refería a un ejemplo concreto: quería decir que la relación vertical y asimétrica, la jerarquía entre maestro y alumno, no es un todo homogéneo en tradiciones tan diversas como la de hinduismo (con seis darsanas o doctrinas clásicas muy diversas entre sí), el budismo (con las innumerables escuelas y cismas que ha generado a lo largo de la historia, opuestas entre sí en método de liberación, doctrina, respuesta a cuestiones metafísicas y "ultimidades"), jainismo, taoísmo, confucionismo, shintoísmo. Es una realidad tan heterogénea, múltiple y estratificada sociohistóricamente que me parece un tanto apresurado aplicar un modelo único (e insisto: etnocéntrico, por más que lo proyectemos hacia el otro) a una realidad que excede todo reduccionismo y que habría que entrar a analizar caso por caso. En algunas escuelas budistas, hinduistas o en el taoísmo, por ejemplo, tengo constancia de que lal relación entre maestro y discípulo es más desjerarquizada y libre de lo que nosotros jamás hayamos conocido. En otros casos tienes tú razón y hay órdenes con una disciplina rigurosa, que observan un canon ortodoxo y respetan rituales y jerarquías en una relación estrictamente codificada con la espiritualidad. Pero lo que puede ser cierto para los dojos zen españoles no lo es para los gimnosofistas o para el espíritu "ácrata" de los taoístas.

Es una realidad muy rica.

Respecto a lo último que propones, Nán, en efecto me refiero a otro tipo de educación, más abstracta, universalista, y sin duda estoy pensando más en las humanidades. Esa delicada operación a la que aludes, como la reparación de la motocicleta, es un conocimiento técnico. Es evidente que aquí no podríamos dejar al alumno al mismo nivel que el "profesor", porque de ser así nadie sobreviviría. En estos casos no queda más remedio que asimilar escrupulosamente una serie de habilidades técnicas.

Lo de la gramática es diferente. Se puede enseñar desde otra posición que no sea la jerarquía. Algún compañero ha hablado de experiencias libertarias en América del sur. Lo que dice Jacotot a propósito de su "maestro ignorante" es muy interesante para repensar ciertas formas pedagógicas en relación al aprendizaje de la lengua, la escritura, etc.

Aplaudo tu disenso y tu estar aquí,

un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Say:

ya te echaba de menos por esta casa. De verdad.

Abordas una cuestión candente en la que me pronuncio, como sabes, en tu misma línea, punto por punto. Creo que no estuve muy afortunado en mi respuesta a Adolfo porque, en efecto, es una cuestión de la máxima importancia esa distinción genérica, porque en la lengua está lo que somos y cómo concebimos el mundo. Me centré en otro tema igualmente terrible: las operaciones blindadamente falocráticas que construyen la posteridad cultural, y ahí la mujer, por el mero hecho de serlo, tiene que lidiar con obstáculos muchas veces insuperables. Un breve vistazo a los ganadores en toda la historia del Cervantes, el premio Reina Sofía, premio de las letras castellanas, premios nacionales, etc., quiénes aparecen o no en las antologías canónicas (con su escrupulosa cuota de mujeres, que nunca ha de rebasarse) muestran una realidad terrible, prehistórica, carpetovetónica: casposa.

Esos filósofos con pipa y en su torre de marfil pueden estar tranquilos: Chantal Maillard nunca será enseñada en las cátedras de filosofía y pensamiento. Casi con toda seguridad, tampoco en las de literatura. Hace unas semanas tuve ocasión de asistir a una brillante tesina sobre su obra. Quedó claro que ninguno de los tres miembros del tribunal, egregios catedráticos de hispánicas, habían leído ninguno de sus libros. Tampoco habían leído a los pensadores y filósofos que desfilaban por el apabullante aparato metodológico desplegado por la ponente: Focault, Deleuze, Derrida, Barthes, por no mencionar a los orientales (Baratha, Nagarjuna, etc. etc.).

Es evidente que la academia se mira el ombligo, y está muy penalizado y mal visto intentar estudiar "rarezas". Sólo vale lo ya consensuado y admitido (una tesis sobre Gamoneda ya sí es pertinente, cosa que hace diez años habría sido problemático, por poner un ejemplo).

En otras palabras: endogamia, amiguismo, y una repugnante falta de curiosidad y, por qué no decirlo, de probidad intelectual.

Me encanta la "furiosa y delicada precisión" con que te has expresado,

un abrazo fuerte

RAB dijo...

"Al principio creía que un maestro debe tener la razón en todo.
Después, imaginé que mi maestro se equivocaba en muchas cosas.
A continuación, me di cuenta de lo que era correcto y de lo que era equivocado.
Lo equivocado era permanecer en cualquiera de las dos primeras fases.
Lo correcto era hacer comprender esto a todo el mundo.

(Cuento sufí)

Estupendo post.

:+

Stalker dijo...

RAB!

¡Lo que sí es estupendo es el cuento sufí que nos has traído!

¡Gracias por el regalo!

abrazo

NáN dijo...

No tanto disenso, una vez aclarado lo de las enseñanzas de lo técnico.

Sé, y lo sé desde dentro, no de una manera racional, que lo que de verdad hay que aprender, o desaprender, es cosa de uno mismo. Dejarte guiar por otro que se ponga arriba, y aquí sí uso la palabra sin inocencia, es una pérdida de tiempo o, lo que es peor, de uno mismo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

He pensado muchos días al respecto de esta entrada. De hecho, desde que salí de la Facultad he pensado mucho en el tema de la enseñanza, pues a priori no es una profesión que me desagrade, aunque a posteriori más que con los alumnos siempre he pensado que me pelearía con el sistema educativo en sí mismo.
Cuestiones personales aparte, todas las citas que has propuesto son necesarias e imprescindibles, así como los diversos puntos de debate. Asimismo, un comentario queda pequeño para tratarlo.
Como discípula de Nietzsche y Foucault, así como librepensadora (es lo que me siento), creo que para poder cambiar la enseñanza habría que cambiar primero el propio sistema en general, pues de otra manera no serían posibles los puntos de debate que has generado.
El control, el nacionalismo, y el predominio de lo occidental es propio de las estrategias de poder ejercidas por los dominadores del norte. Ergo, la creatividad, la mirada sin prejuicio hacia el otro, la pregunta, la crítica y la universalidad humanística son consideradas como algo subversivo.
Los cánones cada vez abundan más, pese a que la imagen de ese canon parezca decir lo contrario. La reducción de la filosofía en secundaria e incluso en la Universidad es aberrante. El divide y vencerás campa a sus anchas en el estudio de la literatura. Las humanidades están en extinción.
Bien, si el sistema no cambia, la educación no cambiará. De esta manera el propio sistema generará elementos previamente controlados y capados mentalmente para no invertir tanto en represión. La sociedad tendrá al fin el modelo humano que el sistema ha generado. Sin capacidad de discernir no es posible ser libres.
Y termino, porque como te digo el tema es bien extenso, pero para mí el punto de partida está muy claro.

Un abrazo

Stalker dijo...

Querida Ataúlfa:

gracias por volver atrás, a esta entrada ya fagocitada por el pasado, herrumbrada por la velocidad del mundo que no nos da tregua.

Tus dudas son las mías. De hecho, con esta entrada sólo doy forma a unas nuevas preguntas, a nuevas formulaciones; diré, incluso: a nuevas inquisiciones. Pues una mirada inquisitiva es necesaria sobre la educación, pero, por encima de todo, sobre el mundo.

No habrá cambio en un subsistema si no destruimos primero la lógica que gobierna el sistema matriz. Hay que perseverar en ello y los frentes son muchos.


¿Qué hacer? Lo que podamos, y seguir compartiendo, y resistiendo, también en estos pequeños nidos que la tecnología nos permite.

Seguir acompañándonos aquí.

un abrazo fuerte

 
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