viernes, 10 de octubre de 2008

Injertos


Ute Lemper, alemana residente en Estados Unidos


Diamanda Galas, norteamericana de origen griego


Mariza, portugesa de origen mozambiqueño


Barbara, francesa de origen ruso

Cuatro voces injertadas en otra cultura. Cuatro formas de entender la belleza.

9 comentarios:

soperos dijo...

entender(se)...

"cuatro formas de entender la belleza", eso es, lo bello entiende su propia belleza, no hace mercadotecnia ni se muestra a sí misma –la belleza– en gesto grueso, sino que actúa tranquilamente generando en lo otro un estado propio de conocimiento sobre lo conjuntamente bello; lo otro, sí, se sabe parte mientras todo ocurre...

abrazos,
òscar

Stalker dijo...

Gracias, Òscar, por tu aguda reflexión. Si ves los vídeos ya será de vicio.

¡Un abrazo, compañero!

Inma dijo...

Ya me gustaría Stalker, pero no, esa no es mi casa, la alquilé en el norte de Portugal durante unas vacaciones hace tres o cuatro años.
Y sobre tu pregunta, pues escribo y me conecto a cualquier hora del día, aunque me gusta más por la noche, me siento más cómoda con el mundo en silencio.

Stalker dijo...

De todas formas, seguro que fueron unas buenas vacaciones...

Parece que no ha gustado mucho la música que he traído, seguiremos intentándolo :)

Inma dijo...

Disculpa q no haya comentado la música, me gusta la Lemper, pero es q en esta casa hay tanto jaleo q es imposible detenerse a saborear nada. De hecho por eso he de escribir a estas horas.
Gracias por la compañía nocturna

Stalker dijo...

Como detalle simpático: Ute me firmó un dvd con lápiz de ojos. Me colaron en el camerino y fue un rato muy entrañable.

Aunque no me gustan sus últimos discos, ni su faceta como compositora, como intérprete y en cuanto a presencia escénica es una superdotada, qué talento más increíble. No os la perdáis en directo.

Diamanda y Mariza son otros dos fenómenos escénicos que he tenido oportunidad de presenciar en varias ocasiones.

Barbara murió en 1997, y ni siquiera la conocía, pero me sigue pareciendo, a juzgar por los vídeos, lo más tremendo que he visto/escuchado nunca en "canción de autor". Podéis ver el último minuto del vídeo que he colgado. No sé qué pensaréis, pero eso no es normal. Al menos yo nunca he visto nada ni remotamente parecido a ese último minuto y pico.

La noche es grata compañera, princesa. Yo me quedaría aquí hasta las tantas de la madrugada, siempre, pero lamentablemente hay que madrugar para trabajar... menuda losa...

Stalker dijo...

Artículo (brutal) sobre Diamanda Galas, que estos días actúa en Madrid en el festival de otoño:

"Cuando los Beatles pisaron EEUU me dieron ganas de vomitar"

Detrás de un corazón envuelto en una armadura, un rostro esquivo, una larga melena azabache, un estricto vestuario negro y cierta adicción a escupir insultos, se esconde una dama hipersensible que lleva tres décadas creando sonidos realmente difíciles de encasillar. Por eso la definición de punk le suena ofensiva. "¿Me estás jodiendo? ¿De verdad que le han vuelto a poner a un disco mío la etiqueta de alternativo-punk? ¡No se enteran de nada! ¡El punk pertenece a una generación anterior a la mía! Yo crecí encerrada en casa leyendo libros de simbolistas franceses con mi hermano y escuchando música clásica!". Ante ustedes, Diamanda Galás, cantante, pianista y compositora de origen armenio-turco-griego criada en San Diego y, definitivamente, inclasificable.

"Bernard Herrmann sí que era radical, olvídate de Madonna y chorradas así", dice
Ese disco, donde no hay ni rastro de los tres acordes repetitivos con los que The Ramones marcaron los primeros pasos del punk, se titula Guilty, Guilty, Guilty y contiene algunos de los temas -centrados en amores obsesivos y desgarradores- que se escucharán hoy en el espectáculo La Serpenta Canta, el primero de los dos que presenta en el Festival de Otoño (el siguiente será el miércoles, Canciones del exilio, con poesías de César Vallejo y Pasolini, entre otros) esta artista de 53 años y voz insuperable, cuya música estremece y que gusta de abofetear al establishment musical estadounidense. Literalmente.

"Una vez pegué al crítico de jazz Steve Crouch, toda una institución del género. El cabrón me dijo: 'Para ser mujer y tocar el piano no lo haces mal'. Le partí la boca y le dejé sangrando. '¿Cómo te atreves a hablarme así? Llevo toda la vida estudiando', le dije". Aquello ocurrió cuando Diamanda ya llevaba años colaborando con artistas como Butch Morris o Mark Dresser, del universo del free-jazz, "que acabó asqueándome porque todos creen que sólo lo suyo es interesante. A la mierda. Ni el blues viene de África Occidental ni la música anglosajona es el centro del universo. John Cage es banal. ¿Los Beatles? ¡Puaj! Cuando pisaron EE UU quise vomitar. Música simplona. Imposible identificarme con ellos". Bufido seguido de insultos en griego.

Su conversación navega entre temas e idiomas diferentes -habla cinco- y así también es su música, impredecible, como una caja de Pandora en la que se entrelazan las estructuras clásicas de Chopin -que estudió de niña-, la música tradicional griega -con la que creció en casa-, el blues estadounidense "y el de Etiopía", el jazz de Ornette Coleman, la ópera y hasta Camarón, "un hermano de sangre".

Lleva tatuados sobre sus nudillos la frase Todos somos VIH. "Siempre me preguntan por qué con muy mala leche, pero yo soy peor y les contesto: 'mi hermano murió de sida, pero hoy me ha llamado desde el infierno y me ha dicho que allí se folla mejor que en ningún sitio. Qué pase usted un buen día". Cierra la frase con una carcajada de película de terror a la que sólo faltaría ponerle banda sonora de Bernard Herrmann, el compositor que llena su vida últimamente. "Él sí que era radical, olvídate de Madonna y chorradas similares".

En 1990, Diamanda apareció desnuda y cubierta de sangre en una iglesia neoyorquina donde interpretó Plague Mass, su crítica y desgarradora visión del sida y de cómo la sociedad trataba a enfermos como su hermano, que acababa de fallecer. Y es que en sus casi 20 discos Diamanda ha utilizado la música para expresar todo el cúmulo de emociones de una vida compleja y en la que la preocupación social y política es constante. "Mi padre me obligó a estudiar neurobiología y yo me sometí a experimentos de la CIA, como conejo de Indias, en laboratorios donde nos inyectábamos mierdas horribles. Eso deja efectos secundarios. Así que tienes que asumir que alguien como yo, que además me chuté heroína y tuve hepatitis C, tiene unos cuantos problemas mentales. Por eso simpatizo con la gente con problemas. Y eso no me impide hacer buena música. Nadie innova de forma voluntaria. En mi caso es el producto de venir de otras disciplinas y de la evolución de tradiciones diferentes. Y a todos los que no creyeron en mí, hoy puedo darme el gusto de meterles un puño por el culo".

Inma dijo...

Vaya, pasaba para comentarte que había leído esa entrevista ayer en El País, qué mujer tan tremenda. He estado hurgando en su discografía, confieso que me resulta difícil de digerir, vi que este miércoles está en el teatro Albéniz, pero creo que paso ejem.. Me quedo con las otras tres!!

Stalker dijo...

Sí, Condesa, y creo que haces bien... ahora Diamanda está más relajada, tiene 53 años y las efusione juveniles, las misas satánicas, forman parte del pasado. Ahora repasa estándares de blues y jazz al piano.

Respecto a la entrevista, me parece excesiva; nunca me ha gustado esa faceta provocadora, con cierta dosis de pose, en Diamanda. Cultivar el malditismo no me parece mal a cierta edad, pero cuando se madura, no sé, habría que poder sustituirlo por otro discuros. Hablo del malditismo como pose, claro, como proyección hiperbólica de algunas facetas de nuestra personalidad.

Diamanda me gusta por sus dotes técnicas asombrosas. Es una soprano como pocas hay en el mundo, y no se puede negar que su estilo áspero es muy personal. Lo demás, sus declaraciones, etc, sinceramente creo que son para la galería, para hacerse la foto y alimentar a sus fans con un personaje pre-digerido. No me lo trago.

Abrazos.

 
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