miércoles, 4 de marzo de 2009

El tablado de los maniqueos. Un poema de Tomasz Salamun

La poesía, al igual que la belleza y
la técnica, es el ámbito de la perfecta realización
de todas las fuerzas en el vacío. El amor perfecto no
necesita del orgasmo, ellas tres sí,
usan todo, incluso el orgasmo. El permanente fascismo
del cosmos es que apoya al poder. La civilización que
pierde su territorio perece, a menos que se
convierta en utopía. U topos, allí estamos ahora.
Pero Fourier generó
material y América ya ha atrapado
a China en su lazo. Los experimentos con drogas
han demostrado que Hitler fue vencido por
la cantidad y al gradación, no por
el sufrimiento. La pirámide es incomprensible.
El triángulo y el ojo del triángulo están
sobre los hombres. Por consiguiente la revolución es
un modo sensato de administrar, equilibrado por el grito
de lo vivo. Los muertos son siempre intencionales.
Sólo la sangre y la memoria de la sangre pueden atar
temporalmente. Todo el resto –el nirvana o el hedonismo–
es generación de modelos paralelos que no tienen
contacto, de ahí que son tan suaves y
funcionales como el anhelo.
Nadie puede detener la técnica,
el inmenso campo de arroz de alimento divino.
Revolución es siempre salvación, siempre
memoria y uso de la memoria, es decir,
tradición. La poesía se abreva en ambos
campos, pero dónde arraiga
de modo esencial, nadie lo sabe. ¿En la inteligencia que
tiene
invertidas las venas –tubos– en nuestro cuerpo y
en nuestro cerebro, tal como el capital tiene invertidos
sus intereses en Hong Kong, en la tundra,
los peces e incluso en el aire, o en los cortes siempre
renovados de nuestro mecanismo de defensa, en los gritos?
Es decir: mi sangre por la sangre de otro –
sacrificio –y al revés: traedme
ofrendas –relámpago. La diferencia entre
el paleolítico y el neolítico es entonces
inesencial. Nuestra civilización no se
diferencia de la civilización azteca, ni de la de
los felices recolectores de fresas

(traducción de Pablo J. Fajdiga)

4 comentarios:

soperos dijo...

de ser una piedra es una piedra que permite ser lanzada, connatural a su ser.

la poesía.

las más de las veces es un lanzamiento que se arena o, peor aún, que ensucia la belleza que nombra.

la poesía.

una piedra que yo dejo intacta, allí donde la encuentre, habitada por mis mil demonios y otros tantos ángeles.

la poesía, mi piedra.

invisible.

--
abrazos,
òscar.

Stalker dijo...

Así es, hermano búfalo.

La piedra ahí, dentro y fuera, piedra de moler también, y lastre que soltamos.

Abrazos

Anónimo dijo...

los comentarios me han gustado más que el poema

Stalker dijo...

Es que cuando comenta un búfalo como Òscar, la cosa es difícil de superar. Los márgenes de la escritura usurpan la piedra de moler, el centro anímico del texto. Quizá el lastre es el texto, y la levedad, los márgenes...

 
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