jueves, 14 de octubre de 2010

Mudanzas




















































































































































































Mudanzas: Antonin Artaud, Anita Ekberg, Anna Karina, Rafael Alberti, Audrey Hepburn, Ava Gardner, Francisco Ayala, Bette Davis, Birgitta Trotzig, Brigitte Bardot, Blaise Cendrars, Jorge Luis Borges, David Gilmour, Marguerite Duras, Juan Carlos Onetti, Françoise Hardy, Werner Heisenberg, Jane Russell, Jane Birkin, Lauren Bacall, Leonard Cohen, Louise Brooks, Marlon Brando, Nelly Sachs, Nichita Stanescu, Nick Cave, Paul Macartney, Paul Newman, Anne Sexton, Simone Signoret, Sophia de Mello, Lev Tolstoi


96 comentarios:

Stalker dijo...

"En mi naturaleza está envejecer. No hay modo de escapar al envejecimiento.

En mi naturaleza está enfermar. No hay modo de escapar a la enfermedad.

En mi naturaleza está morir. No hay modo de escapar a la muerte.

Todo cuanto me es querido y todos aquellos a quienes amo están sometidos al cambio. No hay modo de evitar separarme de ellos.

Mis actos son mis únicas verdaderas pertenencias. No puedo escapar a las consecuencias de mis actos. Mis actos son el suelo en que me arraigo".

Buda

Luis González dijo...

En mi naturaleza, hermano, está el envejecer y el romper amarras, el convertir la piel en bajo relieve de la muerte insistente. En mi naturaleza, ¿está la exigencia derepresentar ese destino? ¿O se debe forzar la ocultación a lo Wilde - Dorian Gray - con gesto que subraya el gesto? ¿Es necesario fotografiar la grieta? ¿Qué sentido tiene romper la magia de Louise Brook o el paso de la imagen en blanco y negro al colorín? ¡Oh, hermano, cuánta meditación exige la sarta de imágenes que me ofreces antes del desayuno, en la amargura del té inicial, en la antesala de la vida pública, de los actos... esos actos en los que dice el Buda que uno se arraiga.

Preso de mis actos aunque me atraviesen como flechas. Preso de lo que se posee: la arruga, el grosor de la grasa y la lentitud intestinal, la conversión de mi alma Botticelli en un cuadro de Bacon.

Oh, qué inicio de jornada, oh dios.

soperos dijo...

si fuéramos inmortales el miedo sería distinto. iríamos a toda velocidad, nos bañaríamos en aguas bravas o nos lanzaríamos desde el piso 116 para ir a por pan.

un proyecto duraría mil años y una cita trescientos.

la prisa sería distinta y los mineros de chile podrían haberse pasado bajo tierra cien años o tres mil.

quizás por eso, ser mortal y envejecer cada día, sea la clave hacia la libertad absoluta, que comprende y abarca todo-nada.

por eso actos, por eso dependemos de nuestros actos. todo se decide ahí.

o eso creo.

besos,
ò.

Unknown dijo...

andamosmudandomudanzas.

Es el rostro mudo y desnudo,
la piel suave e inconmensurable del proceder del tiempo.
Es el reflejo adentro del tacto.
Es el instante de infinitos lenguajes adheridos.

Belnu dijo...

Para mí esto es cruel (por razones mías, a pesar de que en mí, la autoburla va ganando terreno a la tristeza por el paso del tiempo y la pérdida que significa), en algunos de los duetos parece haber una venganza de Saturno o una parodia en la segunda foto, y en otros en cambio hay una belleza en la vejez, una especie de feliz reconcimiento de un yo, de una mirada.

soperos dijo...

"me conservo entero...se decía el cascote" (r.s.f.)

pepe

rosso dijo...

Sugerente catálogo de
mudanzas que enmudecen....
También por la belleza de algunos "traslados".

Cioran "Se muere desde siempre y sin embargo la muerte no ha perdido nada de su lozanía".

Abrazos.

Lola Torres Bañuls dijo...

Es el movimiento, el camibo. Mutamos y cambiamos constantemente y lo que nos rodea lo hace a la misma velocidad.
Perdemos amigos, desaparecen de nuestro alrededor, rostros que no veremos envejecer o que ya han muerto.
Y nosotros mismos cambiamos, a veces es crecimiento, a veces no.¿Crecimiento?
Y lo único que podemos hacer es seguir adelante y guardar los mejores momentos pero sin apegarnos y dejar fluir el cambio.

¡Que asco de vida! JAJAJA.

Por eso intento disfrutar cada momento de la infancia de mi hijo.

Darío dijo...

Que trabajo precioso, Stalker. Pensaba en que maravilloso podría sentir la voz...desde las fotos...cuanto cambió Cohen, cuanto Nick Cave...

Mercedes Thepinkant dijo...

Nadie habla de lo que se gana. Se gana la vida. O como dijo el poeta: para vivir he vivido. Si solo vemos lo que perdemos nunca apreciamos lo que tenemos porque siempre estamos perdiendo cosas. Pero cuando ya no quede nada, aún quedará algo, eso es lo que realmente somos, lo que queda después de perderlo todo.
Un beso.

Mercedes Thepinkant dijo...

Por cierto, tomé la foto de Paul Newman para mi colección.

Anónimo dijo...

Un arte - Elizabeth Bishop

No es difícil dominar el arte de perder;
hay tantas cosas que parecen colmadas por el deseo
de ser perdidas que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la confusión
de las llaves extraviadas, de la hora desperdiciada.
No es difícil dominar el arte de perder.

Practica después perder más, y más rápido
lugares, y nombres, y tierras a las que pretendías
viajar. Ninguna de estas pérdidas será devastadora.

He perdido el reloj de mi madre. ¡Y mira!, la última, o
la penúltima de las tres casas que he armado se perdió.
No es difícil dominar el arte de perder.

He perdido dos cuidades, hermosas cuidades. Más aún,
vastos reinos que poseía, y dos ríos, y un continente.
Los añoro, pero no fue un desastre.

Incluso perdiéndote a ti (la voz risueña, un gesto que
amo) no habría mentido. Es evidente
que no es muy difícil dominar el arte de perder
aunque eso parezca (¡escríbelo!) un desastre.

Isabel Mercadé dijo...

Ay, Stalker, a mí me pasa un poco como a Belnu. Me costó mucho aceptar mi propio cambio, el de los otros, la muerte, el envejecimiento,las pérdidas. De hecho, todavía no sé si lo he aceptado con la sabiduría de Buda o solamente me he resignado. Como dijiste una vez, entre tanto, me balanceo.
Estaba tentada de dejarte un comentario frívolo tipo: "¡Ahora entiendo la pasión de Idea Vilariño por Onetti!", lo cual no habría sido, por otra parte, del todo una huida del intenso sentido de esta entrada, pues de verdad lo he pensado. Hasta que he visto esta foto de juventud, no dejaba de sorprenderme que ese señor hubiera inspirado tanta pasión en ella, por muy genio literario que fuera. Pero no, tú no mereces que nos pongamos frívolos, o no sólo.
Yo tengo la esperanza de que en mí, en los que quiero, no todo sea destrucción, que haya, a pesar de la enfermedad y otras devastaciones, esa luminosidad de quien ha vivido intentando ser cada vez más consciente, como me ha parecido ver en los rostros de Bette Davis, Birgitta Trotzig, David Gilmour...
Un abrazo.

Stalker dijo...

Querido LUG:

fotografiar la grieta tiene todo el sentido del mundo. Yo quiero morir viendo, siendo consciente de lo que somos, a sabiendas de la impermanencia que nos constituye, de la sucesión de máscaras que habitamos, la entropía o el simulacro fatal.

Adensarnos en la grieta, volcarnos en ese temblor que nos difumina la carne, también es una forma de cuidar la vida y estarnos en plenitud.

El aparente menguar también puede ser una forma de crecer...

Siempre he considerado la juventud como una superstición, pasto de retóricas vanas y mentiras meticulosamente consensuadas (mentiras ortopédicas, mezquinas). La juventud ha sido construida como producto de consumo, y la vejez ha sido apartada, considerada como algo feo que hay que ocultar (como la muerte, que se nos escamotea en un ejercicio de prestidigitación hipócrita como ninguna sociedad ha conocido nunca). Es hora de reivindicar la senectud y dejar de vivir en el simulacro. Es hora de quemarnos los ojos con la verdad de ese tránsito y destruir, de una vez por todas, el inmenso pozo de sufrimiento que provoca la lucha contra la edad, la conservación encarnizada de un estado pasajero, la juventud, elevada a imperativo categórico, a universal irrenunciable que nos encorseta en una visión limitada de lo que es la belleza.

Agradezco tu verbo lleno de sonajeros, y más sabiendo lo poco que te prodigas,

un abrazo

Stalker dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Stalker dijo...

Hermano búfalo:

posiblemente la muerte sea el mejor regalo concedido a los seres. Aunque a veces me aterra pensar que en un espacio de 70 u 80 años (tal vez menos) niguno de los que estamos aquí estaremos, aunque a veces sucumbo a ese vértigo de inanidad, también pienso que la muerte es un don.

Como si alguien nos hubiera prendido un momento, velas o luminarias efímeras en una eternidad de frío y silencio. Y es ese momento el que hay que aprovechar, no hay otro.

También tenemos que morir porque nuestra rapidez para erosionarlo todo, para carcomer cualquier vida o relación (mental, senti-mental, incluso espiritual) nos obliga a desaparecer: sencillamente, lo oxidamos todo a una velocidad increíble. Por eso tenemos que morir y dejar paso a una siguiente generación que herederá nuestras taras y repetirá, punto por punto, todos nuestros errores, nuestra infinita necesidad y el hambre, el desajuste, el miedo.

Lo que digo parece pesimismo, pero no lo es, porque en todas esas generaciones que se despeñan desde el inicio de los tiempos, en toda esa cadena de dolor que vamos perpetuando gracias al buen hacer de la familia, el sistema educativo, la esclavitud laboral, la orfandad existencial o espiritual, también brilla, inesperada, la felicidad. La felicida que irrumpe y nos inunda, que hace alud de nuestro cuerpo inesperado, que nos hace el cuerpo en un solo relámpago lúcido.

Junto a toda esa miseria, también perpetuamos la llama.

Y todo está bien.

un abrazo, búfalo

Eastriver dijo...

Haces poesía cuando te lo propones. Espantado con la fascinante Louise con frente, o la Simone adorada. En fin, que lo tuyo es sacudirnos. Y se te da bien.

Fackel dijo...

Stalker, ¿y si la primera es la máscara y la segunda el auténtico rostro?

hiniare dijo...

¿Cómo era aquello?, de que a partir de los 40 (los 30?) tienes el rostro que te mereces… La juventud es la hoja en blanco, las arrugas y flaccideces son la vida escrita. En eso estoy de acuerdo con Thepinkant. En otro tiempo la vejez era experiencia y sabiduría, ¿por qué ahora sólo transmite decadencia y fealdad? En el rostro de Audrey Hepburn sobrevive la misma belleza, porque no venía de su piel tersa sino de una dulzura interior. Otros parece que siempre fueron viejos. De Ava Gardner, Jane Russell o Bette Davies, recurriendo a ese pozo de profunda sabiduría, sin desmerecer a Buda, que es el refranero español, podría decirse: “que les quiten lo bailao”.
Saludos,
h.

Stalker dijo...

D:

y tú te adhieres con un poema que me dice mejor que cualquier teoría la mudanza, la delicada intimidad y el adentro.

Quiero imaginar que tu letra esculpe arrugas, que son vida, y en ellas nos reconocemos,

un abrazo

Stalker dijo...

Belnu:

yo no lo veo cruel y te voy a explicar por qué.

En primer lugar, al hacer esta entrada lo hago con un inmenso respeto por las personas retratadas. Jamás me solazaría contemplando los cambios, el "deterioro" (entre comillas, porque el cambio no tiene por qué ser deterioro, puede añadir, y de hecho añade, cosas que no estaban). La idea es reflexionar sobre un tema que me extraña y me apasiona: el por qué del cambio, y quién somos, si algo somos, bajo esa impermanencia y fugacidad. ¿Qué persiste bajo todos los rostros con que el mundo nos lee y nos inscribe en su círculo voraz? ¿Dónde la identidad? ¿En la mente? ¿Y acaso no cambia la mente, no percibimos sus arrugas en nuestros pliegues emocionales, en las fracturas y contracturas del pensar, en los pequeños vértigos y brechas que se nos abren a cada instante?

La otra idea es denunciar una serie de falacias o mentiras que asolan nuestra civilización, provocando, como digo, un sufrimiento infinito.

La primera es la ecuación "belleza = juventud". Tengo 33 años, así que no hablo desde la atalaya de una edad provecta, pero ya con 18 esa asimilación me parecía intolerable y ya la consideraba una estrategia de mercadotecnia masiva: comer, depredar, engullir la juventud, la única belleza posible.

La belleza no conoce edad. Lo único que ocurre es que en la juventud está sustentada por la biología (perpetuación de la especie). Al contrario, con la edad un rostro llega a ser lo que es, se "emancipa" del instinto gregario, de ciertas formas hasta cierto punto comunes; algo se amansa, se adensa y crece.

Otra falacia consiste en equiparar "belleza" con "verdad". Es una lacra que nos acompaña desde el romanticismo (Keats la amonedó en un verso que rechazo con todo mi ser), una mentira masiva, una auténtica atrocidad posromántica que nunca me cansaré de denunciar. Belleza más verdad más bondad. Ya tenemos la tríada y seguimos aherrojados al platonismo, remando en galeras bajo el látigo del paradigma posromántico que, pese a estar ya en el siglo XXI, sigue rigiendo las formas consensuadas de amar, emocionarnos (y para más inri, creemos que somos libres, que todo lo que sentimos viene de nosotros y no del mundo que ha configurado esas formas de estar y darnos)

Estos son los objetivos de una entrada así. Desde luego no la crueldad, institución con la que confieso no tener trato alguno ;)

Sí me mueve la inquietud, pero ésta es una de las formas de la curiosidad. También una mirada compasiva: al ver estos rostros leo en ellos, en algunos de ellos, un dolor intenso por la juventud perdida, por el paraíso remoto e inalcanzable. No son conscientes de lo que han ganado y cómo la vida se inscribe en sus cuerpos,y todo lo que irradian esos rostros arrugados, difuminados y en muchas ocasiones negados, tristemente negados, invisibilizados y exiliados por sus propios portadores.

La hospitalidad empieza quizá en el propio rostro...

Un abrazo

Stalker dijo...

Peyp:

me descalzo ante la sabiduría de esa pluma...

y saludo tu presencia en esta casa, que es la tuya...

Stalker dijo...

Rosso:

Desde luego la muerte está eternamente joven, sobrevivida a toda mudanza y clima.

Creo que era Cioran quien definió el tiempo como un "funcionario del rostro".

Un funcionario especialmente aplicado, un orfebre que talla arrugas y desdibuja la barbilla, horada, provee de flaccidez a la tersura y pigmenta la blancura de mil venillas y capilares: orografía secreta que aflora y nos mengua de ser, nos desposee de lozanía y nos priva de fuerzas.

Me gusta pensarlos como traslados.

Al envejecer un rostro se traduciría y retraduciría constantemente, buscando su expresión exacta, tanteando el vocablo preciso, la decantación mesurada de la frase: el tiempo sería el traductor y su lengua esculpida en la piel nos da a leer al mundo. Al mundo que quiera leerla.

Mientras tanto, el rostro espera

un abrazo

Stalker dijo...

Lola:

hay mucha delicadeza y sabiduría en tus palabras, lo digo de todo corazón.

Estás siempre atenta, siempre cercana. Atiendes y compartes siempre.

Me alegra que vivas esa infancia e tu hijo, ese regalo.

un abrazo

Stalker dijo...

Curiyú:

agradezco mucho tu impresión. Yo la siento como una entrada que irradia cierta belleza. No fealdad. Belleza. A mí me dice así, me lleva a eso.

Si tenemos miedo, si rechazamos, se inicia la distancia, empieza la fealdad, se alzan los muros.

Pero con alegría los podemos derribar y llamar a las cosas por su nombre: un viejo, una anciana (¿para qué el ridículo eufemismo, la palabra-profiláctica?), y son hermosos, y no hay que esconder nada porque todo está ahí.

Las voces de Cohen y Cave. He crecido co ellos y te voy a contar cómo: Cohen ha sido como un padre, siempre, una figura paterna, a veces severa, siempre firme. Cave es más un hermano, una especie de hermano que ha comprendido algunas cosas, un hermano especialmente airado, inquieto y sensible, con el que compartir la desnudez, la ira de existir y el infinito anhelo, también, de vida. Siempre.

Por ahí van las cosas,

abrazo

Stalker dijo...

Mercedes:

es que no lo concibo como una pérdida. Ese sería el error: yo era aquel, aquel era mi yo verdadero, mi rostro auténtico, y ahora lo he perdido.

Lo que hay es sólo cambio. No hay nada que se pierda. Quizá tampoco se gana nada (pero sí se gana, en otro ámbito).

"Lo que queda después de perderlo todo". Eso somos. Esa nada donde todo es, quizá, juego: pura potencia de vida.

No pregunto cuál de las dos fotos de Newman ha pasado a engrosar tu colección. Ya lo descubriré,

abrazo fuerte

Stalker dijo...

Anónimo:

Te agradezco de veras el poema. Sé bienvenido/a.

Perder, perder países. Perder suicidios. Perder la pérdida y no reencontrarla.

Stalker dijo...

Querida Bel:

son tantas cosas que hay que aceptar... tantos mecanismos por desactivar. Nos han enseñado que tenemos que retrasar el envejecimiento lo máximo posible, que hay que ser joven a toda costa, que hay que seguir cultivando esa seducción de bajo perfil (atracción sexual) aun cuando el cuerpo nos niega el torrente hormonal que la propicia.

Todo apunta a que hemos construido el mundo así y que otra forma de vivir, y de recuperar la belleza de la madurez y la vejez, es posible. Pero mucho me temo que tendríamos que desarmar el andamio del capitalismo (cosa sin duda deseable), que es una máquina excretora de belleza prefabricada, que continuamente fagocita porque siempre hay alguien más joven y más hambriento...

¡No se me habría ocurrido nunca lo de Onetti! Pero la seducción no debe ir siempre unida al atractivo físico visible, quizá la personalidad de Onetti era increíblemente magnética, por mucho que la imagen que conservamos en la mente sea la de un hombre anciano, apático y deshauciado, que había renunciado a sí mismo.

No todo será destrucción, Bel, entre otras cosas porque no todo fue construcción. La juventud como un ascenso, como una subida, como algo que se construye... quizá es una manera de verlo, sólo una manera de verlo, y un tanto limitada. Ganancia y pérdida son nombres que le damos al cambio, que en realidad tampoco existe: existe una espectralidad que pasa a través de nosotros, nos muda, nos de-muda, nos enferma de enmudecimiento.

Medremos en el lenguaje ruinoso del rostro.

abrazos

Stalker dijo...

Ramón:

que encuentres esta entrada poética marca el grado de inclinación de tu mirada. Te lo agradezco de veras.

He ido reuniendo las fotografías a lo largo de varios meses. Como la entrada de los animales ("La belleza") ésta ha sido una entrada muy vivida, muy trabajada por dentro de mí, mucho más de lo que parece.

Sacudir, sacudir, hacer temblar los cimientos.

He tenido buenos maestros y también muy buenos anti-maestros (los que me han mostrado el camino erróneo: el de la solidificación de la creencia, normalmente equiparable a las verdades trascendentales, al platonismo de uno u otro orden: idealismo alemán, "poesía del silencio": "enemigos" a batir cordialmente, con mecanismos de intensificación, desde la afirmación de la vida)

Espero sacudirte intensamente muy pronto, otra vez,

abrazo fuerte

Stalker dijo...

Fackel:

hay una observación de León Bloy con la que comulgo bastante. Decía algo así como que un ser humano sólo llega a ser quien verdaderamente es (y por tanto, sólo "alcanza" el rostro que le depara la eternidad, su verdadero rostro más allá de las mudanzas previas, del previo enmascaramiento de la lozanía y la juventud) a partir de los cincuenta años. Ahí es cuando todo cuaja.

Simpatizo mucho con esa idea, y como tengo deseos de llegar a ser yo mismo ya voy contando los diecisiete años que me quedan para esa fecha.

No me cabe duda de que, como he dicho antes, la juventud es una superstición construida, un producto mercantil, por un lado, al que se atribuye el fuerte valor añadido de consensos de rentabilidad: lo joven vale más, las jóvenes promesas, los artistas emergentes... y la belleza se compra, se vende, se expolia, los cuerpos se cosifican... la belleza se utiliza para todo, incluso en el mundo de la cultura, de formas muy poco elegantes.

En este sentido la juventud sería una máscara.

Pero también la senectud se puede entender como máscara. Somos todos nuestros rostros y no somos ninguno. ¿Cómo aceptar esta paradoja? ¿Cómo aceptar y entrañar lo inentrañable, la feroz extrañeza del vértigo de mudanza, la trashumancia de rostros, la infinita recontextualización y reinscripción facial?

El rostro es, al final, el lugar de la escritura: el palimpsesto por excelencia. Nos escriben la juventud, nos la borran; nos escriben la madurez, luego la vejez. Y quedan huellas, podemos leer los que hemos sido en lo que somos.

Es todo demasiado complejo. Habría que releer "El tiempo recobrado", de Proust y el ensayo sobre el envejecimiento de Améry. Hay muchas claves ahí, esperando ser desentrañadas,

un abrazo, hermano

Stalker dijo...

Hiniare:

eso es lo extraño. ¿Cómo lo que antes era un valor, la vejez, fuente de la que manaba el consejo y el regazo, ahora es algo aborrecible y que hay que disimular?

¿Por qué se ha convertido en tabú?

Las respuestas imagino que son muchas, pero sospecho (y me repito ya hasta la saciedad) que el recrudecimiento del capitalismo, el capitalismo salvaje y sin norte, puede tener algo que ver con ello. ¿Para qué queremos sabiduría y experiencia, si con ello no se puede, u hoy en día no se puede, comerciar?

Mejor encerrar a los ancianos en asilos y que la vejez sea un tabú, que hasta la palabra viejo sea un tabú que haya que pronunciar con pudor para no herir sensibilidades anestesiadas...

La dulzura interior. Creo que en efecto hay rostros que parecen iluminados por dentro. Exhalan algo, vierten algo al mundo. Quizá esos rostros envejecen de una forma y otros, rostros de personas no generosas, rostros que no se ofrecen, acaban opacándose y se encierran, niegan lo que podrían dar y devienen islas. Un rostro isla puede ser impenetrable, porque la falta de generosidad es la fealdad de este mundo.

Elucubraciones nada más...

un abrazo

karmen blázquez dijo...

Stalker, yo le diría al Maestro Buda, a mí hábleme más sencillo, dejémoslo en que "lo que está abajo es como lo que está arriba",o aquí en la tierra como en el cielo, o ¿así en la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Venus... como en el cielo?,... creo que se hace más complicado aún. Mas sencilla es la perogrullada del Maestro Ramón el de la Serna: "estar muerto es estar como antes de haber nacido".
Un abrazo Stalker desde las cuencas de mi calavera
k

tula dijo...

Para tener algo por lo que vivir primero tenemos que tener algo por lo que morir.
Nada es lineal. aunque nuestro diálogo interno nos haga pensar lo contrario y si queremos un momento de libertad debemos dejar lo social a un lado aunque sea un momento.
un abrazo.

Raticulina dijo...

Los rostros de juventud irradian, los de la vejez atesoran. Es como el camino del ser.
Siempre me han fascinado los ojos de la vejez, me atraen como los pozos. Y la piel vieja es como esa mantita arrugada y cómoda con la que me arropo, o mis zapatillas de felpa de andar por casa...Al igual que mis cicatrices, las arrugas son mis victorias particulares.

Respecto a Buda, aparte de iluminado, supongo que era un hombre de acción. Yo aprendo casi más de lo que no hago que de lo que hago...

Abrazos

bardamu dijo...

Eterna vejez. Excelente.

RAB dijo...

Bueno, veo que todo el mundo reflexiona sobre el vivir y el morir. Si me lo permites, apuntaré una nota de frivolidad al asunto: Ava Gardner es la única que conserva su belleza, en mi opinión. Yo hubiera añadido a Sofía Loren, cuya belleza altiva recrudece con los años, como los mejores vinos. David Gimour: todo un gentleman. Y leon Tolstoy, una belleza del siglo XX a mediados del XIX: En cuanto a Nick Cave está más guapo ahora: hay gente que en verdad sabe envejecer... ¿se cambiará la sangre como Mick?

Saludos farandulistas :+

Lola Torres Bañuls dijo...

Saltker ¿Cual a sido tu criterio de selección?

Mercedes Thepinkant dijo...

Cogí la foto joven por una cuestión puramente estética, pero hubiera dado cualquier cosa por tener una larga y tranquila conversación con el Paul Newman anciano. Ahora ya no podrá ser.
Beso.

Stalker dijo...

Karmen:

no sabía que Ramón Gómez de la Serna había pronunciado esa frase. Es algo que siempre he pensado: venimos de una eternidad de silencio y olvido y a ella volveremos. Por eso la muerte no es nada.

Cosa distinta es morirse: algo más complicado, más difícil de asumir, pero morir pertenece a la vida. Como todo, no hay nada que no pertenezca a la vida. La muerte no es nada.

El Buddha me habla con un susurro directo que me entra sin mediaciones. Me parece un "magisterio" muchos más comprensible que la verdad revelada de las religiones del Libro, siempre sometidas a la autoridad jerárquica y que exigen en tributo de la fe (en muchas escuelas budistas se pide a los discípulos que descrean del Buddha, porque el Buddha no es importante, lo importante es el camino a la liberación...).

Acojo tu saludo desde las cuencas de tu calavera y lo uno al mío. Que ambos entren en la danza...

abrazos

Stalker dijo...

Tula:

¿la libertad estará quizá en la renuncia, en la ruptura del pacto, del eje, de todo aquello que nos niega el unísono?

Tu comentario me hace pensar, y no cesa el pensamiento...

un abrazo

Stalker dijo...

Raticulina:

también creo que puede invertirse lo que dices: la juventud atesora (es decir, no es generosa, hay algo que se reserva para sí) y la vejez en cambio lo irradia, lo da: la vejez se expone, muestra todo lo que somos y hemos devenido, todo lo que nos hemos sido siendo. Ésta es sólo, claro, una manera de verlo.

El Buddha era un hombre curioso: inmóvil y móvil, tranquilo y combativo, iluminado y en el mundo. Lo que más me gusta es que no impone un campo de trascendencia. En su doctrina no existe un más allá, ni un mundo de las ideas inalcanzable (platonismo); todo es inmanencia y aquí, vértigo del existir-aquí, piel adentro, y todo, incluso la iluminación, ocurren en nuestro mundo, que equivale al curso de nuestra mente.

Cosa distinta es que algunas escuelas lo deificaran y construyeran esos planos trascendentes (lamaísmo, por ejemplo), y erigieran incluso una iglesia para apacentar rebaños de fieles, reproduciendo todos los males de las religiones del desierto. El principio fue muy otro.

abrazos

raúl quinto dijo...

me dejas con la boca abierta. Esto es un entradón, el tiempo no tiene misericordia y he aquí la prueba, como supongo que se habrán dicho ya en los 41 comentarios anteriores muchas cosas sólo apunto a lo superficial (tal vez en la superficie se pueda encontrar algo más profundo): para algunos la vejez a destrozado literalmente las hechuras de la belleza, apenas queda un recuerdo, una sombra borrosa. Mientras tanto Birggita Trotzig se mantiene idéntica a sí misma, me resulta inquietante y esperanzador. Qué misterio oculta esa excasa mudanza. Y por otro lado, la belleza de lo antiguo, qué animales tan bellos esas mujeres en blanco y negro, ese Brando que sí, que se derrumbó en grasa y locura, pero que era bello, demasiado bello para este mundo.. Bette Davis, Ava Gardner... demasiada belleza para durar siempre... esa es mi conclusión.

Isabel dijo...

Genial. Menos mal que envejecemos, cómo aceptar la muerte si no. Se debería mostrar más la vejez, es parte de la vida.
No fumo, pero si lo hiciera, me gustaría envejecer como Ava.

Ana Hidalgo dijo...

Yo he disfrutado con las imágenes que son de barro, rostros hechos con materiales. Me hacían reír y caerme -la risa de lo que se comparte, la risa del habitante de la montaña-, también me hacían mirar con mucha atención, demorándome en cada límite. Pero sobre todo he disfrutado con las imágenes de barro porque a través de ellas sentía el acto del gesto, la reflexión viva del gesto -porque existe una reflexión del gesto, una metafísica del gesto, y más del gesto extremo, el gesto que algunos dirán que es exagerado, demasiado expresividad, tanta que es casi de "mal gusto": el rostro que se frunce hasta el pliegue de los pómulos, los ojos que se abren hasta la disolución de lo mirado, la nariz que se mueve y arruga reiteradamente como buscando el lugar del olor, en definitiva toda la tragedia y la comedia, la flexibilidad del barro, la lengua no verbal y todo boca.

En cuanto a las fotos que son distancia, las estatuas griegas, me asustaron porque hablaban de cómo nos habían enseñado a sentir, iconos sexuales y con tanta frialdad en su mirada, tanta idea anterior en su mirada y en la posición de su cuerpo, o quizá por eso fueron iconos sexuales, seres de deseo porque nunca nos asombrarían, porque nunca han de asombrarnos.

Un abrazo muy fuerte, Stalker. Esta entrada nos ha removido tanto a todos, no podía ser de otra manera, pues nosotros también.

p.d- Personalmente, me gusta que cuando sonrío se me formen a los lados de la boca unas arrugas bastante marcadas, y que cuando estoy pensativa o irritada se me marquen en el entrecejo otras tantas arrugas.

Stalker dijo...

Bardamu:

eterna vejez, eterna juventud. Equivalencias: misma vida...

saludos

Stalker dijo...

RAB:

recibo con alegría tus saludos farandulistas...!

abrazos

Stalker dijo...

Lola:

no ha habido criterio de selección. Es muy heterogénea la lista (Franciso Ayala y Brigitte Bardot, parece difícil imaginar dos seres más distantes).

Simplemente he ido buscando, y he dejado actuar cierto efecto resonancia o de apelación entre las fotografías. Algo como una red unida no por algo visible...

un abrazo al ave zancuda

Stalker dijo...

Mercedes:

el Newman anciano sin duda tendría muchas cosas que contar, mucha vida...

un abrazo

Stalker dijo...

Raúl:

te recomiendo, por si alguna vez te apetece, el último volumen de la Recherche de Proust: "El tiempo recobrado".

En él hay una fiesta donde aparecen las viejas glorias y amistades del protagonista. Han pasado veinte o treinta años desde que no los ve, y aquí constata su envejecimiento y cómo son y no son quienes eran.

Pero no es sólo deterioro lo que se opera en estos traslados. También hay ganancia, remodelación, retraducción y exactitud. Las arrugas nos acercan a la exactitud.

un abrazo

Stalker dijo...

Isabel:

es parte de la vida sí, pero la vejez no se muestra por lo que ya sabemos.

Es curioso en especial la infinita distancia, el odio velado, el asco incluso, que la juventud profesa a la vejez. Qué poco ignora esa juventud el escaso tránsito que la separa de la ancianidad...

Observo que unos pocos os habéis fijado en la Ava Gardner madura. El caso es que aquí no aparece muy mayor, y he visto otras fotos donde el cambio es mucho más acentuado.

abrazos y bienvenida

Lola Torres Bañuls dijo...

Su ya veía que a simple vista eran muy diferentes unos de otros.

Lo bonito es quedarse mirando las grietas que nos deja el tiempo entre la belleza de la juventud y la belleza de las grietas:

"Todo cuanto me es querido y todos aquellos a quienes amo están sometidos al cambio. No hay modo de evitar separarme de ellos"

Las palabras de Buda son extraordinarias. Este fragmento es precioso para guardarlo y leerlo de vez en cuando.

Stalker dijo...

Ana:

tu reflexión-sensación me parece extraordinaria, como siempre.

Estás en otro lugar, con el cuerpo y con la mente. Tu forma de sentir y pensar no se parece a nada. Es hermoso que lo compartas.

La metafísica del gesto, del gesto extremo... De vez en cuando, yendo por la calle, me abstraigo mirando rostros. Busco en ellos inflexiones, gestos, puntos de fuga, algo que los diga por debajo de lo que son, una expresión que los muestre tal como son bajo la gestualidad gregaria o la liturgia tribal. Encuentro mucha fealdad en los rostros, y no me refiero a algo estético sino a la fealdad del gesto: son rostros que no se dan, que no están habitados, que defienden su ruina o su ira, la irrisoria carga mental o espiritual que guarda en sí su portador, como si fuera un tesoro.

Ya sabes que para mí lo que uno tiene es insignificante, no sirve para nada, si no lo comparte con los demás. La poesía, sin ir más lejos, no sirve para nada si es una instancia ensimismada, un mero constructo retórico. La poesía que no se da, que no se vuelca en lo otro, en el cauce del otro, la poesía que no se escribe en el cuerpo del otro, para mí no sirve para nada, es un ejercicio vacío y "lumínico", falsamente trascendente (y aquí incluyo, lo siento, a los más "grandes" de nuestra tradición, que están vacíos precisamente por ser "grandes", ridículamente grandes en sus palabras y pobres de generosidad y vuelco).

Pues bien, esos rostros que no se dan caen sobre sí mismos, son succionados por un centro devorador, impenetrable, ensimismado. El centro es un hambre, y el hambre puede darse, pude declinarse hacia el otro, pero los portadores de estos rostros (tan numerosos) lo ignoran o lo quieren ignorar y el rostro se fagocita a sí mismo.

Lo que no se da se pudre en sí mismo, se consume en el breve fuego que un alma es capaz de gritar.

Esto origina una gestualidad espectral, una sucesión de rostros clónicos, zombis sin vida, rasgos-fantasma grotestacamente articulados. Deformidad de santa compaña, miseria del rostro no vivido: no ofrecido.

La viguería o los contrafuertes que sostienen un rostro es ese darse que, con el tiempo, deja sus marcas y esculpe el barro, con eficacia y delicadeza, sin plan preconcebido.

La estatuaria de los sex symbols obedece a otra lógica de la espectralidad, del cuerpo espectral y el simulacro. Ahí no hay nada: sólo construcción, molde vacío. Como bien dices, son rostros que no nos asombrarían, ¿qué habrían de darnos? Para mí están disecados, son una forma de muerte consumida, una nada henchida y altanera que se disuelve en su propia apatía. Poca vida en la pose. Toda la vida en el barro que grita y se dice en el grito.

Arrugas, pliegues para el reconocimiento. Que el rostro se nos ahonde y nos indique el surco exacto en que derramar el gesto y que algo, ahí, nos signifique...

abrazos

Stalker dijo...

Lola:

es hermoso esto que dices:

"Lo bonito es quedarse mirando las grietas que nos deja el tiempo entre la belleza de la juventud y la belleza de las grietas."

Y el Buddha era pequeño, un ser de sabiduría pequeña y que se adentra. Frente a los vociferantes predicadores del desierto, frente a quienes se desgañitaron ofreciendo la salvación y la mayúscula, he ahí un hombre pequeño, como Lao-tsé...

Demasiado para Occidente, que necesita sus catedrales, llegar al cielo y a la (triste) Mayúscula inhumana.

abrazo

Stalker dijo...

Ana (postada):

encontré este fragmento en una cosita que escribí a los 19 o 20 años:

"Camino por las sepulturas de la ciudad, siento el rebaño de miradas, el menoscabo, la delimitación inexorable que hacen de mí los ojos ajenos -me ponen fronteras, me resumen, me asimilan a un arquetipo por mi apariencia, por la brevedad sumaria de un conjunto de percepciones difusas, agrupadas - siento que me erosiona el vértigo de los rostros, que me asedian esos insonsables muros faciales.

¡Qué feas son las caras! ¡Qué desagradable cuando se ofrecen en avalancha, sin hiatos expiatorios o purificadores!

Celebraré el día que se produzca la abdicación masiva de los rostros, su exilio a la matriz de las formas."

También me he quedado con esta curiosidad: ¿qué rostro de barro te ha hecho detenerte y entrañarte, cuál o cuáles te han hecho estar ahí?

abrazo

NáN dijo...

Siempre he amado a los viejos y ahora casi lo soy; amo a una mujer que casi lo es.

La decrepitud es hermosa cuando no se lucha contra ella, destruyendo las arrugas y las pérdidas de brillo con métodos artificales.

Me parece una entrada "ejemplar". Y unos comentarios excelentes, como siempre.

Un abrazo.

Stalker dijo...

Nán:

de nuevo vuelves a dar en el clavo:

"La decrepitud es hermosa cuando no se lucha contra ella, destruyendo las arrugas y las pérdidas de brillo con métodos artificales".

la decrepitud es hermosa cuando no se la asedia con prótesis, afeites e incluso gestos que pretenden borrarla. Es un principio de reconocimiento de lo que somos, de aquello que nos llega: un habitar la vida que mengua y vibrar, y construir en ella. Algo difícil en este mundo menesteroso, atravesado por tantas mediaciones mercantilizadoras, en el que la distancia con nosotros mismos (y con nuestro rostro,y con nuestros gestos) se ha hecho, al parecer insalvable.

No se trata de reivindicar un vitalismo pueril (del estilo "siempre seremos jóvenes": éste es otro sofisma que perpetúa, en la letra, el deplorable estado de cosas: el escamoteo, la ceguera del eufemismo y su trampa) ni por supuesto considerar que todo ha de ser dinámico o activo a ultranza, independientemente de las limitaciones que el cuerpo impone: me refiero a esa exigencia a hacerlo todo con la misma intensidad, no importa la edad: hay que seguir corriendo, seguir haciendo el amor como en la primera juventud, seguir activo a cualquier precio hasta que uno se derrumbe, muerto; en esa actividad sin reflexión se cifra otro de los rostros más desencarnados de la velocidad y el consumismo feroz: consumamos nuestro tiempo, no nos detengamos hasta el último suspiro, que no haya hueco donde pueda instalarse un pensamiento o... la duda, vaya a ser que la duda revele la inanidad de los mecanismos que nos uncen a la rueda y suframos la tentación de des-uncirnos, desanestesiarnos o aprender, por fin, a vivir...

un abrazo a ti por compartir estas y otras inquietudes

Portinari dijo...

"Encuentro mucha fealdad en los rostros, y no me refiero a algo estético sino a la fealdad del gesto: son rostros que no se dan, que no están habitados, que defienden su ruina o su ira, la irrisoria carga mental o espiritual que guarda en sí su portador, como si fuera un tesoro. "

Stalker, seguiré tu conversación Ana, a ver a dónde va ese afluente del río grande.

Respecto a este cachito que tomé de un comentario tuyo para Ana, me reconozco en él. Porque a veces, ya pronto, me tocó ser el restro feo, cargado, volcado sólo para mí, para intentar cambiarlo. El único modo, como no, es dándole la vuelta.

Las fotos son estremecedoras, en un sentido que me los reúne a todos. Son como un preludio. Las fotografías son, todas un preludio.
Todas me han hecho pensar en mi manera de ser joven. Artaud para mí era muy hermoso. Pensé en quienes me rodean y son también hermosos-Artaud, ¿quién sería capaz de acompañarlos hasta la última fotografía? hay quienes afirman que si el ser amado sufre un accidente irreparable en el rstro, del único modo irreparable socialmente, ese amor deja de ser lo que era. La vejez es precisamente un quemársete la cara poco a poco, pero no se puede negar que sigue habiendo un rostro, una arruga que evidencie que por allí, por ese surco, pasó aquel individuo.

Stalker dijo...

Portinari:

"Porque a veces, ya pronto, me tocó ser el rostro feo, cargado, volcado sólo para mí, para intentar cambiarlo. El único modo, como no, es dándole la vuelta".

Tus palabras me sorprenden: ¿cómo podría Portinari ser el rostro feo y vuelto hacia sí mismo? Recuerda que he visto ese rostro, y sé que no es así. Hay timidez pero la timidez también es una forma de darse, de iluminar en voz bajita. También se hace música con susurros y en un color discreto se emboscan todas las felicidades.

Yo te veo más bien como un instrumento de cuerda, un único instrumento que busca su afinación en la sinfonía descoyuntada del mundo: un ritmo que busca su lugar en la feroz arritmia circundante; una melodía sola, perfectamente visible en el caos; una llama que tiembla en la inextinguible multiplicidad mientras no la detenga un con-texto, y ahí, en la página, se vierta y calme, y su fuego se alce más tarde, de-mudado en carne de letra viva. Una letra que entra en astilla hasta la perfecta legibilidad y el asombro que se da en timidez y rescoldo

(más o menos eso-)

¿Quién será capaz de acompañarnos hasta la última fotografía? Quizá quien nos entienda plurales, quien nos traduzca a muchas lenguas, quien cultive en nosotros un politeísmo y nos diga múltiples, disgregados, infinitamente mudables y retraducibles. En definitiva, quien no arraigue en nuestro rostro-Uno y lo asedie de Verdad Suprema: quien no cultive en nuestro rostro la Detención, el Repligue, y nos coagule para siempre en una imagen fetichizada, de la que el tiempo posterior hará abstracción. Quien sepa vernos en lo que fluye bajo la impermanencia. (Y aun así será un aprendizaje difícil, porque es difícil no apegarse a la máscara que transubstanciamos en arquetipo)

Al envejecer se nos quema la cara, se nos difumina la materia, los contornos se diluyen, la tersura se abotarga, la palidez se mancha y lo vertical enmudece y se encorva. Por ese surco pasó aquel individuo. O a lo mejor no pasó: a lo mejor desapareció en el surco y ahora la persona es otra, y nos vamos sucediendo -despeñándonos- como máscaras sucesivas de un instante a otros (de una perplejidad a otra: en eso se cifrará, quizá, el hacerse uno mayor).

Tus palabras abren al tacto, acarician el pensar. Las ideas son, así, de barro; las piensas y nos piensas (y nos ayudas a pensar) como un niño que hace barro con palabras. Un niño callado y generoso, de corazón atento y "oblicuo".

Abrazos

Leonardo dijo...

No han de ser tan imperceptibles los cambios que padece el rostro cada día. ¿Cómo nos miramos? ¿como somos? ¿como vamos siendo? Igual con las personas que comparten con nosotros el cotidiano, a veces debemos detenernos para ver cómo han cambiado. ¿qué imagen tenemos de ellas? ¿Tiene alguna importancia?
Con las figuras públicas que sólo vemos en fotografías guardamos quizás una sola imagen. No sabe uno a veces si el joven retratado no es sino un mero fantasma (parodia dice Belnu) del viejo o viceversa. ¿Qué ganamos con el tiempo, qué perdemos? ¿De qué lado se inclina la balanza?
al azar
Artaud que renunció a su belleza física por ir en busca de otras cosas más entrañables.
Borges, no el joven pretencioso sino el ciego magnífico y a quien tuve la increíble suerte de escuchar una vez. Con Homero es uno de los únicos ciegos que no usan gafas oscuras. Nunca habrá, para mí, un Borges joven.
Cendrars, parece llevar en esta foto de juventud todo el viaje (que no se sabe qué tan real fue) del transiberiano. En todo caso lleva el poema, su alucinación. Luego desaparece.
Audrey Hepburn, nobleza en la mirada.
Ava, la misma picardía, tan mujer mujer antes como después.
Muy hermosa esa puesta en abismo de las fotos de Bette Davis, se siente el espesor de la vida que va ganando en cada una.
Me hubiera enamorado locamente de Brigita Trotzig. La sorpresa no cedió a la mudanza de la piel.
Francoise Hardy aparecía en la carátula de un disco que había en mi casa, de niño. Siempre la amé. Era un rostro muy europeo, divina. La sencillez no muda, ya estaba ahí.
Para Brigitte Bardot la belleza fue una especie de infierno del que tardó años en escapar, pienso que no por nada luce sus arrugas como un galardón de libertad.
Lauren Bacall parece haber comprendido, muchos años después, lo que pretendía comprender sin comprenderlo cuando jugaba a ser actriz.
Cohen puede seguir cantando Susan.
Louise Brooks??? Me pregunto si le gustaría haber sido la joven Louise Brooks.
Anne Sexton encontró una forma de mirar a la que fue adaptando su rostro.
Signoret siempre miró las cosas de frente. Sin mentirse.
No sabía que Tolstoi hubiera sido joven alguna vez. En la primera quiere ver, en la segunda ha visto.
¿Y yo? Bueno, pues te cuento, la semana pasada me entregaron mi nuevo carné de identidad. Y sigo siendo yo. ni más joven ni más viejo, el mismo de todas las mañanas. Como hace diez años. Lo del tiempo en mi aspecto no me hace mella, al menos por ahora. Nunca temí ni los treinta, ni los cuarenta, ni los cincuenta, y espero no temer (si llego) los sesenta. Y toco madera.
Abrazos

Unknown dijo...

Tuve un sueño, sobre esta entrada. Se manifestó en un diálogo:

D: Envejeceré pronto…
Me he descubierto muchas canas.

-Recordarás nuestra juventud radiante desde tu trono de diamante y luz.
Sí, por tus canas viajarán entonces nuestros pensamientos
(cables finísimos, seda literaria)
Todos nuestros sueños pasarán por tu memoria
para que hagas una madeja gigante de realidad/instante: información.
Ésa que revienta en medio de un día soleado, en medio de una plaza cualquiera o de una noche bajo capas y capas de oro negro del cosmos.

-¿Y ese clamar de aire, crees que pasa desapercibido?

-No, nunca. Tiene un único fin: espiral revuelta de seres somos todos.

(algo me dice que eras tú en ese sueño.)

Belnu dijo...

Tienes razón, Stalker, con esa hospitalidad hacia el propio cuerpo (de alquiler, como decía shakespeare en un soneto). Otra cosa es lo difícil que pueda ser para algunos: yo lo entiendo y veo belleza en la vejez de otros; no en la mía. Tampoco vi belleza en mi juventud, me consolé mirándome en los ojos de otros que sí la veían. Cuando vi mis fotos de entonces, muchos años después, la descubrí por primera vez, pero a mis ojos, donde aún se asienta la mirada despiadada del personaje que condicionó mi niñez, ya la había perdido. Así que seguiré en ese diálogo interno de mis voces y miradas, hasta que quién sabe, tal vez acabe por aceptar también esa zona alquilada y me la apropie al fin.

Bashevis dijo...

No sé qué decir. Rostros calcinados por la herrumbre. ¿Habrá más? Me gustaría ver más, sentarme a tu mesa, en Marienbad, y comerme unos cuantos más, o ponerlos para llevar. Se pueden recorrer una y mil veces. Somos como sonajeros. Y qué bueno ver que no hay gatos, elefantes o tigres entre ellos, que siguen sin salir; saliendo.

Ayer veía un documental sobre personas que superan los 85 años, sus miedos, inquietudes, naderías, pensaba en el trabajo de Dusan Hanak, pensaba en ti, que te gusta. Que mal lo llevamos, quizás por eso no sé qué decir, me avergüenzo de nosotros. Para no saber que decir me estoy extendiendo demasiado; “de aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para que sirven”…

Sabes, espero seguir viéndote hasta que nos convirtamos tu y yo también, irremediablemente, en pasas sultanas andantes. Bastón en mano, a garrotazos…

Arturo Borra dijo...

Querido Stalker, me parece una entrada bellísima... Uno se queda pensando, o ni siquiera: percibiendo esos rostros en su mudanza, sus gestos singulares, la inscripción del tiempo...
En ese tránsito, lo nuestro es sobrellevar esa metamorfosis, más allá del mito de la eterna juventud que quieren prometer los que industrializan la belleza. Como si no hubiera semblantes bellos en su vejez. Bellos, a veces; con un poco de sabiduría en otros casos. Siempre, marcados por lo vivido, el indesterrable dolor y la memoria de un brillo arrebatado.

Da para decir mucho; prefiero quedarme mirando, casi en silencio, estos contrastes conmovedores...

Un fuerte abrazo,
Arturo

Ana Hidalgo dijo...

Stalker, mi forma de pensar y sentir encuentra su lugar y crecimiento aquí.

Fueron todos los rostros ancianos de esta entrada los que me han hecho detenerme y admirar, los que han levantado con sus muecas todo una cadena de significados que desde su misma raíz se ramifican, su raíz es ramificarse. En esta entrada sólo unos pocos rostros jóvenes me produjeron la misma impresión, sólo unos pocos rostros jóvenes tenían en su raíz la ramificación, uno de esos pocos fue la imagen del Leonard Cohen joven, pero eso es porque Leonard Cohen desde que canta "Songs of Leonard Cohen" ya era viejo y tan bellamente viejo, ya tenía el corazón bondadoso, emocionado y cercano de la persona que envejece, de la persona que se sucede, esos ojos de Leonard Cohen desviados, la boca ligeramente entreabierta, las arrugas que hay entre la nariz y los labios. Los sex-simbols eran Marlon Brando y Paul Newman, pero a mí es ese rostro de Cohen el que me atrae, tocaría ese rostro con las yemas de mis dedos, pondría su aliento en la palma de mi mano y hundiría la nariz en su cuello.

Uno de los rostros que más me asustó, una de las estatuas griegas que más me aterró, fue por ejemplo la imagen de Betta Davis de joven. La posición de su rostro fue dispuesta únicamente para representar una idea, la idea del deseo masculino, los ojos falazmente inocentes mirando hacia arriba, ¿y hacia qué arriba?, ¿quizá hacia el arriba-hombre?, ¿el arriba-jefe?, ¿hacia el falo del hombre y su amplitud? -ahora que me doy cuenta, "falaz" tiene la misma raíz léxica que "falo", y yo no creo en las casualidades lingüísticas-. Sin embargo, la Davis anciana era todo lo contrario, su rostro vivido y modelado desarmaba todos los tamaños y alturas.

Me ha emocionado tu respuesta a ¿Quién será capaz de acompañarnos hasta la última fotografía? Para mí ese es el camino que quiero seguir, que he tomado seguir. Todo lo que hago, desde este comentario que escribo a la sinfonía de Bruckner nº9 que escuché esta mañana, desde el desayuno que tomé a los poemas que anoche leí de Nelly Sachs antes de dormir, el abrazo aque di y me dieron l salir de casi y el abrazo que di y me dieron al volver, todo está dirigido a ese camino, a ese contacto múltiple con el otro.

Ana Hidalgo dijo...

(Por cierto, mientras visito el blog y leo los comentarios, escribo unas 7 páginas sobre "realismo y naturalismo en la novela del siglo XIX", tema 58 de las oposiciones. Qué equivocados estaban, qué estéril esfuerzo el de estos autores, a excepción quizá de Dostoievski, el único que sí sabía de arrugas y de gestos tan exagerados que son "mal gusto". Porque real son las alucinaciones que Artaud veía y nos mostraba en su cara envejecida)

Stalker dijo...

Leonardo:

trazas un delicioso recorrido-lectura personal de estos rostros, y ese itinerario es tu propia vida, tu propio rostro.

También el rostro es la pregunta con que afrontamos el mundo y pretendemos leerlo. Y al respondernos, el mundo nos lee a nosotros.

Te agradezco tu detenimiento y tu atención adelgazada en cada una de estas miradas.


"Nunca habrá, para mí, un Borges joven".

Tampoco para mí. También es difícil imaginar a Tolstoi joven, o a Marguerite Duras: y esto tiene que ver con esa tendencia a mostrar a los escritores en la vejez y a los actores (sobre todo, actrices) en la juventud. La literatura se asocia con el prestigio y con la edad, el cine con la eterna belleza y el atractivo sexual. Encuentro todo esto penoso en grado sumo.

"Anne Sexton encontró una forma de mirar a la que fue adaptando su rostro." ¡Magnífico!

Me sorprende que encuentres a Ava tan mujer. No sospechaba que el resto de las mujeres que aparecen aquí pudieran ser "mujer" en un grado inferior, que la feminidad tuviera grados. :)

Yo te imagino como un árbol, y un árbol no envejece. Por eso no me sorprende lo que me dices: la ausencia de cambios aparentes. Hay personas que se hacen mayores así, que entran en la madurez así. Mi madre, por ejemplo, tiene 52 años y no ha cambiado prácticamente nada en los últimos quince. Parece mi hermana mayor, nada más. Imagino que también ella va creciendo como un árbol, echando las raíces en la profundidad de la carencia, en la imposibilidad del don, si es preciso, y creciendo desde ahí.

abrazos sin edad, amigo

Stalker dijo...

D.:

precioso sueño (intensamente literario y entrañado) el que compartes, y cómo te agradezco que lo acerques aquí...

Es muy posible que yo haya sido tu interlocutor en ese sueño. La madeja gigante, la seda literaria, el oro negro del cosmos... es un poema, D., un poema muy bello.

Me encanta que sueñes así.

Sin duda te harás mayor en el cauce que trazan esas palabras, y desde el trono observarás que la vida fue como la rosa de Alejandría, esa flor sin racíes que vaga por el desierto, enmudecida, ensimismada en su propia trashumancia; es arrastrada por el viento y puede pasar años dormida hasta que entra en contacto con el agua, y entonces se abre y muestra su verdadero rostro. Envejecer (te) será así: un abrirse de rosa de Alejendría, después del desierto, el desarraigo y la extinción de todas las huellas,

abrazos

Stalker dijo...

Belnu:

quizá necesitamos el espejo de los demás para efectuar esa apropiación y aprender a recorrernos como somos. Creo que es bueno que los demás nos digan cómo somos y nos cuenten nuestra historia de otro modo: así accedemos a los puntos ciegos que no alcanzamos a percibir, reconstruir, desvelar. Y el rostro, a fin de cuentas, no es sino para el otro, para acoger al otro: el principio de esa temperatura de hospitalidad. Quizá el rostro se nos niega por eso, porque hemos de darlo al otro y hemos de dejarnos acoger por el otro, y entonces sí, entonces sí caemos en el rostro ajeno y somos ahí, en semilla de arruga, en este trayecto,

abrazos

Stalker dijo...

Bash:

ya sabes lo que tienes que hacer con ese documental: hacerme una copia sin más dilación. Como sabes, todo lo que guarde una remota filiación con Dusan Hanak y aquella obra memorable ("Retratos del viejo mundo") ha de entrar en mi torrente sanguíneo porque esa reflexión y ese crepúsculo me dará la vida.

Qué mal lo llevamos, es cierto, cuánto queda aún por aprender.

No te quepa duda de que envejeceremos juntos y llevaremos un bastón para comprobar la solidez del mundo, y maldeciremos y cantaremos a la luna, sin miedo, porque para entonces ya habremos perdido el poco miedo y la compostura que aún nos queda.

Hace unos años, siendo más joven que tú (y tú eres la juventud personificada, aunque por dentro te siento como viejísimo, antiquísimo: una sequoya en vez de alma), escribí este parrafito que copio y pego aquí. Así te harás una idea del anciano lúcido y brutal que seré y de cómo serás recibido en mi cabaña:

"Seré un viejo hermético, iracundo, desmesurado. Desde aquí contemplo mis últimos años, ciclópeo y sepulto en arrugas, con una barba tolstoiana y unos ojos inyectados, pero con una rara dulzura. Me veo en una cabaña aislada, viviendo mi sueño de eremita, conversando interminablemente con perros sarnosos y legiones de gatos ariscos. En un estado de decrepitud lúcida. Velando siempre –el insomnio es privilegio de los que no olvidan. Escardando, bajo la bendición de la luna, un pequeño huerto minucioso. Envuelto en pieles, me desposeeré de todo, incluso del desierto, de la intemperie, de la mera ausencia. Mi presencia hosca intimidará al visitante improbable. Si alguien se acerca a mi morada, un recio cayado bastará para disuadirlo de toda curiosidad. Sólo al amigo recibiré: le ofreceré asiento y cobijo, pan y queso, y le diré: “Entra y come, ¡cojones!”, y después nos sentaremos a contemplar la evolución de cielos nocturnos e invictos.
No medrará la palabra en mi boca; al alba despediré al amigo con un gruñido y continuaré mi ardua tarea empecinada. Será mía la felicidad indolente del que se ha salvado, del que ha renunciado al fruto amargo del acto.
Y un día acercaré mi silencio a ese otro silencio que se insinúa en los atardeceres, entre la hojarasca y las piedras desnudas. Y mi muerte no será muerte, sino el encuentro gozoso de dos silencios que se buscaban".

Salve, hermano

Stalker dijo...

Querido Arturo:

"el indesterrable dolor y la memoria de un brillo arrebatado".

Toda esa vida inscrita en el rostro que se ha hecho cuenco para acoger el mundo, para irlo in-formando con cautelas, prevenciones, muros defensivos que alzamos pero que al final de-caen y nos hacen decaer.

La metralla de la vida pasada se nos incrusta en esa topografía facial, y por eso conmueve, por la marca del dolor, aun en su espectralidad. El mundo utiliza nuestro rostro como una lengua propia en que decir el tránsito, y así recorre toda la gama espectral de nuestras emociones, hasta agotarlas, proponerlas, estallarlas.

El mundo se arruina al decirse en nosotros, y esa proyección o ruina del mundo en los rasgos nos mueve y conmueve, quebranta la ilusión de lo que somos y nos abre, o debería abrirnos, al otro, al que lleva: extraño o extranjero, todos han de tener cabida en la hospitalidad del rostro, en la morada del rostro en su mudanza.

Agradezco mucho que pases por aquí con el escaso tiempo que tienes. De verdad.

Abrazo fuerte

PÁJARO DE CHINA dijo...

si no tuviéramos cara, le hubiéramos sustraído un campo de juego y un tablero de inversiones al mercado. nacer sin cabeza, por ejemplo. hablar y respirar por el ombligo y mirar con las manos. ahorrarle a tantos el dolor de la discriminación fundada en la portación de rostro. pensar con los pies (nos iría mejor que hasta ahora, seguramente). a nadie se le hubiera pasado por la cabeza (porque no la tendría) la guillotina ni la industria cosmética.

pero tenemos esto, este accidente con el que mendigamos amor. una pequeña ciudad a la intemperie, sujeta al envejecimiento desde el minuto cero.

la erosión del tiempo es un lento e implacable trabajo. es la definición misma de la perseverancia. lo bueno es que al arrasarnos nos lava la cara para que afloren los restos de verdad, para que se vea de qué hemos sido capaces.

tu álbum es un cataclismo y tus palabras, ya de adolescente, las palabras de un hombre sabio. quizá seas inmune al paso del tiempo, quizá tus certidumbres sean la fosa del antiguo castillo medieval y el tiempo no se atreva a cruzarla. el tiempo le teme a tus palabras-cocodrilo.

el tiempo que, en el mejor de los casos, excava. en otros, saquea, incendia, desfigura (¿habrá un rostro más tierno que el del Hombre Elefante?).

me encantan los labios furiosamente rojos de Bette Davis anciana y la obstinación con la que se aplastó el pelo. es una declaración de guerra.

besos de galleta recién salida del horno.

rubén m. dijo...

(Dice blogger que mi comentario es muy largo para procesarse :/ Te lo reenvío en dos partes por si es cierto y no te ha llegado)

Acabo de ver la sucesión de rostros y, por casualidad, de escuchar una canción de Swans donde se dice:

Close your eyes, touch your mouth in the mirror -
That's the wound that is made where the past meets the future.

http://www.youtube.com/watch?v=IW9K0jazrbU

Con esta entrada has trazado la mueca de esa herida, formada en la intersección entre pasado y futuro. En el estribillo, el hombre que se mira al espejo dice: I´m so glad, I´m better than you. Hay una sabiduría en la música y las palabras de esa canción, de ese tipo de sabiduría que uno preferiría de momento no alcanzar, y es la sabiduría de la vejez, o de la quemadura. Esa quemadura está en las fotos de la vejez, pero también es cierto que en ellas está menos presente eso que Blanchot llamaba "la implacable frontera que es un rostro": es como si las grietas de la edad y la cercanía del fin despojaran la mirada, la hicieran más cercana, también más delirante. Supongo que es el peso del cambio, de la erosión lenta, pues en la mirada de las personas que van a morir antes de tiempo no está, lo que aparece es una especie de mirada de injusticia fríamente asumida que te atenaza el estómago al mirarla, hay algo de mirada extraterrestre, infinitamente ajena.

rubén m. dijo...

En los ojos de los ancianos, sus rostros, hay cierta divertida compasión que aunque no podamos comprender del todo por ser jóvenes nos resulta próxima, inminente incluso.

Quizá sea casualidad pero me ha gustado que la primera imagen sea de Artaud en esa prodigiosa película de Dreyer, la película-rostro por excelencia. A mí me gusta mirar fijamente a los rostros y podría hacerlo durante horas, en el caso del cine los films de Bergman no me gustarían, me parecerían teatrales y retóricos, sin esos primeros planos de rostros, esa necesidad de alcanzar lo que esconden, lo que callan.

Un abrazo

ramoon dijo...

"¿Por qué no existe, a la orilla del tiempo, un día soleado donde podamos entrar para ir a hacer, entre un collar de margaritas, nuestras piruetas de ayer y de anteayer?"

Rejean Ducharme. "El valle de los avasallados" (Ediciones Doctor Domaverso. 2009 Colección Réjean)

Recomiendo la lectura de este libro (el diario fantasioso de una inadaptada llamada Berenice Einberg) porque es realmente bueno, en francés debe de ser la hostia (todo un icono en Canadá)... y porque, hablando con gentes de la pequeña editorial, la posibilidad de publicar otros libros del gran Ducharme, nada conocido ni publicado en España, depende de que vendan algunos ejemplares que los animen a ello...

Como en este blog leo a gente con cierta sensibilidad ajena al detritus del alma modus "Ancoño Gala" es por lo que entro con descaro y lo publicito, más que recomendarlo, pues se trata de un gusto muy personal el que me ha hecho gozar de lo lindo con su lectura... y pudiera ser que aburriera a quienes buscan en una novela eso que el muy imbécil Eduardo Mendoza va soltando por ahí en sus conferencias... la forma, el género, el corsé... por encima de una orgía de la palabra...

Para que lo sepan, toda la novela se trata de la niña Berenice engarzando palabras unas detrás de otras sin distinguir el amor del odio... Claro, la realidad dice que le engarzaba palabras de una manera hermosísima era el canadiense Réjean Ducharmé... Échenle un tiento, animales de la madre tierra... o besen a alguien entre la reyerta y el ombligo.

Saludos.

PD.- Sobre la vejez y la muerte, me atrevo a recomendar las meditaciones de Marco Aurelio... todo un bravo y un sabio en esas lides.

"Hipócrates, tras sanar muchas enfermedades, enfermó él y murió. Los caldeos predijeron la muerte de muchos, después también a ellos los arrebató el destino. Alejandro, Pompeyo, Cayo César[, tras haber arrasado completamente tantísimas ciudades y muchísimas decenas de millares de tropas de caballería e infantería, también ellos en algún momento dejaron atrás la vida. Heráclito tras haber estudiado tanto la naturaleza de la conversión en fuego del universo murió lleno de agua por dentro y embadurnado de boñiga. A Demócrito lo mataron los piojos, otros piojos a Sócrates. ¿Qué quiere decir eso? Te embarcaste, navegaste, arribaste. Desembarca. Si es a otra vida, nada está vacío de dioses, tampoco allí. Si es en la insensibilidad, dejarás de soportar sufrimientos y placeres, dejarás de ser esclavo para un recipiente tan inferior como superior es la parte que manda comparada con la que sirve, porque mandan la inteligencia y el espíritu divino mientras que son sirvientes la tierra y los despojos sanguinolentos."

"Todo es flor de un día, tanto el que recuerda como lo que se recuerda."

hiniare dijo...

Hubo un tiempo en que nadie hacía retratos, las caras eran ideales. Luego los reyes y poderosos encargaban retratos aduladores y a la moda, pero la gente corriente rara vez veía su propia cara, quizá en algún estanque tranquilo. Todos al envejecer olvidaban su cara joven, también la de los demás. A los viejos nadie los recordaba jóvenes. Algunos ni sabían su edad. Los niños crecían y los viejos morían, y ese era el único paso del tiempo.

Luego llegó la fotografía y su “realismo”. Un día los espejos y las fotos fueron asequibles. Todos se dedicaron a coleccionar sus propias caras y las de los demás. El tiempo fue catalogado, ordenado y archivado. Todos se dedicaron a vigilar sus canas y sus arrugas. A compararse con cada instante de su pasado. A comparar a los demás. A reflexionar sobre el paso del tiempo.

¿No podríamos apartar por un momento la mirada del espejo? Las fotografías sólo son papel y las películas sólo son plástico. Nosotros somos otra cosa. ¿Hacia dónde tenemos que mirar para vernos como realmente somos?

Remi dijo...

Otra vez uno de tus collages... Sabes que acabo de volver a París y he traido todas mis postales de los museos de Madrid... he hecho un verdadero trabajo de patchwork para combinar todo mi tesoro, y ahora me siento como agredido por mis paredes saturadas de imágenes artísticas... El arte me está como oprimiendo, sustituto de otra vida, o la vida misma. Qué raro sentirse como prisionero, acorralado por el arte. Que sensación más dulce y cruel a la vez...
En fin, varias veces me ha interesado el concepto de "collage dialéctico", el intentar captar una especie de orden en lo que se aparenta a veces a un caos sin lógica. Por ejemplo, he juntado dos postales según sus afinidades plásticas : la posición de los cuerpos, o las formas del paisaje, los colores etc. Pueden ser consideraciones de tipo filosófico : dos postales daban una visión parecida de la noción de sacrificio, o bien podían ser una representación de la muerte etc. Una foto de Man Ray con lágrimas de perla al lado de una representación de la virgen, de una mater Dolorosa... Pero no son necesariamente analogías, al contrario a veces ha sido la relación antitética la que me ha interesado : una representación de la fatalidad del destino con la figuración de una hilandera, y al lado una representación de David aplastando a Goliath : reversibilidad del destino. En fin, el juego de combinaciones es infinito : ir aportando su propia interioridad, su propio mensaje íntimo con tesoros de otros, adueñandose de ellos así... Es un acto de creación fascinante, y el acto de escritura, conscientemente o no, es igualmente una especie de remodelación ... nada se inventa, todo se transforma como reza un vago dicho de cuya versión de la Mancha no me acuerdo.
En fin, este artículo es muy llamativo... en efecto, la verdad cruel de nuestra progresiva autoaniquilación... Ay qué tristeza... Ya los cuadros barrocos juntaban a las jovencitas con las viejas para figurar el tempus fugit (Por cierto, recomiendo un cuadro maravilloso del Prado : Las Edades y la Muerte de Hans Baldung Grien, que asimismo figura la circularidad de nuestra existencia terrestre : el retorno al vacío). En fin si el barroco pretendía señalar la fugacidad de la vida para invitar al receptor a acercarse a Dios... no sé si pretendes llevarnos a una forma de estoicismo o dios sabe qué misticismo... pero vamos que a mí todo eso me deprime un huevo!!!!
Saludos maestro.

Stalker dijo...

Ana:

cuánta belleza en ese ramificarse y remontarse así hasta el origen, el gesto desde el que algo mana. Tal vez eso sea el agua viva de Clarice Lispector: ese ramificarse y anudarse, ese arraigo de raíces en el trasvase o mudanza del rostro.

La foto de Bette Davies es muy típica de los años treinta, responde a unos arquetipos, a unas expectativas, a unos modos gestuales estereotipados... Me parece más agresiva, sin embargo, la imagen de Brigitte Bardot, y en general la apelación sexual directa, que siempre me ha parecido grosera y contraria a lo sensual, que es resonancia y se ahonda y es hiedra y no se exhibe.

Me enternece como ves a Cohen, aunque yo tengo una imagen ligeramente distinta de él, una imagen que viene de frecuentar su música durante muchos años, y también de haber leído sus poemarios (muy flojos) y sus dos novelas (malísimas), y de haber leído y visto en vídeo todas las entrevistas, conciertos y documentales que pueden conseguirse en el mercado y en la red. Esa cercanía de la que hablas está, pero también es un hombre de mucha distancia. Alguien bondadoso pero también algo frío y reservado. Leonard Cohen no es la persona que te daría un abrazo espontáneo o que se acercaría. Quizá sabría estar pero difuminado. Así es como yo lo siento después de todos estos años de enseñanza (lo suyo no es música: es enseñanza), en los que he aprendido qué puedo y qué no puedo aprender de él. Y él no está exactamente ahí, con el "cuerpo haciéndose entre las cosas". Es también un hombre que ritualiza su cotidiano, y eso cortocircuita cierta espontaneidad, cierta piel del instante-aquí. La distancia con Barbara, que era puramente corporal y animal (y aunque paradójicamente ella parezca más fría) es inconmensurable en cuanto conoces a la persona después de una dilatada frecuentación.

Mucha suerte con las oposiciones y que los temas no sean muy aburridos. Como imaginas, el naturalismo y el realismo en literatura me interesan poco, aunque también sería una buena pregunta indagar si el realismo puro ha existido alguna vez. En todo caso, estoy contigo: reales fueron las alucinaciones de Artaud, las de Unica Zurn, las de Jules Boissière... es penoso tanto esfuerzo por encorsetar lo real en lo real-visible, aquello que nuestros ojos pueden distinguir en función de la educación social (epocal) de la mirada.

Tanto realidad subsuelo-adentro, en catacumbas y mazmorras interiores donde el cuerpo se hace mente y la mente siega con hoz temblorosa...

tu mensaje me pareció una fruta fresca en un día árido: jugoso así...

abrazo fuerte

soperos dijo...

¿envejece un texto?
las palabras que escribimos ¿se arrugan como nuestras caras?

¿dónde va a parar un texto que se muere -si muere-, vuelve a la boca de quien lo dijo?

¿vuelve al ahora de esa boca, aunque esté en los cien o mil años?

creo que no.

hay palabras...

las malintencionadas, pura culata, eructo.

las bienintencionadas.

me fijo en las segundas. las buenas palabras no escriben textos (aunque queden escritas, anécdota).

cada vez que decimos una palabra así, nace un pájaro. al cabo, vemos pájaros en el cielo, como puntales para el basto azul.

pájaros las palabras, no pido otra cosa. ese entendimiento, esa emoción.

el pájaro que envejece y muere, entra en la tierra por sus alas y cuando ya es todo tierra, la oxigena. por eso la tierra, nuestro suelo, late.

por eso, como los indios, es bueno arrodillarse y poner la oreja en el suelo y escuchar.

es un ciclo sencillo y ancestral. no sé leer de otro modo.

"escuchar al pájaro y al árbol para decir"

por eso los libros son jaulas para mí. no quiero libros. lo que dicen la mercadotecnia de sus tapas es una cerradura.

muy pocos libros abiertos.

pájaros.

besos,
ò.

Leonardo dijo...

El comentario de Nán me recordó esta bellísima canción de Serge Reggiani;
copio las última estrofa :


La femme qui est dans mon lit
N'a plus vingt ans depuis longtemps
Ne riez pas, n'y touchez pas
Gardez vos larmes et vos sarcasmes
Lorsque la nuit nous réunit
Son corps ses mains s'offrent aux miens
Et c'est son coeur couvert de pleurs
Et de blessures qui me rassurent

Serge Reggiani (http://www.youtube.com/watch?v=E3Qs218gqtg)

En cuanto a Ava Gardner, decía mujer mujer no porque haya otras que lo son menos (sabes que mi vocabulario sufre de una gran impotencia), sino porque hay una presencia de lo femenino inmensa e incluso más en la segunda foto, un apetito de vida, una seducción mayor, una gran libertad en la afirmación de su belleza que pasa por encima de la edad (bueno, a lo mejor me hundo aún más...)
Mira que tu madre tiene un año más que yo... nunca me lo imaginé. Y tú ya sabes tantas cosas. No digo yo que 'los años no me pasen', sino que nunca pienso en mi rostro del pasado, no vuelvo hacia él, lo vivo al diario, me siento bien con él hoy como me sentía bien con él hace veinticinco años.
¿Cómo se fotografía a un joven y a un viejo? ¿Cómo fotografiar a una actriz sex-symbol? Las fotos de actrices tiene -ya alguien lo señaló- otra intención, no importaba la persona sino el personaje, la máscara (Brandon, Newman, Bardot, Gardner, Davis, etc.), la pose, nunca la persona. O se traba de destacar al escritor, al intelectual, etc., etc., en todo caso lo que menos importaba (o había que ocultarlos) era el ser que estaba delante del objetivo, sus fracturas, sus quiebros. En el 'viejo' la pose desaparece, es, a veces, como si impusiera su presencia al objetivo, ya no es presa de él, sino lo contrario.
Y una última cosa, no olvidar la dulzura en la vejez. De mis dos abuelas una lo era la otra no. Es verdad que no hay que molestar a las personas mayores, pero que en su alejarse de este mundo, no olviden guardar el lazo de la dulzura.
Abrazos

PÁJARO DE CHINA dijo...

siento, o., que no importa demasiado que un texto muera, si se hace pájaro.

quizá la única manera que tenga de volar sea ser transmitido de boca en boca. que una palabra buena se transmita como una contraseña, un código secreto, un beso.

porque esas palabras hacen falta para sostener las ganas de vivir y para vendar y lavarse la cara, en un mundo empeñado en competir con el infierno.

pasémonos las buenas palabras, como papelitos de colores. hagamos con ellas una soga como ésas de las que se aferran los niños, para no perderse en las excursiones.

es precioso pensar en los textos como cuerpos. sólo los clásicos sobreviven. porque hablan de los que nos duele a todos. el resto es polvo en el viento.

un libro no debería tener tapa. o empezar en ella.

también, pensar en la palabra como gesto y no como rasgo. los rasgos son cartas marcadas; los gestos, supongo, el modo de jugarlas.

besos insomnes.

soperos dijo...

querida mariel,

nunca acudí al entierro de un texto, de pájaros sí. no entierros al uso, claro, in-tierra. hermosos. al cabo, el nacimiento de algo, eterno, una suerte de energía.

juego y pájaro, la misma cosa, en esa delicadeza poner nuestra atención.

siempre agradecido, te entrego mi sueño,

ò.

Stalker dijo...

Querida Mariel:

"pero tenemos esto, este accidente con el que mendigamos amor. una pequeña ciudad a la intemperie, sujeta al envejecimiento desde el minuto cero".

es de una belleza penetrante y sobrecogedora esta definición o mejor, este acercamiento...

No creo ser alguien sabio, pero sí fui un adolescente violento, especialmente violento y a la contra. Esto no quiere decir que usara la fuerza o fuera bruto, me refiero a una violencia interior, a violentar el pensamiento que me querían imponer los profesores. Nunca les creí, nunca creí sus mentiras, porque estaban basadas en consensos fraguados de acuerdo a intereses ocultos y mezquinos. Me dedicaba a llevarles la contra, a ponerles en jaque, a hostigar su pensamiento tribal; esos desafíos me costaron caro a veces. ¡Lo cierto es que no sabían qué hacer conmigo! Pero no era sabiduría, sino un querer vivir más allá de esas verdades sin aristas, domesticadas, zafias, empequeñecidas hasta lo irrisorio, con que aquellos hombres y mujeres querían sellar el tránsito desde la infancia al mundo adulto; y de paso quemarnos los ojos y matar la poca imaginación que nos quedaba.

Pero me estoy adelantando a una entrada por venir: una demolición en toda regla del sistema educativo y las mentiras sobre las que se fundamenta (there will be blood, that's for sure!)

He pensado muchas veces en el rostro del hombre elefante, y en la vida lacerada, infinitamente postrada y generosa que hay en la deformidad que se retrae. La deformidad la construye la mirada social; la deformidad es quizá esa mirada social, ese monstruo incomprensible, con el que cercamos y acosamos la diferencia.

Por mucho que queramos individualizar el juicio, pagamos un tributo oneroso a esa mirada social que excluye siempre, que fuerza a los márgenes a quien no se armoniza con la vibración de la tribu.

Creemos que pensamos por nosotros mismos y no somos más que correas de transmisión de esos prejuicios tribales, antiquísimos, diferencialmente estratificados, humillantes, patéticos sin pathos, vacíos de todo contenido salvo el miedo y esa forma de maldad que es la construcción social del recelo y la distancia.

Brindo por Bette Davis, la insumisa,

abrazo grande

Stalker dijo...

Rubén:

estos días me habita aquella canción de Pink Floyd, "Time", que habla de algo parecido, con otro lenguaje...

"Ticking away the moments that make up a dull day
Fritter and waste the hours in an offhand way
Kicking around on a piece of ground in your home town
Waiting for someone or something to show you the way

Tired of lying in the sunshine staying home to watch the rain
And you are young and life is long and there is time to kill today
And then one day you find ten years have got behind you
No one told you when to run, you missed the starting gun

And you run and you run to catch up with the sun, but it's sinking
Racing around to come up behind you again
The sun is the same in a relative way, but you're older
Shorter of breath and one day closer to death

Every year is getting shorter, never seem to find the time
Plans that either come to naught or half a page of scribbled lines
Hanging on quiet desperation is the English way
The time is gone, the song is over, thought I'd something more to say"

Creo que alcanzaremos esa divertida compasión a la que aludes, muy pronto, Rubén. Tengo algunas dudas acerca de si será divertida, eso sí...

Tienes razón en que "La pasión de Juana de Arco" de Dreyer es la película-rostro por excelencia. La película que canta al rostro y se rostrifica hasta el punto de que olvidamos la torsión -con-torsión- de los cuerpos: todo se resuelve en gestualidad y mueca, todo va más allá de lo que podemos decir. El primer plano ejerce siempre una violencia -y desactiva una complicidad, un tiempo y un espacio que el espectador ha de darse si quiere que el compromiso de credulidad que tácitamente ha firmado con el discurso fílmico sea fecundo, o cuando menos transitable-; el primer plano ejerce una violencia y sin embargo en este film es una exigencia irrenunciable: no habría film sin esa violencia de rostros deformados, derruidos, ahondados, que se vuelcan como metralla en el espectador. La propia saturación de rostros hace que el film atraviese un cierto umbral de exposición: el espectador está más allá de lo saturado -y de una improbable sutura- y se abandona el flujo magmático de rostros, donde en cierto modo la ilusión del yo es quebrantada por la avalancha facial: somos el rostro del otro y nos dolemos ahí, con Juana de Arco, con sus carceleros y verdugos. Una película que es una danza macabra y un teatro de sombras: acaso el cine nunca fue tan alud,

abrazos desde estas (y otras) parafilias

Stalker dijo...

Ramón:

Marco Aurelio es muy querido en estas latitudes, como Montaigne y todos aquellos que, con su pensar, fueron nuestros hermanos, fluyeron en una dirección que nos acerca y toca al otro...

Gracias por la publicidad o recomendación. Recuerdo "El gran cuaderno" de Agota Krystoff, como un ejercicio de aprendizaje visceral y dolorosamente luminoso, no sé si "El valle de los avasallados" irá por ahí, pero en todo caso buscaré el libro.

Gracias por todo y un abrazo

Stalker dijo...

Hiniare:

es una profunda reflexión la tuya.

El hombre ha perdido algo deciviso, quizá cierta inocencia, con esa hiper-conciencia de sí, con esa entrega desaforada al consumo de su propia imagen.

"¿No podríamos apartar por un momento la mirada del espejo? Las fotografías sólo son papel y las películas sólo son plástico. Nosotros somos otra cosa. ¿Hacia dónde tenemos que mirar para vernos como realmente somos?"

Quizá tendremos que mirarnos hacia donde no proyectamos el deseo, porque el rostro quizá es eso: proyección del deseo, receptáculo del deseo. Se teme envejecer porque se teme la invisibilización ante la mirada deseante del mundo. Quizá si desactivamos las maquinarias de ese deseo fantasmal, la espectralidad fundacional de ese deseo, podremos mirarnos de otra forma, mirar hacia otro lado o con ojos distintos, ser el barro que segregamos o cantar sin necesidad de que la tribu refrende nuestra imagen. Des-imaginizarnos, abdicar de la tentación de proyectarnos en imágenes que serán sucesivamente trasvasadas, consumidas, deglutidas, excretadas y olvidadas. Vivir carne adentro, donde nos nace el sueño o donde brota, indeciso, tembloroso y ciego, el poema: lo no decible o lo aún por decir.

abrazo

ramoon dijo...

Me acordé de vos, Stalker leyendo este pasaje... Me atrevo a aventurar que la poesía brutal que desprende el libro te gustará... El personaje niña es irreductible, no hay por donde pillarlo... tal vez el personaje más irreductible de toda la literatura mundial... En pocos momentos se habla de locura en oposición a la cordura... la niña Berenice campa a sus anchas con su locuaz mirada... política y éticamente incorrecta:

"Al nacer, creí, poder elegir y elegí ser una mariposa con las alas compuestas de vidrieras amarillo anaranjadas. Luego, convencida de mi acierto, sin pensarlo más, me lancé desde lo alto del torreón en el que me encontraba. ¡Por desgracia!, no era una mariposa. Era un búfalo. En realidad era un rinoceronte."

Ni que decir tiene que todo el libro es onírico y que nos sale caperucita roja por ningún lado... tal vez porque algunos niños nunca soñaron en términos de caperuza roja y si de soga.


Yo lo que deseo es que publiquen las otro 8 novelas de Ducharmé que me constan igual de relindas y tremendas.

En la novela (todo un clásico, en Canadá) se inspiró levemente Lauzon para crear su obra maestra: LÉOLO, que quien no la haya visto... esa buena y mala suerte que tiene)


Saludos

Stalker dijo...

Remi:

estoy encantado con tu larga diatriba, con tu creatividad que te hace arder por dentro y esa búsqueda de la saturación íntima, sensorial y espiritual, por mediación del arte. Bien mirado, con ese ars combinatoria oficias de detective de tu propia vida: reúnes teselas, engarzas fragmentos, ensartas secuencias analógicas para leerte en ellas, para descubrir la narración escondida de tu ser.

Imagino que esto es lo que hacemos constantemente en nuestras búsquedas estéticas o espirituales: encontrar el trazo que nos nombra y a partir de él historiarnos, definirnos, nombrarnos en el trazo y que el vértigo del existir no sea tan torrencial.

Proponer una forma de estoicismo o un misticismo... ¡nada más lejos de mi inteción! Aunque no estaría mal. También se podría intentar inventar una secta, para la que tengo incluso el nombre: los ladonianos, que veneran al santo padre Aristakisyan y predican la pobreza y la castidad extremas, la mendicidad y la locura como condición absoluta de la salvación.

;)

Pero no: ni misticismo ni estoicismo, ya sabes que aquí se pretende otra cosa, y tú lo sabes lo que es.

Me gustaría que te pasaras más a menudo, es siempre un placer compartir tu verbo ágil y cómo levantas y quemas puentes (gozosamente).

Te deseo buen regreso a París y abrazos y bendiciones múltiples

Stalker dijo...

Leonardo:

gracias por la canción de Reggiani...

"en todo caso lo que menos importaba (o había que ocultarlos) era el ser que estaba delante del objetivo, sus fracturas, sus quiebros. En el 'viejo' la pose desaparece, es, a veces, como si impusiera su presencia al objetivo, ya no es presa de él, sino lo contrario.
Y una última cosa, no olvidar la dulzura en la vejez. De mis dos abuelas una lo era la otra no. Es verdad que no hay que molestar a las personas mayores, pero que en su alejarse de este mundo, no olviden guardar el lazo de la dulzura".

La dulzura. Aquí quería llegar. Es como si en el rostro se operara una detención. Ya no hay hormonas trabajando en pos de la perpetuación de la especie, ya la naturaleza nos ha anulado como seres deseables: entonces puede emerger el yo verdadero, aposentarse en una mirada, hacer de la mirada una estancia y un descanso. No hay querencia ni exigencia, uno se ofrece quizá, se abandona en el darse, sin sostener los contrafuertes de una u otra posisición ante los demás (una u otra llamada o seducción).

La dulzura. Tus palabras me han recordado algo muy antiguo, algo que tiene que ver con mi familia y que ahora ya se puede contar. Siempre imaginamos a nuestros abuelos, y más aún a los bisabuelos, como personas ancianas. Es difícil, se nos hace extraño pensar en un antepasado nuestro a una edad menor a la que ahora tenemos. Estos días he pensado en una bisabuela mía que murió con 30 años. Me dicen que su rasgo principal era la dulzura, una dulzura que paseaba con lentitud de ángel rubio (era rubia y de ojos azules, rasgos genéticos que han ido saltando las generaciones: por eso aunque yo y mis hermanas somos morenos de cabello y ojos, mi sobrino es rubio y de ojos azules, como aquella bisabuela).

Pues bien: aquella dulzura no impidió su suicidio a los 30 años, acto que proyectó una sombra que se extiende hasta el presente. Una sombra que debo acoger y desactivar. Para calmar esa tristeza y para no transmitirla.

Es extraño heredar, también, algo así, una sombra sin nombre, un rostro que nunca viste (no hay fotografías) pero cuyo eco se proyecta en un niño de seis años.

El deber: arraigar esa tristeza en la vida. Proteger la vida.

Algo me ha hecho contarte todo esto, Leonardo. Tal es la confianza que me inspiras.

Gracias por todo,

y abrazos, siempre

Stalker dijo...

Hermano búfalo y Mariel:

entre los dos le habéis dado cuerda al mundo, esta noche.

No puedo hacer más que una leve reverencia agradecida, y retirarme discretamente...

(el mundo sería una miseria sin vosotros dos, se os quiere sin condiciones)

Stalker dijo...

Ramón:

"El personaje niña es irreductible, no hay por donde pillarlo... tal vez el personaje más irreductible de toda la literatura mundial..."

Habrá que buscar el libro y ponerle un cuenco debajo, para el sosiego. Lo buscaré en mi propia razzia literaria.

Se agradece tu entusiasmo,

abrazo

Pablo Copola dijo...

Qué miedo, y sin embargo probablemente será mejor llegar. Pero hay algo que nunca cambia: la mirada.

Stalker dijo...

Moreiras:

la mirada, en efecto, y el trayecto, quizá, al corazón del otro

salud

Anónimo dijo...

Tenemos que vivir,tenemos que sentir,tenemos que compartir, y sobre todo tenemos que morir.

Fran dijo...

Hola
Llegue casualmente por aquí tras la pista de Francoise Hardy, en una búsqueda ociosa de imágenes por internet. Disculpa mi lenguaje extremadamente simple. Quería agradecerte el momento que he pasado contemplando las fotografías que has reunido y te agradezco también el titulo "Mudanzas". Más que nada te agradezco la pausa que generaste en mi día de hoy.

Fran.

Stalker dijo...

Fran:

gracias a ti por pasarte y por darte el tiempo para la pausa, para la detención,

un saludo

Cristian Arin dijo...

Ciertamente invita a la reflexión. Sobre aquello de poder mirarse todas las mañanas al espejo y reconocerse.
Sobre como el tiempo marca en los rasgos de la cara las historias vividas al final las arrugas y las formas son un libro abierto, un diario intimo. Una secuencia de fotos interesante sin duda, el orden no se si adrede pero también acompaña

 
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