miércoles, 20 de octubre de 2010

La sombra sobre el mundo: lógica del pensar-des-prender (se)




Un enunciado no puede concernir a la estructura lógica del mundo, porque para que un enunciado sea en absoluto posible, para que una proposición pueda tener sentido, el mundo tiene que tener precisamente la estructura lógica que tiene. La lógica del mundo es anterior a toda verdad y falsedad.

¿Qué tal si nuestros signos estuvieran tan indeterminados como el mundo que reflejan?

La dificultad que presentaba mi teoría de la figuración lógica del mundo era la de encontrar una conexión entre los signos sobre el papel y un estado de cosas fuera en el mundo.
Siempre dije que la verdad es una relación entre la proposición y el estado de cosas. Jamás pude, sin embargo, encontrar una relación de este tipo.
La representación del mundo por proposiciones enteramente generales podría ser llamada la representación impersonal del mundo.
¿Cómo ocurre la representación impersonal del mundo?

En última instancia, la verdad o falsedad de toda proposición transforma algo en la estructura general del mundo.

Ante todo no preocuparse nunca por lo que uno no haya podido escribir antes. Comenzar ante todo a pensar siempre de nuevo, como si aún no hubiese ocurrido nada.
Esa sombra que la figura arroja, como quien dice, sobre el mundo: ¿cómo podré captarla con exactitud?
Aquí hay un misterio profundo.
Se trata del secreto mismo de la negación: el estado no discurre así y, sin embargo, podemos decir cómo no discurre.
La proposición no es sino la descripción de un estado de cosas (pero todo esto está aún en la superficie.)
Una sola mirada a las raíces vale más que muchas otras al medio.

Lo que puede ser mostrado, no puede ser dicho.

Detrás de nuestros pensamientos, verdaderos o falsos, yace una y otra vez una raíz oculta, que sólo después sacamos a la luz y expresamos como un pensamiento.

Mi idea fundamental es que las constantes lógicas no representan. Que la lógica de los hechos no se puede representar.

¿Cómo es que todo es un concepto lógico?
¿Cómo es que todo es un concepto formal?
¿A qué se debe que todo pueda ocurrir en toda proposición?
¡Porque esto es lo característico del concepto de forma!
Todo parece estar más cerca del contenido de la proposición que de la forma.
Todo: cosas, todo: funciones, todo: relaciones: es como si todo fuera un lazo de unión entre el concepto de la cosa, de la función, etc., y la cosa individual, la función individual.
La generalidad viene esencialmente vinculada a la FORMA elemental.
¿La palabra salvadora-?

Toda mi tarea consiste en clarificar la esencia de la proposición.
Esto es, aducir la esencia de todos los hechos de los que la proposición es figura.
Dar la esencia de todo ser.
(Y aquí ser no significa existir –tal cosa carecería de sentido.)



La humanidad ha intuido siempre que tiene que existir un ámbito de cuestiones en el que las respuestas –a priori– estén simétricamente unidas formando una estructura acabada y regular.
(Cuanto más antigua es una palabra, más profundamente alcanza.)

Mi dificultad es sólo una –enorme– dificultad de expresión.

Lo que se refleja en el lenguaje, no es cosa que yo pueda expresar con él.

Tenemos que reconocer cómo cuida el lenguaje de sí mismo.

Mi método no consiste en separar lo duro de lo blando, sino en ver lo duro de lo blando.

Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.

Una de las tareas más difíciles con las que ha de habérselas el filósofo: encontrar dónde le aprieta el zapato.

Que una proposición como “Este reloj está sobre la mesa” contiene una alta indeterminación, a pesar de la completa claridad y simplicidad con que su forma se presenta exteriormente, es cosa obvia para quien vea claro. Vemos, en efecto, que esta simplicidad está, simplemente, construida.
Las convenciones de nuestro lenguaje son extraordinariamente complicadas. Es casi infinito lo que mentalmente se añade a toda proposición, sin que venga añadido en ella.

¿Qué sé sobre Dios y la finalidad de la vida?
Sé que este mundo existe.
Que estoy situado en él como mi ojo en su campo visual.
Que hay en él algo problemático que llamamos su sentido.
Que este sentido no radica en él, sino fuera de él.
Que la vida es el mundo.
Que mi voluntad penetra en el mundo.
Que mi voluntad es buena o mala.
Que bueno y malo dependen, por tanto, de algún modo del sentido de la vida.
Que podemos llamar Dios al sentido de la vida, esto es, al sentido del mundo.
Y conectar con ello la comparación de Dios con un padre.
Pensar en el sentido de la vida es orar.
No puedo orientar los acontecimientos del mundo de acuerdo con mi voluntad, sino que soy totalmente impotente.
Sólo renunciando a influir sobre los acontecimientos del mundo podré independizarme de él –y, en cierto modo, dominarlo.

El temor a la muerte es el mejor signo de una vida falsa, esto es, mala.
Si mi conciencia me desequilibra es que no estoy en concordancia con algo. Pero ¿qué es ello? ¿Es el mundo?

El mundo y la vida son uno.
La vida fisiológica no es, naturalmente, “la vida”. Y tampoco lo es la psicológica. La vida es el mundo.
La ética no trata del mundo. La ética ha de ser una condición del mundo, como la lógica.
Ética y estética son uno.



Que el deseo no está en conexión lógica con su satisfacción, es un hecho lógico. Y que el mundo del feliz es otro al del desgraciado, es cosa no menos clara.
¿Es ver una actividad?
¿Es posible querer bien, querer mal y no querer?
¿O es sólo el feliz quien no quiere?
[…]
El no desear parece ser, en cierto sentido, lo único bueno.
¡Aquí cometo aún errores de bulto! ¡Sin duda!
Se acepta de modo general que es malo desear desgracia al otro. ¿Puede ser esto correcto? ¿Puede ser peor que desear al otro felicidad?
Lo importante aquí parece ser cómo se desea, por así decirlo.
Parece como si no fuera posible decir más que: ¡vive feliz!

Sólo de la conciencia de la unicidad de mi vida surgen religión – ciencia – y arte.

¿No es, en definitiva, el sujeto de la representación mera superstición?
¿Dónde puede observarse en el mundo un sujeto metafísico?
Dices que aquí ocurre exactamente como con el ojo y el campo visual. Pero no ves realmente el ojo.
Y creo que nada en el campo visual permite inferir que es visto por un ojo.

El sujeto de la representación es, sin duda, mera ilusión. Pero el sujeto de la volición existe.
De no existir la voluntad, no habría tampoco ese centro del mundo que llamamos el yo, y que es portador de la ética.
En lo esencial, bueno y malo es sólo el yo, no el mundo.
El yo, el yo es lo más profundamente misterioso.

¿Cómo puede el ser humano aspirar a ser feliz, si no puede resguardarse de la miseria de este mundo?
Por la vida del conocimiento, precisamente.

Es verdad que el sujeto cognoscente no está en el mundo, que no hay sujeto cognoscente.

El milagro estético es la existencia del mundo. Que exista lo que existe.
¿Es la esencia del modo de contemplación artístico contemplar el mundo con ojo feliz?
Seria es la vida, alegre el arte.

¿Es la fe una experiencia?
¿Es el pensamiento una experiencia?
Toda experiencia es mundo y no precisa del sujeto.
El acto de voluntad no es una experiencia.
¿Qué clase de razones hay para suponer la existencia de un sujeto volitivo?
¿No basta acaso mi mundo para la individualización?

Ludwig Wittgenstein, Diario filosófico (1914-1916) (Trad. Jacobo Muñoz)

Imágenes: cuadros de Zóbel

15 comentarios:

Unknown dijo...

Atenta re-leyendo.

Un abrazo.

Stalker dijo...

D:

percibo tu detención, un aliento como de animal mamífero, cálidamente leyendo-pensando.

Animalia te respira letra, latido adentro

Wittgenstein propone (o así lo percibo) desprender (se) el lenguaje, hallar el verdadero pasaje entre las palabras y las cosas: el cuerpo de palabras que nos dirá el mundo.

La traición mediadora de las abstracciones provoca una tensión en el decir, impide el acceso a la vertiginosa realidad (aunque aquí ya nos estamos yendo por otros derroteros).

Su pensamiento es un ejercicio desanestesiante y saludable. Me encanta cuando duda de sí mismo, reconoce haber cometido errores "de bulto", y no sabe cuáles.

Un posible "error de bulto": la concepción del yo, incluso el yo como volición, que Wittgenstein parece salvar ingenuamente. He aquí un castillo ilusorio en el que él parece instalarse, por un tiempo.

Abrazos desde esta letra

PÁJARO DE CHINA dijo...

escupiendo el lastre del lenguaje en una noche de furia.

proposiciones generales como amputaciones de una eclosión de sentidos posibles, como corralitos que delimitan una zona de jurisdicción exclusiva, como el pasillo concedido al enfermo para que no se le atrofien los riñones.

esta pipa no es una pipa, no.
y hay voluntades buenas y malas, sí. actos volitivos malos, que ignoran y expulsan y condenan. actos volitivos buenos, que acunan y asisten.

la esencia no puede decirse. sólo tartamudearse, de a chispazos, de a pedazos de óxido.

la vida es insoportable, además de seria (o por la misma causa); solo el arte (o la fe) embellecen el tránsito. yo agregaría la risa.

ética y estética son lo mismo, sí (por eso uno escribe como es y es como escribe).

sólo se puede ser feliz conociendo. está triste, y me atrevería a decir que muerto, quien ha perdido el asombro y la curiosidad.

tu selección está bordada a mano. tengo que masticarla como tus galletas y volver.

Stalker dijo...

Querida Mariel:

el arte y la risa embellecen el tránsito. Me lanzo a tus palabras como un perro al sueño...

Te agradezco que hayas dejado aquí tus miguitas de pan, en una entrada con un enorme potencial intimidatorio: después de las populosas "Mudanzas", he aquí un contrapeso perfectamente anti-afrodisíaco: Wittgenstein o la convulsión de la lógica.

Me conmueve en él el llevar el pensamiento hasta el límite, el danzar en el límite, y la duda sistemática que proyecta sobre sus propios encadenamientos causales (¿ilusorios?). También la pasión de ese pensamiento que se retrae constantemente, en un movimiento perpetuo de arraigo-desarraigo: como si diera un paso adelante y a continuación, asustado, diera marcha atrás para avizorar cualquier contradicción que le siga.

Los "Diarios filosóficos" es un libro apasionante, que te hace vibrar a otro ritmo, con otro calor, y despierta todas las trazas de sentido que has desplegado en tus palabras.

Anoche penasba que, en cierto modo, tendría gracia que una entrada sobre Wittgenstein tuviera cero comentarios (cosa que quizá alcanzaré si algún día subo algo de Nagarjuna). Sería una ironía tiernamente poética: "De lo que no se puede hablar hay que callar".

Y sin embargo abrazamos a tientas, nos unimos con hilos de colores como niños entrando en el bosque (la imagen la tomo prestada de tu generoso imaginario).

Beso esa danza y ese adentrarse en la espesura,

abrazo fuerte y aliento de perro

Stalker dijo...

posdata Mariel:

subo mi comentario y descubro que donde quise decir "avanzamos" he escrito "abrazamos".

Mi inconsciente me delata.

En efecto, avanzar es abrazar,

(abrazo-avance)

Darío dijo...

Wittgenstein es uno de los tipos que me rompió la cabeza y que puedo y debo volver a releer, como el Quijote.
Su paso de la lógica a los juegos es tan poético! Su vida misma! Estoy alucinado, tu selección tiene música, pero no puedo decirlo! Me desespera!

Stalker dijo...

Curiyú:

me encanta tu vitalidad y tu forma de expresarte.

A mí también me desespera Wittgenstein, entre otras cosas porque no acabo de comprenderlo. Entro y salgo de su pensamiento en un doble movimiento simultáneo. A veces comprendo sin comprender: algo entra y horada el núcleo de resistencia de la mirada lectora y construye su casa abajo, en el lodo, donde puede germinar esa comprensión sin palabras como cuando se acaricia el lomo de un gato o un perro nos bendice con su aliento.

Vuelvo a él una y otra vez y más que lectura es acercarse.

Porque comprender, al fin y al cabo, no es importante.

Acercarse sí es importante,

un abrazo desde esta fecunda desesperación

raúl quinto dijo...

ahí vamos

Luis González dijo...

"Una sola mirada a las raíces vale más que muchas otras al medio" - dice el Ludwig.

Parece que el diario lo escribe en un barquichuelo militar que recorre no sé qué río en la época de la Gran Guerra. Ludwig dicen que decía sentirse muy a disgusto con la zafiedad de sus compañeros de armas. No sé si es cierto que buscara la bala en el pecho. ¿Importa la génesis del caso Ludwig? ¿Escribía Ludwig al revés o en clave como Leonardo? El misterio Ludwig, la añoranza Ludwig: confieso que leía el tractatus como las gallinas beben (mirando al cielo después de cada sorbo).

¿Una sola mirada a las raíces "vale" más que muchas la medio? Pero, ¿puede "salirse o escaparse de la voz media"? ¿No es insuperable el grosor de todo lo mediador: la lengua y el lenguaje y la tradición y la poética y el miedo y papá y mamá y los camaradas zafios y la humedad y la próstata inflamada y el tumor mandibular y....? ¿Cómo, Ludwig, alojamos una mirada a las raíces? ¿Necesitamos para ello acudir a la voluntad, al sempiterno "por cojones" como harían sin duda los camaradas de Ludwig en la barcaza militar? ¿Es el caqui el color de la valía?(Qué lejanos me resultan los humanoides de principios del siglo XX!!)

Hay miradas múltiples al medio, desde el medio, en la mediación. Hay juegos del lenguaje que despliegan sus alas sin mirar ya la ciudad del sentido radical, esa que si se mira nos muta en estéril sal. Quizás eso signifique que nada vale.

Vale

Stalker dijo...

Raúl:

yes, sir

Stalker dijo...

LUG:

vitaminadas palabras que disparan el pensamiento en múltiples direcciones, a partir de una duda fecunda.

Comparto tu pensamiento del medio, de la mediación, e incluso del justo medio aristotélico o la vía media budista. El medio puede hacernos quizá pensar (e incluso desenterrar) las raíces con más precisión, con apasionada cirugía o ternura, antes de hundir las manos en la turba y arrancar la entraña palpitante, la bendición del significado, la vida del tubérculo sagrado que hunde sus capilares en las sombras.

Dices que los humanoides de principios del siglo XX te resultan lejanos. ¡Imagino que los humanoides de principios del XXI también te parecerán lejanos, bizarros, incomprensibles, ciegos y brutales! No es para menos: este siglo que comienza va a ser igualmente sangriento (quizá incluso más devastador) y de aquí a 2100 habremos aniquilado una parte significativa de los hábitats naturales, de las especies animales y vegetales que también necesitamos para nuestra subsistencia.

El hombre ha creído ser una especie de mónada invencible, un tanque que avanza por las trincheras del tiempo inmune a la corrosión del ácido: pronto pagará su ceguera voraz, su locura y su falta de compasión (no en sentido cristiano).

No parece que el hombre hoy en día mire las raíces, ni el medio, ni siquiera la copa de los árboles o las hojas. Aprendería grandes lecciones si al menos pudiera aprender algo de esa delicadeza que es la fotosíntesis. Pero no. Prefiere no mirar la planta, desdeñar la gran cadena causal de sentido que nos retraduce constantemente y nos inscribe en lenguas múltiples, ancianas, ruinosas y aún por venir. Prefiere la depredación del presente y ilimitada entropía.

No sé si la Ilustración, como proyecto emancipador, sirvió para algo: sé que sus prestigios han sido volatilizados por una forma de pensamiento único cuya metástasis ya es imparable y a cuyo yugo nos uncimos agradecidos, porque se nos ofrece cierta comodidad ilusoria.

Cuando el mundo desentierre las raíces por nosotros nos tocará beber un veneno purificado, veneno vivo de las entrañas de la tierra.

Ya verás cómo nos reímos entonces.

(abrazos)

NáN dijo...

Aunque lo he leído atentamente, es como si nada. Hay lebguajes que hay que hacerlos propios, clavárselos uno mismo. Que necesitan ser frecuenteado.

En eso estará un tiempo.

Abrazo del que tarda en estar.

Stalker dijo...

Nán:

tómate tu tiempo...

Lo bueno es que no hay prisa, no hay prisa en absoluto.

A mí Wittgenstein me susurra al oído, y aunque mi estructura racional no siempre entienda, algo de mí comprende, sin comprender...

Abrazo fuerte

Ana Hidalgo dijo...

Mientras releía esta mañana a Wittgenstein sentada frente al ordenador, Rilke se ha puesto a mi lado y ha maullado varias veces. Como ya nos conocemos y sabía lo que quería, le he colocado una silla junto a mí, se ha subido, le he acariciado, le he dicho guapo, él ha lamido mi mano y se ha tumbado. Wittgenstein y el gato -y también las imágenes de gatos que he visto que has puesto-, por la claridad y el comienzo. Cuántas veces he escuchado que Wittgenstein es demasiado complicado y oscuro, pero estos fragmentos que tú traes me parecen tan claros que hacen que todas las palabras dichas del mundo, a excepción por supuesto de cuando le he dicho "guapo" a Rilkesito, sean impenetrables. Y son claras las palabras de Wittgenstein porque son las palabras expuestas, palabras que revelan en su decir sus mecanismos de funcionamiento, los agujeros que hay entre cada lexema y morfema, el objeto que hay entre cada significado y elemento gramatical, todo lo que se sacrifica al lenguaje para que el mundo siga adelante, todas las emociones e imprevisibilidades que sacrificamos al lenguaje para que continúe un paso por delante de nosotros, sacrificamos que ana pueda saber que el gato quiere tener una silla al lado de ella para estar junto a ella.

Debo leer los Diarios filosóficos de Wittgenstein porque han dado de lleno en lo que estaba buscando.

Por cierto, creo que soy más lenta que Marienbad, y lenta no porque no asome por aquí, no porque no lea, sino porque muchas veces estoy en el silencio, porque respeto mucho mi silencio y lo dejo hacerse -sobre todo cuando mi silencio acaba de leer algo como estos fragmentos wittgensteinianos. Pero aquí estoy, en Wittgenstein, en Clarice,en Chantal Maillard, en los gatos, en mi gato que se ha quedado dormido sobre la silla que le he traído.

Stalker dijo...

Querida Ana:

tus palabras colman y alimentan, se amoldan al hueco en un doble movimiento de inquietud (asedio) y caricia:

"Y son claras las palabras de Wittgenstein porque son las palabras expuestas, palabras que revelan en su decir sus mecanismos de funcionamiento, los agujeros que hay entre cada lexema y morfema, el objeto que hay entre cada significado y elemento gramatical, todo lo que se sacrifica al lenguaje para que el mundo siga adelante, todas las emociones e imprevisibilidades que sacrificamos al lenguaje para que continúe un paso por delante de nosotros, sacrificamos que ana pueda saber que el gato quiere tener una silla al lado de ella para estar junto a ella".

Creo que Wittgenstein tiene mucho que darte, que puede procurarte un espacio de pensamiento y sobre todo un tiempo, un tiempo dilatado, lentificado, estratificado y demorado en meandros, y cuya lentitud es, sin embargo, muy precisa: una precisión de asombro, una precisión en el asombro.

El "Tractatus" me parece un libro similar al "Tao Te King": pensamiento poético en su máxima destilación, pensamiento oracular que se proyecta hacia el futuro, que nos habla de una forma de pensar que aún nos es la nuestra. Por eso imagino que el Tractatus arrojará su sombra sobre los siglos y los milenios venideros, y que dentro de 3000 años será saboreado por paladares que hoy nos parecerían incomprensibles, tal como hoy disfrutamos de los presocráticos, y que esas mentes futuras operarán algunos desplazamientos en el pensar-Wittgenstein originario, que desde su propio paradigma hermenéutico "traicionarán" el origen y aportarán quiebros exegéticos, rupturas, aluviones o diseminaciones que enriquecerán el texto tal como hoy lo conocemos. Sería interesante y mágico ver cómo esas mentes futuras, que sin duda no comprenderíamos o comprenderíamos mal, entenderían el Tractatus y leerían el Tao Te King o a los presocráticos. Todo este rodeo para acabar diciendo que la escritura de Wittgenstein, indisociable de su voz, del flujo de su pensamiento, me parece fundacional porque cruza un umbral definitivo: algo innovador y a un tiempo muy antiguo. Quizá Wittgenstein sea la primera voz de la Antigüedad, de la Antigüedad verdadera, inscrita en nuestra modernidad pero que esos hombres futuros concebirán como lo más profundamente remoto y Otro, lo radicalmente heterogéneo.

Esos seres venideros quizá entenderán que era una voz que hablaba desde la indagación inmisericorde y una desesperanza visceral proyectada hacia la vida. Quizá esa inquietud del pensar aparecerá aureolada de prestigios, quizá en ese futuro remoto el pensar se considerará una corrosión, una sustracción o un mero lastre.

Me gusta el gato Rilke y que esté sentado con Ana y todo la liturgia de voces y mimos que sostiene esa ternura. ¡Es algo que no quiero sacrificar! Imaginar, ahí, esa compenetración, ese viaje felino a la alteridad humana y ese devenir felino de Ana que cifra el espacio de un reconocimiento que excede toda ego-logía y toda lógica del encuentro, por ser más, entre piel y maullido, de lo que podemos pensar y significar con nuestras palabras.

Ahí, en esa intimidad, el corazón se hace, se va haciendo y va naciendo. Y es un corazón animal, un corazón mamífero.

No te preocupe la lentitud. Yo valoro mucho tu silencio, lo oigo crecer y lo siento cerca, como un musgo mío, como una hiedra que al crecer también se compenetra y entra en esta forma de vibrar que vamos diciendo entre todos.

También valoro tus palabras, que recibo siempre con el cuenco de mendigar y que dejo crecer en un rincón iluminado de hospitalidad, raíz adentro: en el dentro que es, precisamente, la condición del desarraigo, ahí arraigan las palabras que han caído en el cuenco como don, ilimitado don que accede a lo que nos es consustancial bajo el tejido de las (ilusorias) diferencias.

Por eso aquí se cuidarán tus palabras y tu silencio: las dos caras de un mismo don, una misma intimidad y delicadeza,

(abrazos)

 
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