domingo, 3 de octubre de 2010

Ingeborg Bachmann o la lengua que se extranjeriza




Nada de Delikatessen

Ya nada me gusta.

¿Debo
ataviar una metáfora
con una flor de almendro?
¿crucificar la sintaxis
sobre un efecto de luz?
¿Quién se romperá la cabeza
por cosas tan superfluas-?

He aprendido a ser sensata
con las palabras
que hay
(para la clase más baja)

hambre
deshonra
lágrimas
y
tinieblas.

Con los sollozos no depurados,
con la desesperación
(y desespero de desesperación)
por tanta miseria,
por el estado de los enfermos, el coste de la vida,
me las arreglaré.

No descuido la escritura,
sino a mí misma.
Los otros saben
dios lo sabe
qué hacer con las palabras.
Yo no soy mi asistente.

¿Debo
aprisionar un pensamiento
llevarlo a la iluminada celda de una frase?
¿Alimentar oídos y ojos
con bocados de palabras de primera?
¿investigar la líbido de una vocal,
averiguar el valor de amateur de nuestras consonantes?

¿Tengo que
con la cabeza apedreada,
con el espasmo de escribir en esta mano,
bajo la presión de trescientas noches
romper el papel
barrer las urdidas óperas de palabras,
destruyendo así: yo tú y él ello lo

Nosotros vosotros?

(Que sea. Que sean los otros.)

Mi parte, que se pierda.

Ingeborg Bachmann, Últimos poemas (trad. C. García-C. Dreymuller)




Tener estilo es llegar a tartamudear en la propia lengua. Y eso no es fácil, pues hace falta que ese tartamudeo sea una propia necesidad. No se trata de tartamudear al hablar, sino de tartamudear en el propio lenguaje. Trazar una línea de fuga. Para mí los ejemplos más evidentes son: Kafka, Beckett, Gherasim Luca, Godard. Gherasim Luca es un poeta grande entre los grandes: ha inventado un prodigioso tartamudeo: el suyo.
[…]
Hay que ser bilingües incluso en una sola lengua, hay que tener una lengua menor en el interior de nuestra propia lengua, hay que hacer un uso menor de nuestra propia lengua. […] Nada de hablar como un irlandés o un rumano hablarían en una lengua distinta de la suya, sino al contrario, hablar en su propia lengua como un extranjero. Proust dice: “Los libros bellos están escritos en una especie de lengua extranjera. Cada cual da a cada palabra el sentido que le interesa, o al menos la imagen, imagen que a menudo es un contrasentido. Pero en los libros bellos todos los contrasentidos son bellos”. Esa es precisamente la buena manera de leer: todos los contrasentidos son buenos, pero a condición de que no consistan en interpretaciones, sino que conciernan al uso del libro, que lo multipliquen, que creen una nueva lengua en el interior de su lengua. También en este caso se trata de una cuestión de devenir. Las personas siempre piensan en un devenir mayoritario (cuando sea grande, cuando tenga el poder…), cuando en realidad el verdadero problema es el de un devenir-minoritario: no aparentar, no hacer o imitar al niño, al loco, al animal, al tartamudo o al extranjero, sino devenir todo eso para inventar nuevas formas o nuevas armas.

Gilles Deleuze, Diálogos (con Claire Parnet).




Poesía que tartamudea: este texto de Deleuze me ha resultado increíblemente revelador: me interesa seguir esa huella, que se inscribe en la tierra calcinada de una necesidad impostergable. Ingeborg Bachmann tartamudea admirablemente en sus últimos poemas (no así en "Invocación a la Osa Mayor", que pertenece a un registro más convencional); algo se quiebra en ellos, la sintaxis se retuerce y llega el balbuceo, la inter-dicción, la entre-dicción, el milagro de lo que se entre-dice y ahí, en ese hueco, en ese hambre, significa infinitamente, se infinitiza, se avertiga, almal-mente, desde lo callado, en muda disonancia, en despertar de ofrenda y desentraña.

Esto me recuerda lo poco dada al balbuceo que es la poesía española. Con la prematura muerte de Lorca quizá se perdió un increíble tartamudo (utilizaré balbuceo y tartamudeo como equivalentes aunque forzar sinonimia sea una violencia). Luego ha habido poetas excepcionales pero no tartamudos: Valente, Gamoneda no han cultivado esa discontinuidad y disonancia (semejantes a músicos del siglo XX que ignoraran el dodecafonismo, serialismo, la música estocástica, etc., movimientos que ensayaron el tartamudeo de la armonía clásica). Me cuesta mucho entender que un poeta no sea tartamudo, después de Paul Celan, César Vallejo, Ingeborg Bachmann, e. e. cummings, entre otros; me cuesta entender que un poeta no pulverice el lenguaje para encontrar otra forma de decir, después de Michaux, Beckett, Danielle Collobert. Qué lástima no atreverse, quedarse de este lado de la cerca, bien parapetados y observando el pulcro desfile. Qué pena que las palabras no estallen en las manos como alma madura y no sepamos darlas como fruta de niño o pan de niño (lo he conversado alguna vez con el hermano búfalo: él sabe de estas cosas).

Por suerte Olvido García Valdés ensaya, con delicadeza vegetal, un balbuceo que somete la lengua a una lenta perforación discreta, retorciéndola en meandros, explayándola en arabescos, trazas significativas, injertos del sentido, metástasis de la lengua que horada, se bifurca, se re-crea;

Chantal Maillard ha pasado de desconocer el balbuceo a forzar la tectónica-sintaxis y asediar la lengua a hachazos, hasta el tuétano de los últimos poemas, hasta el post-tartamudeo (ella habla de y desde el "corazon oblicuo"): ahí donde se identifican los despojos y el silencio quemado ahonda los surcos de una lengua-por-venir, en la que existe, aunque sea sin mundo, la posibilidad de la salvación: compasivo adverbio animal;

Marcos Canteli persevera en un tartamudeo propio, aún incipiente, aún tímido, que ya prepara su diseminación, su terca vida futura y el sufrimiento de ser en el decir otro (algo en lo que convergen todos los afluentes del tartamudeo).

Mientras llegue ese lenguaje por-venir, desconfiemos, vigilemos: que las palabras no se alcen en tótem, que no presidan nuestro transcurso y piel de vida. Derribemos la mayúscula, diluyamos la grasa semántica y construyamos un margen que acoja los cascotes de las torres demolidas: ensartaremos esos fragmentos de palabras rotas en collares y pulseras, y será una fiesta la nueva vida del decir, emancipada ya del claustro unánime; una fiesta en torno al fuego de todos los significados arrojados, una pira donde arderán metáforas muertas, verbos-hueso y la saliva sin fecundar.

Entregaremos todas las armas que hay dentro de las palabras y ya no hará falta creer.

Sólo la fiebre descalza, en baile y canto

41 comentarios:

Stalker dijo...

Deleuze comete lo que a falta de otra palabra me atrevo a considerar una indelicadeza y una leve traición a su propio pensamiento: habla de devenir-pequeño, y sin embargo no duda en definir a Gerashim Luca (poeta que, por otra parte, siempre descreyó de lo grande, poeta que se rió "inmensamente" de lo grande) como "grande entre los grandes".

¡Ni el propio Deleuze escapa a ese sepulcro de palabra!

Esta noche pido a los dioses, y a los duendes del polvo, y a todo lo más callado y lo más vivo, lo que comadrejea en grietas y repercute brecha viva, pido que nos libre de lo Grande.

Así de simple.

Que lo pequeño nos libre de lo Grande, y de las armas, y de las creencias, y empecemos por fin a vivir, en la desnudez que hemos de conquistar y en la que cada grito de dolor será transmutado en feroz alegría y el árido llanto en trigo,

todo eso y más

huelga decir que le perdono a Deleuze el traspié y lo invito a entrar en la danza, a ungirse los pies en el polvo compartido ;)

saludos a todos

Leonardo dijo...

No es extraño que un poema así florezca hacia el final de una vida, cuando las cosas empiezan a recobrar su verdadero color y, por consiguiente, las palabras. Y ya demasiadas cosas han dejado de tener importancia.
Tartamudear en su propia lengua es algo a lo que se llega no tan fácilmente. Es algo que está más allá de la intención verbal, creo. Sería algo así como tropezar y comprender en un instante que el tropiezo es la mejor forma de caminar (volver a las cuatro patas).
Es verdad que la poesía del ámbito hispánico no ha seguido caminos explorados en otras lenguas, pero fíjate, también, que los autores que citas están 'fuera del camino' por decirlo así. Michaux, por ejemplo, no hay un antes de Michaux y un después de Michaux. Hay Michaux. Hay Becket. Hay Maillard. Hay Vallejo.
Su caminar y su encaminamiento es único.
Y si, de alguna manera abren perspectivas, posibilidades, brechas, huecos, mirillas, al mismo tiempo las cierran. ¿Cómo arrancar de Michaux para ir más allá? cummings, que es muy leído en Latinoamérica donde la poesía norteamericana ha tenido mucha influencia, tiene imitadores, seguidores, pero la desarticulación que él alcanza es difícilmente un punto de partida. Después de Altazor, Huidobro no debería haber escrito nada más porque más allá de Altazor está el silencio.
Las vanguardias del siglo pasado intimidan.
Comparto de lleno tu aspiración para hallar un nuevo lenguaje y tu exasperación ante el conservatismo de nuestra época, pero no creo que este lenguaje adquiera una forma única. El poema es también un espacio donde articularse cuando andamos desarticulados en un mundo desarticulado, y no veo porqué podría reprochársele a un poeta esa búsqueda. Me parece que hay que rastrear a fondo, a veces, para comprender el tartamudeo (que es una de las formas de la sinceridad) de alguien. Tu eres un stalker en esas búsquedas y es lo entrañable de este espacio sin mayúsculas. Desconfianza de la grasa y de lo grandilocuente y lo rimbombante y del hueso roído, sí, pero no perdamos la confianza.
muchos pequeños abrazos

soperos dijo...

hace veinte noches o quince o treinta, qué más da, que canta una chicharra en la parte de atrás de la casa -en el ventanuco del lavabo- y también en la parte delantera -la terraza- aunque no sé exactamente si mi casa, que en realidad es un piso, tiene partes delantera y trasera o si el lado norte está en el norte. mucho más complicado es decir que lo que estos días canta sea una chicharra porque no sé distinguir entre chicharra, cigarra o vete tú a saber.

traigo aquí su canto porque es de eso de lo que se trata. no creo que sea un canto, claro, lo llamo así para poder decir. sea lo que sea eso que escucho en las noches, al ser octubre ya, al tratarse de un canto desplazado (sin verano), me parece algo tan hermoso escuchar esa pequeña voz doblemente desplazada, digo (delante y detrás de la casa y más allá del estío), que resulta bello comprender ese sonido tan pequeño y hermosamente débil y repetitivo, extrañamente fuerte eso tan delicado en apariencia, tan pequeño, insisto.

escuchar a mi chicharra, que no es mía pero que la siento como mi hija, equivale a leer cien mil buenos libros y no me queda otra, querido hermano búfalo, que pedirte un favor para tratar de ser consecuente con la obra de la pequeña cigarra, que este texto que estoy acabando de escribir en nuestro marienbad querido no vayas a publicarlo porque entonces podríamos ahuyentar al pequeño dios (no sé llamarlo de otro modo) que canta por las noches en mi casa y entonces a ver quién es el guapo que puede hablar de lo que realmente importa si no es ella.

besos,
ò.

rosso dijo...

Me sugiere tu comentario, Stalker
que una de las caracteristicas de
la cultura contemporanea es la escapatoria del sentido vehicular que en otras épocas le había sido asignado al lenguaje en el arte, para convertirse en un elemento creativo fundamental; buscar "en el lenguaje" en vez de "a traves" de él.
Por eso me gusta lo que apuntas en tu entrada; lo de ser bilingues en tu propia lengua. Esa lengua extranjera dentro de la propia (que dice Proust). Ese sentido de fuga desde lo narrativo hacia el propio "material sensible" con el que se actua y se consigue trascender significados.
Ese tartamudeo (o rumor)es el salto dimensional de solo algunos.
No importa si luego se les considera Grandes o pequeños, (a su pesar).
"barrer las urdidas operas de las palabras"........
.... "Mi parte, que se pierda".

¡Cuanto "rumor" en sus palabras!
(me gusta imaginarla en blanco y negro con Celan.)
Un abrazo.

Isabel Mercadé dijo...

Mil gracias por esta entrada. El motivo es íntimo y secreto (sí, ya sé: intimidad no significa privacidad) y... qué le vamos a hacer, de momento sigo reacia a ciertas confesiones, pero todo llegará.
De momento, sólo un gran abrazo agredecido.

Lola Torres Bañuls dijo...

--Qué pena que las palabras no estallen en las manos como alma madura y no sepamos darlas como fruta de niño o pan de niño (lo he conversado alguna vez con el hermano búfalo: él sabe de estas cosas).--
Que más puedo decir... Vuestros comentarios me dejan ya sin palabras. He escuchado el chirriar del grillo de Oscar (que no es suyo) pero ya es como su hija la cigalita esa.
Y Leonardo lo que dices de Huidobro es cierto. Después de Altazor no caben más palabras, y cierto es que Altazor termina siendo un balbuceo o un grito gutural donde las palabras ya no tiene sentido.
Olvido García Valdés es tremenda, a mi me gusta mucho también. En mi mesa siempre tengo un libro de Maillard y uno de Valdés. Concretamente de Maillaird ahora tengo Husos y de Valdés permanece desde que lo he leído "Y todos estabamos vivos".
En en mis favoritos al principio para llegar pronto tenga a Marienbad. Que no sé lo qeu significa ni tampoco sé lo que significa Satlker. Creo que son unso diminutos animales que no pueden faltar a mi sobre-mesa o a mi despertar.

Escucho y voy recogiendo los sonidos que me dejaís como si fueran granitos de uva.

Un abrazo.

Darío dijo...

Siempre me pregunté por qué la /r/ era alveolar, si yo la realizaba palatal, y de ninguna manera puedo realizarla alveolar. Es una gran complicación para mi, adapatarme a las indicaciones de la Real Academia y al canon.
Así que lo mejor,es seguir los pasos de Kafka y de Bachman, tener ahí adentro, como decís, un lenguaje menor, que no hace otra cosa que sostenernos. Estoy seguro.
Las ropas que nos ponen son demasiado asfixiantes. Hay que hurgar, vestirse por dentro con ese lenguaje hasta quedarse desnudo por fuera. Seremos un poco más dichosos. Aunque eso, ya es mucho pedir.
Un abrazo.

NáN dijo...

Un gran tiro de tres puntos.

Soy paciente y poca cosa. Me conformo con deshacer un trocito elástico de la red del lenguaje para hacerme un tirachinas.

Camino dijo...

Yo ya afronté la infancia como tartamudo, sin importancia y en el sentido mas literal de la palabra.
Lo primero que conoce el tartamudo es la burla. Después descubre en sí mismo dos lenguajes enfrentados. Si no se avergüenza puede resultar recompensado. Ese lenguaje menor, el que tropieza, el que debe elegir entre mutar a la inoperancia de la palabras de fuera, o construir en el silencio la luminotecnia de la hierba. Ese lenguaje menor conoce la importancia del milisegundo o el minuto. Porque sabe que vive en otro tiempo.

RAB dijo...

Qué buena que es Ingeborg... qué honesta y qué irónica... y sobre todo: qué cruel con los críticos que se apuntan a la forma sin alma. Es todo lo que puedo decir, que ya es bastante. Ah, no, me faltó una cosa: a esta poeta hay que seguir leyéndola.

Belnu dijo...

Conocía el poema de IB, me gusta mucho su oscuridad, que a veces me sobrecoge, me falta leer su prosa, su lengua en los poemas (que leo primero en castellano, porque mi alemán es casi inexistente, pero sé cómo suena y me fascina) me parece a veces deslumbrante y al mismo tiempo está ese peso oscuro que arrastra abajo, siempre la vi como la mujer suicida de Tala de Bernhard, aunque allí fuese actriz o del teatro.

En cambio no conocía ese fulgurante texto de Deleuze, que me voy a copiar para releer siempre que lo necesite!!! Cómo me reconozco tartamudeando en mi lengua y siendo bilingüe en ella

Stalker dijo...

Leonardo:

leo atentamente tu comentario y ciertamente estoy de acuerdo contigo.

"Comparto de lleno tu aspiración para hallar un nuevo lenguaje y tu exasperación ante el conservatismo de nuestra época, pero no creo que este lenguaje adquiera una forma única. El poema es también un espacio donde articularse cuando andamos desarticulados en un mundo desarticulado, y no veo porqué podría reprochársele a un poeta esa búsqueda."

Claro que el lenguaje no debe adquirir una forma única. De hecho, se puede tartamudear de muchas formas, el balbuceo es políglota, una rosa de los vientos de colores o significados. También es necesaria la poesía que no tartamudea, la lengua que no tartamudea: es lícito que exista y la aplaudo siempre y cuando responda a esa búsqueda a la que aludes. El problema, Leonardo, es que esa búsqueda, ese desplomarse en la propia interioridad, esa oblicudad necesaria para quien bucea en sí mismo, está ausente en buena parte de los discursos poéticos que se alimentan de un lenguaje normalizado. Podría poner muchos ejemplos pero tendría que copiar y pegar aquí poemas de autores que aborrezco y eso no lo voy a hacer. Puedes buscar ejemplos tú mismo si en Google escribes "Poesía de la experiencia". Ya verás lo que quiero decir.

Es evidente que esa poesía conservadora, a la que ataco de manera frontal y que es fácilmente deconstruible (porque nada ofrece ni nay estructura alguna que la sustente) no obedece a esa búsqueda sino que se acoge al cliché, a lo hiper-formulado y recorrido hasta la extenuación, inmisericordemente. Es fácilmente mediocre y, todo hay que decirlo, en estos pagos ha encontrado homenaje acogiéndose al amparo de las instituciones y a golpe de antología. La confianza, en todo caso, la he perdido en ese tipo de mediocridad institucionalizada, aberrante y casposa, tan del gusto de tantos (poco excelsos) vates hispánicos contemporáneos.

Nunca la perdería en alguien que busca e indaga, independientemente de que "balbucee" o no. Esto es secundario, aunque personalmente lo que más me interesa en el arte es ese quiebro, ese desplazamiento y esa negación de lo lineal y lo consabido.

Por otra parte, me encanta cómo describes a esos poetas. No hay, en efecto, un antes y un después, no generan escuela. Son ellos mismos y nada más. También descreo de la idea de progreso en materia artística, pero a pesar de todo hay un instinto invencible que me dice que Rachmaninov, que compuso en el siglo XX pero cuyo corazón era intensamente decimonónico, es anacrónico respecto a Bartók. Se me hace difícil entender que se componga o escriba según la estructura sentimental de siglos pasados, ignorando toda la vida que bulle, e indaga, y grita, a nuestro alrededor. Es la célebre "retro-guardia": algunos incluso llegan a creer que lo "fashion", lo verdaderamente rompedor hoy en día es volver a las artes tradicionales, como si el siglo XX no hubiera existido: pintura hiperrealista, novela costumbrista avant la lettre, sinfonías a lo Mussorgsky... Esto es algo que no entiendo a pesar de, como te digo, descreer profundamente de la idea de todo progeso en cualquier ámbito. Quizá un doble movimiento es posible: las cosas no progresan, no existe el progreso, pero algo, en otro orden, se mueve, nos inquieta, nos hace tartamudear...

Valgan estas perplejidades para saludar tus palabras,

un abrazo

Stalker dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Stalker dijo...

Hermano búfalo:

como puedes comprobar, no me resisto a la tentación de subir tu texto, pese a que me pides que no lo suba, y disfrutarlo y darlo a compartir.

Esa chicharra hija tuya me lleva al mundo de la infancia, a aquellos veranos en que yo era un niño increíblemente pobre e imaginativo, y trepaba a los árboles, y oía a las chicharras en verano. No hacía falta nada, ni siquiera necesitaba amigos, de tanta vida que me estallaba dentro. Todo a mi alrededor aspiraba a ser cantado en una lengua menuda: tal era la fragilidad en torrente, la generosidad del mundo que me hacía estallar las costuras y abría, en fruta, la mirada.

Seguimos siendo eso bajo nuestra fachada perfectamente construida, bajo nuestra cortesía infernal y el burdo juego de máscaras.

Gracias por tu chicharra hija y por haber arrancado de cuajo la mala hierba y tus centros.

un abrazo de un animal a otro

Stalker dijo...

Rosso:

bienvenidas tus palabras. Es cierto aquello a lo que apuntas: hay un momento en el que el arte re-flexiona: se pliega sobre sí mismo y la materia sensible de que está hecho se convierte en condición de inteligibilidad. Es un salto ontológico y no meramente meta-lingüístico: los materiales se piensan y nos piensan, el lenguaje es madera viva cuyas vetas hay que explorar en aras de un estallido futuro y para que la vida, cierta declinación de la vida, sea posible.

Hegel señalaba el fin del arte en ese momento de peligroso abismo en que el arte se vuelve sobre sí mismo y se piensa. Pero quizá no es el fin sino el principio, otro principio.

Respecto a la grandeza y la pequeñez, habría mucho que decir. No es sólo que se les considere grandes (el colmo lo escuché en la frase siguiente: "El poeta X era Grande, pero ahora que le han dado el premio Y es aún más Grande". ¡A base de premios, el poeta X irá engordando hasta alcanzar el tamaño del universo! No: basta de necedades, por favor). El meollo al que apunto es consustancial a la propia escritura: hay poesía que aspira a la grandeza, que se construye con conceptos últimos, que los explora en los límites de la razón y la experiencia. Es una poesía llena de mayúsculas, anegada de abstracciones: belleza, luz, amor, transparencia, y otras muchas. Uno de sus representantes más insignes sería quizá aquel poeta que escribió el siguiente verso:

"La verdad es belleza y la belleza verdad"

Un verso para mí perfectamente atroz y me llevaría muchas páginas explicar por qué entiendo que cuando empezamos a hablar de la Belleza y la Verdad y establecemos su equivalencia estamos perdidos, por qué en ese verso hay instancias totalitarias que desembocan en una suerte de "fascismo estético" (que tuvo, hay que decirlo, su traducción en el fascismo ordinario, real), y por qué palabras así, sólo atribuibles a la extremada juventud de quien las pronunció, han ocasionado un sufrimiento increíble y han moldeado un paradigma senti-mental pernicioso (el posrromanticismo que marca nuestra manera de emocionarnos, todavía hoy, y que ni siquiera las vanguardias, ni la posmodernidad, han conseguido erosionar) que halla fuente, filiación y genealogía en un platonismo trasnochado y estrictamente envilecedor.

Las mayúsculas (síntoma de Grandeza inevitable) nos niegan el acceso al vértigo del acontecer, refutan la verdadera vida.

No es algo que se pueda explicar en el espacio limitado de un blog, haría falta escribir un libro entero y pensarlo detenidamente. Pero hay aquí aguas profundas y tengo plena conciencia de aquello a lo que estoy apuntando.

Agradezco tu paso y tu pensamiento, siempre oblicuo y muy poco "Grande".

Abrazos desde esta vida pequeña y balbuciente...

Stalker dijo...

Bel M:

Agradezco tu confesión sin confesión. A veces lo más importante se traduce y se transmite al margen de la intimidad y la privacidad, en el calor y la vida de las palabras, tus palabras,

¡muchos abrazos!

Stalker dijo...

Rosso:

PD: se me olvidó decir que a fin de cuentas la cuestión de la grandeza y la pequeñez es una actitud existencial, por parte de quien escribe y también de quien lee. Lo pequeño adentra y lo grande obstruye, limita o ciega, ciega esa delgadez de la mirada que nos inclina a las cosas importantes que suceden (dentro y fuera) y que no vemos por la dilatada sombra que ciertas palabras arrojan en nuestra mente.

Celan y Bachmann en blanco y negro. Y no olvides a los demás tartamudos, ellos también en blanco y negro, diciéndonos...

otro abrazo

Unknown dijo...

Aquí ando siguiendo tu huella. Llamándote: letra.
Leyéndote: palabra.

Hay tanta pronunciación que se siente. Es tu letra, tu palabra y los infinitos instantes que me provoca el leerte. Es tu melodía la que en un día como hoy consuela la herida.

Gracias.

Stalker dijo...

Lola:

en tu mesita de noche tienes lecturas insuperables. Dentro de poco habrá que hacer alguna entrada con poemas de Olvido, de la que también te recomiendo toda su poesía anterior (en especial "Caza nocturna" y "Del ojo al hueso", dos de mis libros favoritos y difícilmente "superables" en la poesía española contemporánea).

Respecto a Marienbad y Stalker, si tu veux, je peux éclairer ta lanterne...

"L'année dernière à Marienbad" es una película de Alain Resnais cuyo argumento es difícil de transcribir (no es exactamente un argumento, y la película no es exactamente una película). Baste decir que es un lugar gobernado por una lógica espectral, donde se gesta la pérdida, la carencia, el desamparo, donde unos personajes gestionan su orfandad en y desde un tiempo sin tiempo, en una especie de limbo en cambio permanente, donde todas las cosas suceden una y otra vez... algo parececido a un eterno retorno de espectros que dialogan y se buscan y no se encuentran...

Barbara escribó una canción maravillosa titulada "Marienbad" donde habla de algo parecido y que es una especie de homenaje a esa película.

Por lo tanto, perderse (Lost) en Marienbad (el lugar regido por la despiadada lógica espectral) es en cierto modo, y salvando cierta paradoja consustancial, irreductible (estructural), una forma de encontrarse, un lugar para el encuentro, la confluencia y la acogida: un antídoto, una forma de negar, refutar y cortocircuitar la lógica espectral de nuestro mundo, es decir, todo lo que tiende a construir distancia, desamparo, incomunicación y pérdida. Perderse en Marienbad significaría inclinarse hacia el regazo, dar-se, hallar el ser en ese vuelco mínimo, en ese darnos al otro y acompasar el ritmo en el pliegue del otro.

Y ahí, en ese tiempo compartido, suceden milagros, como sabes que han sucedido en Marienbad en los últimos meses: milagros visibles y alguno invisible (pero que yo percibo con claridad).

Esto es algo que por supuesto no escapa a la intuición del ave zancuda (y a su generosidad).

Por otra parte, el Stalker es un pesonaje de una película y de una novela. Es difícil adscribirlo a una categoría o definirlo, pero se puede decir que es un fugitivo, alguien al acecho...

es un ser que rastrea, busca e indaga. Ése es su cometido, buscar senderos transitables entre lo intransitable, y mostrarlos a las personas que lo necesitan (suelen ser seres presos de algún tipo de desesperación),

el stalker no tiene respuestas pero sí muchas preguntas y conoce el bosque con la misma profundidad con la que se desconoce a sí mismo,

enseña una cierta forma de mirar, una determinada oblicuidad en la relación con el mundo...

bueno, más o menos sería algo sí,

un abrazo fuerte

Lola Torres Bañuls dijo...

La definición de "Lost in Marienbad" es exacta para este blog. Y un Stalker te define perfectamente también.

Sobre Olvido García Valdés creo que tengo unas obras completas de la Ed.Galaxia Gunterber. ¿Esos dos libros supongo que estarán recogidos allí?

Me voy que Natan alías Bob Esponja me necesita.

Un abrazo Stalker eres un monstruo.

Stalker dijo...

Curiyú:

seremos un poco más dichosos, es cierto, ¿qué más pedir?

No importa lo que diga la Real Academia (sólo sirve para apolillar la lengua); tenemos que desvencijar, desestructurar, deconstruir.

Bienvenida la desnudez que nos permite la luminosa entrega y la alegría, "el viacrucis del cuerpo",

abrazo

Stalker dijo...

Nán:

tu tirachinas es certero, y sé que sabes seguir rastros, tú también. Te he visto agazapado en el bosque (tú no me viste, claro: ahí me mimetizo con el entorno),

un abrazo

Stalker dijo...

Camino:

estar en otro tiempo, crearlo, darnos tiempo, habitar ese espacio de desfase en el tiempo que se nos fuga... una manera de estar y sentir que nos hará porosos e invencibles frente a la burla. Se burla quien no sabe de nuestro tiempo secreto, el que vivimos carne adentro. Se burla el que se defiende y sólo tiene un tiempo herrumbrado para exhibir...

Bienvenido una vez más y un abrazo

Stalker dijo...

RAB:

en efecto, hay que seguir leyéndola. De hecho, nunca acabaremos de leerla, por mucho que su producción poética es relativamente breve.

Los buenos poemas nunca se acaban, y ellos tampoco terminan de leernos o de clausurar el espacio abierto de nuestra interpelación...

abrazo

Stalker dijo...

Belnu:

en mi opinión la poesía de Bachmann es mucho más interesante que su narrativa, pero esto es sólo una opinión, claro. Incluso me atrevo a decir que lo mejor de su obra es lo que no publicó en vida: los poemas póstumos, inéditos, los últimos poemas muestran una indagación que habría llevado su poética hacia lugares más inhóspitos y oscuramente deslumbrantes, más irresueltos e ignotos, más de astilla clavada y grito, de no haber muerto tan joven. Se adivina en ellos una torsión, una ferocidad realmente inaudita, que haría empalidecer al mismísimo Bernhard (¡y eso es mucho decir!). El libro "No sé de un mundo mejor" apunta a eso y mucho más.

Siempre lamento esas muertes que truncan una obra y nos privan de grandes (y abismáticas) felicidades. Aunque ya bucear en lo que nos dejaron es una ardua tarea...

Sigue tartamudeando y bilingüizándote, hasta el más perfecto estertor o huella de palabras...

abrazo

Stalker dijo...

D.:

es un comentario bellísimo, de piedra pulida y entrañada, como siempre.

Cuando hablas, tu letra entra y uno la acoge en el pequeño gozo que se abre, y la caída encuentra ahí su nido, en el dentro que se pronuncia en levedad: regocijado ensalmo, palabra de vida lenta.

Así de hospitalaria es tu letra,

un abrazo

Stalker dijo...

Lola:

esos dos libros están en la edición de Galaxia...

soy un monstruo... de las galletas...

abrazos

Arturo Borra dijo...

Sin delikatessen; cuando el mundo está desvastado, la exquisitez se hace frivolidad. Todos esos juegos del ego, esa belleza del alma, suenan sospechosos ya. Eso mismo inicia quizás la extranjería. No querer estar más en un régimen de privilegios; extranjerizarse, salirse de las depuradoras, hundirse en el hambre, desesperar también de esa elocuencia con que labramos jaulas para los labios.
A balbucear se aprende, no por deseo, sino por necesidad. No es que uno quiera balbucear; termina ahí ante la imposibilidad tanto de hablar como de callar. De esa negociación con lo imposible nace un aprendizaje sin término.
También yo aprendo de todas esas huellas, esas fugas que ayudan a respirar. Aunque también ellos, en algún momento, vacilen o recaigan en ciertas inercias de las cuales la “grandeza” es una de ellas. De Ingeborg Bachmann conozco menos de lo que quisiera y la referencia que das es como un hilo que tiraré.
Ya sabés que también en estos caminos nos cruzamos, incluyendo esa búsqueda de una lengua menor sobre la que indagó tan sutilmente Deleuze. Tomo nota querido Stalker de estos apuntes valiosos, de esas trazas que ayudan a reinventarnos en la extranjería.
Va un fuerte abrazo,
Arturo

Ana Hidalgo dijo...

El poema de Bachmann ha completado mis impresiones sobre un libro que reciéntemente he leído. Ese libro es "La tumba de Keats" de Mestre, y mientras lo leía Mestre me hacía sentir que "Ya nada me gusta", porque me sentía completamente ajena a esa forma de tratar el lenguaje que tenía Mestre. Más empatía he sentido con otra lectura que he hecho también reciéntemente, "El teatro y su doble" de Artaud. Artaud piensa para el teatro lo que en gran medida yo pienso para la poesía.

Volveré a esta entrada.

PÁJARO DE CHINA dijo...

monstruo de las galletas, sí que provoca infinitos instantes leerte; efecto tirachinas de tus palabras.

la estrategia de la literal tartamuda infantil que fui consistía en recurrir a la palabra sustituta y candidatearme en clase para hablar primero. cualquiera que haya temido o sufrido la burla hacia el tartamudo las conoce.

la sinonimia fue mi aliada y rompí el hielo en las clases de latín donde conminaban a analizar estrofas que empezaran con consonantes temibles eligiendo un alumno al azar (azar-agonía), durante años. no era riqueza espontánea de vocabulario ni diligencia escolar. era miedo.

para un tartamudo la P y la M equivalen al ascenso al Himalaya. por ejemplo: "¿está Paula? habla Mariel" había que convertirlo en: cruzar los dedos para que atendiera Paula y decir: "hola, soy yo, sí, dale, no me digas que ya te olvidaste de mí".

extrañamente, no tartamudeaba cuando leía algo que había escrito, pero me hacía pis cuando podían ordenarme leer.

el día que más miedo tuve en toda mi vida no tartamudée. empecé a decir palabras inexistentes, me salían estrofas incomprensibles y desesperantes: veía una guitarra en mi cabeza pero no podía decir "guitarra". no era dislexia, sino una patología hermana y refinada de los sonidos guturales.

la tartamudez se había esfumado hacía décadas, espontáneamente. se presentó intermitentemente desde los 3 a los 15 años. poquísimos se daban cuenta. en realidad, creo que nadie fuera de mi casa, de mis padres y hermano.

fue una maldición extraordinaria y supongo que esto es lo que quiero decir. si no me hubiera atenazado impiadosamente como lo hizo, hundiéndome en el pánico (porque la crueldad de los niños-prójimos es radical y carece de la diplomacia que le confiere la adultez)no me hubiera visto obligada a recurrir a giros extravagantes, o excéntricos. o descentrados. a desplazarme, un poco. un desplazamiento muy modesto, nacido de la conciencia brutal de una incapacidad física.

en las ligas mayores de las vanguardias artísticas se hablaba de crear un nuevo lenguaje. dadá. tristan tzara. en eso creo. no hay cambio posible sin demolición del diccionario cotidiano (no sé por qué ahora recuerdo que mi abuelo me cambiaba el nombre deliberadamente todo el tiempo; aún hoy me cuesta escuchar mi "nombre", no me reconozco en él).

PÁJARO DE CHINA dijo...

¿y cómo debería ser esa demolición? ¿qué forma debería adoptar?

la de la hijita de oscar, sí, una forma-chicharra salida de las tripas. mínima, oblicua, descendente, letal.

todo cálculo, toda premeditación dirigida a un resultado, es nueva mercancía. es más kitsch en el bazar y baratija en el mercado.

lo más despreciable para mí es lo que viene revestido de novedad y es pura cáscara vacía (efecto-Tarantino en todos los campos). la "posmodernidad" en su variante pirotécnica y vacua.

yo tampoco creo en el "progreso" en el "arte". jamás diría que Picasso es "superior" a Piero della Francesca. sin della Francesca, Picasso no hubiera existido.

no es progreso. es algo así como empujar el límite gracias al movimiento de los que nos precedieron. della Francesca está en Picasso. en el vivo que empuja están todos los muertos que empujaron alguna vez.

tartamudear, o balbucear, sería descomponer, desarmar, hasta llegar al grado cero con lo indispensable. y, desde ahí, empezar de nuevo.

aunque nadie te escuche, aunque te escuchen 4. con 4 ya es magnífico: ya es una excepción a la regla y una punta de iceberg.

detesto la apología juvenil de los poetas suicidas, pero creo que no se puede escribir si algo no te ha dolido hasta el hueso. estar vivo duele y posiblemente se escriba para cauterizar. no para revolcarse en el dolor, sino para transformarlo en algo ... no sé, dotado de la belleza de los juguetes antiguos.

últimamente, cuando voy a las librerías, me paso la tarde en el sector de libros infantiles.

aprendo mucho de todos ustedes, muchísimo, ni se imaginan cuánto.

besos de galleta.

PÁJARO DE CHINA dijo...

P.S: creo haber dicho que la tartamudez se fue. pero también debo decir que siento que es algo que nunca se va del todo, esta ahí, agazapada. puede hibernar durante años. hace poco leí que hay terapias táctiles para su tratamiento. no me sorprende, no me sorprende que sea el tacto lo que sosiegue la boca.

Stalker dijo...

Querido Arturo:

sabía que esta entrada te interpelaría especialmente, a ti, que tanto has pensado sobre la condición del extranjero, sobre los márgenes y sobre la ilusión y desilusión de las patrias (y por lo tanto, sobre el apátrida).

Si tienes ocasión, busca el libro de Bachmann "No sé de un mundo mejor", en Hiperión. También los "Últimos poemas" son muy interesantes, pero en mi opinión en el primer volumen, que son poemas no publicados en vida, la autora explora una desnudez, incluso un dolor, especialmente penetrantes: escribe desde el puro filo, completamente despierta y sin cerrar los ojos. Algo bellísimo de contemplar.

Gracias por acompañar ésta y otras trazas, y seguimos haciéndonos lentos en la letra y la pregunta...

un abrazo

Stalker dijo...

Ana:

¡espero que vuelvas a esta entrada y con toda la artillería que tú sabes desencadenar! (Te recuerdo que también hay una entrada anterior, la de la entrevista a Maillard, a la que te invito a volver para compartir impresiones).

Comprendo perfectamente que no comulgues con un tipo de poesía más basada en la elocuencia y que tiende al barroquismo expresivo. No es el tratamiento del lenguaje que a ti te inspira, y yo, como sabes, estoy en tu misma línea.

un abrazo

Stalker dijo...

Mariel:

me enternece tu infancia y ese "problema" con la lengua que cuentas con la delicada intensidad que te caracteriza.

Ahora quiero viajar hacia tu infancia y cantarte palabras exóticas ("palabrasbereberes, palabras-lenguadegato") para que el miedo sólo sea una vaga sombra y las guitarras de tu mente descansen en tu regazo y en tu boca de palabras.

Comparto todo lo que dices, el empujar en el límite, los muertos que están en los vivos (una especie de palimpsesto, imagino, terriblemente significativo y que se avalancha en generaciones sucesivas).

Estoy contigo especialmente en tu desconfianza a la posmodernidad pirotécnica, de la que tenemos graves ejemplos (solidarios ejemplos, porque la vacuidad se hace guiños y se alía, incluso para sacar burla de la no-vacuidad) a ambas orillas del Atlántico.

Me gusta imaginarte en la sección de libros infantiles y he pensado que quizá deberías escribir cuentos para niños (y para el niño que hay en nosotros). Si es que no lo has hecho ya. Y te cuento una pequeña costumbre que he adquirido: la librería que más frecuento tiene dos puertas. Una es la puerta principal, por la que entra todo el mundo y que te lleva a la gran sección de novela. La otra es una puerta minúscula, más bien invisible, poco conocida, pero está ahí: entras directamente a la sección infantil y luego pasas, si quieres, a otras. Así que entro siempre a la sección infantil y luego paso a filosofía y poesía. Y ésa es toda mi librería (en narrativa no me detengo nunca).

Los besos de galleta son incomparables.

Y es cierto: el tacto sosigue la boca y se nos sosiega en la boca. Se nos duerme en el paladar y acaricia las palabras antes de que las proyectemos y, así, demos color de lengua a ese lienzo mudo que es el mundo. Con la fruta palabra que se deshace, tibiamente, en la boca.

abrazos de galleta y regaliz

Portinari dijo...

Leo libros que se escriben para niños porque a veces creo que me hago adulta, y los necesito, para saber o creer que sé.

Tartamudear. Cuando uno se va de casa, y además, la tierra está también desplazada. Es el mismo mecanismo de descuartizamiento que el sentir adentro un enorme globo que se incha y sale del cuerpo. Y el globo e suno, pero uno también es el cuerpo. Y es extranjero en todo su ser, porque no sabe quién es, ni porqué las diferentes partes tartamudean y se escapan en un margen.

Escribir como una disculpa, en origen, a ese error del mecanismo no hereditario que tiene uno. Ser la oveja negra del rebaño y leer cuentos de niña, en gallego, sobre ovejas negras, compadeciéndose. (por qué el color?)

Los colores. Tener colores dentro. Ser de colores que nadie ha visto, que andie conoce. Yo creía que podía respirar mientras comía porque la gente lo hacía. Creía que la gente lo hacía y yo lo intentaba. Intentar ser como los demás, por la desesperación del tartamudeo. Quedarse atrás. Por la mala letra, por la mala cara, por el silencio, obtuso, por no entender y preguntar. Por las miles de preguntas: qué es esto?

Y el globo se hincha y eleva el cuerpo de uno hacia un sitio donde no hay andie más que uno. Y te dicen: aprende a quererte porque nadie te va a querer.

Y quizás ese fue el consejo más sabio. Aprender a reconocer el tartamudeo. Inventarse una no-definición para la extranjería que era uno.

A veces una se viste de hombre (de hombre? en el entrañamiento, coger ropa de otro: otro, ser, hombre, mujer.)Y la gente pregunta. Yo intento: alguien puede decirme lo contrario?

Tartamudear adentro y hacer temblar, aunque la tierra donde estamos esté desplaza, un cuerpo, somos, también hay un océano intermedio. Pero la línea se proyecta, y en esa proyección uno introduce las manos y hace, se hace: estar.

Stalker dijo...

Portinari:

estocada recibo en tus palabras, estocada al centro vibrante del ser...

Son muchas cosas, como siempre: te rompes en multitud de ángulos, te das en puntos de fuga inabarcables, inencorstetables, inasibles en su propia diseminación vertiginosa...

rosa de Alejandría que rueda por el desierto y no logra arraigo, y en el desarraigo encuentra una forma de morada llamada trashumancia, encuentro, pequeña tartamudez.

Hay que ser una oveja negra. Creo que es lo mejor. No seguir el estribillo servil, no seguir al coro: no vivir al dictado. Oveja negra, oso de los bosques, lobo solitario, líquen, algo que crezca hacia dentro, hacia el sueño, y que no se infle como un globo:

menguar ahí, aprender a menguar y crecer mientras menguamos. Que el crecimiento sea arraigo: diseminación de significados que nuestra lengua tartamuda nos hunde en el cuerpo, nos incribe-tatúa en la piel en un vértigo de anticipación, escritura del temblor en el lenguaje de la piel que se traduce gozosamente en el trayecto hacia el otro.

Y luego, el estallido, en mudez, sin mediación, con un gozo terrible de alma fruta que estalla sus semillas al hacerlas entrar al aire.

De todo eso y más sabe Portinari, todo eso y más es Portinari.

y le demostraremos que esa frase: "aprende a quererte porque nadie te va a querer" es falsa porque aquí, entre topos, en el subsuelo cálido de regazo y humus, la vamos a querer siempre aunque ella se fugue a veces, aunque inadvertidamente deserte de sí misma,

abrazos y abrazos

ramoon dijo...

Ayer, tras las lluvias, salieron los primeros caracoles del otoño, para romper esa pared de mocos que los mantenía adheridos a una pared, como si fueran criaturas solipsistas.

Me ha parecido este poema de la Bachmann un precioso caracol... que sacó sus cuernos justo cuando se fue el sol.

Hay en tu cuaderno de miradas unos ojos bien bonitos. Casi no hay que dar gracias por ello. Te los disfruto natural.

Lost in Huelva

Another fall leave.

Stalker dijo...

Ramón:

disfruta de esas miradas, están ahí para interpelarnos. Tengo curiosidad por saber qué ojos (si es que han sido sólo un par de ojos) te han hecho detenerte en especial.

El poema de Bachmann como un poema-caracol. Me gusta. Los caracoles con muy apreciados aquí, por su lentitud y su baba, su forma de marcar, de-marcar y hacer su propia casa...

Perderse en Huelva es acaso una sutil forma de reencontarse.

Saludos

ramoon dijo...

El conductor que me llevó hasta aquí fue el gran José Luis Moreno Ruiz que recomienda en sus enlaces tu blog...

Después ya caminé solo por los derroteros de tu mostrarte... y una delicia compartirte o compartirme.

Me cuesta mucho seguir los blogs... Siento ante esta marabunta de corazones (¿queda aun alguna duda de que el hombre es un caracol social?) el mismo acongojo que cuando entro en una biblioteca, incluso provincial, o en una librería de nuevo o viejo...

Para mi desgracia, la mayoría de las veces, desisto... como un actuar a la defensiva ante tanta ración de humanidad, ante tal kaos de opiniones personales... Y no entiendo como sigo en ese actuar si cuando me dejo llenar encuentro manjares reconfortantes...

Al inicio de tu cuaderno me engancharon ya tus decires... ¿Acaso haya también química virtual? ¿También codificada en ceros y unos se encuentra agazapado y funcionando el reconocimiento parental de esa familia perdida mucho antes de Babel, cuando Noé practicó la zoofilia allá en su chalupilla y nacimos nos, los curiosos bufalillos desperdigados por el lejano oeste y por los aun más lejanos norte, sur y este?

Cuando llueve, suele ocurrir que me lanzo y me mojo.

Lluviosos saludos.

PD.- Seguiré por aquí, si no te importa, curioseando un poco. Prometo no desordenar mucho. Pero si ves que te faltan unas placidas sonrisas y algo de sentimientos locos, no dudes mucho, he sido yo, Ein Hungerkünstler, que he comido un poco.

Stalker dijo...

Ramón:

puedes quedarte por aquí y desordenar lo que quieras,

esta es tu casa,

un abrazo

 
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