martes, 24 de agosto de 2010

El tejido de la conciencia. Husos, notas al margen I



-¿Cual es tu tierra prometida?

-A mí no me prometieron tierra alguna. Por eso debe ser que vivo desterrada. Anhelo una tierra sin domesticar por los hombres. Anhelo encontrarme con mi animal interior, el inocente.

(Tomado del “encuentro digital con Chantal Maillard” en ElPaís.com. La pregunta es de un internauta.)






Toda revelación ha de merecerse. Merecer: no se trata de merced concedida ni tampoco de gracia divina. Merecer es haber hecho hueco.

El sufrimiento abre hueco. El sufrimiento es la voluntad del mí (voluntad-deseo) anegada. Por eso hace hueco. Libera el espacio donde la revelación adviene. Donde puede advenir, siempre. Siempre que haya desocupación. Abajo.

He comprendido el milagro. Vuelvo a la superficie. Ningún dios me ampara.


2. Cuando un artista dice “esta obra no funciona”, quiere decir que en algún lugar de la obra la lógica se quiebra. Como una frase o un silogismo mal construido. Hallar el fallo es rectificar la lógica. Toda creación es un sistema lógico. El mundo lo es. ¿Son las notas al margen un simple fallo lógico?





Descargada. No de un peso, no, de fuerza, de poder. Sin poder. No puedo. Desposeída de fuerza, no puedo poder. Deshabitada: sin hábito del dentro.

Necesidad de templo. Des-templada. Fiebre de ausencia en los dedos que crujen, rígidos. Ausencia en los huesos. Me florecen angustias en los dedos.

Entono un canto. Ocho notas. Entro en el tono de la angustia. Caverna, resonancia devuelta a su nota. Asolada reflexión de la materia en su germen. Sin cauce. No llega. No hay llegar. El mí quiere salirse. No, yo quiero salir del mí. Pero el cansancio. Me re-pliego. Repliegue en el mí. El menor esfuerzo: el pliegue ya trazado.

Sin embargo la fuerza, la fuerza del dentro. La que se agita y mengua, concentrada en sí misma, caverna del sí mismo que se ahoga en su esfuerzo por ser algo más que una y misma.

Despoblada. Enferma de des-población. Deshabitada del pueblo que fuimos, al unísono, sonido unificado, fuerza de los muchos. Desasida, desasistida de pueblo. Despoblada.

3. Que no te envidien: la envidia es malestar. Te odiarán. Ser odiado es malestar.
Que no te compadezcan: la compadecencia (que no es compasión o compadecimiento) acrecienta la separación. La separación es malestar.
Por ello, no muestres ni excesivo bienestar ni excesiva desgracia. Mantente fuera del huso de la alegría y del de la tristeza.
(Tras los husos, la sabiduría es lógica).






Sobrevivir. A plazos. Plazos cortos. Plazos para sobrevivir. Vivir sobre.

Abajo, la aterradora, ineludible condición. Vivir a condición de sobrevivir. Condicionada al sobre. Dentro, nada. Dentro, llora. Infinitamente.

En superficie, entonces, deslizarse. O ni siquiera eso: morar en el plazo. Morar. Demorarse. A pequeñas sacudidas, des-plazarse. De plazo en plazo. Levemente. Tercamente. Para sobrevivir.

9. Occidente se entromete. Occidente con su libertad asoladora. Misionera de derechos humanos. Hicieron falta derechos ahí donde dejó de haber respeto. Hicieron falta leyes ahí donde dejó de haber comprensión. Occidente y sus derechos conquistados hace apenas dos siglos en función de una industrialización esclavista. Exportándolos ahí donde el respeto y la comprensión de la naturaleza humana hacía oficio de ley. Exportando sus códigos éticos después de haber exportado sus valores de mercado, como compensación, como complemento. Después de haber introducido los valores de depredación que fomentan la competencia, la rivalidad, la envidia y la insatisfacción. Sólo en una sociedad que no tiene necesidad de la unidad del grupo para sobrevivir pueden permitirse los individuos una economía del deseo y la provocación.




La superficie no resiste. Huyo hacia delante llevando el dolor cosido a los talones. Ninguna acequia en la que ahogarlo, ninguna huella en la que perderlo. Decido enfrentarlo como se enfrenta al cielo el desierto: a descubierto.

Habré de perderme a mí ya que en el mí se aloja todo dolor. Digo dolor para nombrarlo, exorcizarlo, y en el nombre me digo, para exorcizar al mí. Escribo el mí para que resbale hacia la página, pero se me pega a los dedos y no acierto, no acierto a diluir en la tinta el llanto. A sacudidas me digo, a sacudidas, la letra, y luego...

Contra lo irremediable me alzo, alzo el grito, contra lo irremediable. Vago por el mundo dejando un rastro de gritos. Cada saludo, un grito; cada sonrisa, un grito. Mi sonrisa oculta el primer grito del mundo, el único, el mismo, aquél que brota en el final, cuando ya nada importa.

Intrusa de mi mundo y del ajeno, no hallo lugar para el descanso. La fe de los comienzos, no; el perdón, no. Sólo el balbuceo. La salvación, no. Sólo el balbuceo. Después del grito, el balbuceo. Asolada, el balbuceo.

Mis pasos doblándose hacia dentro. La mente desposeída de estrategias. Sólo el balbuceo.

Dolor, ni tan siquiera –palabra sin sentido.

No abro las cortinas. Ninguna cortina. La habitación a oscuras.

Málaga, Damasco, Delhi... en todas las ciudades la vida me es ajena. Todas las ventanas son la misma ventana. Todas las aceras reciben el mismo cuerpo. La misma soledad cayendo, excesiva. Morir es un exceso. Me ex­-cedo. Balbuceo.

Sigo alimentándome tan sólo para poder decir el exceso. A contra-vida. Abajo. Y a nadie que esté vivo ha de importarle lo que digo. No es más que un murmullo soterrado, apenas inquietante.

10. ¿Qué le debe el norte de Europa a los pueblos trashumantes? ¿Qué tienen que ver conmigo los monoteísmos nacidos del desierto? No reconozco en ninguna de mis células un ápice de monoteísmo. Por mi cuerpo no viaja esa memoria, sino la fecundidad oscura y contenida de los líquenes y el musgo en los bosques inmensos. Alma pagana, mi historia está libre de amos omnipotentes y celosos.





La voluntad empeñada en la transformación.

Voluntad maga, creadora, prolongadora, perpetuadora.

El problema es la fe, esa fe. “Si crees en mí”... El “mí” no era necesario. No lo es. Tampoco el Él, ni el Eso. Tampoco es necesario el “yo soy Eso”, la remisión a lo Otro, ni la proyección, ni la introyección, ni tampoco la fusión, la asimilación o la Identidad. Nada de eso es necesario. Tan sólo la fe: esa fe. A la vez voluntad y saber.

11. Una mujer cuya hija estaba enferma dijo: “Es culpa de la higuera”. Y taló la higuera. La hija mejoró; la higuera volvió a crecer. La mujer cuidó la higuera, respetuosamente.
Conjurar es proyectar una idea en un objeto con fe absoluta. El objeto (la higuera) es el medio. La voluntad moldea, in-forma aquello sobre lo cual quiere actuar y, entonces, lo manipula (tala la higuera). La voluntad halla su cauce en las formas. Es éste el principio de la brujería. Del milagro también. La voluntad actúa siempre que quien la proyecta lo hace con absoluta confianza en los resultados. El requerimiento de la “pureza” del actor (del que actúa) tal vez sea una censura preventiva. Tal vez no.





He olvidado la historia. He olvidado la historia de todas las historias. Ochenta generaciones apenas me separan de quienes me engendraron en el siglo primero de nuestro calendario. Me contaron entonces, al iniciar el cómputo. Tan reciente es, para el que cuenta, la antigüedad. Hace poco el abuelo de mis abuelos llevaría armadura o aplastaría el hierro candente sobre el yunque; hace poco la abuela de mis abuelas llevaría zapatos de raso o de esparto; pisarían ambos la tierra que acaricio o que golpeo, harían preguntas que no tienen respuesta, mirarían con ojos grises como los míos, morirían de frío o de dolor; tal vez, no hace mucho, todos aquellos que me engendraron recordaron su infancia, contemplaron sus manos y consideraron los tiempos futuros tan oblicuos como un tejado de las tierras norteñas y la vida como nieve cuando empieza el deshielo, escurriéndose en bloque desde los canalones.

12. En el huso de la racionalidad, el discurso. Fuera del discurso, la compasión.





Trazar en lo sólido para poder trazar más arriba. Literatura, no: la literatura embadurna, confunde. Añade (probablemente a eso aludía Platón. Tal vez.). Pero sí el ritmo. Porque el ritmo permite el paso. Hace vibrar el límite y se hace porosa la membrana. A veces la adelgaza, al estirarse. –No veo lo que digo; no hay visión para lo que escribo. Lo que veo se va trazando a medida que lo escribo. Hago profesión de escritura –para sobrevivir.

15. Cuando alguien asegura con contundencia la veracidad de sus dichos en materia de espiritualidad: sospechar. La palabra es razón que construye y no puede, la razón, emanciparse de la lógica que establece el orden de las representaciones –para el conocimiento. Fuera de dicho orden, el conocimiento no es posible y sobra el decir.
En materia espiritual, atender al balbuceo, como mucho. Sobre todo, atender al silencio, ese silencio: la callada inocencia recobrada, el no saber cargado de compasión por los seres que viven con su hambre.

-En un principio fue el Hambre. Y el Hambre creó a los seres para poder saciarse. Y el Hambre era la muerte, para los seres. Inventaron remedios, buscaron curarse, pero el Hambre dijo odiaos y luchad unos contra otros, para poder saciarse. Y el Hambre introdujo el hambre en los seres, y los seres se mataban entre sí, por causa del hambre. Y el hambre era la muerte, para los seres.





Volver a cantar. Volver a en-tonar el habla en el registro adecuado. El habla que no dice, o dice de otro modo lo que la voz transmite.
Hablar en dos registros: fuga de ámbitos. La voz del concepto modulada en una trama paralela. Arriba, el razonamiento: la razón extralimitándose en lo abstracto. Abajo, el canto.

Si no os pegáis a la letra, prometo cantar.

Cuidad –cuidaos– del extravío en las palabras. Adaptad el alma al vehículo, paralelamente.

Prometo volver a cantar, aunque por un tiempo breve, muy breve. Fuera del hábito, me esperan –¿quién espera? Nadie. No hay nadie.– En todo caso, sería descortés hacerles esperar ahí donde no hay nadie.

Pero ¿no será impostada, mi voz, en cualquiera de los lenguajes que hable a partir de ahora? Mejor pedidme el silencio, pedidme mi silencio. Lleva lo poco que puede ser enseñado.

19. ¿Dónde la plenitud de aquellos días en que el olor de los pinos se confundía con la propia respiración, la calidez de la piedra con el tacto, el mar rutilante con los propios ojos? ¿Qué fue de aquella inocencia en la que la percepción, lo percibido y quien percibe era uno y lo mismo? –Conciencia suprema, denominaba el filósofo de Cachemira a aquella unidad.- El largo camino que desemboca en la intuición mística ¿no será acaso el de un retorno a cierto estado de la infancia? “Sed como niños”, dijo el hereje de la tribu de Israel. Antes de la separación de quien percibe con las cosas percibidas. Antes de la diferencia.






[Husos. Nota de la contraportada]

Husos es una teoría de la mente que se construye con el material de la propia vida; una topografía de los espacios mentales en los que se ubican las emociones y los estados de ánimo, reducidos a connotaciones sintomáticas de imágenes más o menos perdurables. El observador, ya presente en los Diarios indios, aquí, en una vuelta de tuerca más, va elaborando el método. Un método para ver, para controlar, para sobrevivir. Al observador le interesa conocer el mecanismo de las imágenes, su producción, su proceso de decantación, sus fisuras. Sus sedimentos, también: el magma de la memoria y, por supuesto, sus fluctuaciones. Su voz es la de una conciencia que atiende a sus propias idas y venidas, una voz entrecortada por la inmediatez de la experiencia y la voluntad de hacerla aparecer en la escritura. Es ésta una escritura cada vez más resistente a plegarse a las formas convenidas, extrañada del lastre que arrastran sus conceptos, obligada a desactivarlos hasta el balbuceo. Sin embargo, es también, para el observador, la única herramienta, la que trazando puentes entre los husos, haciéndolos porosos, le salva de quedar atrapado en cualquiera de ellos y le permite situarse en un lugar de neutralidad donde la actividad de la mente, ese haz de husos tensos, queda suspendida. O ¿será ésta otra ilusión? “¿Cuál es el huso del observador?”, pregunta el observador.
En el sistema de resonancias que se establece entre la voz principal y las Notas al margen, y en la infracción de sus límites, que son también los del lenguaje y sus géneros, se desenvuelve la pregunta. Ese espacio de reconocimiento es la razón de ser de una escritura que, más allá del vértigo, se expone y da cuenta de sí misma. La teoría del conocimiento acaba siendo, a la postre, una novedosa indagación sobre los límites del lenguaje.


Textos: Husos. Notas al margen (Chantal Maillard)

Imágenes: Fernando Zóbel

26 comentarios:

Stalker dijo...

Es extraño que en dos años de blog no haya subido ningún texto de mi libro preferido de Chantal Maillard.

Ya "preferido" es una palabra errónea. Incluso decir que es un libro es, o así me lo revela su lectura, un error o un equívoco. Aunque admitiremos que es un libro para entendernos en el mundo consensuado.

Se publicó en 2006 y lo he leído cada año, y cada vez ha sido una experiencia diferente: la primera vez me causó más bien extrañeza, la segunda incertidumbre y tensión, la tercera me golpeó, la cuarta me enseñó a explorar las fallas tectónicas que se abren en la intimidad cuando ésta se quiebra o desgarra; la quinta lectura, este verano, ha sido más bien beatífica, me lleva al gozo y a la infancia que se abren en sus últimas páginas.

Un libro cuya lectura es siempre
diferente.

Un libro duro, exigente, implacable, pero que te recompensa como pocos.

Un libro que exige un lector cómplice hasta arrasarse los ojos, un lector sin miedo (algo difícil de encontrar), que no tema exponerse a la crudeza de ciertas situaciones y declaraciones, que no tema indagar en la fisura por la que se le escapa, acaso, su propia vida.

Es un libro que, como la obra fílmica (me resisto a llamarla documental o a encorsetarla en taxonomía alguna) "Là-bas", de Chantal Akerman, exige un nuevo tipo de lector-espectador, una relación que invoca un simultáneo ejercicio de visceralidad y distancia, de entrañamiento y extrañamiento. Doble movimiento del alma: centrípeto y centrífugo, del centro (los husos) a la periferia (las notas al margen), y luego otra vez al centro, en una dinámica activa en la que los márgenes a veces usurpan la dicción de la voz principal y viceversa.

Escritura reticular y extravasada, sucesivamente astillada y recompuesta por el balbuceo desactivador.

A lo lejos, el gozo, la infancia:

salvación.

En esta lectura me he puesto con todo lo que soy. Puedo decir que he leído con todo el cuerpo y que pocas veces un libro me ha deparado tal vértigo de intensidad.

También entiendo que no es para todos. Su densidad filosófica, su radicalidad estilística y la subversión de toda taxonomía genérica pueden provocar orfandad lectora.

Para leer este libro hay que dejarse penetrar, asumir la intemperie, desactivar los automatismos de la mirada lectora, tan adocenada, tan invenciblemente servil a veces; tan menesterosa y pronta a rechazar lo que no le reporta un agrado inmediato.

No oculto mi opinión: es un libro poco leído y poco conocido, y sin embargo se cuenta entre las páginas más intensas y deslumbrantes que se han escrito en este país en los últimos años.

Para mí es una obra maestra absoluta en todos los sentidos. Un libro que se me ha hecho carne, que forma parte de mí como la sístole y la diástole o como la misma respiración.

He incorporado la contraportada porque creo que explica con claridad el complejo andamiaje intelectual del libro.

Es una teoría de la mente, que hunde sus raíces en las técnicas budistas de observación de los estados mentales, aquí visualizados en la imagen del huso.

De un huso a otro, se siente, se piensa, se pierde, se salta.

La vida es saltar entre husos y no detenerse en ninguno de ellos.

Y en ese movimiento, sobrevivir.

abrazos a todos

Madison dijo...

Has conseguido que me aficione a esta autora, gracias a ti he conocido o mejor dicho voy conociendo su obra.

Stalker dijo...

Madison:

y yo me alegro de habértela mostrado...

un abrazo

Darío dijo...

Había escuchado de ella, pero jamás la había leído. Es esta inmensa posibilidad de los blogs, acceder a mundos desconocidos.
Es una descarnada indagación interna y una quirúrgica observación del mundo.
Todo lo que sigue al comienzo, es la confirmación del comienzo. Es hacer un hueco con la escritura para acceder a una revelación. De manera que la escritura nos puede revelar. Alucinante.
La necesidad de leyes, Occidente. Una visión muy lúcida.
Un abrazo.

Madison dijo...

El otro día, concretamente el viernes que es el día de visita a la librería, vi un libro suyo de poesía, es de Tusquets y por supuesto no dudé en comprarlo.
No se que me sucede con ella, pero con cada frase que escribe me identifico.

Stalker dijo...

Curiyú:

es una visión lúcida y penetrante, que horada y va entrando con lentitud.

Tiende puentes continuos entre Oriente y Occidente, y esto es algo que se agradece en el abrumador etno-andro-logocentrismo imperante (una expresión un tanto enrevesada pero muy definitoria, me temo, de la situación actual).

Bienvenidos sean los encuentros virtuales,

un abrazo

Stalker dijo...

Madison:

¿Puedo preguntar de qué libro se trata?

Yo también me identifico con su escritura. Me susurra al oído.

abrazos

Bashevis dijo...

Recuerdo cuando leí por vez primera Husos, hace un tiempo. Era verano, lo leí casi íntegramente en un parque. Se supone que iba hacia la piscina, pero yo sabía que no, porque no llevaba nada, solo el libro. Así que, antes de llegar a la piscina, me sentaba en la hierba de un parque cercano, y allí me quedaba unas horitas devorando. Al final nunca llegaba a la piscina…

Más de una vez se subió alguna hormiga a las hojas. Y creo que aun tengo el libro repleto de hierbajos y hojas secas, que ponía en las páginas que me cogían por la solapa. También creo que tenía un lápiz, con el que me gusta hacer una cruz o asterisco a los lados de ciertas frases, o en este caso al lado de ciertas notas al margen. Ahora no tengo aquí el libro, para contrastar, pero juraría que muchas de las partes que has puesto tienen un asterisco a su lado, sin ninguna duda.

Husos me lo regalaste tu, no me lo regalaste con asteriscos, pero mira tú por dónde, casi como si lo hubieras hecho ;)

La respuesta inicial en el “encuentro digital” es… ya sabes.
He sido un pésimo lector de tus recomendaciones, jaja, lo reconozco sin vergüenza, pero no las he desoído ni mucho menos, están pendientes, no las merezco quizás todavía… pero con Husos si, tengo aun frescas en la memoria muchas de estas sufridas palabras, por algo será, me duelen y mucho. Como me dolió la lectura en Proleg, bien lo sabes… me/nos hicieron una autopsia, un visita guiada a los plieges. He sido un mal lector, pero espero redimirme, jajajaja.

Igual va siendo hora ya de releerlo, no?

Lola Torres Bañuls dijo...

Hainuwele y otros poemas es de Tusquets, es que lo tengo delante de mis narices.

Stalker cuando dejaste la entrada en el blog lo ví, porque estaba en el ordenador, pero necesito volver a leer estos fragmentos.Stalker me acompañabas en esa noche de verano.

Aún no he leído Husos al completo. Será que aún no tenía que caer en mis manos.

un abrazao.

Stalker dijo...

Bashevis:

tu comentario me da felicidad, mucha, mucha...

Creo que es una gran manera de honrar ese libro, dejar que las hormigas trepen a él y llenarlo de hojas y hierbas. Dejar que el libro sea inundado por la naturaleza. Creo que está en sintonía con su autora, que siempre ha expresado su desconfianza hacia lo humano y su amor incondicional a plantas y animales (e ideológicamente tú y yo estamos en esa misma línea).

No llegabas nunca a la piscina, y yo me alegro de ser el directo responsable de que no llegaras, y de que aquello te quebrara, te auscultara y extrajera aguas vivas de ti. Los efectos de esta lectura pueden surgir, como un géiser inesperado, en cualquier etapa de la vida, sin que reconozcamos su fuente.

Yo creo que sí has seguido mis recomendaciones, no en lo extenso pero sí en lo intenso. Has estado-leído con intensidad, y eso es lo que importa.

Pocas personas han atendido así esas recomendaciones mías (aunque no lo creas, mis pasiones suelen obtener indiferencia como respuesta; una pura y descorazonadora indiferencia que antes me dolía pero ante la que ahora soy perfectamente inmune) y eso te lo agradezco.

No en vano eres un husmeador-rastreador. Tenías que reconocerte en quien traza senderos inexplorados por el bosque.

Gracias por atreverte y no olvido esa generosidad.

Aviso que el chocolate nos aguarda en septiembre, y no serán homínidos los que lo tomarán:

será una reunión de mapaches

Salve

Stalker dijo...

Lola:

tómate tu tiempo, tus pasos de aven zancuda son precisos y bellos, sé que encontrarás el hueco, al gusano y al caracol en esta entrada que, lo reconozco, me ha costado bastante hacer:

no es fácil seleccionar fragmetnos de un todo orgánico. Es una especie de amputación ilegítima, pero es la única forma de restituir el esplendor de cierto estremecimiento sumergido:

esa lectura,

un abrazo

Madison dijo...

Efectivamente se trata del título que dice Lola, me encanta porque además lleva un CD; y la portada es muy bonita.
En general me gusta mucho Tusquets

Stalker dijo...

Madison:

sí, esa portada que es como un líquen o un capilar sanguíneo: líquen-capilar que sugiere la idea de algo que se ramifica lentamente y se adentra, para palpar. Caricia de palabra o música.

Voy a decir algo que tal vez suene herético: pero para mí ése no es un libro acompañado por un CD. Es un CD acompañado por un libro. El contenido del CD me parece lo fundamental.

la voz, la estela, el surco

todo está en esa vibración

un abrazo

PÁJARO DE CHINA dijo...

Andrés tiene una librería tibia en Buenos Aires y jamás olvida lo que le pido. "Tengo un amigo-hermano que acaba de iniciarme en Maillard", le comenté una tarde. Y me llevé Diarios Indios. "Pero quiero Husos", agregué. Lo consiguió y quedé transfigurada. Tengo que volver sobre este hueco que es tu entrada, Stalker.

Antes te digo que Andrés llamó a casa hace un par de meses, para contarme que me había conseguido Hainuwele.

No toqué, todavía, el libro. Pero desde hace un par de meses, cuando el insomnio corroe y las hormigas trepidan en la cabeza, me acuesto boca arriba en el sofá donde duerme Felipe y me calzo los auriculares. Y con Chantal no solo logro despertarme a lo que estaba enterrado, sino dormir para que el insomnio no me arranque, también, el día que lo sucede.

Husos es un credo inagotable cuyas páginas dispersas y sus notas al pie deberían volar, volar y florecer, sobre los escombros del Vaticano.

Stalker dijo...

Querida Mariel:

palabras derramadas sobre los escombros del Vaticano. No imagino una destrucción má fecunda de ese templo. Palabras que entren en las grietas de los escombros, en los cascotes, y que se trasformen en árboles de letras.

Y que nos crezca el sueño desde ahí.

Es conmovedora tu entrada en el sueño, con perro y poema recitado, y la lengua del perro Felipe sanando, dando vida y lamiendo las lágrimas y sus surcos.

Indescriptiblemente hermoso,

abrazos

Portinari dijo...

Un terremoto. No debemos olvidar nunca el qué. El Huso.

También a mí me causó en un primer momento La extrañeza. Al igual que cuando te sumerges en un agua fría, fría, después de años.

Para entrar en este cuerpo hay que desnudarse. Una vez dentro ya no está el color de los sueños. Sólo está uno mismo. Detrás de todo siempre uno mismo. Detrás de todo, la mano que sujeta, el Atlas de lo que nunca fue.
Flotar, desplazarse. Acurrucarse, como hace el Stalker. Que el perro se incline sobre el doblamiento. Inclinarnos hacia nosotros mismos.

"En superficie, entonces, deslizarse. O ni siquiera eso: morar en el plazo. Morar. Demorarse. A pequeñas sacudidas, des-plazarse. De plazo en plazo. Levemente. Tercamente. Para sobrevivir."

"Merecer es haber hecho hueco.

El sufrimiento abre hueco. El sufrimiento es la voluntad del mí (voluntad-deseo) anegada. Por eso hace hueco. Libera el espacio donde la revelación adviene. Donde puede advenir, siempre. Siempre que haya desocupación. Abajo."

"Me florecen angustias en los dedos.

Entono un canto. Ocho notas. Entro en el tono de la angustia. Caverna, resonancia devuelta a su nota. Asolada reflexión de la materia en su germen. Sin cauce. No llega. No hay llegar. El mí quiere salirse. No, yo quiero salir del mí. Pero el cansancio. Me re-pliego. Repliegue en el mí. El menor esfuerzo: el pliegue ya trazado.

Sin embargo la fuerza, la fuerza del dentro. La que se agita y mengua, concentrada en sí misma, caverna del sí mismo que se ahoga en su esfuerzo por ser algo más que una y misma."

El contorno de los encuentros. Los centros. Se mueven poco a poco, en la vibración. Un temblor. Los terremotos.
Si hablo y poso las manos en mi garganta conozco el secreto. Entiendo lo que es no-ser. Sólo durante un segundo se concede esa capacidad de no-entender.

Estar.

Rotura. El grito.

El fino hilo que se cuelga de la vida. Que se corta, se maltrata, se rompe, resquebraja, se tiñe de colores, miles de hilos continúan bifurcándose, entre los dedos que son escalones, escalones de un cuerpo, de la materia que se descompone al tocar dentro de mi cerebro; reconocer El otro sin pensar que somos diferentes al sostener entre las manos el mismo huso.


Volveré.

Stalker dijo...

Portinari:

de nuevo tu comentario es un poema que acompaña, acaricia, ecualiza, analiza y enriquece. Un pequeño poema que da, que se sabe dar en su estar, desde su tallo más endeble y generoso.

"Sólo durante un segundo se concede esa capacidad de no-entender".

Sólo durante un segundo abdicamos del lastre de los pensamientos y nos asomamos a la desnudez sin nombre -innominable hambre pura- de lo que somos. Adviene, entonces, el grito, la posibilidad de la fractura: salvación.

Y el canto desafinado, extemporáneo, marginal, canto de orfandad doliente, fuerza del desasimiento, vértigo de los muchos.

Quiero acompañar tus palabras a las de Husos y hacer una sutura entre ellas. En ese tejido ocurren cosas que me importan: pequeñas oscilaciones, entregas, balbuceos, retrocesos, quiebros en el orden del decir y el sentir.

Una manera de acariciar y volcarse en la distancia entre lo que se siente y lo que se presiente, lo dicho y no lo dicho: el umbral donde algo pasa y luego no lo podemos traducir salvo con una traición que aspira a la fidelidad: el discurso, vanidad de lo que nos pasa piel adentro.

Me admiran tus textos y tu forma de leer, Portinari. La fuerza y la pureza que hay en ellos. Es algo muy raro encontrar esa fuerza, esa pureza e inocencia en un todo indisoluble, carne en carne o joyas recíprocamente engastadas.

Es hermoso verlo.

Me gusta tu "amenaza" final: regresa, por supuesto, regresa:

ésta es tu casa.

Un abrazo fuerte

karmen blázquez dijo...

Tejer y destejer,y rasgar lo tejido,la inocencia, "el sufrimiento abre hueco" dice bien Chantal, "el hueco",donde sopla un viento tremendo "he nacido agujereado" dice Michaux, tomamos conciencia, tomamos conciencia es el "anhelo"
Un abrazo, Stalker
k

Stalker dijo...

Karmen:

tomar conciencia es el anhelo. Tejamos y destejamos, y procuremos que sea fecunda la espera,

abrazos

raúl quinto dijo...

Husos también es mi libro favorito de Maillard, y te debo a ti su descubrimiento. Vaya mi agradecimiento por tu generoso fanatismo.

un abrazo.

Stalker dijo...

Raúl:

más bien debo agradecerte yo a ti que seas permeable a mi furia apostólica, a mi fanatismo de converso irredimible...

Vivimos en la víscera,

un abrazo

Say dijo...

Ya sabes, Stalker, que cuando traes a Chantal mi alegría es infinita. En todos sus libros ha dejado su existencia. Y lo que más gozo me da al leerla es su valentía y su independencia. Conciencia y ética . Sublevación. Lo que nadie se atrevía a contar lo contó ella. Desde el lugar de la propia vida. Desde el lugar donde están las emociones, los estados de ánimo y las quiebras. Nos leemos a nosotros mismos y nos reconocemos en los procesos mentales, en la memoria, en los recuerdos y en las fluctuaciones de nuestro pensamiento. Y también nos reconocemos en los sutiles desplazamientos que hacemos en gestos mentales para sobrevivir...

Para mí es uno de los libros más intensos de Chantal. Pero en cada uno de ellos encontramos "hilos" de los otros.

Un abrazo

Stalker dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Stalker dijo...

Say:

es cierto, en cada uno de sus libros hay "hilos" de los otros. Es una escritura que se constituye como un tapiz, por efecto resonancia. Se hace y se deshace (incluye su propia deconstrucción) no de un libro a otro, linealmente, sino entre todos los libros, en un flujo múltiple de retroalimentación.

Por eso en mi opinón sólo se conoce lo que ha hecho, cuál es su cauce, cuando se lee no sólo su poesía sino sus ensayos y en especial los diarios. La lectura de la poesía tan sólo ofrece una imagen incompleta.

Creo también que ella ha hablado de cosas que no gusta sacar a la luz. Se atreve, exhuma, horada. Por eso el silencio o la indiferencia de muchos ante esta (y otras) escrituras de la desnudez, escrituras que al final se traducen en radicalidad ética, estética y política: no, ellos prefieren defender sus cercos y refugiarse en poéticas de la transparencia o la luz, por ejemplo, mucho más inocuas, con sus campos semánticos "trascendentales", pulidos, perfectamente inocuos.

Aquí hay sangre y vísceras, en el cuerpo y en la mente. Hay operaciones a mente y corazón abierto.

No me extraña que no quieran mirar en este mundo que tiende a la profilaxis preventiva.

Nos da miedo mirar realmente dentro, sin filtros, sin imágenes ridículas (atravesadas por el pensamiento etno-andro-logocéntrico que desvirtúa la pureza del acceso al acontecer).

Es una lástima seguir cultivando la ceguera.

Por mi parte, seguiré invitando a dejarse mirar por los rostros que hay en las entradas anteriores ("La mirada-qué") y continuaré denunciando las imposturas de cierta literatura y de cierta forma de pensar, que hacen más difícil de transitar el mundo.

En esto estoy perfectamente radicalizado y militante: este otoño vamos a dar guerra y a deconstruir, o eso espero, más de una verdad luminosa y eterna.

Me alegran inmensamente tus palabras y tu presencia.

abrazos

Lola Torres Bañuls dijo...

Stalker aún no he leído el fragmento de Husos. He leído vuestros comentarios espectaculares y creo que le he cogido miedo al texto.
Bueno solo he leído algunos pequeños framentos de todo este entramado tenso de palabras, y en cierto modo creo que le tengo miedo a entrar en él.
Sin embargo necesito conseguirme el libro para poderlo leer, sin prisas y con toda la atención que se merece.
Así que aunque yo conocía a Chantal Maillard, también te agradezco profundamente la labor de difusión que haces de su obra. Ese trabajo de busqueda y de generosidad porque voy siguiendo tus huellas como un rastreador que busca una hormiga en uno de esas obras de arte que dejas como ilustración a tus entradas.

Un abrazo de ave zancuda.

Stalker dijo...

Lola:

verás que no hay razón para el miedo. De hecho, es una lectura que, pese a su aparente dureza, te acogerá. Te ofrecerá un amplio campo sembrado, y la oblicuidad del corazón, y la espera sin nombre, y el tiempo quebrado de esa espera.

Será muy fácil.

Lo cierto es que me ha resultado muy difícil seleccionar fragmentos relativamente autónomos en un texto por un lado tan "deshilachado" pero a la vez ten bien trabado. Le he dedicado a la selección mucho tiempo, ha sido un trabajo complicado aunque no lo parezca.

Abrazo fuerte

 
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