martes, 25 de agosto de 2009
Nantes
El 30 de agosto Lost in Marienbad cumplirá un año. La vida en la cueva de topos ha sido intensa y sólo tengo agradecimiento para todos vosotros.
Para celebrarlo, y puesto que en la fecha exacta estaré de viaje, invoco a uno de los espíritus tutelares de Marienbad: Barbara nos cuenta, con palabras sencillas, la muerte de su padre. Continúa así el diario-confesión sobre el umbral definitivo.
Gracias a "Ella" por subir el vídeo y realizar la traducción.
Y la canción "Marienbad" de propina:
miércoles, 12 de agosto de 2009
La muerte

I
Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino. El no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades.
Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.
Estáis muertos.
*
En suma, no poseo nada para expresar mi vida sino mi muerte.
César Vallejo
***
Amanecemos
A la acumulación oscura de tus muertes,
De tus multiplicadas muertes solitarias,
Y a nuestro propio desengrendramiento
Para siempre y aquí.
*
No estabas tú, estaban tus despojos.
Luego y después de tanto
Morir no estaba el cuerpo
De la muerte.
Morir
No tiene cuerpo.
Estaba
Traslúcido el lugar
Donde tu cuerpo estuvo.
La piedra había sido removida.
No estabas tú, tu cuerpo, estaba
Sobrevivida al fin la transparencia.
José Ángel Valente
***
Por su amigo Enkidú
Gilgamesh
Lloraba amargamente y erraba
Por la estepa.
“¿No moriré acaso yo también
Como Enkidú?
Me ha entrado en el vientre la ansiedad.
Aterrado por la muerte,
Vago por la estepa”.
Gilgamesh, o la angustia por la muerte (versión ed. Kairós)
***
Nadie me conoce yo hablo los muertos
Alejandra Pizarnik
***
Si te murieras tú
y se murieran ellos
y me muriera yo
y el perro
qué limpieza.
*
Uno vive
con los muertos
que están ahí
con los sufrientes vive
y con los despistados
y con los presos
vive.
Idea Vilariño
***

Aquí, a la sombra de la muerte, es difícil
pronunciar la última palabra.
Sólo diré, pues,
“sin decir”.
Nada más,
nada más.
Dokyo Etan
***
Vine al mundo con las manos vacías,
Descalzo lo dejo.
Venir, partir:
Dos sencillos sucesos
Que se entrelazaron.
Kozan Ichikyo
***
La vida es como la neblina
Que exhala la gruta de una montaña
Y la muerte,
Una luna que flota
En su curso celestial.
Si piensas demasiado
En el significado de estas cosas
Estarás atado para siempre
Como un asno a su estaca.
Mumon Gensen
***
Cuando viene, ¡eso es!
Cuando se va, ¡eso es!
Ir y venir suceden cada día…
Las palabras que ahora digo, ¡eso es!
Musho Josho
***
Hasta ahora pensaba
Que sólo se morían
Los mediocres.
Pero si también mueren los que no lo son,
¿no producirán, seguramente, un estiércol mejor?
Morikawa Kyoriku
***
Creía que viviría
Dos siglos, o tres.
Pero ya me llega la muerte,
Cuando soy un muchacho
De apenas ochenta y cinco años.
Hanabusa Ikkei
***
Durante más de treinta años
Me he esforzado por anularme.
Salto ahora al abismo de la muerte.
El suelo se deshace,
El cielo gira.
Rankei Doryu
***
Me acerco
al brasero, y ah,
la eternidad
Gazen
***
He ponderado las enseñanzas de Buda
Durante 84 largos años.
Ahora las puertas se me cierran.
Nadie ha estado nunca aquí.
¿Quién es, pues, el que va a morir?
¿Y por qué lamentarse de nada?
¡Adiós!
La noche es clara,
La luna brilla, sosegada,
El viento entre los pinos
Suena como una lira.
Sin yo y sin otro,
¿quién oye su son?
Zoso Royo
***
De una tina (nacimiento)
a otra tina (muerte),
¡cuánta palabra inútil!
Issa
***

Amás aún, amas
Un cuerpo que ya no cree en sí mismo,
Amas su decrepitud, infarto y el abismo
Entre el posible cáncer de estómago y la cirrosis de hígado, o
Sea, amas un campo de batalla, en el que tú, un enemigo
Con aspecto rosáceo, coges entre tus brazos
Con tu fragilidad una fragilidad
Y matas con una mirada
Al tiempo ante ti al tiempo detrás de ti
A la muerte que es lo uno,
La muerte que es lo otro
Para ti, al que
Será la muerte,
Y esto es
Pronto
Ingeborg Bachmann
***
Y voy hacia la muerte que no existe
Que se llama horizonte en mi pecho.
*
La vida trabaja en la muerte con una convicción admirable.
*
Nadie nos dice cómo
Voltear la cara contra la pared
Y
Morirnos sencillamente
Así como lo hicieron el gato
O el perro de la casa
O el elefante
Que caminó en pos de su agonía
Como quien va
A una impostergable ceremonia
Batiendo las orejas
Al compás
Del cadencioso resuello
De su trompa
Sólo en el reino animal
Hay ejemplos de tal comportamiento
Cambiar el paso
Acercarse
Y oler lo ya vivido
Y dar la vuelta
Sencillamente
Dar la vuelta
Blanca Varela
***
He envejecido dentro de tus ojos; eras la dulzura y el exterminio
Y yo amé tu cuerpo en sus frutos nocturnos.
Tu inocencia es como un cuchillo delante de mi rostro,
Pero tú pesas en mi corazón y, como una miel oscura, yo te siento en mis labios
Al ir hacia la muerte.
*
Lame tu piel el animal del llanto, ves grandes números infecciosos y, en el extremo de la indiferencia, giras insomne, musical, delante del último dolor.
Vienen, extienden
Sobre tu corazón sábanas frías
*
Esta casa estuvo dedicada a la labranza y a la muerte
Antonio Gamoneda
***
Me aflige tanto que las década pasen tan rápidamente. Pero al menos
Estoy al otro lado del mundo.
Hasta tal extremo es duro morir.
En un momento de la vida, las cosas terminan.
Lo siento así: las cosas terminan.
Así es.
Te amaré hasta mi muerte.
Voy a tratar de no morir demasiado pronto.
Eso es todo, todo lo que tengo que hacer.
Marguerite Duras, C’est Tout
***
[…] símbolo que es realidad, realidad que se torna símbolo
Ante el rostro de la muerte.
Hermann Broch
***
La muerte se apoya sobre mi bastón
Mientras con lentitud
Me acerco a mi tumba
Dejó tras de mí
Una baba plateada.
Anise Koltz
***

La muerte es un hueso triste; contuso, se diría,
Y a pesar de todo ella me espera, año tras año,
Para reparar delicadamente una vieja herida.
*
La muerte correcta está escrita.
Colmaré la necesidad.
Mi arco está tenso.
Soy la bala y el garfio.
Estoy amartillada y dispuesta.
Anne Sexton
***
Mi centro es una herida dulce
Y su nombre es mi muerte.
*
No llore nadie por mi muerte:
El río me lleva
como el pez lleva sus escamas.
*
Si estuvieras un día fuera de ti solamente sabrías
lo intensa que es la muerte.
*
Morir no es la cuestión. Sino hundirse
despacio
en las arenas tibias de una ciénaga.
La cuestión es el barro que se empeña en seguir
la trayectoria habitual del aire al respirar.
La cuestión es que algo, una mano, un ojo, siga
agitándose en superficie mientras el corazón
desiste
y el cuerpo se acomoda
en el fondo.
Morir no es la cuestión. Sino saber atravesar
la vida con la leve insistencia
de los insectos que andan sobre el cieno,
saber alimentarse de carroña,
abrevarse en las aguas pútridas
y ofrecer el espíritu que germina en lo sólido.
Chantal Maillard
***
De modo que, al final de nuestra existencia, podamos decir que hemos existido en nuestro propio mundo y no tengamos que ir a la muerte con la vergüenza de haber tenido que existir sólo en el mundo de nuestros padres, porque esa vergüenza es la mayor.
Thomas Bernhard (Corrección)
***
En junio de 1872, una mañana temprano, asesiné a mi padre, acto que me impresionó vivamente en esa época.
Ambrose Bierce (El club de los parricidas)
***
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
Olga Orozco
***
¿Dónde negociaremos sobre la vida y la muerte?
Wislawa Szymborska
***
Y mostraré que nada puede acontecer más hermoso que la muerte…
Walt Whitman
***
Morir no es nunca nada más que forzar a la conciencia propia, en el momento mismo en que queda abolida, a despedirse de algunos barrios físicos activos o soñolientos de un cuerpo que nos fue medianamente extraño, pues que su conocimiento sólo nos vino a través de recursos mezquinos o esporádicos.
René Char
***
¿Cuál es el motivo de mi desencanto?
La vida humana es de seta matutina;
Cómo aguantarla si, en unas pocas décadas,
Parientes y amigos decaen y se ultiman.
En ésta la reflexión que me entristece,
La tristeza que no puedo reprimir.
Mas ¿qué remedio tiene lo irremediable?
Dejar el cuerpo, darse a la cara umbría.
Han Shan, también conocido como “el maestro del Monte Frío”

***
Sentí un funeral en mi cerebro,
Y los afligidos deudos de acá para allá,
No cesaban de andar – de andar – hasta que pareció
Que el Sentido se habría paso –
Y cuando todos estaban sentados,
Un Oficio, como un Tambor –
Estuvo golpeando – golpeando – hasta que pensé
Que mi mente se obnubilaba –
Y entonces les oí levantar una Caja
Que crujía en mi Alma
Con las mismas botas de plomo, otra vez,
Luego el Espacio – empezó a doblar,
Como si todos los Cielso fueran una Campana,
Y el Ser, sólo un Oído,
Y Yo, y el Silencio, alguna extraña Raza
Náufraga, solitaria, aquí –
Y entonces se le quebró una Tabla a la Razón,
Y yo caía, y caía –
Y golpeé un Mundo, en cada caída,
Y acabé por conocer – entonces
*
Morir sin morir
Y vivir sin la vida
Es el más arduo milagro
Propuesto por la fe
Emily Dickinson
***
Cultivo y tejo sólo para mi uso;
Hacer más no vale la pena.
¡Vamos, vamos, que en cien años
Cuerpo y nombre se habrán esfumado!
*
En el monte Shouyang calmé mi hambre con vegetales,
Junto al río Yi calmé mi sed con el agua corriente.
No encontré a nadie que me pudiera entender,
Sólo vi sus antiguos sepulcros.
Tao Yuanming, también conocido como "maestro de los Cinco Sauces"

II
Para quien reflexiona sobre ello, la muerte natural resulta ser, al final de su cadena de pensamientos, el fracaso máximo. Uno ha vivido, ha sido en vano, puesto que un día el mundo que uno llevaba dentro de sí, todo el mundo, se desmoronará.
Jean Améry, Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria
***
Dice Cicerón que filosofar no es sino prepararse a morir, y esto es porque el estudio y la contemplación separan algo nuestra alma de nosotros y ocúpanla aparte del cuerpo, lo que supone en cierto modo, aprendizaje y parecido con la muerte; o bien, porque toda la sabiduría y el discernimiento del mundo se reduce al fin a este punto, a enseñarnos a no temer el morir.
*
Y para privar a la muerte de mayor ventaja contra nosotros, tomemos el camino contrario al del común de la gente. Que no nos sea extraña, tratémosla, frecuentémosla, que nada tengamos tan a menudo en nuestra cabeza como la muerte. En todo instante imaginémosla con todas sus caras.
*
Quiero que obremos las tareas de la vida tanto como sea posible; y que me halle la muerte plantando coles, pero indiferente a ella y más a aún a mi imperfecto jardín.
*
Aquel que enseñe a los hombres a morir, les enseñará a vivir.
*
Michel de Montaigne, “De cómo filosofar es aprender a morir”, Ensayos
***
Morir es cambiar de género, renovarse…
*
Se necesita una inmensa humildad para morir. Lo raro es que todo el mundo la posea.
E. M. Cioran, Ese maldito yo
***
El tiempo, la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en preservar el guía interior (daimon), exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, sin hacer nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que otro haga o deje de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna, como procediendo de aquel lugar de donde él mismo ha venido. Y sobre todo, aguardando la muerte con pensamiento favorable, en la convicción de que ésta no es otra cosa que disolución de elementos de que está compuesto cada ser vivo. Y si para los mismos elementos nada temible hay en el hecho de que cada uno se transforme de continuo en otro, ¿por qué recelar de la transformación y disolución de todas las cosas? Pues esto es conforme a la naturaleza, y nada es malo si es conforme a la naturaleza.
*
En suma, examina siempre las cosas humanas como efímeras y carentes de valor: ayer, una moquita; mañana, momia o ceniza. Por tanto, recorre este pequeñísimo lapso de tiempo obediente a la naturaleza y acaba tu vida alegremente, como la aceituna que, llegada a la sazón, caería elogiando a la tierra que la llevó a la vida y dando gracias al árbol que la produjo.
Marco Aurelio, Meditaciones
***
Mi Dios, ¡cómo el amor impide la muerte! No sé lo que me quiero decir con eso: confío en mi incomprensión, que me ha dado vida instintiva e intuitiva, mientras que la llamada comprensión es tan limitada. Perdí amigos. No entiendo la muerte. Pero no tengo miedo de morir. Va a ser un descanso: una cuna finalmente. No la apresuraré, viviré hasta la última gota de hiel. No me gusta cuando dicen que tengo afinidad con Virginia Wolf: es que no quiero perdonar el hecho de que ella se haya suicidado. El horrible deber de ir hasta el final. Y sin contar con nadie.
Clarice Lispector, Revelación de un mundo
***
La primera tarea de una sociedad adulta, en lo que concierne a la muerte, debería ser la elaboración de unos rituales de duelo. La segunda, la observación de los miedos. La tercera, educarse en la compasión. No me refiero con ello al ejercicio de la lágrima fácil ni a la proyección en otros de los propios duelos. No se trata tampoco de la encomiable voluntad de ayudar a otros ofreciendo respuestas desde uno u otro código; para la conciencia posreligiosa no hay vuelta atrás. Me refiero a la solidaridad del individuo que se sabe compartir con otros la conciencia del dolor, del miedo y del común desamparo. Una conciencia en carne viva, una conciencia encarnada. La educación en la compasión, en el com-padecimiento (cum pathos) podría ser aquello en lo que convergiesen el Oriente budista y la conciencia desdichada de Occidente.
Yo, por mi parte, me confieso occidental y asumo mis contradicciones: aspiro a la simplicidad del haiku, pero abogo por la lucidez hiriente de la conciencia posmoderna. En la hora de mi muerte, me gustaría, como Santoka, en el presente dilatado de aquel último instante, que mi conciencia fuese: Mientras termino de morirme / la hierba / llueve…
Chantal Maillard, “Desaparecer: estrategias de Oriente y Occidente”, Contra el arte y otras imposturas.
***
El marcharse de la existencia es la ultima ratio de la persona singular. A ésta no le gusta aceptar esa marcha, raras veces lo hace por propia voluntad, aunque también eso ocurre. A regañadientes se deja convencer por su Physis de que ha llegado la hora; pero cederá. La persona singular siempre piensa en eso, pero raras veces lo comenta. La “última” hora es una hora solemne, lo es aun cuando se concentre en lo que dura un relámpago. Así como el salto en el tiempo es siempre numinoso, también la despedida es numinosa –sean cuales sean las circunstancias.
Ernst Jünger, La tijera
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Entrada sobre Philipp Mainländer en el Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora:
“Según Mainländer, Dios existió al principio como una unidad originaria; la muerte de Dios fue el nacimiento del mundo con su pluralidad y con la ley universal del sufrimiento que domina toda existencia. Sin embargo, la unidad originaria y su voluntad persisten en medio de la diversidad y se orientan hacia la destrucción de ésta con el fin de resucitar a Dios. La conciencia individual y la conciencia comunal advierten, a través de los tráfagos de la vida, que la no existencia es mejor que la existencia; la redención del mundo, hecha posible por este conocimiento, se cumple, pues, según Mainländer, en la medida en que el hombre se niega a perpetuarse y en que tiende a autoaniquilarse mediante el suicidio. De este modo se cumple el gran ciclo de la redención del ser; la adquisición por éste de la conciencia es el camino seguro para su disolución y salvación.
Obra capital: Filosofía de la redención [No hay traducción al castellano y ni siquiera puede conseguirse en alemán, se descatalogó en los años ochenta y no se ha reeditado; busco este libro desesperadamente, sin resultados]
***
La muerte se hizo cansancio.
La muerte es el límite.
A éstos (al habla, al ojo, a la oreja, etc.) los adiestró la muerte hecha cansancio, a éstos los capturó la muerte, y después de cogerlos los paralizó. Así es como se cansa la voz, se cansa al vista, y se cansa el oído. Pero a éste, que es el soplo vital, a éste no lo capturó.
Simone Weil, Cuadernos
***
El hombre debe tener siempre presente que la muerte le acecha a cada instante. Si así lo hiciera, ¿no sería más fina la capa de impurezas que cubre su corazón?
*
En todas las cosas, la uniformidad es un defecto. Es interesante dejar algo incompleto y por terminar; así se tendrá la sensación de que mediante esa imperfección se prolonga la vida de los seres.
Yoshida Kenko, Ocurrencias de un ocioso
***
Un escritor se evade en los vocablos; algunos de ellos lo siguen en la muerte.
*
Un día escribiremos, como Dios en el cielo, el invisible libro de la muerte. Dejaremos de leer a Dios. Seremos leídos.
*
La vida no preserva más que la muerte; reserva; nos reserva y se reserva. La vida no es más que la muerte que vibra.
*
Vivos y muertos tienen, ante sí, el mismo horizonte.
Edmond Jabès, El libro de las semejanzas
***
La maldición de tener que morir debe ser transformada en una bendición: la de poder morir cuando vivir resulta insoportable.
*
Odiar la muerte de cualquiera tanto como la propia; hacer las paces con todos mas nunca con la muerte.
*
Desde hace muchos años nada me ha inquietado ni colmado tanto como el pensamiento de la muerte. El objetivo serio y concreto, la meta declarada y explícita de mi vida es conseguir la inmortalidad para los hombres.
Elias Canetti, Apuntes
***
En estos tiempos de tinieblas, uno desearía que el grito de los muertos prevaleciera sobre el palabrerío lacrimógeno que atruena para ocultar el cobarde alivio de haberse salvado, o la vergüenza de haber sobrevivido a lo insoportable.
Mantenerse aparte, hacer silencio está por encima de las posibilidades humanas. ¿Quién de nosotros no tiene algo que decir sobre el estado desastroso del mundo?
*
No mirarse envejecer en el espejo que nos ofrece la muerte, tampoco desafiarla con grandes palabras, sino aceptarla, si es posible, en silencio, como le sonríe a su madre un niño en la cuna.
*
Desde el instante en que uno ya no mide sus palabras, la búsqueda deja de procurar un entendimiento, un testimonio de presencia en el mundo.
Romper la sintaxis para entrar en una relación intransmisible con la muerte no es ceder a la resolución de callarse, es como si ya no se supiera exactamente lo que quiere decir hablar, faltando siempre que llegue la última palabra, vuelta impronunciable por la ausencia de otra perspectiva que no sea una persistente invalidez.
Louis-René des Forets, Paso a paso hasta el último
***
La mayoría, si no la totalidad, de los hombres viven una vida desdeñable, desdeñable en sus alegrías y desdeñable en casi todos sus dolores, salvo en aquellos que se fundamentan en la muerte, porque en éstos colabora el Misterio (y la misma vida se desmiente)
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego
***
A cualquier edad uno fracasa al enfrentarse a su propio fin. Por viejo que uno sea, uno muere siempre demasiado pronto: pues en esta materia todos los finales son prematuros. El hombre se enfrenta obligatoriamente a la muerte en condiciones de improvisación y de indisposición: el impromptu de la muerte es, literalmente, extemporáneo. La urgencia que nos impondría la inminencia es por tanto una causa de enloquecimiento. Lo que fiábamos a largo plazo convertido de pronto en amenaza inminente, el quimérico futuro fijado para mañana por la mañana: no hace falta más para que sintamos vértigo.
*
La vida eterna, es decir, el hecho innegable de haber sido, es un regalo que la muerte hace a la persona viva.
*
Olvidada de todos, perdida en la lejanía del pasado, al vida de no importa quién ha sido para siempre, por los siglos de los siglos y hasta el final de los tiempos, la única posibilidad de realización de ese no importa quién. Por otra parte, esa existencia casi inexistente es más bien quasi-nihil que nihil, y más bien mínimo-ser que no-ser. Ahora bien, entre nada y casi nada hay una distancia infinita…
*
Ese casi nada que es un instante, ese casi nadie que es un Hápax inimitable e imposible de encontrar, ese casi-nunca que tiene lugar una sola y única vez en toda la eternidad, ¡están separados del Nunca y del Nada por un casi!
Vladimir Jankélévitch, La muerte
***
El vivir, como el morir, no se aprende. Tan sólo podemos esperarlo. Juntos. Intentar enseñarnos el uno al otro a vivir, en una inquietud compartida y una difícil libertad, cuando cada uno espera para sí mismo morir: tránsito fuera de la vida, salvación en la noche. De ahí la necesidad repetida de no distinguir estas dos siluetas: el espectro y el niño. No sólo, desde luego, porque quien atraviesa la prueba de la muerte se prepara para dar el paso más allá “tan desarmado como el niño que acaba de nacer”, sino también, y sobre todo, porque la tarea del superviviente, es decir, de quien sobrevive provisionalmente al otro, al amigo, consiste, en lo sucesivo, en sobrellevar la desaparición. Este se prepara para llevar (tragen) la ausencia; mejor: para llevar el duelo como se lleva a un niño.
Jacques Derrida, Aprender por fin a vivir
***
Morir de muerte al amor y al saber es una muerte más noble y tiene más valor que todas las buenas obras que la Santa Cristiandad ha hecho, desde el comienzo hasta hoy, en el amor y en el saber y que aquellas que todavía debe hacer hasta el último día. Ellas mismas sirven únicamente a la muerte, porque es en esa muerte donde surge la vida eterna.
Maestro Eckhart, Sermones y tratados
***
Si, por medio de una reducción o una disidencia preliminar, pudiéramos separar muerte y morir, habla y escritura, obtendríamos, aunque fuese muy costosa y penosamente, una especie de tranquilidad teórica, de dicha teórica, esa tranquilidad y esa dicha que atribuimos, en el fondo de su tumba dichosa, a los grandes muertos, que son también, y como por excelencia, las figuras relevantes o los soportes de la teoría.
*
Supongamos que el morir no está iluminado por lo que parece darle sentido, el estar-muerto. La muerte, el estar-muerto, nos conmocionan con toda seguridad, pero como un acontecimiento bruto o inerte (la cosa misma) o bien como la inversión del sentido, el ser de lo que no es, el penoso no-sentido que, sin embargo, siempre es retomado por el sentido, allí donde sigue dominando, a su manera penosa y tranquilizadora, el poder de ser. Después de todo, “estar-muerto” consigue hacer que la palabra muerto/muerte pase en posición atributiva, como uno de lo atributos memorables del ser, como un signo sólo desconcertante de la omnipotencia del ser que rige siempre, aún, al no-ser. Pero morir, lo mismo que no puede rematarse o cumplirse, ni siquiera en la muerte, tampoco se deja situar o afirmar en relación con la vida, aunque sea una relación declinante, una declinación de la vida. Morir no se localiza en un acontecimiento, ni dura al modo de un devenir temporal: morir no dura, no se termina y, al prolongarse en la muerte, arranca a ésta del estado de cosa en el que querría apaciguarse. Morir es lo que vuelve sospechoso al muerto e inverificable a la muerte, retirándole de antemano el beneficio del acontecimiento. Y la vida no sabe nada del morir, no dice nada de él, aunque no lo confina al silencio. De pronto y desde siempre, hay un susurro en medio del habla, el rumor de ausencia que pasa por y fuera del discurso, una parada no silenciosa que interviene, allí donde el ruido de la escritura […]. Morir: aquello que no toma apoyo en la vida; pero también es la muerte la que nos impide morir.
Maurice Blanchot, Le pas au-delà [El paso (no) más allá]
viernes, 7 de agosto de 2009
Mi fósil. En el final era el verbo. Olga Orozco

Mi fósil
Guárdame, duro armazón tallado por la muerte en el polvo de Adán.
Pliégame a la obediencia,
incrústame otra vez en lo visible con esas nervaduras de terror
que delatan mi número incompleto, mi especie miserable.
Apenas me retienes por un lazo de sombra debajo de los pies,
apenas por un jirón de luz helada entre los dientes,
y no obstante persevero contigo en el desierto contra la voz que clama,
me aferro como a un mástil contra el ciclón de plumas que me aspira,
me adhiero como un náufrago al tablón que corre hacia el abismo.
Porque eres tú la encrucijada,
las gradas hasta el fin y la escalera rota,
ese extraño lugar donde se alían la maldición y el exorcismo.
Te han arrojado aquí
para que me enseñaras con tu duro evangelio la salida.
Te han encerrado a oscuras
para que me acecharas con mi propio fantasma sin remedio.
Te han jugado a perderme.
Te han prometido el sol de mi destierro,
mi feroz horizonte replegado debajo de la hierba,
la sábana de espumas en alguna intemperie en que no estoy.
Y tú en paz con tus huesos,
como momia de perro en el museo donde empieza mi infierno.
Sí, tú, mi Acrópolis de sal,
mi pregunta de nube sepultada,
mi respuesta de cera,
mi patíbulo errante lavado por las olas de una misma sentencia.
De Museo salvaje (1974)
En el final era el verbo
Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo para sustituir los jardines del edén
sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer y a destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.
Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se desnuda,
donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces,
bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
Quería descubrir a Dios por transparencia.
De En el revés del cielo (1987)
sábado, 1 de agosto de 2009
Thriller-Babilonia
The unnameable little broom (The epic of Gilgamesh), Brothers Quay
Ishtar tomó la palabra
y dijo:
"¡Padre mío, crea un Toro del Cielo
que mate a Gilgamesh
y llene de fuego
su morada!
Si tú no me das
al Toro,
atacaré...
su morada.
Me pondré en camino
a los Infiernos
y haré que los muertos se levanten
y se coman a los vivos.
¡Haré que haya más muertos
que vivos!"
Anónimo, Poema de Gilgamesh.
Para Bashevis, una pepita para su intrahistoria (levemene iluminada): la primera aparición (o más bien invocación) literaria de los zombis. "Que los muertos se levanten y se coman a los vivos". Impresionante.
Y mi absoluta devoción por los hermanos Quay...