miércoles, 4 de mayo de 2011

en su fragilidad, el verbo puede



Si en un futuro muy próximo la humanidad no limita el impacto de su intrumentación sobre el ambiente y no pone en práctica un control eficaz de los nacimientos, nuestros descendientes conocerán el espantoso Apocalipsis predicho por muchos ecólogos. La sociedad puede aislar sus supervivencia dentro de los límites fijados y reforzados por una dictadura burocrática, o bien reaccionar políticamente a la amenaza, recurriendo a los procedimientos jurídico y político. La falsificación ideológica del pasado nos vela la existencia y la necesidad de esta elección.

La gestión burocrática de la supervivencia humana es una elección aceptable, desde el punto de vista ético o político. Pero habrá de fracasar. Es posible que la gente vuelva a poner por propia voluntad sus destinos en manos de un Big Brother y de sus agentes anónimos, aterrorizados por la creciente evidencia de la superpoblación, de la mengua de los recursos y de la organización insensata de la vida cotidiana. Es posible que a los tecnócratas se les encargue conducir el rebaño al borde del abismo, es decir, fijar los límites multidimensionales al crecimiento, justamente más acá del umbral de la autodestrucción. Semejante fantasía suicida mantendría al sistema industrial en el más alto grado de productividad capaz de ser tolerado.

El hombre viviría protegido en una cápsula de plástico que le obligaría a sobrevivir como el condenado a muerte antes de la ejecución. El umbral de tolerancia del hombre en materia de programación y de manipulación pronto se volvería el obstáculo más serio al crecimiento. Y la empresa alquímica renacería de sus cenizas: se trataría de producir y de hacer obedecer al mutante monstruoso parido por la pesadilla de la razón. Para garantizar su supervivencia en un mundo racional y artificial, la ciencia y la técnica se empeñarían en instrumentar el psiquismo del hombre. Desde el nacimiento a la muerte, la humanidad estaría confinada en la escuela permanente, extendida a escala mundial, tratada de por vida en el gran hospital planetario y atada día y noche a implacables cadenas de comunicación. Es así como funcionaría el mundo de la Gran Organización. Sin embargo, los fracasos anteriores de las terapias de masa hacen esperar la quiebra también de este último proyecto de control planetario.

La instalación del fascismo tecnoburocrático no está escrita en las estrellas. Existe otra posibilidad: un proceso político que permita a la población determinar el máximo que cada uno puede exigir, en un mundo de recursos manifiestamente limitados; un proceso consensual destinado a fijar y mantener límites al crecimiento de la instrumentación; un proceso de estímulo a la investigación radical, de manera que un número creciente de gente pueda hacer cada vez más con cada vez menos. Un programa así puede aún parecer utópico: si sigue agravándose la crisis, pronto revelará su realismo extremo.

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En una sociedad rica, cada uno es un consumidor/usuario. Cada uno juega su papel en la destrucción del ambiente. El mito transforma esta multiplicidad de depredadores en una mayoría política. Por este hecho, esta multiplicidad de individuos automatizados se convierte en un bloque mítico de electores que se ponen de acuerdo sobre un problema inexistente: la mayoría silenciosa, guardiana invisible e invencible de los intereses empleados en el crecimiento que paraliza toda acción política real. Analizándolo más profundamente, esta mayoría es un conjunto de personas teóricamente dotadas de razón.

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Sólo dentro de su fragilidad, el verbo puede reunir a la multitud de los hombres para que el alud de la violencia se transforme en reconstrucción convivencial.

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A fin de ver con claridad la realidad presente, imaginemos a los niños que pronto jugarán entre las ruinas de las escuelas universitarias, de los Hilton y de los hospitales. En estos castillos profesionales convertidos en catedrales, construidos para protegernos de la ignorancia, la incomodidad, el dolor y la muerte, los niños de mañana representarán de nuevo en sus juegos las desilusiones de nuestra Edad de las Profesiones, tal como nosotros reconstruimos las cruzadas de los caballeros contra el pecado y los turcos, en la Edad de la Fe, en antiguos castillos y catedrales. En sus juegos, los niños asociarán el graznido universal que contamina hoy nuestro lenguaje con los arcaísmos heredados de los grandes gángsteres y de los vaqueros. Los imagino llamándose unos a otros “Señor Presidente de la Asamblea” o “Señor Secretario” más bien que “Jefe” o “Sheriff”.

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La transformación de una profesión liberal en dominante equivale al establecimiento legal de una Iglesia de Estado. Los médicos transformados en biócratas, los maestros en gnoseócratas, los empresarios de pompas fúnebres en tanatócratas es algo que está mucho más cerca de las “clerecías” subsidiadas por el Estado que de las asociaciones comerciales. El profesional, como maestro de la línea de moda de la ortodoxia científica, actúa como teólogo. Como empresario moral, actúa en el papel de sacerdote: con su actuación crea la necesidad para su mediación. Como cruzado benefactor actúa en el papel de misionero a la caza de marginados. Como inquisidor pone fuera de la ley al no ortodoxo: impone sus soluciones al recalcitrante que rehúsa reconocerse como problema. Esta investidura multifacética, combinada con la labor de aliviar los inconvenientes específicos de la condición humana, hace que cada profesión sea análoga a un culto establecido. La aceptación pública de las profesiones tiránicas es esencialmente un hecho político.

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Pero entonces ¿por qué no asistimos a rebeliones contra esta deriva de la sociedad industrial avanzada que termina por ser sólo un inmenso sistema mutilante de suministro de servicios? La principal explicación reside en el poder que tiene éste de engendrar ilusiones. Además, la acción, propiamente material sobre el cuerpo y los espíritus, de las instituciones profesionales funciona igualmente como un poderoso ritual generador de fe en los resultados prometidos por la administración. Además de que le enseña a leer al niño, la escuela le enseña que es “mejor” estudiar con profesores y que, sin la escolaridad obligatoria, los pobres leerán menos. Además de que permite desplazarse, el autobús, tanto como el vehículo particular, remodela el entorno y hace pasar de moda el hecho de caminar. Una parte, siempre creciente, de las funciones de nuestras principales instituciones es la de mantener y reforzar los tres juegos de ilusiones que transforman al ciudadano en cliente que sólo puede alcanzar la salvación mediante los expertos.

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Si la gente se hace cada vez más cautiva de una velocidad que la retrasa, de una educación que la embrutece y de una medicina que le desequilibra la salud, es porque más allá de cierto umbral de intensidad la dependencia de bienes industriales y de servicios profesionales destruye la potencialidad del hombre, y la destruye de una manera específica. Los productos sólo pueden reemplazar lo que la gente efectúa o fabrica por sí misma hasta cierto punto. Los valores de cambio sólo pueden reemplazar los valores de uso de manera satisfactoria hasta cierto punto. Más allá de ese punto, cualquier producto suplementario sólo beneficia al productor profesional, mientras que desorienta y atonta al consumidor satisfaciéndolo con una necesidad que el primero le ha imputado. El placer que causa la satisfacción de una necesidad sólo toma su plena significación por referencia al recuerdo de una acción autónoma personal. Hay límites más allá de los cuales la multiplicación de los productos altera precisamente en el consumidor la facultad de afirmarse actuando.

Iván Illich, La convivencialidad

13 comentarios:

Bashevis dijo...

mecaguenlaputa

puñalada

mamar odio de las tetas de una loba enferma

Luis González dijo...

La fragilidad, ¿un arma cargada de futuro convivencial? No debemos menospreciar el peso de nuestra adicción a la velocidad, el consumo y el "umbral sobrepasado" de los productos y fantasmagorías. Los profesionales pueden mostrar todas las caras. Somos adictos y la exigencia de la dosis puede mostrarse como ultraviolencia, depredación o piedad que libera del dolor.

¿Qué es fragilidad? ¿Miseria voluntaria de nuestros pensamientos? ¿Caída en la poesía y el aforismo? ¿Silencio tartamudo?

¿En su fragilidad el verbo puede?

Salud (frágil)

Stalker dijo...

Bashevis:

por un momento pensé que éste iba a ser el primer post sin comentarios desde que existe Marienbad: ¡así de antiafrodisíaco debe de ser Ivan Illich!

Te tengo que hablar de él con más detenimiento (y un chocolate caliente de por medio, a ser posible...)

salve, lobezno

Stalker dijo...

LUG:

eres un ser auténticamente frágil y menesteroso ;)

así lo atestiguan tus palabras, tus dudas, que también son las mías...

no sabría decir por qué ni cómo, pero esas palabras amputadas, descontextualizadas, desarraigadas de un texto que ha sido previamente extirpado de una matriz mayor, me parecen terriblemente sugerentes: creo que hay mucho temblor de vida en ellas, que pueden injerarse, creativamente, en contextos muy diversos...

en la fragilidad el verbo puede
en la fragilidad el verbo puede...

¿no te parece casi un mantra? En todo caso, agradezco que tu bicefalia haya dejado su "raíz trashumante" en el cuerpo palabra de Illich...

un abrazo!

Lola Torres Bañuls dijo...

El texto en general me parece interesantisimo y el penúltimo parrafo muy revelador.

No sé si viene al caso pero yo muchas veces me pregunto: ¿Yo me pregunto con la situación ecónomica actual como hay tan poca conflictividad social. La gente está en sus casas sin moverse? NO hay movimiento.

Es interesante lo que dice este señor. NO lo conocía. Me asombra que aún hay gente que piensa en nuestra sociedad.

Un abrazo.

Say dijo...

“Big Brother y de sus agentes anónimos...”

“¡El mundo no es más que una sola y monstruosas jurisprudencia!” Thomas Bernhard

Este espeluznante mundo que refleja Iván Illich es que el ya tenemos sobre nosotros.

Una de las cosas revolucionarias que se podría hacer, es, efectivamente, dejar de traer hijos al mundo. Así no se avastecería de mano de obra y mentes regladas, a los
"dirigidores" que han construído este devastador sistema.

Total, la gente no trae niños al mundo...en poco tiempo, en realidad, son adultos, no niños. Adultos que serán los asesinos, los destructores, los big brother y sus agentes o los esclavos que ellos utilizarán.

“Sólo dentro de su fragilidad, el verbo puede reunir a la multitud de los hombres para que el alud de la violencia se transforme en reconstrucción convivencial”...eso quisiera creer pero...

Stalker dijo...

Lola:

Ivan Illich escribió este libro en los setenta, él ya ha muerto, pero sin embargo parece que habla de los tiempos presentes, y da una razón bien clara para nuestra apatía... estamos desactivados, somos cachivaches, robots minuciosamene programados que además son -somos-ridículos porque nos creemos libres. Es la gran mascarada del capitalismo feroz en el que hemos crecido: la ilusión de la libertad, que sólo equivale a "libertad" de consumo (entre los productos disponibles, hacia los que somos teledirigidos),

es terrible, ave zancuda. Pero son cosas en las que no queremos pensar. Prueba de ello es el silencio con el que es acogida una entrada de esta naturaleza. Lo que dice Illich no interesa, inquieta, molesta, quizá nos da miedo por las repercusiones que implican sus palabras...

en fin, tampoco importa demasiado a estas alturas: el apocalipsis ecológico que predice en el primer párrafo ya está en marcha y es, tristemente, irreversible. Sólo podríamos minimizar su devastación, pero no vamos a hacerlo: estamos demasiado cómodos, demasiado ciegos, como para renunciar a nuestros privilegios. Es lo que somos como sociedad: un organismo que ha planificado su autodestrucción y no va a hacer nada por evitarla,

un abrazo zancudo...

Stalker dijo...

Querida Say:

tan clarividente, tan lúcida, tan incisiva como siempre...

lo que propone Illich, el decrecimiento, el control de la natalidad, es una medida muy impopular y que sin embargo responde al más evidente sentido común: ya hemos rebasado con creces el umbral crítico de la sostenibilidad población/recursos. Quedó atrás en cuanto la humanidad rebasó los 6000 millones de personas. ¿Somos conscientes de lo que ocurrirá de aquí al 2050, cuando seamos más de 10.000 millones? ¿Cómo vamos a afrontar la desestabilización producida por unos recursos menguantes, cada vez más codiciados, y una población que crece sin control? ¿No vemos venir las hambrunas, los exilios, las guerras atroces que esos desequilibrios van a traer al mundo? ¿Es mejor que población siga creciendo descontroladamente para que su número acabe regulándose en una matanza mundial venidera?

Todo eso por no hablar del desastre ecológico que supone la extinción acelerada de las especies animales y vegetales, la desertización, los contrastes climáticos cada vez más virulentos...

Recuerdo que leí una frase increíble de un biólogo. Cito de memoria, pero era más o menos así: "Si desaparecieran las moscas, en 50 años desapareciería toda la vida de la faz de la tierra. Si desapareciera el ombre, en 50 años todas las otras formas de vida florecerían". ¿Se puede ser más explícito?

En fin, Say, saludo tu tonificante lucidez, tu rabia, tu compromiso, tu visión, tus palabras,

gracias por ser así,

/abrazos

Stalker dijo...

acabo de darme cuenta de que he escribo "ombre" sin "h". Lo dejo así. En lugar de hombre, queda ombre: en francés, la sombra,

porque eso somos, una sombra de lo que podemos ser,

y tanto iluminado con recetas salvíficas, tanta poesía de la luz, tanta visión en el paradigma mental de occidente, no nos ha ayudado a ser otra cosa que una sombra menguante, menesterosa, exiliada:

algo breve y desarraigado, hueso en el erial: puro balbuceo: nada

Say dijo...

Stalker,
el subconsciente, el inconsciente o el lenguaje del alma qué especial es.

"ombre", la sombra.

y era eso lo que había que poner...!

la sombra, es el único lugar donde nos podremos refugiar...

Leonardo dijo...

Es un discurso radical y radicalmente inaudible porque, pese a todo, lo bien que estamos! ¿De qué sufrimos, en verdad? La sociedad nos colma cada día, incluso podemos detestarla, rabiar contra ella, demolerla, atacarla de muchísimas maneras, pero no salimos ni un instante fuera, ella lo permite todo. No hemos perdido nada, lo que desaparece definitivamente no nos afecta, el apocalipsis no es más que un constructo más para la gran mayoría de nosotros!! Lloramos por las abejas, por los murciélagos que son como las abejas, por el tigre de Bengala, por el polo norte, por la explosión demográfica, pero ¿qué? concretamente, en mi vida diaria ¿qué?
Yo soy uno de los que se arrepiente de haber traído hijos al mundo (dos que adoro), pero cuánto miedo me atrapa a veces cuando pienso en lo que podrá ser su futuro!!
Sinceramente pienso que es imposible prever de dónde y por dónde y cómo vendrán las futuras "rebeliones". Los países donde muchas formas tradicionales de pensamiento y de vida tienen curso, son los que más corren hacia el 'progreso', los que podrían pensar aún tantas cosas, sólo piensan en alcanzar el mismo grado de estupidez feliz de los países del norte. Y ¿cómo reprochárselo?
Nuestro mundo sigue corriendo enceguecido, sólo los grandes cataclismos nos ayudarán a tratar de pensar de otra manera, pero no creo que el hombre cambie y menos aún bajo un nuevo orden que vendría a imponerse.
Me queda un mundo minúsculo, el mío, egoísta sin duda, donde trato de vivir, a ratos, sin dejarme arrastrar por la velocidad y la usura, y donde, a veces, encuentro personas semejantes. Otros ratos vivo como todos, tan sucio y odioso e irresponsable como aquellos que debería aborrecer.
Un mundo donde puedo enviarte un abrazo fuerte

Stalker dijo...

Say:

y en él, en la sombra, vamos a crecer, y no podrán callarnos...

un abrazo

Stalker dijo...

Leonardo:

una de las razones por las que este blog aún sigue abierto es por comentarios como el tuyo, que hace renacer la vida en los rescoldos...

¿Qué decir o añadir a tus palabras?

Tan solo un abrazo, y admiración por todo lo que has dicho

 
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