miércoles, 28 de julio de 2010

El gozo extremo. El extremado anhelo.Filosofía en los días críticos I




1

¿Y si la mañana fuese tan sólo una manera de asentir al vértigo?

7

Las heridas nunca acaban en sí mismas. Se llaman unas a otras. Como gargantas. Grandes gargantas que se suceden ululando. Cuidado al acercarse. Cuidado al escucharlas. Las proximidades de una herida son siempre pantanosas, huelen a cieno y su sonido es húmedo y gelatinoso. Contagian el mal del deseo, el mal de querer ser más que el destino, el mal de querer, de querer siempre lo que quiero por encima de todo querer ajeno. Una herida es la guerra.

31

La mente misma es el miedo.

53

Tener un corazón inocente significa, por ejemplo, asumir una mujer su propia barba con el orgullo con que Frida Kalho se retrataba con bigote. No como signo de masculinidad -¿qué habríamos de hacer con ello?- sino porque eso es su natural. Quien la rechazara por ello estaría defendiendo un patrón de medida, aquel con el que mide su propio miedo. Quien por ello la rechazara no tendría el corazón puro sino que habría cargado con la culpa de su pueblo.
Tener un corazón inocente significa no hacer concesiones, a menos que con ello se prefiera pasar desapercibida con vistas a la realización de empresas de mayor envergadura.
Quien no acepta a una mujer barbuda demuestra comprender el mundo a través de sus modelos, remitiendo a lo universal la naturaleza de lo particular, siguiendo un trasnochado platonismo. El accidente hace al ente, no la esencia. Y es en el accidente, en el punto crucial del suceso, donde cruje la fuerza de atracción que llamamos deseo. El amor a las Ideas no es sino el frustrado intento de aborrecer la impermanencia que nos construye accidentalmente.



116

Hay como una pesadez que inclina el cuerpo hacia su origen que siempre es abajo, como el del árbol. Una gravedad que insiste, cíclicamente, tenazmente, en hacer corresponder el cielo salvaje del espíritu con la tierra a la que pertenece. En mi vientre, cada mes, la misma garra me hace retroceder al tiempo de todas las gestaciones. Es mi sangre el pasado de mis hijos y el porvenir de los dioses: de barro los pies, de sangre la génesis. Dios, de haber existido, nunca hubiese sido macho; de haberlo sido hubiese engendrado tan sólo en lo invisible, la pura nada. Mi cuerpo, grávido, describe la circunferencia de los siglos: en cada luna inicia el recorrido de su propio nacimiento. Nacer: siento en mi sangre el clamor amurallado del primer "¡No!", el inicial rechazo a la embestida de la vida, el primer infortunio, la forzada voluntad apenas improvisada. Y luego, la repetición, la gran impostura del "¡Sí!", el préstamo que se otorga en la carne, la manera, tan injusta, de negar lo que se afirma en el hijo.
Cada veintiocho días me siento, cielo abajo, piernas adentro, tan habitada, tan ocupada por ese ser que siento tan otra y es, no obstante, la que más me frecuenta, la que dicta mis pasos en orden al sentir, la que dirige mi voluntad más imperiosa, más necesitada, más desesperadamente codiciosa en la ternura, la que me invita a ser esa otra que me tiene cada vez más emboscada, en alerta siempre, roja alerta que deja, intenso, su rastro de materia desprendida sobre lo que voy siendo.
Tan habitada me siento que no sé si hablo desde dentro de la sangre en tumulto, ni quién observa a la otra, ni qué otra soy yo.
Repito el espeso clamor de la vida tras una membrana opaca. ¿Será como un ahogo el respirar?



157

Nada desaparece allá abajo, en los escombros de la memoria. A menudo, una prenda a medio pudrir sale a la superficie, y es el infierno justo en el centro del paraíso. Aquí, entre la vegetación que crece al amparo de la imponente roca, se restaura la historia, las cicatrices se abren y corre un flujo pálido como de una oruga al pisarla. El infierno es el daño que infligimos a un inocente. El infierno sobreviene después, siempre después. No es una tardanza, ni una continuación, sino un dolor a destiempo, un agujero, un círculo que se abre como la boca redonda de una larva en medio de un presente que siempre es más benigno, un agujero que pide justicia, la restitución de un perdido equilibrio, lo que se debía y se debe ahora con creces. La inocencia pide calma, amor, cobijo, pide la indicación justa, pide la guía y el respeto. Aun cuando se degradan mis impulsos en la mirada que acoge sin juzgar lo que ve, el gran espectáculo del mundo, no puedo evitar que se instalen mis infiernos justo en medio de la nada, equidistantes de todas las pantallas sobre las que se proyectan las historias del mundo. Ojalá llegue el día en que mi mirada se vuelva espectadora de mi propia historia. Se habrán cerrado los círculos y tal vez habrá concluido una prueba, tal vez mi existencia.
No sé qué color tiene lo irremediable; sé que comienza allí donde tiembla un niño pequeño.



263

La vida se nos va. Y es tan sin sentido eso como seguir viviendo. Si yo no hubiese sabido nunca lo que es vivir un instante de dicha, la vida, el ir viviendo hubiese tenido algún sentido.
Voy ocupando mi tiempo, ese tiempo que me mide, entre aquellos raros instantes de plenitud, instantes ocasionales que podrían ser considerados como regalos del destino pero que, bien mirados, más parecen el cruel ejercicio de un sádico: te lo doy y te lo quito. No pidas más porque entonces no lo tendrás. Y si no lo pides, puede que tampoco. Nunca más o nunca se sabe. Procura vivir con el nunca-se-sabe. Fomenta la esperanza: el pasatiempo de los muertos en vida. Yo soy ese gato vivo-muerto que Schrödinger metió en la caja. Cuando lo sacó no era un gato, era un ratón: los experimentos se hacen con ratones. Nunca-se-sabe: un nombre parecido al de las edelweis, las flores que crecen junto a los abismos, las siempre-vivas las llaman en castellano -generoso idioma de espíritu romántico. No, las flores que crecen en las laderas rocosas de las cimas no son siempre-vivas, son nunca-se-sabe:

puede que al caer alguien despierte;
puede que al caer alguien se acabe;
puede que al caer alguien ni despierte ni se acabe;
puede que al caer alguien no despierte;
puede que al caer alguien no se acabe;
puede que al caer alguien no ni despierte ni se acabe.

Así aplicaría el jainista su silogismo, pero no tendría en cuenta que bien pudiera ser que alguien no cayera y sin haber caído se despertara, o que alguien que no hubiese caído se acabara, así, simplemente, al borde del abismo, de pena, de sueño, o de tanta inútil vigilia.


271

Ante mí todo se repite. Se repiten las voces, los rostros, los gestos, se repiten las frases a las que responde una voz que debió ser mía, que seguirá siendo mía mientras yo no sigo siendo yo. Todo se repite fuera, mientras dentro el mismo acorde suena sin pausa. Una llamada, una larga llamada como de ciervo en la berrea. Dolorosa, sorda. Yo sueno. Lo demás se repite, gesticula, se afana, pasa. Las palabras cambian, pero es igual: dicen lo mismo. Al fin y al cabo hablamos con muy pocos registros: ponemos palabras a los sentimientos, a las necesidades. Nos requerimos hablando. Lo que se dice es lo de menos -me refiero al discurso. No quiero ni puedo seguir enjuiciando, razonando, engarzando símbolos que quieren decir más de lo que soy. Hace años, cogí hierbas en la montaña; las puse a hervir y le di de beber a mi hijo pequeño. Se curó de sus males. Eso es lo que sé. No hay más que decir. Quise curarle y lo hice. No hay más que decir. No hay símbolos en ello. O si los hay, porque los encontramos o los buscamos, no sirven. Ya no me sirven. [...]




340

Quienquiera que crea que me desdigo se equivoca. Tan sólo me he deshecho de un lenguaje, aquel que decía la nada, la verdad, la vía, el maestro, lo profundo, el vacío, no soy, yo soy Él, el silencio, todas esas palabras en las que uno llega a creer olvidando lo que hay tras ellas, convirtiendo, una vez más, la palabra en la cosa, el lenguaje en reflejo o mímesis de una realidad palpable. De esta manera, tras el baluarte de lo único verdadero, llegamos a rechazar a todo aquel que utilice otro lenguaje. Hay otras maneras de existir. Los místicos que crearon aquel vocabulario lo hicieron para transmitir una experiencia por ellos vivida. Era su experiencia, y sus palabras eran auténticas: procuraban una correspondencia. Hoy, no cabe repetir; hoy son necesarios otros símbolos, otras metáforas. No se trata de reconocernos. Aquellos que utilizan hoy en día aquel lenguaje creen reconocerse, pero sólo reconocen vocablos familiares, y ése es el principio del fanatismo. Dice el fanático "tú eres de los míos" porque reconoce los vocablos, y es incapaz de ver bajo ellos y reconocer la vibración cordial, el temblor de la carne en su leve, perpetua resurrección.
Porque es la carne la que vibra, y es carne el espíritu, tensión erótica, abrazo y gozo. No adornemos con yeso el lugar de la resurrección. Indaguemos en la voz, en el ritmo; ello nos indicará la manera de decir adecuada a los tiempos. Poesía esencial no es aquella que se escribe al modo de los místicos de la India, de China, de Juan de la Cruz o de Walt Whitman; poesía esencial es toda aquella que dice con la palabra exacta aquello que somos cuando nos despojamos de lo aprendido, pero también, entonces, es la palabra que dice los gestos cotidianos, y da igual entonces que lo diga con sus palabras Juan de la Cruz, Lao Tsé, Whitman o Vikram Babu.


369

Descreer. Descreer. Eliminar el lastre de todas las creencias. Ése es el umbral del vacío, la puerta que conduce al interior que es centro y superficie.
No os con-venceré. No es un combate la enseñanza. Han venido a combatir, pero he aquí que el enemigo les dice "No creáis nada de lo que os he dicho, no creáis lo que os cuento." Ésta es la primera lección de filosofía; también será la última. Entre la primera y la última enseñaré lo que otros han pensado y han creído. Nadie puede entrar en el reino de la filosofía si no es sabiendo esta lección, la primera y la última. Ya no. Nunca más. Hemos creído demasiado. Hemos matado demasiado. Es hora de hacer limpieza. Que la nada espera a ser probada.


377

No cabe aumentar la producción teórica, mundo sobre mundo. Importa desmontar, no desestimar pero sí desmontar. En medio de su turbulencia, este siglo que se inicia quiere el desmantelamiento, la estructura al desnudo, la mente expuesta, sus raquíticos huesos ante la mirada habituada a contemplar sus símbolos, la aparatosa vestimenta con la que cumple sus rituales. Importa ver la tramoya, pisar el escenario, levantar los decorados, eliminar toda decoración. El decoro, ahora, ha de ser honestidad.



378

La fuerza, el ímpetu de Nietzsche y el estilo (perspicacia y precisión en el término, expresión inmediata) de Michaux. Unidas, ambas cosas despiertan el alud que dormita en la montaña. Sepultar al hombre viejo. Ya oigo el crujir de la nieve fresca hollada por la primera mujer que la pisara.



[Del "Epílogo"]:

Definiré estos escritos como un ejercicio de egocentrismo. ¿Qué diario no lo es? La cuestión de si el yo es o no un valor, en este punto, es irrelevante; lo cierto es que uno siempre habla y escribe desde sí, desde esos fragmentos de vida que des-doblamos y mostramos re-flexionados en la escritura. Así pues, lo que hace que una obra adquiera carácter de obra, tradicionalmente hablando, son las exclusiones, las tachaduras, los recortes. Un obra es, siempre, por eso, una laceración.
El sentido que la escritura le otorga a la vida, ese sentido que viene dado por la reflexión, es decir, por el hecho de que se la vea re-flexionada sobre sí misma, es fragmentario, adviene por sacudidas; la naturaleza de todo hacer y de todo pensar es la interrupción. Para darle sentido a una vida, pues, habremos de dar cuenta de las sucesivas re-flexiones que irrumpen y se interrumpen. Lo demás (el argumento, el desarrollo, las conclusiones) es escenificación o encuadre, estetización, artificio.
He querido mostrar los fragmentos sin más artificios que los que la propia escritura desencadena en su actividad. Por ello, estos cuadernos, lejos de presentarse como una obra que siguiera los patrones o pactos de lectura de la época, se han mantenido fieles al orden cronológico y muestran lo que fueron en su momento: alientos-sacudidas.
La constatación de la fragmentariedad de la experiencia no ha sido, sin embargo, la razón de mayor peso a la hora de decidir no manipular el orden de lo escrito y presentarlo en su forma original. Contribuyó a ello una vivencia muy particular que ha sido determinante para mí y cuyo relato tal vez escriba algún día. A partir de ella, comprendí la necesidad de mostrar, al desnudo, los saltos que caracterizan el proceder de nuestra mente y a los que acompaña la conciencia del yo siempre que no exista un observador que los contemple. Quien dice realidad dice percepción, y cada percepción tiene lugar en un "modo", engastado, digamos, dentro de un huso particular. Estos husos son modalidades anímicas que generan pensamientos de un orden u otro. Cambiar de módulo, pasar de uno a otro, depende de la resistencia del yo: la costumbre que fuerza a repetirse (solemos confundir la repetición con la seguridad) y anclarse en un sentimiento, en una idea o en un modo de ser. Desde entonces, la vida se me aparece como ese continuo transitar entre módulos, alojándose la conciencia ya en el interior de un huso ya en el interior de otro, sin otro timón posible que la conciencia del observador.
Por lo demás, entiendo la escritura como una necesidad que se genera para darle cauce a una energía que debiera cumplirse en el gozo extremo y se queda en extremado anhelo. En ese sentido, y debido a la inminencia, siempre, de un final que nos vigila, cada día de una vida es un día crítico.

(Fragmentos de "Filosofía en los días críticos", Chantal Maillard)

(Cuadros de Zao Wou-ki)



12 comentarios:

Belnu dijo...

Gracias por poner este texto. No puedes imaginar cómo me consuela leerlo, cuánto encuentro aquí afín a mí en este momento. No es sólo esto, pero también: "Hay como una pesadez que inclina el cuerpo hacia su origen que siempre es abajo, como el del árbol. Una gravedad que insiste, cíclicamente, tenazmente, en hacer corresponder el cielo salvaje del espíritu con la tierra a la que pertenece." Y tantas otras cosas. Ese adentrarse en terreno húmedo y gelatinoso, esa mirada del mundo de ahora, ese no desdecirse, ni intentar con-vencer. La mención de las heridas, del abajo, del accidente y del cuerpo habitado que me trae recuerdos. Muchas cosas. He reconocido enseguida su voz.

Stalker dijo...

Belnu:

cómo me alegra que hayas reconocido enseguida su voz y transites por ese mismo cauce.

No oculto que este libro me parece extremadamente conmovedor y que ha sido muy importante, quizá decisivo, en mi formación vital y espiritual. Fue el primer libro de Maillard que leí, cuando salió, ya hace nueve años: el primer paso en un largo recorrido y muchos viajes interiores y exteriores.

Entre agosto y septiembre quiero hacer un breve recorrido por esa topografía de vida estremecida,
esa tectónica del alma
y esa inquietud: los diarios de Chantal Maillard, que me han llevado siempre a lugares donde nunca había estado y han iluminado todos estos años con un calor y una sensibilidad increíbles.

Será también una manera de leerme a mí a través de las cosas que me tocan.

abrazos y abrazos

Say dijo...

"En medio de su turbulencia, este siglo que se inicia quiere el desmantelamiento, la estructura al desnudo, la mente expuesta, sus raquíticos huesos ante la mirada habituada a contemplar sus símbolos, la aparatosa vestimenta con la que cumple sus rituales. Importa ver la tramoya, pisar el escenario, levantar los decorados, eliminar toda decoración. El decoro, ahora, ha de ser honestidad."
Sin más artificios.

Con "El Monte Lu en LLuvia y Niebla. María Zambrano y lo divino", conocí a Chantal Maillard. A partir de ahí y en sus posteriores libros sentí lo que es dar un paso más en la escritura. Ella inició en este pais, lleno de "escritores" clónicos y literatura baldía, una nueva forma de escribir que nadie aún le reconoce.

Gracias, siempre, por traerla.

Stalker dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Stalker dijo...

Say:

me gusta la forma en que lo expresas: literatura baldía. Brillan, sin embargo, algunas raras flores en ese yermo.

Para mí sus diarios son la aventura de introspección más insólita de la literatura en nuestra lengua en los últimos diez años. Muy poco reconocidos, sí, y hay varias razones para ello. La principal, creo, es que el lector medio en este país no está acostumbrado a la hibridación de lenguajes: sencillamente, no la entiende, no la comparte, no le gusta. Prefiere tener compartimentos estancos que le indiquen qué es cada cosa: novela, ensayo, poesía (y ésta es la principal crítica que reciben la poesía de Maillard: precisamente que no es poesía, quizá por eso su ausencia total en las antologías).

Una escritura que alía pensamiento reflexivo, prosa poética y registros autobiográficos, descriptivos, narrativos, epistolares, etc., no puede encontrar arraigo en nuestra cultura; necesariamente (en realidad, por suerte) será minoritaria.

Otra razón, y ésta es más triste, es que es mujer. Aquí las mujeres siempre tienen que batallar infinitamente más para adquirir visibilidad y reconocimiento. No nos engañemos: en el aspecto cultural sigue habiendo una casta conservadora (formada por académicos varones) que es la que dicta un canon falocrática y jerárquicamente inexpugnable.

Pero todas estas consideraciones son irrelevantes en cuanto uno se acerca al fuego de esta escritura y calienta en ella los huesos ateridos, y aprende en ella una manera de plegarse, una desnudez, una lentitud y una felicidad.

Esto nadie nos lo puede quitar.

Gracias por tu lucidez, Say,

abrazos

Unknown dijo...

Aquí andamos de nuevo, como siempre. Entérate que te leo pero no siempre comento, lo confieso. Pero este texto....!!!! Es Chantal desde los adentros.

Gracias.

Stalker dijo...

D.:

alegría de verte por aquí, desde allende los mares.

Sé que entras, sigilosamente, y dejas una estela, una vibración.

Gracias por dejarte adentrar por estos textos.

abrazos

Lola Torres Bañuls dijo...

He tardado un poco pues quería leer esto con tranquilidad.

Enriquecedor. Gracias Stalker. Aqui te dejo un comentario de principianta o de ave zancuda.

“Nacer: siento en mi sangre el clamor amurallado del primer "¡No!", el inicial rechazo a la embestida de la vida, el primer infortunio, la forzada voluntad apenas improvisada. Y luego, la repetición, la gran impostura del "¡Sí!", el préstamo que se otorga en la carne, la manera, tan injusta, de negar lo que se afirma en el hijo.”

No sé que decir lo leo y es tan fuerte. Solo Maillard puede escribir lo que solo Maillard puede pensar. Es tan excepcional.


El apartado 340 es una poética. A medida que uno se adentra en el lenguaje se da cuenta que cada vez es más difícil nombrar. Porque una cosa es utilizar el lenguaje y otra bien distinta es la realidad. Cada vez el lenguaje dice menos llegando a negarlo. Creo que yo también lo veo así. Pienso que cada vez es más difícil escribir.


“Nada desaparece allá abajo, en los escombros de la memoria. A menudo, una prenda a medio pudrir sale a la superficie, y es el infierno justo en el centro del paraíso. Aquí, entre la vegetación que crece al amparo de la imponente roca, se restaura la historia, las cicatrices se abren y corre un flujo pálido como de una oruga al pisarla.” Es tan excepcional y profundo todo lo que escribe Maillard, cada vez que la leo es más impresionante. Es admirable.


Puff: “Voy ocupando mi tiempo, ese tiempo que me mide, entre aquellos raros instantes de plenitud, instantes ocasionales que podrían ser considerados como regalos del destino pero que, bien mirados, más parecen el cruel ejercicio de un sádico: te lo doy y te lo quito.” Cuánta gente se sentirá identificada con esto. Late el sufrimiento tras estas palabras.



Al leer el prólogo aprendo un montón, es una enseñanza.” entiendo la escritura como una necesidad que se genera para darle cauce a una energía …” esto me recuerda a un quiromasajista cuando me curaba. Me decía que en mi cabeza había mucha energía que no salía y que eso podía ser un motivo de que me doliera tanto. Un día me puse a escribir y eso me relajaba y la cabeza me dolía menos. Este fragmento de Maillard me recuerda eso.

Maillard es excepcional y yo creo que ese debe de ser uno de los motivos de que tenga gente en contra o que no aprecia su escritura. Pura envidia. El mundo de la escritura está lleno de egocentricos . Pero lo que no puede negar nadie y lo saben en el fondo es que Chantal Maillard forma parte de la literatura de nuestro país. Y es un orgullo. Yo me asombro cada vez que la leo, me asombro y me conmueve profundamente. La admiro.

Lola Torres Bañuls dijo...

He tardado un poco pues quería leer esto con tranquilidad.

Enriquecedor. Gracias Stalker. Aqui te dejo un comentario de principianta o de ave zancuda.

“Nacer: siento en mi sangre el clamor amurallado del primer "¡No!", el inicial rechazo a la embestida de la vida, el primer infortunio, la forzada voluntad apenas improvisada. Y luego, la repetición, la gran impostura del "¡Sí!", el préstamo que se otorga en la carne, la manera, tan injusta, de negar lo que se afirma en el hijo.”

No sé que decir lo leo y es tan fuerte. Solo Maillard puede escribir lo que solo Maillard puede pensar. Es tan excepcional.


El apartado 340 es una poética. A medida que uno se adentra en el lenguaje se da cuenta que cada vez es más difícil nombrar. Porque una cosa es utilizar el lenguaje y otra bien distinta es la realidad. Cada vez el lenguaje dice menos llegando a negarlo. Creo que yo también lo veo así. Pienso que cada vez es más difícil escribir.


“Nada desaparece allá abajo, en los escombros de la memoria. A menudo, una prenda a medio pudrir sale a la superficie, y es el infierno justo en el centro del paraíso. Aquí, entre la vegetación que crece al amparo de la imponente roca, se restaura la historia, las cicatrices se abren y corre un flujo pálido como de una oruga al pisarla.” Es tan excepcional y profundo todo lo que escribe Maillard, cada vez que la leo es más impresionante. Es admirable.


Puff: “Voy ocupando mi tiempo, ese tiempo que me mide, entre aquellos raros instantes de plenitud, instantes ocasionales que podrían ser considerados como regalos del destino pero que, bien mirados, más parecen el cruel ejercicio de un sádico: te lo doy y te lo quito.” Cuánta gente se sentirá identificada con esto. Late el sufrimiento tras estas palabras.



Al leer el prólogo aprendo un montón, es una enseñanza.” entiendo la escritura como una necesidad que se genera para darle cauce a una energía …” esto me recuerda a un quiromasajista cuando me curaba. Me decía que en mi cabeza había mucha energía que no salía y que eso podía ser un motivo de que me doliera tanto. Un día me puse a escribir y eso me relajaba y la cabeza me dolía menos. Este fragmento de Maillard me recuerda eso.

Maillard es excepcional y yo creo que ese debe de ser uno de los motivos de que tenga gente en contra o que no aprecia su escritura. Pura envidia. El mundo de la escritura está lleno de egocentricos . Pero lo que no puede negar nadie y lo saben en el fondo es que Chantal Maillard forma parte de la literatura de nuestro país. Y es un orgullo. Yo me asombro cada vez que la leo, me asombro y me conmueve profundamente. La admiro.


(Creo que no me ha cogido el texto que he escrito y por si acaso ya que me esta dando problemas me lo había guardado). lo vuelvo a dejar.

Para quitarse el sombrero Maillard.

Stalker dijo...

Lola:

gracias por tu lectura-adentramiento, por tu minuciosidad en la escucha y tu búsqueda de rastros.

Sabía que un ave zancuda encontraría los gusanitos entre las palabras: está entrenada para alcanzar la palabra exacta entre las brumas y restituirla al mundo.

Se me ocurre que, aparte de las razones que apuntas, existe otra: hay personas a las que no les gusta indagar así. Viven ancladas a un concepto de la belleza absoluta, a la pura contemplación estética gozosa o pacificadora. No quieren entender que la belleza no es sólo la belleza domesticada, que la belleza también es el comienzo de lo terrible. No quieren indagar en la herida, auscultarla y ver cómo se la puede transformar. Prefieren los campos semánticos fuertes, las palabras absolutas, que procuran un recreo inmediato.

Hace falta valor para sumergirse así, en este cauce, y explorar, junto al gozo, el lado oscuro de la vida, que también nos pertenece y también es radiante.

Haremos un repaso a los diarios de Chantal estos meses.

abrazos

Portinari dijo...

Olor a quebradura, a quebramiento, a desesperacion. Desaparecer en los colores. Llamarse los unos a los otros como una herida. Reventar el espacio y araniarse con los pedazos.

(volvere)

Stalker dijo...

Portinari:

vuelve... Esta entrada te estará esperando.

abrazos

 
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