miércoles, 19 de mayo de 2010

Visiones. La confesión de Mikkel


Ordet (Carl Theodor Dreyer, 1955)

Inger yace en su ataúd, cercada por los seres que la amaron. Anders, el marido, no abandona la cabecera, la coge de la mano, inconsolable. El patricarca Borgen le dice:
-Déjala. Su alma ya no está aquí. Se ha ido al cielo.
Mikkel responde:
-Su cuerpo. También amaba su cuerpo.
Una de las frases más conmovedoras de la historia del cine.

“También amaba su cuerpo”. Un cuerpo que ahora le quiere ser infinitamente arrebatado. En la hora de la separación, Mikkel no piensa en el alma: piensa en el cuerpo. Porque en el mundo de las ideas, el cuerpo es lo último en desaparecer, porque Mikkel interpone su propio cuerpo para evitar que coloquen la tapa al ataúd: interpuesto ante la inminencia de la desaparición de lo que se ama, el lugar en que se han vertido tantos gestos que se hicieron cuerpo, que hicieron el cuerpo, que se in-corporaron al sucesivo vértigo del existir.

El cuerpo es la tectónica de placas del sentido, lo que se mueve, lo que conmueve y acoge los movimientos interiores. También es la arqui-lectura del sentido, su contrafuerte. El cuerpo como extensión del ahí, del ahora, del dentro hecho legible a través de la epidermis que ofrece sus signos. Aquí se declina el cuerpo, se visibiliza el cuerpo, le ponemos el cuerpo a las cosas que más nos importan, lo transformamos en regazo, en cosa, en recipiente, según el espacio, el latido, la fractura de la existencia puramente animal que sostiene la frágil estructura psíquica. No hay concepto que valga lo que el abrazo, el cobijo, no hay pensamiento que pueda consolarnos de la sustracción del cuerpo. Somos la in-flexión de un lugar, el pliegue o la encrucijada donde eso se profiere, se exhala, se canaliza, se vierte, se canta. El lugar de la inocencia era el lugar donde los niños cantaban al cuerpo, cantaban con el cuerpo, sin saberlo. Cuerpo-aliento o cuerpo que fluye y nos arrastra, ahora, ahora, siempre. El cuerpo es: tensión, vibración, tonalidad, alarido o canción, y no podemos renunciar a él porque, como Mikkel, al amar también amamos, minuciosamente, un cuerpo, también nos entrañamos en un cuerpo.

39 comentarios:

Stalker dijo...

En el último párrafo he jugado libremente con una frase de "Corpus", de Jean-Luc Nancy, alterándola, trayéndola a mis aguas; se me ha hecho irreconocible y se ha ocultado entre mis palabras, pero quería dejar constancia de esa deuda, que es de gratitud.

Enrique M. dijo...

Esa escena siempre inyecto un diminuto y nocivo temblor en mi nuca.

Porque dicen cuerpo. Y cuerpo es cuerpo. Porque proclaman cuerpo bajo la tutela de ordet (la palabra). Sin engaños, sin la tara de la expresion. Por una vez, el lenguaje cumple, aunque sea en una parcela diminuta y asfixiante.

Deformando unos versos de Larrea:

cuerpo es esto
esto
y esto
Y esto que llega a mi en calidad de
inocencia hoy, que existe
porque existo y porque el mundo existe
y porque los tres podemos dejar correctamente de existir

Stalker dijo...

Enrique:

"Ordet" pone a prueba la instancia última del lenguaje: nada menos que su poder para inducir una resurrección.

Siempre he pensado que con las palabras podríamos partir piedras, hendir la tierra, desplazar objetos. Tan sólo haría falta encontrar la fuerza vibratoria dentro de nosotros, o abrir el hueco, atemperar el hueco y verter el sonido desde la raíz más profunda de lo que somos.

Así también para oficiar la resurrección (en uno u otro orden).

Nunca acabaremos de descubrir el cuerpo, nunca lo entenderemos, quizá porque pretendemos leerlo, interpretarlo, y es tan reacio a la abstracción del pensamiento como la hierba entre las piedras. Quizá si nos acercáramos con un oído-tacto, un oído táctil que percibiera el sabor. El cuerpo: ¿un sabor que se oye y se palpa? ¿Un sonido que se paladea y se acaricia?

Hemos vivido tanto en las ideas que hemos desertado del cuerpo y a veces no encontramos el camino que conduce a él. Y es tan sencillo, basta observar a un perro para saber lo que significa estar en el cuerpo. Pero nos obstinamos en exiliarnos a ese órgano hipertrofiado que acoge la germinación abstracta, civilizatoria: la mente.

"Dejar in-correctamente de existir" Eso es la poesía.

salud

soperos dijo...

otra vez. debo escribir lo mismo aquí. la entrada más bella. eso es. otra vez. la entrada más útil. perdón de útil.

yo no tengo cuerpo es la bestia que me lleva.

amo como decís el cuerpo de mi gata que ahora es esqueleto y tierra y polvo. también eso es cuerpo. y el sostén que queda, en el aire, colgando de mi hilo-alma, cuando la licuación etc.

gracias a esta entrada tuya, querido hermano búfalo, amo aun más el cuerpo amado y pensaba que un granito más era imposible...

besos,
ò.

PÁJARO DE CHINA dijo...

Por eso lloramos al que nos roban. Queremos verlo, queremos tocarlo, queremos tener su temperatura. Nos aterra olvidar su voz.

En el funeral de Alicia (la mamá de Hernán), el sacerdote dijo que Alicia estaba en paz. Y Eduardo (que se había vestido, conmovedoramente, como si fuera a encontrarse con ella por primera vez) preguntó, en medio de un silencio absoluto y con una inocencia elemental "sí, pero yo quiero saber si me la puede resucitar, padre ¿puede resucitármela?".

Como le respondieron que no, seis meses después se fue con ella. Nunca pudo entender cómo podía verla solo en las fotos que habían quedado en la casa.

El cuerpo es la casa donde todo sucede.

Tus palabras son tan hermosas, Stalker. Quiero que Marienbad se llene con tus palabras.

Gracias. Te abrazo.

Madison dijo...

Por no hablar de la piel, que junto con la palabra es el mejor idioma.
Que maravilla de entrada

Stalker dijo...

Querido hermano búfalo:

un granito más siempre es posible. Nunca se llega al límite más allá del cual no se puede amar más. No existe límite.

Tu imagen del hilo-alma, el sostén, la comparto y me abrevo, con agradecimiento, en esa fuente común.

De ti sólo se puede aprender, no saberes cuantificables sino lo que más importa. Aprender animalmente.

abrazos

Stalker dijo...

Querida Mariel:

es conmovedor lo que cuentas. Veo lo que dices, lo veo todo... ¿Cómo consolarse con imágenes después de esa sustracción inapelable, definitiva, "meta-physica"?

Con el cuerpo nos son arrebatados, también, los movimientos interiores y toda esa improvisada coreografía de caricias con las que se moldea el cuerpo amado. Todo eso es sustraído en un movimiento de cruel prestidigitación. Y las caricias son la física atómica del cuerpo, quizá lo que sostiene su precaria arquitectura.

Mis palabras no sirven para nada. Desde luego, no para lo que importa. Con ellas no se puede resucitar, sostener. Ni siquiera sirven para acercarse. Se consumen sin propósito visible, aunque confío en que quizá de una forma que no puedo ver ni imagina, "algo se traza..."

más que abrazos,

y gracias por contar, por compartir

Stalker dijo...

Madison:

gracias. La piel, habría tanto que decir. La piel, lo más profundo que tenemos...

abrazos

Yaiza Martínez dijo...

Nunca he visto diferencia entre cuerpo y alma, son ambos fruto de distintos grados de condensación. Al menos eso me parece. Por eso, al irse el cuerpo amado nos rompemos. No podemos seguir viendo al alma-cuerpo. Además el cuerpo nos permite la estancia más intensa en el presente: sentidos. En fin, elucubraciones. Muchas gracias, Stalker! y muchos besos

Stalker dijo...

Yaiza:

las teorías indias dirían que todo ha sido creado por el sonido. El universo es vibración y los cuerpos no son más que una modulación de esa energía o pulso vibratorio primordial. La mente también es vibración, y el "alma" también lo sería. No hablarían de condensación sino de modalidades vibratorias que construyen una sutileza o una opacidad en la que moramos.

Todo estaría vacío, sólo habría dharmas, chispas o pulsos que al incendiarse a velocidad vertiginosa nos darían la impresión de un mundo sólido y real.

Al final todo remite a lo mismo: morar en la oquedad, en ese extraño hueco que somos. La mente como un cuenco, como el receptáculo donde verter las vibraciones de los otros, que allí hallan regazo o sostén.

Lo conmovedor de la escena es que se produce en una sociedad que tiene perfectamente introyectado el dualismo alma-cuerpo (construido, como otros dualismos, por la Iglesia, y refrendado por los filósofos Ilustrados que, a partir de un pensamiento binario, establecieron pares de opuestos inconmensurables: res-extensa y res-cogitans, noúmeno y fenómeno, etc). Lo que importa es el alma, el cuerpo es un mero residuo, una carcasa que no sirve para nada, que no vale nada en términos de la economía de la redención, una vez que el hálito la ha abandonado... Mikkel es un heterodoxo radical: reivindica el cuerpo, exige el cuerpo. Quizá incluso "inventa" el cuerpo al aferrarse a él, desesperado...

Elucubraciones, también. Y sean bienvenidas,

abrazos

Lola Torres Bañuls dijo...

Es preciosa esta entrada.

No sé decir mucho más.
A mi me encanta el cuerpito de mi hijo. Lo que más me gusta es mirarlo cuando juega, como se mueve, sus gestos, sus movimientos, cuando se duerme, como respira. Tal vez en sus ojos el alma, tal vez... el alma.

Un abrazo .

Say dijo...

En Dreyer vemos su rebelión contra la intolerancia de las mentalidades "rectas": las políticas, las religiosas y las sociales y su rebelión contra las normas establecidas.
Nos llega la belleza como está rodada la película. Su forma. Los largos planos secuencia, los imperceptibles movimientos de cámara, esa escena de la conversación del tío que se cree Jesús con su sobrina en ese traveling circular, las panorámicas...consiguen un ritmo interior que nos entra dentro... Vemos y sentimos en la muerte de Inger lo que dices "la inminencia de la desaparición de lo que se ama, el lugar en que se han vertido tantos gestos que se hicieron cuerpo, que hicieron el cuerpo, que se in-corporaron al sucesivo vértigo del existir." Y con desgarro sentimos la desesperación de lo inevitable ante la muerte...queremos el cuerpo amado. No otra cosa. El cuerpo amado.

Stalker dijo...

Lola:

tal vez, el alma, y cómo se enraíza en tu mirada,

abrazos

Stalker dijo...

Say:

he tenido ocasión de demorarme en Dreyer y recorrerlo pausadamente. Es un cineasta tan extraordinario, tan singular en la historia del cine (y de la poesía, y del arte en general) que casi da pudor hablar de él. Habría que entrar en un devenir-Dreyer para dar cuenta de la riqueza de su universo, de la infinita delicadeza de su trazo.

Por mi parte, percibo una fuerte conexión entre las mujeres retratadas por Dreyer y las mujeres retratadas por Mizoguchi. No sé si es lícito decir que son cineastas "feministas"; sí que han acercado y han cuidado a la mujer -ultrajada, rebajada, aniquilada desde siempre, y esto es algo en lo que nuestra sociedad moderna ha avanzado en realidad muy poco- con una delicadeza, una ternura y una compasión muy poco frecuentes. Los planos que acompañan a la protagonista de "Dies Irae", la mirada en un eterno punto de fuga de Gertrud o el "éxtasis" de Juana de Arco (y la maravillosa conjunción con la mirada insondable del monje interpretado por Artaud), y los retratos de las geishas y prostitutas de los arrabales en las películas de Mizoguchi serán siempre un espacio que nos interpela de forma muy especial. Algo así como un claro del bosque, un lugar despejado donde podemos ver el cielo y bajo cuyo influjo benévolo trabajar con nuestros instrumentos bajo las constelaciones.

En los momentos de abatimiento o cansancio, o hastío del mundo, sé que hay planos de Dreyer, de Mizoguchi (y de algunos otros), donde uno puede descansar, donde es acogido. Planos que nos dejan entrar porque son moradas, casas de sanación. Una casa habitada por un alma generosa en cuyo corazón hospitalario nos arraigamos, unos instantes.

abrazos

Eastriver dijo...

Entre tus palabras y las de tus colaboradores habéis edificado un momento (o un lugar, uno confunde siempre tiempo y espacio porque seguramente son lo mismo) enormemente poético. Me han conmovido tus palabras, las de Mariel, el poema de Larrea (que de todas formas tiene un final tan similar al de G.Diego: "Porque el mundo existe y tú existes y nosotros probablemente
terminaremos por existir si tú te empeñas y cantas y voceas en tu valiente valle Vallejo"). Cantamos al cuerpo, Stalker, por esa definición tan precisa de cuerpo que nos has traído.

Stalker dijo...

Querido Ramón:

todo esto es muy emocionante para mí. En estas pequeñas semillas pongo todo lo que soy, que no sé si es mucho o poco, pero está aquí.

Gracias por dejar tu estela y compartir...

abrazos

Leonardo dijo...

Como sería difícil recopiar una gran parte de la entrada y de los comentarios, recojo algunas frases:
"no hay pensamiento que pueda consolarnos de la sustracción del cuerpo". Gran verdad. Si no hubiera cuerpo no habría grito, ni llanto, ni ese estado supremo de la corporeidad que es el dolor. Eso me lleva al comentario de Mariel:
"El cuerpo es la casa donde todo sucede". ¿Cómo expresarlo de otro modo, aquí se dice todo. Recuerdo una muy dolorosa ruptura amorosa que me llevó hacia un periodo depresivo, y lo que más me impactó fue sentir el dolor en el pecho, no "me dolía el corazón", me dolía el pecho, la ausencia era algo que mi cuerpo sentía profundamente (sin ser lo que llaman una somatización), me habían arrancado algo. Había dejado de vibrar.
"El universo es vibración y los cuerpos no son más que una modulación de esa energía o pulso vibratorio primordial". O somos como un eco de esas vibraciones, el espacio donde los otros vibran. El pensamiento no puede vibrar.
El mal que el cristianismo ha hecho al cuerpo no tiene 'perdón de dios', y con esto digo el mal hecho a millones de seres desde hace siglos, condenándolos por su cuerpo. ¡Terrible!
Ahora bien, lo paradójico es que necesitemos un esfuerzo 'intelectual' para volver al cuerpo, cuando simplemente deberíamos sentirlo. Pero el aprendizaje del tacto, el descubrimiento de la piel, es algo que olvidamos rápidamente y llenamos de tabúes.
La escena de Dreyer es sublime.
(Curiosamente estaba escribiendo esta mañana un texto que podría empezar por "mi vacío es la perfección séxtuple de tus labios", y digo curiosamente porque no había leído tu entrada)
Perdona lo barato de mi intervención y su extensión, vaya un abrazo fuerte, corpóreo (manque virtual).

Stalker dijo...

Leonardo:

dices:

"El mal que el cristianismo ha hecho al cuerpo no tiene 'perdón de dios', y con esto digo el mal hecho a millones de seres desde hace siglos, condenándolos por su cuerpo. ¡Terrible!"

Llevamos dos milenios de sufrimiento continuo a partir de esa escisión entre el cuerpo y el alma y la condena del cuerpo. Dos milenios. Es demasiado sufrimiento. Demasiado.

Creo que es suficiente. Deberíamos pasar a otra cosa.

Tu comentario me es muy caro, leo por debajo y por encima de las palabras. Gracias.

Y abrazos

PÁJARO DE CHINA dijo...

Todo se escribe en el cuerpo y creo que el primero en ponerlo por escrito fue Kafka, cuando el verdugo grabó en el cuerpo del reo "Honrarás a tus superiores", en aquella colonia penitenciaria (y el reo parecía sonreír, agradecido).

El cuerpo es el cuerpo martirizado y sexualmente pautado por la iglesia, el cuerpo cosificado por el mercado, el cuerpo domesticado y disciplinado por la sociedad (la instrumentalización del cuerpo está entera en Foucault, al que uno debería volver una y otra vez).

El género, la opción sexual, la raza y la clase social del cuerpo determinan todavía la intensidad de la tortura a la que es sometido (los antiguos instrumentos de tortura eran especialmente sofisticados con las mujeres y los homosexuales).

La cárcel recluta su clientela entre los cuerpos pobres.

El cuerpo, gracias a la mirada del otro, puede inocularte estigmas irremontables.

Estoy más en contacto con mi cuerpo cuando me callo. El lenguaje es el primer elemento distorsivo, disonante, de la relación con el cuerpo.

Muchas veces, para saber lo que siento, para calmarme, para sentirme a salvo, tengo que abrazarme a mí misma.

Y los mejores contactos los alcanzo con posturas animales, todas las posturas del yoga abrevan del movimiento de las bestias. Miro a mis perros y trato de que me salga así, pero no es igual, ya estoy marcada.

Se ha hecho un culto estéril del cuerpo. La gente se toca, pero no para comulgar, no para cobijarse, no para sanar.

Siempre me sorprende la fascinación morbosa con la que se observan los cuerpos muertos en la calle, pero no se los toca (¿quién puede asegurarnos que el tránsito no es más simple, más cálido, con una caricia?). El cuerpo muerto ingresa en la categoría de desperdicio. Ya no produce, ya no consume y además la muerte le confiere una aura contagiosa que invita a retroceder.

Paradójicamente, el mismo lenguaje que lo degrada es el que puede sostenerlo, Stalker. Te aseguro que palabras como las tuyas lo hacen.

Nacimos cuando ya se había firmado el contrato social que jamás pedimos (quizá hubiéramos preferido ser el niño salvaje que filmó Truffaut). Ni siquiera pedimos nacer. Sin embargo acá estamos en plena guerra y las palabras son, a veces, los únicos talismanes disponibles para sobrevivir.

Un abrazo hecho de palabras y otro así: ( ).

Stalker dijo...

Mariel:

tu comentario produce un impacto justo en el centro de mi cuerpo. No me aparto de ese impacto, dejo que se expanda en círculos concéntricos...

Apuntas a tantas cosas, todas tan valiosas...

Las biopolíticas instrumentales del cuerpo en Foucault. Este verano pienso sumergirme en ese autor, al que apenas he frecuentado...

El lenguaje cortocircuita el cuerpo... ¿y si inventáramos un lenguaje nuevo, que no de-signara, que no pretendiera signar, y por lo tanto, limitar, fragmentar, inscribir el cuerpo en una u otra categoría hermenéutica?

Quizá eso no sea necesario. Basta con acercarse al animal, abrazar al animal.

Quien ha vivido con animales (y no los ha sometido a una u otra forma de esclavitud) y se ha dejado vivir por ellos, conoce ciertas formas de declinación del cuerpo que hemos olvidado.

Es todo tan sencillo, pero nuestra mente segrega un relato a veces ficticio, la mente falsifica y por eso enfermamos, y el mal de existir nos sale por los poros y se nos rompe el eje axial que sostenía la arquitectura del sentido: el cuerpo y lo que hay debajo de él, pulsión, red vibratoria.

Mariel, es hermoso todo lo que cuentas. Sin dudarlo un segundo te haría suma sacerdotisa de un culto pagano que reiventara el cuerpo. Nos tendrías que enseñar a bailar y una cierta inclinación del cuerpo, una cierta ebriedad.

No sé cómo agradecer tu generosidad infinita,

más que abrazos

Leonardo dijo...

Todo se escribe en el cuerpo, escribe Mariel. Lo terrible es que por un lado se desprecia el cuerpo pero es allí donde ocurren (donde se escriben) las heridas más terribles. Hay que reconciliarse con él en el silencio pero también con las palabras. Hombres somos, por eso nunca lograremos (creo yo) relajarnos como un gato al sol (aunque nada sabemos de la espiritualidad animal que hacía ver a Baudelaire las pupilas místicas del gato). Con esa carga vivimos (ese relato ficticio del que hablas, Stalker). Y cada quien tiene su propia historia del cuerpo, pero todo lo que nos ayude a hallarlo, a ir en su dirección (la erótica solar que anhela Onfray), incluso una conversación virtual, es una incitación al entrañamiento.
Por ello Gracias, abrazos

Stalker dijo...

Leonardo:

todo eso es una incitación al entrañamiento, en efecto.

Y esto es una conversación virtual, sí, pero... algunos no entendemos la diferencia entre "real" y "virtual"; todo es idénticamente real cuando nos involucramos "a cuerpo perdido", "a cuerpo batiente", cuando en lo que decimos y compartimos inclinamos, no sólo el discurso, sino también el cuerpo.

Por mi parte, no me cabe duda de que una conversación contigo en tiempo real sería muy parecida a la que mantenemos aquí.

Abrazos

Say dijo...

Stalker,
leía todos los comentarios. Con delectación y sintiendo la felicidad de cuando nos damos cuenta que hay personas que nos acompañan en la vida aunque no las conozcamos y no nos podamos tomar una cerveza o un café con ellas. Nosotros que creíamos que estábamos solos.

Pero sobre todo, quería...cuando te comentábamos sobre el cine de Dreyer y tú, entre otras cosas esenciales, decías: "Por mi parte, percibo una fuerte conexión entre las mujeres retratadas por Dreyer y las mujeres retratadas por Mizoguchi. No sé si es lícito decir que son cineastas "feministas"; sí que han acercado y han cuidado a la mujer -ultrajada, rebajada, aniquilada desde siempre, y esto es algo en lo que nuestra sociedad moderna ha avanzado en realidad muy poco- con una delicadeza, una ternura y una compasión muy poco frecuentes.". Al leerte casi gritaba. Es verdad. ¡Es verdad!. Porque yo lo he pensado millones de veces. La visión de la mujer que estos cineastas han tenido tan profunda y respetuosa e intuitiva de la mujer y sin embargo la degradación y la falta de inteligencia en la que los cineastas de hoy expresan su visión de la mujer. Mizoguchi u Ozu, por ejemplo, como decías.

Sólo quería decírte eso...

Y también todo lo que comentas en referencia al comentario de Leonardo. Sobre el cristianismo y la devastadora influencia que tanto daño nos ha hecho.

Esta entrada me ha gustado mucho. Porque Dreyer es uno de los directores que siempre me ha llevado a esos límites visuales de poesía en el cine.

Un abrazo, Stalker

Stalker dijo...

Say:

no estamos solos. Te diré que Lost in Marienbad es una continuación de mi vida tal cual es. Esto no es un juego de máscaras, ni un ejercicio de heteronimia. Es vida, una continuación de la vida para salvar la distancia. Para compartir, conversar, estar. Nos acompañamos aquí, pero no sólo eso, también nos encontramos, nos podemos encontrar para el café, el paseo. Este blog va camino de los dos años y en este tiempo he conocido, en la "vida real", a muchos de los topos que pasan por Marienbad: Ana Hidalgo, Portinari, Raúl Quinto, Rubén Martín, Laura Giordani, Arturo Borra, Òscar Solsona, Lola Torres Bañuls, Bel M., Belnu... A otros espero conocerlos muy pronto. Y ha sido maravilloso estar con ellos, hablar, estar, sin la mediación de un teclado: el mismo cariño que demuestran aquí lo tienen en persona, no hay diferencia. En ningún momento he tenido la sensación de que el medio modificara la comunicación o la falseara. Por eso creo firmemente que no estamos solos y que no existen barreras ni distancias. Y que también nos encontramos.

La visión de la mujer... Venero a Dreyer, Ozu o Mizoguchi por ser grandes cineastas, pero especialmente por el modo en que han retratado a la mujer, criticando con dureza los prejuicios machistas de su época, de cualquier época. Esa guerra aún no ha acabado, y el mundo de celofán en el que vivimos, donde las servidumbres, las humillaciones y la cosificación de la mujer están amortiguados por campos retóricos instrumentales que invisivilizan una realidad ineludible, sigue anclado en los mismos prejuicios, las mismas hipocresías al respecto. Entre el desprecio a la mujer en la sociedad feudal Tokugawa (siglo XVII), representada tan sutilmente por Mizoguchi, y la época actual, ¿creemos haber avanzado mucho? Basta escuchar una conversación entre hombres (de las que siempre me aparté con un aborrecimiento profundo), relativa a mujeres y su físico, para descubrir que no. Basta comprobar el ninguneo intelectual, la dificultad que una mujer encuentra para ser reconocida por sus méritos artísticos o vitales. Los ejemplos son múltiples y sólo alguien muy ciego, o cómplice con esa situación, lo negaría.

Por eso Dreyer, y muy en especial Mizoguchi, me conmueven hasta donde no sé expresar, porque las palabras no me llegan...

abrazos

Laia dijo...

Sin duda una bella escena de una película que casi había olvidado; gracias por taerla a escena, amigo Stalker. La volveré a ver.
Coincido en que lo que se ama arraigada, oscura y lúcidamente es el cuerpo.
Los temblores del cuerpo son aquello a lo que se dio en llamar "alma".
"Mi unidad perdida", dijo Ana Becciu hablando de algo parecido: la relación cuerpo/alma, la sacudida amorosa donde todo ello se pone en cuestión o,lo que es lo mismo,se pone en juego.
Otra mordedura más en los hombros recios de Platón. Intuyo, no obstante, que la carne de los hombros de Platón era blanda.
Abrazos!

Stalker dijo...

Falta ortográfica: quería decir "invisibilizan"

:)

Stalker dijo...

Laia:

regresa a "Ordet" en alguna ocasión, esa película (como todo Dreyer) no se acaba nunca. No deja de crecer en nuestra atención, se inocula bajo la piel, nos vence, quebranta ciertas resistencias, nos exige la lentitud y la entrega sin reservas. Nos invita a desposeernos del temor para entrar en ella. Propone un misterio, un espacio sagrado, que en realidad es profano pues se trata de algo sencillísimo y evidente, pero maravilloso.

"Los temblores del cuerpo son aquello a lo que se dio en llamar "alma"."

Esto es muy interesante. Seguir el itinerario de figuras cinematográficas que tiemblan y exteriorizan así su alma. Para pensarlo.

La mordedura en los hombros de Platón, uno de los primeros en plantear, de forma drástica, la escisión entre mundo sensible y mundo inteligible. Seguro que sus hombros eran blandos...

abrazos

Antígona dijo...

La perversión radica, como ha apuntado ya Mariel, en una escisión instalada en el lenguaje que nos desgarra de lado a lado y nos obliga para comprendernos a una recomposición que, desde la escisión, sólo podrá resultar artificiosa. No sabemos hablar de nosotros mismos sin dividirnos entre lo corporal y lo anímico, entre lo material y lo espiritual, entre lo físico y lo psíquico, entre lo carnal y lo mental. El corte se opera desde el filo mismo de las palabras y no hay forma de superarlo. Porque, como tú mismo apuntabas en un post anterior citando a Wittgenstein, los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

Queda no obstante el testimonio, inscrito en su lenguaje, de un tiempo previo al nuestro y del cual descendemos en el que la escisión aún había tenido lugar. El testimonio, por tanto, de que la escisión no es originaria sino derivada. Sólo que la derivación resultó de otra ruptura, de otra brecha que nos impide remontarnos al origen y recuperarlo para nosotros. Ese testimonio son los textos más antiguos de los antiguos griegos, donde la misma palabra utilizada para aludir al aliento físico de los pulmones apelaba al impulso que nosotros llamaríamos “anímico” y al deseo; donde el término para señalar al corazón designaba igualmente el temple de ánimo; donde el nombre de las entrañas y la cavidad torácica lo era también para el estar en sí y la cordura.

Nosotros, habitantes del reino de la escisión, no alcanzamos a ser más que los testigos lejanos, pasmados, de esa unidad originaria vivida y sentida en un mundo perdido al que no pertenecemos. Otro es nuestro punto de partida, otra la fuente lingüística a través de la cual nacemos al mundo y a nosotros mismos. Aun cuando, especialmente en la experiencia del amor, podamos llegar a sentir con íntima extrañeza el absurdo de la escisión que nos constituye.

Un abrazo

Leonardo dijo...

Esto de la escisión a partir de la palabra es algo muy occidental, por la pérdida ya remota de la oralidad. Me parece importante recordar el caso de las lenguas africanas orales como el khoi-sana donde el gesto o la danza intervienen de manera semántica y cuyo vocabulario o sintaxis son de una riqueza extraordinaria porque porque un verbo puede incluir el espacio, el movimiento que se hace, su objetivo, el individuo que lo hace y los otros que pueden relacionarse con él e incluso el silencio. El hombre forma parte de un todo, su cuerpo y su lengua van unidas y él va unido al otro y al universo. Nosotros, arrogantes occidentales, y como dice Antígona tristes testigos lejanos de un mundo perdido, tenemos mucho que aprender de los otros, de todos esos otros despreciados que son los verdaderos guardianes de la presunta unidad del Universo. Probablemente moriremos en estado de aprendices, pero es mejor que nada.
En cuanto a la conversación que se lleva a cabo aquí, regularmente, es obvio que para mí nada tiene de virtual, hay días en que ciertas cosas me quedan flotando en la cabeza todo el día y sólo espero poder volver para ver cómo se van enriqueciendo. Así que gracias Stalker.
Un abrazo común

Stalker dijo...

Antígona:

cómo agradezco tu reflexión. Es así como dices, y por eso el vértigo que nos asola, siempre, por esa escisión que no acertamos a desmontar. ¿Cómo podríamos hacerlo en un mundo que aún se rige por dicotomías, máquinas binarias y el siempre atroz maniqueísmo? La nostalgia del origen ha adelgazado su voz en poetas, místicos, pero es un canto de anhelo y no de fusión, porque esta quedó, como señalas, en un pasado muy remoto, más allá de la fábula del origen que podemos encontrar. En Occidente habría que ir a los presocráticos (porque Platón y Aristóteles fueron patrocinadores de esa escisión), en Oriente basta buscar refugio en ciertos textos taoístas. Ahí todo descansa, apaciguado. Ahí nos abrevamos.

Otra es la fuente lingüística que habitamos, y ahora me atrevería a aventurar que la escisión ya no es dual sino infinita, múltiple hasta el abismo. Habitamos en la exaltación de la heteronimia, en el caos infinitamente mudable, intransitable, in-mensurable. Donde todo cambia, donde las máscaras se suceden en un vértigo aniquilador, no hay relato posible, nada puede medirse, no hay huellas que recorrer. Todo es reinvención constante, pero ni siquiera eso: es reciclaje de identidades que se configuran y re-configuran al ritmo frenético de los flujos informativos, la pirotecnia mediática, los imperativos inhumanos de la "agenda-setting". Estas fuerzas de marea nos descuartizan, desperdigan nuestro cuerpo, nuestro anhelo de re-unión en el insondable mar de la información.

Creo que somos hombres muy primitivos, los hombres más primitivos de una era que quizá está empezando o lleva unas décadas empezando. Los hombres del futuro nos contemplarán sin compasión, como a toscos bárbaros que aún aplicaban categorías antiguas a la ebullición del presente.

Actuamos, pensamos, sentimos de acuerdo a nuestras pobres ideas, a la sentimentalidad prefabricada de una época que no acierta a estructurar unos códigos mínimamente legibles... El mundo se haceo opaco y nos exige, sin embargo, que ocupemos nuestro lugar (un lugar en una cadena de producción, no una instancia desde la que vertebrar una episteme, una poiética o un "telos" inteligible, porque lo que se trata no es de interpretar la cadena de transmisión, sino tan sólo de perpetuarla, de transmitirla ciegamente). Sólo se aplican criterios de operatividad, performatividad y eficacia asertiva. ¿Cómo acceder al origen, entonces, si se nos ha negado la posibilidad de encontrar el hueco y despeñarnos, y caer hacia dentro, hacia el sueño, remontando la cadena de los relatos y aun el gran Relato mismo?

No way,

abrazos

Stalker dijo...

Leonardo:

tus intervenciones son una de las piedras angulares que sostienen este blog y una de las razones que me impulsan a continuarlo contra todo pronóstico. Lo digo de verdad, lo siento así. Eres un colaborador generoso, te das tiempo y fluyes en esta trama de sentido que se va tejiendo entre todos, en este silencio lleno de sabor y murmullos que venimos compartiendo.

Tus aportaciones sobre el lenguaje y los pueblos "primitivos", las comparto y me gustaría saber más de ellos y terminar de vencer el perverso etnocentrismo que guía nuestro pensamiento. Ya queda menos.

abrazos

Stalker dijo...

POr cierto, Leonardo:

espero un comentario en la entrada anterior. Entiendo que otros pasen de largo pero... ¡Tú no puedes faltar ahí!

:)

Durandarte dijo...

Stalker, me ha parecido una entrada de gran riqueza -tan habitual en este generoso blog.

Lo cierto es que si escarbamos en los orígenes de la dualidad, nos vamos de cabeza a la noche de los tiempos. Estas grafías con las que nos comunicamos nacen del disparatado intento de representar los sonidos de los órganos fonadores. No cabe mayor dualismo.

Gracias por recuperar esta escena extraordinaria de una película extraordinaria. Una curiosidad: hace unos meses tuve la ocasión de ver "Luz silenciosa", de Carlos Reygadas. Se trata de un filme de similitudes nada ocultas, más bien al contrario; sin embargo, se sabe ganar su espacio en este terreno mítico -Lars von Trier también se aventuró- donde Ordet es leyenda.

Saludos

rubén m. dijo...

"El cuerpo es la tectónica de placas del sentido, lo que se mueve, lo que conmueve y acoge los movimientos interiores. También es la arqui-lectura del sentido, su contrafuerte".

Al leer esta fantástica entrada te iba a recomendar que leyeras el libro de Nancy, ahora veo que ya lo has hecho y lo has rumiado de forma que no me he dado cuenta de aquella frase, solo me lo ha evocado y he notado un paralelismo, que no una coincidencia ni una paráfrasis, lo que indica que el injerto es favorable al paciente.

Hay mucha generosidad en este blog, no sólo en las palabras e imágenes que nos traes y produces, sino en esta maravillosa colección de parroquianos. En esta entrada cada comentario es una pequeña joya.

Estuve releyendo el Crash de Ballard y volví a estremecerme cuando destaca, acerca de las víctimas de un accidente, que la temperatura rectal de sus cuerpos descendía simultaneamente hasta llegar a cero grados. Esa imagen científica de la igualación que provoca la muerte, la identidad de lo disímil que es lo que se ha llamdo alma pero que simplemente sea temperatura, gesto, "tensión, vibración, tonalidad".

La valentía de Dreyer en romper ese dualismo alma/cuerpo, sin dejar de ser consciente de la dificultad titánica de esa tarea, es sobrecogedora. Pocas cosas he visto semejantes al cuerpo de Juana ardiendo en la hoguera, después de haber vivido y sufrido y paladeado su rostro saturado de visiones, sublimándose en el fuego.

Me atraen los rostros en los que no hay escisión, rostros que traducen, que revelan aunque escondan, aunque sean extraños o incluo contrahechos, que son crueles y tiernos.

un abrazo

PD: mi reproductor va mejorando, creo que ya podré ver y oir lo de Chantal y Gamoneda sin demasiado ralentí, prometo comentario.

Stalker dijo...

Durandarte:

es grata tu presencia por aquí. Es cierto que Lars von Trier y Carlos Reygadas se han aventurado en ese territorio, pero Dreyer no ha aventurado: vivía allí. Nació allí y en ese lugar maravilloso -el milagro- pasó todos los años de su vida creativa. Además, los primeros son cineastas híbridos, que ocupan su lugar dentro de una tradición discursiva e iconográfica mixta, pero en Dreyer -como en Dovzhenko, en Mizoguchi o en Satyajit Ray, por citar sólo tres ejemplos- hay una pureza (me atrevo con la palabra) que se da muy rara vez en la historia del cine. Él inaugura algo, no transita por la senda estilística, por el paradigma estético que otros han trazado antes que él. En Dreyer algo empieza y algo acaba, y en realidad no tiene continuación. El homenaje que le tributa Reygadas no es una continuación de Dreyer, no puede serlo: sería como intentar copiar sus huellas dactilares, algo a todas luces imposible.

Gracias por tus palabras. Busquemos cómo superar esa escisión...

Stalker dijo...

Rubén:

"el injerto es favorable al paciente". Tus metáforas quirúrgico-sanitarias son algo muy preciso. Digamos que el texto infectó el sistema límbico y ahí produjo una metástasis de serenidad, un mínimo espacio habitable y acorde a mi propio pulso...

Aludes a las joyas que traen los parroquianos (cómo me gusta esa palabra, tan poco usada), y reconozco que me admira que tanta gente excepcional se haya reunido aquí y participen con tanta asiduidad y entrega. Un regalo que intento, a mi vez, asimilar y transmitir en éste y otros ámbitos vitales. Somos eso: vectores de transmisión, puntos de fuga hacia el otro. Tenemos que dar lo poco o mucho que tenemos.

Del rostro de Juana de Arco habría que hablar en alguna ocasión. Aún no me atrevo porque para eso hace falta una lentitud extremada. Necesito que ese rostro me irradie: vibrar al unísono con él exige aceptar su quemadura, su intensidad, su vértigo, su miedo, su hambre, su infinto, su vida. Sólo entonces se abrirá la condición de posibilidad que permitirá "interpretar" ese rostro, y no será ya interpretación o lectura, sino descubrimiento, inmersión, gesto compasivo.

El rostro de esa Juana de Arco sólo se puede mirar siendo Antonin Artaud y eso requiere una ascesis y una entrega muy difíciles. Hay que rendir las armas, quebrantar los bastiones defensivos. Acercarse.

Rubén, hablas de los rostros sin escisión y hay una película que quiero que veas. En realidad es un documental, aunque muy bizarro, atravesado por la conciencia escindida y simultáneamente reunificada de su realizador. Se titula "Ladoni" (Palms), de Artour Aristakisian. Esta obra me ha provocado un seísmo interior cuya magnitud aún me resulta desconocida. Tengo que verla otra vez e intentar traducir a sensaciones inteligibles ese magma de imágenes sucesivamente tiernas, despiadadas, crueles, iluminadas. Es el tratado de la demolición del rostro, de la demolición de la vida (y también de su supervivencia) más atroz y radiante que he visto nunca.

Tu mente generosamente enfermiza no puede perderse esto ;)

Espero ese comentario sobre el vídeo de la entrada anterior. Creo que ahí se vivió una temperatura muy especial, y se han dicho cosas valiosísimas. Esa conversación es una lección en muchos sentidos. También una lección de humildad.

Por cierto, nuestro intercambio de msn de la otra noche ha sido proverbial. Te llamo estos días.

Abrazos

Portinari dijo...

Amar el cuerpo. Ser el cuerpo. Estar en el cuerpo. Habitar cada vibración, con un sonido, con un abismo de un sonido. Con un hueco. Amar los cuerpos es amar la vibración.
Me fascina la comunicación, el lenguaje. Es tan triste no poder comunicarse porque se desaparece. Desaparecer, no estar en el lugar del otro. No habitar su vibración. Alimentarse de las vibraciones ajenas, comerse al otro. La piel, es la palabra de la muerte y la resurrección. Amar el cuerpo como lo hace Mikkel, acariciar y apalabrar ese cuerpo, hacerlo cuerpo, hacerlo sonido, hacerlo hueco dentro de él. Morir en el cuerpo. Construirse, deconstruirlo, aceptar su muerte y amarlo. Elevar la elegancia de esa comunicación.
Entrar en comunión con la siguiente capa de ser. Adentrarse. Perderse. Entregarse. Perderse. Echar de menos. Amar el cuerpo.
El amor de un cuerpo.
Qué permanece.

Stalker dijo...

Portinari:

eso mismo me pregunto yo: qué permanece. Quiero pensar que queda algún rastro, por leve que sea

Tus palabras caen como posibilidad de germinación silenciosa. Se adentran en la tierra.

¿Qué decir de tus palabras?

Again:

shine on, little diamond

 
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