
Por la mañana, en la cocina, sobre la mesa, veo el huevo.
Miro el huevo con una sola mirada. Inmediatamente advierto que no se puede estar viendo un huevo. Ver un huevo no permanece nunca en el presente: apenas veo un huevo y ya se vuelve haber visto un huevo hace tres milenios. En el preciso instante de verse el huevo este, es el recuerdo de un huevo. Solamente ve el huevo quien ya lo ha visto. Al ver el huevo es demasiado tarde: huevo visto, huevo perdido. Ver el huevo es la promesa de llegar un día a ver el huevo. Mirada corta e indivisible; si es que hay pensamiento; no hay; hay huevo. Mirar es el instrumento necesario que, después de usarlo, tiraré. Me quedaré con el huevo. El huevo no tiene un sí mismo. Individualmente no existe.
Ver el huevo es imposible: el huevo es supervisible como hay sonidos supersónicos. Nadie es capaz de ver el huevo. ¿El perro ve el huevo? Sólo las máquinas ven en huevo. La grúa ve el huevo. Cuando yo era antigua, un huevo se posó en mi hombro. El amor por el huevo tampoco se siente. El amor por el huevo es supersensible. Uno no sabe que ama al huevo. Cuando yo era antigua fui depositaria del huevo y caminé suavemente para no derramar el silencio del huevo. Cuando morí, me sacaron el huevo con cuidado. Todavía estaba vivo. Sólo quien viera el mundo vería el huevo. Como el huevo, el mundo es obvio.
Al huevo dedico el país chino.
El huevo es una exteriorización. Tener un cascarón es darse.
El huevo es el alma de la gallina. La gallina torpe. El huevo exacto. La gallina asustada. El huevo exacto. Como un proyectil detenido. Pues huevo es huevo en el espacio. Huevo sobre azul. Yo te amo, huevo. Te amo como una cosa que ni siquiera sabe que ama a otra cosa. No lo toco. El aura de mis dedos es la que ve el huevo. No lo toco. Pero dedicarme a la visión del huevo sería morir a la vida mundana, y necesito de la yema y de la clara. El huevo me ve. ¿El huevo me idealiza? ¿El huevo me medita? No, el huevo tan sólo me ve. Está libre de la comprensión que hiere. El huevo nunca luchó. Es un don.
Clarice Lispector, "El huevo y la gallina" (trad. Juan García Gayó)
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