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Stalkerilla y Stalker (1981)
"El tiempo: funcionario del rostro" Cioran
Entre una fotografía y otra, veinticinco años. Somos los mismos, pero somos otros, radicalmente otros. ¿Cómo es posible que recuerde tan bien la primera fotografía, que sólo necesite cerrar los ojos para reproducir las sensaciones ante la cámara, la extrañeza, la curiosidad? Sigo siendo siendo aquel niño, pero al mismo tiempo, misteriosamente, ese niño se extinguió en mis pligues, desapareció en el imposible avatar que nos va erosionando minuciosamente, bajo la impávida supervisión del calendario.
La propuesta: ¿qué es envejecer? ¿Qué queda de nosotros? ¿Existe una esencia inmutable itinerante en las sucesivas encarnaciones físicas de nuestra existencia? ¿O tan sólo creemos que existe y es otra ilusión que también se modifica con el tiempo? ¿Cómo es posible que seamos la misma persona, cuando todo apunta a que no es así? ¿Y cómo es posible que seamos otro?
Junto a la muerte, y quizá más aún, el envejecimiento es uno de los grandes interrogantes que asolan al animal perplejo que somos. Me gustaría abordarlo con todos vosotros, con total libertad de enfoque, por supuesto. Y aunque sé que es mucho pedir (me lo he pensado mucho al subir fotografías, por las que no siento una especial adhesión), los que queráis estáis invitados a compartir vuestra metamorfosis: dos instantáneas que den cuenta de lo inconcebible que supone caer en la conciencia del mundo adulto (quizá no es una caída, pero me resisto a considerarlo una ascensión...).
Jean Améry ha escrito un libro hermosamente desesperado sobre el envejecimiento, "Revuelta y resignación":
"Sabe que no sólo su rostro se le ha vuelto extraño. Porque en el pasado [...] ¿había existido verdaderamente aquel rostro para ella? Había formado parte de aquel mundo del que ella era partícipe y que le pertenecía, parte de un yo que sin contradiccones ni ambigüedad era yo y mundo a un tiempo, que no dudaba de sí, que no se había vuelto extraño a sí mismo. Solamente ahora, en la metamorfosis, que tal vez, según le parece, alcanza hasta la irrecognoscibilidad, el rostro extraño, ya no dirigido al mundo, porque ya ha sido repudiado por éste, es, en todo y para todo, el suyo: la fusión entre extrañamiento de sí y concentración en sí misma, cuya manifestación extrema sólo puede ser una melancolía narcisista, es la experiencia de fondo de cualquiera que, envejeciendo, tenga la paciencia de detenerse ante el espejo, tenga el valor de no atemorizarse [...], que no interiorice y se someta al juicio convencional de los otros."
"Si utilizamos el lenguaje de la alegoría, que bien o mal hemos elegido para nuestras reflexiones, podemos decir que en el envejecimiento yo soy
por medio de mi cuerpo y
en contra de él; en la juventud, yo estaba
sin mi cuerpo y
con él. Cuando supere el estadio de envejecimiento y entre a formar parte del ejército de los viejos, seré sólo cuerpo y nada más, cuerpo en cuanto progresiva pérdida de energía y aumento de sustancia: hasta cuando, en el momento en que incluso la sustancia esté descomponiéndose en sus elementos, yo ya no sea yo ni ninguna otra cosa. El envejecimiento es, que se me perdone al menos por una vez el uso de un términoo de moda, el momento del cambio dialéctico: la cantidad de mi cuerpo que se mueve en la dirección del aniquilamiento se convierte en la cualidad de un yo transformado.
¿Qué somos en el fondo los seres humanos? La morada permanente de atroces dolores, piensa A."
"Fresas salvajes", de Bergman, es uno de los retratos cinematográficos más lúcidos y conmovedores sobre la vejez, un tema tabú en un arte que se ha nutrido de la eterna juventud de las estrellas inmortalizadas en el celuloide. No deja de ser curioso que el cine haya escamoteado tan hábilmente la decrepitud de sus astros, ofreciéndonos siempre la imagen de los veinte o los treinta años (recordamos a Audrey Hepburn eternamente joven y sonriente; en cambio, la imagen mental de Marguerite Duras es la de una anciana arrugada; pero ambas fueron jóvenes y ambas vieron cómo el tiempo ajaba su rostro).
En Youtube está la película íntegra, subtitulada. Os la recomiendo con todo el fervor de que soy capaz.
Ana![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7aDPcWFC5uE2KXl17cSBpBVirhW-LiqhkLPWV-KfVip7tTbLZLibADQ44uViFl7n0kfxYwEyJwllatceP2lYpYj0uFk5VJKzxKusm0HksS3_gsJKgaaHtzZ7bakyJaVKyrcwhq1-EWrA1/s400/ana+peque.jpg)
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La primera imagen es del verano de 1987. La segunda del verano del 2009.
Cuando observo mis fotos de la infancia o de la adolescencia y comparo ese rostro con el actual lo primero que destaco es como el rostro ha ganado en dureza. También me doy cuenta de que me voy pareciendo a mi madre: la mandíbula, el abismo en los ojos. Hay una cosa que también me llama mucho la atención, y es un gesto que en los últimos tres o cuatro años hago mucho, un gesto que coincidió con mi abandono de la adolescencia, se trata de abrir los ojos y levantar las cejas, entre asombro, humor y cuestionamiento, en la fotografía que aquí dejo hago un poco ese gesto, supongo que se lo hago a la cámara o al fotógrafo o al hecho de saber que estoy siendo fotografiada. En esos 22 años que hay entre una imagen y la otra he perdido la luminosidad facial pero a pesar de ello soy más sensitiva y poseo una mayor capacidad para el placer y la alegría que en la infancia y adolescencia –de niña fui triste y de adolescente ansiosa-. Si en la infancia o en la adolescencia hay placer es un placer que no está en la sangre sino en el aire.
Rechazo esa idea de que la infancia es el paraíso perdido, el lugar idílico y sorprendente. No creo que la entrada en la madurez sea un descenso a los infiernos –la infancia y adolescencia tienen sus propios infiernos, a veces más terribles que los de la madurez-, ni siquiera creo que la entrada en la madurez suponga una pérdida de la curiosidad –cada día soy más curiosa y cada día soy más amante-. Tampoco voy a decir que la madurez sea un ascenso, porque no creo que “ascenso” sea la palabra adecuada, de hecho rara vez “ascenso” es una palabra adecuada para cualquier cosa. La palabra adecuada creo que es penetración. O también espacio. La madurez con respecto a la infancia supone para mí una penetración y un espacio. Esto lo noto sobre todo en los ojos, sobre todo cuando mis ojos miran otros ojos y esos ojos me miran, hay notó el espacio, la penetración, el amor. Pero también es verdad que tengo 23 años. Cuál será mi perspectiva sobre esto cuando tenga 60.
(…)Yo amo tu rostro en el espejo; yo
amo cuanto me está abandonando.Antonio Gamoneda
Òscar peque y Òscar melón![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNKMY0rSen3yrxjGaE-5XhWex8KlMo-DPJHp7z4gZjvWA1qIpBGshplA-r8H0P_Y6Ltk3A0jAKsPNzU3rcYDFeFQ-I7kiI16f5jXfJ2jLDYDPrACQglMB9qkmHzxfB4FbgobpSSjXk8Lx1/s400/oscar+peque.jpg)
YaizaAhí van. Te mando dos fotos mías, una de pequeña y otra de hace poco por si quieres colgarlas. Lo hago porque no me veo tan diferente entre una y otra, no sé que opinarás tú. Tengo la sensación de no haber perdido del todo la infancia, de que mi cuerpo sabe retenerla. Mi mente, desde luego, vive en ella no sé cómo. Quizá por eso me gusten tanto los niños. Un abrazo, Yaiza
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Lola![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpWiztHnP4wYaA_7N8OY_QgFW6dVCpAkDmOY62C-KhefTj8UfYdV_F_xY9ujVNiauCFFxSnHluXZC35CN_aG2rd73VBP4EGqdKyVVbw06DZMbUhq82wyV_oFP4AEYUWfsA25dDmbLaw0Lx/s400/Imagen.jpg)
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Aqui te mando las fotos. Te mando dos para que veaís la progresión. Una de bébé y una del colegio. La del colegio soy la primera en la fila sentada, que lleva calcetines blancos y los brazos cruzados.
La foto de bébé es el en Alcazarquivir. Dejo una web por si alguien tiene curiosidad. En arrabe significa "La casa grande" creo. http://www.playasdetrafalgar.com/archivosmarruecos/alcazarquivir.htm
De aquel lugar no recuerdo nada, me fui con 2 años.
Luego Francia Mulhouse para ser más concretos. Alsacia, muy bonito aquello.
Desde 1962 hasta estos días, han pasado unos cuantos, ha llovido, ha nevado, ha hecho calor y frío. La caligrafía como bien dice Mariel ha cambiado. Nos han enseñado a escribir sin salirse de la ralla, poco a poco nos han ido encauzando y cuando ya estabamos en el tiesto, nos hemos salido por la tangente. Con 12 años bailabamos los Beatles con un magnétofono en el parque, nos iventabamos coreografías imposibles para disfrutar. Jugabamos al escondite y de vez en cuando caímos enamorados del profesor.
Entonces adolescente escribía pequeños versos que no quiero volver ni a reproducir. Leía a Rimbaud y a Baudelaire.
Después ni lo cuento, tantos años son muy largos. Volvía a la poesía de esta manera. Ya sé que el "albatros" no es de Rimbaud pero en mi memoria quedaron los poemas revueltos y así escribí esto.
La búsquedaEl albatros de Rimbaud
El caballo de Blanca Andreu
Una carta de Rilke
Una estatua de mármol
O los filamentos de un ágata:
Encontrar las palabras
para mi sortilegio.
Como dice Mariel envejecemos dejando detrás de nosotros personas que ya no existen, o porque han muerto o porque ya nos las volvemos a ver y dejarón su huella.
Asi este poema:
El último momentoTus manos huesudas y tus ojos vidriosos.
Me mirabas.
Despacio los minutos se comían tu sonrisa.
Cuajada la tibieza en la arruga
la atmósfera nos dejó los relojes
y el desconcierto.
Pero aqui estoy, con mi sonrisa y mi presencia de ave zancuda.
(HE dejado estos pequeños poemas para ilustrar mi entrada, si quieres meterlos) Eso es a tu elección.
Salkercillo con mucho cariño te lo mando.