Resulta curiosa la escasa capacidad del lector medio español para asimilar la hibridación de géneros literarios, las encrucijadas, pasos a nivel, paradas de postas, puentes que algunos escritores tienden entre discursos aparentemente alejados. En este país todo lo que no encaja en uno de los moldes preconcebidos (novela, poesía, ensayo) es inmediatamente puesto bajo sospecha por los celosos guardianes de la ortodoxia genérica. Estos furiosos inquisidores arremeten entonces con todas sus armas, recurriendo, si es preciso, a la invectiva, el argumento ad hominem o el insulto más visceral con tal de erosionar un tipo de escritura que no comprenden porque desborda sus fronteras exegéticas y los compartimentos estancos en que han cosificado -para tornarla inofensiva- una realidad cuyas aristas se resisten a la categorización. Quizá se debe a que en nuestra tradición el mestizaje genérico ha sido poco frecuente, y figuras como Valente, cuyo magisterio ha sido escaso, no han conseguido doblegar los prejuicos hacia textos que no se dejan encasillar. La lengua francesa ha sido más afortunada en este sentido: Michaux, Edmond Jabès, Francis Ponge, Philippe Jaccottet, entre otros muchos, volvieron porosas las fronteras entre géneros, creando, en ocasiones, un género propio que, a falta de una definción mejor, se declina con su propio nombre. ¿Acaso la escritura de Michaux no pertenece al género "Michaux"? ¿Es prosa, poesía, diario, filosofía?
Otro tanto ocurre con los libros de Chantal Maillard, en los que se percibe, precisamente, el remoto influjo del belga (como ella) Henri Michaux. ¿Cómo definir "Husos" o "Diarios indios"? ¿Diarios poéticos de indagación personal? ¿Filosofía de la introspección, aplicada al esclarecimiento de los contenidos mentales? ¿Prosa poética que da cuenta de un "modo-de-estar-en-el-mundo"? En cualquier caso, es una escritura irreductible a moldes previos, y por eso prefiero decir que pertenece al "género Maillard". Con una escritura que se asoma a los abismos del lenguaje, a la imposibilidad de decir, la autora transita entre sus "husos" mentales en un intento de reconocimiento y supervivencia. Un cuaderno de duelo que alcanza cumbres de una rara belleza y explora senderos y pliegues mentales y senti-mentales que otros escritores ni siquiera sospechan que existen.
He aquí una pequeña muestra:
"Toda revelación ha de merecerse. Merecer: no se trata de merced concedida ni tampoco de gracia divina. Merecer es haber hecho hueco.
El sufrimiento abre hueco. El sufrimiento es la voluntad del mí (voluntad-deseo) anegada. Por eso hace hueco. Libera el espacio donde la liberación adviene. Donde puede advenir, siempre. Siempre que haya desocupación. Abajo.
He comprendido el milagro. Vuelvo a la superficie. Ningún dios me ampara."
"Sobrevivir. A plazos. Plazos cortos. Plazos para sobrevivir. Vivir sobre.
Abajo, la aterradora, ineludible condición. Vivir
a condición de sobrevivir. Condiconada al sobre. Dentro, nada. Dentro, llora. Infinitamente.
En superficie, entonces, deslizarse. O ni siquiera eso: morar en el plazo. Morar. Demorarse. A pequeñas sacudidas, des-plazarse. De plazo en plazo. Levemente. Tercamente. Para sobrevivir."