
¿Qué es el mundo si se oscurece de este modo?
El espíritu puro en fragmentos, una canción hecha añicos
Tobruk ha caído. Sus defensores han peleado como leones. ¿Por qué lucho contra estos hombres? Les respeto, les admiro.
A medida que el tiempo me desgasta, más absurda me parece esta guerra, más absurdo me voy siendo. En el ahora, apenas me reconozco. Esta escritura cuyos pedazos ya no puedo unir.
Sintaxis: inclemenciaEl discernimiento perfecto (la otra orilla) requiere la más extrema delicadeza. Para ello: polvo en los pies, silencio en el cielo, temblor en esa fragilidad que a falta de un nombre más precavido llamaremos “alma”.
No es ociosa esta inquisición.
Me obstino en hallar una forma de concebir-me, un aprehender el no-yo que se me cuela como la arena del desierto bajo las gafas y obstruye cada poro, cada pensamiento. Inútil tentación, la del mundo, cuando se ha instalado el vacío entre lo presentido y lo sentido. No hay lugar a donde ir ni palabras para el trayecto:
aniquilado lo sublime, demolido el Rostro Enigmático, sólo la realidad de la guerra
es, sólo el desierto me prolonga.
Un solo deseo: la destrucción de la luz.
-arrasar, primero, la arquitectura metafórica del logos. Si es que es posible pensar(nos) sin metáfora, sin matriz, sin ruina.
[Nota al margen: no hay nada que separe lo suprasensible (
noeton) de lo sensible (
aistheton). Esa escisión fue producto de una contradicción lógica, tal vez de una mentira política. ¿Reconciliar ambos extremos? No. Sería urdir otra tram(p)a. Mejor abandonar la discusión: abolir, desmembrar. Esta noche me despertaron los chacales; rondaban a uno de nuestros caballos enfermos. Matar al caballo (¿la luz en él?) por compasión al animal. También para que coman los chacales. Por compasión a ellos.]
[Segunda nota al margen: ¿puedo suponerle una economía moral a un acto “trascendente”? No acto, quizá: sólo tacto. Y el tacto sólo se ofrece en su materialidad. ¿La piel del alma? Otra forma de decirnos. Lo más profundo que tenemos (si la profundidad no fuera, también, una impostura).]
Las líneas de suministros cada vez son más diluidas, más inalcanzables. El Afrika Korps es una sinfonía cuyas notas se estiran hasta rozar un silencio de roca viva. ¿Somos atonales? El desierto: lugar de las indefiniciones pautadas, el caos sometido a un ritmo. Me gustaría que fuéramos ratones, pero no: somos una serpiente desdibujada, hambrienta, contaminada de no-ser.Esto es un desastre:
en su estricta etimología, una lluvia de estrellas sobre el hombre. destrucción como músicaHe pensado en la rosa de Jericó como símbolo.
Una flor vagabunda en el desierto.
Hiberna en la arena durante décadas esperando su diminuta redención en forma de gota de agua.
La rosa de Jericó mira al cielo, al alto cielo infinito, con una rabia incontenible.
Es arrastrada por el viento, que la talla y la pule como si de una piedra se tratara.
Una planta sin raíces: ¿habrá mejor imagen para quien aspira a destruir su mente?
Íntima rosa nómada,
desmiémbrame
no me entregues al simulacro
no te alejes de mi convulsión.
(estas palabras no me llevan a ninguna parte
pero sé que al final se me ofrecerá la flor del Vacío)
Ha llegado el ascenso. Mariscal de campo. Preferiría que me enviaran otra división y él se guardara las condecoraciones para quienes aspiran a ser enterrados en mármol, al son de las ridículas fanfarrias militares. ¿Para qué negarlo? Ese hombre está loco: no sabe que no se puede hacer la guerra sin hombres, sin combustible, sin víveres, hostigados por la superioridad aérea aliada. Puedo asegurar que si nuestros Pánzer hubieran tenido combustible, ahora estaríamos haciendo turismo en El Cairo, cerca de las pirámides. No importa que los "tommies" nos doblen en número y sus unidades blindadas tripliquen las nuestras: son demasiado lentos. Piensan y se mueven lentamente. Creen que la guerra es vegetal, pero no: es profunda, vorazmente animal. Con combustible, el Afrika Korps defendería ahora el Canal de Suez.
Se ha apostado el destino de un pueblo en el frente del Este, y esa batalla no se puede ganar militarmente. Cuando el gran oso ruso despierte nos aplastará a todos y arrancará el enloquecido corazón de Alemania de un zarpazo. Y esto es más que una profecía autocumplida: es una tristeza que no puedo arrancarme, como el viento no acierta a borrar de mis facciones el leve temblor humano que aún las sostiene.procura que la realidad te pronuncie incorrectamente
sin corazón
límite - de qué
en diversos "estaba escrito"
aboliremos el concepto de Libro

Éste es el Reino de la Mosca
que apuntala el Temblor – arquitectura de la fe
no hay devastación más gozosa que la lengua muda
pero hemos venido al desierto a escribir en los cuerpos
a borrarles la letra con todos los adverbios
–la metralla hará el resto
pensamiento – arena – pensamiento
arena que piensa – cuando erosiona el rostro
arena –para descomponer –un mundo –
El rostro cae – dejamos de definir
arena – para desestructurar
es pobre en lenguaje nuestra casa
–impermanencia
soy asimétrico – mi discurso se extenúa
mientras – la tentación de un Afuera nombrable
El coronel Claus Von Staufenberg me ha contado cosas inquietantes. La podredumbre es aún mayor de lo que sospechaba. Una carcoma se instala en mi interior: me roe las palabras, la raíz que aún creo ser, a pesar de todo. “Quien quema libros, más tarde quemará hombres”, se ha dicho.¿Qué balbuceo podrá dar cuenta de esta atrocidad? Algo se mueve en la Wehrmacht: los conjurados cada vez son más, pero aún no ha llegado el momento.El mundo se ha ido: de lo extraño a lo extraño, no hay arcilla para modelar este acontecimiento
trazar el marco: no
arrasar: no
tan sólo: simplificar mi espectro

Recordé las palabras de Dogen: “Preguntad a los árboles y a las piedras, atravesad arrozales y aldeas, interrogad al pilar solitario, estudiad tejas y muros. En la más lejana antigüedad, Tentaishaku preguntó a un zorro salvaje, le mostró sus respetos y lo convirtió en su maestro”.
He encontrado al zorro en el desierto.
[Nota al margen: en el desierto no hay madre. No hay materia-memoria. La multiplicidad engendra la multiplicidad en una regresión infinita. No cabe la superstición del origen. No hay lugar para el Rostro primero. Tan sólo el viento cortante, abrasador, que nos conduce al pulso des-originario, a lo cíclico vital. Otros lo llaman el animal.
Vinculante: es notorio dos, tres veces.]
El encuentro en sí no puede contarse: misterios de Eleusis + demolición interior (¿la sombra y la llama?) + la tergiversación que opera, inevitablemente, una conciencia alerta + ¿ficción animista? + campo de incertidumbre (“la Brecha”)
(no se puede narrar el abismo)
el ojo, aún: a herirse.
donde raíz
desvertebra
el hambre
-donde se forma el vacío compasivoen la noche he visto un color verde. una tonalidad del verde.
creo que ese verde bastaría para aniquilar el azul, el alto cielo infinito, la Voz, lo pobre que el Absoluto es cuando se prueba a sí mismo
me gustaría, a herida, a palabras, traer del sueño ese verde mortal
Si sucumbiera, si abdicara, el centro, empezaría el reino del animal totémico. signo dónde decantado. el antes sin sabor. don de la pureza ilegible
¿qué fe marca el gesto en ara?

El zorro: ¿Una cosa espiritual transferida, deportada?
¿Cómo asombra el zorro al desierto?
¿Qué intraducibilidad deviene animal aquí?
¿Qué se (nos) desertiza?
El animal carece de mundo, está privado de mundo, se ha dicho.
Ahora puedo afirmar que esto es una falacia.
El zorro: algo que fluye, tan solo. Pura contingencia que ningún vocablo logra atrapar. Descomposición del tejido del mundo.
Lo animal me indica el camino tenue. Algo se va borrando. Me va borrando. El aliento, tal vez.
Apartarse, entonces. apartarse
Sin centro, el mundo cede.
(Para respirar un poco, ¿acaso la ex-centricidad no es de rigor?)
Cuando el sol cae y observo el horizonte, acaricio la idea de morir aquí y que el lento sol ardiente calcine mis huesos. Una muerte anónima y despiadada. A fin de cuentas, no hay gran Ojo que nos observe: lo hemos arrancado de los libros sagrados. Ahora el desasosiego se escribe en la arena. Con lengua muda.
Dentro, algo insiste en vivir aún, algo vive.
Es extraña esta ternura
Erwin Johannes Rommel,
Diario secreto (trad. Stalker)