Si la muerte viene y pregunta por mí haga el favor de decirle que vuelva mañana que todavía no he cancelado mis deudas ni he terminado un poema ni me he despedido de nadie ni he ordenado mi ropa para el viaje ni he llevado a su destino el encargo ajeno ni he echado llave en mis gavetas ni he dicho lo que debía decir a los amigos ni he sentido el olor de la rosa que no ha nacido ni he desenterrado mis raíces ni he escrito una carta pendiente que si siquiera me he lavado las manos ni he conocido un hijo ni he emprendido caminatas en países desconocidos ni conozco los siete velos del mar ni la canción del marino. Si la muerte viniera diga por favor que estoy entendido y que me haga una espera que no he dado a mi novia ni un beso de despedida que no he repartido mi mano con las de mi familia ni he desempolvado los libros ni he silbado la canción preferida ni me he reconciliado con los enemigos; dígale que no he probado el suicidio ni he visto libre a mi gente dígale si viene que vuelva mañana que no es que la tema pero si siquiera he empezado a andar el camino.
En música, siempre me ha fascinado la brevedad. Resolver un discurso musical coherente y perfectamente vertebrado en menos de dos minutos, transmitiendo, además, el contenido de una letra, me parece prodigioso. J.J. Cale y Barbara son autores que apuestan por lo mínimo. Rara vez rebasan la frontera de los tres minutos y medio y suelen quedar muy por debajo. Despojan la melodía de toda ornamentación superficial y la ofrecen en toda desnudez. Barbara tiene una canción de apenas 50'', pero problemas técnicos me han impedido subirla.
Os animo a compartir canciones que estén por debajo de ese umbral. Música que se acerca al junco, a la pincelada ínfima y al ínfimo gesto. Música que nos vuelve mínimos, también, en un mundo donde todo parece explayarse y tender al exceso, la excrecencia o lo barroco...
El fondo inabarcable, angustioso. El imán en su ser preciso; despojo, párpado frío: “Hoy mi reino es aquella tierra de nadie”.
Como las estaciones, los órdenes pintados. El hilo y su ramaje, al fin. Poco después de la revelación de invierno y en lo figurable: lo cristalino.
Orden, también, poético: “La vida se escribe con la savia de los árboles”. “La muerte se lee en su hojas amarillentas”.
Y hay otro orden sin morada, moral, no escrito, sólo cantable, Que no es cosa de muerte o vida:
Pintan varios en ti, pero el dolor es uno. La relativa quietud, el destino, la percepción: El ramaje (Gevurah), contemplando como semilla (Malkut).
Hasta dar con la cantidad estricta, apagada, para alabar la violenta huella de un pensamiento para siempre ido: quedarse, sin hojarasca de esperanza alguna:
“Quisiera pintar algo que venga de las cosas, igual que viene el vino de las uvas”.
El pensamiento vegetal regresa, se hace ejercicio, línea comunicante. ¿Con qué? ¿Con quién? Con la savia. Con la memoria de raíz.
Y ahora sí, el poema Escribir recitado íntegro, aquí
Esta entrada es un complemento a una entrada anterior. Goear vuelve a funcionar y me ha permitido subir los poemas que antes no pudieron escucharse.
Como complemento, una reflexión meta o intrapoética de la misma autora, en formato vídeo. Se trata de una conferencia titulada "La creación poética" impartida en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona dentro del ciclo "La condición humana", del año pasado: en ella desfilan Nietzsche, Beckett, Derrida, el poeta Adonis, y, sobre todo, una deliciosa zoología poética formada por un erizo, un cangrejo ermitaño y un caracol, metáforas animales que dan cuenta del ser-poema o del hacerse poema. Podéis verlo aquí (la presentación es en catalán y la conferencia en castellano)
Los cuadros son de Zobel y me gustan especialmente. Creo, además, que casan bien con la escritura de Maillard: oblicua, a trazos, modulada a partir de "emergencias-resurgencias", sacudidas, elipsis.
La piedra se lamenta atormentada en su aspecto y forma por la pérdida sobre pérdida bien afilados como la sensación de algunos días en el mismo centro de cada palabra, los como-si de ayer ocurrieron; mente y cuerpo concentran
historia-
la confusión de siglos que se sucede mientras la palabra riza el pelo achata narices engorda labios diseña mandíbulas prognatas encoge el cerebro para liberar la promesa en la fealdad
la ausencia en la imagen.
II
aquellos que habitarían el más allá de la palidez donde el sacrilegio del cero disputa la matemática del corazón, erigen santuarios de piedra en el común de nosotros
-anatema-
toca lengua con lengua libera aquello que está extrañamente atrapado entre lengua y mejilla y labio
III
aquel lugar de otra lengua madre
roza con su lengua lame
la nada la prisión de estas lenguas emparedadas -habla
esta/ jódete puta -hija de puta - este/ santo-blanco-padre-que-estás-en-los-cielos esta/ ¡ay, ay! lengua
que envuelve exprime la mente una y otra vez
IV
esta lengua que se arraiga profundamente de un tirón empujando rasgando la raíz de cuajo que yo cortaría en trocitos una serpiente de cada uno crece una cabeza (Gorgona - para converir mi lengua en piedra) una cola y atormentar la ausencia que se lamenta /atormentada en su aspecto y forma...
V
Oh, pero ¿debo? Yo las domaré -
a estas serpientes las alimentaré con leche de pechos negros (las acariciaré mientras maman) para acallar las lenguas de seda deslizante biperinas -de plata y hechas trizas- las palabras cabalgan de nuevo a través de noches de yegua.
déjame - Yo me estiraré con ellas las encamaré con silencio a estas serpientes las haré sabias con lo malvado de las palabras para engendrar una y otra vez
en su crianza -una camada nueva -una raza -una raza guerrera de las palabras
-un huevo en el nido que espera romper el momento en la espera
VI
habré yo de golpearme bajo la lengua y patearlas -estas palabras sostenerlas en el aire arriba una en cada mano inofensivas la palabra que reclama y mutila que reivindica de nuevo o
en la boca de mi madre utilizaré yo la lengua del padre cohabitando extrañamente en la madre palabras incestuosas para vengar el yo
Los dos primeros movimientos del cuarteto de cuerda nº 8 de Shostakovich demuestran por qué el compositor no mentía al afimar que al componer estaba cavando tumbas para sus amigos muertos.
Tumbas de música.
Furiosa e insumisa música que en el segundo movimiento invalida o corrige el planteamiento elegíaco con que el autor nos ha seducido previamente.
La melodía popular, insertada en plena catarsis, no atenúa el dolor. Es vinagre en la herida, repentino escozor que irradia en crescendo, fruto que estalla y disemina su íntima convulsión de vida.
Quizá las brasas no queman tras cruzar ese umbral.
"maillard mueve palabras de manera magistral. maillard conmueve palabras, las organiza añadiendo un detonador silencioso que te abre algo –¿dentro?– en el instante que las lees-comprendes. maillard pone en su sitio palabras, arrastrándolas como movemos un mueble por el piso, te raya el suelo para provocar finalmente una mayor comodidad basada en desnudar de piezas superfluas nuestra habitación interior-de-lector/a. leer a maillard te cambia. leer a maillard puede cambiarte si eres capaz de detonar-te como persona que lee y comprende. que tus pedacitos al caer se recompongan de otra forma, propone un nuevo orden que en última instancia deberá ser el/la lector/a quien determine su uso. hilos-de-maillard –voy por la página 43–, no voy a olvidarlo. ya soy otro. gracias. no necesariamente duele".
Òscar Solsona
Escribir (fragmento)
escribir como quien des-espera para cauterizar para tomarle las medidas al miedo para conjurar para morder de nuevo el anzuelo de la vida para no claudicar
escribir para apuntar al blanco
escribir con palabras pequeñas palabras cotidianas palabras muy concretas palabrasojo palabras animales palabrasbocadegato ásperas por dentro y por fuera suaves como "tal vez" palabraslatigazo como "demasiado" y "tarde"
escribir
para no mentir para dejar de mentir con palabras abstractas para poder decir tan sólo lo que cuenta
decir que a las once de la noche de hoy mientras la luz calienta el lado izquierdo de mi almohada y la sábana verde se desdobla en el espejo del armario estoy en mí en el lugar en que acostumbro a encontrarme en este aquí hecho de extraña duración en lo mismo repitiéndome la carne dolorida los huesos lastimados los nervios, la piel tirante, amoratada el pelo encanecido el grito sólo postergado y hoy a las once de la noche de hoy mientras la luz calienta el lado izquierdo de mi almohada
muere un niño o dos o no sé cuántos mueren y una anciana dice sus últimas palabras o no las dice y muere y es otra la que habla pero no habla, dice apenas dice y muere sin decir apenas nada y algo se me atraganta tal vez un alarido largo como las once horas de esta noche o tal vez la conciencia que duerme encendida como una lumbre la conciencia de todos los que mueren como una fogata un espantoso incendio que prende en las ventanas de la ciudad y en el mar no se apaga una conciencia absurda una antorchahorizonte la conciencia de todos los que saben que se están acabando en sus huesos de antorcha hoy, mañana, siempre
escribir todas las muertes son mi muerte mi grito es el de todos y no hay consentimiento escribir
¿para consentir? ¡escribir para rebelarse! no hay lugar para plegarias no hay lugar para el sosiego el ajuste de las almas se hace en rebeldía
[…] escribir
para des-esperar por todos los que están por todos los que fueron los desaparecidos escribir para cuidar sus des
apariciones para alimentarlas para que no se enturbien no tan pronto no tan siempre pronto
La "lógica borrosa" (fuzzy logic) de Zadeh (1975) es un método de formalización del razonamiento impreciso que opera sobre conceptos imprecisos, predicados inexactos y términos de funcionalidad veritativa. Su construcción se basa en el convencimiento de que pensar en términos borrosos es una forma característica de la percepción humana. Sin embargo
"Anhelo un corazón más sabio que el mío para descansar en él. El corazón de una anciana, un corazón acumulado y dispuesto a la acogida. Poder hablar; poder decir en palabras sencillas la congoja, la necesidad, la pena. Poder decir para calmar, para acallar. Soltar las lágrimas en el enorme pozo humano, el gran regazo. Poder decir, para que parezca tan común, ese dolor, que pueda mirarlo como si no fuese mío y llorar entonces por la historia de todos".
"En un principio fue el Hambre. Y el Hambre creó a los seres para poder saciarse. Y el Hambre era la muerte, para los seres. Inventaron remedios, buscaron curarse, pero el Hambre dijo odiaos y luchad unos contra otros, para poder saciarse. Y el Hambre introdujo el hambre en los seres, y los seres se mataban entre sí, por causa del hambre. Y el hambre era la muerte, para los seres.
En materia espiritual, atender al balbuceo, como mucho. Sobre todo, atender al silencio, ese silencio: la callada inocencia recobrada, el no saber cargado de compasión por los seres que viven con su hambre".
“No sé qué color tiene lo irremediable; sé que comienza allí donde tiembla un niño pequeño.”
"Dos sentimientos, la conmiseración y la compasión, próximos entre sí pero que difieren en su punto de partida. La conmiseración proviene del padecimiento del mí. Un padecer propio que se hace extensivo al ajeno. Difiere de la compasión en que ésta no acude al mí, sino que adviene en el alma libre –alma libre: con palabras lastradas hablo; trataré de explicarme mejor desde otros parámetros. El compasivo siente el dolor del otro sin sentirse afectado en el mí. En eso consiste su libertad. Permanece en calma. Su dolor es universal. […] La diferencia entre la compasión experimentada en la vida real y la que experimenta un espectador ante una representación es que la primera, por supuesto, no es placentera, aunque comparta con la del espectador la universalidad del sentimiento. La conmiseración es rebeldía, la compasión… Basta. Dejemos espacio para la duda. Aun en los márgenes, la contundencia hiere".
"Volver a las palabras. Creer en ellas. Poco. Sólo un poco. Lo bastante como para salir a flote y coger aire y así poder aguantar, luego, en el fondo.
Volver a las palabras. Con voluntad de sentido. Boqueando. Pez en la orilla común de los creyentes.
Volver. Decir superficie. Escribirla".
"Las heridas nunca acaban en sí mismas. Se llaman unas a otras. Como gargantas. Grandes gargantas que se suceden ululando. Cuidado al acercarse. Cuidado al escucharlas. Las proximidades de una herida son siempre pantanosas, huelen a cieno y su sonido es húmedo y gelatinoso. Contagian el mal del deseo, el mal de querer ser más que el destino, el mal de querer, de querer siempre lo que quiero por encima de todo querer ajeno. Una herida es la guerra".
"Jehová: uno de los dioses que ocupan la parte superior izquierda del mandala tántrico. El error: confundir uno de los devas (dioses) con el Absoluto. El dios de los judíos: un deva vengativo en guerra contra los asuras (demonios). Un dios que necesita la ayuda de los hombres: ellos son su alimento. Al rezarle le dan su fuerza, le entregan su energía. Los dioses se alimentan de las preces de sus "fieles". Cuanto mayor sea su número: su "rebaño", más fuertes se hacen ellos, más poderosos. El error del hebraísmo: hacer de uno (de los dioses) el Uno. El error de Cristo: asumir el hebraísmo. El error de muchos cristianos: confundir a Jehová con el Dios de Cristo o, incluso, con la síntesis última del racionalismo".
“En Bangalore, me inicié en la dureza de la compasión y comprendí que este sentimiento nace más de la fiereza que del dulce y decadente apiadarse de la burguesía cristiana, pues, lejos de ser una modalidad del enternecimiento, arranca de la advertencia del dolor ineludible y del mal de existir”.
“Volver a la inocencia. Antes del primer error”
“Arriba, tras la frente, ahí donde la mente engarza pensamientos, ahí donde tan a menudo construimos nuestra casa, arriba las ideas brotan, incesantes. Más abajo, en los poros, el mundo. El canto de un pájaro, el silencio cuyo cuerpo es un rayo de sol. Allí, bajo el flujo de los pensamientos, la vida. Bajo el proceso, lo simultáneo; bajo la línea, la materia; bajo el texto, la totalidad de lo sólido. Más abajo, el fuego. Del fuego ahora no hablaré, pues está bien que esté contenido, sin dolor, adormecido por un tiempo con fines terapéuticos. Más abajo aún, el vacío. El observador se sitúa en el límite, en el espacio intermedio entre el vacío y la existencia. En la superficie, el texto, el mundo y el fuego. Abajo, el vacío. El mundo se construye en superficie. El observador, en la línea de base, que no es línea, sino un espacio imperceptible, un no-lugar, una suspensión. Todo lo que hay se construye. Los personajes deambulan. Abajo -¿llamaremos "verdad" a aquellas profundidades?- no hay personajes, no hay nadie. Y, sin embargo, sé que ahí es a donde pertenezco con mucha más razón, con mucha más fuerza. Pero legítimamente: según ley, el peso y la medida me otorgan un lugar en superficie, un lugar y un tiempo: mi medida, el lugar; mi peso, el tiempo. Soy, en superficie, según lo determina la ley de la Posibilidad. Y voy tejiendo. Fuera del abismo todos vamos tejiendo, y el "todos" es la primera gran hebra, la más consistente. "Todos" son los muchos que en el vacío del abismo eran uno y lo mismo. Todos es la primera diferencia que proclama la posibilidad del tejido. Tejer es la ley. En el límite, la conciencia se subordina. He dejado de ser una y empiezo a conocer. En superficie, los tres ámbitos: fuego, materia -compacta y sonora-, y mente. Abajo: vacío. Yo vengo del vacío para poblar la superficie. No hay otra realidad que ésta; la manera de moverse en ella es el deslizamiento. Cualquier otro movimiento desrealiza”.
"Por la mañana, ejercitarse en el cinismo; por la tarde, en la compasión. A veces, invertir el orden".
"Soy un animal enloquecido que danza sobre el fuego de su propio nacimiento".
"De entre todas las verdades elijo una sola: la caricia del sol en el tronco de mi alma calcinada".
"Solamente el animal humano es capaz de infligir dolor por placer. Y esto, precisamente, por aquello que en él no es animal: la capacidad de tomar conciencia de la diferencia, de establecer una distancia entre uno y el otro. Tal vez esa distancia sea lo que pretende poner a prueba y reafirmar cuando tortura. La pérdida de la animalidad conlleva la pérdida del sentimiento de pertenencia a la especie y la conciencia de la diferencia. El otro es radicalmente otro para mí, y yo sé que es otro. Independientemente de que pertenezca a la misma especie. Ese saber que el otro es otro es lo que permite infligir el daño. El sentido de culpa es el restablecimiento del equilibrio en nombre de la comunidad. Hemos perdido el Cielo, como dirían los antiguos chinos. La armonía, el equilibrio que las especies del reino animal nunca han perdido. Lo que importa, en tales condiciones, es aprender a pensar correctamente, esto es, en el sentido de la compasión, del compadecimiento o, como se dice ahora, de la solidaridad».
"Descargada. No de un peso, no, de fuerza, de poder. Sin poder. No puedo. Desposeída de fuerza, no puedo poder. Deshabitada: sin hábito del dentro.
Necesidad de templo. Des-templada. Fiebre de ausencia en los dedos que crujen, rígidos. Ausencia en los huesos. Me florecen angustias en los dedos.
Entono un canto. Ocho notas. Entro en el tono de la angustia. Caverna, resonancia devuelta a su nota. Asolada reflexión de la materia en su germen. Sin cauce. No llega. No hay llegar. El mí quiere salirse. No, yo quiero salir del mí. Pero el cansancio. Me re-pliego. Repliegue en el mí. El menor esfuerzo: el pliegue ya trazado.
Sin embargo la fuerza, la fuerza del dentro. La que se agita y mengua, concentrada en sí misma, caverna del sí mismo que se ahoga en su esfuerzo por ser algo más que una y misma.
Despoblada. Enferma de des-población. Deshabitada del pueblo que fuimos, al unísono, sonido unificado, fuerza de los muchos. Desasida, desasistida de pueblo. Despoblada".
"Ocupada por el gozo como por un intruso. Dentro, muy dentro, contra el otro dentro que insiste en el terror y la angustia o en la justicia de la condena. Contradiciendo la conciencia que se empeña en rebelarse. Contradiciendo la lucidez de la razón que a la razón obliga. Inconfesable gozo que despunta y dice recuerda los primeros albores de la dicha, antes, en la inocencia.
Contradiciendo la voz que inculpa y hace recuento de los méritos. Contradiciendo el no que estalla como fruta demasiado madura. A pesar del anatema, de la blasfemia, penetrándola, sosteniéndola, sumándose a ella desde abajo, sin acallarla.
Liviano como los pájaros, mineral como las piedras, bajo el flujo de las palabras que reniegan, sobrellevándolas como la corriente de un río a las barcas y a los remos que la hienden, así el gozo, bendiciendo a quien de él se defiende, así
“Me apenan aquellos que no conocen el mal de vivir. Les falta algo esencial para comprender el mundo. Creo que hay que atravesar desiertos emocionales y existenciales y que quienes no lo han hecho son débiles. Sólo conocemos la alegría de vivir cuando hemos sentido en nuestras carnes el mal de vivir.”
“Hay que batirse siempre, lealmente, noblemente. Vivimos en un mundo en el que es imposible vivir sin avergonzarse.”
“Una canción son tres notas; no, dos notas; no, una sola nota basta, si es la más pura de todas.”
“Querido, dame una nota que suene como cuando un pájaro roza con su ala el sombrero de una chica a punto de beber una taza de té.”
“No me gusta grabar las canciones antes de cantarlas en escena: para mí, la verdadera ofrenda es llegar al público con esa virginidad.”
“He cantado con un tobillo roto, con un dedo abierto. Cuando se canta, no se siente el dolor. Un día, me sangraba la mano por un corte. Entré en escena, la sangre dejó de correr y volvió a manar en cuanto acabó el concierto.”
“El mundo siempre ha tenido sus violencias, sus dolores, sus desgarros, pero nunca he sentido a la gente tan vulnerable y perdida como en la actualidad (1993). El mundo que nos rodea es asfixiante.”
“La vida es temible. Hay que rebelarse siempre contra la injusticia. No me comprometo con las grandes causas. No, mi justicia está aquí, más cerca, junto a mi puerta. Soy consciente de que al lado hay un hombre, una mujer o un niño que sufren, no hay que buscar lejos. A veces nos llenamos la boca con grandes causas, y el hombre que tenemos al lado revienta sin que nos dignemos a mirarlo. Percibo la desesperación como una temperatura, como el color del sufrimiento.”
“Lo que más me encoleriza es la desigualdad. El tipo ahí, tirado en la calle, y yo en la otra acera viviendo mi vida de burguesa… y sin saber qué hacer para que esto cambie.”
“Le Pen quiere echar a los árabes, a los judíos, a los homosexuales… ¡Todo el mundo fuera! ¡Se va a quedar solo! Es demencial… Esos fascistas son payasos peligrosos y zafios. Tanto odio lo engendra quizá la falta de respuestas, la insatisfacción ante el mundo.”
“Estos últimos años he tocado mucho en las prisiones. Sin músicos, sólo un piano de pared. Siete u ocho canciones, y luego hablo con los presos. Algunos me ofrecen flores, dibujos y poemas… ¡y hasta droga! Una experiencia única.”
“En los hospitales he visto a enfermos de sida, solitarios, que temían avisar a sus familias. He visto a padres descubrir a un tiempo la homosexualidad y el sida de sus hijos, y aceptarlo mal. He visto a hombres y mujeres morir encolerizados. He visto a jóvenes culpabilizados por esa enfermedad del siglo, convencidos de que era un castigo divino. Los he visto partir sin una queja, con una gran dignidad, acompañados por enfermeras admirables. Los he visto partir y no podré olvidarlos jamás.”
“Creo que estamos más atentos a los demás, a sus sufrimientos, cuando vivimos apartados y no junto a ellos. Mi aparente soledad está poblada de gente a la que escucho, por teléfono, por fax, por carta… son voces que habitan mi silencio.”
“En una grabación, privilegio la emoción sobre la técnica. Busco la nota que dice lo esencial en lugar de esa multiplicidad de notas decorativas, que en mi opinión son una cháchara inútil o una manera de protegerse. La música cobra su verdadero sentido en la desnudez, en el despojamiento.”
“No hago nada extraordinario al permanecer al margen de los medios. Tan sólo procuro salvaguardar mi libertad de pensar y actuar. De todos modos, ¿para qué tantas entrevistas? He contado mi vida en mis canciones. Al margen de ellas, mi vida no tiene ningún interés. ¿Queréis construir un personaje oscuro y melancólico? Es cierto que soy alta, morena y visto de negro, pero no hay nada de especial en ello. No veo dónde está mi misterio. Sabed de una vez por todas que no vivo desesperada de la mañana a la noche, como pretenden algunos: soy muy alegre, bastante tímida, y en casa juego con los perros y gatos y hago ganchillo.”
Levantes la piedra que levantes - despojas a quienes precisan el amparo de las piedras: desnudos renuevan ahora el enredo.
Tumbes el árbol que tumbes - construyes el lecho en donde las almas una vez más se estancan como si no vibrara también este eón.
Digas la palabra que digas - agradeces el deterioro.
Paul Celan (De umbral en umbral, trad. Jesús Munárriz)
Me gusta mucho Celan, y este poema más de lo que puedo confesar. Es una de esas cosas que provocan un pequeño seísmo ahí, entre el esternón y las tripas. Casi todos los poemas que pongo aquí me provocan visceralidades análogas, convenientemente ecualizadas por la función intelectiva que reduce a un denominador común: la abstracción. Este poema, sin embargo, es tan nítidamente concreto, tan dolorosamente concreto como una astilla bajo la uña. La fragilidad, una vez más. Pese a sus radicales experimentos lingüísticos, siempre he visto a Celan como un hombre profundamente compasivo. Rasgo que me conmueve cuando lo percibo en la piel del otro y que está presente, a veces de manera avasalladora, sin diques, en todo el arte y poesía que más inquieta mis cimientos. La redundancia y la perífrasis: señales de combustión del animal humano.
El alemán de Celan es maravilloso, la edición bilingüe permite leer sus versos en voz alta, una experiencia de veras deliciosa antes de "bajar", inevitablemente, a la traducción; en el caso de Celan es imposible "subir" a la traducción. Uno "baja" a la traducción, a veces como un depredador alado, sabiendo que la presa aguarda, implorante, el escalpelo, la garra, el ansia por la carne temerosa. De la conjunción de ese vuelo en picado y la convulsión de la presa-verso nace la grieta.
Algo mucho más profundo de lo que mi burda metáfora acierta a sugerir.