No creo que nunca sepamos qué es el universo. Su escala es inmensa, no podemos ver, ni adivinar su verdadera forma y dimensión, cosa que por otra parte no nos serviría de mucho. Que el hombre entienda qué es el universo es como pedirle a un glóbulo blanco que comprenda qué es un cuerpo humano. Creo que excede nuestra comprensión: sólo podemos aspirar a formular algunas torpes reglas relativas a la formación de los astros, la gravedad... Las incompatabilidades entre la teoría de la relatividad (macrocosmos) y la física cuántica (microcosmos) señalan que una de las dos es falsa, que nuestra visión del cosmos es fundamentalmente ortopédica o errónea.
algunas hipótesis:
éste es sólo uno de muchos universos que fluyen arrastrados, como pompas de jabón, en la marea del tiempo
el universo tiene la forma de un ser gigantesco (Swedenborg)
el universo es un animal inconmensurable que sueña, y nosotros somos su sueño (mi hipótesis favorita)
cada galaxia es una estructura atómica o celular de un cuerpo mayor (en el universo observable las galaxias se agrupan en cúmulos y supercúmulos que a su vez se agrupan en filamentos y conjuntos, es decir, trazan figuras cuyo sentido no acertamos a comprender)
en todo caso, siempre me ha fascinado el lugar en el que estamos. Su vastedad, su extrañeza, la increíble variedad de formas de vida, tan ajenas sin duda a todo cuanto podemos imaginar, que sin duda alberga (Giordano Bruno: "Pensar que estamos sólo en el universo es tan absurdo como creer que en un vasto campo sembrado de trigo sólo va a germinar una espiga"). Ese desasosiego y ese vértigo quizá son vestigios calcinados, huellas de romanticismo que aún perviven en esta fragilidad que compartimos, pero cómo no asombrarse ante el abismo pavoroso...
Y luego, la conciencia, ese otro vértigo...
Todo esto son trivialidades, claro, pero el universo lo hace a uno intensamente trivial; tal vez eso sea, también, la infancia.
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leo en Babelia un artículo sobre la actriz Hedy Lamarr:
"Aunque ella, que era judía, lo odió con todas sus fuerzas, siempre recordó que Hitler fue el hombre que con mayor delicadeza le besó la punta de los dedos."
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escrito por Stalker, ayer, en La Antorcha de Kraus:
"Quizá el principio antrópico nos hace ser fatalmente tolemaicos en la ética de las designaciones, en nuestra compulsión a nombrar el mundo de acuerdo a nuestros parámetros estrechos, que operan y se formalizan siempre de acuerdo a una lógica binaria: lo humano es bueno; lo animal, lo bestial, lo "bruto" es malo, salvaje... Parece imposible escapar a esa universalización de la doxa, tan introyectada ya desde los primeros años por el sistema educativo.
Subvertir la mirada me parece la única forma de superar esas oposiciones absurdas y contemplarnos como lo que realmente somos: un animal depredador atento sólo a su satisfacción inmediata (y la de su rebaño-tribu) y cuyas expectativas sólo puede proyectar a corto plazo (le importa poco el futuro de las generaciones venideras con tal de saciar su presente)
trabajar, entonces, para deshumanizarnos. Porque es lo humano lo que nos hace ser como somos. Acercarnos al animal, al bruto, que al menos no destruye el frágil equilibrio del mundo
dejar de hablar, de embadurnar el mundo con palabras hueras, otras tantas trampas a la altura de nuestra sed, de nuestra perplejidad y miseria
vivir más sencillamente, con pocas palabras, todo el tiempo y el alto cielo sobre nuestras cabezas (un cielo real, no la abstracción que nombramos como Cielo)
mientras tanto, asumir la escisión de la conciencia, el desgarro, la orfandad, como condición ineludible
es imperativo un salto, existencial, vital, "ontológico". Más allá de las prefabricadas estructuras mentales de lo humano.
Si es que queremos que haya mundo
un abrazo fuerte"
(Gracias, Fackel, por tus debates)
Matizaría que la tristeza por lo humano tiene que ver con nuestros movimientos colectivos. Siempre lo he dicho: uno a uno, los seres humanos se "salvan", incluso al peor de los hombres podemos encontrarle algo bueno. Como colectivo, como cultura, como civilización, somos de una ceguera pasmosa: estamos transformando un mundo, el único que tenemos, en un erial donde no será posible vivir. Y junto al ecosistema y la deforestación, el imperdonable genocidio de los animales para nuestro ¿progreso?
Mientras no aprendamos la felicidad de la renuncia, y lo que significa, por ejemplo, el poder político de caminar (en detrimento del transporte contaminante), tal como pedía Ivan Illich, el ser humano seguirá devastando el único mundo que habita y generando un sufrimiento intolerable que se volverá, que se está volviendo ya, contra quien lo provoca.
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hoy un perro me ha sonreído
su sonrisa me ha vaciado
libre de lastre, al fin, libre de juicio, he encontrado morada
en los ojos de un perro