Montes Zagros (Irán)
Amihan Chandra, Kaylani. Poeta y Caminante malayo-filipina, portadora de la Voz, nacida en Kuala Lumpur en 2035 y fallecida en los montes Zagros (Irán) en 2112. Poco después de nacer, sus padres se trasladan a una aldea en las estribaciones del volcán Apo, en la isla de Mindanao (Filipinas), donde Kaylani pasa su infancia. La cercanía del volcán la fascinará y marcará su vida para siempre. "El volcán, el cielo, las líneas geodésicas, me demostraron que el mundo era un lugar que se podía leer y cantar, que había estratos geológico-emocionales en la corteza terrestre, y que por ellos fluía una lenta y armoniosa corriente de vida que puede despertarse y encauzarse con la Voz, ese vínculo ancestral, matérico-psíquico, iniciático, chamánico, ritual, entusiasta, que nos revela las infinitas posibilidades de otra forma de amar y estar en el mundo...", declara en la única entrevista que concederá, en sus últimos años.
Ya en la adolescencia muestra su desconfianza hacia el lenguaje, el pensamiento abstracto y en general a todo lo intelectual, por lo que decide no estudiar y dedicarse a tareas agrícolas, a la atenta observación de las constelaciones y los flujos migratorios. Secretamente intuye que los mapas del cielo son un reflejo de los vasos sanguíneos energéticos de la Tierra, que ambos se equilibran, se continúan, se contrapesan. Secretamente sabe que su destino será un largo camino tejido con canciones. Entra en contacto con la antigua poesía oral filipina: memoriza miles de versos que recrea y enriquece con su propia experiencia. Se acerca a los cuentos ancestrales y acaricia los mitos fundacionales de las islas y su conexión con otros archipiélagos. Muy joven aprende a pilotar avionetas, hidroaviones y helicópteros: quiere acercarse al cielo, conocer sus suaves materias.
En la Tercera Guerra Mundial sirve como piloto de combate en la Fuerza Aérea del Frente Unido Oriental y tras una destacada actuación en los diversos escenarios del Pacífico sur (condecorada por la almirante Hikari) es derribada y dada por desaparecida en la Batalla de Micronesia. Pasa veintocho días a la deriva en la lancha de salvamento con la única compañía de una novela de Paul Auster que alguien ha deslizado misteriosamente en la mochila de supervivencia. La lee varias veces. La juzga profundamente falsa y superficial. Para distraerse, juega a realizar permutaciones con las diversas palabras y compone poemas sinfónicos mentales que hace y deshace al ritmo de las olas. Por último, desgarra las páginas y las engulle, transformadas en bolas diminutas, para saciar el hambre. En el vigesimoquinto día a la deriva en el Pacífico sufre alucinaciones. Experimenta lo que, a falta de otra expresión mejor, definirá como experiencia mística (aunque desconfiará de esa palabra, como de tantas otras). Siente el vértigo de la existencia, la interconexión de toda vida, su generación condicionada, los pliegues del azar, la conjunción del Cielo y el mar, los infinitos meandros del corazón, la intimidad de la lengua y el mundo, las olvidadas alianzas de la sístole y la diástole, el impulso deseante y musical, la visión de arrecifes de coral, el tacto intensamente sonoro del existir, el fondo sin fondo de la locura, el tránsito de los equinoccios, los estratos basálticos del pensamiento y la emoción. Siente miedo. Siente una inconsolable ternura. En la geometría abisal de sí misma descubre las raíces de la Voz.
Después de la guerra, decide hacerse Caminante. El resto de su vida consistirá en una constante errancia por todo el mundo, en busca de las líneas de fuerza de la corriente vital subterránea que ella auscultará y encauzará por medio de la Voz. La Voz es un íntimo vínculo psíquico que el Caminante fragua con esa constelación de energías telúricas que recorren los diversos estratos de la corteza terrestre. Kaylani localiza los cristales-punto, nudos geodésicos donde la fuerza vital se concentra, y en cada uno de ellos deposita un verso mediante la Voz. "La sucesiva adición de versos sigue la alineación de los cristales-punto y configura una topografía energética, vital y emocional de la propia Kaylani Amihan en su devenir-mundo, y del mundo en su devenir-Kaylani, pues no hay que olvidar que las fuerzas vitales así encauzadas, preservadas y "pastoreadas" adoptan la forma de la intimidad de la lengua de esta poeta singular, el sabor de su morada interior, los trazos de la canción que ella despierta y proyecta", escribe Hanh Song Park en su ensayo Tocando la piel del mundo.
La idea central de Amihan es que la civilización humana, con su energía psíquica corrompida, con su degradado espíritu colectivo, ha alterado las líneas vivas de la Tierra, y que esos flujos descarriados provocan remolinos, estrangulamientos subterráneos, pozas estancadas e insalubres que afloran telúricamente e imantan la existencia de la biosfera proyectando en ella extraordinarios desequilibrios y perturbaciones. Su idea es reescribir el mundo (y escribirse a sí misma en él) para que éste recupere su sabor y su saber y que esas corrientes regresen a su cauce y su intimidad, su sideración armónica, su vibración cordial. A lo largo de las décadas, Kaylani recorre todos los continentes. Extenúa infinitas cordilleras, se interna en grutas ignotas, roza el cielo en los picos más altos. Sus amigos filipinos y malayos le envían dinero para subsistir. Cuando el dinero no llega, pide limosna o realiza pequeños trabajos esporádicos. En Burkina Faso descubre que la Voz puede curar: introduciendo psíquicamente el verso correcto en el corazón del enfermo, éste vence su mal. En Colombia descubre que la Voz también puede destruir: con un verso derriba un muro de un almacén incendiado y salva la vida a unos obreros metalúrgicos. En Armenia y Siberia perfecciona las capacidades de la Voz, que según sus biógrafos le permite alterar algunas leyes físicas y despertar los siddhis, poderes sobrenaturales descritos en los Yogasutras de Patañjali.
Kaylani Amihan es una poeta plenamente ágrafa. Compone mentalmente su poema telúrico-sinfónico y no condesciende a rebajarlo a la letra escrita. Ella escribe en las sensaciones, en el aire vivo, en el palimpsesto abierto e inagotable de su conciencia sensorial y emocional. En 2102, consciente de que sus fuerzas menguan, recoge a una huérfana mogola de nombre Enkhtuya Nergüi y la adiestra en el arte de la localización de los cristales-punto. En 2107 le transmite la Voz en un ritual conocido como impregnación siamesa: Amihan y Nergüi funden sus conciencias y empiezan a vivir en una lengua doble, en una visión doble, en un tacto doble, en una existencia doble. Siguen siendo ellas mismas pero comparten sensaciones y conocimientos, el ilimitado asombro, la seda de la interioridad: la impregnación es el único modo de que la Voz emigre y arraigue en el otro.
Kaylani Amihan Chandra muere en la cordillera de los montes Zagros, en Irán, junto a un "cristal-punto esmeralda", una de las principales encrucijadas telúricas del continente euroasiático. Para encauzar y equilibrar la energía vital en tal enclave es necesario algo más que un verso o el trazo de una canción: hay que entregar la propia Voz, convertirla en crisálida, enterrarla y dejarla dormir a una gran profundidad para que años más tarde estalle y expanda en ondas concéntricas el licor de luz atesorado. Esto requiere el sacrificio de su portador. Enkhtuya Nergüi la entierra en la cumbre más alta, cerca del cielo que tanto amó, y prosigue la escritura vital del mundo. Tres décadas más tarde, temerosa de que el gran poema que su predecesora y ella han ido tejiendo mentalmente se pierda ante la dificultad de encontrar una candidata idónea para continuar el linaje de las Caminantes, Nergüi lo transcribe escrupulosamente y lo entrega a una modesta imprenta en Ulan Bator (Mongolia).
El poema consta apenas de cien páginas en formato estándar y está compuesto en versículos de diversa extensión; la lengua original en la que fue pensado, sentido y saboreado es el tagalo de los antiguos cuentos orales de la infancia de Amihan; posteriormente se enriquece con sucesivas interpolaciones en malayo, la otra lengua materna de la primera Caminante. Los editores lo titulan Cantos, pero es evidente que la densidad y la poderosa red de conexiones internas del poema excede cualquier posible designación. Es, por definición, el poema sin nombre. El poema innombrable. "El poema que se escribe en el cuerpo cuando éste es deseo y carencia y lenta afinación con la lengua de sombra que vive bajo la lengua visible, pactada, comunitaria", escribirá Aizhan Mazhilis.
Muy pronto se desarrolla una batalla visceral entre los exégetas de ese texto que es el mundo y también la mente y la sensibilidad de dos mujeres que llegaron a ser una. La escuela de crítica literaria china aboga por una hermeneusis pragmática y afirma que el texto es cristalino y dice todo lo que tiene que decir en la superficie de su enunciación. La escuela de crítica del sur de Asia (Tailandia, Birmania, Malasia, Indonesia, Filipinas) defiende que el texto se abre en resonancias interminables, en fecundidades arbóreas, en innumerables inquietudes creativas, que su sentido no puede fijarse definitivamente y que los versos pueden someterse a operaciones cabalísticas, permutatorias y fractales para exhumar sentidos invisibles, "porque el Mundo es muchos mundos, porque el mundo no se agota en una sola lectura, un solo sabor o un solo perfume", afirma la crítico tailandesa Sumalee Lawan. La profesora Jiang Li Qiao tratará de reconciliar ambas tendencias con su habitual diplomacia conciliadora: "En nuestros tiempos extraños, los Cantos son una obra equivalente al Tao Te King, La tierra baldía o Nullis Oculis 2187: por su depuración expresiva pueden disfrutarse en un nivel más denotativo y superficial que no excluye la inmersión en su interioridad. De hecho, cuanto más se interna una en el texto, más se aclara su superficie, entre otras cosas porque su entrelazamiento "fractal" y su prodigioso mecanismo intertextual (la escritura del mundo) destruyen la idea misma de "profundidad", ésa que ha gobernado la estética en la literatura de los últimos dos milenios. Es una poesía que huye a la vez de la inefabilidad y de la comunicación plena: respira en algún intersticio entre ambas falacias. Los Cantos no son profundos ni superficiales, sencillamente porque no se ubican en esa lógica binaria. Los cantos son reticulares, reflejos, gozan de un espesor sin espesor, de una superficie inabarcable pero que apenas es un punto. Los cantos aniquilan cualquier cosa que queramos proyectar sobre ellos. Los cantos vibran. Constituyen una arquitectura paradójica, una aporía que sin embargo se resuelve y se sintetiza en la intuición del lector que acepta vivirlos. Es una poesía-zahorí, una poesía trashumante que requiere despertar el tacto para rozar las zonas abisales de la estricta visibilidad: el mundo incesante, viejo y nuevo cada vez... [...] Por eso no es de extrañar que Walter Bloom no incluya a Kaylani Amihan en El canon mundial: como su ilustre bisabuelo, sólo entiende la realidad como una sucesión de estereotipos polarizados: luz y oscuridad, arriba y abajo, inmanencia y trascendencia. Por no hablar de su no confesada misoginia y su tendencia a creer que la literatura anglosajona es el centro del universo."
En una ocasión, Aizhan Mazhilis y Kaylani Amihan se encuentran en la Estepa del Hambre. La poeta kazaja relata así aquella experiencia: "Amihan me observó atenta e intensamente, con una mirada que desnudaba, una mirada que iba directa al animal interior, y más allá, al vegetal interior, y aún más adentro, a la veta mineral que secretamente alojamos en nuestro ritmo más antiguo. Me dijo que mi obra escrita no valía nada, que sólo me podría expresar si abandonaba mi arraigo en las palabras. Me dijo que la lengua no era doble (denotación/connotación, racionalidad/irracionalidad), ni triple, ni múltiple, ni síncrona, ni asíncrona, ni profunda, ni epitelial, ni lunar, ni solar, ni constelada, ni asombrada, ni carencia, ni temblor. Me dijo que la intimidad de la lengua es vegetal y que tiene la consistencia del líquen, y que sólo cuando yo llegara a ser percusiva, cuando me narrara percusivamente, haría aflorar en mí esos estratos adormecidos, y que ellos me hablarían en una lengua diferente, en un ritmo diferente, en una ternura diferente. Prometí estar más atenta y despertar todo eso. Ella, que era un musgo dulce, me miró entonces con esa mirada totémica, distante y a la vez entrañada, y yo sentí que era el mundo quien me miraba, que la existencia toda me acariciaba a través de aquella mujer solitaria. Nunca volví a sentir nada igual. Y todavía hoy aquella sensación revive en mí en ciertos días luminosos, cuando canta un pájaro en los acantilados blancos y siento en mí la alegría".
Aunque las fuentes no han sido contrastadas, se dice que Enkhtuya Nergüi ha encontrado a su sucesora y que la Voz sigue sembrando versos en simas y mesetas, estepas y montañas, ríos y cavernas. Se dice que la escritura del mundo y el viaje de las Caminantes no tendrá fin.
Fuente: Enciclopedia de Literaturas Panasiáticas, Akira Junichiro (comp.), vol. XII, Osaka: Mizuki Publishers, 2ª edición ampliada, 2156.
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