1 ASSI GHAT
El olor a zotal contra la neblina que oculta las orillas del Ganges. Campanas, gorriones, voces, sonido de chanclas que se arrastran. La mañana es turbia, y más suave, más llevadero el desarraigo entre tantos seres que adivino agitándose en lo concreto, afanándose en lo que son. Ésa es la diferencia entre este bullicio y el de nuestras ciudades occidentales donde cada uno tiende a lo que no es, cumpliendo ritos que le separan de los otros. Ritos que separan -los ritos mentales- frente a los ritos que congregan. La soledad no es tanta aquí donde los ojos apuntan hacia fuera, directamente. En Occidente ya no sabemos mirar afuera sin dar el rodeo por ese falso adentro que es la mente. Por eso el afuera nunca ocurre dentro tal como se presenta, y es necesario recurrir a la filosofía de la representación. Todo idealismo es consecuencia de una pérdida de inmediatez, es la sistematización del desdoblamiento especular, un diagnóstico de la enfermedad o la pérdida.
Sería recomendable el desmayo. Desmayarse un poco hacia dentro para dar paso, para abrir el cauce, para estrangular el innecesario meandro formado por la acumulación de sedimentos en la cuenca este del cerebro.
24 CHAUKI GHAT
Niños jugando en el polvo de las losas.
Niños de polvo.
Polvo jugando a ser niños sobre las losas.
Brahma jugando a ser polvo.
Yo: la losa.
40 MEER GHAT
El asedio. La canción que los niños aprendieron. La canción del asedio. Responda. Decimos lo que hemos de decir. Responda. Decimos las palabras mágicas. Debe responder. Hello Madam, hello what's your name. Hello no contesta. El juego no funciona. No hay respuesta. Algo no funciona. No te sientas, te asediamos. Si contestas estás muerta. Pillada, apresada en nuestra red. Pequeñas manos me palpan los bolsillos, la piel, buscan lo que aprendieron a buscar y a recibir. El juego se ha frustrado. Esta presa no responde. El animal ajeno, el extraño, el extranjero.
La perra negra es especialista en fetos. Tiene tiña como casi todos los perros de Benarés, pero sabe como ninguno rastrear los fetos hinchados que las aguas devuelven a la orilla. Aquí está. Empieza por el cerebro. Una joven japonesa se acerca a la escena, se pone la cámara en la cara. Duda. No se atreve a disparar. Los intestinos ya se escapan por el cuello derramándose entre las guirnaldas amarillas y las bolsas de plástico que se estancan en el ghat y un olor nauseabundo corre como una brisa rozando el papel en el que escribo. El suelo de piedra ya cobra el tono rosa de la sangre aguada. La perra se relame. Da unos pasos a lo largo del ghat y vuelve al festín que ya es un tronco abierto por la espalda. Tres niños juegan a sumergir guirnaldas a su lado. La perra cumple con el cielo, restituye la carne a otra carne, lo impuro a lo impuro, devuelve a la totalidad la parte que le corresponde. Ya no puede reconocerse a qué ha pertenecido el trozo de carne que bambolea entre la pata derecha del animal y su hocico. El sol se está poniendo despacio en los escalones. Los niños juegan.
¿Que qué he venido a hacer aquí? ¡La gran pregunta! Ahora yo preguntaría ¿qué estuve haciendo allá? Un año, dos años de quejido, replegada sobre mí como una puerta mal cerrada, viéndome en mi propio quicio, encarando mi reflejo sin cesar, sin tregua. Sin tregua viéndome frente a mí misma en aquel espacio hueco, aquel espacio del yo que siempre, siempre es una ausencia. El yo es una ausencia. Cuanto más cerca estamos del yo más se ensancha la ausencia.
Vienen aquí muchos, como vinimos nosotros, cargados con ese yo, con toda su ausencia a cuestas. Se confunden con ella, con la ausencia. Son huecos andantes, huecos hambrientos, y todo lo que engullen, lo que se llevan, lo que coleccionan, todo se anonada en el hueco, ensanchándolo.
¿Qué vine a hacer aquí? Vine a no saberme, vine a estar. Hago: leo, estudio, escribo, miro, estoy. Estoy en lo que hago, soy lo que hago. Estoy en lo que miro. Soy lo que miro. No estoy. Dejo de estar frente a mí misma.
Sólo el recuerdo de la pregunta; ¿qué vine a hacer aquí? me despierta el otro recuerdo: el de quién preguntaba, al inicio del viaje, por la razón del mismo. Y el espacio que se ha abierto entre quien preguntaba y quien ahora escribe es tanto que me cuesta reconocer la identidad del "mí misma".
Quiero estar aquí. Por eso vine. Simplemente vine para querer estar donde estoy. Sorprendente respuesta, por inesperada. Lo que pensé que sería un adiós definitivo a este lugar resulta ser un encuentro. Un encuentro más allá de lo esperado, más allá de cualquier idea de encuentro o desencuentro.
Vine sin expectativas. Necesaria eliminación del lenguaje que fuerza a las sensaciones. Necesaria limpieza. Necesaria, imprescindible negación. Necesaria, imprescindible des-ilusión. Sólo es posible el encuentro para quien anda desprovisto de esperanza.
El "es" está fuera, no dentro. Dentro es falso. Quien mira adentro con el fin de encontrarse hallará el hueco. Engaños de los falsos místicos, los repetidores de fórmulas. Estamos donde nos proyectamos. Fuera. El error fue establecerse dentro.
O tal vez no fuese un error. Vine aquí con mi hueco. Vine montada en mi ausencia. De repente, el vehículo desapareció. Me encuentro andando con las patas de los búfalos, con la única pierna del tullido, con las tres patas del perro y con su sarna y algo realiza por mí las funciones del cuerpo, sin mí.
El templo de las sesenta y cuatro yogini, oculto en la red de callejuelas del centro de Benarés. Imágenes cargadas de energía. La diosa está en la piedra y en el metal, en la imagen misma, allí donde se la reverencia. La imagen no representa a la diosa, la imagen es la diosa. ¿Cómo no ha de serlo? La invocación de miles de fieles la carga a diario: la imagen es una pila, un almacén activo. Basta con situarse a la distancia correcta. Basta conectar para recibir.
Ella/s son fuerte/s. Durga y Kali frente a frente. Sus espacios convergen. Establecen líneas de energía. Líneas terribles, a la vez beneficiosas y maléficas. Durga, la bella y Kali, la terrible mirándose perpetuamente; madre e hija, ambas vestidas/tapadas con telas rojas. Oculta, su desnudez, con el color de la sangre y la vergüenza de estos tiempos. Yo conozco su desnudez. Por primera vez, me sitúo entre ambas. Yo, con los pies encorvados tratando de evitar el contacto con la piedra helada del templo, me apoyo en la montura de la diosa y las contemplo una a una, una tras una.
Son la misma. La serena, hermosa figura de Durga y la depredadora, la de la lengua roja, son la misma, los dos aspectos de la misma fuerza.
Dentro de mí, le añado serenidad al combate. Le añado construir a la destrucción. Le añado círculos a las cenizas. Le añado juego, juego cósmico a la nada.
Ya nada puede vencerme.
Yo soy la que juega y el juego mismo.
¡Muéstrame tu dios y te diré cuál es el color de tu miedo!
El lugar sagrado: un abrevadero. Centro que re-une por la naturaleza de su energía, aquella en la que todos los miembros de una comunidad se abrevan. Lugar que devuelve lo común, que vuelve a hacer comunitaria la energía disgregada. Un/a dios/a es un lugar sagrado o su núcleo.
Convertirse en dios: neutralizar lo personal, erradicarlo, limpiar la energía de aquello que la diferencia, convertirse en lugar común, lugar para la comunión. Ser un abrevadero.
"Yo soy Eso"", "Yo soy Dios": quien puede proferir estas palabras ha desparecido, anulado el yo que se pierde en el Eso, donde todo converge, lugar que remite a lo común de todos.
Pero Occidente ha invertido el camino. Ha perdido a sus dioses. Los dioses de Occidente se descargan, sus lugares se ahuecan.
Los niños se proyectan en sus muñecos. Los niños comparten sus muñecos. Su juego: sistema de interrelación. Exteriorizan su pre-mundo interior y, al hacerlo, construyen un mundo común, un mundo que habrá de pertenecer al grupo: aquellos que participan en el juego. El juego excluye a los que no juegan. El juego juega. Los otros se exteriorizan en otros sitios, de otros modos.
Los muñecos de los niños: los dioses de los hombres. Destruir los dioses ajenos es destruir al otro, al que no es igual, al enemigo, el que juega de otro modo. Destruir lo externo para destruir lo interior. Romper la proyección para desequilibrar, para aniquilar al otro quebrando su unidad, el lugar común, el núcleo que le hace fuerte.
Ahí donde no hay muñeco hay un niño "introvertido": un niño vertido en sí mismo. Ahí donde no hay dioses empieza la soledad compartida, la in-comunicación.
La diferencia entre el niño y el adulto: éste, al juego le añade la creencia, y la defensa de su creencia es su autodefensa. El muñeco puede ser reemplazado; el niño no cree: representa. El dios, una vez revestido de creencia, es el endurecimiento de la proyección. El yo ya no puede reabsorberse, la proyección es más fuerte, más sólida que lo proyectado.
El blanco
Me apuntaron a mí,
pero ahí donde llegó el dardo
no había nadie. -¿O sí lo había?
Yo acechaba detrás de un árbol.
Vi algo caer.
El problema de fondo de la moral, de toda moral: el deseo de permanencia del individuo. Por eso la moral echa mano de un modelo metafísico. Frente al modelo de la copia (Platón), el modelo del simulacro (Deleuze) que, eliminando el orden jerárquico (la Idea o el Padre), asume la universal orfandad y propone la imagen de un universo transformativo en el que las individualidades son puntos que se modifican mutuamente. Una red de relaciones. Puntos sin duración. Sin duración no hay identidad. No es necesaria. La identidad se disuelve en la red y la red es torbellino. No es una red de pescador, no apresa identidades. La red es torbellino. Los puntos son núcleos de fuerza. A veces estallan, otras veces se disuelven. Son intensidades.
Hace tiempo que el concepto "ser" no sirve a los propósitos de un sistema comprensivo del universo. Tal vez fueran, ahora, más efectivos los conceptos-símbolos, las imágenes simulacros. Durga y Kali, por ejemplo, símbolos activos.
Los búfalos miran desde su centro. La calma del núcleo se instala, al tiempo que la neutralidad moral, cuando miro el búfalo mirarme.
No proyectemos nuestra moral en los animales, no les "domestiquemos", no marquemos en su piel nuestras dicotomías. La moral es el convenio que regula las relaciones periféricas: las del mí. Las relaciones nucleares son del ethos. La ética es el habitar en lo propio allí donde la fuerza se iguala, condensada en la no-diferencia.
Proporciones: medidas (de las) fuerzas, medidas-fuerza que corresponden a/conforman una entidad.
Cualquier cosa, cualquier "algo" es la suma de sus proporciones.
Dimensiones: longitud de fuerza: modo vibratorio.
Medidas: configuración: espacio + movimiento (tiempo).
Mi percepción forma parte del mundo. Medida y medición a un tiempo.
Percibir el no-mundo: una contradicción. No percibirlo: el conocimiento no ha lugar. ¿La conciencia del núcleo? Tal vez. Pero el lenguaje no es adaptable a lo percibido y sus contrarios. Los contrarios tampoco sirven.
La imagen, tal vez la imagen.
La imagen-símbolo: imagen-fuerza.
La conciencia, esa conciencia, es creadora. Forma. Conforma. (Mide). Y de nuevo el espacio. Y el habla hace el tiempo. Y de nuevo un mundo. Conciencia extra-vertida. Núcleo expandido. La rueda en movimiento.
Digo rueda y utilizo una imagen. Digo rueda y el pensar procesa. Digo rueda y ya gira la rueda, ya está girando. Los símbolos también danzan. Dioses-símbolos, símbolos que son dioses que levantan el polvo al danzar, miríadas de puntos que inician su trayecto, que inundan el espacio con sus coordenadas. Polvo dorado que se da a ver en la luz, luz-símbolo, luz danzante, luz-reflejo de sí misma, luz que es una con el ver aunque distinta porque está allí, en el allí expandido ante el ver, el envés del ver que es su "ante", un ante que sólo puede decirse del que ve, el que asume el ver como suyo, el que asiste a la luz, el que la asiste.
Dice el Brihadaranyaka Upanisad (1.4.10): "Cada ser vivo es útil a los dioses como los animales son útiles a los hombres. Si una sola bestia es sustraída, es desagradable. Es por eso que no les gusta a los dioses que los hombres alcancen el conocimiento".
Y dice el Génesis (3. 22-24): “Y dijo Yahveh Dios: "¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre."”
Jehová: uno de los dioses que ocupan la parte superior izquierda del mandala tántrico. El error: confundir uno de los devas (dioses) con el Absoluto. El dios de los judíos: un deva vengativo en guerra contra los asuras (demonios). Un dios que necesita la ayuda de los hombres: ellos son su alimento. Al rezarle le dan su fuerza, le entregan su energía. Los dioses se alimentan de las preces de sus "fieles". Cuanto mayor sea su número: su "rebaño", más fuertes se hacen ellos, más poderosos.
La relación de los hombres con los dioses es una relación inferior. Queda inscrita dentro del gran círculo, entre las garras del dios Yama. Hombres y dioses siguen sometidos al tiempo (la eternidad es tiempo también, aunque incalculable en nuestro cómputo), presos en la rueda de la existencia, aquella en la que los hombres, según sean sus actos, pueden subir a la morada de los dioses, pero en la que los dioses, al final del cómputo, habrán de bajar inevitablemente a ocupar el lugar de los hombres. De esa rueda es de la que el Buddha enseñó a los hombres a liberarse. Los dioses, al no padecer sufrimiento alguno (por exceso de felicidad, decía el sabio Bharata) no pueden desear liberarse. Sólo el estado humano propicia la voluntad del salto.
Liberarse de la rueda del tiempo y de la muerte (cambio, desintegración de la entidad, sea ésta humana o divina), salirse del círculo requiere el salto más allá de toda dualidad, empezando por la mayor de todas: la moral. La moral que mantiene las coaliciones, los grupos, los clanes. Toda moral es un anclaje en la rueda. El bien hace subir, el mal hace bajar. Pero la carga del bien tanto como la del mal se agota, convirtiéndose, como toda fuerza, en su contraria.
El error del hebraísmo: hacer de uno (de los dioses) el Uno. El error de Cristo: asumir el hebraísmo. El error de muchos cristianos: confundir a Jehová con el Dios de Cristo o, incluso, con la síntesis última del racionalismo.
Jehová habita dentro de la rueda. Fuera de la rueda: el brahman : energía que se expande, boca del universo, universo-rueda que sale de la boca-energía como una pompa de jabón del aro sobre el que sopla un niño, boca-abismo, boca inexistente, abismo más allá del sí y del no, del ser y del no-ser porque más allá del decir: puro supuesto, idea: idea necesaria para quienes no pueden pensar si no es mediante opuestos. La negación de los opuestos: idea, idea siempre, idea irremediablemente.
Hablemos del dentro. Hablemos de prákriti. Hablemos del mundo. Porque de "lo otro", no hay caso. Toda energía está dentro. Manifestada y en germen, en acto y en potencia vibrátil.
De lo que hablamos es del dentro. Siempre que hablamos, hablamos del dentro. Seamos "realistas": hablemos del dentro. De lo que hablo es del mundo. Y en el mundo, las tres conciencias. Y en el mundo, los varios mundos (no sólo el de los seres humanos). Y en el mundo, en uno de los mundos, Jehová, el que tal vez ha muerto, por exceso de venganza, rodando rueda abajo hacia el mundo de la ira que se sufre. Muerto por exceso de ambición, muerto en el reino de los cielos; decaído entre los inmortales. Muerto, también, extinto en su inmortalidad, por el descreimiento de sus adoradores, por la escasez del rebaño. Otro es, ahora, aquel al que están alimentando los locos. Pues es locura sucumbir a la necesidad de creer.
Por haber sufrido, tal vez, o inmerecidamente me concedieron un ángel (es una manera de decir -todo es una manera de decir).
Cuando un ángel cae, al principio sufre porque no sabe nada salvo la tarea encomendada. Después, poco a poco, va recuperando la visión y el poder. Cuando lo recupera del todo, entonces se va. Dicen que ha muerto pero no: es que le han vuelto a crecer las alas.
No estoy lista aún para que recuperes del todo la visión. ¿No ves cuánta confusión anida todavía en mi pecho, que me hace confundir, como por necesidad, el objeto al que la llama se dirige con el propio fuego? Ellos son excusas para arder, son el reto de las brasas, la madera para la pira. Ellos -esos otros, esos seres a los que amamos con ese amor que es deseo- son el señuelo. El fuego que no puede arder consume su propio lecho. No confundamos el fuego con el combustible.
¡Es tanta, la guerra de las partes! ¡Tanto trabajo cuesta reconocerse! ¡Tan torpe el intento, el acercamiento!
Lástima sería tener que volver a empezar, cegarse de nuevo, empezar sin ver. Es preciso morir viendo. Asistir. Ver cómo se despliega y se repliega la red que los seres trazan en sus idas y venidas.
Lo que hacemos aquí se hace en otro plano, lo que deshacemos se deshace allí, también. Esa frágil membrana que separa los planos -frágil no es la palabra, es sólida, pero tenue- puede desvanecerse un día. Lo espero, lo ansío, lo estoy esperando.
La ofrenda
Poner un marco a la ofensa.
Bajo la herida, un cuenco.
Recoger
la sangre y bebérsela frente al cuadro.
Como ofrenda.
Por los actos el yo
busca afianzarse.
Por los actos el yo es ofendido.
Por los actos el daño. Por los actos
el conocimiento.
Nada de lo que se hace a ciegas es
inútil para ver.
Mi escritura se inició allí como el ritual con el que pretendía preservarme de las miradas ajenas. Escribir es, a menudo, una gran estrategia defensiva: convertido en objeto de escritura, el mundo está en las manos del que escribe y él es su centro. La libreta hacía oficio de santuario; en ella, me sentía a salvo. No contaba con la enorme curiosidad que despiertan, en el indio, los rituales ajenos. La mirada del otro reforzaba a diario mi condición de objeto; yo era lo que representaba, lo quisiera o no. Lo era para otros, pero fui siéndolo más y más para mí misma igualmente. El objeto, ahora, era el mí, ese personaje interno que emite juicios al tiempo que experimenta agrado o desagrado, que piensa, cree, se emociona, se turba, se atemoriza, se defiende, se admira o se confunde y, en todos los casos, se identifica con sus estados. Identificarse con los propios estados mentales es la condición natural del ser humano; observarlos no es propio de esa condición, es el resultado de un entrenamiento, algo así como un ejercicio de esquizofrenia controlada mediante el cual se trata de establecer una distancia entre el mí (los estados senti-mentales que aparecen en continua sucesión) y la conciencia que observa. El último cuaderno, Diario de Benarés, es el diario del observador, el relato del periplo de una conciencia que, empeñada en alisar los pliegues que conforman el mí, termina disolviéndose en su propia mirada.
A finales de los ochenta, Benarés no era ni mucho menos el destino turístico que es ahora. Aún era un lugar donde alguien podía desprenderse de sí mismo, donde, en razón de lo ajeno que resultaba el entorno, podía fácilmente poner en duda la vigencia de sus códigos y someter a prueba la conciencia de su identidad. Mi estancia en la sagrada ciudad de Shiva se prolongó hasta bien entrada la estación seca. Tiempo suficiente como para que las brumas del amanecer se me calaran en los huesos y que la mirada de los búfalos llegara a convertirse en un estado interior. Vestí el sari y me respetaron por llevarlo atendiendo a la exactitud ritual de los pliegues. Aprendí a cocinar con queroseno en utensilios sin asas de acero inoxidable, a darle a la vaca pedigüeña las cáscaras de plátano entre los barrotes de mi ventana, a no frenar con la bicicleta en los cruces, a adormecerme con el sonido de las voces de los niños recitando los textos sánscritos en la escuela vecina, a maldecir los altavoces de los eremitas a las cuatro de la madrugada y, también, a acompasar mi gesto con el de la anciana que quería morir a la orilla del río y amasaba las boñigas para el fuego sobre los peldaños de mi puerta. Todas aquellas cosas fueron poco a poco modificando mi manera de estar en el mundo. Me procuraron otro tiempo, más dilatado y lleno. La nostalgia de ese tiempo, fue lo que me instó a volver una y otra vez.
Textos: Chantal Maillard, Diarios indios
J'ai d'abord voyagé le plus loin possible, dans une des civilisations le plus éloignées de la mienne: l'Inde. Là, j'ai trouvé mes yeux: ils m'ont été donnés par les yeux des "autres" [...] Je compris qu'il fallait abandonner tout ce que, par-dessus le noyau, le centre de mon être, j'avais accumulé comme les plis d'un habit, et que j'avais replié, au fil des jours, une fois et encore, toujours dans les même plis. Les répétitions, ce que nous appelons la "personnalité", se confondent vite avec le "moi". Souvent, nous arrivons à croire que nous ne sommes pas autre chose que nos gestes et nos actions reitérés. Je sus qu'il fallait que j'abandonne mes plis pour pouvoir recommencer à voir les choses comme la prèmiere fois.
Chantal Maillard, "Les murs qui nous séparent"
Piano music - Tindersticks
56 comentarios:
sólo puedo derogarme ante este tacto y callar. dejar que todo lo que me rodea sea mi soberanía.
Mariel:
uno de tus comentarios más breves y más intensos.
Lo injerto en mi respiración,
un abrazo sin tiempo
Querido Stalker, no sé si necesitaría otra vida más para desaprender los hilos que me han urdido. Y aún así, puedo reconocer la belleza que sólo puede ser in-mediata si la sustraemos de la mediación lingüística, de esa regresión al infinito que supone lo simbólico.
¿Qué mejor homenaje a esta forma auténtica de misticismo que el silencio? Y aún así, instalados ahí, siendo ahí sin ser estable, ¿cómo podríamos sustraernos sin diluirnos?
Quizás en eso consista el nirvana. En la autodisolución que lleva a una compasión universal, al abrevadero. Entonces: “El yo es una ausencia”. Y uno aprende a estar, así nomás, y aprende a callar (a veces), a callarse, para que venga el otro, para que la hospitalidad sea posible...
Creo, absolutamente, en el hombre, en los hombres. En la red de hombres, creo.
Quizá, como toda creencia, sea ciega o fanática. Desmedida. También sé, que es un poco, una religión. Ya que los hombres suelen, tirar por la borda todos sus intentos maravillosos.
No veo a Dios. No veo, aún, la comunión humana que me asegure la fe. Pero aún así, empecinado, insistiré con mi fe.
Un abrazo.
Arturo:
un comentario soberbio que me invita al silencio de la camaradería y la fraternidad (¿por qué no de la sororidad?)
serían necesarias varias vidas para viajar, pensar y comprender; para romper los cercos y descubrir las trampas de todas las mediaciones que nos cortocircuitan el acceso al instante-ahí, ese vértigo de lo inmediato que nos es infinitamente sustraído por la lengua corrosiva.
La lengua venidera, plagada de silencios, lugar privilegiado del balbuceo, sede de las fluctuaciones del yo-ausencia, sería la lengua hospitalaria, la erradicación del miedo y el advenimiento de la amistad incondicional, la desaparición de las fronteras y los marcos impuestos por la mirada colonial,
no creo que las palabras y los sistemas de pensamiento sirvan para nada mientras no aprendamos a temblar con el otro, en el otro
y desarraigar su dolor desde su fragilidad, al fin reconocida y adentrada en nuestra carne
todo está por hacer e incluso la carencia tiene una fragancia (como creo que dijo, en alguna ocasión, Robert Walser)
recibe un fuerte abrazo
Curiyú:
es conmovedora tu declaración, así sin más. Te agradezco tu desnudez.
Me gustaría compartir esa fe, porque yo no creo en el hombre (como abstracción, especie, gran Tribu), aunque sí en los seres humanos particulares (y no en todos).
Por eso tu fe me conmueve aún más y la aprecio profundamente: la acojo desde mi falta de fe, le doy el extraño y desolado amparo de mi descreencia.
Me gustaría saber qué te parecen estos textos, qué inquietud o vértigo te disparan,
abrazos
Me producen una paz absoluta. Quizá sea una obviedad, pero me pasa.
Hay una búsqueda obstinada en lo interno.
Pero algunos recorridos me parecen tan lúcidos!
Y es lo que decía del hombre!!! El error de Cristo fue asumir el hebraísmo!
Y claro, eso me lleva a un constante "revisar" mi pensamiento. Hasta dónde vale "encolumnarnos"?
No sé. Debo reconocerlo. Los encolumnamientos verticales suelen terminar en desastres.
Si todos los hombres pudiésemos ser un poquito "Cristos". Estaríamos en una columna horizontal, en una red difícil de romper.
Un abrazo.
Stalker,
el poema 24 Chauki Ghat lo tengo subrayadísimo en mi libro Diarios Indios. Cuando lo leo… soy el niño, la losa, el polvo…
Maillard nos previene, “Engaños de los falsos místicos, los repetidores de fórmulas”. Está en 40 Meer Ghat. Todo el 40 Meer Ghat. Sublime!!
Durga, la bella y Kali, la terrible…y yo, situada entre ambas…“le añado juego, juego cósmico a la nada”.
La perra negra…la sangre aguada…la espeluznante realidad…
Prefiero Maillard a Nagarjuna. Es que Chantal Maillard lo desintegra todo y entra en átomos maravillosos dentro de nuestro secreto más íntimo!
El abrevadero de Marienbab…exteriorización…comunicación animal…búfalos pastando…
Bahhh!! fuera los dioses!!! No hay rebaño!!! Fuera grupos, fuera clanes!!! Moral?? Qué es eso?? Hablemos del mundo!!. Todo dentro y todo fuera. Sólo sublime gesto de amor.
Lo que tiene Maillard, es que entra en mis venas…corre por mi sangre…parece que sea yo…designándome…fluyéndo…desintegrándome…
Me lleva…me lleva…me lleva…
Con Maillard, siempre vuelven a crecer alas.
Yo, es que soy una depravada existencial. Y cuando encuentro a otros depravados como yo, me siento feliz…
Wod!! las fotografías, sugerentes…!. Me veo caminando…sentada en los escalones, junto al río…
Un abrazo, búfalo!
Imposible comentar.
Sin embargo estoy leyendo esta entrada monumental y he recogido algunos fragmenos para comentar aunque esto sé que no voy a poder decir mucho. Chantal lo dice todo. Para que más.
el desarraigo entre tantos seres que adivino agitándose en lo concreto, afanándose en lo que son. Ésa es la diferencia entre este bullicio y el de nuestras ciudades occidentales donde cada uno tiende a lo que no es, cumpliendo ritos que le separan de los otros. Ritos que separan -los ritos mentales- frente a los ritos que congregan. La soledad no es tanta aquí donde los ojos apuntan hacia fuera, directamente. En Occidente ya no sabemos mirar afuera sin dar el rodeo por ese falso adentro que es la mente. Por eso el afuera nunca ocurre dentro tal como se presenta, y es necesario recurrir a la filosofía de la representación.”
** esto me recuerda una cosa que me choca mucho de nosotros. Es la manía que tenemos a aislarnos. Cuando subimos a un tren de cercanías buscamos un compartimento vacío donde sentarnos. Cuando vamos a un bar buscamos una mesa vacía (al menos que sean amigos nuestros y que los conocemos). Tal vez esto no tiene que ver nada a lo que se refiere Chantal pero este fragmento me sugiere esa idea que tengo.
Me ha resultado muy revelador el momento que habla de los dioses, de las diferentes maneras religiosas de entender lo divino.
He recogidos algunos instantes que me guardo en un word.
¡Muéstrame tu dios y te diré cuál es el color de tu miedo! Sin duda tiene razón. Los hombres nos aferramos a los dioses cuando no entendemos nada.
"Los búfalos miran desde su centro. La calma del núcleo se instala, al tiempo que la neutralidad moral, cuando miro el búfalo mirarme" - Yo creo que esto ocurre también con los perros y cualquier otro animal. Los hombres ya no tenemos esa mirada pues nos hemos alejado de "nuestro centro" o no sé qué. Aunque aún puedo ver algunas veces personas que miran con ese resplandor de belleza por llamarlo de alguna manera, esa limpieza, esa transparencia. Algunos niños también tienen esa mirada.
"Digo rueda y utilizo una imagen. Digo rueda y el pensar procesa. Digo rueda y ya gira la rueda, ya está girando. Los símbolos también danzan". ... El poder de la palabra, verdad??
"Cuando un ángel cae, al principio sufre porque no sabe nada salvo la tarea encomendada. Después, poco a poco, va recuperando la visión y el poder. Cuando lo recupera del todo, entonces se va. Dicen que ha muerto pero no: es que le han vuelto a crecer las alas." -- Me encantaría que esto fuera verdad. es precioso y me hace sonreír.
Mi escritura se inició allí como el ritual con el que pretendía preservarme de las miradas ajenas. Escribir es, a menudo, una gran estrategia defensiva: convertido en objeto de escritura, el mundo está en las manos del que escribe y él es su centro."
"Là, j'ai trouvé mes yeux: ils m'ont été donnés par les yeux des "autres"
Finalmente no puedo decir nada, sino que a Chantal no sé si es un ángel quién le ha dado el poder de la palabra. Esa fuerza y esa lucidez que tiene me impresionan tanto.
Y yo debería de haber hecho como el Pájaro de China: callar. Ante la escritura de Chantal Maillard es mejor callar y dejarse llevar.
Pero también quise comentarte porque la entrada es espectacular con las fotos y con el texto. Brillante Stalker.
Así que mis palabras de ave zancuda te las doy como pequeña ofrenda.
(Ya la entrada anterior no comente nada porque me sobrepasaba).
Un abrazo.
"¡Muéstrame tu dios y te diré cuál es el color de tu miedo!". Es difícil comentar, sí: es una entrada para rumiar despacio, tanto las prosas como los poemas como las imágenes. Como ha dicho Say la potencia de Chantal es su capacidad de atomizar, de desintegrar en pequeñas partículas que se nos quedan dentro y modifican, engendran. Tengo ganas de meter mano al libro que me regalaste, espero terminar pronto -si me dejan- "El jardín de los suplicios" de Mirbeau y engancharme a Maillard con tranquilidad.
un abrazo
Curiyú:
es cierto. Deberíamos hacer nuestra cierta horizontalidad. Descansar ahí, reconstruir el mundo desde una postura no erguida...
cuánto por aprender aún,
un abrazo
Say:
tu mensaje quema y vive, es como un cachorro...
¡una depravada existencial! ¡Bienvenida! Podemos unir nuestras "taras", nuestras "depravaciones" y cantarlas a coro, bajo cielos unánimes e invictos, en otras orillas, donde el mundo no da tregua...
Es verdad: en estos textos hay una desintegración de todo. A algunos esto les provoca extrañeza y distancia. "Tienen poca fuerza para la orfandad". Queda asimilar esa condición de fragilidad universal y lamernos las heridas, como animales ebrios, en una guarida donde el pelaje y el calor mamífero sea la única sintaxis invencible, no codificada por los celosos guardianes de la ortodoxia moral.
Hagamos estallar las costuras del mundo y dancemos hasta la extenuación, por última vez. Perdámonos en el bosque. Abracemos la lentitud y la ebriedad, ferozmente aliadas por una vez.
En esta entrada, cuando el número de comentarios ha bajado sensiblemente, se agradece la potencia diseminadora (¿devastadora? Sí: pero hacia la vida) de tus palabras en aluvión.
Es hora de entrar en la avalancha.
Besos
Querida Lola:
el cuenco de mendigar acoge tu generosa ofrenda de palabras.
esa manera de acompañar el texto, palpando sus fisuras y acariciando las texturas -la madera viva, la savia-sintaxis- forma parte del arte del deslizamiento. no horadar, no forzar: ajuncarse, hacerse flexible con el tallo que se inclina, unirse a lo callado que fluye,
muy delicado tu gesto
las fotografías de Benarés (Varanasi) re-percuten en los textos, los hacen vibrar y vibran al ser golpeadas por ellos,
un abrazo
Rubenovich:
qué bueno que pases por aquí, y te voy a contar una extraña resonancia que he tenido en esta entrada. El primer fragmento que he subido (Assi Ghat) me hace pensar en ti: esos sedimentos en la cuenca este del cerebro, ese resto que hay que desalojar, me lleva en cierto modo a tus filias psicopatológicas.
Quizá es una reverberación extemporánea la mía, pero así lo sentí, extrañamente. Ese fragmento me vibra con algo cercano a ti y que no sé nombrar. Me resulta curioso.
En ese libro encontrarás no sólo pensamiento sino también una penetración psicológica increíble, hasta lo devastador. Eso me admira mucho en esta escritura: entrar en los más pequeños recovecos y dinamitarlos desde dentro. Ex-ponerlos, hacerlos estallar con el detonador silencioso del que un día hablaba el hermano búfalo a propósito de esta escritura,
abrazo fuerte
uy uy uy uy uy uy uy
aquí hay mucha tela.
permíteme que escoja un párrafo al azar...
sale el texto de los niños y los muñecos...
los niños juegan. los adultos, en cambio, cuando juegan, juegan a las reglas.
los niños no regulan.
juegan derogando. crean una fe sin límites. solamente así se produce el verdadero juego.
solamente podemos subir al árbol si nuestras extremidades están aun no-hechas a lo humano.
ahora veo cinco niños que han subido al árbol con sus cinco muñecos.
un adulto mira el árbol cargado y no ve lo que vive. el adulto, hacha en mano, comienza a zascar el árbol si éste se interpone en su juego maldito.
entonces, los niños, en voz de árbol, comienzan a gritar. el adulto es sordo y ciego.
después, todo es silencio. el árbol sin suelo, acostado y muerto, sesgado comienza, impecable, el astuto juego de seguir ahí, comienza el no-tiempo de convertirse en fuente de vida.
en la primavera siguiente aparece son niños-brote y pequeños animales se cobijan en él y le proporcionan sustento vital. el árbol no ha muerto, solamente se ha adaptado. sigue intecto en su ser-árbol.
el adulto que lo cortó ya no recuerda su juego asesino, sin embargo, sus pies le pesan como monstruos pero se ha comprado unos zapatos nuevos.
el adulto, al morir, se presenta con zapatos. los niños y el árbol, al morir, detestan los zapatos.
por eso, árbol y niños, no podemos decir que hayan muerto. el adulto mata las etapas de su vida con la mayor de las torpezas, no sabe jugar.
no me queda otra, ante el cadáver adulto, empuño el hacha y corto sus pies a la altura de los tobillos. con zapatos y calcetines. corto por ahí. solamente ahora podrá comenzar a jugar. aun así, liberado de su propio peso, le va a ser muy difícil seguir jugando sin reglas.
dice: ay, me han cortado los pies. no es consciente que habría podido volar y redimir tanto daño. convertirse en ángel. pero nadie va a querer jugar con un ángel así.
mierda, me he ido por las ramas, esa es la idea de juego y casa. aquí y en benarés.
maillard dice eso.
yo agradezco,
besos,
ò.
¿los muñecos?
los niños los salvaron. están en la casa del árbol. el árbol muerto parió hijos nuevos (brotes) y los muñecos son sus hijos y también sus hermanos. no son simples trapos. son lecciones. un adulto no sabrá interpretar eso.
escribí un comentario muy largo. se perdió. sonrío.
mientras escribo esto tan corto estoy bebiendo café. sabe a chocolate. lo juro.es café pero sabe a chocolate.
entonces, lo que estoy bebiendo no es café.
maillard lo ha hecho posible otra vez.
el desbordamiento.
alzar el vaso y provocar que el líquido caiga en mi boca para poder nombrarlo bien.
chocolate.
de sobras sabéis que el chocolate no es dulce ni amargo.
ahora ya está en mi estómago. y éste, nada intelectual, sabe leer mucho mejor que mi cerebro.
relamo a maillard. como haría un perro.
muchas gracias,
besos,
ò.
El comentario de Say es muy clarificador. Desentrama mucho.
Yo empujo a los millones de sublimes gestos de amor.
Un abrazo.
Como tenía tiempo, vine a leer lo de Nagarjuna, pero he estado mucho tiempo leyendo esto.
Mi agradecimiento real.
El miércoles, que era festivo dormí una siesta en la que estaba profundamente dormido y mi pareja no podía despertarme. Éramos cinco y nos preparamos para un atentado. Hicimos estallar el fuego. Ya solo teníamos que matarnos para que la policía no pudiera detenernos y sacarnos información. A dos nos falló el suicidio. Él corrió por un lado y yo por otro. Intentaba matarme de todas las maneras, pero no podía. Una de las veces estaba en un cuartucho, de esos que hay debajo de una escalera, y la policía estaba en la casa. Encontré un martillo de esos de picar piedra y me golpeaba con él la cabeza. Sangraba pero no moría. Me lanzaba desde alturas de cientos de metros, pero no moría. Me lanzaba con una piedra atada a ríos profundos y fríos, pero vivia en el fango.
No podía morir y era angustioso.
No sé muy bien por qué relaciono el sueño con lo que he leído aquí.
quiero un mundo de depravados como Say. lo de oscar ... ya ni sé, guardarlo y hacerlo libro. tendría que ser un libro-juguete, de tela y sin pies. o mejor, con pies, pero cortados. (lo estoy viendo; existirá).
y digo que, ¡nuestra Lola se ganó un premio!: http://sms.diariodenavarra.es/20101210/otrascomarcas/dolores-torres-banuls-gana-xvi-certamen-poesia-maria-villar.html?not=2010121001265725&idnot=2010121001265725&dia=20101210&seccion=otrascomarcas&seccion2=politica&chnl=10
perdón, quizá debería decirlo Lola-ave, pero es que estoy tan feliz que no me puedo aguantar. no poder aguantarse la felicidad secreta y tener que soltarla como un globo hace mucho bien. de cada pedacito del globo nace un globo nuevo, uno para cada uno, y todos soplamos y hacemos globo, hacemos nudo y después lo soltamos y miramos lo que dibuja en el aire.
¡toma, mariel, que es lola, nuestra lola!
felicidad absoluta :D
¡¡¡yupiiii!!!
ò.
Me hace mucha ilusión lo de Lola. Me gusta que le hayan dado el premio y que sus palabras viajen, vuelen, rocen, se posen, aniden en manos necesitadas de palabras diáfanas, cristalinas, sinceras. Me gusta que ese libro de poemas, tenga un título tan expresivo,
"Cercanías".
Esta ave, sin atisbo de vanidad, ni de pedantes mezquidades, nos ofrece siempre un cielo lleno de azul y de aire para respirar.
Querida Lola! seguiremos tus hermosas huellas de ave zancuda.
Un abrazo!!
"Je sus qu'il fallait que j'abandonne mes plis pour pouvoir recommencer à voir les choses comme la prèmiere fois" - dice ella.
¿Cómo se abandonan las circunvoluciones que marcan la mente en 3D? ¿Es posible o es siempre simulacro? ¿Es precisa la "extranjería" para abandonar esos pliegues de nuestra mirada, mirada que contrastamos como perversa o morbosa o impotente o tediosa? ¿Es preciso que entre el otro en nuestro cuarto? ¿Es el otro el niño, el animal, el olor a zotal, la enfermedad que nos hunde, la casi muerte, el bárbaro y su violencia? ¿Por qué han de ser el otro? ¿Es posible la aceptación del otro hasta convertirlo en no-otro, uno mismo, mirada primera, mi-mirada? ¿O estamos condenados a ser hombres de una sola mujer, de una sola sintaxis, de un único código y tam tam? ¿Podemos llegar allí? ¿Y si miramos desde allí, desde la otra orilla, no estamos ya negándonos a ver las cosas mismas, como toda primera vez fuese ya vez de rutina y reiteración? Esa conciencia de ser la losa en la que se descarga el polvo del juego del niño de otro,¿ no es exotismo, turismo y no viaje, espejismo del mal que inunda? ¿Cabe el abandono- la (re)descripción? Esa percepción primera ¿no pudiera ser que sólo se alcanzara en el tránsito, cuando las pretensiones del otro - búfalo, niño, árbol... - nos llevan a salir de la casa del padre (ese "hueco del abandono" sin expectativas), a dejarnos mover pasivamente? Y desde ahí ¿derrumbamos nuestros pliegues, nuestra estructura de emplazamiento, la casa del padre, la patria, la mente?
¿Qué es ser tránsito y fluir?
¿Quedarse quieto-parao en la esquinita? ¿Convulsionar? ¿Y si tuviera razón Parménides y no hubiera sentido para lo otro (el no ser no es) ni para el fluir?
Jo, Stalker, me invade la duda.
Hermano búfalo:
gracias por el desbordamiento.
En tu paladar todo es chocolate y fiesta, deberías comerte el mundo y transformar su sabor...
un texto que desborda, también, texto río inacabable,
abrazos
Nán:
tremendo sueño. Sin duda hay alguna relación que podríamos encontrar si buscáramos, algún trazo, alguna huella, alguna analogía, no sé...
me alegra de que despertaras,
un abrazo
Libelu-lola ganó un premio. ¡Felicidades!
He de decir que yo lo supe antes porque tengo informantes privilegiados e inmediatos,
estupenda noticia y querremos leer el libro cuando se publique...
abrazos a todos y al ave zancuda en especial
Curiyú:
es verdad: el comentario de Say desentrama, nos lleva a lo esencial... a la urdimbre que sostiene la trama...
un abrazo
Querido LUG:
tu comentario me ha provocado una incomodidad y una vibración (uní-sono).
Paso a comentar, primero, la incomodidad.
Dices:
"Esa conciencia de ser la losa en la que se descarga el polvo del juego del niño de otro,¿ no es exotismo, turismo y no viaje, espejismo del mal que inunda?"
Quiero ser totalmente sincero: situar la mirada de Maillard en el exotismo me parece un reduccionismo y un desplazamiento difícilmente sostenibles. Nos es más cómodo encorsetar (e incluso desdeñar) una mirada que no se deja reducir a ningún código haciéndola entrar en una etiqueta que a todas luces no le corresponde.
En otro lugar del texto, la autora avanza:
"Los cuadernos que componen este libro no son crónicas de viaje. Tampoco son el resultado de un experimento antropológico, ni mucho menos se proponen fomentar una espiritualidad exótica. Dan cuenta tan sólo de un punto de vista, o más bien un punto de estar, un punto en el que estarse para, desde la mayor extrañeza, atemperar el juicio que precede, siempre, a la experiencia, y procurarle a la mirada, dentro de lo posible, un medio de neutralidad" "la historia de una mirada que progresivamente se invierte para dar cuenta de sí misma"
Lo que estos textos dicen no me hacen pensar en ningún tipo de turismo o búsqueda de lo exótico, LUG.
Confieso que esta sospecha me provoca estupor y, lo diré claramente, cierto malestar, cierta decepción.
Es llevar las cosas a un flujo al que no pertenecen.
Para mí es un libro de pensamiento y de introyección. Un libro de atención y repliegue que pretende, precisamente, desplegar, abrir, observar (dentro) lo que está fuera (dentro).
El uní-sono: no estoy seguro de que exista respuesta a la rosa de los vientos de interrogantes que propones. Imagino que al final cada uno ha de (re)conocer sus pliegues y desplegarlos, alisarlos, si así le place, si ése es su camino, su hambre, su imperiosa necesidad o su desdicha.
Entiendo que esa búsqueda de la mirada primera la autora la propone como añoranza, como método, y no como un fin que pueda ser alcanzado. En muchos textos de Maillard el itinerario filosófico, la observación de la mente, acaba en el recuerdo del gozo de la infancia, esa entrega plena a un mundo que no conoce diferencias: pero es sólo un recuerdo, una plenitud que las décadas herrumbraron, extirparon o semiborraron en el palimpsesto de la mente. También hay aquí una aspiración a volver al animal, deseo que se traza en un doble gesto: anhelo y conciencia de la imposibilidad de alcanzar ese lugar, pues la animalidad quizá es un lugar,y ese lugar nos es inaccesible.
Celebro tu bicefalia y tu duda permanente,
abrazos
Querido LUG:
tu comentario me ha provocado una incomodidad y una vibración (uní-sono).
Paso a comentar, primero, la incomodidad.
Dices:
"Esa conciencia de ser la losa en la que se descarga el polvo del juego del niño de otro,¿ no es exotismo, turismo y no viaje, espejismo del mal que inunda?"
Quiero ser totalmente sincero: situar la mirada de Maillard en el exotismo me parece un reduccionismo y un desplazamiento difícilmente sostenibles. Nos es más cómodo encorsetar (e incluso desdeñar) una mirada que no se deja reducir a ningún código haciéndola entrar en una etiqueta que a todas luces no le corresponde.
En otro lugar del texto, la autora avanza:
"Los cuadernos que componen este libro no son crónicas de viaje. Tampoco son el resultado de un experimento antropológico, ni mucho menos se proponen fomentar una espiritualidad exótica. Dan cuenta tan sólo de un punto de vista, o más bien un punto de estar, un punto en el que estarse para, desde la mayor extrañeza, atemperar el juicio que precede, siempre, a la experiencia, y procurarle a la mirada, dentro de lo posible, un medio de neutralidad" "la historia de una mirada que progresivamente se invierte para dar cuenta de sí misma"
Lo que estos textos dicen no me hacen pensar en ningún tipo de turismo o búsqueda de lo exótico, LUG.
Confieso que esta sospecha me provoca estupor y, lo diré claramente, cierto malestar, cierta decepción.
Es llevar las cosas a un flujo al que no pertenecen.
Para mí es un libro de pensamiento y de introyección. Un libro de atención y repliegue que pretende, precisamente, desplegar, abrir, observar (dentro) lo que está fuera (dentro).
(...sigo...)
El uní-sono: no estoy seguro de que exista respuesta a la rosa de los vientos de interrogantes que propones. Imagino que al final cada uno ha de (re)conocer sus pliegues y desplegarlos, alisarlos, si así le place, si ése es su camino, su hambre, su imperiosa necesidad o su desdicha.
Entiendo que esa búsqueda de la mirada primera la autora la propone como añoranza, como método, y no como un fin que pueda ser alcanzado. En muchos textos de Maillard el itinerario filosófico, la observación de la mente, acaba en el recuerdo del gozo de la infancia, esa entrega plena a un mundo que no conoce diferencias: pero es sólo un recuerdo, una plenitud que las décadas herrumbraron, extirparon o semiborraron en el palimpsesto de la mente. También hay aquí una aspiración a volver al animal, deseo que se traza en un doble gesto: anhelo y conciencia de la imposibilidad de alcanzar ese lugar, pues la animalidad quizá es un lugar,y ese lugar nos es inaccesible.
Celebro tu bicefalia y tu duda permanente,
abrazos
Gracias Stalker.
Quiero que participeís del premio que me han dado. He ganado el premio Maria de Villar de poesía en Navarra (Tafalla). Me parece que el premio es un huevo de plata. Que puñetas hago yo con un huebo de plata. JAJAJAJA.
El libro se llama Cercanías.
no me pregunteís nada más porque no sé nada más.
No me gusta utilizar este lugar de topos para anunciar que me han dado un premio. Pero por lo menos lo podemos celebrar juntos.
Un ABRAZO A TODOS. MARIEL, STALKER, OSCAR, BASH, FALKER, LUG, ARTURO, LAURA, SAY, CIRIYÚ. ECT...Y TODOS Y CADA UNO DE VOSOTROS.
Lola:
¡felicidades!
ya ves: un huevo de plata me parece un regalo de lo más apropiado para un ave zancuda como tú.
¿Qué hacer con él?
Empollarlo. Seguro que de él saldrán nuevos poemas.
Qué alegría, Lola, y que la compartas con todos,
un abrazo redoblado y titiritero (al borde de)
Mi hijo me preguntaba si me iban a dar de premio una PSP con un juego de Bakugan. JAJAJA.
Tienes razón no lo había pensado, un huevo es muy apropiado para un ave zancuda. Lo incubaré muy bien. JAJAJA.
Querido Stalker:
no se si celebrar tu decepción que, en lo que me toca, es uno de mis estados de espíritu habituales (sospechosamente habituales). Tomo nota de todo lo que apuntas y me corrijo la percepción... si fuere el caso. Aunque bien pudiera ser que el uso del término exótico o turístico que hago no sea despreciativo. Bowles - el cielo protector - dice que "el turista se apresura por lo general a volver a su casa.... el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud...". Mi duda es si en verdad se puede ser viajero, no ser de un sitio más que de otro y llegar a la otra orilla que, sin la tomamos en serio, siempre es exo-tica (del afuera).No niego el proyecto de demolición sino su viabilidad. Decía mi abuela que la zorra perderá el rabo pero no las costumbres... En mi horizonte existe la idea de una "experiencia común" a toda la humanidad (negadora del afuera-adentro, propio- ajeno, atávico-exotico). Sin embargo, esa experiencia que nos pudiera llevar a una "percepción primera" - la que algunos creen ver en, por ejemplo, los presocráticos - no sé si tiene contenido o es hueco...
(sigue)
(sigue)
La interpretación que haces: "esa búsqueda de la mirada primera la autora la propone como añoranza, como método, y no como un fin que pueda ser alcanzado", me resulta interesante pero, en otro sentido, cabría cuestionar un método que niega su destino y se enreda(como danza derviche) en su proceder. No sé, supongo que si se habla de buscar esa mirada primera es porque ese es el objetivo y se "espera" alcanzarlo. Y entiendo que Maillard no sólo es poeta sino también filósofo.
En fin, lo que conozco de Chantal Maillard, nunca me llevaría a pensar que es una "orientalista" de postín y mascarada, animadora del turismo hindú.
Dicho todo esto, hermano, para que siga la conversación y no para borrar decepción alguna por mi torpeza. La decepción, repito, es una de mis tribus favoritas.
Salud
(y un abrazo de enhorabuena a Mme. Lola Torres y su huevo de plata... mola).
Querido LUG:
agradezco las precisiones y sutilezas que introduces y que desactivan mi (hospitalario) estado de alarma. La decepción, en efecto, también puede ser creativa: uno se decepciona porque se da el tiempo de la espera, porque espera respuestas-con-fisura-dentro, y no un muro o un constructo cerrado o inamovible, a lo que podrían invitar sin duda textos que, como éstos, se resisten a plegarse a una única modulación escrituraria, emocional, existencial o metafísica.
Me precipité al pensar que en tu comentario pudiera haber un "gesto inmunológico", de defensa de según qué cercos pactados. No podía ser, claro, en las coordenadas de la bicefalia, que siempre inquieta, disemina y fluctúa...
Entro a cuestionar algunas de tus cuestiones:
no entiendo por qué no puede proponerse un método que se niegue un "destino" o una "finalidad". Un método deconstructivo puede tener como única finalidad la observación (en este caso de los mecanismos mentales: sus fisuras, sus declinaciones, sus mecanismos de sedimentación, a fin de re-velar las trampas que proponen al lenguaje y al "sujeto cognoscente" -cuya ausencia, por otra parte, es puesta en duda de forma sistemática, y aquí el puente con el budismo está ya trazado) y no un destino o finalidad propia, no una pro-yección más allá de los límites marcados por el destejer lo propio en lo ajeno y lo ajeno en lo propio; un método que permita la de-marcación no tiene por qué negarse a la danza derviche: ¿y si ése es su objetivo, asediar la falla tectónica de lo que somos sin proponer nada más?
Habría que cuestionar entonces si la exigencia de finalidad o destino (¿de causalidad? ¿progeso? Tal vez, o tal vez no) no es uno de los prejuicios más arraigados del pensamiento etnocéntrico.
Por mi parte, un método o analítica existencial que procure una desnudez y desarticule los procesos autoinmunes de lo identitario tiene en sí mismo su misma finalidad; o mejor: su propia caída, su propio espaciamiento y oblicuidad.
Me interesa mucho la distinción que propones, al hilo de Bowles, entre turista y viajero. En un nivel superficial creo que todos tenemos clara la diferencia. En el nivel de con-tacto, de repliegue (incluso de intimidad conceptual) que propones, las cosas ya no están tan claras. Imagino que habría que indagar caso por caso: calibrar (¿y con qué balanza, desde qué parámetros?) qué lentitud se ha permitido cada cual, de qué forma ha morado -y se ha de-morado- en lo Otro y en el otro.
(sigue...)
Una vida puede ser la historia de un desarraigo perpetuo, de la falta de morada o fundación: puede no haber una casa a la que regresar o esa casa puede ser (entiendo que en este caso es así) la infancia: una morada del corazón, el repliegue de intimidad que precede a todo cerco, a todo acercamiento y retirada.
No me atrevería a decir que no existe el viajero, porque no me atrevo a decir que todo el mundo tenga una casa, un hogar al que volver. Si en alguna ocasión frecuentas la escritura de Maillard más allá del falseamiento propuesto aquí (pues seleccionar y enmarcar textos ya es una traición, cada vez una traición: operación de montaje que no da cuenta de) observarás que está atravesada por el exilio, el viaje y la ausencia de morada en un continuo estratificado y entre las lenguas: entre el francés y el castellano, entre Bélgica y España, entre Europa y los Orientes, entre filosofía y poesía, entre el apego y el desapego, en un vaivén que transgrede esas dualidades, excediéndolas o borrando sus fronteras. ("Ningún constructo habrá de durar lo suficiente como para que se corra el riesgo de convertirlo en creencia.") Todo ello desde una llamada a la entrega al vértigo de lo que acontece, como si no hubiera una matriz o experiencia común, una palabra fundacional o un nido que acogiera nuestra irreductible orfandad y la fragilidad, la fragilidad sin nombre de quien ya no se reconoce en las palabras de la tribu.
Todo esto es muy complejo y mi propia lectura del acontecimiento que para mí ha significado leer estos textos puede ser impugnada por los textos mismos, por el tapiz mismo de una escritura que se trama a partir de una urdimbre velada y revelada constantemente, constantemente acosada y puesta en jaque; textos que se resisten también a mi lectura y mi apropiación, por atenta y porosa que se manifieste.
Seguiremos habitando la tribu de la decepción y de la escucha, LUG.
Cultivaremos la multicefalia siempre inquieta,
un abrazo fuerte
Lola:
se trata de incubar, claro.
¡Ya verás qué polluelos!
¡Abrazo!
Siento como si Maillard, o lo que es la voz en Maillard, metiera una de sus manos en el tacto, y se adentrara.
Cada puerta es un abismo.
Y este es un recorrido de luz.
Los ojos de las esculturas están ciegos. Esa es su hermosura. Justicia implacable la de las piedras.
De qué color es el Arte, la Belleza, para quién observa y son sus dioses? se puede peidr al Arte que sea un dios? y la Belleza, primero habría que localizarla, luego la pregunta, aunque fuera demasiado tarde.
LOs poemas son la mano enguantada, finalemnte, en el tacto. Pero ya estaban adentro. Esas manos vieron caerse las puertas.
(El piano nos deliza a través de los perfiles)
Portinari:
ya se te echaba de menos en esta casa, a ti y a tus palabras que das como pan de niño:
vamos a encender la chimenea para recibirte, como si vinieras de un largo viaje.
Después de la cena (sopa y pan recién hecho), sesión de cuentos. Hay varios huéspedes en torno al hogar, calentándose de la tristeza del camino, de la dureza a que nos fuerza el mundo erguido, generoso sólo en la usura de los afectos y el recelo sempiterno (otro de los nombres del miedo).
Una anciana atiza las cenizas mientras canta. Su leve canto va suturando las heridas, el lento murmullo de lo vivo bajo los rostros exhaustos.
A sus pies, un perro sueña un mundo de colores amablemente difuminados, donde unos animales semejantes a osos persiguen indefinidas mariposas de cristal.
Crepita el fuego: es hora de descalzarse y secar las botas.
Así recibiremos a Portinari, cuando el arte ya no sea un dios y no sepamos localizar a la belleza.
Abrazo fuerte
Lug suele ser el banco de prueba de mi cabeza. me estremece que dos días atrás yo haya releído El cielo protector y que Lug venga y lo nombre. no releí esas páginas sobre el turista que tiene ticket de regreso y el viajero que jamás sabe si regresará. fueron otras páginas pero fue ese libro.
escuchando esta lluvia torrencial y después de una jornada que contó muertos visibles en Buenos Aires en una batalla campal entre pobres, en un parque inmenso como un bosque convertido en una mezcla de cementerio clandestino y basural, siento que tu tacto indispensable toca dos territorios álgidos del sistema nervioso: la naturaleza de la especie y la legitimidad del recurso a la violencia (tu Nagarjuna me acompañó en mis últimas caminatas).
no podremos demolernos todos y algunos ya han sido demolidos, en el sentido más brutal y no sanador del término, por los más fuertes o los más afortunados. la línea de largada ha sido desigual y la mayoría se cayó del tren.
he visto a los monjes de Myanmar-Burma exponer su cuerpo y gritar.
Freud diría que la agresividad es inherente al hombre y la cultura se esmera en sofocarla procurándole distracciones (recuerdo su pregunta: ¿qué harán en los soviets después de liquidar a todos los burgueses?). Todorov agregaría, pensando en experiencia concentracionaria, que los sistemas más violentos de convivencia hacen aflorar lo peor de nosotros mismos y a la inversa.
no puedo escapar de Walter Benjamin. tampoco quiero. en su primera tesis sobre el concepto de historia, yo imagino al jugador de ajedrez como el materialismo histórico leído por Gramsci y, al enano que maneja sus hilos bajo la mesa de juego transparente, como Buda.
las noches de lluvia me impulsan a robar lo mejor de cada casa y a venir a la tuya, para variar, devenida murciélago absoluto.
Querida Mariel:
expones unas preguntas muy arduas y con un fuego de vida increíble. Gracias por alumbrar estas dudas.
Me siento a la intemperie ante la magnitud de las dudas que planteas: en mi caso, creo poco en la especie, muy poco en el ser humano. Y sólo un poco, cada vez un poco (por porciones o cuantos) en los seres humanos contabilizados individualmente. La vida humana me parece un espectáculo lamentable del que hay que refugiarse y encontrar amparo: y nuestro mundo, por mucho que queramos negarlo, por mucho que las retóricas de la buena conciencia, la democracia, el civismo, así nos lo quieran hacer creer, se sigue basando en la fuerza, en la aplicación pactada (simpre desproporcionada) de la violencia. En la ceguera ante esa violencia que se comete impunemente ante nuestros ojos, todos los días: al hacer cola en un aeropuerto, al soportar que un policía nos señale por qué calle hemos de pasar, al asistir impávidos a la aniquilación (me gusta más la expresión francesa "anéantissement") y homogeneización de los niños en la escuela, a los vasallajes y violencias laborales, a la xenofobia y el machismo (violencias del lenguaje) dominantes. Eso por no hablar de la execrable violencia explícita, construida y consumida en el espacio tecnomediático infernal que hemos consensuado como mecanismo inmunitario (transferir a la "periferia" nuestras tensiones internas, reforzar las fronteras físicas, pero también de los afectos, etc.).
Es un mundo especialmente horroroso, y sobre todo: idiota. Esa es la palabra: un mundo terriblemente idiota, regido por la usura, por ideas mezquinas: "te doy, me das", "estoy en mi sitio", "quiero y defiendo a los míos (porque son los míos y me defiendo del otro: ¡qué miedo!"), "el trabajo te realiza como persona", etc.
Una sociedad enferma construida sobre sofismas, prejuicios y mentiras: eso es lo que tenemos y lo que contribuimos a sostener, cada uno a nuestra manera, todos los días.
Creí que con los años se me pasaría la radicalidad de los 18, de los 20 años, pero no ha sido así: la ira ante tal cúmulo de despropósitos sigue siendo la afección dominante, la corrosión imperativa, el axioma inflexible de la relación con el mundo. Eso, unido a un movimiento simultáneo de atención, incluso de compasión (pero esto ahora no viene al caso).
En fin, Mariel, tu comentario me dispara estas perplejidades, estas purulencias y desarraigos.
Por eso busca uno el abrevadero, el reconocimiento, en escrituras que concibe en libertad, que se han hecho desde la negación de la servidumbre, desde la imposición de su propio cauce. El agua viva es eso: trepana las resistencias más arraigadas, si la atención está dispuesta.
Un abrazo fuerte y animal
Como nota al margen, me ha llamado la atención que muchos comentarios a esta entrada no mencionen los textos, ni las fotografías: ni una alusión.
Quizá la entrada ha disparado la mente en otras direcciones, quizá los textos han quedado invisibilizados por otras consideraciones o sencillamente nos han despertado a otra vida.
Por otra parte, no ignoro que esta escritura y pensamiento genera fuertes resistencias e incluso rechazos: percibo esto en algunos silencios, porque los silencios son tan elocuentes como las palabras
(y hay silencios de todos los tipos: silencios expectantes, silencios cómplices, silencios de alegría, silencios indecisos, silencios de negación y de-negación; con el tiempo uno aprende a sentirlos, uno los va in-corporando al sismógrafo delicado que el cuerpo crea en relación al espacio virtual. Daría pie a pensar en una po(e)sible taxonomía de los silencios, un capítulo mínimo de una antropología del gesto que diera cuenta de las entonaciones en que nos vamos-siendo)
Me ha resultado muy curioso, en todo caso.
Vuelvo a leer estos pasajes que tu generosidad ya me había regalado y que nunca 'acabaré' de leer. Comparto con Say esa sensación de que CHM nos lee desde dentro y entonces nos habla desde dentro. Yo que nunca seré un búfalo y que vivo entre tantas prisiones, me abrevo en silencio en el cuenco de tu casa y a la lumbre y el calor de tu afecto y de los encuentros.
Un abrazo
las fotos: alucinantes- y añado que escribí esta frase antes de leer tu último comentario ;) - Siempre he escuchado hablar del estupor que causa la India y me imagino que ha de ser muy difícil para alguien sensible ser un simple turista, permanecer fuera.
Enhorabuena para Lola.
Y otro abrazo múltiple
Cuando leo a Chantal es como si ella me cogiera de la mano y me fuera llevando por un mundo hecho solo de palabras, y me fuera mostrando, desentrañando la palabra unida a la vida, nunca la palabra está tan semántica y etimológicamente unida a la vida como cuando la leo a ella. Y hasta parece fácil dejarme guiar por su voz.
Chantal es palabra que se expande y Olvido palabra que se concentra y se retrae.
Las dos son, y ya no dejarán de serlo, Poesía con mayúscula, sean más o menos leídas, no importan los lectores, si más, si menos... Tampoco debe importarnos demasiado, leamos en voz baja o en voz alta según el momento. Yo aún lloro leyendo algunos poemas, viéndome como una niña de polvo, sobre una losa, o viéndome caer mientras estoy detrás de un árbol.
Gracias por mantener este espacio abierto en tiempos de tanta 'incordura' (y cor era corazón).
Algunas tarde o noches vengo y descanso con sus voces (las que nos dejas tú aquí).
Un abrazo grande.
Después de leer, sólo iba decir que no decía nada aún porque tenía que leer otra vez (qué le vamos a hacer, sigo con mi yo pensante). Pero he leído los comentarios, y de repente, me encuentro con unas palabras tuyas que me llegan de golpe sin necesidad de reflexionar:
La lengua venidera, plagada de silencios, lugar privilegiado del balbuceo, sede de las fluctuaciones del yo-ausencia, sería la lengua hospitalaria, la erradicación del miedo y el advenimiento de la amistad incondicional, la desaparición de las fronteras y los marcos impuestos por la mirada colonial,
no creo que las palabras y los sistemas de pensamiento sirvan para nada mientras no aprendamos a temblar con el otro, en el otro
y desarraigar su dolor desde su fragilidad, al fin reconocida y adentrada en nuestra carne
Me alegro de haberme cruzado esta mañana contigo
me pregunté por el origen de las imágenes pero después se imbricaron tanto en los textos, acompasándolo, que olvidé la pregunta. me dije: "son imágenes de cuando Stalker estuvo ahí". ahí estuviste, sin duda, aunque tu cuerpo no haya atravesado el umbral de tu casa. pero sí digo: son imágenes de temperatura cuidadosamente calibrada con la temperatura de las palabras en las que se funden.
me preguntó ahora por qué se fue la fotografía de Chantal M. vistiendo el sari. era un uso del sari tan legítimo.
sí, el mundo es idiota, Stalker, con algunas excepciones. ante esa evidencia, nos queda la lujuria o el suicidio o la locura o el retiro espiritual. porque también hay derecho a callar y retirarse.
sin embargo, escribimos. sin embargo, Chantal escribe. lanzamos bengalas y botellas al mar.
quizá, entrelazando nuestros amores, podamos fundar un micromundo que sea como una piedra arrojada al agua y reverbere, expandiendo sus ondas.
o no.
pero hacemos el gesto. posiblemente se trate sólo de hacer el gesto, de experimentar la hermosura de hacerlo.
que una perra devore los fetos que devuelve el río es un acto de justicia profana.
a mí el paso de los años, y los golpes, también me radicalizan. tal vez fui siempre así y fue el mundo el que se corrió a otro lado.
en tu taxonomía de los silencios debería ingresar el silencio sordo.
te abrazo en modo-Panchito: te apoya una pata en el hombro diciéndote con la presión del tacto: "nos cuidamos, el uno al otro".
·
Leonardo:
yo sí creo que eres un búfalo, un claro aspirante a hablar la lengua pequeña, la lengua del dentro que se declina en el temblor y excede siempre su propio gesto,
en los encuentros siempre estás y es difícil expresar en frías letras de ordenador el cariño que se te tiene,
un abrazo fuerte
Alfaro:
tu comentario me ha conmovido. No puedo decir más que gracias.
A Olvido y a Chantal las siento así: has empleado las palabras justas que definen la forma en que las dejo entrar y estar.
Seguiremos luchando contra la "incordura" (incluye "cor": maravilloso"). Oponiéndole otra forma de locura: la demencia compartida de una fragilidad, el quiebro mismo de la razón al derrumbarse. Frente a la incordura que fortalece las murallas, la locura de vida que las derriba.
Seguiremos cultivando las voces, las de ellas, y también las nuestras, entrelazadas en la brecha o en la insinuación, para tu descanso.
Un abrazo
Elena:
confieso que me da un poco de pudor que lo que destaques sean esas palabras mías.
Te revelaré que no existirían, que no serían ésas, que no tendrían ese sabor y esa temperatura, si no me hubiera empapado previamente con la "lengua salvada" de Maillard, de Derrida, de Lispector, Canetti y tantos otros. En la lengua que uno habla se expresa la avalancha de lenguas pequeñas que hemos sido en nuestras lecturas: toda esa vida que quema el ojo y lo fecunda al calcinarlo.
Bienvenida a este nido caído entre la hojarasca...
abrazo
Querida Mariel:
es cierto: hacemos el gesto, nos entonamos, nos modulamos: proyectamos. Y el gesto nos hace, nos es devuelto, a veces roto o transformado, enriquecido o decaído, por el espejo del otro.
todo es muy fácil porque estamos aquí al fin. algo tan simple como eso: aquí
damos tantos rodeos que luego olvidamos esa obviedad
el modo-panchito es el del reconocimiento inmediato: ven, vamos a jugar, te cuenta el perro con su cuerpo. una manera de decir el aquí y el ahora sin la trama (sin la trampa) del lenguaje
y mientras jugamos, el perro nos escribe
su lengua cuida nuestra desaparición
abrazo y abrazo
Rosso:
¡muy elocuente!
Ahora me quedo pensando si es un punto y aparte o un punto y seguido. Si lo que dice el punto es una suspensión (del juicio, del trayecto), una imposición (de manos, de silencio), una retracción, solipsismo o vuelta en sí.
Me pregunto si hay un ante-punto o un pos-punto,
también me pregunto si hay un pespunte, una sutura entre lo que dice el punto y la infinitud de interpretaciones que delega en el lector
puedo contestarte así:
(...)
o dejar las migas de pan:
.
.
.
el punto es autocontenido, no es un margen, no es una frontera: no propone un río, ni un rito de paso, no hay canción para vencerlo, transformarlo, superarlo o incordiarlo
¿enloquecer el punto?
no hay temblor ni tectónica para ese desplazamiento
quizá así -
o no
en todo caso, quedo en suspenso y quiero saber más (o menos) de lo que el punto in-significa en esta entrada
Sin duda recordarás que Maillard dice:
"Decir punto:
punto"
Está en "Hilos", y creo que leíste ese libro
en diarios indios habla de situarse en
"un punto de estar"
el punto nos sosiega, nos remite a lo Único y a lo mismo, y a la vez nos inquieta (¿motor inmóvil? ¿metafísica del origen? ¿solipsismo insuperable? ¿el silencio de los dioses?)
ahora lo veo como un descanso
telón
fundido a negro
ingreso en la avalancha
/buenas noches
Me quito el sombrero ante este post.
Un saludo,
Marta
Marta:
y este post se quita el sombrero (boina o gorra tirolesa) ante tu mirada generosa,
bienvenida,
y un abrazo
Stalker, la elocuencia no está naturalmente en el punto sino en la magnífica entrada que había leído,
Benarés.Diarios indios II (Maillard) y que me dejó en un "pleno" silencio durante un buen rato, sin necesidad de opinar, razonar, etc. Habría sido como romper ese equilibrio(interior) y estado al que los textos me habían
llevado. Necesitaba interiorizar y no expulsar(o expresar) y el"punto" era como dejar el menos sonido (ruido)y mancha posible queriendo (al mismo tiempo activar el
recuadro de comentarios)estar aquí,
desde aquí (en tu página) disfrutando ese "silencio".
En cualquier caso me ha gustado el amplio abanico de posibilidades e interpretaciones que haces sobre el "punto" así como la aportación de Maillard en "Hilos"(27) y diarios indios, a los que añado el de "Filosofia en los..."(170)-Yo soy un punto de fuga. Soy el punto de fuga en el cuadro de un pintor impresionista.-
Un abrazo (sin . ni ,)
Querido Rosso:
imaginaba que ese punto era un punto de recarga, de atención interiorizada y escucha.
Me apeteció simplemente jugar un poco: a veces me aburro de seriedad, y tu comentario me permitió explorar esa pequeña vena lúdica.
Tu lectura y tu estar me es, como sabes, muy valioso.
Un abrazo
Publicar un comentario