ayer, asamblea del 15-M, plaza de Catalunya. Pequeña manifestación improvisada en apoyo a Sol, en respuesta a la brutalidad policial del otro día en Madrid.
Pequeña felicidad de disolverse entre los muchos, de abandonar el yo por unos instantes y fluir en la masa en movimiento y su forma, sinuosa, anárquica, vital, de ir encontrando el camino, como un ser vivo en cierto modo autónomo respecto a las conciencias individuales que lo integran.
en un momento determinado, ya en las Ramblas, los chicos y chicas alzan los brazos, los hacen vibrar. Todo se hace al unísono: coreografía improvisada que encauza un fuego vivo, un grito.
entonces brota en mí una reflexión incómoda, que me incomoda: esa misma energía que anima a los manifestantes, si se encauzara de otro modo, daría lugar a un desfile fascista. La misma energía, modulada por otro lenguaje, vertida en el cuerpo de otro lenguaje, hábilmente dirigida hacia otro lugar, impulsaría
otras manos en alto, otros lemas coreados por la masa.
Esto puede ser sólo una reflexión incómoda, sin fundamento, incluso trivial. O puede ser algo más.
Tal vez sea cierto que ningún movimiento de masas es "inocente". Y que, a fin de cuentas, en toda coreografía están latentes, aguardando su momento, las semillas del fascismo.
en todo caso, integrarse en el flujo de aquella manifestación espontánea ha sido una pequeña experiencia de felicidad
satori colectivo
calma entre los muchos
***
Fackel, en la antorcha de Kraus, se siente incómodo porque un gato lo mira. Recuerdo la incomodidad de Derrida ante la mirada de un gato, cómo el filósofo no soportaba que el gato mirara su desnudez.
Y a pesar de mi sorpresa inicial, el gesto y el comentario de Fackel me enternecen. Le escribo esto:
"querido Fackel:
no te tomes a mal mis palabras, compañero, pero se nota que no has estado cerca de animales, que los conoces mal
tu comparación con los humanos es de una ingenuidad sorprendente, al menos eres consciente de ella, pero no logras desprenderte, cosa que me asombra en alguien con tal "alto" grado de discernimiento,
lo diré sin más rodeos: lo inquietante en el gato lo pone el ojo humano, el prejuicio humano. En un animal en sí mismo no hay nada inquietante. Pero hemos alzado el animal a abstracción, lo hemos emponzoñado de mitología, hemos perdido la interacción inmediata, sin mediaciones mentales, con el animal. Un síntoma más de la pobreza de nuestra forma de acercarnos al mundo. De nuestra obsesión por limar, encorsetar, extirpar el vértigo a cuanto acontece.
por otra parte, el animal no nos molesta, no interfiere: somos nosotros los que nos defendemos, los que tenemos la conciencia, la desdicha (en otros casos dicha, si se quiere) de la re-flexión, de la flexión de lo propio en el ojo atento, expectante, sin juicio, del animal,
me sorprende y enternece tu malestar ante el gato y los prejuicios no del todo resueltos que respiran en tu texto,
un abrazo con maullido"
Y es que me gusta el modo en que Fackel analiza los pliegues más insumisos de su interioridad, los más duros, los más reacios a desplegarse. Es capaz de examinar sus prejuicios sin flagelarse, con ecuanimidad: reconociéndolos, acariciándolos, dejándolos estar. Esto es señal de una mente libre.
Aquí, en la Antorcha, la entrada sobre el gato (y el gato, precioso)
PD: bochornoso el editorial de El País sobre el 15M: culpabiliza a los indignados (dice que no cumplen las leyes, aunque no especifica cuáles vulnera). Ni una palabra sobre las cargas policiales. Queda demostrada cuál es su línea política, algo que a estas alturas no resulta una sorpresa.
sábado, 6 de agosto de 2011
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11 comentarios:
Stalker. Me interesa sobre todo lo de esa sensación imaginaria que se te ocurre acerca de la energía de los jóvenes del 15M sobre otro escenario. Todos los movimientos de masa me hacen pensar en su dualidad. Primero, no hay movimientos de masa puros; otra cosa es que estén cargados de razones unos más que otros, unos y no otros. Segundo, cualquier movimiento de masa, por sí mismo, no justifica verdad alguna. Tal vez en nombre de la masa y de su movimiento, de sus movilizaciones y exhibiciones, es como se justifican otros intereses más minoritarios. ¿Es la fuerza de la energía algo deambulante que oscila en función de las fuerzas que presionan y dirigen su acontecer? Tal vez. Me haces pensar. Cada vez veo más análogas las sociedades y sus comportamientos con el resto de fuerzas de la naturaleza. Naturaleza, bruta y refinada, unas y otras.
PD. No me extraña que Derrida se incomodara ante la mirada de un gato. Pero seguro que se incomodaba más ante su propia mirada en el espejo, nos pasa a todos, pero nos callamos.
Fackel:
inevitablemente recordé a Canetti y sus sutiles análisis sobre las masas y las mutas. Me impresiona mucho cómo la masa se convierte en una entidad viva, cómo se disemina y tiende a ocupar todo el espacio: la fuerza latente que hay en ella es inquietante, puede desencadenarse con furia y arrasarlo todo a su paso. Había algunos chicos del 15M intentando pastorearla, reconducirla por una u otra calle, pero la masa seguía su camino: su destino no obedecía ya a voluntades particulares,
el análisis de esa energía me interesa mucho, es algo muy extraño...
En cuanto a las analogías entre sociedad y naturaleza, imagino que habrás leído "La decadencia de Occidente", ese prodigioso libro, que no termina de ser leído y aceptado, porque sus postulados son inasumibles hoy, precisamente hoy, cuando Occidente se resquebraja y pierde su hegemonía. Simplificando brutalmente, la tesis de Spengler consiste en que las culturas y civilizaciones son organismos vivos que nacen, crecen y mueren de acuerdo a mecanismos "biológicos" dentro de un constante devenir donde los restos de muertes antiguas serían el humus que fecundaría nuevas culturas, nuevos engaños,
Derrida se incomodaba ante todo: por eso su duda sistemática hacia todo. Un autor inolvidable...
un abrazo
Siempre me asustan las multitudes (sobre todo cuando el unísono las asalta) porque percibo ese carácter bifronte del que hablas,sin embargo, la sensación de pertenencia a un gran animal que respira es cautivante. Quizá, ese es el peligro.
Definitivamente, es justificada la incomodidad ante las "masas", no así ante los gatos...
Anhelo el silencio de los gatos
la blanda pisada que acaricia los bordes de mi alma
anhelo su singularidad
su discreción
su tibieza recostada a mis orillas
cómo se deslizan callados rozando la penumbra
Anhelo la perfecta humildad de su silencio
abrazo felino
Lo terrible es dejarse colonizar el pensamiento por la masa. Mientras no ocurra, no hay peligro.
Fackel analiza, disecciona, se sumerge. Es grande.
Dos besos, uno para cada uno.
Anamaría:
la multitud, la masa, ejerce esa fascinación y a la vez esa sospecha. Por eso he participado en pocas manifestaciones, pero tal como es están poniendo las cosas iré a muchas, o algunas, a partir de ahora
hay muchas cosas en juego y conviene afrontarlas con lucidez, en estos días en que los especuladores quieren hundir países enteros (para luego devorarlos con planes de austeridad demenciales y privatizaciones que les reportarán pingües beneficios...)
pero seguiré sospechando de la masa, atento a la masa, cada vez que forme parte de ella...
en cuanto a los gatos, son animales maravillosos. Sólo hablan mal de los gatos quienes no los conocen bien; en mi experiencia son prácticamente iguales a los perros, ¡que ya son el cielo mismo!
Pero es que a mí me gustan todos los animales por igual, hago pocas distinciones...
Deseo un gato en tu regazo y su silencio acariciándote, pronto
un abrazo fuerte
Isabel:
es cierto, hay que conservar vivo el tallo que uno es, la brizna en que uno respira, sin dejarse atrapar en las maquinarias de la masa...
Fackel es grande... y pequeño. A veces sabe hacerse increíblemente pequeño, adentrarse en las mínimas fisuras y hacer saltar el granito desde dentro,
ya son varios años desde que lo conozco y sólo sabe crecer pequeño, ascender menguando,
diría que es un sabio, aunque a él le moleste este epíteto,
un abrazo, Isabel!
Con esos planes demenciales tiene América Latina una larga experiencia...
Tu deseo es el cielo mismo!
anamaría:
silencio: ronroneo...
Comparto tu reflexión incómoda; comparto la sensación y pienso, al mismo tiempo, menos mal y qué pena. Pero, pese a todo, sigue siendo una pequeña semilla.
Más abrazos
Ataúlfa:
pensé que quizá estabas allí, en aquella pequeña familia...
un abrazo desde la duda incómoda, sin resignación!
No, esta vez no, Stalker. Demasiadas dudas incómodas; ahora mismo no veo...
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