Recuerdo un invierno muy duro en las Alpujarras almerienses. Había nevado en el pueblo y era difícil avanzar por las calles. El frío era intenso, cortante. Para calentarnos, todos los días bajaba de casa de mis padres a casa de mis abuelos, y ellos me preparaban un brasero que luego yo subía con mucho tiento. Había que ascender por calles empinadas y sinuosas, con cuidado de no resbalar en la nieve. Yo tenía ocho años.
Una tarde, ya oscurecido, al girar una calle, tropecé y caí, y todo el contenido del brasero se esparció en la nieve: carbones ardientes, rojos y negros, pequeñas estalactitas de fuego en la blancura cegadora. Sabía que al llegar a casa me esperaba la mirada severa de mi padre, así que empecé a recoger las brasas con las manos desnudas. Quemaban, y yo lloraba. Entonces sentí una demolición de bondad: la mano de mi abuelo en mi hombro derecho. Había decidido visitar a mis padres y me había encontrado en aquel trance. Sus palabras: “Déjalo. Todo está bien”. Y su mirada infinitamente bondadosa. Volvimos a su casa, llenamos nuevamente el brasero y subimos juntos hasta la casa de mis padres. No hubo reprimenda.
Aquello me enseñó que es un grave error considerar que la poesía es sólo el verso que se da en papel impreso. Un error fatal. La poesía es también ese gesto compasivo, esa ternura. Impedir que un niño se queme las manos con carbones ardientes.
ni luz
ni remoto centro
genesíaco:
sólo
eso pequeño
Stalker, creo que tú mismo eres poema que escribe, tú mismo eres un brasero, que en la nieve de este medio, quema el corazón, las manos y los ojos a todos los que presenciamos tu demoledora belleza
ResponderEliminarun abrazo en la nieve
anamaría
Perfecto! La poesía es eso, decir, y con este texto ha quedado muy bien dicho.
ResponderEliminarSaludos.
Estremecedor, querido amigo. Estremecedor. Pequeño, como el poema es. Pequeño centro cálido tras las palabras. La poesía es esas pequeñas salvaciones. La mirada de tus abuelos. La manos...
ResponderEliminarUn abrazo
Voy a recogerme ahí. decir más no tendría sentido.
ResponderEliminarla bondad sin testigos, sin ideología, la bondad al margen de todo utilitarismo social. la bondad pequeña.
ResponderEliminarla austeridad y la timidez en los gestos de los campesinos de las montañas. el frío ardiendo dentro.
la infancia es una profundidad.
tus abuelos dejaron la honestidad y la fuerza de los marcados en tus manos.
La poesía también es recordar aquellos instantes tan entrañables.
ResponderEliminarLa poesía es leerte. Ana lo ha dicho muy bien así que me las apropio (con su permiso) para mi mensaje.
Un abrazo muy grande.
Y luego dices que no eres poeta???
Anda ya cuentaselo a otro.
Pues claro que eres poeta...
pequeño como este texto que también sos vos.
ResponderEliminarabrazo
"la poesía es impedir que un niño se queme las manos con carbones ardientes".
ResponderEliminarlo repito como un mantra. me lo coso a los párpados.
escribís como sos y no hay distancia entre tu escritura y tu modo de estar en el mundo. son la misma mano, el mismo carbón que arde.
leerte es sanar.
Me gusta la figura que has traído a esta y anterior entrada, Stalker. Es de muchísimo interés porque aparte de las connotaciones familiares y personales, son poesía involuntaria(espontanea) de una calidez y ternura que van directas al corazón.
ResponderEliminarPero además nos hacen reflexionar sobre nuestros mayores, los sabios de la tribu en otros tiempos y culturas, que siempre fueron depositarios de la experiencia, el conocimiento,incluso oficiaban en los sacrificios (como tu abuela con los animales), pero también sanaban con el respeto y la autoridad moral desde su posición de desapego (por metas existenciales).
Mas llega la "sociedad del bienestar" los margina, los etiqueta con esa estúpida metáfora -tercera edad - considerando que chochean y dándoles un papel vegetativo y residual-consumista en algún parking-residencia (sobre todo en las grandes ciudades).
Vivir demasiado tiempo es incomodo en el Imperio...
Nos vendremos a Marienbad... y encenderemos fuego y braseros
Un fuerte brazo Stalker.
Si si tiene razón Rosso nos vendremos a Marienbad y encenderemos un brasero.
ResponderEliminarAve Zancuda
Me sumo a los que vendrán a Marienbad. Una vez perdido el Universo y a uno mismo, llegar a ti, encender el fuego y habitar el poema que te escribe es un edén recobrado. Nos vendremos a Marienbad y nos calentaremos a la luz de tus palabras
ResponderEliminarotro abrazo
anamaría
El niño, que en en otro lugar quería salvar a los perritos, ahora la lía, la caga, la arma gorda con las brasas en la nieve. En el inicio del drama, a punto de inflamarse el alma por el miedo, una voz de arriba se muestra anunciando que todo está bien. El niño quería hacer "un mundo" del pequeño suceso - o las fuerzas del mal pretendían construir un mundo con el miedo, la angustia y otras debilidades de nuestra conciencia - y la voz de arriba nos muestra que nada sucede y lo poco que pudiera suceder agoniza en hermosa precariedad. Ni luz/ ni remoto centro genesíaco.
ResponderEliminar¡¡Cuántas experiencias de infancia me muestran esta atmósfera de la desproporción!! ¡¡Y qué poco he superado la infancia en este sentido (más aún; los malos tienen más sitio en el alma)!!
La poesía - el arte todo - impide que un niño se queme las manos con carbones ardientes.
Me quemo las manos
(Nota: de pequeño papá me dejó jugar con los cables pelados para que así recibiera una descarga eléctrica que me enseñara que nunca el juego es gratuito. Es extraña esa otra poética que nos mira, deforme, desde el otro lado de tu tesis. Lo pequeño tiene que navegar en el fango de los reflejos)
Salud!!
Anamaría:
ResponderEliminarmuchas gracias por tus palabras. Ser un brasero estaría bien, en estos tiempo en los que incluso en medio del calor el corazón, el unísono, se presenta gélido...
un abrazo fuerte
José Antonio:
ResponderEliminar¡me contentaría con alcanzar la imperfección y la impureza! Y poder, no ya decir, sino acercar algo desde ahí...
como sabes, la perfección y la pureza, como toda otra mayúscula, no viven en esta casa improvisada con piedras y adobe y donde sólo viven alimañas. La luz, lo angélico, lo sublime, la transparencia, todas las metáforas que nos quieren hacer hablar las anestesiadas, momificadas lenguas de la perfección, no tienen cabida aquí,
por eso me gustaría decir mal, decir cada día un poco peor, hasta alcanzar un pequeño balbuceo donde proyectar la errancia, el límite, el hambre que somos,
salve
Ahab:
ResponderEliminarla mirada, las manos de los abuelos, en ellas se transmite un código genético y cultural que es el de un pueblo desdichado, humillado por caciques, expoliado por sistemas de gobierno que siempre los condenaron al margen, a la insignificancia, y los privaron de voz. Por eso me hablan con tanta intensidad esas manos, la mano del abuelo, la mano de la abuela, el gesto que acaricia, el gesto en el que se cifra la vida y la muerte: no hay palabras para traducir el vértigo que se me abre al dejar entrar eso en mí, los linajes ocultos que la memoria profunda transmite en esos mínimos gestos esculpidos en la materia, la sangre y el rostro,
por eso, cuando descubro en mí uno de los gestos de mis abuelos, habito esa salvación provisional, la casi redención del violento pasado tribal del "homo ignorans"; encuentro en esos gestos un brasero, un modo de cauterizar la herida comunitaria que ha forjado la identidad de un pueblo y que se revela en ese impulso involuntario que aflora a un rostro y lo hace legible al fin, sin máscara ni doblez, sin sierpe...
abrazo fuerte
Portinari:
ResponderEliminarcontigo siempre menos es más, menos puede ser el cielo dentro de la tierra, la morada recobrada al fin...
abrazo
Say:
ResponderEliminarcómo dices bellamente, la infancia es una profundidad,
la infancia es carne adentro,
mi infancia habló la lengua de los desposeídos,
esa marca perdura hoy, se hace grito hoy,
un abrazo fuerte
Lola:
ResponderEliminarme gustaría ser más bien un animal pequeño: topo o ratón de campo. ¿Me dejas?
Lo de poeta es algo demasiado grandilocuente, demasiado "grande" para mí,
ratón de campo, pastor de hormigas, mejor, ¿qué te parece?
un abrazo zancudo
Leonardo:
ResponderEliminarel texto también eres tú. Es tan pequeño que acoge la inmensidad de tu alma,
abrazo fuerte
Querido Pájaro de China:
ResponderEliminarcon el tiempo casi deseo no estar en el mundo (el mundo de la legibilidad, el mundo construido por los adultos),
me gustaría volver a aquel mundo más poroso y sin límites, donde aún existían braseros...
hoy nos han arrancado hasta la posibilidad de quemarnos las manos...
al ser sobrevolado por el pájaro de China, quien va sanando soy yo...
abrazo fuerte
Rosso:
ResponderEliminarespléndida y necesaria reflexión sobre lo que somos y vamos a ser...
una de las mayores infamias de nuestro sistema de consumo es el papel que se da a la "tercera edad". Como bien señalas, las personas mayores son relegadas a la trituradora asistencial, despojadas de su papel en el mundo. El Imperio ensalza sólo la juventud, la alegría del instante, la tersura, el cuerpo expuesto. No le interesan otros valores, que sólo sabe negar e invisibilizar. La vejez, la enfermedad y la muerte siguen siendo, en gran medida, grandes tabúes. Poco hemos avanzado en los últimos siglos de ceguera masiva...
por eso me resultan tan instructivas reflexiones como la tuya...
por supuesto, Marienbad será un brasero, espero, cuando arrecie el frío...
un abrazo fuerte
Ave zancuda, libelu-lola:
ResponderEliminary ahí estaremos para verte danzar, a paso lento, encore une fois...
Anamaría:
ResponderEliminargracias por tus palabras... no sé si luz o fuego, me gustaría pensar al menos que al darnos voz en este medio "virtual", etéreo, estamos construyendo algo: nido o madriguera, regazo, resguardo contra la intemperie...
en definitiva, lo que tiembla y canta: eso pequeño...
otro abrazo, allende los mares
L(sin UG), LUG ubérrimo, bicéfalo, hacedor de grietas, sismógrafo de la intimidad escindida, de la lógica binaria y las cohortes de insectos que roen el cadáver de la Gran Verdad Yacente (dejaremos en un cálido margen la que sub-yacet, la dejaremos reposar, por ahora):
ResponderEliminaren realidad sí sucedió algo: sucedió aquella mano en el hombro. Todo lo demás se me antoja secundario: quizá un mero efecto de escenificación existencial, un artefacto de la memoria que ontologizamos por nostalgia. Pero aquella mano aconteció: todo el peso del mundo, un pequeño mundo para mi miedo, se vertió, se entregó y se cifró en aquel único gesto. El milagro quizá es eso: el peso del mundo para vencer el miedo, otorgado en un solo gesto que no se ve venir, un gesto tan pequeño que excede toda posible "desproporción" y rebasa las lecturas pedagógicas -homestáticas- que podamos hilvanar desde uno u otro código...
en realidad, quiero que nos quememos las manos, que el vértigo del mundo nos desfonde el "alma" y que el acontecimiento se instale, equidistante entre el hambre y la vida. Pero también ansío ese regreso a la calma, después de la quemadura que no se borra, que no se borrará porque es una huella que se interiorizó profundamente y que los sucesivos avatares que nos vamos siendo no han sido capaces de extirpar (no hay alquimia posible: todos los procesos continúan, quizá, intactos bajo la arcilla mudable y recontextulizable que somos en apariencia),
me estremece el recuerdo que has traído, y no sé ponerle palabras...
se me ocurre que quizá no hay que superar la infancia, sino dejar que nos anegue: agua lenta, calma, hasta la deseada ataraxia, hasta el grado cero de la ciudadanía exhausta...
volver a la infancia nos hará tal vez más izquierdos, y la vida zurda nos irá desafinando hasta que escapemos al intento de apropiación de todo himno, canción o nana...
le pongo la mano en el hombro al niño que ha recibido la descarga...
abrazo
Hay un fulgor en eso pequeño!
ResponderEliminarStalker, ¿de qué galaxia de ratones y hormigas has brotado como hierba fresca?
ResponderEliminaranegada de infancia
aquende la mar
anamaría
no la cabeza, sino las manos.
ResponderEliminarahí se hace.
el alma, entonces, ahí.
besos,
ò.
Belnu:
ResponderEliminardentro, y ahí,
un abrazo
anamaría:
ResponderEliminarlos stalkers proceden de una constelación muy remota, y sin embargo cercana,
se alimentan de lo más pequeño,
allende, aquende, dentro,
un abrazo
hermano búfalo:
ResponderEliminarel alma, entonces,
romperla, dicen,
para reconstruirla después,
o no,
ahí, siempre,
/abrazo
Mi abuelo era marinero, y quizás debido a esto sus manos (brazos..) eran como remos. El era una persona muy capaz de esos gestos-poesías, como el remo que con un movimiento preciso desplaza la barca una lengua de mar....
ResponderEliminarMe han encantado estas entradas que van de las manos de tus abuelos a tus propias manos, así los tres enlazados...
Abrazo