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Al principio esto era sólo el único atman. Ninguna otra cosa pestañeaba. Pensó para sí: "Emita yo los mundos".
Emitió estos mundos: las aguas [superiores], los rayos, la muerte, las aguas [inferiores]. El agua está por encima del firmamento; el firmamento es su base. Los rayos son el mundo intermedio. La muerte es la tierra. Las aguas son las que están debajo.
El atman pensó para sí: "He aquí estos mundos. Emita yo los guardianes de los mundos". De las aguas extrajo un purusa [amorfo] y le dio forma.
Lo incubó. Una vez incubado abrió la boca, como [se abre] un huevo; de la boca emergió el habla; del habla, el fuego. Se abrieron las fosas nasales; de las fosas nasales emergió el aire vital; del aire vital, el viento (vayu). Se abrieron los ojos; de los ojos emergió la vista; de la vista, el sol (aditya). Se abrieron las orejas; de las orejas, emergió el oído; del oído, las regiones del espacio (dis). Se abrió la piel; de la piel emergieron los cabellos; de los cabellos, las plantas y los árboles. Se abrió el corazón; del corazón emergió la mente; de la mente, la luna. Se abrió el ombligo; del ombligo emergió el aire de la espiración (apana); del aire de la espiración emergió la muerte. Se abrió el órgano viril; del órgano viril emergió el semen; del semen, el agua.
Estas divinidades, una vez creadas, se precipitaron en el gran océano. Él (el atman) lo sometió (al purusa) al hambre y la sed. Le dijeron las divinidades: "Encuéntranos una morada donde nos podamos asentar y tomar alimento".
Les trajo un toro. Dijeron: "Este toro no nos basta". Les trajo un caballo. Dijeron: "Este caballo no nos basta".
Les trajo una persona (purusa). Dijeron: "¡Qué cosa tan bien hecha! La persona es, en verdad, algo bien hecho". Les dijo: "Entrad, cada una, en vuestras moradas respectivas".
El fuego, transformado en habla, entró en la boca. El viento, transformado en el aire de la respiración (prana), entró en la fosas nasales. El sol, transformado en vista, entró en los ojos. Las regiones del espacio, transformadas en oído, entraron en las orejas. Las plantas y los árboles, transformados en cabellos, entraron en la piel. La luna, transformada en mente, entró en el corazón.
Aitareya Upanishad (trad. Félix Ilárraz y Òscar Pujol)
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sublime
ResponderEliminarde la vista el sol, de los cabellos las plantas y los árboles... del corazón la mente, y de la mente, la luna.
ResponderEliminarExcelso. Prana para ti, para todos, para que nos purifiquemos sin descanso (joder, me acabo de recordar a mi propia profesora de yoga...)
felicidades, tambien espero que oscar no haya perdido esa musica.
ResponderEliminarsalud
"del corazón emergió la mente..."
ResponderEliminar¡cuánto más rica esta génesis que la judeo-cristiana! si entiendo bien, el universo mora en nosotros (es nosotros) que moramos en él y somos sus guardianes (no el "llenad la tierra y sometedla"!)
esta noche no saldrá la misma luna de ayer.
un abrazo
Bellísimo mito de creación, es inevitable comparar, como lo hace Leonardo, la delicadeza poética de los Upanishad con los rudos avatares del génesis de las tribus semíticas. Somos morada de las divinidades, nuestra humanidad alberga en su naturaleza el pulso febril de universo. No deja de conmover que las personas "tan bien hechas"sean cuenco para lo divino que busca espacio y contención. ¿Están entonces, para el hinduismo, huérfanos los dioses? Son ellos mismos peregrinos hacia la humanidad que los cobija.
ResponderEliminarLas divinidades a la intemperie nos habitan.
No somos Golem ,materia sin alma. La "chispa divina" necesita nuestra concavidad y nuestra finitud para dar límite y hogar a su infinitud. Necesitan nuestra verdad (emet) y nuestra muerte(met). La luna busca nuestro corazón:
"..Como una Luna en el agua..."
abrazos de luna llena
Anónimo:
ResponderEliminarlo es
un saludo
Ramón:
ResponderEliminarpurifiquémonos, sí, a ser posible con barro en los márgenes de un río y sonrisa y calor de niño...
un abrazo
Antonio:
ResponderEliminarimagino que te refieres a Òscar Solsona, aunque no estoy seguro (si es él no ha perdido música alguna: brota de él)
saludos!
Leonardo:
ResponderEliminartanto más rica, sí, aunque fíjate que las moradas de los corazones del sufismo (y su lluvia de la generosidad), apunta a una cosmogénesis menos árida que la de los libros más canónicos
En la India se han hablado tantas lenguas... todo parece haber existido allí, con otros nombres, con otra lógica, mucho antes de que nos atreviéramos ni siquiera a soñarlo...
abrazo fuerte!
Anamaría:
ResponderEliminartus palabras son luna en el corazón y lluvia de la generosidad... los dioses del panteón hindú son diferentes a los dioses de los pueblos semíticos: para empezar, no son omnipotentes, ni omniscientes. Tampoco han creado el mundo. Además, nacen y mueren: el cómputo de sus años, que para nosotros es eterno, tiene un fin y se reencarnan en seres "inferiores", espíritus, humanos o animales. De hecho, más que dioses se los podría considerar "super-seres", seres que habitan otros planos o dimensiones. La ignorancia también está en ellos y además no pueden liberarse de las ataduras kármicas por "exceso de felicidad": sólo la condición humana permite salir de la rueda del samsara y alcanzar la liberación (y aquí me alejo de la ortodoxia hindú y me acerco al budismo o jainismo).
Todo un mundo por explorar, en todo caso...
La luna busca nuestro corazón, y de algunos corazones emerge: tiene en ellos su descanso y su morada
un abrazo fuerte y más!