lunes, 5 de septiembre de 2011
La vergüenza
Xogo ruín
Aquil neno
pinchábale os ollos
ós paxaros;
e gustáballe ver saír
esa gotiña
de aire e de lus,
ise rocío limpo
de mañanciñas frescas
………………………
Logo botábaos
a voar
e ríase de velos
topar contra o valado
da súa casa,
con un ruído
moi triste
……………………
Crecéu e foi de aquiles.
Juego ruin
Aquel niño
le pinchaba los ojos
a los pájaros;
y le gustaba ver salir
esa gotita
de aire y de luz,
ese rocío limpio
de mañanas frescas
………………………
Luego los echaba
a volar
y se reía al verlos
topar contra el muro
de su casa
con un ruido
muy triste
………………………
Creció y fue de aquéllos.
Luís Pimentel (trad.: Carmen Blanco)
Malos recuerdos
La vergüenza es un sentimiento revolucionario (KARL MARX)
Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina.
Cuando yo tenía doce años,
algunos días, al anochecer,
llevábamos al sótano a una perra
sucia y pequeña.
Con un cable le dábamos y luego
con las astillas y los hierros. (Era
así. Era así.
Ella gemía,
se arrastraba pidiendo, se orinaba,
y nosotros la colgábamos para pegar mejor.)
Aquella perra iba con nosotros
a las praderas y los cuestos. Era
veloz y nos amaba.
Cuando yo tenía quince años,
un día, no sé cómo, llegó a mí
un sobre con la carta del soldado.
Le escribía su madre. No recuerdo:
«¿Cuándo vienes? Tu hermana no me habla.
No te puedo mandar ningún dinero...».
Y, en el sobre, doblados, cinco sellos
y papel de fumar para su hijo.
«Tu madre que te quiere.»
No recuerdo
el nombre de la madre del soldado.
Aquella carta no llegó a su destino:
yo robé al soldado el papel de fumar
y rompí las palabras que decían
el nombre de su madre.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.
Antonio Gamoneda, Blues castellano
Mientras no haya más sentimientos del estilo de la vergüenza (tales como el horror ante la desgracia ajena, el pudor frente al descaro soberbio, la prudencia contra el avasallamiento, la cooperación instintiva y desinteresada frente al principio de ganancia...que no son solo conductas, sino también sentimientos, porque antes de ser comportamientos nuestros nacen de nuestro profundo interior y se sienten allí dentro) no habrá revolución válida ni definitiva. Tal vez Marx tuviera razón en su frase, pero se quedaba corto.
ResponderEliminarSalud siempre.
Los dos son maravillosos, pero el primero, con ese final...
ResponderEliminarPero después de los poemas y volviendo a la realidad, no puedo evitar recordar que los Gamoneda sí, pero "aquellos" nunca se avergüenzan y entonces, ay!, el desaliento...
Un abrazo, Stalker.
Ciertamente, el primer poema logra conmoverme. Los pájaros ciegos, nuestra crueldad heredada.
ResponderEliminarEl poema de Gamoneda es conmovedor. Perdonado queda. Todos hemos sentido o sentimos vergüenza por algo que hemos hecho antes o después. Sin hacerse mala sangre, es cuestión de pensar un poco y encontraremos cosas que nos avergüenzan. Y algunas tienen que pasar para ver también lo contrario. Gamoneda hace una confesión y para nosotros no es él quien apalea al perro o roba la carta. Es el símbolo de tantos otros actos que se suceden a diario en la vida de los hombres, es sólo una imagen representativa de un plano más amplio que muestra la existencia de la crueldad y la maldad. Que existe y que es innegable. Gamoneda se purga en este poema valiente y conmovedor. Y encuentra, de mi parte, el perdón.
ResponderEliminarUn abrazo
Estos poemas me estremecen. Me producen mucha inquietud. El de Gamoneda ya lo conocía.
ResponderEliminarUn abrazo.
de cierta manera, estos textos tremendos nos conmueven porque también son reflejo de lugares atroces que llevamos dentro. todos somos las víctimas:pájaro, perra o soldados, pero en siniestro quiasmo somos también los verdugos, los indignos, "aquellos"... el poema de Gamoneda es más humano,más entraña porque no pone distancia, él es verdugo, ladrón, perra fiel y sufrida, soldado y madre campesina,él sabe que somos "aquellos". el crimen y la vergüenza es de todos.
ResponderEliminarcuando sentimos eso , damos un paso adelante, algo parecido mostraste en tu relato de las personas que se peleaban por restos de comida: "Siento vergüenza de mí mismo, de mi ocio, las lecturas, las películas" -escribiste, y allí, con tu delicada humanidad diste ese paso hacia lo entrañable
abrazo fuerte y amoroso
El primer poema impacta y da mucha grima su final, con esos pájaros ciegos por el capricho de un niño.
ResponderEliminarEl segundo, denso y lacerante, como una espina que se clava para siempre en el espíritui de Antonio Gamoneda.
Sentir vergüenza, propia, ajena, pero sentirla. Que nuestros interiores se turben ante los actos violentos. Sólo los malvados o los fantoches no sientes vergüenza.
Me ha gustado mucho esta entrada, Stalker, la exposición de las dos vergüenza, la ajena y la propia, la capacidad de describirlas.
Un abrazo muy fuerte.
Me ha turbado de buena mañana, o lo que después de agosto me sigue pareciendo buena mañana, y me ha parecido inmensamente triste. Son tan plásticos, tan visuales, que es probable que uno empatice demasiado aprisa. No conocía el primer poema, lo cual no es extraño, pues no frecuento al poeta. Pero tampoco conocía el de Gamoneda, y eso que me parece un poeta enormemente personal en muchos poemas. Tiene un libro poético biográfico de ajuste de cuentas con su juventud: pone un espejo y va mirando, es decir, recordando, es decir, poetizando, sin ninguna o con poca piedad. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido Fackel:
ResponderEliminarte has quedado con la frase de Marx y con la revolución, pero estos poemas apuntan a otro sentido, más amplio: a la íntima raíz de lo que somos. Raíz que, bien pensado, es también política, también se traduce en lo político, pues un gesto estético, por solipsista que sea, es ya un gesto político: se traza también en el cauce abierto hacia el otro,
en todo caso, aplaudo cada una de tus palabras. Matizaría la prudencia, porque ésta ha cosechado frutos muy pobres. Tal vez sea el momento de la agitación y la desobediencia y de no agachar, prudentemente, la cerviz, manifestándose sólo en los estrechos márgenes que nos dicta la conciencia bienpensante.
salud siempre, siempre
Bel M:
ResponderEliminarel poema de Pimentel es todo un hallazgo: en palabras sencillas, fulminantes (es increíble leerlo en gallego), describe algo muy complejo y con muchas implicaciones,
por supuesto, la mayoría se convierten en "aquellos", la mayoría se ve privada de la estricta re-flexión, la toma de conciencia tan conmovedora del poema de Gamoneda,
por eso ambos poemas están unidos: son la sístole y diástole de un mismo movimiento interior
un abrazo
Joven:
ResponderEliminarnuestra crueldad heredada... y qué difícil es desactivarla...
esa crueldad que lleva a infligir dolor a un animal que no debería sufrir, pero aún más allá: la crueldad que no lleva a esclavizar a animales, a torturarlos en granjas insufribles para nuestro único consumo y deleite. ¿Qué nombre darle a eso?
Realmente hay una hipocresía insuperable en el centro mismo de nuestra forma de pensar y sentir. "Humanos", nos llamamos. Lo humano parece ser, en lo que a los animales se refiere, una pulsión genocida interminable.
Nuestra crueldad heredada, la que entre todos vamos alimentando inconscientemente, sumando todos esos gestos inconscientes: es hora de desmantelarla...
un gran abrazo
Ahab:
ResponderEliminarpienso como tú. Este poema me parece de una valentía increíble: reconocer que se ha torturado, que se infligido un dolor intolerable a un ser que ama sin medida (el perro), es un acto lúcido, ya en sí mismo una "redención", un rendir cuentas ante el tribunal más exigente: la propia conciencia...
también estoy de acuerdo en que esa crueldad trasciende la mera anécdota y se universaliza: casi podríamos decir, al leer esas palabras conmovidas, que todos estamos ahí, que todos somos Gamoneda, la perra, el cable, el sufrimiento, la auto-conciencia, el remordimiento...
sin embargo, yo no perdono a Gamoneda, y no porque lo considere indigno de "perdón" sino porque no soy quien para perdonar. Perdonarle sería atribuirme una superioridad moral que no tengo ni deseo. Además, hablar de "perdón" supone hablar de "culpa", y aquí entramos en el resbaladizo terreno de la herencia judeocristiana que ha fraguado la idea de alma y ha inoculado en ella su veneno milenario. La reflexión que se impone es ésta: ¿era culpable el niño Gamoneda por su inconsciencia, por su brutalidad? ¿Lo son todos los niños que sin darse cuenta han torturado animales desde que el mundo es mundo?
Es una pregunta difícil y no me atrevo a darle una respuesta. Al menos no una respuesta única, definitiva.
Al margen de todo código moral, uno siente que hay cosas que están "mal", uno percibe que de algún modo extraño -ateológico- existe un propósito "moral" en el universo. Hacer daño a la vida está mal. Pero no me atrevería a hablar de culpa, castigo y perdón, conceptos sobredeterminados por un marco de pensamiento que ha ayudado, precisamente, a hacernos más crueles, más dogmáticos y depredadores,
abrazo fuerte
Querida ave zancuda:
ResponderEliminarestremecen lo más profundo que somos: la piel interior: el lugar donde temblamos y vivimos, y donde existe la posibilidad de una lentitud mayor,
un abrazo-árbol
Anamaría:
ResponderEliminarno se puede decir con más precisión y belleza, gracias por tus palabras que se hacen musguito en el camino hacia lo entrañable...
abrazo-aquí
Isabel:
ResponderEliminardos vergüenzas, la ajena y la propia, que forman parte de un mismo continuo,
en este y en otros niveles: eliminar esa violencia,
un abrazo fuerte
Eastriver:
ResponderEliminarconozco ese libro poético biográfico, esa desnudez: sin embargo, y sin parecerme autocomplaciente, no me parece falto de piedad. Quizá porque estoy acostumbrado a miradas más despiadadas, a escrituras-desnudez-hasta-el-tuétano.
Al lado de algunas demoliciones, Gamoneda parece candoroso, incluso ingenuo. Entre otras cosas porque es un poeta clásico y no cuestiona el lenguaje, ni lo desplaza, ni lo subvierte: se limita a imantarlo con un acento personal, lo cual no es poco.
Pero llegar a la indagación despiadada, merecer lo despiadado, exige la descomposición de la lengua. Cal adentro. Destrucción de los contrafuertes del pensar-sentir. Inversión de la mirada.
Gracias por dejarte inquietar de buena mañana...
y un abrazo
cómo decir algo cuando el segundo poema tiene un significado tan especial para mí, tan cargado de años y palabras recordadas, que apenas ya puedo explicarlo.
ResponderEliminarel primero, desconocido hasta hoy, me agujerea también.
la vida es a veces esto: un verso que recoge, hiere y ofrenda, unas palabras que comprimen todo otro sentido, y entonces lo extenso no es más que la prolongación de una experiencia tan íntima, tan concéntrica como las ondas de la imagen de la entrada anterior.
(toda esa vergüenza, sentida. y no quedan más palabras.)
gracias.
Me quedo con el comentario que le hacés a Ahab. Nos estremece reconocernos de alguna manera en la crueldad. No siento, eso sí, que sea natural de hombre...si que es una distorsión con fines políticos, dominación, avasallamiento del otro. Son dos textos absolutamente diferentes e iguales.Un beso
ResponderEliminarConocía los dos poemas que en cada lectura me estremecen porque hablan de mí, de cada una de mis vergüenzas. El de Gamoneda conmueve como ya se ha dicho aquí por el hecho de asumir su barbarie, cosa tan rara. Esa crueldad nunca se detiene, la llevamos pero poco la asumimos, frente a ella somos esos pájaros ciegos estrellándonos contra el muro.
ResponderEliminarY sí, yo pienso que el niño sabe que es cruel, en todo caso cada vez que lo he sido, lo supe también.
Un abrazo fortísimo
Laia:
ResponderEliminarpara mí un ser humano que no haya sentido esa vergüenza alguna vez (aplicada a uno u otro de sus actos, a una u otra de sus deserciones) carece por completo de interés,
hay un reconocimiento, una inmediatez en ese sentimiento, algo poderoso y terapeútico
poema o regazo al que caer, en el que irnos sucesivamente desgastando la lengua y descoyuntar el eje recto de la mirada, que ya no tendrá la tentación de aferrarse a un afuera unánime
todo sucede dentro: termita o lentitud
(por eso son tan preciosas tus palabras, el modo en que te acercas y cuidas de los fuegos)
un abrazo
Fiorella:
ResponderEliminarnos estremecemos, reconocemos,
abrazo para destruir el avasallamiento...
Leonardo:
ResponderEliminarquizá hay un saber sin saber, un ante-saber, una pre-consciencia que nos acerca la verdad del daño que infligimos
es imperativo detener la crueldad, esa crueldad, y destruir los lenguajes que la sustentan, desactivando sus núcleos de sentido, los conceptos heredados, el grito que busca una garganta en que encarnarse o un cuerpo que someter
"desmatriushkizar", en fin, el instinto depredador
emprender una danza al fin nombrable,
abrazo, Leonardo
:(
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