martes, 14 de junio de 2011
Últimos ojos, oídos últimos
Todo producto es transitorio. Transitorios son los pueblos, las lenguas, las razas, las culturas. Dentro de pocos siglos no habrá cultura occidental, no habrá alemanes, ni ingleses, ni franceses, como en tiempo de Justiniano no había ya romanos; y no porque la serie de las generaciones humanas se hubiese acabado, sino porque no existía ya la forma interior de un pueblo, la que había reunido a un gran número de generaciones en un gesto común. El civis romanus, uno de los más vigorosos símbolos de la existencia antigua, no duró, como forma, más que unos siglos. El mismo protofenómeno de las grandes culturas habrá desaparecido algún día, y con él, el espectáculo de la historia universal, y el hombre mismo, y la vida animal y vegetal en la superficie de la Tierra, y la Tierra y el Sol y el universo de los sistemas estelares. Todo arte es mortal, y mortales son no sólo las obras, sino las artes mismas. Llegará un día en que habrán cesado de existir el último retrato de Rembrandt y el último compás de Mozart, aun cuando siga habiendo todavía lienzos pintados y partituras grabadas; será justamente el día en que hayan desaparecido los últimos ojos y los últimos oídos capaces de entender el lenguaje de esas formas. Transitorio es todo pensamiento, todo dogma, toda ciencia, que dejan de existir tan pronto como se extinguen las almas y los espíritus en cuyos mundos sus “eternas verdades” parecieron necesariamente verdaderas. Transitorios han sido los mundo estelares, que contemplaban los astrónomos del Nilo y el Eúfrates; en efecto, eran mundos para aquellos ojos, y los ojos nuestros –también transitorios– son harto diferentes. Sabemos eso. Un animal no lo sabe, y lo que no sabe no existe en la intuición de su mundo circundante. Pero cuando desaparece la imagen del pasado, desaparece asimismo el anhelo de dar a lo transitorio un sentido más profundo. Y así puede expresarse la idea del macrocosmo humano con las palabras a que toda nuestra exposición ulterior ha de estar dedicada: Todo lo transitorio es un símbolo.
Oswald Spengler, La decadencia de Occidente
Suena como un pequeño poema en prosa. Suena hermoso aunque amargo. "La verdadera dimensión de nuestra patria" diría un escritor argentino.
ResponderEliminarSuena sensato, aunque uno quisiera leerlo como una ficción. Aunque uno quisiera sostener eternidades que ninguna experiencia podrá probar. Un abrazo.
¿En que año más o menos está escrito esto?
ResponderEliminarEs premonitorio de lo que parece que ocurrirá.
Un abrazo
Ave zancuda.
Diría Hegel:
ResponderEliminartesis/antítesis: síntesis
Horrible, pero real.
Perdón por lo básico de mi comentario, al lado de tu voz poeta.
Otro abrazo Stalker.
Muy interesante...
ResponderEliminarPero es algo que siempre me ha obsesionado... Si damos por sentado que somos criaturas de Dios, ser perfecto, cómo podríamos no contener también eternidad dentro de nosotros?
Pero quizás Dios no existe, quizás sólo es una consolación para el hombre amedrentado por la Nada... En este caso, estamos rebajados a nuestra existencia histórica y efectivamente seríamos seres puramente transitorios...
Una controversia sin fin..
Un abrazo!
No resulta nada desalentador padecer de la misma transitoriedad que los olmecas o los caldeos, hay algo confortable en todo eso, todos llegando a la misma playa: náufragos, irreales, sim-bólicos, dia-bólicos,
ResponderEliminaroníricos, humus humanus,flotando en el mismo tronco, perdidos en el siempre regazo
abrazo transitorio
anamaría
Vinieron a la orilla calcetines solitarios
ResponderEliminarvasijas de alabastro
sedas tules alfombras
botellas de refresco
candelabros
un arca de la alianza
un astrolabio
una engrapadora
un radio transistor
espadas arcabuces
un gorro frigio
una armada invencible
el desecho de una mariposa
una columna dórica
el brazo de una cruz
una rosa de los vientos
un enjambre de abejas
la viga de una torre gemela
una lámpara de Alejandría
un pergamino chino
un misil de napalm
el rastro de una gacela
el aleph
un puñado de nieve en una bola de cristal
palabras del Corán
un címbalo y un caballo de feria
la mano de un cruzado
cristales de Bizancio
una hermosa cabeza
un perfil jónico
colmillos de elefante
un cuarteto de vientos
una canción de cuna
el cuadrado azul de una ventana
abrazo náufrago
anamaría
¿Qué significa esta constatación de lo transitorio en boca de Spengler? Si define la transitoriedad de todo - de las vidas individuales a las civilizaciones, de las artes al cosmos total, ¿por qué aludir en el título de su obra (sólo) a la decadencia de occidente? ¿Es la transitoriedad percibida - en el caso de Spengler - "tránsito" o "pasaje" hacia un golpe de timón que impone el triunfo de la voluntad, de lo arbitrario, del "por cojones"? (Algo así denuncia Camus en su Cartas a un amigo alemán": vindica el argelino pied noir el mediterráneo y la forma) ¿Qué sucede en nuestras pequeñas vidas si subrayamos lo transitorio? ¿Se impone necesariamente la piedad o su opuesto? Oh, Stalker, qué penita. Habita lo siniestro en el último reducto de nuestras salvaciones: la minúscula, lo precario y lo transitorio, el juego libre...
ResponderEliminar¿Por qué sólo si hay pasado hay cosmos?
Hay algo que reaparece y se pasa de una cultra a otra: el esclavismo. Que la gran mayría trabaje en penosas condiciones para la riqueza de una minoría. Estemos preparados para evitarlo.
ResponderEliminarCuriyú:
ResponderEliminarun pequeño poema en prosa, así es mo leo la prosa de Spengler: como la sucesión de pequeños poemas lúcidos, que arraigan en el nervio vivo de nuestra perplejidad...
yo prefiero descreer de la eternidad y abrazar nuestra finitud, nuestra contingencia, la fatalidad de nuestra desaparición: habitar esta chispa que somos, ingresar en el temblor,
un abrazo
Querida ave zancuda:
ResponderEliminar"La decadencia de Occidente" se escribió entre 1911 y 1922 (año de la publicació del segundo tomo).
Es uno de mis libros favoritos y sin duda prefigura muchos acontecimientos venideros, algunos de los cuales estamos viviendo ya,
un abrazo
Heráclito lo señaló muy adecuadamente hace muchos siglos en su teoría del devenir continuo.
ResponderEliminarAsí es, amigo Stalker: "todo fluye, nada permanece".
Toda una lección para nuestra soberbia.
Un abrazo.
Querida Emma:
ResponderEliminarel buen Hegel, con sus dicotomías, sus "máquinas binarias", cómo contibuyó involuntariamente al totalitarismo con su Espíritu Absoluto. Cuánta sangre derramada por una idea tan necia, por un absurdo revestido de seductores oropeles y pregonado lenguas inconscientemente bífidas, ahogadas en el mortal veneno metafísico...
aparte de eso, mi voz creo que está muy lejos de ser poeta... ¿se postulará como lengua-hormiga, lengua-pequeña, más allá de toda designación? Los poetas son siempre otros: yo busco mi pequeña lengua en las vetas de la madera muda, en lo que no se dice y tiembla,
un abrazo fuerte
Remi:
ResponderEliminares un tema, en efecto, muy interesante e insondable,
incluso podemos pensar, como algunos han hecho, en un dios torpe o malévolo, un dios-niño cuya porción de eternidad sea minúscula y que ha abordado una creación efímera, "impura", sumamente imperfecta, sólo para deshacerla después, para reclamarla imperativamente al abismo del no-ser, cumplido el fugaz instante en el que tratará de reconocerse en ese espejo (la creación como re-flexión de la vidamuerte de la divinidad),
no creo que exista tal dios, ni ningún dios, pero de existir "algo indefinible" no tendría los atributos de Dios, que no son más que extralimitaciones de la razón: sus atributos serían en todo caso impensables
pero estamos solos (¿huérfanos?). Ninguna gramática de la creación ampara la nada deseante, la infinita nada famélica que somos
sólo queda buscar refugio, precisamente, en esa impermanencia
hacer de la contingencia un manantial,
salutaciones
¡Anamaría!
ResponderEliminarBellísimo naufragio interminable, políglota, diseminado, sin mesura arribando a nuestras costas, gozoso, interminable río de palabras que estallan en otras palabras en un cauce sin fin...
así abrazaremos lo transitorio con todos sus letras, pues ésa es nuestra morada,
gracias por tu bello comentario,
y un abrazo fuerte
LUG:
ResponderEliminarcreo que a pesar del título de libro de Spengler, que pretende ofrecerse como un estudio de la morfología de la cultura occidental, su pretensión es universalizadora: más que un libro, una weltanschauung, una mirada de arúspice al cielo, una cosmovisión trazada con lengua augur y lengua madre, con entraña e infinita paciencia...
es un libro que es muchos libros, que se bifurca constantemente y convierte en encrucijada, en po(e)sible encuentro, cada uno de sus dones, y que también se define como transitorio...
por supuesto, estas ideas se dieron en los Orientes muchos siglos antes de Cristo, expresadas con idéntica rotundidad...
Ante la contingencia, ¿la piedad o su opuesto? Tal vez un silencio agradecido:
brasa de vida ante la consumación del mundo
equidistancia entre el dolor y el placer
suave ceguera muda
lo pequeño, la sustraccón, la mengua, la fisura entre nosotros y el mundo, entre naturaleza y cultura, pueden postularse como condiciones para la salvación si no ontologizamos esas nociones, si no las degradamos a concepto: manteniéndolas, quizá, en una fenomenología del cuerpo y de la lengua: el espacio donde las cosas se entredicen
injertarse, entonces, en el balbuceo, puede ser la única vía para decir mejor, para proyectarse en el decir y que las palabras, ya mudas, ya sin tuétano metafísico, curen desde abajo...
"sólo si hay pasado hay cosmos"... y sin embargo algunas cosmogonías hablan de un universo eterno, que no tuvo comienzo. Cosmogonías orientales, por supuesto, que denuncian la superstición del origen: uno de los males más arraigados, quizá, en la frágil estructura mental occidental. Nos gusta ser prisioneros del fiat, de la Luz de los comienzos: irrespirable Luz que nos hace esclavos de la palabra, del texto y del amo: he ahí nuestra vocación de rebaño
la pequeñez, la fragilidad y sus lenguas atentan, no hace falta decirlo, contra ese grotesco Falo tutelar,
abrazo fuerte y bicéfalo
Isabel!
ResponderEliminarno en vano Spengler era un entusiasta admirador de Heráclito y su perpetuo devenir...
contra nuestra soberbia: flores, grietas, hambre de conocimiento
un abrazo
y aquí hay un solo refugio: un animal no lo sabe...
ResponderEliminary sin embargo, nosotros no sabremos nunca qué sabe un animal.
poder posar la mirada sobre una grieta que se forma en la pared presente puede ser una bendición. poder escapar del toldo de lo simbólico puede ser una bendición. y sin embargo nunca sabremos si eso es lo animal en nosotros, o el residuo de una mirada (solo nuestra) que se aplana.
abrazos.
No sé si sólo sea culturalmente que rechazamos esa transitoriedad, la idea de permanecer cueste lo que cueste, las ganas de dejar obras etermitarias, monumentos de mármol, rascacielos y algunas de las cosas que enumera Ana en su bellísmo texto. Es probable como lo creía Shakespeare que estemos hechos de la misma materia que los sueños, pero asimismo estamos hechos de la misma materia que el olvido. Aceptarlo debería proporcionarnos buenos momentos. Es lo hermoso de los objetos cotidianos de antiguas civilizaciones, que estaban hechos para no perdurar y perduraron, que el alfarero modelaba un cazo para el uso diario y lo decoraba sin otra pretensión. Lo que ellos transmiten no tiene otro idioma, y no se halla en los monumentos o en los sarcófagos.
ResponderEliminarUn abrazo
Stalker, serás mar para enviarle a Leonardo estas palabras a sus teclas:
ResponderEliminarWe are such stuff as dreams are made on, and our little life, is rounded with a sleep...
Creo que con esa "little life" arriba Shakespeare a la orilla, ingresa en el temblor, como tú dices...
otro abrazo, Stalker
Laia:
ResponderEliminaren esa grieta y temblor, quizá en la mirada que se aplana o se adelgaza, quizá esté la posibilidad de la salvación,
o al menos el poder de cauterizar la herida...
un abrazo
Leonardo:
ResponderEliminaryo creo que el carácter efímero y transitorio de todo cuanto nos rodea es una bendición. A mí me llena de alegría la idea de desaparecer para siempre, que no quede ni una huella de lo que he sido. Es gozoso y liberador, aunque un acercamiento superficial a esta idea, a la pura contingencia de la vivo, nos haga caer en la desesperación,
abrazo fuerte
Ana:
ResponderEliminartodas nuestras "little lives", entretejidas, en muda sinfonía, en más de una lengua: un instante irrepetible en el que reconocemos el pulso de lo efímero y ahí nos hacemos (casi) lentos, casi moradores del instante,
un abrazo sin mar por medio
Ya sabes Stalker cuánto comparto esa alegría de desaparecer!
ResponderEliminarGracias a Anamaría por morar.
Olas y olas para los dos