jueves, 24 de septiembre de 2009
Envejecer
Stalkerilla y Stalker (1981)
"El tiempo: funcionario del rostro" Cioran
Entre una fotografía y otra, veinticinco años. Somos los mismos, pero somos otros, radicalmente otros. ¿Cómo es posible que recuerde tan bien la primera fotografía, que sólo necesite cerrar los ojos para reproducir las sensaciones ante la cámara, la extrañeza, la curiosidad? Sigo siendo siendo aquel niño, pero al mismo tiempo, misteriosamente, ese niño se extinguió en mis pligues, desapareció en el imposible avatar que nos va erosionando minuciosamente, bajo la impávida supervisión del calendario.
La propuesta: ¿qué es envejecer? ¿Qué queda de nosotros? ¿Existe una esencia inmutable itinerante en las sucesivas encarnaciones físicas de nuestra existencia? ¿O tan sólo creemos que existe y es otra ilusión que también se modifica con el tiempo? ¿Cómo es posible que seamos la misma persona, cuando todo apunta a que no es así? ¿Y cómo es posible que seamos otro?
Junto a la muerte, y quizá más aún, el envejecimiento es uno de los grandes interrogantes que asolan al animal perplejo que somos. Me gustaría abordarlo con todos vosotros, con total libertad de enfoque, por supuesto. Y aunque sé que es mucho pedir (me lo he pensado mucho al subir fotografías, por las que no siento una especial adhesión), los que queráis estáis invitados a compartir vuestra metamorfosis: dos instantáneas que den cuenta de lo inconcebible que supone caer en la conciencia del mundo adulto (quizá no es una caída, pero me resisto a considerarlo una ascensión...).
Jean Améry ha escrito un libro hermosamente desesperado sobre el envejecimiento, "Revuelta y resignación":
"Sabe que no sólo su rostro se le ha vuelto extraño. Porque en el pasado [...] ¿había existido verdaderamente aquel rostro para ella? Había formado parte de aquel mundo del que ella era partícipe y que le pertenecía, parte de un yo que sin contradiccones ni ambigüedad era yo y mundo a un tiempo, que no dudaba de sí, que no se había vuelto extraño a sí mismo. Solamente ahora, en la metamorfosis, que tal vez, según le parece, alcanza hasta la irrecognoscibilidad, el rostro extraño, ya no dirigido al mundo, porque ya ha sido repudiado por éste, es, en todo y para todo, el suyo: la fusión entre extrañamiento de sí y concentración en sí misma, cuya manifestación extrema sólo puede ser una melancolía narcisista, es la experiencia de fondo de cualquiera que, envejeciendo, tenga la paciencia de detenerse ante el espejo, tenga el valor de no atemorizarse [...], que no interiorice y se someta al juicio convencional de los otros."
"Si utilizamos el lenguaje de la alegoría, que bien o mal hemos elegido para nuestras reflexiones, podemos decir que en el envejecimiento yo soy por medio de mi cuerpo y en contra de él; en la juventud, yo estaba sin mi cuerpo y con él. Cuando supere el estadio de envejecimiento y entre a formar parte del ejército de los viejos, seré sólo cuerpo y nada más, cuerpo en cuanto progresiva pérdida de energía y aumento de sustancia: hasta cuando, en el momento en que incluso la sustancia esté descomponiéndose en sus elementos, yo ya no sea yo ni ninguna otra cosa. El envejecimiento es, que se me perdone al menos por una vez el uso de un términoo de moda, el momento del cambio dialéctico: la cantidad de mi cuerpo que se mueve en la dirección del aniquilamiento se convierte en la cualidad de un yo transformado.
¿Qué somos en el fondo los seres humanos? La morada permanente de atroces dolores, piensa A."
"Fresas salvajes", de Bergman, es uno de los retratos cinematográficos más lúcidos y conmovedores sobre la vejez, un tema tabú en un arte que se ha nutrido de la eterna juventud de las estrellas inmortalizadas en el celuloide. No deja de ser curioso que el cine haya escamoteado tan hábilmente la decrepitud de sus astros, ofreciéndonos siempre la imagen de los veinte o los treinta años (recordamos a Audrey Hepburn eternamente joven y sonriente; en cambio, la imagen mental de Marguerite Duras es la de una anciana arrugada; pero ambas fueron jóvenes y ambas vieron cómo el tiempo ajaba su rostro).
En Youtube está la película íntegra, subtitulada. Os la recomiendo con todo el fervor de que soy capaz.
Ana
La primera imagen es del verano de 1987. La segunda del verano del 2009.
Cuando observo mis fotos de la infancia o de la adolescencia y comparo ese rostro con el actual lo primero que destaco es como el rostro ha ganado en dureza. También me doy cuenta de que me voy pareciendo a mi madre: la mandíbula, el abismo en los ojos. Hay una cosa que también me llama mucho la atención, y es un gesto que en los últimos tres o cuatro años hago mucho, un gesto que coincidió con mi abandono de la adolescencia, se trata de abrir los ojos y levantar las cejas, entre asombro, humor y cuestionamiento, en la fotografía que aquí dejo hago un poco ese gesto, supongo que se lo hago a la cámara o al fotógrafo o al hecho de saber que estoy siendo fotografiada. En esos 22 años que hay entre una imagen y la otra he perdido la luminosidad facial pero a pesar de ello soy más sensitiva y poseo una mayor capacidad para el placer y la alegría que en la infancia y adolescencia –de niña fui triste y de adolescente ansiosa-. Si en la infancia o en la adolescencia hay placer es un placer que no está en la sangre sino en el aire.
Rechazo esa idea de que la infancia es el paraíso perdido, el lugar idílico y sorprendente. No creo que la entrada en la madurez sea un descenso a los infiernos –la infancia y adolescencia tienen sus propios infiernos, a veces más terribles que los de la madurez-, ni siquiera creo que la entrada en la madurez suponga una pérdida de la curiosidad –cada día soy más curiosa y cada día soy más amante-. Tampoco voy a decir que la madurez sea un ascenso, porque no creo que “ascenso” sea la palabra adecuada, de hecho rara vez “ascenso” es una palabra adecuada para cualquier cosa. La palabra adecuada creo que es penetración. O también espacio. La madurez con respecto a la infancia supone para mí una penetración y un espacio. Esto lo noto sobre todo en los ojos, sobre todo cuando mis ojos miran otros ojos y esos ojos me miran, hay notó el espacio, la penetración, el amor. Pero también es verdad que tengo 23 años. Cuál será mi perspectiva sobre esto cuando tenga 60.
(…)Yo amo tu rostro en el espejo; yo
amo cuanto me está abandonando.
Antonio Gamoneda
Òscar peque y Òscar melón
Yaiza
Ahí van. Te mando dos fotos mías, una de pequeña y otra de hace poco por si quieres colgarlas. Lo hago porque no me veo tan diferente entre una y otra, no sé que opinarás tú. Tengo la sensación de no haber perdido del todo la infancia, de que mi cuerpo sabe retenerla. Mi mente, desde luego, vive en ella no sé cómo. Quizá por eso me gusten tanto los niños. Un abrazo, Yaiza
Lola
Aqui te mando las fotos. Te mando dos para que veaís la progresión. Una de bébé y una del colegio. La del colegio soy la primera en la fila sentada, que lleva calcetines blancos y los brazos cruzados.
La foto de bébé es el en Alcazarquivir. Dejo una web por si alguien tiene curiosidad. En arrabe significa "La casa grande" creo. http://www.playasdetrafalgar.com/archivosmarruecos/alcazarquivir.htm
De aquel lugar no recuerdo nada, me fui con 2 años.
Luego Francia Mulhouse para ser más concretos. Alsacia, muy bonito aquello.
Desde 1962 hasta estos días, han pasado unos cuantos, ha llovido, ha nevado, ha hecho calor y frío. La caligrafía como bien dice Mariel ha cambiado. Nos han enseñado a escribir sin salirse de la ralla, poco a poco nos han ido encauzando y cuando ya estabamos en el tiesto, nos hemos salido por la tangente. Con 12 años bailabamos los Beatles con un magnétofono en el parque, nos iventabamos coreografías imposibles para disfrutar. Jugabamos al escondite y de vez en cuando caímos enamorados del profesor.
Entonces adolescente escribía pequeños versos que no quiero volver ni a reproducir. Leía a Rimbaud y a Baudelaire.
Después ni lo cuento, tantos años son muy largos. Volvía a la poesía de esta manera. Ya sé que el "albatros" no es de Rimbaud pero en mi memoria quedaron los poemas revueltos y así escribí esto.
La búsqueda
El albatros de Rimbaud
El caballo de Blanca Andreu
Una carta de Rilke
Una estatua de mármol
O los filamentos de un ágata:
Encontrar las palabras
para mi sortilegio.
Como dice Mariel envejecemos dejando detrás de nosotros personas que ya no existen, o porque han muerto o porque ya nos las volvemos a ver y dejarón su huella.
Asi este poema:
El último momento
Tus manos huesudas y tus ojos vidriosos.
Me mirabas.
Despacio los minutos se comían tu sonrisa.
Cuajada la tibieza en la arruga
la atmósfera nos dejó los relojes
y el desconcierto.
Pero aqui estoy, con mi sonrisa y mi presencia de ave zancuda.
(HE dejado estos pequeños poemas para ilustrar mi entrada, si quieres meterlos) Eso es a tu elección.
Salkercillo con mucho cariño te lo mando.
yo a la duras
ResponderEliminarla veo como niña
esa niña-mujer de "el
amante"
pero por lo demás
cada adulto
es asesino de un niño
sin querer
en un devenir
que asesina
infinitos yoes pasados
a cada segundo
es lo que hay
tarde o temprano
volverán a por nosotros
Jo. que buena sorpresa Stalkerilla y Stalker. Que bueno.
ResponderEliminarSi, es verdad tienes cara de intelectual. Eres un crak.
Bueno. Esta vez no fallaré al llamamiento.
Y re-leo el texto, lo he leído por encia.
Un abrazo.
Me pide de contraseña "topil".
!!Qué post más interesante!!Te lo has currado muchísimo y he disfrutado leyéndolo por la línea 69.
ResponderEliminarMe gusta mucho que seas pastor de hormigas. Hay una artista que se apellida Cardoso que tiene un cirso de pulgas.!No es broma!
Un saludo y agradecida
Por cierto yo también sy natural de Tontópolis, y además idiota internacional.
ResponderEliminarSanta Madona, Antuan, se salta usted el decálogo Markeriano, jeje, y nos muestra su rostro por partida triple esta vez. En la primera foto “adulta” se te ve curioso… quizás por el pelo largo. En la última, estas genial, un pequeño Tesla en potencia.
ResponderEliminarNo sé porque ahora me viene a la mente la escena de “Los espigadores y la espigadora” en la que Varda filma sus manos. Las arrugas y manchas de la misma. El tiempo que se escabulle… tema omnipresente en Marker, Varda, etc.
Volveré. Esta entrada promete tener una duración acorde a su carácter y envergadura.
Veré si puedo participar en la metamorfosis.
Y ya que ando por aquí (viniendo de la otra entrada), aprovecho para decirte que me encantó esta entrada. Además de ser un gusto "ponerte una cara", los textos y el fragmento de Bergman me parecen preciosos. Ya volveré con calma a comentarlos.
ResponderEliminarUn abrazo doble,
Arturo
vaya sorpresa stalker... estaba enganchada en la entrada anterior cavilando sobre el vaciamiento del lenguaje y encuentro tu foto. No, la luz de tus ojos de niño no se ha vaciado ni la ha doblegado el mundo. Curiosamente, no hay mucha brecha entre tu rostro y como lo imaginaba, de hecho no me he sorprendido. Ya volveré a leer con detenimiento la entrada. Por ahora, constatar que esa luz no se ha extinguido y lo celebro.
ResponderEliminarUn abrazo,
Laura.
Judith:
ResponderEliminarme encanta esta intervención en forma de poema. Muy agudo. El mundo adulto como un devenir que asesina, me gusta...
Sé bienvenida.
Lola:
ResponderEliminarno tiene desperdicio lo que has escrito:
has leído por encía. Inesperado y brillente...
Blogger te pide "topil". Ya ves...
Y tengo cara de intelectual. Eso ya me gusta menos, pero me resignaré... ;)
abrazos
Marcela:
ResponderEliminarpor la página 69 no nos equivocamos, seguro.
En Tontípolis se aspira bien. La idiotez es una aspiración: una idiotez lúcida que desafíe las órdenes y los órdenes reales y simbólicos. Veremos.
Abrazos
Bash amigo:
ResponderEliminarinvolúcrate en la metamorfosis... Marker y Varda, cineastas de la erosión del tiempo y la memoria, no podían faltar aquí.
Como sabes, no me gustan las fotografías, pero he hecho esta única excepción para dar entrada al debate y porque, realmente, me cuesta pensar que fui aquel niño (ya me cuesta pensar que soy el que soy).
abrazos
Querido Arturo:
ResponderEliminaralgo me dice que tu perspectiva del tema me interesa mucho...
Ahora que lo pienso, la edad media de los topos no es muy alta, quizá ni siquiera llegue, en un promedio matemático, a los 30 años. ¿Nos faculta eso para hablar del envejecimiento? Un reto apasionante, en todo caso...
abrazos
la entrada de la muerte y esta podrían ser la misma. envejecer y su pánico es saber que uno se acerca a la muerte.
ResponderEliminarya te tengo fichado, menudo careto gastas ;)
Querido Raúl:
ResponderEliminaren efecto, están relacionadas. Una desemboca en la otra. El miedo a la disolución, claro, anunciada en el propio cuerpo que se nos torna extraño al no respondernos. Una condena al exilio de la impotencia.
Quizá tendríamos que esperar 40 o 50 años para abordar un tema así, no sé...
salud
Querida Laura:
ResponderEliminarno es la primera vez que me dicen que me parezco a mi yo de niño (más en presencia que en fotografía, éstas siempre desvirtúan un poco lo real, al reconstruirlo).
Te confieso algo: cuando tú usas la palabra "luz", sí que la siento viva, como un animalillo que asoma el hocico por la madriguera.
abrazos
Stalkeriño, escucho "time" de Pink Floyd en el blog de Arturo. Parece que hay un triángulo de las bermudas ahora, aquí en mi cabeza, con esta entrada, el blog de Arturo y un retorno en otra entrada de tu blog, donde se reunieron algunos de los topos. Quizás encuentro también otra punta del triángulo en la entrada de la muerte, pero no quiero probar a inventar oficialmente un triángulo de cuatro esquinas, me lo quedo para mí.
ResponderEliminarLola mientras lee "por encía", para no hacer mucho daño ;)
"[...]la fusión entre extrañamiento de sí y concentración en sí misma[...]"
Tranformación. Igual Gregorio Samsa se hizo viejo a sus ojos, y volvió loco al reconocerse como tal ser en una de las opciones existentes del envejecimiento: sin sustancia, sin energía. Muerte en vida o locura.
¿Seguir sindo aquel que se era pero reciclándose? quizás seamos esta paradoja. O simplemente nacemos y morimos. ¿Morir es crecer?, y quizás no esté reñido con existir. Mientras podemos seguir hablando, o jugando a las cartas como dijo Hume(creo que era)-muy lúdica su postura, dijera quien lo dijese.-
Quizás hay algo que se mantiene. Como si nos atravesara, esa "cosa consciente", y lo demás, superfluo, fuera desilachandose como hace el hilo de la vida entre las manos de las parcas.
Bonito rostro, por cierto.
Recuerdo de pequeña mis primeras noches insomnes. Fue a partir del día en que, de pronto, comprendí qué significaba la muerte. La revelación fue tan deslumbradora e impactante que nunca padecí las típicas pesadillas de niña, pasé directamente al insomnio intentando entender esa realidad y la otra que, dices bien, la acompaña.
ResponderEliminarSobre esa otra, no te traeré las imágenes (encantadoras las que nos has dejado, pero creo que en la tercera has hecho trampa, con ese porte de señor mayor que estoy segura no tienes) sino un pequeño fragmento de un cuento que escribí una vez.
Por cierto, definitivo, certero, el texto de Jean Améry y, por supuesto, esas fresas salvajes de B.(cuánto cuánto sabía él).
Bueno, el fragmento (el cuento se titula "Aquel esplendor").
Dejar de fumar es como aprender a aniquilar el pasado, y el pasado quizá sea lo único que se tiene. O tal vez no se posea ni siquiera eso, apenas un cuerpo que se va desdibujando lentamente. Aunque a veces lo hace de pronto. Un día alguien se levanta, se mira en el espejo y no se reconoce, como si la noche hubiera borrado toda huella del antiguo rostro, como si los ojos que, cansados y duros, empañados de perplejidad, rendición y miedo, la están mirando desde una piel extraña, pertenecieran a una desconocida.
Un abrazo fuerte.
Portinari:
ResponderEliminardescribes bellamente a esa cosa consciente, y el hilo de las Parcas, sí...
Me alegran tus triángulos cuadrados, tus triángulos de las Bermudas; es una íntima geometría tuya que podríamos utilizar como rueda de concentración. Me gusta.
Abrazos
Bel:
ResponderEliminarGracias por el fragmento de cuento. Así ocurre seguramente, un extraño se va alojando en nosotros hasta que "usurpa" nuestra identidad y nos condena a un exilio. Pero quizá el extraño somos nosotros, es nuestro verdadero yo, y el anterior habitante apenas era un huésped de paso, poco arraigado, que no ha acabado de germinar.
Por lo demás, te aseguro que no he hecho trampa, entre otras cosas porque no me gustan las fotografías y ésta me la tomaron desprevenido...
abrazos, Bel...
Yo creo que el extraño es justamente el que va creciendo dentro de nosotros. Creo que cuando somos niños somos realmente lo que somos y vamos creciendo a base de experiencias exteriores que nos van influyendo. Así que Stalkerillo y Salkerilla tenían los ojos del verdadero ser, de lo más puro (por decirlo de alguna manera), de la belleza que tiene la infancia.
ResponderEliminarNo es que el Stalker con abrigo no este muy bien, pero ha perdido su candidez a pesar de estar mirando extrañamente la cosa esa redonda del museo que hay delante de él. JAJAJA
No me hagaís caso que el ave zancuda a veces da una zancadas desatinadas y cae al agua.
Un abrazo.
Pues, Stalker, yo quería colgar hoy un post con un poema de Ingeborg Bachmann. Me había llevado a elegirlo el tema de las pérdidas y las despedidas, y entonces me doy cuenta que habla también y mucho de envejecer. He estado dudando antes de colgarlo, pero al final lo he hecho. Espero que no te moleste, si es así dímelo y lo quito enseguida.
ResponderEliminarUn beso.
p.s. lo de la trampa era un piropo
cuando un lapicero viene dibujando mal, lo afilamos... vuelve a su funcionalidad original, pero es menor el recorrido que le queda hasta desaparecer...
ResponderEliminarcasi todos los ancianos se afilan para encarar el tramo final, el dibujo último, ¡qué importa que seamos ya nuestra caricatura!... tan próximo el último sacapuntas, el uso ulterior, el que nos llevará al gran salto...
entre maquineta y maquineta hemos sido más o menos los mismos y hemos dibujado en la misma dirección, pero, oh, afilarnos nos cambia, nos transfigura, nos hace pequeños, creo que ahí radica la sabiduría de lo que envejece, que se quita cuerpo, peso, usos desfasados... [rejuvenecer así -?-]...
sin embargo, guardamos todo aquello que dibujamos, pese a no conservar original alguno; y, qué bello el último dibujo, sin firmar, nosotros mismos, morir viejos, esa belleza, tranquilos, porque sabemos que hemos dibujado todo aquello que nos ha sido posible y que nos ha conmovido...
eres emocionante, querido hermano búfalo... el resto de los topos también...
pequeños lápices, seguimos, afortunadamente, afilándonos para el gran dibujo final, aquél que hemos de dejar sin rúbrica, legado módico para nuestros sucesores...
casualmente hoy pasé seis horas en la sala de urgencias de un gran hospital, he podido ver tantos rostros viejísimos con la punta intacta, preparada, cese, dimisión, canto de vida, silenciosa punta que ahora mismo estará/estarán deslizándose hacia el margen del último papel...
dichosos sean/seamos...
muchas gracias,
la vida, dibujo...
besos,
ò.
Stalker, a mi no me pareció que tuvieras cara de intelectual, sino de músico, un compositor o pianista cordialmente loco y muy cercano.
ResponderEliminarCerca ya de pasar la barrera pasicológica de los 30, el hecho de saber que un día no muy lejano seré demasiado "carroza" para hacer ciertas cosas me produce cierta asfixia vital, casi me empuja a desfasar todo lo que pueda (mala opción) o me anima a saltar del tren (peligrosa opción). Por ello procuro enfrentarme a mi envejecimiento mirando los cambios de mi rostro, comparando mi cara del espejo con las fotos de hace unos años. Me complace ver que prefiero mi cara actual, algo menos inocente, más agrietada y con más entradas, pero sobre todo con la mirada bastante más insaciable, más hambrienta de lo que miro, más mía.
un abrazo fuerte
Lola:
ResponderEliminartendré que aprender a buscar esa candidez otra vez... :(
abrazos
Querida Bel:
ResponderEliminar¿Cómo iba a molestarme que subas un poema de Bachman a tu blog? Por el contrario, te estoy muy agradecido, me encanta esa poeta.
Besos
Querido Òscar:
ResponderEliminarcada comentario tuyo revela el inmenso poeta que eres. Da igual que no publiques y que nadie te conozca: eres el mejor, a ti te han afilado la percepción hasta el extremo de que oyes crecer la hierba.
Como ejemplo sirve este comentario tuyo, en el que hay más poesía que en celebradas trayectorias poéticas enteras. Vivimos en el mundo al revés y por eso vives en la madriguera mientras otros cosechan honores. Sea. Pero nada te quita tu condición ni lo que late en lo que escribes.
El dios que te hizo... :)
Rubén:
ResponderEliminartu mirada más hambrienta, más tuya... qué bueno es eso, creo que vas a envejecer bien, sabiendo mirar y con sabiduría. Y sin perder la curiosidad, la sed insaciable, que es quizá lo único que la depredación del mercado no puede usurparnos (ya que masacró la inocencia y nos ofrece burdos sucedáneos para cada emoción amputada).
Envejecer no ha de ser malo, creo. Siempre lo he visto como algo positivo, incluso escribí un breve texto sobre mi futura vejez, un retrato de mi alter ego envejecido en el que extrapolaba algunos rasgos de mi ser (en especial los negativos). Todos deberíamos hacerlo: proyectarnos sobre ese futuro incierto, sondear la honda leña muerta que nos conforma desde el llanto, acuñar el balbuceo.
No hemos hablado del inmenso sufrimiento que en tanta gente supone el envejecimiento. En especial en muchas mujeres, que luchan denodadamente contra él porque hay que suscitar la inmediatez erótica, según nos ha enseñado esta sociedad repugnante y falta de escrúpulos. Parece que la belleza sólo existe en la juventud, perniciosa falacia que obliga a mantener un simulacro de lozanía más allá del delirio (Rambo anciano aniquila la selva birmana, Indiana Jones jubilado tumba a puñetazos a rusos de veinte años, Madonna se ejercita en acrobacias provocadoras, etc.). ¿Para qué todo esto? A veces, caminando por la calle, percibo el inconmensurable sufrimiento anónimo que el lento deterioro provoca en los transeúntes, la lucha inútil por mantener la ficción de la juventud (de ser deseados, de no ser odiados por los jóvenes, que desprecian al viejo).
La juventud ha acabado siendo una de las supersticiones más nocivas e inextirpables del mundo "moderno". Los gestores de la eterna juventud la han administrado muy rentablemente...
Abrazos
Postdata a Rubén:
ResponderEliminarme gusta lo de músico loco. En especial lo de loco.
Aspirar a la dignidad de la epilepsia.
Es gracia, etc.
Saludos...ya volvi de las vacaciones...y tenia mucho que leer...como siempre todo me encanta...incluidos los comentarios...sois sabias personas, dulces, de mentes abiertas y corazones calidos...y aunque me encantan vuestras reflexiones...creo que es mas simple que todo eso...miramos el rostro..ese es el error...hay que mirar a los ojos..en su fondo esta la verdad..en su fondo esta la persona...joven o anciana.
ResponderEliminarbesos Gio
Este verano una amiga me dijo algo que me resultó especialmente simpático.
ResponderEliminarMe dijo que yo iba a ser un viejo muy alegre, porque he empezado siendo un joven anciano, fuera de mi edad, y que evolucionaré hacia una forma de jocosidad contagiosa.
¡Magnífico!
Antes de decir algo sobre cómo voy envejeciendo, te digo, Stalker: sos bello. Hay algo atemporal en vos. Pensé toda la tarde en tu imagen en las fotografías. Werther (pero sin revólver) y Jean Pierre Léaud (un aire, una expresión ...).
ResponderEliminarStalker, me ha encantado esta entrada. Curiosamente, he pensado en este tema estos días. Ante el envejecer, como ante la vida y la muerte, simplemente me he rendido. No me explico cosas que no están hechas para mi mente humana. Sólo confío en mi alma y en sus órdenes, aunque ni siquiera la entiendo.
ResponderEliminarSi recorre vida tras vida, tampoco lo sé. Sólo reconozco una suerte de memoria metafórica que me hace dudar de la linealidad del tiempo, incluso de su existencia.
Todo es música. Yo me siento como unos ojos que brotan de la tierra. Apenas sobresalgo pero soy consciente. Y no sé exactamente que es eso.
Ante la vida, la muerte y el envejecer me he rendido, y ante las dudas también. Un beso
Estoy completamente de acuerdo contigo, Stalker, en tus consideraciones acerca de Óscar.
ResponderEliminarY volviendo al tema de tu entrada,
por mi trabajo, sobre el que una vez me preguntaste, (soy profesora de lengua y cultura hispánica en una institución universitaria especializada en economía y administración de empresas; es mucho más largo de contar porque somos una especie en tierra de nadie, pero otro día continúo) pues, como te decía, por mi trabajo estoy continuamente en contacto con jóvenes de veintitantos y cuando alguna vez alguno deja escapar algún comentario que trasluce esa especie de creencia de superioridad sobre los de más edad, más bien siento compasión. En seguida pienso cuán rápidamente se van a encontrar en el otro lado.
También tengo un hijo de 19 años.
Ahora está viviendo en otro país, pero hasta hace poco vivía conmigo y tenía con frecuencia la casa llena de adolescentes. La soberbia de éstos, en cambio, me divierte, tiene algo tan inocente, directo y rudo...y aún no es necesario sentir compasión, a ellos sí que les queda todavía mucho.
Un beso.
stalker, en la foto del 2006 pareces un lobo estepario, pero un lobo con los ojos dulces.
ResponderEliminaren breve, dentro de uno o dos días, participaré en esta entrada con la implicación y la entrega que requiere, mientras tanto un fuerte abrazo.
Querido Stalker, además de la cara de loco que tenés –confieso que yo parezco un psicópata en algunas fotos, con una mirada desorbitada-, no hay mucha distancia con cómo te imaginaba (salvo el cabello que todavía conservás…)
ResponderEliminarEn fin, el tiempo es irreductible al tiempo-calendario, pero también al tiempo subjetivo. Hay una irrevocabilidad que muestra el punto de no-retorno, aquello que presagia la desaparición, siempre dolorosa, siempre insoportable.
No sé si aceptaremos la finitud; la sobrellevamos, y con la certeza de la muerte lo que nos queda es la voluntad de sentido, de arrebatarse a la temporalidad algunos instantes eternos, como lo son aquellos instantes habitados.
Seguís siendo ese niño que se asoma fuera de campo; pero ahora mirás a la cámara. Ahora atendés al llamamiento del Otro, a su reclamo. ¿Qué es envejecer? Una transmutación irreparable que, en ocasiones, se hace auto-consciente y se prepara para la desaparición. No creo en “esencias”, a lo sumo, una magma que cristaliza en algunos modos, en ciertas dimensiones de nuestro ser. Pero no hay ser estático y nunca ya-somos-nosotros-mismos. ¿Que persiste algo? Quizás unas pasiones que nuestra historia fue moldeando. Llamamos “identidad” a aquello que repetimos casi compulsivamente. En la repetición aparece equivocadamente la certeza de una “esencialidad”. Hay un experimento mental de un filósofo que se resume así: si tenemos un barco llamado Fantasma y cada día vamos sustituyendo alguno de sus maderos hasta terminar sustituyendo todos… ¿es el mismo barco fantasma? No porque sus elementos son otros. Y sin embargo… funcionalmente sí es el mismo. ¿Entonces? Somos los mismos y otros, simultáneamente: repetición y diferencia diría Deleuze.
La melancolía está ahí, haciendo su trabajo. Pero quizás sea preciso un trabajo de duelo más que de melancolía: asumir la transitividad, aprender a darle sentido a la pérdida… ¿pero tiene algún sentido la pérdida? Cada cual intenta arrebatarle a la muerte alguno. Mientras, el cuerpo que sufre, que muta, que no se reconoce a sí mismo en el espejo de los otros. Quizás sólo aprendamos a vivir cuando estamos en el borde del abismo. Aún así, la finitud como experiencia no tiene por qué afrontarse siempre igual. Algunos se aferran al mito de la eterna juventud; otros prefieren convertir la muerte en tabú, y algunos otros procuramos desaparecer de forma entusiasta, viviendo hasta el último instante. Es la sabiduría que no tenemos; la única que me interesa.
Un fuerte abrazo,
Arturo
"Fresas salvajes" es bellísima, entre otras cosas, porque también ayuda a concebir una vejez que no sea mera espera de lo inexorable. El lenguaje onírico también puede acompañar ese proceso en que el animal temporal que somos, a pesar de todo, sigue entregado a la promesa de otro ser.
¿Queréis mirar a los ojos? ¿A los ojos de un niño? ¿Durante 10 minutos, por ejemplo?
ResponderEliminar[Par desmit minutem vecaks = Ten Minutes Older = Diez minutos más viejo]
http://www.youtube.com/watch?v=BesHd0TN3Ok&feature=related
Asistir al paso del tiempo en esta bella función. Y de paso reivindico una vez más ante los toperos la figura de Herz Frank. Sobre todo a ti Stalker, ávido y atento “visor”.
Por dentro
ResponderEliminarsomos
los mismos.
Los
mismos.
Querida Mariel:
ResponderEliminara veces las fotografías nos traicionan para bien; la realidad ofrece un desengaño que sin embargo se revela más fecundo...
Reconozco que no estaría mal hacer una película con Jean Pierre Léaud... ya algunos me llamaban Antoine de pequeño ;)
besones
Yaiza:
ResponderEliminares hermosa esa rendición. La dignidad de la derrota ante la impenetrabilidad del sentido. El mundo es incognoscible, sí, lo he creído siempre. No sólo en la sustancia psicofísica que nos conforma, también en su propia configuración material. Ignoraremos siempre la estructura profunda de lo que nos rodea porque sin duda excede los confines de nuestro raciocinios. A partir de ahí la mente segrea o supura conceptos teológicos o tecnocientíficos, para redimir la espontánea angustia con que el vacío, de pronto, nos aflige. Pero nada que hacer... Abandonarse y sentirse brotar "como ojos de la tierra" es muy bello. Me apunto.
Abrazos
Bel:
ResponderEliminarqué razón tienes. Esa soberbia dura tan poco, como dices... enseguida se está del otro lado. Gombrowicz decía que entre la juventud y la vejez-madurez no hay punto de inflexión: hay un ascenso y luego, de pronto, un lento pero inexorable descenso. No hay planicie. Por eso, supongo,uno descubre de repente que involuciona, que las fuerzas empiezan a menguar, que empieza un lento crepúsculo de desgaste físico y mental. Los signos son, al principio, tibios pero inequívocos. Y qué lástima ensoberbecerse por algo tan ilusorio como la fuerza de la juventud.
Esto nunca me pasó, claro que mi adolescencia transcurrió en una especie de exilio y nunca compartí esas adhesiones y fervores.
abrazos, Bel
Ana:
ResponderEliminarparecerse a un lobo es muy halagador. Aullar, también. Te lo agradezco y espero que tires una piedra a esas fosas abisales que despiertan en ti...
abrazos
GIO:
ResponderEliminarclaro, es más simple. A veces cubrimos con palabras nuestro miedo, mera estregia de supervivencia, acaso...
Abrazos
Querido Arturo:
ResponderEliminarabrumador y suculento comentario. Me gusta especialmente tu reflexión sobre la repetición y la diferencia; Chantal Maillard se refería a ello como "pliegues", pliegues que se pliegan sobre sí mismos y que van configurando la identidad ilusoria; pero bajo los pliegues no hay nada, ni siquiera vacío: una total ausencia de designación, una nada que no admite sedimentos y en la que quizá sólo se insinúa la vibración empática con el vacío de los otros (valga la paradoja). El budismo supo del carácter ilusorio del yo, de la construcción articial de la identidad desde hace milenios, pero aún nos cuesta aceptarlo y buscamos esencias, porque somos hijos del neoplatonismo judeocristiano y aún no hemos adoptado la hermenéutica de la sospecha permantente en nuestros juicios sobre el mundo.
"Desaparecer de forma entusiasta", me gusta cómo lo formulas, Arturo. Agotar el vertiginoso caudal de cada instante, apurar las heces, volcarse en cada gesto como si fuera la última convulsión, agónica pero extrañamente feliz. La liberación en la inmanencia de cada segundo. Habitemos esa grieta. Tomémolesle el pulso a la herida y cabalguemos en la dirección del flujo que nos señala la arteria seccionada. Hay tanto temblor por explorar entre nuestro miedo y el mundo. Tanta dulzura en ese desasosiego fecundo...
Tu entrada abre brechas de sentido y nos invita a fractuar, a escindir y segmentar los cuantos en que fluctúa nuestro pensamiento. Gracias, Arturo.
Bash:
ResponderEliminargracias por el vídeo; ya conozco el trabajo de Herz Frank y agradezco tu generoso proselitismo.
Por cierto, anoche vi "Vedreba" ("La súplica") de Tenguiz Abuladze; una apuesta estética deslumbrante y una narración entrecortada y excéntrica (los subs no eran muy buenos y uno no sabe a qué atribuir según qué cosas). Pero es exagerado decir que está a la altura de Tarkovski, Dovzhenko o Paradjanov, ¿no crees? Pero seguiremos pendientes del georgiano...
abrazos
Esther:
ResponderEliminarme quedo con la reverberación de tu poema, con la onda concéntrica que la repetición proyecta en nuestro estar presente. Rumio, o mejor me dejo rumiar...
besos
hno eres un crack
ResponderEliminar!ni mi alma, ni me cabeza dejan de sorprenderse!ante tantos comentarios y con entradas asi, que do mudo mi entendera no llega a tanto pero la vejez es fruta madura y el fin sosegado y bello de lo vivido!
que alegria vivir sintiendose vivido!!!
hno pareceque me adivinas en cada entrada por que todas tienen algo que ver con situaciones vividas en entornos mas o menps cercanos, incluso situaciones vividas ahor mismo!!!gracias por casi todo hno te quiere adolfo!
Estoy ya a la espectativa de esas piedrecitas que puede lanzar Ana en las fosas abisales de todos.
ResponderEliminarMe encanta eso que dice Esther, esa reiteración... quiero creerlo. Hagamos una iglesia de tu poema. Bautízame con esas palabras.
La perspectiva de la Judith es muy curiosa:
"en un devenir
que asesina
infinitos yoes pasados"
Que vengan a por nosotros más tarde, sería el fin del ciclio, sólo espero que, de ahcerlo, lo hagan con una sonrisa, para que sea más dulce.
Y Arturo... un comentario hilado con plata reluciente.
Quizás la melancolía nos coma a todos, y sea eso hacerse viejo.
Aprender a vivir al borde del abismo...
Rubén, sólo por la mirada hambrienta ya quiero conocerte, para verte envejecer, e ir reconociendo esa mirada como el nacimiento de un misterio en la paradoja donde, mientras todo muere, aún hay espacio para esas pequeñas flores.
Stalker, has pasado de pianista loco a intelectual y luego a psicópata. Mon dieu, haber cómo te defiendes jeje.
Adolfo:
ResponderEliminarque me place tu entusiasmo y vitalidad. Si estas entradas te pueden servir para algo en los trances vitales que atraviesas, ya me doy por satisfecho.
abrazos, hermano
Portinari:
ResponderEliminarlo bueno es que no intento defenderme. Es el precio que hay que pagar por traicionar el decálogo de Marker (Bash lo puede explicar mejor). Y en los avatares interpretativos he ido subiendo de categoría: de intelectual a loco no está mal.
Sigues siendo una arañita tejedora, pequeña pero infalible.
abrazos
aclaro querid hno que no soy yo quien esta en horas bajas! lo decia por que las entradas coinciden ebcosas que vengo pensando ultimamente nada mas!gracias! stalker
ResponderEliminaraprovecho para contar aqui que es foro culto einteligente que los melomanos y pianistas estamos algo tristes murio un a grande del piano:Alicia de larrocha!!
CATALANA Y UNIVERSAL FUE GENIAL INTERPRETE DE ALBENIZ Y GRANADOS, PERO TAMBIEN DE MOZART SCUMAN CHOPIN Y RAVEL QUEDE AHI LA NOTA Y PIDO A STRALKER UNA ENTRADA PARA QUE LOS POETAS Y NO POETAS DE ESTA CASA LA CONOZCAN!BESOS ADOLFO
¿Porqué mitificamos tanto la infanca? eso es lo que se pregunta el ave zancuda.
ResponderEliminarEl otro día escuche una entrevista al siquiatra Rojas Marcos y decía que cuando uno pasa de los 80 años es cuando vive realmente libre de todo. Yo siempre he pensado que tiene que ser muy duro pensar que te queda muy poco tiempo para vivir. Eso claro si estas aún en condiciones de tener una calidad de vida aceptable.
Ya me veo yo con gafas y gallato para andar. Y un libro de poesía por terminar de leer. ...
A ver si la semana que viene puedo mandarte esta vez las fotos.
Stalker de intelectual a loco estas guapissimo de todas formas. JAJAJA. Y eso es lo importante. Si quieres elimina este mensaje.
Un abrazo a todos los topos.
Adolfo:
ResponderEliminarte diré lo que haré, un poco más adelante: una selección de piezas tocadas por diversos pianistas. Habrá algo de Alicia de Larrocha, por supuesto. Así haremos una cata de pianistas, por qué no...
abrazos
Lola:
ResponderEliminarla mitificamos por tantas razones... pero hay una fundamental, la más obvia de todas: porque en nuestra infancia se trazan los surcos, las líneas maestras por las que transitará todo lo que vendrá después. Eso sólo basta para que sea un espacio susceptible de ser mitificado, mixtificado, alegorizado; todas las operaciones intelectuales de siembra y vaciado se han llevado a cabo sobre él.
Respecto a las fotos, te aseguro que salgo bastante bien; la realidad es otra cosa :)
besos
suscribo toltalmente elcomentario de stalker a lola la infancia es el ambito donde quedanconstuidos los momentos de emocion que iluminan nuestra inteligencia!!aqui cabria colocar los 400 golpes de truffaud!.POR LO MISMO, LA VEJEZ TAMBIEN SUPONE UNA VUELTA A LAINFANCIA AUNQUE EN MUCHOS CASOS POR DESGRACIA LA MENTE HAGA MONSTRUOS!!CON LOS ANCIANOS VENERABLES!adolfo
ResponderEliminarQuerida Ana:
ResponderEliminargracias por ser la primera valiente que participa ofreciendo su fotografía de infancia y su aspecto presente. Aparentemente estás muy distinta, pero observándote mejor sigues siendo la misma, y esa misma sonrisa habita el rostro más afilado, más penetrante. En tu mirada de ahora se aprecia la timidez reticente del que duda antes de ofrecerse, es una mirada de ternura bajo la aparente defensa
Bsta un breve acercamiento para que esa mirada penetre en el otro.
Me gusta cómo lo defines: penetración. Quizá es cierto que ser niños es vivir en la superficie de las cosas, porque incluso el yo, que es siempre una construcción que va decantándose socialmente, es apenas un rasgo nebuloso -una hénide-; al crecer penetramos, es cierto... en cuanto al espacio tengo más bien la impresión de que el mundo adulto acota el espacio; de niño no tenía la impresión de límites, el mundo era infinito y no había distancia entre mi brazo y el árbol al que trepaba, mi brazo y las flechas o el carcaj, la mano o la piedra. La realidad no estaba fragmentada; ahora en cambio, percibo el espacio físico como una operación de montaje en la que se solapan la propiedad privada, los ritos y distancias de la interacción social y algo más profundo: al ser dolorosamente conscientes de la irreductible incognoscibilidad del otro, el espacio se reduce extrañamente, al menos el espacio exterior (el otro es inasible, y en cierto modo impensable)...
Me encantan tus ideas sobre el ascenso y el descenso. No hay tal, claro, son pobres metáforas, pero es que, lamentablemente, vivimos lastrados por una red de metáforas muertas que otorgan a la vida un peso desmesurado... Liberarnos de ellas es tarea urgente de cierta poesía, aunque esta es otra cuestión...
Estoy de acuerdo en que la infancia y la adolescencia tienen sus infiernos. En especial la adolescencia. No imagino una etapa peor, aunque supongo que cada cual juzgará de acuerdo a sus experiencias. Además fue muy larga, mi adolescencia duró hasta los 20 o 22 años, más allá de la biología es una actitud: la expectativa continuamente defraudada en plena vorágine metamórfica...
Me hace feliz que participes con esta generosidad... Gracias, de verdad.
Y abrazos
Ana estas guapa en las dos fotos. Pero en la segunda tu cara refleja mayor profundidad.
ResponderEliminarMe alegro de verte menos virtual. Ahora tus palabras tienen rostro y es cierto el gesto es como medio tímido y desafiante al mismo tiempo.
Un abrazo.
Ana, me he emocionado mucho leyéndote, y percibiendo la emoción de nuestro Stalker particular en su comentario.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho verte así ofrecida, dejándonos ascender a esa casi mirada tuya de "asombro-humor", tal como la llamas.
Que digas que tus ojos son un abismo me llama a querer verlos de cerca y perderme en ellos, de entregarme en completa búsqueda del final de esos pozos, a lo Modigliani (como me diría Mariel en italiano).
Los niños tienen esa espontaneidad, que supongo, es esa luz que se pierde de mayores, ya tapaditos frente al mundo.
Es esa falta la que supongo seguimos buscando eternamente como "paraíso perdido", independientemente de la mala época, quedó siempre esa espontaneidad, esa naturaleza imprecisa en nuestro reloj infinito (por utilizar el mismo término que Stalker). Infinitud, la vida por delante, descubrir el mundo a pasos osados aun cuando se camina como pisando nubes.
De acuerdo estoy con Stalker en que la adolescencia es el peor camino de todos para transitar. De la infancia nos queda esa nostalgia, al menos a mí; el "pese a todo" frente a lo demás. Sí, supongo que sigue siendo mi paraíso perdido, bien sé porqué.
Una vez más Ana, gracias por dejarme estar asomada a tu ventana interior. Espero que un día me acerque al sur para verlo en directo. Y perderme en el abismo.
Stalker,
ResponderEliminartú has hecho una entrada que no es sólo interesante desde el punto de vista tanto intelectual como humano, sino que es también una entrada valiente y material, una entrada que es el amor, y a una entrada así sólo puede contestarse manchándose las manos de tierra. Y la verdad es que para mí mancharse las manos de tierra contigo es todo un placer (y que conste que no me gusta que me hagan fotografías, ni mucho menos mostrarlas, pero esta entrada estaba más allá de eso, estaba más allá del hecho de que no me guste salir en fotografías ni mostrarlas).
En cuanto al espacio, quizá es cierto lo que dices, en los niños no hay límites y es en la madurez cuando se acota, pero eso es para mí lo positivo. Para mí el espacio no es el espacio sin fin, no es el espacio ilimitado, sino el espacio concreto, la superficie definida, lo real, y obviamente no lo real visto como algo destructivo sino como sensualidad. En los niños el espacio es imaginario, el espacio es ilimitado, el espacio es no-espacio. En los adultos el espacio es real (sensual).
Ahora mismo, yo no querría volver al pasado y mucho menos regresar a la adolescencia, pero es cierto que a veces cuando pienso que nunca volveré a tener 18 o 19 años tengo un poco de nostalgia, pero no nostalgia de la ana de 18 o 19 (que tampoco era gran cosa, jeje, de hecho me caigo mejor ahora) sino nostalgia de lo irrecuperable, sólo de lo irrecuperable, como es irrecuperable la ana de hace dos minutos o la de hace dos horas (que sigue sin ser gran cosa, pero que ya le tengo cariño)
Eso que me has dicho de que tu adolescencia duró hasta los 20-22 me ha dado miedo, ¿y si yo sigo en la adolescencia sin saberlo?, jaja, sólo de imaginármelo se me pone el vello de punta.
Un abrazo.
Lola, yo también me alegro de ser un poco menos virtual, así cuando vea mi blog o mis comentarios en otros blog quizá deje de preguntarme si existo o no, pues quién es esa que va por ahí con un cuadro de schiele como foto de perfil y que habla del arte abstracto y de bach y de no sé que ;) Un abrazo a ti también.
ResponderEliminarPortinari, si eres tú quien se acerca a mi ventana cómo no abrirla. Yo también espero verte un día, estoy segura de que tus ojos sí que son un abismo, porque a veces ya he sentido que lo eran incluso por la blogosfera y en tus correos, así que cuando te conozca y me miren seguro que me caigo. Nota: me encanta caerme.
fantástica, ana.
ResponderEliminaren tu foto y tu comentario...
ahí voy yo:
http://sopadepoetes.blogspot.com/
2009/09/httplostinmarienbad
blogspotcom200909env.html
ò.
*es magnífico leeros. y encima poner caras...
Muy interesante entrada y buenas citas, como siempre en este blog. Ya que nos das la ocasión e IMHO, como dicen los anglosajones, yo sugeriría "Los espigadores y la espigadora" y también la última película de Agnès Varda, "Les plages d'Agnès" que hablan de envejecer y del paso del tiempo, y esa fruición suya gozosa y melancólica es para mí envejecer, por un lado el peso de la memoria que crece y crece, de forma que la vida empieza a ser más y más ocupada por una avalancha de recuerdos, como muestran los (deslumbrantes) poemas de Vinyoli. Es también esa escena de Proust en que aterriza en un evento social y ve a sus antiguos amigos y conocidos convertidos en "otros" más viejos y comprende con un escalofrío que tal vez él también haya envejecido. Porque esa vejez física nos asalta más en las fotos que en los espejos, ya que en éstos buscamos y encontramos casi sólo el fuego de siempre en los ojos. Para mí, nostalgia autoburlona, dolorosa y gozosa al tiempo, comprensión (tal vez ilusoria, o más bien replanteamiento constante) al fin de algunos trozos de mi trayectoria y apego vital junto con el desapego, lo que dijo Derrida “quand je me rappelle de ma vie, j'ai tendance à penser que j'ai eu cette chance d'aimer même les moments malheureux de ma vie, et de les bénir.”
ResponderEliminarQuerido hermano búfalo:
ResponderEliminarqué bueno verte en el trance de engullir la baguette. Me imagino que te lo habrán dicho ya, pero pareces un híbrido entre Juan Tamariz y Alfonso Guerra ;)
con esas ganas te comes el mundo
¡abrazos!
Bel Nu:
ResponderEliminarrecuerdo aquel fragmento de "Les glaneurs et la glaneuse", ou elle montre sa main corroída por el tiempo y la reflexión que la acompañaba. Sin duda Varda tiene mucho que decir sobre la lenta erosión del tiempo y la mudanza de las cosas hasta el reposo absoluto.
El último libro de Proust, Le temps retrouvé, es, en efecto, uno de los análisis más lúcidamente devastadores que se han realizado sobre el envejecimiento. Recuerdo aún cómo el protagonista apenas acierta a reconocer a algunos de sus amigos, cómo otros permanecen inmarchitables sólo en apariencia, como flores minuciosamente ajadas por una termita secreta... deslumbrante y aterrador encuentro de espectros, porque al final el lector adivina que se han invocado a los muertos y que el narrador apenas es una memoria deshilachada en un mar de ausencias imposibles de reconstruir...
abrazos
mecag, tamariz es un fenómeno. paz, entonces.
ResponderEliminarbesos,
ò.
Stalker, yo ya conocía esa cara... pero lo que no sé es por qué ahora decides hacerte visible...sin duda ha sido todo un acontecimiento por aquí! un abrazo!
ResponderEliminarMuy guapos todos.
ResponderEliminarQuerido hermano búfalo:
ResponderEliminarAlfonso Guerra también es un fenómeno... ;)
salud
Ventura:
ResponderEliminarcomprenderás que no tengo ningún interés en hacerme visible, pero era lo que requería una entrada de esta naturaleza, sobre el paso del tiempo. Podría haber intentado explorar esa perplejidad en abstracto, pero creo que se entiende mejor con la fisicidad de las fotografías.
Si te animas a participar, tendremos ocasión de contemplar el grato bisonte que eres.
abrazos
Ana:
ResponderEliminar¿a que sí?
besos
ya, ya... guerra también. por eso lo escibí así: paz.
ResponderEliminarbesos,
ò.
Querida Yaiza:
ResponderEliminartienes razón, no has cambiado apenas. Parece como si no hubieras atravesado la crisálida de la adolescencia; quizá en ti la metamorfosis se hila más lentamente, con paciencia de artesano que esculpe una forma insondable en tu materia-tiempo.
Una sonrisa ofrecida, muy bonita.
Abrazos
yaiza niña es la de la foto de abajo, queda claro. jolín, qué chulo es poner caras...
ResponderEliminarbesos,
ò.
Yaiza es verdad tienes la misma sonrisa de pequeña y de mayor. Eso es tener suerte, mantenerse en cierta medida en la infancia, o por lo menos tener la sabiduría de no desaparecer del todo haciendose mayor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, la imagen de la mano de Varda ante el coche, al viento, la mano que muestra el paso del tiempo...
ResponderEliminarEl tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos!
ResponderEliminarBluff! ¡Me gusta tu nota y sus comentarios! Envejecer, ser ya viejo o no tan viejo. Tener 19 y creer que el mundo se ha acabado y todo es caída, expulsión, hundimiento, fractura... y equivocarse,pasando por todas las crisis de la edad, la de los 30, los 35, los 40. Me acerco a los 50, vivo en el envejecimiento pero, curiosamente, nunca me he sentido tan caótico, monasterio derruido y claro de luna. Leo a los románticos. Adelgazo mil kilos. Escucho sin cesar a Radio Head y a Shostakovich mientras camino muy deprisa por las calles. Miro camareras simpáticas y antipáticas. No me compré la moto ni me enamoré de Lo-li-ta. Bien!!!
ResponderEliminarEnvejecer. Me gustaron las citas de Amèry. Hace unas semanas - no sé si en blog o en carta - decía que quería llegar a ser un viejo liviano, más cerca de la comedia que la tragedia -incluso grotesco si no hay más remedio. Evitar que la sustancia nos atrape y no nos permita seguir la estela de la luz. Ser viejo y escribir, como Valle Inclán, esperpentos.
Si comparara dos fotos de mi rostro diría que de pequeño tenía carita de luna y, ahora, carita de luna con pinceladas rosas y azules de mala hostia. Pero sigo en la tarea de alcanzar lo liviano. Ser viejo y no ser cabrón es difícil. Encomiendo a todos los lectores al esfuerzo. No se crean que es fácil mantener la dignidad --- ¡Y no hablemos del dolor y la enfermedad que arruina cualquier ejercicio espiritual.
Stalker, qué poder de convocatoria.!
Paro. Bebo té a las 7:10 y me preparo para ir a la escuela. A enseñar ciudadanía. Más tarde me voy a vacunar de la gripe en una unidad móvil. Y más cosas. Envejezco....
besos a los desconocidos con o sin foto. Me ayudan en la improbable tarea de la liviandad.
Gracias, marienbaders, mi sonrisa va por vosotros. Abrazos con cariño, Yaiza
ResponderEliminarBelnu:
ResponderEliminaresa mano y todas las historias del mundo, aún por contar.
abrazos
Argentina no va al mundial:
ResponderEliminarmás que tecnos, parece que empezamos a rapear...
salud
LUG:
ResponderEliminarme alegran mucho tus intervenciones. Tu confesión también. A mí me pronosticaron una vejez alegre, así que podremos compartir despropósitos dentro de unos años.
No es poder de convocatoria, sino generosidad de topos...
abrazos
Yaiza:
ResponderEliminarmarienbaders, me gusta.
Podíamos hacer un videoclip:
"Cause I'm marienbad, marienbad, you know it...!"
(es un chiste malo, ya lo sé)
besos
No había visto estas actualizaciones gráficas (es lo que tiene irse directamente a los comentarios). Me han parecido geniales. El cándido parecido de las dos Yaizas y el perseguido parecido de los dos Óscar. También me ha sorprendido ver una foto de la Ana adulta, de quien sabemos que no le gustan las fotos.
ResponderEliminarNo tengo ninguna foto mía de pequeño, si no participaría.
Me identifico plenamente con lo que dice Ana, casi lo suscribiría palabra por palabra. Ya comenté por aquí que no siento ninguna nostalgia de la infancia. Si tuve algo bueno en aquella época creo que lo he conservado -la capacidad de abstraerme del mundo inmediato y de ensoñar posibilidades absurdas-, el resto lo recuerdo como algo triste, de hecho cuando siento tristeza profunda es como si volviera a ser un niño. Cuando siento dolor es como si volviera a ser adolescente. Tengo que hacer un esfuerzo consciente para sentir esas dos emociones de manera actual y "adulta", acorde con lo que estoy siendo ahora. También prefiero al Rubén que está aquí en este momento, y considero que la gran tarea es crecer como hasta ahora, hacia dentro y dejando que asome algo que me acerque a los demás de otra manera; profundizar, sí, buena palabra.
abrazos
Querido stalker: vuelvo a esta entrada y encuentro que ha crecido mucho, un arbolito de crecimiento vertiginoso. Encuentro las fotos y los comentarios de Ana, Oscar y Yaiza, además de reencontrar tus fotos de pequeño y ahora.
ResponderEliminarTengo que reiterarme en esa primera impresión que me causó tu foto de adulto (cuánto detesto esta palabra, aunque hay por ahí un poema que igual comparto que se llama "adultez".... puajj)
No existe mucha distancia entre cómo te imaginé y tu imagen. Me llama mucho la atención ese mecanismo que se nos activa inconscientemente de poner un rostro postizo, una proyección fnatasmática a otros. Varias veces me ha pasado eso de imaginar el aspecto físico de alguien por su escritura o por la voz y luego constatar una distancia enorme. No ha sido el caso. Destaco la dulzura de tus ojos, proyectan una irradiación que no es dura, que no es fría, que el paso del tiempo no ha podido escarchar. Frente a una mirada así uno podría mostrar su lado más blando, vulnerable; incluso las propias miserias sin temor a sentirse herido o juzgado. Jack London en Colmillo Blanco describe de una manera preciosa esa falta de miedo, esa confianza en las manos del otro cuando el lobo expone su vientre como un perro para juguetear. Y el pelo largo me gusta, te da un aire de pianista loco como apunta Rubén, muy bueno.
De Ana, sólo conocía su foto de niña, esa jugando con la arena y sus mofletes divinos y risueños. Agradezco poder ponerle rostro porque ahora me cierra mejor su escritura, sus pactos precisos, su gusto por ciertas cifras y armonías. Su rostro se ha ido definiendo bajo un cabello precioso que enmarca las facciones- La expresión de sus cejas y toda su presencia facial me recuerdan a Clarice Lispector, mucho. Mirando atentamente las dos fotos puedo captar eso que ella misma comenta; que ahora hay menos ansiedad, más seguridad y una actitud indagativa, casi desafiante en el espacio.
Gracias Ana por tu desnudez, ahora cada vez que te lea o escriba sabré que átomos son los destinatarios.
(Sigo con Oscar y Yaiza en otro comentario)
Sigo el comentario anterior con las fotos de Oscar y puedo encontrar la misma frescura, ese querer comerse la vida de un bocado. Parecerá una locura pero me parece más niño en la foto actual, una niñez reconquistada, ejercida como militancia vital y artística. La frescura de quien ha emprendido el retorno al balbuceo, el volar bajito de los gorriones, sacudiéndose la impostura del adulto de la espalda. Espero verlo en 20 años más, aún más niño, desenvejeciendo el corazón, desoxidándose las mandibulas para morder la vida con más ganas. Quisiera aprender como Oscar la infancia como destino, no como partida.
ResponderEliminarEn Yaiza encuentro también una risa funámbula que saltó décadas y salió indemne. Cuánta frescura y dulzura me transmite su rostro, no me extraña que alguien así haya escrito esos poemas que se pueden leer en Agua o El hogar de los animales Ada. Yaiza tiene cara de hada, con hache.
Un abrazo
Laura
gracias por vuestras palabras, amigos. uno entra en marienbad y crece sin envejecer. o, haciéndolo, el contador de tiempo es un cacharro y volvemos a trastearlo, como cuando la emprendíamos con el reloj roto como si fuera una máquina del tiempo y de las ciencias. la palabra.
ResponderEliminarbesos y gracias de nuevo,
ò.
Stalker, tu blog crea el espacio, es como un parque.
ResponderEliminar(No he traducido nada, quién sabe si algún día me vuelvo capaz)
Rubén:
ResponderEliminaryo también le agradezco a Ana que haya enviado su fotografía. Es un gesto muy especial que no olvidaré...
abrazos
Querida Laura:
ResponderEliminar¿qué puede decirse ante tu lectura desarmante, arrojada y cariñosa?
Nada más callar y abrazar.
Eso
Òscar,
ResponderEliminarcrecer sin envejecer, eso lo hacen también los rumiantes... y eso me lleva a pensar que los animales no envejecen, tan sólo se les va sedimentando un tiempo mudo que al final los duerme.
abrazos
Tera:
ResponderEliminargracias por el cumplido. Ojalá sea un parque con muchas plantas y flores, y rincones ocultos en los que demorarse al fresco. Es bonito crear el espacio, los umbrales y los cercos, y no la lenta oxidación de lo sucesivo...
Traduces, sin duda, otras muchas cosas, no hace falta hacerlo con textos escritos.
abrazos
Laura, muchas gracias por tu lectura de nuestros rostros. Es curioso ver como nos ven los demás. Se parece mucho a las lecturas que se hacen de nuestros textos: esas lecturas están ahí, aunque nosotros no las hayamos pretendido. Pero el lenguaje sabe más que nosotros. Entiendo que con el cuerpo debe pasar algo parecido: la biología sabe transmitir significativamente, aunque haya cosas que nosotros no vemos, ni siquiera en nuestro propio organismo. Escuchar.
ResponderEliminarNunca me he identificado con un hada. Pero, evidentemente, todas las formas están en nuestra naturaleza, listas para ser interpretadas por los otros. Allí es donde somos: en este intercambio significativo.
Gracias de nuevo, un abrazo, Yaiza
Óscar, no has parado de crecer porque no has parado de jugar.
ResponderEliminarYaiza, cuando tenía quince años siempre me fijada en los rostros tristes, en las ojeras, en la oscuridad, cuanto más triste era alguien más atractivo me parecía, pero en los últimos años los rostros que más me han llegado son los que sabían sonreír con los ojos, en tu fotografía de adulta y de niña sonries no sólo con tu boca sino también con tus ojos.
Laura, en cierto modo es normal que mi rostro tenga cierto aire de clarice lispector: soy su hija, parte de mi sangre es suya. Y como le dije a Portinari, si hay gente como tú, Stalker, Portinari y otros tantos que aquí estáis para recibirme, cómo no entregarse, cómo no ser desnuda.
Rubén, es una pena que no tengas ninguna fotografía tuya de pequeño, me gustaría verte, ver cómo brillaban esos ojos verdes y llenos de matices cuando eras un niño.
Recoges las palabras que definen poéticamente el proceso que evocas. Metamorfosis personal por una época (y no olvido el jersei de pico clavadito al que tuve, ay, que también se metamorfoseo). O reencarnación, aquí y ahora, casi, porque ya sabemos que veinte años, aunque parezcan una eternidad, no son nada. Una reencarnación cotidiana, lo que implica también una muerte diaria ("Federico García, tú sabes que soy de los que gozan de una muerte diaria" escribió Miguel Hernández poco antes de morir para siempre en una oscura prisión del bando nacional). Es por eso por lo que gusta tanto lo que nos cuentas aquí: porque todos nos reconocemos en esas pequeñas/grandes muertes de cada día. Hasta los jerseis de pico se reconocen en ello.
ResponderEliminar(El curso de arte era uno de los del Col.legi... no sé si los conoces, los cursos de verano. No, no lo impartía yo En arte soy un mero aprendiz. Me manejo algo mejor, tampoco mucho, algo mejor sólo en los reinos afortunados de la literatura). Saludos molts.
Ana:
ResponderEliminargracias por tu desnudez...
Si eres hija de Lispector, ya me imagino quiénes son tus primas y primos... ;)
abrazos
Ramón:
ResponderEliminarbienvenido... me gusta que atribuyas un estatuto deseante a los jerseis de pico; también ellos han tenido que vivirnos y tal vez ahora nos recuerden (los que sobrevivieron al holocausto).
Las pequeñas/grandes muertes cotidianas. Las inmolaciones se suceden a tal velocidad que es como vivir en una aniquilación y renovación permanentes.
Tienes razón, veinte años no es nada, pero sí los suficientes como para que desaparezca este blog y el mundo haya cambiado. Ojalá estemos en algún lugar y podamos sonreír aún...
abrazos
Querría dar las gracias a todos los que han participado en este nuevo viaje. Me quedan más dudas y las preguntas son aún más acuciantes, pero en el fondo se trata de eso, de reformular entre todos.
ResponderEliminarGracias en especial a los valientes que han subido sus fotografías. La entrada sigue abierta para lo que queráis, por supuesto.
Tu propuesta me parece fantástica. Y me parece que (una vez más) abordas una cuestión que se vive en cada persona de un modo distinto, los comentarios, pues, son apasionantes (no he acabado de leerlos todos: casi un centenar, qué barbaro!).
ResponderEliminarPor mi parte, no lo llevo muy bien, como ya hemos comentado en alguna ocasión. De niña me recuerdo más bien tristona e introvertida. Ahora, habitualmente tengo un mayor control sobre las emociones, pero ahí está también, la niña triste y de hábitos solitarios (qué difícil era compartir entonces el amor por una determinada lectura, por ejemplo), aunque ya se ha rodeado de gente que quiere, que le interesa, y se permite ser mucho más sociable y risueña. Pero cuando aparece la niña hay una diferencia tremenda: entonces, por aquellos tiempos, todo podía ser posible aún. Ahora hay cada vez más sueños que voy descartando. La vida me llevó hacia unos caminos en que es casi imposible cambiar de rumbo y rehacer. Cuando me inunda la sensación de que lo que queda es irse acostumbrando a lo que hay, aunque cada vez se torpee más, haya menos ganas y más arrugas... pues eso, para mí no es fácil.
Admiro a muchas grandes personas mayores, pero ya he tirado la toalla de convertirme en alguien a quien pueda admirar.
(Ahora estoy en ese estado, desde hace un tiempo, pero reconozco que en esto tiene, para´mí al menos, su peso la biografía. Cuánto más fácil es amarse cuando se es amado. Espero poder contarte en un futuro! ;o))
Un abrazo enorme.
Envejecer.
ResponderEliminarSentir los trayectos.
Estar. (Habitar la antesala de la puerta mas proxima.)
Nuestro rostro: campo de todas la luchas.
Ser Otro en muchos Mismos.
Gracias!!!!
D:
ResponderEliminarSer Otro en Muchos mismos. Me gusta cómo amonedas el vértigo en una forma contundente...
Gracias a ti, y abrazos...
Querida Susana:
ResponderEliminarno tires la toalla porque crees no convertirte en alguien a quien podrías admirar. Para los demás sí eres alguien admirable.
abrazos
Lola:
ResponderEliminarqué bueno ver tu rostro-yo-niña en sus encarnaciones sucesivas. Vivaracha y risueña, eres justo como te imaginaba.
Gracias por compartir y por ser tan valiente.
Abrazos
Stalker gracias a ti. Has colocado todo el post enterito.
ResponderEliminarComme il faut, Lola. Merci à toi...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la entrada de Lola Torres Bañuls, tanto los poemas como las fotos. Es emocionante el recorrido que hace por su vida, en imágenes poéticas combinadas con fotografías. Me resulta siempre conmovedor el comprobar la intención o las intenciones de las vidas, ésa simbología implícita en nuestras historias. Lo orgánico. La gente que se detiene a contemplar su infancia, a desgranar el sentido de su "intención" (lo describiría mejor diciendo "la gente que se detiene a escuchar esa música y que no la olvida")está más cerca de la felicidad (creo). Una delicia, gracias por compartirlo, Lola. Un abrazo, Yaiza
ResponderEliminarHoy te descubro y te leo, a la par de tus transformaciones en el tiempo de vida.
ResponderEliminarSaludos....
Bienvenido, Ángel, gracias por tus palabras y por pasarte,
ResponderEliminary abrazos