Si desapareciera toda la producción audiovisual del siglo XX y sólo pudiera rescatar una breve pieza de diez minutos, tal vez me quedaría con ésta. Los hermanos Quay son unos maestros a la hora de construir mundos alternativos, autocontenidos, que obedecen a sus propios reglas y aniquilan nuestra lógica causal, infame a veces, pobre siempre.
Aviso: el que mire con atención y sea capaz de avertigarse, de desplazar sus centros emocionales unos centímetros, no saldrá indemne. Bienvenidos a la íntima intemperie doliente.
Stalker sorprendente. Qué pretendes, ¿ser un portavoz del azar? De niño tenía verdaderas pesadillas con la procesión de objetos inanimados que se me representaban móviles, dinámicos, vivificados. Incluso ciertos ciclos de sonambulismo que padecí no debían ser ajenos a aquello. Así como los muertos nunca me afectaron, porque los muertos jamás los sentí oníricamente como muertos, sino que seguían redivivos o como mucho, representando su muerte, y nunca me espantaron, no puedo decir lo mismo de los objetos. Debí tomarme muy en serio -o no distinguir sus límites y sus significados- el lenguaje y la complicidad de lo objetual, pero me martirizaron incluso con formaciones abstractas.
Y ahora vienes tú...y con los Hermanos Quay me lo recuerdas, jaj. ¡Viva! Esta vida es una caja de sorpresas cuya larga mano nos alcanza y nos santifica.
Buena jornada, esté su Beatísima Bondad donde esté.
joder, qué cosa más chula (ese es mi elaborado juicio estético de hoy)
ResponderEliminaruna pieza moderna, clásica, emotiva...
ResponderEliminarmuy sugestiva y embrionaria para el hacer...
gracias!
besos,
òscar.
delirante y onirica!adolfo
ResponderEliminarStalker sorprendente. Qué pretendes, ¿ser un portavoz del azar? De niño tenía verdaderas pesadillas con la procesión de objetos inanimados que se me representaban móviles, dinámicos, vivificados. Incluso ciertos ciclos de sonambulismo que padecí no debían ser ajenos a aquello. Así como los muertos nunca me afectaron, porque los muertos jamás los sentí oníricamente como muertos, sino que seguían redivivos o como mucho, representando su muerte, y nunca me espantaron, no puedo decir lo mismo de los objetos. Debí tomarme muy en serio -o no distinguir sus límites y sus significados- el lenguaje y la complicidad de lo objetual, pero me martirizaron incluso con formaciones abstractas.
ResponderEliminarY ahora vienes tú...y con los Hermanos Quay me lo recuerdas, jaj. ¡Viva! Esta vida es una caja de sorpresas cuya larga mano nos alcanza y nos santifica.
Buena jornada, esté su Beatísima Bondad donde esté.
Muy chulo, estoy de acuerdo, Raúl. Yo tampoco sé hablar muy bien de estas cosas.
ResponderEliminarEmbrionario de muchas cosas en gestación, búfalo hermano.
ResponderEliminarabrazos
Me da alegría verte por aquí, Adolfo. Salud.
ResponderEliminarSon objetos y muñecos pero también algo más; remedan la condición humana, trasplantada a un mundo imposible.
ResponderEliminarMe deslumbra el tapiz de sugerencias y la peculiar lógica narrativa que plantean los hermanos Quay. Son unos maestros igual, creedme.
Abrazos
La vida secreta de los objetos, Fackel. Tú te has licenciado en eso... es un tema del que tienes mucho que decir.
ResponderEliminarAbrazos
Quisiera entrar en contacto contigo, pero no veo dirección alguna.
ResponderEliminarTe ruego me respondas.
Gracias.
C. Dolores Escudero
revista@adamar.org