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Si fuese posible imaginar una estética del placer textual sería necesario incluir en ella la escritura en alta voz. Esta escritura vocal (que no es palabra) no se practica, pero es sin duda la que recomendaba Artaud y la que solicita Sollers. Hablemos de ella como si existiese.
En la Antigüedad, la retórica comprendía una parte que ha sido olvidada, censurada por los comentaristas clásicos: la actio, conjunto de recetas específicas para permitir la exteriorización corporal del discurso: se trataba de un "teatro de la expresión", el orador-comediante "expresando" su indignación, su compasión, etcétera. La escritura en alta voz no es expresiva, deja la expresión al feno-texto, al código regular de la comunicación. La escritura en alta voz pertenece al geno-texto, a la significancia, es sostenida no por las inflexiones dramáticas, las entonaciones malignas, los acentos complacientes, sino por el tono de la voz, que es un mixto erótico de timbre y de lenguaje y que como la dicción también puede ser la materia de un arte: el arte de conducir el cuerpo (de allí proviene su importancia en los teatros de Extremo Oriente). En relación con los sonidos de la lengua, la escritura en alta voz no es fonológica sino fonética, su objetivo no es la claridad de los mensajes, el teatro de las emociones, lo que busca (en una perspectiva de gozo) son los incidentes pulsionales, el lenguaje tapizado de piel, un texto donde se pudiese escuchar la textura de la garganta, la pátina de las consonantes, la voluptuosidad de las vocales, toda una estereofonía de la carne profunda: la articulación del cuerpo, de la lengua, no la del sentido, la del lenguaje.
Roland Barthes, El placer del texto (trad. Nicolás Rosa)
Vídeo: Chantal Maillard, "Cual. La película", en cofre DVD "Cual"
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A ver...escucharla acentúa el escalofrío. Cala muy hondo, adquiere una vida nueva...
ResponderEliminarLa poesía de Chantal Maillard es poesía para escuchar. En cuanto leí su poesía y tuve la oportunidad de escuchar algunos videos en su propia voz me di cuenta de ello. El video es peecioso.
ResponderEliminarUn abrazo.
El canto y el cántaro del placer. O el cuenco :)
ResponderEliminarAbrazo
Son dos momentos, dos aproximaciones distintas. En el texto leído tu propia voz resuena junto a la del poeta, en el escuchado, cuando es el propio poeta quien lo dice, la música acontece y llega y casi se libera de la palabra.
ResponderEliminar(Se está nublando y un gorrión se ha parado un instante en mi baranda).
Chantal Maillard parece haber escuchado 'al pie de la voz' a Roland Barthes. Y qué delicado enlace con el poema de Danielle Collobert. Todo para recordarnos que la escritura es (debería ser?) sólo una forma no aérea de la voz, ese aliento sonoro íntimo del que hablamos por aquí en una ocasión, hace tiempo. ¿Escribir sin repetirse las palabras? A mi me parece imposible, incapaz como soy de leer mentalmente. Pero ¡qué difícil dar a escuchar esta escritura! Han de ser muy pocos los poetas capaces de hacerlo. En eso Chantal Maillard ha llegado muy lejos. ¡Qué conmoción escucharla por primera vez! ¡y el milagro se repite y se repite! Su poesía, leída por ella, cobra una dimensión más, esas texturas y pátinas que invoca Barthes se producen en el acto. Su escritura nos enseña el cuerpo del texto, la lectura se vuelve escritura, se vuelve cuerpo. Una revelación. Un gozo. (Cántaro del placer, dice Tera)
ResponderEliminarUn abrazo en voz alta, agradecido.
“mi cuerpo tantea
ResponderEliminarel dolor tal vez
el gozo indaga
descubre el mí
mi boca dice
vuelvo sobre mí
misma y tanteo…”dice Chantal Maillard en otro momento. Revelación del cuerpo: su voz. La palabra atraviesa al cuerpo instrumento de viento o lo tañe, cuerpo de cuerdas, siempre tantea el cuerpo, tantea la voz, se delata el adentro; se descubre en el tanteo esa continuidad cuerpo- palabra , cuerpo –escritura , cuerpo- sonido.“Escribo un crujir de arenisca” también dice Maillard y se escucha su crujir cuando la palabra adquiere boca y suena. Es la poesía “forma no aérea de la voz” , se interroga Leonardo, o tal vez, la poesía se hace aire en su experiencia corpórea, verbo hecho carne que resuena y cruje, corporeidad del verbo del cual da cuenta la voz desde su existencia más entraña hasta su despliegue silencioso en el texto del cuerpo, voz silenciosa que tantea , que se indaga o muestra diciendo-se: epifanía gozosa.
Gracias, querido Stalker , por esta entrada de excepción
abrazos in actio
Por un lado, la lectura en silencio, escuchando esa voz tan próxima y tan extraña que nos acompaña toda la vida.
ResponderEliminarY por el otro, el daimon desbordado, ya voz todo el cuerpo:
http://goo.gl/fbLgL
Cuál. Eterno desconocido. Asombro y
ResponderEliminardiscontinuidad. Porque si está, es dentro. Porque es soy. Se escapa
cuando acaso se llega a ver
el signo.
Cuál, que apenas atisbamos,
ese, o eso, que está sin.
Cuál, el que no nombra. Juega a ser. Se insinúa en la distracción y se esconde cuando se mira.
Cuál es capaz de vivir allí abajo con el vértigo. Es capaz de subir desde el origen del temblor a despistar a la conciencia. Cuál es eterno desconocido y yo.
Vivir a ratos en esa idea, en el misterioso juego intermitente de Cuál.
Maravilla. Por cierto, me encanta el nombre de tu blog, aun recuerdo el film El último verano en Marienbad. Y por supuesto Chantal Maillard.
ResponderEliminarUna entrada muy chula.
Bisous
Joven:
ResponderEliminaruna vida abajo, en las raíces
donde algo se mueve, siempre...
salve
José Antonio:
ResponderEliminardiría que para escuchar, pero también para leer: los libros se sostienen solos, como lectura independiente de cualquier otro cuerpo o interpretación que se les sume. Bien es cierto que al verlos "encarnados en la voz", crecen, se dilatan, se proyectan en múltiples direcciones. Porque esa voz forma parte del poema (la voz, el gesto, la expresión de ella misma, todo eso es poema también).
Mi primera experiencia con esos libros fue una lectura solitaria, sin más añadidos. Y fue una experiencia completa, ya estratificada en muchas capas. Claro que luego la voz y el gozo transfiguran esa materia, despiertan en ella un temblor insólito. Voz que conjura...
Escucharlos es someterse a una metamorfosis, a una extrañeza indescriptible,
un abrazo
Tera:
ResponderEliminarel canto y el cántaro
...y el cuenco, siempre lleno de canciones que esperan a ser despertadas en el agua quieta
canciones dormidas en el asombro
abrazo
Bel M:
ResponderEliminarasí es, es así...
me encanta ese gorrión y su detención
(el levitador y su vértigo)
abrazos
Querido Leonardo:
ResponderEliminartu escritura es siempre en voz alta, al igual que tu forma de ser: forma de ser en voz alta, incandescencia permanente, vida de las pequeñas cosas...
me maravilla cómo entras en los detalles y ves lo que pasa desapercibido. En esto te pareces a Anamaría: en ponerle el cuerpo a las cosas, en deslizarte por las superficies como un niño hasta detectar la nervadura viva (aunque duela), buscando el hueco donde dejar el pájaro y la herida
una mirada que se adentra con delicadeza y compasión. Por eso ves, por eso estás.
Abrazo pequeño y de puntillas
Querida Anamaría:
ResponderEliminardesde la entrañeza tus palabras resuenan en diástole a la sístole de Leonardo: palabras que complementan, acompañan, acarician, y destejen una escritura que se quiere destejida, un lenguaje en proceso de permanente temblor-descomposición, que requiere un cuerpo atento en el que detener su flujo...
el cuerpo de tu voz tantea el gozo: no otra cosa es acercarse...
las citas de otros textos que enhebras amplían el campo de resonancia: era cierto: el corazón se hace entre todos. Ahora mismo. Anamaría es lluvia y frescor en él...
abrazo fuerte
Durandarte:
ResponderEliminargracias mil por el enlace...
aunque la voz, el daimon encendido de Dylan Thomas, no tiene nada que ver con la escritura en alta voz: es otra voz (falocéntrica, ensimismada, barroca, ególatra: monolítica) la que se alza en esa interpretación, en ese cuerpo. Nada que ver con la delicadeza, con abrir fisuras, con descomponer el lenguaje: todo lo contrario: erguir el lenguaje, solidificarlo, reforzar los núcleos de sentido. Roland Barthes está hablando de otra cosa...
espero que sepas disculpar mi impertinente sinceridad
y recibe un fuerte abrazo de verdad
Ahab:
ResponderEliminarmaravilloso poema indagatorio sobre un adverbio que es también el personaje de la segunda parte de ese libro singular: "Hilos" de Maillard. Con tu lectura vamos creciendo y palpando el temblor que nos conmueve; nos decimos en un vértigo de orfandad; nos reunimos en la carencia (existencial, metafísica), desnudos al fin, con el hambre por morada...
abrazo
Miette:
ResponderEliminargracias por perderte en estas pequeñas sendas,
sé bienvenida...