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El usuario no puede captar la demencia inherente al sistema de circulación que se basa principalmente en el transporte. Su percepción de la relación del espacio con el tiempo ha sido objeto de una distorsión industrial. Ha perdido el poder de concebirse como otra cosa que no sea un usuario. Intoxicado por el transporte, ha perdido la conciencia de los poderes físicos, sociales y psíquicos de que dispone el hombre, gracias a sus pies. Olvida que el territorio lo crea el hombre con su cuerpo, y toma por territorio lo que no es más que un paisaje visto a través de una ventanilla por un hombre amarrado a su butaca. Ya no sabe marcar el ámbito de sus dominios con la huella de sus pasos, ni encontrarse con los vecinos, caminando en la plaza. Ya no encuentra al otro sin chocar, ni llega sin que un motor lo arrastre. Su órbita puntual y diaria lo enajena de todo territorio libre.
Atravesándolo a pie el hombre transforma el espacio geográfico en morada dominada por él. Dentro de ciertos límites que aplica al movimiento determina su movilidad y su poder de dominio. La relación con el espacio del usuario de transportes se determina por una potencia física ajena a su ser biológico. El motor mediatiza su relación con el medio ambiente y pronto lo enajena de tal manera que depende del motor para definir su poder político. El usuario está condicionado a creer que el motor aumenta la capacidad de los miembros de una sociedad de participar en el proceso político. Perdió la fe en el poder político de caminar.
Iván Illich, Energía y equidad
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Final monumental, poder político de caminar. No más palabras
ResponderEliminarEstos textos de Illich me hicieron recordar un post anterior donde Chantal Maillard habla de la con –templación como una actividad que hace del espacio común un templo, temple, armonía con el otro... veo ahora en esto de que “El territorio lo crea el hombre con su cuerpo” un entrar también en armonía, un temple, el cuerpo siempre es el primer territorio de albergue, la morada materna.
ResponderEliminarEl peregrino que es un singular en cuya morada respira un colectivo que sacraliza el territorio , que hace camino, también depende de sus pies. estas actividades humanas están amenazadas por ese territorio ficticio del transporte del cual la humanidad es exiliada, es usuario y no habitante , sólo observa por la ventanilla no con-templa. Se pudiera decir lo mismo de este espacio virtual donde se hace necesario la creación de territorio con el cuerpo de las palabras, acceder al contemplar a través de un decir de los adentros, de un decir acompasado en lo entrañable, con-templar con mirada de búfalo y no como usuario de la red.
Por eso eres tan necesario Stalker, porque creas cuerpo que habitamos, un lugar de encuentro entre vecinos,
Tú creas territorio habitable, ya he caminado contigo y en ti pudimos hallar morada y templo
abrazo que mora
anamaría
Todos aquellos que amamos caminar podemos dejarnos arrastrar (sic)por la reflexión de Illich. Todo caminar es lento aunque se corra y la lentitud supongo que es precisa virtud de la construcción de sí y de toda acción política (¿No debieran las revoluciones ser lentas en su determinación para evitar que se conviertan en el "que algo cambie para que nada cambie"?). La lentitud y la presión de la arena en los pies:la percepción de nuestra naturaleza extranjera(como Charlton Heston en el Planeta de los Simios contemplando la ruina de la Estatua de la Lbertad o el replicante relatando sus visiones en Blade Runner yn las célebres lágrimas en la lluvia).
ResponderEliminarNo niego, sin embrago, la fascinación del motor, la multiplicación por "n" del poder anulador de todo paisaje, borrado en la aceleración. Poder recorrer las calles sin mirar a los ojos de nadie porque vamos en otra órbita, a toda velocidad. El motor como el seat 124 de los delincuentes juveniles (el Torete, el Vaquilla) de una cierta mitología patibularia, borracha en su propio vacío, intentando mantener la dignidad cuando el ruido del motor de las cosas nos vuelve majaras y adictos al propio ruido que nos mata.
Saludos, caminante.
¿Por qué está tan olvidado Iván Illich, hermano?
ResponderEliminarhttp://laantorchadekraus.blogspot.com/2011/10/el-alma-del-caminante.html
Salud y pasos.
Hay algo casi sagrado en ese desplazarse a pie. Yo lo hice muchos años entre bosques, montañas y acantilados... últimamente me he tenido que conformar con la ciudad. Y había leído también preciosos textos de caminantes, de Herman Hesse, Nietzsche, Walser, claro, y ahora descubro éste que es realmente una maravilla.
ResponderEliminar(Por cierto, ¿sabes que hay un poeta en España que, según me han dicho, se niega a usar otro transporte que no sean sus pies o el tren?)
Un abrazo, Stalker.
La morada, el hombre ha sido y será la medida de sus pasos, y si ahora en la apoteosis de lo vago (( me excluyo, mi bicicleta no entra)) decide el hombre separarse de su esencia, pierde sus metas y la relación de hogar y lejano. Creo que es sano tener las maletas siempre a mano, lima mis as-perezas. Saludos, y como siempre recuerdo que no olvido mi promesa de hacer una humilde entrada del film de Tarkovski.
ResponderEliminarYo lo leo como peatón transeúnte caminante, no conduzco y siempre me pregunto por qué rugen esos tigres humeantes, adónde van, y me recuerdan a los niños que intentan hacer más ruido arrastrando un coche, me dan la sensación de exceso de infantil testosterona, unos y otras, esa falsa sensación de poder, tan contaminante, que es muy superior en nuestras ciudades, donde la gente ya no sabe andar y llega en coche o moto hasta el parking de debajo de su casa (en Europa las ciudades no son como aquí tapaderas de parkings y la gente coge el metro o los tranvías y anda y no todos los hombres tienen ese apéndice de embarazados que tienen los de aquí, que se llenan la panza en ese vacío reflexivo, nadie piensa)... Illich lo dice mejor, pero parece sobre todo dedicado a nuestras ciudades, a este lado de la frontera
ResponderEliminarJoven:
ResponderEliminarno más palabras: caminemos, moremos...
Anamaría:
ResponderEliminartanta delicadeza siempre en tus palabras... hoy me acerco con mucho silencio, con toda mi pobre morada al agua de vida que mana de tu escritura de palmas abiertas...
me ha encantado que hiles esta entrada con la anterior, con la con-templación. En efecto, hay muchos hilos que relacionan a Illich y Maillard, hilos no siempre visibles -porque utilizan lenguajes muy diferentes. Pero bajo la urdimbre percibo afinidades que tienen que ver con una inteligencia atenta a deconstruir el mundo que nos rodea, ya sea en los conceptos, en las relaciones sociales o en los flujos mentales. Lecturas por eso incómodas y que generan movimientos de defensa automáticos...
El territorio lo crea el cuerpo. La morada que hacemos con los pasos, con nuestra lentitud, reconociendo la tierra y no hiriéndola. Necesaria, ineludible ecosofía para equilibrar, para compensar, para templarnos en la mínima fisura que se abre entre nuestra perpetuamente renovada perplejidad y el mundo.
Por eso pensé siempre que viajar en avión no es viajar: es desplazarse. No hay viaje si no se recorre el territorio, si uno mismo no se convierte en lugar atravesado por el inagotable vértigo de lo vivo...
en tu cuenco ahora descansamos, en la morada al fin, cachorros y pequeños,
abrazo fuerte
Querido LUG:
ResponderEliminaruna revolución lenta podría ser una “revolución budista”, asentada en la vacuidad y la no-acción. ¿Contra-dicción en los términos? Quizá, simplemente, superación de los dualismos en que se asienta la “dicción”, el espejo verbal distorsionador con el que nos acercamos al mundo…
al margen de la mitología urbana española a la que aludes (para mí, perfectamente aberrante), es fácil comprender el hechizo de la velocidad, pero mirada de cerca, ésta parece un sucedáneo del viaje inmóvil, un subterfugio, una experiencia de empobrecimiento. Recurrir a una máquina para acelerarnos se asemeja a ponerle una prótesis a la imaginación. Claro que también el anhelo de lentitud puede entenderse como un rechazo a la saturación de imágenes que nos atraviesan y nos niegan…
un placer, siempre, tenerte por aquí,
abrazo a paso de tortuga
Fackel:
ResponderEliminar¡gracias por el regalo!
Es fácil adivinar por qué Illich está tan olvidado: porque convirtió al progreso en el objeto principal de sus invectivas. Y eso es algo que no perdona ni siquiera una parte importante de la izquierda, inevitablemente anclada en la idea de progreso, mejoras, reformas, etc. Lo que propone Illich es más subversivo: el regreso a una forma de vida más antigua, comunitaria, dotada de herramientas convivenciales que unen y no separan. Todo esto lo convierte en un anarquista extraño y oscuro, “peligroso”.
salve
Bel M:
ResponderEliminarinteresante que menciones a Walser, autor que, según recuerdo, no te terminaba de apasionar (un gran caminante, como tú)
en mi caso, una de las cosas de la suqe no me canso es de caminar, prácticamente nunca subo al transporte público
me pregunto quién es el poeta al que te refieres...
abrazos
CC Rider:
ResponderEliminarlas as-perezas se liman así, cierto, aunque también creo en el viaje más lento: el inmóvil.
La entrada a Tarkovski será igualmente un regalo cuando llegue...
Belnu:
ResponderEliminartampoco conduzco y en la ciudad, como te ocurre a ti, me sorprenden la ecuación prisa + testosterona o las personas que se suben en una parada de metro para bajarse en la siguiente (caminando se tarda menos tiempo, sólo son tres o cuatro manzanas). He visto niños de diez años que llaman al ascensor para subir al primer piso (y que me miran extrañados, porque subo siempre caminando hasta el cuarto). Una educación para la pereza física, la otra cara de la pereza mental que define a nuestra civilización. Un crepúsculo abúlico a fin de cuentas…
El poder político de caminar podría llevarnos muy lejos. Tan lejos que podría, en una aporía de reconciliación, acercarnos, abolir las distancias. Lástima no hacerlo,
un abrazo fuerte
pero a Iván Illich se le ha olvidado mencionar la execrable, la inhumana, la verdadera catástrofe del ser humano. la destructiva mecanización de esos pies y esas manos. el territorio libre ahora ya no existe. un ser humano, si no dispone de dinero, no tiene territorio donde caminar y descansar. hasta de una inofensiva y pequeña tienda sobre la tierra, viene el gendarme para echarte de allí.
ResponderEliminaren las ciudades, el transporte además de asfixiar con sus gases al planeta, ha ayudado a la alienación y al tráfico de la esclavización. también en esos transportes vemos a gente acumulada que se levanta a las cinco de la mañana para ir a trabajar. la vida tal como es, sólo la ven los desclasados, los amontonados en los vagones de la penuria y la precariedad, o los que caminan para huir de las bombas y de las violaciones. no hay dominios de caminante para las personas que quieren ser libres pero que no tienen opciones de ningún tipo.
¿cómo se escapa de este sistema? ¿cómo escapa del sistema alguien que no tiene dónde caerse muerto? cómo se escapa de estos centros de reclusión, que es el trabajo en empresas o fábricas. y esta reclusión sí que es ajena a nuestro ser biológico, y sobre todo a nuestro ser mental. miles de esclavos perdiendo su vida en esta espiral.
hoy, aunque sólo desearas en la vida caminar y sólo caminar sobre la tierra, no puedes. cada 200 metros te encuentras una valla, todo es propiedad privada. la tierra ha sido vendida. el planeta que surgió como casa de todos, ahora tiene dueños.
hay mucha gente que ya sólo es capaz de ver la existencia desde ese amarre a la butaca, pero la realidad es mucho más infernal que la que un pensador protegido de universidad en universidad puede escribir en un libro.
Stalker, ya has visto que mi visión ahora es carne pura, la metafísica del pensamiento la tengo incrustada entre las vísceras y los órganos materiales de mi cuerpo. mi metafísica sólo contiene furia, escepticismo y rebelión vital desesperada.
Un enorme abrazo
Querida Say:
ResponderEliminarcómo me gusta que llegues así, combativa, insurrecta, demoliendo las certezas que queden en pie...
Illich no ha olvidado todo a lo que apuntas. Lo que ocurre es que he seleccionado un breve párrafo en una obra vasta, y no es un párrafo que condense un pensamiento: se centra en una brizna, en una idea. Ivan Illich suscribiría todo lo que dices, lo analizaría con escalpelo infalible y lo denunciaría a gritos, como debe hacerse, como él mismo hizo. Tampoco es un pensador protegido de universidad en universidad. Más bien era execrado, rechazado, a veces de forma muy virulenta. Para los progresistas era reaccionario y para los conservadores, anarquista. En realidad era un talante retroprogresivo avant la lettre: búsqueda del ámbito comunitario, rechazo a la maquinización y esclavización del hombre, convivencialidad. Anamaría ha dado en el clavo al trazar un hilo con la entrada anterior sobre la ecosofía de Maillard (sólo que en esta última el etnocentrismo no confesado de Illich está llevado hacia Oriente, hacia la vacuidad, una concepción holística del mundo, etc.)
Tus preguntas son las mías, y también tu rabia. Ya sabes que yo creo en el anarquismo y en la revolución. No creo en las reformas democráticas porque son puramente cosméticas: afianzan los privilegios de una casta en detrimento de todos los demás. De lo que se trata es de cambiar el marco social, el marco de pensamiento, no sus contenidos o su retórica. Sólo entonces será posible otra forma de vivir. Es un vuelco difícil, pero el camino del capitalismo, tal como está trazado, conduce a la destrucción ecológica, a la esclavización masiva y a la apatía creativa (también nuestros privilegios nos vuelven abúlicos, inmóviles, "estetas")
En cuanto a todo lo demás, lo de caminar y encontrar una valla.... ¿qué decir? Es la tiranía del ego, de lo mío y lo tuyo, de la diferencia. Ya imaginas lo que me parece la idea de propiedad privada y hasta qué punto me espeluzno cuando alguien habla de "mi" casa, "mi" coche, "mi" dinero. Ridícula inflación del yo que, queriendo fortalecerse, debilita lo que somos, porque la salvación, si existe, si acaso la merecemos, pasa por el "nos", pasa por la ausencia de posesión en todas las habitaciones de nuestra pobre casa mental,
te abrazo desde esta rabia que no tiene fin
(no te rindas)
¡Qué memoria, Stalker! Que no me termine de apasionar la obra de un escritor, o parte de su obra, no significa que no reconozca sus bondades. Lo del apasionamiento es subjetivo...
ResponderEliminarEl poeta es Jorge Riechmann.
Más abrazos.
Querida Bel:
ResponderEliminartienes toda la razón!
mil abrazos!