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Rimbaud predecía que la devolución de la mujer a sí misma estaría en el origen de una mutación de mentalidad. Expulsar a una mujer a su soledad es forzarla a volver a parirse para escapar del suicidio o de la locura. Hacer del expulsor el objeto de otra expulsión fue la respuesta feminista radical a la misoginia fundadora de la filosofía occidental. Pero entre estas dos morales simétricas, ambas determinadas por el principio de exclusión, está la vía poética. Una mujer no puede emprenderla con posibilidad de éxito si no la mueve el amor incondicional al amor. La primera operación mental que exige esta búsqueda es la alianza con el hombre-hermano, que implica la ruptura con el "hombre de piedra". Ello supone sacar a la luz a la hermana mientras que la madre y la hija -sus acompañantes- quedan en la sombra. La hermana conduciría la barca que debe pasar por el estrecho entre un patriarcado intelectual autoritario y un matriarcado afectivo no menos abusivo. En el ensanchamiento del paso, el horizonte de la fraternidad.
Cuando el Sujeto femenino se despierta, su falta de historia escrita se encuentra confrontada a la omnipotencia del Libro del Padre, al patrimonio colosal del credo y del cogito que lo enfeudaron. El hilo de su pensamiento nace de una lectura a contratiempo, de una deshiladura del texto patriarcal que sólo él puede hacer creativamente.
A través de la escritura de las mujeres es como la hermenéutica poética entrará en la mentalidad contemporánea. Como un aflujo de sangre nueva.
Lo femenino no piensa, ésa no es su función, no han dejado de afirmar los amos-pensadores desde la fundación de la Historia. Lo femenino obtiene su ser, si ser tiene, del ser masculino, como la luna obtiene su luz del sol. De suceder que una mujer piense es contra su "naturaleza", es que la virilidad en ella ha superado a su feminidad. Al ser la virilidad de la mujer despreciable respecto a la de un hombre, su pensamiento será irremediablemente imitativo, es decir, menor. Este juicio de los amos, con fuerza de ley, expulsó a las mujeres a la esfera privada, sin otro acceso a la ciudadanía que por procuración, en tanto hija, esposa o madre de un hombre. Excluidas de los asuntos públicos al mismo título que los niños, los esclavos y los poetas.
La sociedad está mortalmente enferma de la misoginia en que se inspira su ley. El proceso a la Historia no puede abrirse benéficamente más que allí donde el mal está cercado, localizado. En la memoria de las mujeres -precisamente en la bisagra entre la prehistoria y la Historia- es donde el absceso maduró y donde se hace curable.
El núcleo duro de la misoginia no se forma en la mentalidad masculina. El lugar de su más profunda fijación es el inconsciente profundo de las mujeres. Mientras no tengan acceso a él, ninguna mutación benéfica de la relación humana podrá producirse. El obstáculo contra el que no deja de quebrarse su voluntad de estar en el mundo tal y como ellas son en potencia, de vivir por ellas mismas y para ellas mismas, es el muro de la auto-censura. Sólo un trabajo de indagación de lo inmemorial puede liberar la auténtica palabra política de las mujeres, si es concienzudamente llevado a término: la anamnesia de la mutilación mental que origina su silencio.
Claire Lejeune, El libro de la hermana (trad.: Flor Herrero Alarcón)
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Totalmente de acuerdo, en el fondo de nosotras mismas habita nuestro más ferviente enemigo. De nada sirve el negarlo, el único acto válido es el de sacarlo a la luz, y comenzar a reconocerlo. Ser conscientes de que cada vez que tratamos de abrirnos a la luz y a la vida, en nuestro ser está latente justo el movimiento contrario, el de una flor que intenta cerrar sus pétalos negros. Ha de ser preciso mucho tiento y tacto. No negar lo "femenino", ni sentirse avocada a ello, para hallar así la propia medida, a la mujer que forja su camino....
ResponderEliminarMe encanta la parte en la que habla del hombre-hermano. Ha de ser el amor y la fraternidad los que liberen nuestros pasos. Este texto pone en palabras lo que siempre he querido ser con respecto a los hombres. Ni madre, ni hija, ni esposa....Naturalmente hermana.
Un abrazo, Stalker
Impecable y certero, entre la esperanza de los primeros párrafos y la exactitud implacable del último. ¿Tengo tu permiso para compartirlo en Facebook?
ResponderEliminarUn abrazo!
Vengo pensando en ésto. Trato de imaginar de dónde proviene. Ese principio de exclusión me parece un pensamiento de una lucidez total. Y sigo pensando...fue dios, siempre machista, o fuimos los hombres los que inventamos este becerro macho?
ResponderEliminarla mujer como hermana, la posición-hermana, ahí seguramente está una de las claves; no he leído este libro que parece tan interesante, pero creo que sí te mencioné "El orden simbolico de la madre", que parte de otra posición (la de la hija, es decir, la del reconocimiento de la autoridad de la "lengua" materna). dos textos que seguramente podrían dialogar entre sí muy fructíferamente.
ResponderEliminares en el arraigo y no en la forma donde está ese ancla, el arraigo de lo simbólico, ya ni siquiera hablaría de misoginia, hablaría de violencia simbólica, hablaría de construcciones "inexpugnables", de sistemas de oposición que nos crean y anudan más fuertemente que un grillete, hablaría de desestabilización y no de paridades, de flujo y no de pérdidas...
en el otro lado(que no siempre es el otro lado), en el de lo poético, me viene a la cabeza un librito de Ana Becciu llamado "Ronda de noche", un librito por mí muy querido que casi me sé de memoria de tanto que lo quiero y que dice: "mi lengua es extranjera en la casa verbal que es la casa del padre y no entienden lo que allí se dice, yo dice amor y ellos evocan a la presa en la madriguera, yo dice ella y ellos riman histeria, yo es una música y ellos la vuelven paralítica."
see you!!!****
Vera:
ResponderEliminarespléndida reflexión... también creo que estos textos dicen algunas verdades incómodas... no se trata de repartir equitativamente las culpas, ni siquiera se trata de "culpa" -concepto central en nuestra cosmovisión, concepto fatalmente androcéntrico-; pero es cierto que en lo más profundo de ciertas mujeres está esa conciencia de la diferencia, ese asumir la sumisión. Esto se observa en muchos aspectos, entre ellos en la forma en que se asimila la polución mental de la publicidad, sin ir más lejos: se pide, se exige a la mujer que se adecúe al deseo del hombre, a la voracidad del hombre, que se someta a su estereotipo (generalmente burdo) de belleza. Reconozco que me asombra que esto se asuma masivamente sin rebeldía. Pero hay más: el propio lenguaje ha de ser desactivado de la trampa androcéntrica, de su misoginia implícita: sólo entonces se detruirá la Ciudad del Padre y podrá empezar la fraternidad (o sororidad): la Ciudad de los Hermanos, desjerarquizada, horizontal, ajena a la posesión, a lo "mío" y a lo "tuyo".
El camino por recorrer es enorme y muchas mujeres ni siquiera sospechan que sus conceptos de belleza, incluidos lo que conciben como belleza en el arte o la poesía, por ejemplo, son conceptos masculinos, intrínsecamente depredadores y misóginos. Esto es algo muy evidente y que pocos quieren ver, porque a fin de cuentas es más cómodo vivir en la Luz profiláctica, en la Belleza erigida por el pastor del Rebaño, que asomarse al abismo de lo singular, al cuerpo y a sus infinitas desinencias.
En fin, todo esto lo vengo repitiendo desde el principio de este blog, con escasos frutos. No habrá liberación de la mujer, ni verdadera igualdad, mientras no nos atrevamos a contra-decir la Lengua del Padre, de los padres que han forjado nuestra cultura con sangre, fuego y silencio. Y no sólo contra-decir: arrasar, demoler, reconstruir la lengua de la hermandad que propone Claire Lejeune, en un espacio intermedio ente la oscuridad matricial y la Luz del logos falocrático. Lengua sin exclusiones, lengua de afluentes que se suman a un mismo cauce, sin forzarlo,
un abrazo fuerte
Querida Bel:
ResponderEliminarno hace falta decirlo: todo lo que hay en este blog es de todos. ¡Yo también lo he copiado!
Me hará feliz que lo cuelgues en facebook,
un beso!
Joven:
ResponderEliminaraquí cada uno tendrá que arraigarse en su propia superstición del origen... y aunque no creo en el origen (concepto teológico eminentemente masculino), sí creo que el hombre ha creado a sus dioses a su imagen y semejanza, con toda su ferocidad y sus debilidades, con la escasa generosidad (tenuemente salpicada de admirables excepciones) intrínseca a la raza humana.
Hemos creado nuestros dioses y nos toca destruirlos. Sería bueno vivir sin dioses y sin nada que los sustituya (el mercado, el capital, la oferta y la demanda: dioses de estos tiempos crepusculares). Vivir, al fin, sin abstracciones reguladoras, sin campos de trascendencia, sin dogales ni sogas.
Necesitamos una urgente deconstrucción, un radical derribo de los conceptos que habitamos, y aun de nuestra propia estructura mental, para ese viaje hacia lo salvaje
Restons en colère, soyons vigilantes...
un abrazo, joven cuervo
Hecho. Mil gracias!!
ResponderEliminar(https://www.facebook.com/isabel.mercade1)
Hacía mucho tiempo que no venía por aquí y me ha encantado este post. Buenísimo. Esa relación de hermandad es, ha de ser, el nuevo paradigma. Hace tiempo que me siento incómoda en las relaciones desiguales, jerárquicas, a las que nos ha acostumbrado la cultura patriarcal.
ResponderEliminarSí, hay que "reconstruir la lengua de la hermandad que propone Claire Lejeune, en un espacio intermedio ente la oscuridad matricial y la Luz del logos falocrático." Muy bien dicho.
Un abrazo
Si he de ser yo
ResponderEliminarla que hila
la que cuida la lumbre
el pan de cada día
hablaré para ti desde el inicio
desde el vientre de las oscuridades
Hablaré hermano
de la simiente y del hogar musgoso
del regazo que fluye
de la matriz erguida
He de hablar con mi lengua
parturienta y cazadora
lengua del menstruo y del delirio
Arribando con surcos a la cueva
Hablaré contigo
te Nombraré con la lengua tibia de lo oculto
excavando costillas
sacándote de allí
al hágase la luz
hacia la gravedad del cuerpo
donde la piel pronuncia
donde hay una soledad que me devuelve
al instante sonoro
abrazo deshilado
Querida Laia:
ResponderEliminarinteresante reflexión y po(e)sible cruce de lecturas que propones...
me gusta la idea de la violencia simbólica, del orden simbólico, pero como soy muy desconfiado percibo que detrás de esas categorías, detrás de ese lenguaje, está el psicoanálisis, construcción andocéntrica por antonomasia (es la razón por la que me cuesta leer buena parte de los textos de Julia Kristeva, demasiado impregnados de "teología psicoanalítica"). Pero quizá no es así, quizá a fin de cuentas es mi desconfianza la que balbucea, la que apenas acierta a hablar en las orillas de tus palabras...
El libro de Becciu no lo he leído y me apetece hacerlo por la cita que traes (y por la devoción con que lo acercas). Sí recuerdo una presentación de una antología de poetas del otro lado del océano, donde Ana Becciu y Ana María Moix estuvieron de acuerdo en que el España no había poetas mujeres de relevancia, afirmación insólita (y bastante ridícula) y que además le hace indirectamente el juego a los santos varones del canon institucionalizado.
See you soon!
Bel M:
ResponderEliminarfantástico!
Besos!
Elvira:
ResponderEliminarrebienvenida...
reivindiquemos esa hermandad, entonces, quememos la lengua del Padre: busquemos la lengua híbrida, el tímido calor intersticial de las palabras al acercarse,
un mundo entero por inventar, al margen de los senderos que nos han obligado a recorrer hasta ahora,
abrazos
Anamaría:
ResponderEliminaraún no soy lo suficientemente pequeño para acoger tus versos en su caída, ¿menguaré alguna vez para ser sin medida, para des-mesurarme y así dejar entrar la generosidad, el silencio sonoro donde la piel pronuncia, fluye y devuelve las cosas a su quietud, a lo que ya es ofrenda permanente, fueguitos del decir, dádiva por venir en el presente dilatado?
La lengua de la hermana, de los hermanos, se hace fecunda con tus regalos, y así nos vive, nos hace vivir la vida no escrita, inescribible, y sin embargo ya pronunciada, ya antedicha en el vértigo de un don sin letras
hay que avivar el fuego y empequeñecer sin tregua, para acogerte
/abrazo fuerte
pues vaya, ha caído un "mito"... y eso en sí mismo ya es algo bueno. aunque si puedes buscar ese libro de Becciu, creo que te puede gustar. es un libro-horquilla que llevé prendido mucho tiempo porque me enseñó cosas, porque habló conmigo, no sé cómo.
ResponderEliminarentiendo lo que dices porque yo misma cuando utilizo la palabra "simbólico" también desconfío de sus resonancias, todos los adjetivos son perversos. sin embargo también creo que hay algo en esas categorías que apelan a su destrucción, si el llamado orden simbólico es la ley del padre, ¿cómo hacer para desmantelarlo? no invirtiéndolo seguramente, sino encontrando sus fisuras, esos lugares a través de los que silba algo parecido a un viento y hablan (balbucean) todas las otras voces...
^^
Laia:
ResponderEliminarespléndido!
los adjetivos son perversos, y los adverbios... salvíficos, como muy bien señaló Ana Hidalgo y como practica Chantal Maillard (pienso en "Hilos" y su escritura netamente adverbial)
imagino que romper el orden simbólico no es fácil, y que incluso la mirada deconstructiva lleva en sí la semilla de su propia ruina (además, ¿quién deconstruye al deconstructor? ¿Cómo evitar la tentación de incurrir en una regresión infinita?)
sólo se me ocurre cierta lentitud e inclinación, cierta pequeñez, cierta mudez, cierta temperatura; cierta adverbialización, por lo tanto, que desplace esas verdades omnicomprensivas, erguidas como tótems que exigen ya su derribo, que lo han exigido desde el momento de su inconcebible alzamiento
tanto por hacer, y tan poco tiempo...
un abrazo pequeño y fuerte
El camino es largo, sin duda, para eliminar el Libro del Padre y acceder a la fraternidad. Quizás en una próxima humanidad en "el quinto planeta". Y los hombres ¿tendremos entonces que esperar tanto tiempo antes de lograr suprimir en nosotros el cuchillo de sílex que no sólo mutila a la mujer sino también nuestra capacidad para la hermandad?
ResponderEliminarUn abrazo
Leonardo:
ResponderEliminarimagino que no hay nada que no pueda lograrse con paciencia y escucha, volcándonos en la lentitud y la ternura de las cosas...
abrazo fuerte