martes, 23 de agosto de 2011
briznas (23)
hoy, escrito en una cuartilla, sin pensar:
"Hasta el origen frutal
del vértigo
- desandar"
Más tarde, una imagen terrible en plena calle: cubos de basura junto a un supermercado. Un grupo de personas se aferra a los cubos: forcejean, luchan por apoderarse de los restos de comida. Algunos caen al suelo. Se levantan y vuelven a la carga. Hay empujones, hay pedazos de pan duro arrancados de manos ansiosas. Los más fuertes se llevan el botín más grande: una caja de galletas caducadas, algunos yogures pasados, fruta semipodrida.
He visto recoger comida de contenedores muchas veces. Nunca he visto esta violencia. Esta extremada necesidad. Los ojos ciegos, las manos desesperadas. Uno llevaba un destornillador y ha amenazado a otro con él para mantenerlo a distancia.
Esto es real: ocurre muy cerca del centro de una ciudad cosmopolita. Me he quedado petrificado, incapaz de articular respuesta. Mudo. No hay nada que decir, no sé decir.
Pienso que entre las líneas apresuradamente trazadas en la cuartilla y este acontecimiento en plena calle hay una íntima correspondencia que apenas entreveo.
Pienso que hay mucho por desandar, y mucha jauría por venir.
Y uno mismo, de estar en esa situación, ¿empujaría al otro para quitarle el pedazo de pan duro?
La respuesta a esta pregunta da un poco de miedo.
Antes de ver esa escena he estado leyendo poemas, he estado leyendo el Denkoroku de Kenzai y repasando los ensayos de Spengler. He pensado en las conexiones entre Kiarostami y Semih Kaplanoglu (cineastas de la infancia) y en que tengo que escuchar el último disco que he encontrado del Kronos Quartet (composiciones de Peteris Vasks). Mientras tanto, el mundo se muere. Manos ansiosas le quitan el pan a manos ansiosas.
Siento vergüenza de mí mismo, de mi ocio, las lecturas, las películas.
E ignoro dónde estará el origen frutal, definitivo, en que desvanecerme.
Uno siente vergüenza de tener cosas y de no tener vacío donde otros lo tienen. En la jungla dicen que solo sobreviven los fuertes, creo que no amo demasiado la jungla urbana.
ResponderEliminarNuestras ciudades hace tiempo que comenzaron a ser medievales, la oscuridad del medievo, las luces de las antorchas, el rencimiento solo fue un espejismo, solo vive en ese vacío del que nos avergonzamos. Tantas luces... para no iluminar más allá de lo que iluminaba una antorcha para vernos como ratas.
Llegarán los gatos al basurero?
Me temo, que cuando lleguemos al límite, será nuestro instinto de superviviencia el que prevalezca(ya es él, el que gira nuestra cabeza para mirar hacia otro lado ante el sufrimiento ajeno). Y serán nuestros límites los que guiarán nuestra mano, es decir, que nos hallemos entre los más fuertes o los más débiles es lo que marcará nuestros actos. Es esta una terrible época de involución. A su fin ¿existirá una nueva época de evolución que contrarreste sus efectos, o ha llegado el momento en el que el camino del hombre se atasque definitivamente y comience a desandar sus pasos? Es terrible la escena que relatas. Cuando pienso en la época que nos está tocando vivir siento verdadero miedo. Y además, me produce tristeza (e indignación) ver cómo la gente busca respuestas en los ídolos de siempre. Aquellos que siempre han aprovechado las épocas oscuras para posicionarse....Un abrazo
ResponderEliminarEl fantoche del Papa de Roma seguro que sabe que eso existe.
ResponderEliminarTengo muchas preguntas sin respuesta.
Las máximas liberales atraviesan todas las capas. Se empujan los ricos por más espacios de poder. Se empujan los indigentes por un pedazo de pan. El retroceso es de una indignidad escalofriante. No retrocedemos en el tiempo, retrocedemos en valores, retrocedemos hasta quedar regulados por la brutalidad del instinto. Un abrazo.
ResponderEliminarTe entiendo muy bien.
ResponderEliminarYo he sido testigo de esa escena que relatas, a la salida de un supermercado que hay en la Gran Vía con calle Villarroel. No sé por qué he pensado que podía ser el mismo lugar.
Y esta mañana, al ir a hacer fotocopias del currículum, he visto a un hombre muy viejo asomarse a un contenedor. Ha tomado tanto impulso que casi cae dentro.
Esa vergüenza que describes existe, poderosamente. Pero también sé que hay quien no la siente: quienes no se asoman a la miseria sino desde una ventana, incapaces de verse a sí mismos como parte o potencial parte de la misma. Yo, sin embargo, sé que podría estar ahí. Quizás esto viene porque mis orígenes familiares son humildes, porque mi abuelo era analfabeto y jamás leyó un poema en su vida y mi padre, que sí ha leído algunos poemas, pasó hambre cuando era joven. No lo sé. Pero por eso desprecio la caridad y abrazo la contradicción...
Pienso en lo que dices acerca de la vergüenza. Pienso en lo que narras, en lo que describes, porque hoy a mí me pasó, de nuevo, algo similar. Creo que va a convertirse en moneda corriente. Y pienso en lo que esto significa. ¿Hemos de acostumbrarnos? ¿Ha de ser todo esto corriente? ¿TEnemos que verlo como algo normal? ¿Tenemos que sentirnos al borde del abismo?
ResponderEliminar¿Qué haríamos nosotros? No tengas miedo en responderte. Haríamos lo mismo. Sí, lo mismo, aunque esto también nos dé vergüenza pensarlo.
Pienso en un símil. Imagina que estas dos personas que luchan entre sí en estos momentos por llevarse la fruta o el vegetal o las galletas, imaginalos hace unos años. Quizás llevaban traje y corbata; quizás trabajaban en una multinacional. Quizás uno pisaba al otro para conseguir quién sabe qué. ¿Es acaso tan distinta una violencia de la otra?
El comentario de Laia también me hace pensar. Tanto que me habéis inspirado algo.
Un abrazo
Asistir a tanta miseria, deja sin palabras. No me extrañan tus sensaciones.
ResponderEliminarEsta sociedad es hipócrita y tiene infectado el centro mismo del corazón.
Un abrazo.
mjromero:
ResponderEliminarel caso es que los gatos no llegaran al basurero, porque los exterminan... las brigadas municipales de exterminio vigilan para que haya perros y gatos vagabundos...
el medievo... quizá nunca salimos de él, quizá vamos cayendo de una oscuridad a otra. La Luz es el enemigo, de todas formas: la razón esclarecida sólo ha traído la industrialización masiva, una depredación inédita en los últimos dos siglos...
Ahora tocan tiempos difíciles, se avecina un abismo del que se viene advirtiendo inútilmente...
no me gusta la jungla urbana, y sin embargo estamos aquí...
preguntas sin respuesta, Alfaro...
un abrazo
Vera:
ResponderEliminarcuánta razón tienes, los ídolos de siempre, los verdugos de siempre...
no sé si ha habido evolución y ahora estamos involucionando. Quizá ha habido momentos donde "algo" parecía posible, y otros donde el "estado del bienestar" nos ha anestesiado lo suficiente como para ignorar el sufrimiento del Otro, un Otro cómodamente lejano y cuyo dolor, y cuya sangre, no nos salpica.
Me temo que el problema es que la sangre nos va a salpicar, nos empieza a salpicar ya, y no estamos acostumbrados a eso, rechazamos eso.
Esa escena ha sido de una atrocidad sin límites. Las palabras no la describen, te lo juro.
Mudez, sí, parálisis...
Imagino que aún se puede resistir, pero es un verdadero tsunami el que se avecina, por muy lento que esté siendo...
un abrazo
Lola:
ResponderEliminarel Papa lo sabe y calla. De hecho, espera que la situación de pobreza en Occidente le beneficie: piensa que es un caldo de cultivo para la fe, un caladero de irracionalidad. Y tal vez lo sea... pero también puede surgir la revolución de ahí...
veremos,
abrazos sin respuesta
Joven llamado cuervo:
ResponderEliminarla indignidad es lo que duele
y duele mucho más saber que quienes eso hacen no son "responsables" de esos codazos y empujones. Hay seres ocultos, cómodamente instalados en despachos, con cuentas corrientes millonarias, que están detrás de esa lucha enloquecida por el pedazo de pan, por la manzana podrida
es ésa indignidad la que duele...
abrazos de un cuervo a otro
Laia:
ResponderEliminarcómo comprendo lo que dices!
Es tan fácil estar ahí... Fíjate que sólo hace falta la conjunción de un par de "acontecimientos" desestabilizadores en una biografía para arrojar a "cualquiera" a la indigencia. La barrera es muy tenue, es facilísimo acabar buscando alimentos en los contenedores...
tu abuelo era analfabeto, pero mi padre (que debe tener la edad del tuyo) apenas sabe leer y nunca leyó un poema. Las casas de mi infancia, el mundo en que viví, era un duro mundo campesino, estoico, seco, de trabajo extenuante y pobreza. Nunca hubo un libro, ni un disco, en casa de mis padres o abuelos. La cultura no existía ni siquiera en sus variantes folklóricas: sólo la dura realidad del jornalero andaluz. Algunos emigramos a ciudades, buscando otra forma de vida, pero ese mundo sigue ahí: duro, implacable, inhumano.
Y uno sigue siendo un "extraño campesino", no importa que uno lea a Wittgenstein o Derrida, o piense en las diferencias entre el Soto Zen y el Rinzai. Esos estigmas están grabados a fuego lento en el cuerpo. Y también la ira ante tantas generaciones silenciadas, esclavizadas, a las que ni siquiera se les dejó un margen en el que desahogarse...
Me gusta tu contradicción, tu contra-decir, y te abrazo en él-ella-ello
Laia:
ResponderEliminarno era en Gran Vía con Villaroel, pero cerca: en Entença con Avenida Mistral...
Pero en cada esquina, el mismo drama...
Ataúlfa:
ResponderEliminartienes razón: no debe haber miedo en asumir lo que uno puede hacer o no hacer. Es muy posible que uno también luchara por ese pedazo de pan duro... y sin embargo no sé si no preferiría la muerte ante algo así...
Por supuesto, una violencia es igual a la otra. De hecho, lo que me espanta es que esta violencia visible es apenas la punta del iceberg de dilatadas violencias invisibles que han echado a la calle a centenaras de miles de personas. La verdadera violencia se ejerce en reuniones de directivos en hoteles de lujo o en los parlamentos; al lado de eso, la brutalidad por la supervivencia, aunque es un espectáculo terrible, es apenas instinto y casi ni puede definirse como "violencia" (en el sentido de violencia consciente, pensada y pactada en junta de accionistas o ante estadísticas de productividad)
Es sensacional haberte "inspirado algo", Ata. Tú también eres fuente de inspiración-expiración-aliento,
respirémonos entre todos,
abrazo-aquí
Isabel:
ResponderEliminarpor eso hace falta inventar el corazón, una vez más...
aunque duela
un abrazo!
Amic, cómo me ha impactado esta entrada, porque tiene esa cosa desgarrada pero no teatral sino íntima, silenciosa... en fin. Sabes que leí algunas de tus briznas con mi conexión rural (tiene mérito, te lo digo yo, porque tarda un siglo en cargar una página) y ya en casa estaba decidido a seguir leyendo. Pero E. (Ata) me hace venir de golpetazo a través de su paseo solitario que ella relacionaba con el de tu brizna. Así que gracias a ambos. Y sigo leyendo.
ResponderEliminar