viernes, 5 de noviembre de 2010

El encuentro



Es un día de otoño, en el patio de recreo de un colegio.

En una esquina del patio, un niño. Es un niño de doce años, moreno, pequeño y delgado, de mirada asustadiza.
Tres chicos mayores lo tienen acorralado y él se aferra, desesperado, a su cuaderno de dibujo.
Los otros ya le han arrebatado el pan y una manzana, lo único que lleva para el desayuno.
-¿No llevas una salchicha? –grita uno de los tres, alzando un puño amenazador. -¿O es que tu familia es tan miserable que sólo te da pan y manzana? ¡Qué asco!
El niño acorralado alza una mirada diminuta, implorante.
-No tengo nada más.
-Pues entonces tienes que pagar prenda. Te vamos a bajar los pantalones y hacerte un bonito dibujo con la navaja. Venga, vamos a agarrarlo entre los tres.
Los chicos se acercan y el niño retrocede hasta que la fría pared de ladrillo le muestra un límite absoluto más allá del que la evasión no es posible.
No hay nada que hacer.
En ese momento una voz clara y alta surge a espaldas del grupo:
-¡Quietos! ¡Se acabó!
Los tres matoncitos se giran y descubren a un niño de unos doce años, alto, también moreno y de mirada desafiante.
-¿Y tú por qué te metes? La cosa no va contigo –dice el cabecilla.
-Me meto porque no me gusta la humillación y la servidumbre. Es un espectáculo lamentable que no pienso tolerar.
Los tres chicos se miran, confundidos. No han entendido cuatro de las palabras pronunciadas por aquel chico, pero el tono de voz les resulta tenuemente intimidatorio, como si hablara una autoridad o un profesor.
Pero el cabecilla no se arredra.
-¡Te voy a partir los dientes! –grita, adelantándose un paso.
No tiene tiempo de hacer nada más. El chico alto lo aferra del brazo y, con una torsión rápida y eficaz, lo hace caer al suelo.
Los otros dos huyen al instante: sólo entienden el lenguaje de la fuerza, y el chico alto y moreno es más fuerte.
El cabecilla se levanta llorando y se aleja cabizbajo.
El chico alto se acerca al agredido y lo mira con cierta ternura soñolienta.
-Se acabó, al menos por ahora.
El pequeño se relaja.
-Gracias –se alisa el flequillo despeinado y dice-.: Antes has usado palabras muy difíciles. No se te entendía nada.
-Es que me gusta leer –responde el chico alto-. Por eso conozco palabras tan raras. No creas, no tiene mucho mérito conocer palabras. El mérito está en saber por qué mienten. Con el tiempo te das cuenta que las palabras no dicen lo que uno siente o piensa. Las palabras engañan y nos impiden pensar.
El pequeño frunce el ceño en un esfuerzo por entender lo que el otro le ha dicho.
-Eso que dices no lo entiendo bien. Yo no entiendo bien las palabras. A mí lo que me gusta es dibujar. Te voy a hacer un dibujo.
El pequeño se sienta, cruzado de piernas, saca un lápiz del bolsillo y con trazos limpios, certeros, esboza unas líneas en el papel de un blanco radiante.
El chico alto observa en silencio, sonriendo, y espera.
Cuando acaba el dibujo, el pequeño arranca la hoja y se la ofrece.
El rostro de chico más alto se ilumina:
-Es precioso. ¡Gracias! ¡Tienes una gran imaginación!
-Puede ser. En mi casa no les gusta que imagine tanto. Algún día me gustaría hacer algo con mi imaginación, algo grande e importante.
-Está bien, tú lo harás con tu imaginación y yo con las palabras y mi desconfianza.
El pequeño le tiende la mano.
-Gracias por todo, me gustaría que fueras mi amigo.
Se estrechan las manos. Es una pequeña ceremonia de intimidad y ambos lo saben.
-Claro, nos vemos en el recreo –dice el chico alto.
De pronto suena la campana llamando a los niños a clase.
El rostro del pequeño adquiere un leve tono de urgencia.
-Tengo que presentar unos deberes de matemáticas o me regañarán. Gracias otra vez.
-Gracias a ti por el dibujo. Yo tengo libre esta hora, me quedaré por el patio. Por cierto, no nos hemos presentado. Yo soy Ludwig.
-Y yo Adolf –responde el pequeño.
Vuelven a estrecharse las manos y el más pequeño se marcha, aferrando el cuaderno contra su pecho.
Ludwig lo mira un instante y luego observa el dibujo que su nuevo amigo le ha regalado.
En él hay un personaje que parece un caballero andante (una línea le brota del pecho y llega hasta una palabra que dice: “tú”) montado en un caballo cuyo cuerpo es una enmarañada constelación de letras. Es un caballo tejido de letras finamente entrelazadas.
El personaje-caballero sostiene una lanza y mira al frente.
A lo lejos se alza un muro.
El caballero en su caballo de letras parece dispuesto a abalanzarse contra el muro con intención de derribarlo.
Ludwig sonríe, dobla con cuidado el dibujo, lo guarda en un bolsillo y camina junto a los árboles del patio.

Empieza a silbar una melodía clásica.

Silba admirablemente.


68 comentarios:

  1. Pudo ser así, y ojalá que pudieran haber seguido esa amistad, porque entonces no lamentaríamos una de las peores masacres de la historia; me sobrecoge la infancia maltratada, gérmen de las atrocidades futuras, ay qué cosas, qué coincidencias tiene la historia¡¡¡
    Me puedo creer esta entrada, esta sí que me la puedo creer y hacerla mía, querido Stalker, chico con imaginación, tu cuenco vive¡¡
    abrazo
    k

    ResponderEliminar
  2. Como va creciendo el huevo de la serpiente, lentamente, y nosotros, le damos nuestro calor atroz...

    ResponderEliminar
  3. Es precioso hasta que llego a los nombres y me nacen las sombras.
    Las palabras son nuestra máscara, y también son nuestra verdad, pero esto de ir así por las palabras en términos binarios verdad, mentira, no me gusta porque no hay cortes tan bruscos.Nuestro pensamiento son palabras o las dejamos y pasamos a las 'iluminaciones'
    No hay nada que pueda llegar a expresar en términos absolutos. pero buceamos, me gustaría bucear voces, más que palabras.

    ResponderEliminar
  4. Karmen:

    las coincidencias son increíbles: ellos nacieron con apenas seis días de diferencia, compartieron patio de colegio, estuvieron en la gran guerra, y ambos han sido afectos a la "deconstrucción" (uno de ellos la practicó con la virulencia de todos conocida).

    El viaje a la infancia cortocircuita todas las proyecciones fantasmáticas: todas las demonizaciones.

    Si el cuenco vive es gracias a vosotros. Y gracias a ti: vive en tus palabras,

    el agradecimiento es mío...

    abrazos

    ResponderEliminar
  5. Curiyú:

    una sutil observación la tuya, ya se echaba de menos tu inteligencia rápida y fecunda...

    Le damos el calor atroz, amparamos la vida adversa en su crecimiento...

    abrazos

    ResponderEliminar
  6. Alfaro:

    la cosa está en las sombras: en convocar las sombras a partir de una cierta lógica de la espectralidad que se disuelve en la "luminosidad" de la infancia. La "belleza" en sí carece para mí de interés si no está cercada por una inquietud, si no la teñimos de opacidad o la asediamos de asombro o desdicha.

    Por lo demás, estoy de acuerdo contigo: no sólo no creo en los términos binarios verdad-mentira, etc., sino que pienso que hay que denunciarlos, desmontarlos, des-ontologizarlos, incluso hasta la intemperie, incluso hasta la lúcida ferocidad... (y más aún lo que añadimos a la verdad: sea belleza o, como dice Valente atrozmente: rectitud; la verdad=belleza=rectitud; he aquí el arma definitiva, la ceguera de la alianza nepolatónico-judeocristiana). Y también todo lo que tenga con ver con los campos trascendentes: por eso me gusta que entrecomilles la palabras "iluminaciones"...

    No obstante, en el pequeño cuento, los protagonistas son niños, y es inevitable que empleen este tipo de expresiones: verdad, mentira... Sería quizá excesivo que a esa edad Ludwig se expresará con la "oscuramente luminosa" precisión con que lo haría después.

    Buceemos voces, ahondémonos en el pulso, el ritmo, el aliento, la resonancia de las voces. Inquietemos voces hasta que nos digan lo que hemos dejado de ser, hasta el vértigo y la inanidad. Buceemos voces y no toquemos el fondo...

    abrazo

    ResponderEliminar
  7. ta guachis!!
    ajrr ajrrr

    cricri

    ResponderEliminar
  8. Grillito:

    la onomatopeya es música a mis oídos, música de lobo o... ¿será de cerdito?

    Deliciosamente entra, en todo caso

    Abrazo

    ResponderEliminar
  9. Ludwig, en contra de su naturaleza, tendría que haber dejado que los matones hicieran con Adolf lo que había que hacer: como el tiempo es circular, el castigo llegó antes del indescriptible delito.

    ResponderEliminar
  10. Hoy andaba buscando el "Diarios filosóficos" de Wittgenstein, porque eso fue lo que pusiste la otra vez y me encantó.
    Pero el librero no tiene ni idea. Ni siquiera sabe si existen. Yo busqué, y si existen.
    Me lamento de no haberlos encontrado, así que me conseguí unos aforismos que no es nada fundamental.
    Por lo demás, me propongo profundizar en el Tractatus y las Investigaciones.
    Amo a este tipo.

    ResponderEliminar
  11. Tanta violencia interna podría deshacerse con un gesto, incluso sin palabras...

    ResponderEliminar
  12. Flavia:

    entiendo tus palabras pero se me hacen difíciles de compartir. Te explico por qué: Hitler niño no es Hitler aún, el execrable dictador y asesino de masas: es sólo un niño.

    Desear que los matones hagan "lo que hay que hacer" equivale a hacer daño a un inocente. Y esto a mí me resulta intolerable. Por mucho que el tiempo sea circular, los crímenes que más tarde cometió el Hitler adulto no pueden inculpar su infancia; esto implicaría un concepto de justicia retroactiva muy extraña, que contamina el pasado y el futuro e inhabilita para la redención y la inocencia (creo que esto que escribo es oscuro, incluso a mí me resulta un tanto oscuro).

    Sin duda es un dilema ético, y la ética tiene quizá estas paradojas (o quizá no son tales): viajar en el tiempo y asesinar a Hitler en su infancia no nos convierte en salvadores de la humanidad. Nos convierte en asesinos, pura y simplemente. O en salvadores y asesinos.

    Entiende que escribo estas palabras con todo mi cariño, de verdad, pero no podía dejar de mostrar mi postura ante tu mensaje, que para mí es muy inquietante por mucho que lo suscriba la mayoría.

    un abrazo

    ResponderEliminar
  13. Curiyú:

    si profundizas en el Tractatus, el Tractatus profundizará en ti.

    Es un doble movimiento,

    abrazos

    ResponderEliminar
  14. Belnu:

    imagino que te refieres a la violencia interna de Adolf...

    un gesto, ¿de ternura? ¿de acercamiento y hospitalidad?

    Me gustaría saber más acerca de ese gesto...

    abrazo fuerte

    ResponderEliminar
  15. Excelente historia que pudo ser cierta.
    Comparto absolutamente tu comentario a Flavia.

    Un beso

    ResponderEliminar
  16. Se me han puesto los pelos de punta. Disculpa el prosaico comentario, pero eso es lo que me ha sucedido. Estoy segura de que tú entenderás el piropo.
    Un abrazo, Satalker.

    ResponderEliminar
  17. La historia no se puede borrar y ahí está. Este relato sería distinto con otros nombres, pero son los que son y el efecto en el lector es el que es. El niño no era nadie por lo que al leer aparece el hombre, es inevitable, y la mirada hacia ese niño cambia, incluso pueden dar ganas de apretarle el cuello pero no es grave porque ese niño no existe, no le haces daño, te quires cargar al monstruo.

    ResponderEliminar
  18. Mercedes:

    Pudo ser cierta. Quizá lo fue. Quizá lo será...

    Gracias por pasarte,

    un abrazo

    ResponderEliminar
  19. Bel M:

    creo entender.

    No está mal que nos pongan los pelos de punta, ¿no crees?

    Abrazos

    ResponderEliminar
  20. José Antonio:

    no sé cómo contestarte, sólo decirte que existen varias formas de leer un texto y de reaccionar ante él, como puedes comprobar ante la disparidad de comentarios.

    También existen varias formas de entender la ética, y la justicia, y la inocencia, y la infancia.

    saludos

    ResponderEliminar
  21. Igual me expresé mal. Quise decir que el niño es inocente, por definición, pero el hombre ya tiene una historia detrás que queramos o no afecta, no al niño, si no a la imagen que nos dibujamos de ese niño. Nunca debemos hacer daño a un menor, nunca, nunca, queda claro.
    Pero mi reflexión, que no significa que la comparta, es si ese menor de mayor es un genocida, sabiendolo, ¿que hacemos?. Esta pregunta es una entelequia pues nunca se puede dar pero si así fuera ¿que hacemos?

    ResponderEliminar
  22. recibimos el impacto al leer los dos nombres.

    no.

    imaginemos que se llaman pepito y luisito. ahí nuestra carga se habría desactivado.

    el cuento narra unos hechos. no predice.

    aquí lo único que se cuenta es cómo la fuerza estúpida es vencida por la solidaridad de otra fuerza mayor en buen uso (no estoy hablando de ejércitos, claro).

    el regalo que adolf hace a ludwig es precioso: ¡un caballo hecho de letras!

    besos,
    ò.

    ResponderEliminar
  23. Es a partir de encuentros, desencuentros... que va configurándose lo que llegaría a ser o no ser en ellos.

    Hasta un rato después no he "visto" al Ludwig que has escrito.
    Quizás por deformación profesional (eso dicen) se me ha aparecido otro Ludwig :-), y en este caso se necesitaría, para que fuera probable la historia, un poquito más de fantasía e imaginación.
    Ha sido curioso (incluso me he sonreído) ver como afloraba mi inconsciente entre tus letras acompañándome con alguna sinfonía silbada ;-)

    Saludos!

    ResponderEliminar
  24. El cuento de los cuentos: en la piel de la manzana,

    en la palabra,

    en la astilla bajo la nieve,

    en la lengua hervida

    ResponderEliminar
  25. Sí, sí, yo pensaba en un cuento de Carson McCullers, en que la violencia sufrida va convirtiendo a un niño en asesino. También pensaba en una escena que he puesto en mi novela, de un niño normalmente tranquilo que empezó un día a dar patadas a los muebles y cómo se calmó con un gesto afectuoso.
    Lo pensé hace poco, aunque no podía hacerlo yo, al ver a unos chicos que se pegaban furiosamente en una plaza de Horta y mi amiga y yo nos quedamos sin poder hacer nada y yo les veía tan vulnerables y con tanta desesperación como si llorasen. Había una escena también en "En el nombre del padre" que me hizo pensar lo mismo. A veces la violencia es sólo desesperación y una gran colección acumulada de desencuentros. El caso de Hitler es quizás demasiado exagerado, pero algo tiene que estar muy roto dentro para eso, creo yo.

    ResponderEliminar
  26. Hoy me has dejado sin palabras, hipnotizado. Tiene razón soperos, el impacto viene con los nombres. No he leído casi nada de L.W, creo que he leído alguna cosa en tu blog, pero sé de esa amistad, compartieron clase si no estoy mal informado. Lo más impactante, el juego con esas palabras que mienten, que engañan... excelso, Stalker, cierras un círculo y derribas ese muro que enuncias. Todo el texto habla de eso, de las palabras que son como cucarachas. Com m'agrada llegir-te quan decideixes provocar-nos una mica!

    ResponderEliminar
  27. El niño es inocente, un ratito na más. El gatito lo es todo el rato. ¿Qué gatito? Cualquiera.

    Una vez, los aquí presentes, ya hablamos del infante Adolf. Lo mataríamos, jugaríamos con el, etc… recordais?

    http://1.bp.blogspot.com/_YBzWKnZYiWg/TBKFkAeMHBI/AAAAAAAAERc/i9zR7SiH7q0/s1600/adolf-hitler-ni%C3%B1o.jpg

    Mirarle los ojicos, darle un beso de buenas noches.

    Hush-a-bye, don't you cry,
    Go to sleepy little baby.
    When you wake, you'll have cake,
    And all the pretty little horses.

    PD: El comentario de grillito es para enmarcar, ya le había leído antes, enorme.

    ajrr ajrrr
    cricri! Criiicriii!

    ResponderEliminar
  28. Leí ayer esta historia. Ahora he leído también los comentarios.
    El efecto que me produjo el texto fue muy fuerte, pero no tiene que ver con los nombres que luego salen a relucir. Primero dejé de leer el texto en el momento más duro. Luego volví al mismo.
    Sinceramente no asocié los nombres, en ningún momento pensé que luego ese niño era Hitler. Después me dí cuenta. Con esto de la cabeza pienso a efectos retardados ya que estoy un poco aturdida.
    En cualquier caso yo también pienso que el niño era un niño. Y la salvajada no tiene disculpa alguna. Tal vez eso contribuyó a convertir a Hitler en lo que después fue. Pero digo tal vez... este solo fue un puntito en su trayectora futura. NO lo sé. Creo que si.
    No justifico en absoluto a la barbarie que no tiene nombre del Hitler adulto. Eso que quede claro.
    Ni siquiera soy capaz de ver una película sobre ello.
    Pero el niño era un niño simplemente.

    Hoy en día también se producen estas salvajadas más o menos duras. Son otros tiempos y se gravan pálizas por el móvil. Hoy en día se le llama acoso escolar y sigue existiendo.


    Un abrazo.

    Stalker y Cía.

    ResponderEliminar
  29. Sí, a eso me refería. Era todo un piropo. Es difícil, con este exceso de palabras, ruidos, imágenes que abruma cada día, que algo consiga poner los pelos de punta. Y tú, con tu narración, lo hiciste.
    Abrazos para ti.

    ResponderEliminar
  30. José Antonio:

    es una pregunta difícil de responder. Mi posición es que si en ese caso decidimos matar al futuro genocida, somos tan culpables como él: hemos segado una vida inocente, y segar una vida es tan criminal como segar millones de vidas.

    Otra posibilidad es intentar que el futuro asesino no llegue a serlo por otras vías: sacándolo de su ambiente, por ejemplo.

    Si Hitler hubiera ingresado en la academia de pintura y hubiera acabado, digamos, como arquitecto, no habría ocurrido la atrocidad que sobrevino después...

    Pregunta ardua la que planteas, José Antonio...

    un abrazo

    ResponderEliminar
  31. Marina:

    es maravilloso. Me quedo pensando si ese Ludwig no seré el Ludwig de Baviera...

    Es cierto: en encuentros y desencuentros nos vamos tejiendo...

    me alegra tu sonrisa,

    un abrazo

    ResponderEliminar
  32. Enrique M:

    muy agudo al descubrir a qué obra pertenece el fotograma. Realmente perspicaz, como es habitual.

    En la lengua hervida, en la lengua herida moramos, brevemente,

    antes de la avalancha

    (salute!)

    ResponderEliminar
  33. Belnu:

    así lo entiendo yo. En toda violencia hay siempre una frustración, una pérdida, una amputación o una vulnerabilidad. Creo que puede desactivarse con un gesto de afecto o un gesto compasivo: ni imaginamos lo que podríamos hacer si habláramos y cuidáramos en lugar de "Vigilar y Castigar".

    Pero seguimos viviendo en sociedades articuladas en torno a aparatos represores (familia, escuela, medios de comunicación, estructuras laborales) y esto de acercarse y escuchar, de darse el tiempo para la espera y la escucha del otro, es rechazado desde posiciones profilácticas, preventivas y temerosas.

    Algunas cosas no cambian.

    Abrazos para ti

    ResponderEliminar
  34. Ramón:

    es el muro, claro, el muro del lenguaje el que Adolf anuncia que Wittgenstein se dispone a embestir.

    "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo."

    Lo insólito de ambos personajes es que siguieron trayectorias opuestas teniendo tantos puntos en común, y llegaron a lugares en cierto modo semejantes a pesar de los abismos que los separaban: uno pulverizó el lenguaje y la filosofía, otro pulverizó Europa y parte de Asia. Por eso decía antes, no sin ironía, que ambos fueron afectos a la deconstrucción...

    En la fotografía se supone que están los dos: Hitler en la esquina superior derecha; Wittgenstein en la esquina inferior izquierda.

    Cuestión de lenguaje, siempre, los muros que nos cercan. Muros que hemos de derribar antes de que nos sepulten. Muros de palabras que nos impiden, a veces, ver y sentir.

    M'agrada provocar-te una mica! Crec que ho faré sovint!

    Una abraçada

    ResponderEliminar
  35. Bashevis:

    entre el gatito y el niño, ya lo hemos hablado, no cabe analogía posible. Ya sabes lo que pienso al respecto, aunque no es ése el tema de esta entrada y no abundaré en estas ideas...

    Hablamos de Hitler, sí, en aquel cuestionario. Surgieron muchas cosas interesantes, y sólo una persona optó por asesinar al infante. Recuerdo que tú y yo quisimos, simplemente, jugar con él.

    Y una precisión: el grillito no es enorme. Es pequeño.

    Sus palabras nos acercan lo pequeño, una vez más.

    Abrazos!!!

    ResponderEliminar
  36. Lola:

    ya va siendo preocupante ese dolor de cabeza al que te he visto aludir en Sopa de poetes.

    Espero y deseo un alivio pronto, de verdad...

    Hay tanto que decir sobre el acoso escolar: yo mismo lo padecí intensamente, hasta que tuve que aprender a defenderme y entonces fueron mis agresores los que se llevaron una sorpresa. En aquel momento no lo llamaban "acoso escolar", no estaba de moda, pero sucedía. Siempre ha sido así.

    El niño es un niño sin más. No es el adulto en que más tarde se convertirá. Esto lo tengo muy claro.

    Un abrazo fuerte y que el dolor de cabeza se desvanezca a paso de ave zancuda...

    ResponderEliminar
  37. Bel M:

    Gracias, me alegra haberte abrumado un poquito (pero sólo un poquito, ¿sí?).

    Un abrazo para ti

    ResponderEliminar
  38. ...Siempre me hizo mucha gracia esa clasificación, casi metafísica, que en las clases de filosofía de la Facultad se hacía del "Primer Wittgenstein" y del "Segundo Wittgenstein", una separación tan abritraria como el cuerpo y el alma o el contenido y la forma, y un largo etcétera de metáforas aceptadas...
    ...Cuando me enteré de la amistad entre Adolfito y Ludwiguito me pregunté si el amiguito del futuro Führer sería una especie de "Pre Primer Wittgenstein" o de "Pre Segundo Wittgenstein", por aquello de la ley del péndulo...
    ...Bonita historia, Stalker...

    ResponderEliminar
  39. "El hombre es un lobo para el hombre." Hobbes.

    Y yo lo reafirmo. Me aperece muy triste este hombre. Este hombre que se multiplicó, y sigue haciéndolo, en tantos otros.
    Quizás jugar con él o darle cariño hubiera sido una pérdida de tiempo. Pero sin saber quién podría llegar a ser, igual nadie se hubiera proyectado en él de aquella manera, porque no se consideró necesaria la ternura.
    Y quizás simplemente bastó una base fecunda para que, después de que alguien depositara allí la semilla, toda esa escalera de ideas destructivas comenzara su lenta marcha masoquista.

    A saber qué hubiera sido lo ideal.
    Un misterio.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  40. Stalker no te preocupes por mi dolor de cabeza. Ya estoy acostumbrada. Se ira cuando él quiera. Llevo unos 20 días así. He pedido hora al neurologo, pero además utilizaré remedios naturales de omeopatía. Son temporadas mejor y temporadas peor.

    Lo del acoso me da mucha rabia, sabes. Mis hermanos también lo padecieron.
    Un abrazo y no te preocupes.
    Estoy esperando la entrada de Olvido. Pero tú a tu marcha vale. Cuando tengas previsto hacerla. No adelantes acontecimientos o tengo paciencia.

    Un abrazo de ave zancuda. Ahora no puedo volar que me mareo. JIJIJI

    ResponderEliminar
  41. Stalker, muy bueno el cuento, relato, texto, reflexión. En mi opinión no son las plabras las que engañan, sino su forma de interrelación en el discurso de quién lo emite hacia el que lo recibe. Si las palabras son engañosas es porque a priori se pretende un engaño. O porque los interlocutores no utilizan los mismos referentes. En tu cuento queda claro.
    El pequeño Adolf, asustadizo, infravalorado, infraautoestimado, sólo se ve sometido a la violencia y a la disciplina de las clases. Su cuaderno refleja un imaginario diurno, tan diurno y radical como ya ha quedado demostrado. En cambio, las palabras de Ludwig no son comprendidas por ninguno de los niños. ¿Alguno de ellos las habrá/habría recordado alguna vez durante el resto de sus vidas?

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  42. El relato ha conseguido que realmente deseara proteger al pequeño agredido. Todo ha discurrido por esos cauces y he sentido auténtica alegría cuando surge el chico alto para salvarlo de los matones.
    Pero al leer el nombre de Hitler me ha pasado como a otros. La pìedad, la compasión. el instinto de protección y todos los buenos sentimientos han desaparecido como por ensalmo. Lo cual demuestra cómo estamos de mediatizados por palabras que encierran supuestos valores. He topado con el muro que le pintaba en su dibujo a Wittgenstein.
    En un principio, montada sobre el corcel brioso de buenas palabras, cual heroína dispuesta a salvar a la infancia humillada. Después, paso de largo con ese corcel y me estampo contra el muro de palabras.
    Es evidente que yo misma juzgo mi proceder: inconsecuente. Lo realmente acertado hubiera sido no estamparme contra el muro y haber salvado al chico, que a esa edad es sólo un muchacho sin crímenes sobre sus hombros, y no tengo motivos para negarle ayuda.

    Los encuentros son posibles y la imaginación puede pergeñarlos, recrearlos y modificarlos. Lo terrible es soportar la carga de la Historia, porque a esa señora no la cambia toda la imaginación del mundo.

    Impactante, Stalker

    ResponderEliminar
  43. Miguel Ángel:

    "pre-primer o pre-segundo Wittgenstein", buenísimo... Probablemente era un niño tan solo... son increíbles las clasificaciones que aceptamos, no sólo en lo que respecta al conocimiento, también a la ética, la estética. Vivimos en una red de consensos que aceptamos sin pestañear y bajo los cuales hay miedos, rechazos, perplejidades, incertidumbres, perezas... Desmontar todo eso es tarea ingente pero imperativa, si queremos que este mundo, que ya es crepúsculo, siga existiendo unos siglos más.

    Me alegra verte por aquí,

    un abrazo

    ResponderEliminar
  44. Portinari:

    no creo que jugar con un niño sea nunca una pérdida de tiempo. Independientemente de aquello en lo que se convierta.

    Pero tenemos el instante, y ese instante de juego y felicidad, de plenitud, es algo que sigue siendo hermoso en este mundo depredador (como señalas y reafirmas, y entiendo que es así, con la salvedad de que el lobo me parece un animal maravilloso y el ser humano, tristemente, no).

    En todo caso es un misterio, como señalas. Un misterio finamente entrelazado a otros misterios en una cadena no descifrable. No tenemos las claves que definen la secreta urdimbre, el vasto tejido de lo real que nos involucra y nos deja fluir (aunque con mil rodeos y cautelas).

    Agradezco tu mirada lenta y menuda, en esta entrada,

    abrazo fuerte

    ResponderEliminar
  45. No siento fascinación por los personajes que, quizás, se oculten bajo las máscaras de Ludwig y Adolf. Si Adolf hubiese pertenecido a la clase social de Ludwig, ¿habría acabado en el puesto que ocupó en el glamuroso Berlín? ¿Qué hubiese sido de la vida de Ludwig si se hubiese visto forzado a permanecer en la escuela rural austríaca en la que trabajó tras la guerra? ¿Será cierto que pegaba a los niños?

    La posibilidad de enamoramiento de los dos niños - o mejor de adolfito respecto a su caballero - sí cuadra con el estilo de W que en toda su obra tiene algo de pensador que mira desde arriba y nos salva la vida sin dignarse a mirarnos a la cara ni a bajarse del caballo. Curioso: El pequeño adolfito se pasó la vida mirándose la cara y haciendo muecas de sí (hasta que se hace viejo decrépito). W es un tipo sin espejos - ni cuando defendia el isomorfismo - que miraba a las criaturas desde las alturas de un castillo más propio del otro Ludwig, el de Baviera, y como convertidas en sartas de signos o instrucciones de uso.

    ResponderEliminar
  46. Lola:

    lamento de veras ese dolor de cabeza constante y que no se va... Y espero que se alivie pronto, yo tengo dolores de cabeza esporádicos muy intensos que logran tumbarme, aunque pasan rápido.

    es una forma de estar fuera del mundo, out of mind, out of joint: desquiciado de una forma particularmente desagradable.

    Deseo tu pronta recuperación.

    La entrada de Olvido será la siguiente, creo.

    Abrazo fuerte

    ResponderEliminar
  47. "no creo que jugar con un niño sea nunca una pérdida de tiempo. Independientemente de aquello en lo que se convierta.

    Pero tenemos el instante, y ese instante de juego y felicidad, de plenitud, es algo que sigue siendo hermoso en este mundo depredador (como señalas y reafirmas, y entiendo que es así, con la salvedad de que el lobo me parece un animal maravilloso y el ser humano, tristemente, no). "

    Stalker, gracias a ti por recordarme esto, que a veces se me olvida.

    Otro abrazo fuerte.

    ResponderEliminar
  48. Gracias Stalker por preocuparte y por todo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  49. Ataúlfa:

    es una interesantísima reflexión. Yo creo que los agresores no recuerdan nada, tienden a olvidar sus faltas. Suele ocurrir con quien hiere, incluso con quien ofende: el ofensor se olvida enseguida, y el ofendido rumia su malestar, a veces durante toda una vida.

    En el encuento entre estos dos niños se me ocurre que hay, también, el encuentro entre dos formas de lenguaje (es decir, dos visiones del mundo): una visión romántica y una visión más moderna (o incluso posmoderna avant la lettre, si nos apuramos). Son quizá dos visiones o lenguajes incompatibles que encuentran su punto de sutura en un pequeño gesto solidario y que desestructura la violencia gregaria.

    En efecto, no son las palabras las que engañan, sino esa interrelación, y el lastre que las palabras tienen al ser filtradas, mediadas, al ser "corrompidas" por los prejuicios de la tribu que las expresa. Esto que voy a decir quizá es insensato o radical, pero creo firmemente que para que las palabras no ejerzan violencia hay que purificarlas de esa herrumbre tribal que les confiere un peso, una fuerza de dominio y control: devolver las palabras al campo, injertarlas en un verbo aún por decir, limpiarlas de la anestesia civilizatoria...

    En estas y otras perplejidades nos vamos haciendo...

    Abrazos

    ResponderEliminar
  50. Isabel:

    me resulta especialmente conmovedora la re-flexión a la que has sometido tu propia lectura: esa forma de explorarte e indagarte en tu estar-ahí, leyendo, hasta lo inmisericorde. En tu proceder se leen las huellas de una intensa delicadeza.

    En efecto, una de las ideas que han impulsado esta entrada es denunciar hasta qué punto nuestros constructos éticos están atravesados por una serie de mediaciones, oclusiones e incluso perversiones. Somos buenos y generosos sólo en circunstancias que determinados consensos han establecido como oportunas y deseables.

    La historia y el recuerdo infame del nazismo es hasta tal punto automático que desactiva el gesto compasivo hacia una infancia que es idéntica a otras infancias. Ver esto requiere de un gran valor y entereza.

    Tienes razón con la carga de la historia, Isabel. Ha sido un siglo tan sangriento que parece inconcebible todas las cosas que han pasado.

    Y mucho me temo que este siglo XXI va a ser igualmente sangriento. Ya se están preparando las guerras venideras, las atrocidades futuras y la insensatez sin nombre. Algunas cosas parece que nunca cambian...

    Abrazos

    ResponderEliminar
  51. LUG:

    tus lecturas son siempre insulares y singulares, y me resultan muy estimulantes aun cuando chocan, como en este caso, con mi propia visión de las cosas.

    Nunca percibí esa soberbia en Wittgenstein. No me pareció que hablara desde una atalaya, desde una posición de fuerza o seguridad: al contrario, en sus escritos me pareció cercano, empático: alguien que piensa y somete su pensamiento a una disciplina tal que pone en cuestión cada una de sus afirmaciones, que se propone desactivar todas las trampas mentales hasta llegar, si es preciso, al balbuceo o al silencio.

    No solamente no lo veo sin espejos, sino que todo su pensamiento (en especial, los diarios) me parecen profundamente especulares: se vuelva ahí para confundir y asediar su reflejo, para negar y denegar sus certezas, inquebrantablemente, sin ceder al espíritu de conquista y evitando toda tentación de egocentrismo por medio de un espíritu desprendido y vigilante.

    Pero bienvenida sea la disensión constructiva, bicéfalamente constructiva!

    Abrazos

    ResponderEliminar
  52. Portinari:

    tú también me lo recuerdas a mí...

    abrazo boomerang...

    ResponderEliminar
  53. Lola:

    en verdad deseo tu pronto alivio,

    soy yo quien te da las gracias

    ResponderEliminar
  54. "confundir y asediar su reflejo, para negar y denegar sus certezas, inquebrantablemente, sin ceder al espíritu de conquista y evitando toda tentación de egocentrismo por medio de un espíritu desprendido y vigilante"- dices de W.

    Cuenta la leyenda que una piadosa anciana acogió en su casa a un sabio que parecía encarnar la virtud toda y a un paso estaba de alcanzar la iluminación. Le cedió una cabaña. Una noche el diablo tentandor se apoderó del alma de una joven y se presentó ante el sabio con todos los movimientos del deseo y la lascivia, retorciendo la mujer todos sus músculos por la fuerza de la pasión y pidiendo satisfacción al anacoreta. Y el sabio no cedió ante la joven... A la mañana siguiente la anciana expulsó al sabio y quemó la cabaña. "No supo ser piadoso y compasivo con el dolor de la joven" - dijo la anciana justificando su acción.

    Más o menos a esa "soberbia" me refería en el caso W. A veces se siente una inhumanidad en el vienés, como si el lenguaje se devoráse a sí mismo en la trama del análisis y se mantuviera ajeno a la matanza que tenía lugar en los alrededores, en ele espacio de "lo humano".

    Quizás esa soberbia sea el pecado (o la virtud) de todos los filósofos como especie pero en el caso de W me parece más clara. En verdad no sé si la anoto o la juzgo, no sé si miro distanciado el distanciamiento de Ludwig o los expulso del templo con látigo de cristo. Ahí tengo mis dudas sobre lo que "me habita".

    Un abrazo...

    ResponderEliminar
  55. LUG:

    me interesa mucho tu punto de vista, y evidentemente quiero probar a oponerle dos objeciones:

    La primera tiene que ver con qué consideramos frialdad o distanciamiento respecto a lo humano. ¿El pensamiento no es humano? ¿Pensar el lenguaje y lo que separa y une el lenguaje y el mundo, no es humano? Quizá es lo más humano o cercano o cálido que podamos imaginar. ¿Es más humano comentar los avatares sociopolíticos de la colmena humana que dedicar los esfuerzos intelectuales a desmontar las po(e)sibles trampas del lenguaje? ¿Por qué todo el mundo debería centrar su obra y su pensamiento en los males "tangibles"? Señalo todas estas preguntas porque en cierto modo pareces establecer una jerarquía de lo que es más lícito y menos lícito hacer en el campo intelectual, y esto hay que sostenerlo argumentalmente; si no, es un mero punto de vista, un punto de estar, o un parti pris. No incurriré en la misma operación o desplazamiento afirmando que pensar el lenguaje sea preferible a pensar los asuntos más directamente "humanos" (si hay tales, si las cosas se pueden deslindar de forma tan taxativa; yo creo que no); digo que me parece insostenible promulgar una jerarquía en estas cuestiones: ¿o estamos hablando de valores éticos? Y si es así, ¿desde qué ética estimamos preferible una cosa a otra?

    Eso por un lado. Por otro lado insisto en que hay dos Wittgenstein: el que corresponde a los textos que publicó en vida, y que nos ofrece el retrato de un pensador analítico y "desapasionado" o "distanciado", y el que escribe los diarios filosóficos, los diarios secretos, o aquellos otros diarios publicados con los títulos "Cultura y valor" o "Movimientos del pensar". En estos últimos escritos es más difícil hablar de un Wittgenstein distanciado de los problemas del hombre: en no pocas ocasiones habla del dolor, del sufrimiento humano, lo indaga y lo explora con todas sus fuerzas; también habla de su propio sufrimiento, se ex-pone a sí mismo (y tal ex-posición es ya una manera de invitar a la alteridad, al proponerse como caso susceptible de universalización, al ofrecerse como posible espejo para los lectores futuros; W. tenía clara conciencia de que todos esos escritos serían publicados póstumamente, y en muchos casos se cuidó de ordenarlos a tal fin).

    En definitiva, sigo sin percibir esa frialdad ni ese desentenderse de los asuntos humanos, ni encuentro elementos de ninguna clase que me pemitan inferir esa "inhumanidad" (palabra que, como "humanidad", conviene someter a todas las precauciones, profilaxis y cuarentenas posibles, para desactivar filiaciones judeocristianas y otros lastres y no pensar esos conceptos fuertes desde los "prejuicios de la tribu").

    Al contrario, W. me parece un espíritu sutilmente compasivo (no explícitamente compasivo, de acuerdo). Todo aquel que pretende deconstruir algo me parece empático: pretende que sus congéneres no caigan en las mismas "trampas", desbroza el camino y "purifica los senderos mancillados".

    El cuento que traes es estupendo: ofrece dos lógicas y dos éticas (incluyendo una asc-ética) enfrentadas. No veo por qué hay que decantarse por una de ellas en detrimento de la otra. La actitud del sabio es perfectamente coherente: no podía ceder sin hacerse violencia. Son sus principios, perfectamente respetables. No veo ninguna razón para ponerse de parte de la anciana, que también es coherente desde su visión de las cosas.

    En fin, LUG, que me encanta discutir sanamente contigo, y que aprecio enormemente tu forma de pensar, siempre, por mucho que me tome la quizá excesiva libertad de intentar refutarte con un discurso que espero no encuentres del todo altanero.

    Ya te lo he dicho alguna vez y lo repito: eres una de las mentes más lúcidas que me he tropezado nunca.

    Pero yo peco de una cierta juventud combativa (aún): síndrome D'Artagnan, quizá.

    Es gracia, etc.

    Recibe un abrazo fuerte

    ResponderEliminar
  56. No me pondré pesado como el viejo borracho al que animan a salir de la taberna.

    Repito que no sé si juzgo ese "distanciamiento" analítico o sólo lo constato. No sé tampoco si lo mejor es mirar a los asuntos humanos "sin acritud" y como con el telescopio invertido o con el ojo irritado por el desierto de las injusticias acumuladas. No sé si cabe pensar sin hacer rodar cabezas.No sé si se puede hacer poesía en las puertas del Lager

    Sí apunto una primacía de la carne latiente, la sangre y los humores frente al exoesqueleto del lenguaje y los juegos. No es apuesta o decisión: creo que lo caliente , orgánico y pútrido siempre acaban cubriendo los signos en los contextos prácticos. Nada brotó de lo aséptico. La vida renace porque microoganismos hacen su tarea.

    Por lo demás, no siento altanería y sólo lamento no poder sistematizar mejor mis interrogantes.

    Felices sueños

    ResponderEliminar
  57. Cuándo me hicieron esa pregunta por primera vez no supe qué contestar.

    Ciertamente. H. no es H. en ese cuento, en esa realidad; y no lo sería hasta muchos años después.

    Volver al pasado para asesinar el futuro; uno de los sueños más atroces del hombre moderno.

    abrazos

    ResponderEliminar
  58. A TODOS:
    No puedo ni imaginar que nadie crea que yo piense que se puede maltratar a un niño por el adulto que va a ser. Era un modo de seguir en la ficción de la ficción.

    ResponderEliminar
  59. A Flavia Company (con tu permiso, Stalker): Yo, desde luego, no lo pensé en ningún momento. Ya me pareció que era una broma, ese seguir en la ficción que explicas, con lo del tiempo circular, etc.
    Abrazos a todos.

    ResponderEliminar
  60. LUG:

    alzo la copa a tu salud...

    El caso es que se me antoja problemático separar la carne latiente del exoesqueleto del lenguaje, entre otras cosas porque el lenguaje ya está dentro del cuerpo y de las cosas, no crea que se pueda entender como una prótesis o exterioridad. Pensamos y sentimos desde un lenguaje; no se me ocurre cómo separarlo del mundo físico: precisamente la carne y las cosas están hechas, también, de lenguaje.

    Pero vamos, es cierto que vamos a parecer dos personajes de Godot, ebrios y un poco desquiciados.

    Agradezco tu visión siempre lúcida y tus aportaciones,

    un abrazo

    ResponderEliminar
  61. Ahab:

    el hombre moderno sólo conoce, al parecer, sueños atroces.

    Y así seguiremos hasta nuestra garantizada (y merecida) extinción.

    abrazo

    ResponderEliminar
  62. Flavia:

    tengo la mejor de las opiniones de ti. Tu mensaje lo entendí en otro sentido: no detecté ese pliegue de ficción que ahora señalas.

    Te pido disculpas en todo caso,

    abrazos para ti

    ResponderEliminar
  63. Espero que sea el comienzo de una serie de encuentros tan estimulantes e imaginarios... es una buena idea para una serie de posts, ¿verdad? Quizá ya la estés rumiando en tu interior.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  64. Gracias. Iba a sentirme muy mal de ser interpretado mi texto desde el punto de vista textual.
    Bel M.: Exacto, una broma circular. Abrazo.

    ResponderEliminar
  65. Rubenóvich:

    ¡qué poco te prodigas! Un lujo tenerte por aquí...

    Había pensado en posibles encuentros, en efecto. A veces, saltando o forzando la barrera temporal...

    Estoy abierto a sugerencias, claro

    un abrazo fuerte

    ResponderEliminar
  66. En Francia ronda desde el Elíseo la idea de detectar a los niños que serán probablemente delincuentes a partir de los dos o tres años. Es una idea bastante horripilante.
    Pienso también en la anécdota que cuenta Gamoneda de aquella vez que participó en la masacre de un perro. Y pienso en el dolor que todavía siente setenta y pico de años después.
    Nunca sabremos el porqué H se convirtió en lo que fue más tarde. Ni tampoco, quizás, porqué millones de personas, que ya no eran niños, le hcieron caso.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  67. Leonardo:

    al contrario, es bien sencillo entender por qué tantos millones votaron, adoraron y siguieron a Hitler.

    Basta mirar a nuestro alrededor. En ciertas conductas gregarias perfectamente normalizadas está la respuesta.

    Y no sigo porque voy a ser demasiado políticamente incorrecto.

    abrazos desde la extrañeza, Leonardo...

    ResponderEliminar