martes, 20 de enero de 2009
Introspecciones
Avalancha (Avalanche)
Entré en una avalancha
que cubrió mi alma.
Cuando no soy este jorobado que ves
duermo bajo la colina dorada
Tú que deseas conquistar el dolor
debes aprender, aprender a servirme bien.
Arañas mi costado por accidente
cuando bajas por tu oro.
El deforme éste, que vistes y alimentas,
no se muere ni de hambre ni de frío.
Él no ha solicitado tu compañía
no en el centro, en el centro del mundo.
Cuando estoy en un pedestal
tú no me subiste ahí.
Tus leyes no me fuerzan
a arrodillarme grotesco y desnudo.
Yo mismo soy el pedestal
para esta fea joroba que miras.
Tú que deseas conquistar el dolor
debes aprender a servirme bien.
Las migajas de amor que me ofreces
son las migajas de amor que he dejado atrás.
Tu dolor no tiene credencial aquí.
Es sólo la sombra, la sombra de mi herida.
He empezado a desearte,
yo que no tengo ambición.
He empezado a preguntar por ti,
yo que no tengo necesidad.
Dices que te has alejado de mí,
pero puedo sentirte cuando respiras.
No te vistas con esos harapos por mí,
sé que no eres pobre,
y no me ames con tanta fuerza ahora
cuando sabes que no estás segura.
Es tu turno, mi amada,
Es tu carne lo que visto.
El mal de vivir (Le mal de vivre)
Llega sin avisar, tan sólo llega
Llega de lejos,
Se arrastra de orilla en orilla
Con la faz disimulada,
Y de pronto una mañana, al despertar
Se insinúa
Ahí está, se adormece
En las entrañas.
El mal de vivir
El mal de vivir
Que hay que vivir
Hasta el final.
Podemos colgárnoslo en bandolera
O como una joya en la mano
Como una flor en el ojal
O justo en la punta del seno
No necesariamente es la miseria
No es Valmy, no es Verdún
Pero son las lágrimas en los párpados
En el día que muere, el día que nace.
El mal de vivir
El mal de vivir
Que hay que apurar
Hasta el final.
Seamos de Roma o de América
Seamos de Londres o de Pequín
Seamos de Egipto o bien de África
O de la puerta de Saint-Martin
Todos alzamos la misma súplica
Todos recorremos el mismo camino
Que se hace largo cuando hay que hacerlo
Con nuestro mal en las entrañas.
Han querido comprendernos
Quienes nos alcanzan con las manos desnudas
No queremos escucharlos
No podemos, ya no podemos.
Entonces, solos en el silencio
De una noche interminable,
De pronto pensamos en ellos
En aquellos que no regresaron
Del mal de vivir,
Su mal de vivir
Que tuvieron que vivir
Hasta el final.
Y sin avisar llega
Llega de lejos,
Se ha paseado por las fronteras
Disimulando la risa
Y de pronto una mañana, al despertar
Se insinúa
Y os maravilla
En las entrañas
El gozo de vivir
El gozo de vivir
Oh, vívelo
Tu gozo, tu gozo de vivir.
NB: Mis dos canciones favoritas de todos los tiempos. Más allá de lo que sé explicar. A esto me refiero cuando digo que cierta música "popular" alcanza resquicios del alma humana insospechados para la música clásica o culta, por mucho que ésta posea una grandeza espiritual y requiera una mayor destreza técnica.
Leonard Cohen y Barbara tienen varios puntos de común. Pertenecen a la misma generación, nacidos en los años treinta. Los dos son de origen judío (Cohen es religioso, Barbara atea). Ambos sufrieron un cambio en la voz y en sus respectivos estilos a mitad de sus carreras. Ambos compusieron algunas de las canciones más bellas y dolorosas del siglo XX.
Las diferencias son muchas pero tampoco tienen tanta importancia. A Barbara le gustaba Leonard Cohen pero él no sabe de la existencia de ella (lo cual tiene que ver con ciertas asimetrías irreductibles).
Ninguno de los dos me ha fallado nunca. Como dijo una vez Òscar (sí, mi hermano búfalo, él sabe por qué), no necesariamente duele. Gracias.
Quizá ahora Leonard Cohen esté conociendo a Barbara... quién sabe...nunca es tarde.
ResponderEliminarHablas de la esperanza en tu anterior post con todo lo de Obama... si no hicieran tanto espectáculo... nos dan tanto pan y circo que es difícil creer que haya algo auténtico...
Gracias por el blog siempre encuentro algo nuevo
Ella, me alegra que te pases por aquí. ¿Cuándo te marchas?
ResponderEliminarAbrazos
PD: me consta que Leonard Cohen no sabe quién es Barbara. De la chanson sólo conoce a Edith Piaf. Créeme: tengo una fuente fiable.
gracias, stalker.
ResponderEliminarde carne de médula es el dolor. como en aquella tesis sobre lenguaje que grabó en el tanatorio aquellos lamentos sin sílabas, como una canción, como un intento de aliviarse ahí...
vi cómo pasaban por aquella monstruosa cinta tres vacas, cómo recibían una brutal descarga eléctrica, una a una, sin piedad, el peso de la vaca humeante y muerta, cayendo muerta, orinándose muerta, echando humo muerta, ese dolor irresistible...
los hombres hemos recibido daños, sí, pero de dolor no sabemos nada, no nos atrevemos a introducirnos adentro del dolor, ver qué hay ahí, cómo brota un finísimo hilo verde que ansía vida...
somos equivocados, bestiales (porque perdimos lo que palpita en bestia), el uso de razón, ja!...
gracias, stalker, por traernos estas dos canciones, estas dos posibles puertas de entrada, ahora depende de nosotros...
no conozco el dolor, no, sólo la borrachera del dolor...
hace rato que no sé qué escribo... mejor voy parando...
gracias, hermano búfalo!
ò.
no sé por qué leches sale moderador. debiera decir soperos u òscar...
ResponderEliminar;)
ò.
Òscar, después de tus intervenciones me dan ganas de callarme y degustar los caminos a los que apuntas. Lástima que aquí sea muy difícil escenificar el sabor del silencio.
ResponderEliminarAbrazos y aprendizaje para ti, búfalo hermano.
poema de tierra
ResponderEliminarde subsuelo
poema enterrado
Poema raíz o crisálida que estalla dentro de uno, como un fruto maduro. Como estas canciones.
ResponderEliminarAbrazos, luna.
la letra de la primera canción me parece un poema magnífico. el problema de los cantautores es no entender lo que cantan, pues la letra de la canción, a mí parecer, es el centro de este tipo de música donde la música -la instrumentación, la voz- es sencilla y casi previsible. si no entiendes la letra a mi parecer pierdes casi todo lo que este tipo de música puede darte.
ResponderEliminarun beso.
Querida Ana:
ResponderEliminarme gusta tu entrada porque has enunciado un prejuicio muy común y arraigado en la percepción de este tipo de música: su dependencia casi total de la letra y su falta de autonomía como discurso musical. Yo no lo veo así: creo que la gran canción de autor hermana letra y música en una simbiosis muy particular. Además, entiendo que, aparte de la música y la letra, hay dos aspectos que no se suelen tener en cuenta: la interpretación y la estructura de la canción, la forma, digamos, de la canción (que yo distingo de la música y de los arreglos, por así decirlo).
El prejuicio se alimenta de la falsa idea de que musicalmente lo que puedan hacer este tipo de autores, en este caso Cohen y Barbara, es simple y previsible. Me he tomado la molestia de hablar el tema con amigos músicos, bastante buenos. Uno de ellos, guitarrista y teclista de gran talento, no fue capaz de reproducir la guitarra de Leonard Cohen en "Avalanche", aunque después de varias semanas logró acercarse, aunque remotamente. También toca el piano y los teclados, y lo que hace Barbara le pareció absolutamente inextricable e irreproducible, y de una extrema complejidad en según qué canciones: me habló de las variaciones tonales que explora, de los sutiles e impredecibles cambios de ritmo, de las armonías aparentemente esculpidas según patrones clásicos pero en realidad "líquidas", fluidas, como arenas movedizas; de los inesperados cambios en la sucesión de las notas, ajenos a todo lo que el rock o el pop han hecho. Siempre me ha dicho: Barbara es como un magma vivo, nunca puedes adivinar por dónde va a salir, qué notas van a ser las siguientes. Y ello porque articula un discurso musical propio, único y reconocible entre miles. En cuanto a lo que hace con la voz, las mil y una sutilezas de esos arabescos, yo que estoy acostumbrado a escuchar a cantantes de música "popular" de muchas nacionalidades, Barbara siempre sorprende: tiene unos quiebros, unas caídas y ascensiones, traza unos meandros que dan cuenta de lo escarpado de sus estados anímicos, absolutamente insuperable. Aunque tenga la voz rota, quebrada (en los setenta se le desplazó una cuerda vocal), aprendió a cantar de nuevo con un suspiro entrecortado, con acentos guturales, y transfiguró los defectos visibles en virtudes, por desgracia y a menudo, invisibles.
Evidentemente, no pongo, musicalmente, estas dos canciones, a la par de la música clásica en cuanto a complejidad estructural, pero sí creo que están un peldaño por encima de la música popular y, sobre todo, que ofrecen cosas que la música clásica no puede dar: resquicios, grietas, cartografías de un alma en ruinas. Y también inesperadas sutilezas musicales para las que, también, hay que trabajar el oído. Porque igual que el rock nos anestesia para discursoso más complejos, también la música clásica nos impide, a veces, y puesto que lo juzgamos todo de acuerdo a ella, saborear las imperfecciones, rugosidades e intuiciones de unos músicos como éstos, que en su estilo y en su nivel, considero excelentes.
Al margen de eso, creo que Leonardo Cohen es más poeta (de hecho, era conocido como poeta mucho antes de publicar discos) y menos músico e intérprete; y Barbara, que nunca pensó en que sus letras se leyeran de forma autónoma, es más intérprete y un músico de mayor complejidad, como atestiguan, creo, los vídeos que aquí se muestran.
Por todo eso, Ana, te invito a escuchar a estos, y otros, autores, con una mirada (o un oído) desprejuiciados y verás como poco a poco vas encontrando hallazgos inesperados e inesperadas felicidades, y cómo el sentir se acantila, en esas canciones, de una forma insólita y con una belleza sin igual.
Abrazos
PD: tan sólo quería añadir, a tu afirmación de que "si no entiendes la letra pierdes casi todo", que en mi experiencia personal fue al revés: cuando empecé a escuchar a Barbara no sabía una palabra de francés, no tenía ni idea de qué hablaban las letras. La emoción, sin embargo, me perforaba, y también la "forma" de esas canciones, cuya belleza me deslumbró y que reconocí como algo propio a la primera.
ResponderEliminarIncluso con Leonard Cohen, durante años me emocionaron sus canciones y no sabía de qué hablaban, o tenía tan solo una remota idea. Más tarde, al leer las letras de ambos, descubrí nuevas cosas que me enriquecieron, pero no ampliaron ni anularon la emoción primera.
Creo que centrarse en las letras se debe, también, a un cierto prejuicio que podemos tener como lectores: nos cuesta asimilar los discursos híbridos entre música, letra e interpretación (con su consiguiente puesta en escena), y con la búsqueda meridiana del sentido, perdemos, por el camino, la intuición... ¡Salvemos la intuición! ;)
Quizá tiene que ver con eso, con la "forma del espíritu" (si es que esto quiere significar algo). A veces he pensado que las cosas nos llegan si su forma se parece a la nuestra. En música pienso así. Si la forma del espíritu del oyente se corresponde con la forma musical, se opera un reconocimiento inmediato, un vuelco en lo otro reconocido como propio, la abolición de los límites entre lo que yo soy y lo que esa música es y está a punto de ser en fusión conmigo.
Abrazos
PPD: Ana, te dejo un articulito que traduje de un libro, "N'etre que sa verité", acerca de la música en Barbara (la traducción es mala y está sin revisar, desolé):
ResponderEliminarLa música ante todo (del libro “Sólo su propia verdad”, de Alain Wodrascka)
“Querido, encuéntrame un sonido como cuando un pájaro roza con su ala los cabellos de una joven que está a punto de beber una taza de té.” (Barbara a Michel Gaudry, su contrabajista, según cuenta este último.)
Como ya ha quedado claro, Bárbara es, ante todo, músico. Para esta artista atípica, las palabras, casi accesorias, han surgido de su pluma por necesidad. Más tarde aprenderá a dominarlas, plegándose, con su natural desobediencia, a las reglas de la retórica. Pero, si hubiera sido posible, Barbara habría preferido simplemente cantar “la, la, la” acompañándose del piano. Por el contrario, las notas musicales habitan su imaginación desde su más tierna infancia: “De niña tamborileaba en las mesas e imaginaba que era la mayor pianista del mundo, y claro, cuando se es la pianista más grande del mundo y los arpegios blancos y negros se arremolinan y se elevan y echan a volar por ventanas abiertas, entre las nubes, más allá del cielo, para caer como cascada de lluvia en el fondo de los mares, al fondo de ríos que los atrapan, los engullen y luego los arrojan a los lejos, a otros países, cuando se es “la pianista más grande del mundo”, ¡no se ponen los cubiertos! No me convertí en la mayor pianista del mundo, pero he seguido escuchando melodías en mi interior”, confiesa en sus memorias. Y este músico instintivo pasará toda su vida tratando de proyectar los colores de su alma en el muro del sonido, curarse de su infancia tratando de expresar lo más fielmente posible las melodías que la acunan, la persiguen, la obsesionan, a fin de encontrar la liberación, la gracia.
Barbara desconoce las leyes del solfeo –aprendidas muy tarde, en los años ochenta, y nunca realmente dominadas-. Aparte de algunos cursos de canto lírico rápidamente suspendidos, hizo su aprendizaje a partir de su instinto. Su oído, muy desarrollado, se educa con la audición de otros músicos, que escuchó en su infancia (Ethery Rouchadzé, la pianista rusa de Bélgica, y más tarde Liliane Benelli, del cabaret L’Ecluse). Pero su evolución experimental y lúdica se consagrará, durante toda su carrera artística, a la búsqueda y a al aprendizaje musical permanente.
Cuando un tema musical germina en su mente, lo graba, y a continuación comunica, con un lenguaje sembrado de imágenes, sus ideas para los arreglos a los músicos, que a menudo desempeñan el papel de traductores o copistas. Durante la noche, ella escucha las decenas de casetes elaboradas durante la jornada de ensayos, y entonces da su opinión, hace observaciones, expresa cómo desea que el resultado se parezca lo máximo posible a su música interior. Su trabajo es más de naturaleza teatral o pictórica que verdaderamente musical: “Yo no sé componer música; todo ocurre más o menos así, todos los ensayos y conciertos se han desarrollado del mismo modo, a partir del trabajo con los teclados: tocaba lo que escuchaba en mí, si escuchaba un viento lo añadía, si era un chelo, también. Gérard Daguerre lo anotaba, y así es como nacían las orquestaciones, a partir de pequeños fragmentos que encajaban unos con otros. Cuando compongo siempre tengo la música en mi mente, no los arreglos, eso viene después..., no tengo, en mis cajones, textos que haya escrito independientemente de la música..., siempre pienso simultáneamente texto y música, y así avanzo lentamente..., no siempre escucho toda la música, pero al menos sí una parte, la mayor parte del tiempo compongo sentada al piano..., pero, fíjate, con “Le couloir”, es tal vez el único texto con el que, al principio, no escuchaba la melodía, llegó más tarde...., sí, escucho una atmósfera, como para “Dis quand reviendras tu?” y luego la voy puliendo... No hay ningún misticismo en todo este proceso: ¿dónde escucha un músico sus arreglos?. En mi caso, yo “escucho” que en un momento determinado, ahí va a entrar un saxo, en “Fatigue”, y “escuché” de qué manera llegaba el acordeón”, explica ella.
Y los músicos –lejos de ser esos tiburones de estudio apegados a sus títulos de conservatorio y estudiosamente concentrados en sus partituras-, que saben leer los textos de las canciones antes de tocar, constituyen el prolongamiento musical del universo de Barbara, que los guía gracias a su lenguaje teatral: “Todas la posibilidades tenían lugar con Barbara, no trabajaba de un modo preciso, trabajaba instintivamente, sobre todo cuando se sentaba al piano, las cosas ocurrían, simplemente, no había ningún método. Y ella se tiraba días y días cambiando una frase o volviendo a insertarla, puliendo, o intentando algo distinto, y estoy seguro de que de verdad quería abismarse a fondo en lo que pensaba, en lo que decía, y es cierto que era un proceso largo, muy largo. La he visto pasar tres días sin comer ni dormir, obsesionada con una canción, hasta que lograba acabarla. Era un trabajo de hormigas, porque ensayábamos mucho, ella sabía exactamente lo que quería, tal vez no sabía explicármelo en términos musicales, pero tenía un encanto increíble para hacerme comprender lo que esperaba de mí, y hablaba de colores, de estructuras, de formas palpables o invisibles..., traducía toda la música en imágenes, bastaba que me dijera: “quiero una nota azul”; musicalmente tal vez era una nota errónea, pero en su caso funcionaba, era lo más preciso y exacto, lo más hermoso. “Imagina la lluvia, piensa en una red, una luz rosa, pastel, violeta”, los colores tenían un gran significado para ella. El rojo o el amarillo constituían mundo antagónicos que yo llegué a comprender, y es cierto que fue formidable trabajar así. Ella no me decía: “dame un do, un mi, in ré” y, por lo tanto, mis arreglos se limitaban únicamente a ajustarse a lo que ella me pedía con el piano. Es cierto que todo era bastante depurado y que cada nota tenía su lugar en la misteriosa economía melódica de sus canciones”, recuerda Romand Romanelli, su acordeonista, “ella no hablaba de música, hablaba mediante expresiones, imágenes, hablaba de nubes, de hilos, decía, por ejemplo, que no había que desinflarse, que todo tenía que estar tenso, apretado. Comparaba las notas a globos, que se mantienen siempre en el aire. Por lo tanto, no había que desinflarse jamás, y por esa razón rara vez las canciones se acababan completamente, siempre evolucionaban en el tiempo y nunca las volvía a tocar o cantar de la misma manera. Barbara daba la impresión de no acabar nunca las giras, de estar perpetuamente en suspensión, cosa que repetía con frecuencia. Son cosas que adviertes después, también Daguerre, nos hacíamos confidencias, nos confesábamos lo que habíamos aprendido, y es cierto que el hecho de permanecer en suspensión es algo que les ha ocurrido a todos los músicos que han trabajado con ella. Por ejemplo, cuando quería escuchar muchas notas seguidas, hablaba de una cascada de perlas, decía “dame algo amarillo, algo azul, algo frío, trata de estirar la nota el mayor tiempo posible, como un hilo; hay un cielo azul, pero para que expreses lo que te estoy pidiendo haría falta que te convirtieras en un nubarrón negro, allí, en el centro de ese maravilloso cielo despejado”. Con un lenguaje teatral, ella se expresaba con sus propias palabras. Y desde luego, musicalmente, todo se lo debo a ella: ella me ha hecho ser quien soy”.
A lo largo de su carrera, Barbara no deja de evolucionar musicalmente, no contentándose con encerrarse en un estilo definitivo. Permanece abierta a todas las influencias y a la búsqueda del sonido más puro y preciso. A este respecto, dice de Richard Galliano, acordeonista con el que mantuvo una privilegiada complicidad: “Cuando ese hombre toca una nota, es la nota esencial, no te tocará lo que hacen todos, esas 70.000 notas que no sirven para nada”.
En su primer período –entre 1958 y 1967, en el que muchos periodistas y musicólogos han querido encasillarla- Barbara emplea un estilo musical clásico. Sus composiciones adoptan a menudo secuencias armónicas tradicionales, influidas por Brassens –que a menudo utiliza en “anatol” (do-la-re-sol): “j´ai troqué”, “si la photo est bonne”, “une petite cantate”, “Y aura du monde”, “Madame”, y en menor medida por Brel: la canción “J´entends sonner les clarions” labrada en un ritmo de sardana, recuerda a “Quand on n’a que l’amour”. En otros casos, a menudo se basan en un ritmo de vals: “Dis quand reviendras tu?”, “Le temps de lilas”, “Nantes”, “La solitude”, “Le mal de vivre”, “Göttingen”, “Ma plus belle histoire d´amour”... Pero ese clasicismo ya se encuentra personalizado por diversos rasgos de originalidad: la irregularidad en el número de compases en las estrofas, una arritmia que confiesa y explota de buen grado, y sobre todo, la creación de una canción atonal –procedimiento que acabará adoptando definitivamente. En efecto –y esto se da muy raramente-, para establecer un contraste atmosférico entre en sus composiciones, Barbara cambia de tono al cantar. Si bien, al principio, emplea este procedimiento de manera discreta –por ejemplo, solo las primeras y últimas estrofas de “Nantes” están cantadas un semitono más bajo- más tarde se convertirá en el elemento fundamental de su estilo: “Mon enfance”, “Perlimpinpin”, “L´homme en habit rouge”...- y se complicará: “Pleure pas”, “Reveuses de parloir”, “Sables mouvantes”... Además, Barbara siempre ha sabido aportar, incluso en su período clásico, rasgos de modernidad musical, tocando con solistas que venían del mundo del jazz o de la música contemporánea. En los años sesenta, el contrabajista François Rabat, influido por Bela Bartok, Thelonius Monk y la música zíngara, la acompaña en el escenario, junto a Eddy Louis. Y Michel Portal, igualmente a gusto con Mozart y con el free-jazz, vienen a tocar al estudio. El improvisado trío de “Pierre” –voz, piano, saxofón- ha quedado grabado en los anales de la canción francesa.
A partir de 1968, las composiciones de Barbara, enriquecidas de experiencias extraídas de todas las fuentes musicales, experimentan una notable evolución. El álbum “Le soleil noir” contiene en germen la mayor parte de las direcciones musicales en las que Barbara profundizará más tarde. La canción “L´amoureuse”, con estrofas perfiladas en una compleja armonía, es el principio de una de las nuevas tonalidades de las composiciones de Barbara, influida por la Ópera de los cuatro peniques. Esta obra alemana de los años treinta, cuyo estilo moderno y disonante corresponde a la imagen comprometida de sus autores, Bertolt Brecht y Kurt Weill, que, blandiendo el estandarte marxista ante el ascenso del nazismo, proponen un cuestionamiento de la sociedad moderna, ha influido claramente en Barbara. Los dos espectáculos musicales que ella creará tienen mucho de esa musicalidad “decadente”, que se difundirá en el conjunto de su repertorio: “Amours incestueuses”, “Pleure pas”, “Femme piano”... El primero, Madame, tocado por instrumentistas de música contemporánea, y que trata de un modo franco e irónico el tema de la prostitución, está formado por canciones que derivan de esa vena musical: “De jolies putes vraiment”, “Regardez les regardes del hommes”. Se han invocado mil razones para explicar el fracaso de ese espectáculo, pero curiosamente nunca la de su audacia musical. El segundo, Lily Pasión, de 1986, cuyo preámbulo posee un título significativo: “Berlín”, se baña igualmente en una musicalidad a lo Kurt Weill acentuada por ciertas canciones sulfurosas: “Tire pas”, que hablan del asesinato, o “Qui est qui?”, sobre la homosexualidad.
En la canción “Le soleil noir” –extraída del álbum epónimo- se suceden estrofas martilleadas por un juego de contrabajo jazzístico que se combina con pasajes clásicos al piano. Esto anunciará otro estilo musical que Barbara explotará regularmente, sobre todo en “L’indien”, y con el tiempo, sus interpretaciones de títulos como “Monsieur Victor”, “Mille chevaux d´écume”, “Le jour se lève encore” o “Lucy” adquirirán, gracias al timbre de su voz, cada vez más cavernoso, el tinte despellejado de una cantante de blues.
Con la canción “Plus rien”, de 1968, Barbara aborda un nuevo territorio, el de la música clásica. Sus antiguas cantatas fúnebres que nacen de la canción “rive gauche” se refinarán hasta alcanzar la dimensión de verdaderos réquiems –más cercanos a Berlioz que a Brassens- en los que su voz se erige en interlocutora entre los vivos y los muertos, especialmente en “Quand ceux qui vont” –magnífica y poderosa plegaria- o en “Chanson pour une absente”, orquestada por William Séller.
En los años setenta, ochenta y noventa, Barbara explorará nuevos terrenos musicales que han sido muy poco apreciados en ella. El de la música brasileña: “La colère”, “Clair de nuit”, “La fleur, la source et l´amour”, “Bizarre”. El del rock eléctrico, inaugurado en 1973 con “L´enfant laboureur” (canción que muestra una particularidad interesante que encontramos en otras: “Le soleil noir”, etc., en cada estrofa Barbara recupera su piano acústico y reinstaura su estilo tradicional, como para salir de la euforia psicodélica y recuperar sus raíces y su papel de actriz trágica.
A fuerza de emprender búsquedas incesantes, de modelar, de esculpir la música a su imagen, Barbara, cuya voz, pura y cristalina en sus inicios, se enriqueció de arañazos, desgarros y de un aliento cavernoso, descubrió, pese a sí misma, la posibilidad de no volver a cantar en el tono adecuado, sino cantar “alrededor” de las notas –Barbara es uns de las pocas cantantes francesas que ha sabido cantar durante quince años con una voz desfallecida cuyas debilidades fue refinando poco a poco. Así, accidentalmente, llegó a interesarse por la música disonante, dodecafónica, que se apresuró a investigar: “A veces hay acontecimientos que se salen de lo ordinario, que se imponen como evidencias. De este modo, una nota errónea puede revelarse “creadora” y encontrar su lugar”, declara en sus memorias. A partir de 1990, Barbara revisitó su repertorio en función de su voz, aportando a las antiguas canciones interpretadas en el escenario un rostro contemporáneo que no poseían antes y que viene subrayado por una orquestación más arriesgada. Y su último disco de 1996 contiene títulos que se orientan hacia una música declaradamente libre que, si hubiera tenido tiempo, habría sin duda abierto nuevas perspectivas. En “Fatigue”, por ejemplo, el carácter líquido del contrabajo, la libertad del ritmo y de los acordes de piano ilustran bien esta evolución.
Como resultado de sus diversas experiencias que exploraron la mayor parte de la música de su tiempo, Barbara ha logrado crear un sonido completamente personal y único, reconocible entre miles. Este sonido, nacido de una alquimia coherente entre la mujer, la música y el escenario, se caracteriza por la adecuación entre una voz, un piano, los teclados y la iluminación –elementos indisociables- que reflejan el espejo de un alma.
querido stalker:
ResponderEliminargracias por la respuesta tan minuciosa que me das. me dejas con diverso material para reflexionar.
muchas de las cosas que dices tienes razón, por ejemplo lo de si es necesaria realmente la letra y lo de la intuición. yo creo que mi forma de escuchar la música ya responde a un criterio exclusivamente de intuición, de sentimiento, para nada de sentido, y por ello puedo disfrutar tanto la música instrumental sin tener ninguna formación musical, la música instrumental se sitúa en un espacio más allá del sentido, cosa que sigo creyendo no ocurre totalmente con la música cantada, porque la letra te sitúa siempre en un lugar (otra cosa es que no entendamos la letra, y entonces la voz se convierta por nuestras incompetencias con otros idiomas en un instrumento más), y si la letra no fuera importante bastaría con que lo que se cantase fuera un idioma imaginario sin sentido. sí, creo que es importante, pero no, tienes razón, es imprescindible para disfrutar la canción. yo no necesito saber lo que mertens dice cuando canta para que su voz me deje tan emocionada y con los ojos tan llenos como él consigue, o si nos vamos a un ámbito más popular a mí la voz grave de chavela vargas me gusta mucho independientemente de lo que digan sus letras.
lo que ocurre es que, tal y como tú dices seguramente debido a mi incapacidad para apreciar ciertos detalles, la canción de leonard cohen me parece mucho más rica, me llena más que escuchando simplemente el sonido de la voz y la música. yo conozco un poco, un poquito, la música de cohen, y hay alguna canción que me gusta mucho, pero otras que no, pues no consigo apreciarlo del todo en lo que respecta a la voz e instrumentación, no consigo que su voz me baste por sí sola como sí consigue mertens -ya sé que no es una buena comparación, debito a que responden a dos tipos de música muy diferentes-. con bárbara me pasa algo similar a esto que me pasa en diversas canciones de cohen. sí, ciertamente bajo el aspecto a veces sencillo de esas composiciones se debe de esconder algo muy complejo sutilmente, algo para desvelar poco a poco -lo sencillo es en muchas ocasiones más enrevesado que lo que en principio parece muy retorcido-, y no dudo que pueda deberse a que mi oído está un poco embrutecido como para apreciar algunas cosas, por ejemplo la música flamenca, quitando alguna cosa instrumental como paco de lucía, tomatito o dorantes, no consigo llegar del todo a las voces flamencas, aunque espero remediarlo un poquito en el futuro, ayer estuve escuchándome a linares y algo entraba en algún pequeño momento. pero de momento es lo que siento, aunque quizá, como la música tiene mucho de aprendizaje, la cosa cambie en el futuro.
bueno, en definitiva, gracias por la respuesta exhaustiva que no se merece mi respuesta tan pobre. espero leerla varias veces con detenimiento y si me surgen nuevas cosas tras leerlas y en mi experiencia musical te contaré :)
un beso.
Querido Stalker:
ResponderEliminarcuánto disfruto esta música que has subido. A Leonard Cohen le conozco más sus abismos poéticos y musicales y de Bárbara, me enteré de la existencia de su música a través de tu blog. Estoy comenzando a conocerla y quererla.
Como siempre, no defrauda detenerse en tu Marienbad.
Gracias y un abrazo.
Laura.
Querida Ana:
ResponderEliminares conmovedor que te lo tomes tan en serio y lo razones tan bien. Al hablar de Chavela o de Mertens has dado en el clavo: es eso, importa poco el sentido cuando la propia voz te transporta a una dimensión de belleza insólita. Entiendo la letra como un complemento indisoluble, pero no necesariamente predominante...
con Barbara tiene mucho que ver el hecho de que es mi voz favorita, y en el fondo no me importa tanto de qué habla, porque ya en el estremecimiento de su voz me está transmitiendo lo qué más me importa, lo que busco...
Fíjate que hace poco tiempo conseguí vencer el último prejuicio musical que me quedaba y que tú también mencionas: el flamenco. Y lo hice por mediación de Agujetas, un cantaor sensacional del que vi un documental que me dejó prendado. Agujetas es al flamenco lo que Barbara a la chanson: aspereza, fuerza, pura ascensión despellejada, entraña que no des-entraña y nos deja a la intemperie. Y es lógico que a él apenas se lo conozca fuera, aquí, donde reina el imperio de Camarón, un producto mucho más ligero, asimilable y comercial (como en Francia Gainsbourg, tan cercano a los yeyés, en su época, y hoy en día muy reivindicado por muchos grupos de pop anglosajón).
Abrazos
Querida Laura:
ResponderEliminares un placer darte a descubrir cosas, y en especial a Barbara. Ella supuso una experiencia capital en mi vida y considero un deber darla a conocer. Es la mejor "maestra" que he tenido, por encima de todos, Cohen, Cave, quien quieras... ¿Cómo algo tan bello ha sido y es tan ignorado? Es la pregunta que siempre me hago; por suerte, cuento con varias personas cercanas que comparten mi perplejidad. No se está tan solo después de todo, ni siquiera en los fervores más abnegados...
Abrazos y otros itinerarios para ti.
Os doy mi opinión sobre la pregunta de Stalker en el post anterior diciendo que, teniendo en cuenta el buen gusto de bastantes personas que son sordas a "la dame brune", uno de los motivos para que ésta reste ignorada es que hay mucho bueno donde elegir y que no siempre llega ese momento en el que te preguntas que cómo era posible tu vida antes de conocer a ese artista y su obra.
ResponderEliminarEsta claro que para los que pensamos que Barbara es única, NO HAY MUCHO DONDE ELEGIR!! De hecho, en Facebook, me he apuntado a un grupo que se llama "Il y avait Barbara... et après, personne!".
En fin, que los momentos de epifanía no ocurren todos los días. A mí me pasó hace una semana con Gilbert Becaud, del que conocía algunos de sus clásicos y, bueno, el otro día llegó la revelación, en este caso inmediata (y conduciendo, con lo cuàl fue incluso peligroso jeje).
Aprovecho para agradecer a Stalker un post en el que puso un vídeo de Becaud, porque ese día desempolvé un disco (duro)en el que me esperaba este gran cantante, y del que ya no me separaré.
¿Pero cómo podía yo vivir sin conocer "L'important c'est la rose"? ¡Es que ahora no me lo imagino!
Barbara estará ahí siempre, y seguirá revelándose a muchos "afortunados" que aún no la conocen, y de los que envidio el hecho de que un día van a escuchar a Barbara por primera vez, y van a sentir algo mágico.
Ays, Stalker, nosotros, como Obelix, ya hemos pasado por ahí.
saludos
P.S. Sobre la cuestión de la importancia de las letras intentaré opinar más tarde, tras leer atentamente el interesante debate que ha surgido de este post.
Gracias, Sorel por tus palabras. Con respuestas como la tuya o la de Ella sé que no estoy loco, ¡Es un alivio!
ResponderEliminarComparto contigo esa "envidia": la de descubrir por primera vez a esta mujer, y vivir desde el principio lo que hemos vivido...
Me olvidaba de suscribir esto que dices:
ResponderEliminar"Está claro que para los que pensamos que Barbara es única, NO HAY MUCHO DONDE ELEGIR!!"
Cuántas veces, hablando de música con amigos, les ha resultado difícil comprender esa afirmación mía (o alguna muy similar). Una vez que te adentras en Barbara, casi todo lo demás te parece pobre, desdibujado, sin peso. Todo parece fluctuar en un magma ingrávido y que no te dice. Por eso, en mi opinión, Barbara ocupa un espacio aparte, años luz de todos los demás, y los que han atravesado ese umbral lo saben, porque no quedan indemnes y su vida es otra. Sí: por un lado están los músicos, los autores de canciones, y Barbara está en ese otro lugar, por eso las comparaciones y los juicios de valor en realidad carecen de sentido: pueden aplicarse más acá, en el ámbito en el que fueron forjado- pero poco tienen que ver con ese espacio intangible al que aludo.
Abrazos
Sí, Stalker Barbara está aparte de todo. Un escalón arriba. Al menos para mí tb es así.
ResponderEliminarA mí con Barbara me pasa algo raro, la conozco desde hace poco y aunque ya conzoco bastante sobre ella, siempre (y aún) sigo descubriendo cosas nuevas: desde canciones y la letra en sí de canciones ya conocidas, versiones diferentes, incluso cosas de su vida. Todavía tengo la fortuna de sentir esa magia :)
Y la letra puede ser importante pero creo que primero está la música, la cadencia de la voz, la interpretación...
Las canciones son tantas cosas...
Ella:
ResponderEliminarsin duda Barbara siempre sorprende. Aún recuerdo los conciertos, cuando al verlos en reiteradas ocasiones te ibas fijando en detalles, gestos, matices, inflexiones vocales, inesperadas felicidades, cómo de pronto se hacía carne una canción que antes, en los primeros visionados, pasó desapercibida. Canciones palimpsesto o canciones rizoma, con múltiples conexiones que siempre sorprenden.
Sigue disfrutando...
Abrazos
stalker, ciertamente Barbara tiene una personalidad musical arrolladora, igual de arrolladora que tu devoción por ella... a mí la voz de Cohen siempre me ha parecido una de las más intensas que he escuchado, eso es un hombre cantando y lo demas son pamplinas... una pregunta, ¿qué te parece el I´m your man?
ResponderEliminarblogger me pide BURING, flipa
Querido Raúl:
ResponderEliminarme gusta mucho el "I'm your man". Entiendo que los cohenófilos puristas renieguen de él por el cambio de voz y la introducción de sintetizadores. Pero es un disco de renovación estética, de renacimiento, donde la ironía se alía con la crítica más ácida y la poesía más devastadora en una obra de una belleza sin par. Sólo la portada, donde Cohen sale comiéndose el plátano, ya marca un estilo, un cauce... A partir de ahí, el candadiense se fue repitiendo y ha venido a menos, pero se lo perdono todo porque ya lo ha hecho todo, y ahí queda su obra, brillando con esa peculiar luz oscura en el firmamento de la música popular del siglo XX.
En la "noche oscura del alma", cuando no quedaba ninguna certeza y sólo el abismo, Barbara y Cohen no me abandonaron en ningún momento y me ayudaron a cumplir la travesía...
Abrazos
No sabía que había puristas que renegaban del "I'm your man", no me lo había planteado porque me parece genial ese disco!
ResponderEliminarPor cierto, si habéis visto el documental "I'm your Man", ¿no os parece entrañable la historia que cuenta Rufus Wainright de cómo conoció a Leonard Cohen en persona?
Saludos
Te dejo la nueva dirección de enigmatiquebarbara en youtube.
ResponderEliminarhttp://es.youtube.com/user/BarbaraEnigmatique
He subido ya algunos videos, entre ellos el Perlimpinpin para que puedas volver a insertarlo aquí.
Saludos
No te desanimes, Ella... sigue dando guerra a Youtube, te apoyo sin fisuras.
ResponderEliminarAbrazos
Hoy soy el hombre más feliz del mundo, por fin encuentro otro APASIONADO de BARBARA. Yo la escuché por primera vez cuando tenía 14 años, una amante de mi padre me regaló un disco de ella y desde ese día se me enredó en el alma hasta hoy que he tengo 40 años. Por aquel entonces no hablaba francés y no entendía las letras pero su voz, su sentimiento y su música me cautivaron en la primera nota. Poco a poco fui comprándome más discos y con la llegada del CD llegaron las reediciones y selecciones, seguí comprando todo lo que encontraba sobre ella y grabando discos para todos mis amigos a los que tras escucharla, ya necesitaban que les acompañase en su vida. Años más tarde aprendí francés (sigo en ello) y de repente entendí las letras mi pasión creció más si cabe, y comencé a llorar y reír y llorar o sonreír con casi todas sus interpretaciones. Con la llegada de youtobe la ví cantar una y otra y otra y otra, y aun lloré más y sonreí más y más. Comencé a comparar versiones y grabar discos para mis amigos comparándoles versiones.
ResponderEliminarMe fui a vivir un tiempo a Paris y empecé a comprar videos que aquí no encontraba (Bilbao) y más discos y algún libro.
Y hoy te encuentro a ti, mientras buscaba información de Perlimpinpin, porque tengo una amiga a la que cada semana le mando un video de Barabara con subt. en castellano, y hoy tocaba este, también ella se ha hecho barbaradicta.
Yo soy pintor y paso mucho tiempo solo en mi estudio y prácticamente siempre Barbara me acompaña si tienes curiosidad esta es mi Web. www.ignaciogoitia.com , bueno también a veces Beethoven, Chopin (me encanta tu entrada sobre Rigter, también tuve la suerte de verle varias veces en escena con su vela o su lamparita iluminando el teclado).
Dentro de dos semana vuelvo a Paris, iré a ver el la tumba de Barbara para dejarle unas flores no se si ya es el tiempo de las lilas.
Un placer encontrarte
Ignacio Goitia
Me hace muy feliz tu entrada, Ignacio.
ResponderEliminarSi me permites, la copiaré (o puedes hacerlo tú mismo) en la próxima entrada que haré sobre Barbara, para que los compañeros puedan leerte (ya sabes que en los blogs sólo se visita la última entrada, y me gustaría que leyeran tu comentario).
Ahí te daré una respuesta más larga. Muchas gracias por tu efusividad. Ahora me siento un poco menos solo.
Abrazos
Ignacio qué emocionante todo lo que cuentas sobre Barbara... seme ha puesto la cerna de gallina de la emoción...
ResponderEliminarmuchas gracias, es un placer compartirlo con vosotros
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